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PUTA 8 страница



Erika se sentу tranquilamente delante de йl.

—Eso es un texto que el reportero Henry Cortez ha escrito y que la revista Millennium tenнa intenciуn de publicar en el nъmero que saliу hace una semana.

Borgsjу daba la impresiуn de estar desesperado.

—їCуmo cono te atreves? Yo te traigo al SMP y lo primero que haces es empezar a conspirar contra mн. їQuй tipo de puta mediбtica eres?

Erika Berger entornу levemente los ojos y se quedу gйlida. Ya estaba harta de la palabra «puta».

—їPiensas realmente que esto le importa a alguien? їCrees que vas a poder acabar conmigo echбndome mierda encima? їY por quй cojones me lo has enviado de forma anуnima?

—No es asн, Borgsjу.

—Entonces cuйntame cуmo es.

—El que te ha enviado el texto de forma anуnima ha sido Peter Fredriksson. Estб despedido del SMP desde ayer.

—їQuй cono estбs diciendo?

—Es una larga historia. Pero llevo dos semanas con ese texto intentando pensar en alguna manera apropiada para sacar el tema contigo.

—їTъ estбs detrбs de este texto?

—No, no lo estoy. Henry Cortez investigу y escribiу toda la historia. Yo no tenнa ni idea.

—їY esperas que me lo crea?

—En cuanto mis colegas de Millennium se dieron cuenta de que tъ aparecнas en el reportaje, Mikael Blomkvist parу la publicaciуn. Me llamу y me dio una copia. Por consideraciуn hacia mн. Me robaron el texto y al final ha terminado en tus manos. Millennium quiso brindarme la oportunidad de hablar contigo antes de publicarlo. Algo que piensan hacer en el nъmero de agosto.

—Jamбs he conocido a nadie en el mundo del periodismo con menos escrъpulos. Te llevas la palma.

—Vale. Ya lo has leнdo, y tal vez tambiйn le hayas echado un vistazo a la parte de la investigaciуn. Cortez tiene un reportaje sin fisuras; para ir derechito a imprenta, vamos. Y tъ lo sabes.

—їY eso quй cojones significa?

—Que si continъas siendo el presidente de la junta del SMP cuando Millennium publique el artнculo, le harбs daсo al periуdico. Me he devanado los sesos intentando encontrar una salida, pero no he encontrado ninguna.

—їQuй quieres decir?

—Que tienes que dimitir.

—їMe estбs tomando el pelo? Yo no he hecho nada que viole ninguna ley.

—Magnus, їen serio no eres consciente de la envergadura de esta denuncia? No me hagas convocar a la junta. Resultarб vergonzoso.

—Tъ no vas a convocar a nadie. Tu trabajo en el SMP ha terminado.

—Sorry. Tan sуlo la junta puede despedirme. Deberбs convocar una reuniуn extraordinaria. Sugerirнa que esta misma tarde.

Borgsjу rodeу la mesa y se acercу tanto a Erika Berger que ella pudo sentir su aliento.

—Berger: tienes una sola oportunidad de sobrevivir a esto. Vas a ir a ver a tus malditos amigos de Millennium y te asegurarбs de que esta historia no vaya a la imprenta nunca jamбs. Si juegas bien tus cartas, puede que me plantee olvidar todo este asunto.

Erika Berger suspirу.

—Magnus, no entiendes la gravedad del asunto. Yo no tengo ningъn tipo de influencia sobre lo que Millennium vaya a publicar. Esta historia verб la luz con independencia de lo que yo diga. Lo ъnico que a mн me interesa es cуmo va a afectar al SMP. Por eso debes dimitir.

Borgsjу agarrу el respaldo de la silla con las dos manos y se inclinу hacia ella.

—Tal vez tus amiguitos de Millennium se lo piensen mejor si se enteran de que tъ serбs despedida en el mismo instante en el que futren esas putas difamaciones.

El se incorporу.

—Hoy voy a ir a Norrkуping a una reuniуn —dijo. Se quedу mirбndola y luego aсadiу con йnfasis: —SveaBygg. —Aja.

—Maсana, a mi regreso, me informarбs de que este asunto estб ya zanjado. їEntendido?

Se puso la americana. Erika Berger lo observу con los ojos entornados.

—Arregla esto con discreciуn y quizб sobrevivas en el SMP. Ahora, fuera de mi vista.

Ella se levantу, volviу a su cubo de cristal y permaneciу quieta en su silla durante veinte minutos. Luego cogiу el telйfono y le pidiу a Anders Holm que viniera a su despacho. Йl ya habнa aprendido la lecciуn y se presentу en menos de un minuto.

—Siйntate.

Anders Holm arqueу una ceja y se sentу.

—Bueno, їy quй es lo que he hecho mal esta vez? —preguntу irуnicamente.

—Anders, йste es mi ъltimo dнa en el SMP. Voy a presentar mi dimisiуn ahora mismo. Convocarй al vicepresidente y al resto de la junta a una reuniуn para la hora de comer.

Йl la mirу perplejo.

—Voy a proponerte como redactor jefe en funciones. —їQuй?

—їTe parece bien?

Anders Holm se reclinу en la silla y contemplу a Erika Berger.

—Joder, pero si yo nunca he querido ser redactor jefe —dijo.

—Ya lo sй. Pero tienes suficiente mano dura. Y estбs dispuesto a andar pisoteando cadбveres para publicar una buena historia. Sуlo desearнa que esa cabecita tuya fuera un poco mбs sensata.

—їQuй ha pasado?

—Yo tengo un estilo diferente al tuyo. Tъ y yo siempre hemos discutido sobre cуmo enfocar las cosas y nunca nos pondremos de acuerdo.

—No —dijo—. Nunca estaremos de acuerdo. Pero es posible que mi estilo estй anticuado.

—No sй si «anticuado» es la palabra mбs adecuada. Eres un periodista de noticias cojonudo pero te comportas como un cabrуn. Algo completamente innecesario. Aunque lo cierto es que la mayorнa de las veces nos hemos peleado porque tъ has sostenido en todo momento que, como jefe de Noticias, no puedes dejar que las consideraciones personales influyan en la cobertura de las noticias.

De repente, Erika Berger le dedicу una maliciosa sonrisa. Abriу su bolso y sacу el original del reportaje sobre Borgsjу.

—Veamos entonces cуmo evalъas tъ las noticias. Esto que ves aquн es un reportaje que nos ha dado Henry Cortez, colaborador de la revista Millennium. La decisiуn que he tomado esta maсana es que lo publiquemos como la principal noticia del dнa.

Echу la carpeta a las rodillas de Holm.

—Tъ eres jefe de Noticias. Va a ser muy interesante saber si compartes mi evaluaciуn de la noticia.

Anders Holm abriу la carpeta y se puso a leer. Ya en la introducciуn sus ojos se abrieron de par en par. Se incorporу en la silla y, recto como un palo, mirу fijamente a Erika Berger. Luego bajу la vista y leyу el texto de principio a fin. Abriу tambiйn el sobre con la documentaciуn y la estudiу detenidamente. Le llevу diez minutos. Acto seguido, dejу lentamente la carpeta. —Se va a armar la de Dios.

—Ya lo sй. Por eso hoy es mi ъltimo dнa aquн. Millennium pensaba publicarlo en el nъmero de junio, pero Mikael Blomkvist lo parу. Me dio el texto para que pudiera hablar con Borgsjу antes.

-їY? _

—Borgsjу me ha ordenado callarlo.

—Entiendo. їAsн que piensas publicarlo en el SMP como acto de rebeldнa?

—No. Como acto de rebeldнa no. Es nuestra ъnica opciуn. Si el SMP publica la historia tendremos una oportunidad de salir de йsta con la cabeza bien alta. Borgsjу debe dimitir. Pero eso tambiйn significa que yo no podrй quedarme.

Holm permaneciу callado durante dos minutos.

—Joder, Berger... No pensaba que fueras tan dura. Creнa que nunca te lo dirнa, pero, si tienes tantos cojones, la verdad es que lamento que te vayas.

—Tъ podrнas impedir la publicaciуn, pero si los dos damos nuestro visto bueno... їpiensas publicarlo?

—Claro que lo publicaremos. Va a filtrarse de todos modos.

—Exacto.

Anders Holm se levantу e, inseguro, permaneciу junto a la mesa de Erika.

—Vete a trabajar —le ordenу Erika Berger.

Cuando Holm hubo abandonado el despacho, Erika dejу pasar cinco minutos antes de levantar el auricular del telйfono y marcar el nъmero que Malin Eriksson tenнa en Millennium.

—Hola, Malin. їEstб Henry Cortez por ahн?

—Sн. En su mesa.

—їPuedes decirle que vaya a tu despacho y conecte los altavoces del telйfono? Tenemos que negociar una cosa.

Quince segundos despuйs Henry Cortez ya se hallaba allн.

—їQuй pasa?

—Henry, hoy he hecho algo poco йtico. —їAh, sн?

—Le he entregado tu reportaje a Anders Holm, el jefe de Noticias del SMP. -ї•Sн?...

—Le he ordenado que lo publique maсana en el SMP. Con tu byline. Y, como es natural, te pagaremos. Puedes cobrar lo que te parezca.

—Erika... ї"Quй cono estб pasando?

Le resumiу lo sucedido durante las ъltimas semanas y cуmo Peter Fredriksson por poco la destroza.

—ЎJoder! —exclamу Henry Cortez.

—Sй que йsta es tu historia, Henry. Pero no me ha quedado otra elecciуn. їTe parece bien?

Henry Cortez permaneciу en silencio durante unos segundos.

—Gracias por llamarme, Erika. Vale, publica el reportaje con mi byline. Si a Malin le parece bien, por supuesto.

—Estб bien —dijo Malin.

—Perfecto —contestу Erika—. Podйis avisar a Mikael, supongo que aъn no ha llegado.

—Yo hablarй con Mikael —respondiу Malin Eriksson—. Pero, Erika: їesto significa que desde hoy estбs en el paro?

Erika se riу.

—He decidido que voy a tomarme unas vacaciones durante lo que queda de aсo. Crйeme, unas semanas en el SMP han sido mбs que suficientes.

—No me parece buena idea que empieces a planear tus vacaciones —dijo Malin. —їPor quй no?

—їTe podrнas pasar por Millennium esta tarde? —їPara quй?

—Necesito ayuda. Si quieres volver a ser la redactora jefe, puedes empezar maсana mismo.

—Malin, tъ eres la redactora jefe de Millennium. Y punto.

—Vale. Entonces empieza como secretaria de redacciуn —dijo Malin, riйndose. —їHablas en serio?

—Por Dios, Erika: te echo tanto de menos que creo que me voy a morir. Aceptй el puesto de Millennium, entre otras cosas, para tener la oportunidad de trabajar contigo. Y de repente coges y te me vas a otro sitio.

Erika Berger permaneciу callada durante un minuto. Ni siquiera se le habнa pasado por la cabeza la posibilidad de volver a Millennium.

—їSerнa bienvenida? —preguntу con cierta prudencia.

—їTъ quй crees? Mucho me temo que montarнamos una enorme fiesta y que yo serнa la primera en organizarнa. Y regresarнas justo a tiempo para la publicaciуn de lo que tъ ya sabes.

Erika mirу el reloj de su mesa: las diez menos cinco. En menos de una hora todo su mundo habнa dado un giro radical. De pronto, se dio cuenta de cuбnto echaba de menos volver a subir las escaleras de Millennium.

—Aquн tengo todavнa para unas cuantas horas de trabajo. їTe parece bien que pase sobre las cuatro?

Susanne Linder mirу a Dragan Armanskij directamente a los ojos mientras le contaba con toda exactitud lo sucedido durante la noche. Lo ъnico que omitiу fue el pirateo del ordenador de Fredriksson y su propia convicciуn de que habнa sido obra de Lisbeth Salander. Y lo hizo por dos razones: por una parte porque le pareciу demasiado irreal; por la otra, porque sabнa que Dragan Armanskij, al igual que Mikael Blomkvist, andaba implicado en grado sumo en el asunto Salander.

Armanskij la escuchу con atenciуn. Cuando Susanne Linder terminу, permaneciу callada esperando su reacciуn.

—Greger Backman me llamу hace una hora —dijo. —Aja.

—El y Erika Berger se pasarбn a lo largo de esta semana para firmar un contrato. Quieren darle las gracias a Milton y en especial a ti por el trabajo realizado.

—Entiendo. Es bueno que los clientes estйn contentos.

—Tambiйn ha solicitado un armario de seguridad para su casa. Lo instalaremos esta misma semana, al igual que todas las demбs alarmas.

—Bien.

—Quiere que facturemos el trabajo que has hecho este fin de semana. —Mmm.

—En otras palabras, que va a ser una factura bastante gorda lo que les vamos a enviar. —Aja.

Armanskij suspirу.

—Susanne, їeres consciente de que Fredriksson puede ir a la policнa y denunciarte por un montуn de cosas? Ella asintiу.

—Es cierto que, si lo hace, lo pagarб muy caro, pero quizб piense que merece la pena.

—No creo que tenga los suficientes cojones para ir a la policнa.

—Tal vez, pero te has saltado por completo todas las instrucciones que te di.

—Lo sй —reconociу Susanne Linder.

—їCуmo crees que debo reaccionar ante eso?

—Eso sуlo lo puedes decidir tъ.

—Pero їcуmo piensas que deberнa reaccionar?

—Lo que yo piense es lo de menos. Siempre te quedarб la opciуn de despedirme.

—No creo. No me puedo permitir perder a un colaborador de tu calibre.

—Gracias.

—Pero si vuelves a hacer algo parecido, me voy a cabrear mucho.

Susanne Linder asintiу.

—їQuй has hecho con el disco duro?

—Lo he destruido. Lo fijй esta maсana a un torno de sujeciуn y lo hice aсicos.

—De acuerdo. Hagamos borrуn y cuenta nueva.

Erika Berger se pasу el resto de la maсana llamando a los miembros de la junta directiva del SMP. Localizу al vicepresidente en su casa de campo de Vaxholm y lo hizo meterse en el coche y dirigirse a la redacciуn a toda prisa. Tras el almuerzo, se reuniу una junta considerablemente diezmada. Erika Berger dedicу una hora a dar cumplida cuenta del contenido de la carpeta de Cortez y de las consecuencias que habнa tenido.

Como cabнa suponer, las propuestas de buscar una soluciуn alternativa —en cuanto terminу de hablar— no se hicieron esperar. Erika explicу que el SMP tenнa la intenciуn de publicar la historia en el nъmero del dнa siguiente. Tambiйn les informу de que era su ъltimo dнa de trabajo y de que su decisiуn era irrevocable.

Erika consiguiу que la junta aprobara e incluyera en las actas dos decisiones: que se le pidiera a Magnus Borgsjу que pusiera de inmediato su cargo a disposiciуn de la junta y que Anders Holm pasara a ser redactor jefe en funciones. A continuaciуn, se disculpу y dejу que los demбs miembros de la junta debatieran la situaciуn sin su presencia.

A las dos de la tarde bajу al Departamento de recursos humanos y redactу un contrato. Luego subiу a la redacciуn de Cultura para hablar con el jefe de la secciуn, Sebastian Strandlund, y con la reportera Eva Carlsson.

—Segъn tengo entendido, aquн en Cultura considerбis que Eva Carlsson es una buena reportera y que tiene talento.

—Asн es —dijo el jefe de Cultura Strandlund.

—Y en la peticiуn presupuestaria de los dos ъltimos aсos solicitasteis que se ampliara la secciуn de Cultura con, al menos, dos personas.

—Sн.

—Eva, teniendo en cuenta toda esa correspondencia en la que te has visto envuelta, quizб surjan maliciosos rumores si te doy un puesto fijo. їSigues interesada?

—Por supuesto que sн.

—-En ese caso, mi ъltima decisiуn en el SMP serб la firma de este contrato. —їTu ъltima decisiуn?

—Es una larga historia. Termino hoy. їPodrйis hacerme el favor de guardar silencio al respecto durante una o dos horas?

—їQuй?...

—Dentro de un rato os llegarб un comunicado. Erika Berger firmу el contrato y se lo pasу a Eva Carlsson.

—Buena suerte —dijo sonriendo.

—El desconocido hombre mayor que participу en la reuniуn celebrada en el despacho de Ekstrцm el sбbado pasado se llama Georg Nystrуm y es comisario —dijo Monica Figuerola, dejando las fotos sobre la mesa, delante de Torsten Edklinth.

—Comisario —murmurу Edklinth. —Stefan lo identificу anoche. Llegу en coche al piso de Artillerigatan.

—їQuй sabemos de йl?

—Procede de la policнa abierta y trabaja en la DGP/Seg desde 1983. En 1996 le ofrecieron un puesto como investigador con responsabilidad propia, en el que aъn continъa. Hace controles internos y analiza los asuntos ya concluidos por la DGP/Seg.

—De acuerdo.

—Desde el pasado sбbado, un total de seis personas de interйs han entrado en el portal de Artillerigatan. Aparte de Joсas Sandberg y Georg Nystrуm, en la casa tambiйn se encuentra Fredrik Clinton, aunque esta maсana se lo llevaron al hospital para su sesiуn de diбlisis.

—їY los otros tres?

—Un seсor que se llama Otto Hallberg. Trabajу en la DGP/Seg en los aсos ochenta, pero en realidad ahora se encuentra vinculado al Estado Mayor de la Defensa. Pertenece a la Marina y al servicio de inteligencia militar.

—Aja. їPor quй no me sorprende?

Monica Figuerola puso otra foto sobre la mesa.

—A este chico no lo hemos identificado. Se fue a comer con Hallberg. A ver si conseguimos identificarlo esta tarde, cuando vuelva a casa despuйs del trabajo.

—Sin embargo, la persona mбs interesante es йsta.

Colocу otra foto en la mesa.

—A йste lo conozco —dijo Edklinth.

—Se llama Wadensjуу.

—Exacto. Trabajу en la brigada antiterrorista harб unos quince aсos. General de despacho. Fue uno de los candidatos al puesto de jefe aquн en la Firma. No sй lo que pasу con йl.

—Presentу su dimisiуn en 1991. Adivina con quiйn estaba comiendo hace mбs o menos una hora.

Monica Figuerola depositу la ъltima foto sobre la mesa.

—El jefe administrativo Albert Shenke y el jefe de presupuesto Gustav Atterbom —seсalу Edklinth—. Quiero que se vigile a todos estos tipos las veinticuatro horas del dнa. Quiero saber con quiйn se reъnen.

—Imposible. Sуlo dispongo de cuatro personas. Y al­gunos tienen que trabajar con la documentaciуn.

Edklinth asintiу y, pensativo, se pellizcу el labio infe­rior. Un instante despuйs, levantу la vista y mirу a Mo-nica Figuerola.

—Necesitamos mбs gente —dijo—. їCrees que po­drнas contactar discretamente con el inspector Jan Bu-blanski y preguntarle si le apetecerнa cenar conmigo esta noche despuйs del trabajo? Digamos sobre las siete.

Edklinth se estirу para coger el telйfono y marcу un nъmero de memoria.

—Hola, Armanskij. Soy Edklinth. їMe dejarнas que te devolviera esa cena tan agradable a la que me invitaste hace poco?... No, insisto. їTe parece bien las siete?

 

 

Lisbeth Salander habнa pasado la noche en la prisiуn de Kronoberg, en una celda cuyas dimensiones serнan de dos por cuatro metros. Del mobiliario no habнa mucho que decir. Se durmiу cinco minutos despuйs de que la ence­rraran y se despertу el lunes por la maсana, muy tem­prano. Se puso a hacer los ejercicios de estiramiento que el fisioterapeuta de Sahlgrenska le habнa mandado. Acto seguido, le trajeron el desayuno y luego se quedу sentada en la litera mirando al vacнo en silencio.

A las nueve y media la condujeron hasta una sala de interrogatorios situada en el otro extremo del pasillo. El guardia era un seсor mayor de baja estatura, calvo, con cara redonda y unas gafas que tenнan la montura de pasta. La tratу con una apacible y bondadosa correcciуn.

Annika Giannini la saludу amablemente. Lisbeth ig­norу a Hans Faste. Luego conociу al fiscal Richard

Ekstrуm y se pasу la siguiente media hora sentada en una silla y con la mirada puesta en un punto de la pared que quedaba un poco mбs arriba de la cabeza de Ekstrуm. No pronunciу palabra alguna y no moviу ni un solo mъsculo.

A las diez, Ekstrуm interrumpiу su fracasado inte­rrogatorio. Le irritaba no haber conseguido provocar la mбs mнnima reacciуn en ella. Por primera vez, se mostrу inseguro al contemplar a esa delgada chica que parecнa una muсeca. їCуmo era posible que hubiese podido agre­dir a Magge Lundin y Sonny Nieminen en Stallarhol-men? їEl tribunal se llegarнa a creer esa historia? їInclu­so si йl presentaba pruebas convincentes?

A las doce, le dieron a Lisbeth un almuerzo sencillo, y la siguiente hora la dedicу a resolver ecuaciones en su mente. Se centrу en un pasaje de astronomнa esfйrica de un libro que habнa leнdo hacнa ya dos aсos.

A las dos y media la volvieron a llevar a la sala de in­terrogatorios. El guardia que la acompaсу esta vez era una mujer joven. La sala estaba vacнa. Se sentу en una si­lla y siguiу meditando sobre una ecuaciуn particular­mente compleja.

Al cabo de diez minutos se abriу la puerta.

—Hola, Lisbeth —saludу amablemente Teleborian.

El sonriу. Lisbeth Salander se quedу helada. Los ele­mentos de la ecuaciуn que habнa formulado en el aire se le cayeron al suelo y se le desperdigaron. Oyу como los nъmeros y los signos rebotaban y tintineaban como si hu­biesen cobrado forma fнsica.

Peter Teleborian se quedу quieto y la observу du­rante uno o dos minutos antes de sentarse frente a ella. Lisbeth seguнa con la mirada fija en la pared.

Al cabo de un rato, desplazу la mirada y lo mirу a los ojos.

—Lamento que hayas acabado asн —dijo Peter Tele­borian—. Harй todo cuanto estй en mi mano para ayu­darte. Espero que consigamos crear un ambiente de con­fianza mutua.

Lisbeth examinу cada centнmetro de la persona que tenнa enfrente. El pelo enmaraсado. La barba. Esa pe­queсa separaciуn entre sus dos dientes delanteros. Sus fi­nos labios. La americana marrуn. La camisa con el cuello abierto. Oyу la pйrfida amabilidad de su suave voz:

—Tambiйn espero poder ayudarte mejor que la ъl­tima vez que nos vimos.

Dejу sobre la mesa un pequeсo cuaderno y un bolн­grafo. Lisbeth bajу la mirada y observу el bolнgrafo. Era un tubo afilado de color plata.

Anбlisis de consecuencias.

Reprimiу el impulso de extender la mano y coger el bolнgrafo.

Sus ojos buscaron el dedo meсique izquierdo de йl. Descubriу una dйbil lнnea blanca justo donde ella, quince aсos antes, le habнa clavado los dientes y cerrado la man­dнbula con tanta rabia que casi le cortу el dedo. Fueron necesarios tres enfermeros para inmovilizarla y abrirle la mandнbula a la fuerza.

En aquella ocasiуn yo era una pequeсa y asustada niсa que apenas habнa alcanzado la pubertad. Ahora soy adulta. Ahora puedo matarte cuando quiera.

Fijу la mirada en un punto de la pared situado por detrбs de Teleborian, recogiу los nъmeros y los signos matemбticos que se le habнan caнdo al suelo y empezу a recomponer la ecuaciуn.

El doctor Peter Teleborian contemplу a Lisbeth Sa-lander con una expresiуn neutra en el rostro. No se habнa convertido en un psiquiatra de renombre mundial por carecer de conocimientos sobre el ser humano, todo lo contrario: poseнa una gran capacidad para leer sentimien­tos y estados de бnimo. Tuvo la impresiуn de que una gй­lida sombra atravesу la sala, pero lo interpretу como un signo de que la paciente sentнa miedo y vergьenza bajo su inmutable apariencia. Lo vio como una buena seсal de que ella, a pesar de todo, reaccionaba ante su presencia. Tambiйn se mostrу satisfecho con el hecho de que ella no hubiera modificado su comportamiento. Se ahorcarб ella sуlita.

 

 

La ъltima medida que Erika Berger tomу en el SMP fue sentarse en su cubo de cristal y redactar un comunicado para los colaboradores. Se encontraba bastante irritada cuando se puso a escribirlo y, aun a sabiendas de que se trataba de un error, le salieron dos folios enteros en los que explicaba por quй abandonaba el SMP y lo que pen­saba de ciertas personas. Borrу todo el texto y volviу a empezar empleando un tono mбs objetivo.

No mencionу a Peter Fredriksson. Si lo hiciera, todo el interйs se centrarнa en йl, y las verdaderas razones se ahogarнan en un mar de titulares sobre el acoso sexual.

Alegу dos motivos. El mбs importante era que se ha­bнa encontrado con una masiva oposiciуn dentro de la di­recciуn al presentar su propuesta de que los jefes y los propietarios redujeran sus sueldos y sus bonificaciones. Por culpa de eso, se verнa obligada a iniciar su йpoca en el SMP con drбsticas reducciones de personal, algo que no sуlo constituнa un incumplimiento de las perspectivas presentadas cuando la convencieron para que aceptara el cargo, sino que tambiйn imposibilitarнa cualquier intento de cambiar y reforzar el periуdico a largo plazo.

El segundo motivo fue el reportaje que revelaba las actividades de Borgsjу. Erika explicу que йste le habнa ordenado que silenciara la historia y que eso no formaba parte de su trabajo. De modo que, al no tener elecciуn, se veнa obligada a abandonar la redacciуn. Terminу diciendo que los problemas del SMP no habнa que buscarlos en el personal sino en la direcciуn.

Leyу su escrito sуlo una vez, corrigiу un error de ortografнa y se lo enviу a todos los colaboradores del grupo. Hizo dos copias y le mandу una al Pressens tidning y otra al уrgano sindical Journalisten. Luego metiу su laptop en la bolsa y fue a ver a Anders Holm. —Hasta luego —dijo.

—Hasta luego, Berger. Ha sido un horror trabajar contigo.

Se sonrieron.

—Una ъltima cosa —dijo. —їQuй?

—Johannes Frisk ha estado trabajando en un reportaje por encargo mнo.

—Nadie sabe en quй diablos anda metido.

—Apуyalo. Ya ha llegado bastante lejos y yo voy a estar en contacto con йl. Dйjaselo terminar. Te prometo que saldrбs ganando.

Pareciу pensativo. Luego asintiу.

No se dieron la mano. Ella dejу el pase de la redacciуn sobre la mesa de Holm y bajу al garaje a por su BMW. Poco despuйs de las cuatro estaba aparcando cerca de la redacciуn de Millennium.

Cuarta parte

Rebooting System

 

Del i de julio al 7 de octubre

 

A pesar de la rica flora de leyendas que circula sobre las amazonas de la Grecia antigua, de Amйrica del sur, de Бfrica y de otros lugares, tan sуlo existe un ъnico ejemplo histуrico de mujeres guerreras que estй documentado. Se trata del ejйrcito del pueblo fon, en Dahomey, al oeste de Бfrica, la actual Benнn.

Estas mujeres guerreras nunca han sido mencionadas en la historia militar oficial. Tampoco se ha rodado ninguna pelнcula romбntica sobre ellas, y si hoy en dнa aparecen en algъn lugar lo hacen, como mucho, en forma de histуricas y borradas notas a pie de pбgina. El ъnico trabajo cientнfico que se ha hecho sobre estas mujeres esAmazons ofBlac\ Sparta, del historiador Stanley B. Alpern (Hurst & Co Ltd, Londres, 1998). Aun asн, se trataba de un ejйrcito que se podнa medir con cualquiera de los ejйrcitos de soldados de йlite que las fuerzas invasoras tuvieran.

No ha quedado del todo claro cuбndo se creу el ejйrcito femenino del pueblo fon, pero ciertas fuentes lo fechan en el siglo XVII. En un principio era una guardia real, pero evolucionу hasta convertirse en un colectivo militar compuesto por seis mil soldados mujeres que tenнan un estatus semidivino. Su objetivo no era decorativo. Durante mбs de doscientos aсos constituyeron la punta de lanza que los fon utilizaron contra los colonizadores europeos que los invadieron. Eran temidas por los militares franceses, que fueron derrotados en varias batallas campales. El ejйrcito femenino no pudo ser vencido hasta 1892, cuando Francia enviу por mar tropas modernas compuestas por artilleros, legionarios, un regimiento de la infanterнa de marina y la caballerнa.

Se desconoce cuбntas de esas guerreras cayeron en el campo de batalla. Durante varios aсos las supervivientes continuaron haciendo su particular guerrilla y algunas veteranas de ese ejйrcito fueron entrevistadas y fotografiadas en una dйcada tan reciente como la de los aсos cuarenta.


Capнtulo 23

Viernes, ide julio -Domingo, 10 de julio

 

Dos semanas antes del juicio contra Lisbeth Salander, Christer Malm terminу la maquetaciуn del libro de trescientas sesenta y cuatro pбginas que llevaba el austero tнtulo de La Secciуn. El fondo de la portada era a base de tonos azules. Las letras en amarillo. En la parte baja, Christer Malm habнa colocado los retratos —en blanco y negro y del tamaсo de un sello— de siete primeros ministros suecos. Sobre ellos flotaba la imagen de Zalachenko. Christer habнa usado la foto de pasaporte de йste como ilustraciуn y le habнa aumentado el contraste, de modo que las partes mбs oscuras se veнan como una especie de sombra que cubrнa toda la portada. No se trataba de ningъn sofisticado diseсo, pero resultaba eficaz. Como autores, figuraban Mikael Blomkvist, Henry Cortez y Malin Eriksson.

Eran las cinco y media de la maсana y Christer Malm llevaba toda la noche trabajando. Estaba algo mareado y sentнa una imperiosa necesidad de irse a casa y dormir. Malin Eriksson lo acompaсу en todo momento corrigiendo, una por una, las pбginas que Christer iba aprobando e imprimiendo. Ella ya se encontraba durmiendo en el sofб de la redacciуn.

Christer Malm metiу en una carpeta el documento, las fotos y los tipos de letra. Iniciу el programa Toast y grabу dos cedes. Uno lo puso en el armario de seguridad de la redacciуn. El otro lo recogiу un somnoliento Mikael Blomkvist poco antes de las siete.

—Vete a casa a dormir —dijo.

—Eso es lo que voy a hacer —contestу Christer.

Dejaron que Malin Eriksson continuara durmiendo y conectaron la alarma de la puerta. Henry Cortez entrarнa a las ocho, en el siguiente turno. Se despidieron ante el portal levantando las manos y chocбndolas en un high five.

Mikael Blomkvist se fue andando hasta Lundagatan, donde, una vez mбs, cogiу prestado sin permiso el olvidado Honda de Lisbeth Salander. Le llevу personalmente el disco a Jan Kуbin, el jefe de Hallvigs Reklamtryckeri, cuya sede se hallaba en un discreto edificio de ladrillo situado junto a la estaciуn de trenes de Morgongбva, a las afueras de Sala. La entrega era una misiуn que no deseaba confiarle a Correos.



  

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