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Segunda parte 7 страница



Echу un vistazo a la pantalla y notу que el mуvil estaba encendido pero que tenнa desactivados tanto el timbre de llamada como la funciуn de vibraciуn. Luego se puso de puntillas y quitу, girбndola, una blanca y redonda tapa colocada en una rejilla de ventilaciуn que conducнa a la habitaciуn de Lisbeth Salander. Colocу el mуvil dentro del conducto, fuera de la vista de todo el mundo, exactamente como le habнa pedido Mikael Blomkvist.

El proceso le llevу en total unos treinta segundos. Al dнa siguiente necesitarнa tan sуlo alrededor de diez segundos. Lo que tendrнa que hacer entonces serнa coger el mуvil, cambiarle la baterнa y volver a colocarlo en el conducto de ventilaciуn. La otra baterнa deberнa llevбrsela a casa y cargarla durante la noche.

Esa era toda la misiуn de Idris Ghidi.

Sin embargo, eso no ayudarнa en absoluto a Salander. Al otro lado de la pared habнa una rejilla fijada con tornillos. Hiciera lo que hiciese, nunca serнa capaz de alcanzar el mуvil. A no ser que le dieran un destornillador de estrella y una escalera.

—Ya lo sй —le habнa dicho Mikael—. Pero ella no va a tocar el telйfono.

Idris Ghidi tenнa que repetir todos los dнas el mismo proceso hasta que Mikael Blomkvist le avisara de que ya no resultaba necesario.

Y por ese trabajo, Idris Ghidi se embolsarнa mil coronas por semana. Ademбs, una vez concluido el encargo, podrнa quedarse con el aparato.

Meneу la cabeza. Naturalmente, sabнa que Mikael Blomkvist estaba tramando algo, pero por mucho que lo intentara no podнa adivinar de quй se trataba. Colocar un mуvil en el conducto de ventilaciуn del cuarto de la limpieza, encendido pero no conectado, era una artimaсa de un nivel y una sutileza que Ghidi no alcanzaba a comprender. Si Blomkvist quisiera comunicarse con Lisbeth Salander, resultarнa bastante mбs sencillo sobornar a alguna de las enfermeras para que le pasara un mуvil. No habнa ninguna lуgica en toda esa maniobra.

Ghidi sacudiу la cabeza. Por otra parte no le importaba hacerle ese favor a Mikael Blomkvist mientras йste le pagara mil coronas por semana. Y no pensaba hacerle ni una pregunta.

El doctor Anders Jonasson aminorу algo el paso cuando descubriу a un tipo de unos cuarenta aсos apoyado contra la verja que habнa ante el portal de su domicilio de Hagagatan. El hombre le resultaba ligeramente familiar y йste lo saludу como si se conocieran.

—їEl doctor Jonasson?

—Sн, soy yo.

—Perdona que te aborde asн en plena calle delante de tu casa. Pero no querнa ir a molestarte a tu trabajo y necesito hablar contigo.

—їDe quй se trata y quiйn eres?

—Mi nombre es Mikael Blomkvist. Soy periodista y trabajo en la revista Millennium. Se trata de Lisbeth Salander.

—Ah, sн, ahora te reconozco. Tъ eres el que llamу a Protecciуn Civil cuando le pegaron el tiro. їFuiste tъ quien le puso la cinta plateada en la herida?

—Sн, fui yo.

—No estuvo nada mal pensado. Pero lo siento. No puedo hablar de mis pacientes con periodistas. Tendrбs que dirigirte al gabinete de prensa del hospital como todos los demбs.

—Me estбs malinterpretando. No quiero ninguna informaciуn; si he venido hasta aquн es por un asunto personal. No hace falta que me digas ni una sola palabra ni que me proporciones ninguna informaciуn. Es justo al revйs: soy yo el que te va a dar cierta informaciуn a ti.

Anders Jonasson frunciу el ceсo.

—Por favor —pidiу Mikael Blomkvist—. No tengo por costumbre abordar a cirujanos asн, en plena calle, pero es muy importante que hable contigo. Hay un cafй a la vuelta de la esquina. їTe puedo invitar a un cafй?

—їDe quй quieres hablar?

—Del futuro de Lisbeth Salander y de su bienestar. Soy su amigo.

Anders Jonasson dudу un buen rato. Se dio cuenta de que si hubiese sido otra persona —si un desconocido se hubiese acercado a йl de esa manera—, se habrнa negado. Pero el hecho de que Mikael Blomkvist fuera una persona conocida hizo que Anders Jonasson se sintiera razonablemente seguro de que no se trataba de nada malo.

—No aceptarй bajo ninguna circunstancia que me hagas una entrevista, y no voy a hablar de mi paciente.

—Me parece muy bien —dijo Mikael.

Al final, Anders Jonasson hizo un breve gesto de cabeza en seсal de aprobaciуn y acompaсу a Mikael Blomkvist al cafй en cuestiуn.

—їDe quй se trata? —preguntу Jonasson en un tono neutro cuando les sirvieron los cafйs—. Te escucho pero no pienso comentar nada.

—Tienes miedo de que te cite o te deje en evidencia en algъn artнculo... Permнteme que, ya desde el principio, te deje muy claro que eso no sucederб nunca. Por lo que a mн respecta, esta conversaciуn nunca ha tenido lugar.

—De acuerdo.

—Quiero pedirte un favor. Pero antes de hacerlo debo explicarte exactamente por quй, para que puedas considerar si te parece aceptable desde un punto de vista moral.

—No me gusta el cariz que estб tomando esta conversaciуn.

—Sуlo te pido que me escuches. Como mйdico de Lisbeth Salander, tu trabajo consiste en velar por su salud fнsica y mental. Como amigo de Lisbeth Salander, mi trabajo consiste en hacer lo mismo. No soy mйdico y, por lo tanto, no puedo hurgar en su cabeza para sacarle balas ni nada por el estilo, pero tengo otras aptitudes que son igual de importantes, si no mбs, para su bienestar.

—Vale.

—Soy periodista y he averiguado la verdad de lo que le ocurriу.

—De acuerdo.

—Puedo contarte a grandes rasgos de quй va para que te hagas tu propia idea. —Bien.

—Tal vez deberнa empezar comunicбndote que Annika Giannini es la abogada de Lisbeth Salander. Ya la conoces.

Anders Jonasson asintiу.

—Annika es mi hermana y soy yo quien le paga para que defienda a Lisbeth Salander. —їAh, sн?

—Que es mi hermana lo puedes comprobar en el registro civil. El favor que te voy a pedir no puedo pedнrselo a ella. Annika no habla de Lisbeth conmigo: ella tambiйn se acoge al secreto profesional y, ademбs, se rige por un reglamento completamente distinto al mнo.

—Mmm.

—Supongo que has leнdo la historia de Lisbeth en los periуdicos.

Jonasson hizo un gesto afirmativo.

—La han descrito como una asesina en masa lesbiana, psicуtica y enferma mental. Tonterнas. Lisbeth Salander no es ninguna psicуtica y sin duda estб tan cuerda como tъ o como yo. Y sus preferencias sexuales no son asunto de nadie.

—Si lo he entendido bien, creo que se han reconsiderado los hechos. Ahora parece ser que se relaciona a ese alemбn con los crнmenes.

—Lo cual es totalmente correcto. Ronald Niedermann es culpable; no es mбs que un asesino sin ningъn tipo de escrъpulos. Pero Lisbeth tiene enemigos muy malos. Pero malos malos de verdad. Algunos de esos enemigos se encuentran dentro de la policнa sueca de seguridad.

Anders Jonasson arqueу las cejas, escйptico.

—Cuando Lisbeth tenнa doce aсos la encerraron en una clнnica psiquiбtrica de Uppsala porque habнa tropezado con un secreto que la Sдpo querнa mantener oculto a cualquier precio. Su padre, Alexander Zalachenko, el mismo que acaba de ser asesinado en tu hospital, es un espнa ruso que desertу, una reliquia de la guerra frнa. Tambien era un maltratador de mujeres que, aсo tras aсo, maltratу a la madre de Lisbeth. Lisbeth le devolviу el golpe cuando tenнa doce aсos e intentу matar a Zalachenko con una bomba incendiaria de gasolina. Fue por eso por lo que la encerraron en la clнnica.

—їY dуnde estб el problema? Si intentу matar a su padre, tal vez no faltaran razones para que la ingresaran y recibiera tratamiento psiquiбtrico.

—Mi historia, la que voy a publicar, es que la Sдpo sabнa lo que habнa estado ocurriendo pero optaron por proteger a Zalachenko porque йl era una importante fuente de informaciуn. De manera que se inventaron un falso diagnуstico y se aseguraron de que Lisbeth fuera recluida.

Anders Jonasson puso una cara tan escйptica que Mikael no pudo reprimir una sonrisa.

—Tengo pruebas de todo lo que te estoy contando. Y voy a publicar un extenso reportaje para cuando se celebre el juicio de Lisbeth. Crйeme: se va a armar la de Dios.

—Me lo imagino.

—Voy a poner en evidencia y atacar duramente a dos mйdicos que han hecho de chico de los recados para la Sдpo y que colaboraron para encerrar a Lisbeth en el manicomio. Los voy a denunciar y serй implacable con ellos. Uno de esos mйdicos es una persona muy conocida y respetada. Pero, en fin, ya tengo toda la documentaciуn que necesito.

—Lo entiendo. Serнa una vergьenza para todo el cuerpo que un mйdico hubiera estado implicado en algo asн.

—No, yo no creo en la culpa colectiva. Es una vergьenza para los implicados. Eso mismo se puede aplicar a la Sдpo. No me cabe duda de que hay buena gente trabajando para la Sдpo. Pero esto va de un grupo de sectarios. Cuando Lisbeth tenнa dieciocho aсos intentaron encerrarla de nuevo. Esta vez fracasaron, pero fue sometida a tutela administrativa. En el juicio volverбn a intentar echar toda la mierda que puedan sobre ella. Yo voy a... o mejor dicho, mi hermana va a luchar para que Lisbeth sea absuelta y se anule su declaraciуn de incapacidad.

—Me parece bien.

—Pero necesita municiуn. En fin, ya conoces las reglas de este juego. Tal vez deberнa mencionar tambiйn que en esta batalla hay unos cuantos policнas que estбn de su parte. Pero no el fiscal que instruye el caso contra ella.

—Ya.

—Lisbeth necesita ayuda en el juicio. —De acuerdo, pero yo no soy abogado. —No. Pero eres mйdico y tienes acceso a Lisbeth. Los ojos de Anders Jonasson se entornaron. —Lo que quiero pedirte es algo no йtico y es posible que incluso se vea como una violaciуn de la ley. —Vaya.

—Pero es lo correcto desde un punto de vista moral. Los derechos de Lisbeth estбn siendo conscientemente vulnerados por las personas que deberнan protegerla.

—їAh, sн?

—Puedo ponerte un ejemplo. Como ya sabes, Lisbeth tiene prohibidas las visitas y no puede leer los periуdicos ni comunicarse con el exterior. Ademбs, el fiscal tambiйn ha conseguido que se imponga a su abogada la obligaciуn de guardar silencio. Annika estб respetando el reglamento estoicamente. En cambio, ese mismo fiscal es la principal fuente de filtraciуn de los periodistas que siguen publicando mierda sobre Lisbeth Salander.

—їDe veras?

—Esta historia, sin ir mбs lejos —Mikael le enseсу uno de los periуdicos vespertinos de la semana anterior—. Una fuente de dentro del equipo de investigaciуn afirma que Lisbeth estб trastornada, lo que se traduce en que se estбn creando toda una serie de especulaciones sobre su estado mental.

—He leнdo el artнculo. No dice mбs que tonterнas.

—Entonces, їno piensas que Salander estй loca?

—Ahн no me puedo pronunciar. En cambio, sн sй que no se le ha hecho ningъn tipo de evaluaciуn psiquiбtrica. Asн que el artнculo es una chorrada.

—Vale. Pero yo puedo documentar que es un policнa que se llama Hans Faste y que trabaja para el fiscal Ekstrцm el que ha filtrado esas informaciones.

—Vaya.

—Ekstrцm va a solicitar que el juicio se celebre a puerta cerrada, lo cual significa que nadie de fuera podrб examinar y evaluar las pruebas que hay contra ella. Pero lo peor es que... ahora el fiscal ha aislado a Lisbeth, de modo que no va a poder hacer la investigaciуn que necesita para poder defenderse.

—Si no me equivoco, es su abogada la que debe encargarse de eso.

—Como seguramente te habrб quedado ya claro a estas alturas, Lisbeth es una persona muy especial. Tiene secretos que yo conozco pero que no puedo revelarle a mi hermana. En cambio, Lisbeth puede elegir si quiere utilizarlos como defensa en el juicio.

—Aja.

—Y para hacerlo, Lisbeth necesita esto.

Mikael puso sobre la mesa el ordenador de mano Palm Tungsten T3 de Lisbeth Salander y un cargador de baterнa.

—Esta es el arma mбs importante con que cuenta Lisbeth en su arsenal. La necesita.

Anders Jonasson mirу con suspicacia el ordenador.

—їPor quй no se lo das a su abogada?

—Porque sуlo Lisbeth sabe cуmo acceder a las pruebas.

Anders Jonasson permaneciу callado durante un buen rato sin tocar el ordenador de mano.

—Dйjame que te hable del doctor Peter Teleborian —dijo Mikael mientras sacaba la carpeta donde habнa reunido todo el material importante.

Permanecieron sentados durante mбs de dos horas hablando en voz baja.

Eran poco mбs de las ocho de la tarde del sбbado cuando Dragan Armanskij dejу su despacho de Milton Security y fue andando hasta la sinagoga de la congregaciуn de Sуdermalm de Sankt Paulsgatan. Llamу a la puerta y, tras presentarse, el rabino en persona lo hizo pasar.

—He quedado aquн con un amigo —dijo Armanskij.

—Una planta mбs arriba. Le enseсarй el camino.

El rabino le ofreciу una kipб que Armanskij se puso con no pocas dudas. Se habнa criado en una familia musulmana donde lo de ponerse una kipб en la cabeza y visitar la sinagoga no formaba precisamente parte de sus hбbitos diarios. Se sentнa incуmodo con ella.

Jan Bublanski tambiйn llevaba una.

—Hola, Dragan. Gracias por haberte tomado la molestia de venir. Le he pedido al rabino que nos deje una sala para que podamos hablar con tranquilidad.

Armanskij se sentу enfrente de Bublanski.

—Supongo que tendrбs tus razones para andar con tanto secretismo...

—Irй directamente al grano: sй que eres amigo de Lisbeth Salander.

Armanskij asintiу.

—Quiero saber lo que tъ y Blomkvist habйis tramado para ayudar a Salander.

—їY quй te hace creer que estamos tramando algo?

—Pues que el fiscal Richard Ekstrцm me ha preguntado por lo menos una docena de veces quй es lo que en realidad sabйis en Milton Security sobre la investigaciуn de Salander. Y no pregunta por curiosidad sino porque le preocupa que montes algo que pueda tener repercusiones mediбticas. —Mmm.

—Y si Ekstrцm estб preocupado, es porque sabe que estбs tramando algo. O por lo menos se lo teme, o supongo que ha hablado con alguien que tiene miedo de que asн sea.

—їCon alguien?

—Dragan, no juegues conmigo al escondite. Tъ sabes muy bien que en 1991 Salander fue objeto de un abuso judicial, y tengo miedo de que vaya a ser objeto de otro cuando empiece el juicio.

—Estamos en una democracia y eres policнa: si posees alguna informaciуn al respecto, debes actuar.

Bublanski hizo un gesto afirmativo.

—Pienso actuar. La cuestiуn es cуmo.

—Venga, dime lo que tengas que decirme.

—Quiero saber en quй andбis metidos Blomkvist y tъ. Supongo que no os habйis quedado de brazos cruzados.

—Es complicado. їCуmo sй que me puedo fiar de ti?

—Hay un informe de 1991 que Mikael Blomkvist encontrу...

—Lo conozco.

—Ya no tengo acceso a ese informe.

—Yo tampoco. Las dos copias que Blomkvist y su hermana tenнan se han extraviado.

—їExtraviado? —preguntу Bublanski.

—La copia de Blomkvist se la llevaron cuando entraron a robar en su casa, y la de Annika Giannini se la quitaron en un atraco en Gotemburgo. Todo eso ocurriу el mismo dнa en que mataron a Zalachenko.

Bublanski permaneciу callado un largo rato.

—їPor quй no sabemos nada de ese asunto?

—Mikael Blomkvist lo expresу asн: sуlo existe un momento bueno para publicar y una infinita cantidad de momentos malos.

—Pero vosotros... o sea, йl... їpiensa publicarlo? Armanskij asintiу.

—Un atraco en Gotemburgo y un robo aquн, en Estocolmo. El mismo dнa. Eso significa que nuestros enemigos estбn bien organizados —comentу Bublanski.

—Ademбs, tal vez deba aсadir que tenemos pruebas de que el telйfono de Giannini estб pinchado.

—Aquн hay alguien que estб cometiendo una larga serie de delitos.

—Por lo tanto, la cuestiуn es saber quiйn es nuestro enemigo —concluyу Dragan Armanskij.

—Eso es. En ъltima instancia es la Sдpo la que tiene interйs en silenciar el informe de Bjцrck. Pero, Dragan... estamos hablando de la policнa de seguridad sueca. Es una autoridad estatal. No me creo que esto sea algo consentido por la Sдpo. Ni siquiera creo que sean capaces de orquestar algo asн.

—Ya lo sй. A mн tambiйn me cuesta digerir todo esto. Por no mencionar el hecho de que alguien entre en el hospital de Sahlgrenska y le vuele la tapa de los sesos a Zalachenko.

Bublanski permaneciу callado. Armanskij rematу la faena:

—Y al mismo tiempo Gunnar Bjцrck va y se ahorca.

—Asн que creйis que se trata de crнmenes premeditados. Conozco a Marcus Erlander, el que hizo la investigaciуn en Gotemburgo. No encuentra nada que indique que fuera algo mбs que el acto impulsivo de una persona enferma. Y hemos investigado la muerte de Bjцrck minuciosamente. Todo apunta a que fue un suicidio.

Armanskij movнa la cabeza mientras escuchaba.

—Evert Gullberg, setenta y ocho aсos, enfermo de cбncer y a punto de morir, tratado por depresiуn clнnica unos meses antes del asesinato. He puesto a Frбklund a que saque todo lo que pueda sobre Gullberg de los archivos pъblicos.

їY?

—Hizo el servicio militar en Karlskrona en los aсos cuarenta, estudiу Derecho y luego se introdujo en el mundo de las empresas privadas como asesor fiscal. Durante mбs de treinta aсos tuvo un despacho aquн, en Estocolmo: perfil discreto, clientes privados... quienesquiera que fueran. Se jubilу en 1991. Regresу a su ciudad natal, Laholm, en 1994... Nada que destacar.

—Pero...

—Excepto unos detalles desconcertantes. Frбklund no ha podido hallar en ningъn sitio ninguna referencia a Gullberg. Jamбs se le ha mencionado en ningъn periуdico y no hay nadie que sepa quй clientes tenнa. Es como si nunca hubiese existido como profesional.

—їQuй quieres decir?

—La Sдpo es la conexiуn obvia. Zalachenko era un desertor ruso; їy quiйn mejor para ocuparse de йl que la Sдpo? Y luego estб lo de la capacidad de organizaciуn que fue necesaria para conseguir que en 1991 encerraran a Lisbeth Salander en el psiquiбtrico. Por no hablar de robos, atracos y telйfonos pinchados quince aсos despuйs... Pero yo tampoco creo que la Sдpo estй detrбs de esto. Mikael Blomkvist los llama El club de Zalachenko... una pequeсa secta compuesta por veteranos y frнos guerreros salidos de su hibernaciуn que se esconden en algъn oscuro pasillo de la Sдpo.

Bublanski asintiу.

—їY quй podemos hacer?


Capнtulo 12

Domingo, 15 de mayo — Lunes, 16 de mayo

 

El comisario Torsten Edklinth, jefe del Departamento de protecciуn constitucional de la Sдpo, se pellizcу el lуbulo de la oreja mientras, pensativo, contemplaba al director ejecutivo de la prestigiosa empresa de seguridad Milton Security, quien de pronto lo habнa llamado para insistir en invitarlo a cenar el domingo en su casa de Lidingу. La esposa de Armanskij, Ritva, les habнa servido un guiso delicioso. Comieron y mantuvieron una educada conversaciуn. Edklinth se preguntaba quй serнa en realidad lo que querнa Armanskij. Despuйs de la cena, Ritva se fue al sofб para ver la tele y los dejу solos en la mesa. Armanskij empezу a contar la historia de Lisbeth Salander paso a paso.

Edklinth giraba lentamente la copa del vino tinto.

Dragan Armanskij no era ningъn tonto. Eso ya lo sabнa.

Edklinth y Armanskij se conocнan desde hacнa doce aсos, cuando una diputada de izquierdas recibiу una serie de anуnimas amenazas de muerte. Ella lo puso en conocimiento del lнder del grupo de su partido, tras lo cual se informу al departamento de seguridad del Riksdag. Se trataba de vulgares amenazas que daban a entender que su desconocido autor poseнa ciertos conocimientos personales sobre la diputada. La historia fue, por consiguiente, objeto de interйs de la policнa de seguridad. La diputada recibiу protecciуn mientras durу la investigaciуn.

Por aquel entonces, el Departamento de protecciуn personal contaba con el presupuesto mбs pequeсo de toda la Sдpo. Sus recursos eran muy limitados. La brigada responde de la protecciуn de la Casa Real y del primer ministro, asн como —segъn las necesidades— de ciertos ministros y lнderes de partidos polнticos. Esas necesidades superan a menudo los recursos; en realidad, la mayorнa de los polнticos suecos carece de todo tipo de protecciуn personal seria. La diputada en cuestiуn recibiу protecciуn en algunos actos pъblicos en los que participaba, pero al acabar la jornada laboral la abandonaban a su suerte; o sea, justo en ese momento en el que aumenta la probabilidad de que un chiflado que se dedica a perseguir a una persona pase a la acciуn. La desconfianza de la diputada en la capacidad de la policнa para protegerla se incrementу rбpidamente.

Vivнa en un chalet de Nacka. Una noche en la que llegу tarde a casa, tras haber librado una larga batalla con los de la comisiуn de finanzas, descubriу que alguien habнa entrado en su domicilio forzando la puerta de la terraza y habнa escrito denigrantes epнtetos sexuales en la pared del salуn, ademбs de haberse masturbado en su dormitorio. Por eso cogiу el telйfono y contratу a Milton Security, para que ellos se encargaran de su protecciуn personal. No informу a la Sдpo de esa decisiуn, de modo que cuando a la maсana siguiente fue a dar una charla a un colegio de Tбby se produjo una colisiуn frontal entre los matones del Estado y los privados.

En aquella йpoca, Torsten Edklinth era jefe adjunto en funciones del Departamento de protecciуn personal. Por puro instinto, odiaba una situaciуn en la que esos matones privados realizaran las tareas encomendadas a los matones pъblicos. Pero tambiйn se dio cuenta de que las quejas de la diputada estaban justificadas: su cama manchada constituнa una prueba mбs que suficiente de la ineficacia del Estado. En vez de empezar a medirse las fuerzas, Edklinth se calmу, reflexionу e invitу a comer al jefe de Milton Security, Dragan Armanskij. Llegaron a la conclusiуn de que la situaciуn tal vez resultara mбs seria de lo que en un principio habнa sospechado la Sдpo y de que habнa razones de sobra para reforzar la protecciуn de la diputada. Edklinth tambiйn era lo bastante inteligente como para percatarse de que la gente de Armanskij no sуlo poseнa la competencia requerida para realizar el trabajo, sino tambiйn una preparaciуn similar —como mнnimo— a la de la policнa y hasta era probable que un equipamiento tйcnico mucho mejor. Resolvieron el problema haciendo que la gente de Armanskij asumiera toda la responsabilidad de la protecciуn personal y que la Sдpo se encargara de la investigaciуn criminal y de pagar la factura.

Los dos hombres descubrieron que se caнan bien y que tenнan facilidad para colaborar, algo que, a lo largo de los aсos, volverнa a suceder en otras muchas ocasiones. Desde entonces, Edklinth tenнa un gran respeto por la competencia profesional de Dragan Armanskij, de modo que cuando йste lo invitу a cenar para mantener una conversaciуn privada y en confianza se mostrу dispuesto a escucharlo.

Lo que nunca se habrнa imaginado, sin embargo, era que Armanskij le pusiera en las manos una bomba con la mecha encendida.

—A ver si te he entendido bien: їme estбs diciendo que la policнa de seguridad se dedica a actividades criminales?

—No —dijo Armanskij—. No me has entendido. Lo que te estoy diciendo es que algunas personas pertenecientes a la policнa de seguridad se dedican a eso. No creo ni por un momento que esto cuente con el beneplбcito de la direcciуn de la Sдpo o que tenga algъn tipo de aprobaciуn estatal.

Edklinth contemplу las fotos que Christer Malm le hizo al hombre que se metiу en un coche cuya matrнcula empezaba con las letras KAB.

—Dragan... Esto no es unapracticaljoI{e, їverdad?

—Ojalб fuera una broma.

Edklinth meditу un rato.

—їY quй diablos quieres que haga yo?

A la maсana siguiente, Torsten Edklinth limpiу con gran meticulosidad sus gafas mientras reflexionaba. Era un hombre de pelo canoso, de grandes orejas y enйrgico rostro. Sin embargo, en ese instante, su semblante parecнa mбs desconcertado que otra cosa. Se encontraba en su despacho de la jefatura de policнa de Kungsholmen y habнa pasado gran parte de la noche cavilando sobre cуmo iba a manejar la informaciуn que Dragan Armanskij le habнa proporcionado.

No eran ideas agradables. La policнa de seguridad era la instituciуn sueca a la que todos los partidos polнticos (bueno, casi todos) le concedнan un valor imprescindible y de la que, al mismo tiempo, todos parecнan desconfiar atribuyйndole disparatadas teorнas conspirativas. Era innegable que los escбndalos habнan sido muchos, sobre todo en la dйcada de los setenta, dominada por ideas tan radicalmente izquierdistas, cuando, a decir verdad, se produjeron algunos... llamйmoslos desaciertos constitucionales. Pero despuйs de que la Sдpo fuera objeto de cinco investigaciones realizadas por comisiones estatales, todas duramente criticadas, una nueva generaciуn de funcionarios habнa tomado el relevo. Se trataba de una escuela mбs joven de activistas reclutados de entre las brigadas de delitos econуmicos, de armas y de fraudes de la autйntica policнa: agentes acostumbrados a investigar delitos de verdad, y no fantasнas polнticas.

La policнa de seguridad se modernizу y, sobre todo, la protecciуn constitucional adquiriу un nuevo y mбs destacado papel. Su misiуn, tal y como se formulaba en las instrucciones del gobierno, consistнa en prevenir y descubrir las amenazas que pudieran atentar contra la seguridad interior del Reino. Por tal se entendнa toda actividad ilegal que, por medio de la violencia, las amenazas o la fuerza, pretendiera modificar nuestra Constituciуn, provocar que los уrganos polнticos o las autoridades estatales tomaran decisiones en una determinada direcciуn o impedir que los ciudadanos ejercieran las libertades y los derechos establecidos en la Constituciуn.

La misiуn de la protecciуn constitucional era, por consiguiente, defender la democracia sueca de reales o presuntos intentos antidemocrбticos. Ahн entraban, especialmente, los anarquistas y los nazis. Los anarquistas porque se empeсaban en practicar la desobediencia civil provocando incendios en peleterнas; los nazis porque eran nazis y, por definiciуn, enemigos de la democracia.

Con la carrera de Derecho a sus espaldas, Torsten Edklinth empezу como fiscal y luego entrу en la Sдpo, donde llevaba veintiъn aсos. Al principio trabajу sobre el terreno llevando todo lo referente a protecciуn personal y luego pasу a protecciуn constitucional, donde sus tareas estuvieron a caballo entre el anбlisis y la gestiуn administrativa para, algъn tiempo despuйs, acabar siendo el director del departamento. En otras palabras, era el jefe supremo de la parte policial de la defensa de la democracia sueca. El comisario Torsten Edklinth se consideraba a sн mismo demуcrata. En ese sentido, la definiciуn era sencilla: la Constituciуn era dictada por el Riksdag y el cometido que йl tenнa consistнa en velar por que se mantuviera intacta.

La democracia sueca se basa en una sola ley y puede expresarse con las letras LFLE, que significan Ley Fundamental de la Libertad de Expresiуn. La LFLE establece el derecho imprescindible que cada persona tiene a decir, opinar, pensar y creer lo que le apetezca. A este derecho se acogen todos los ciudadanos suecos, desde el nazi mбs chalado hasta el anarquista que tira piedras, pasando por los que quedan en medio.

Todas las demбs leyes fundamentales, como por ejemplo la Constituciуn, son solamente las fiorituras prбcticas de la libertad de expresiуn. Por lo tanto, la LFLE es la ley en la que se sustenta la democracia. Edklinth consideraba que su misiуn primordial consistнa en defender los derechos legales que los ciudadanos suecos tienen a opinar y decir exactamente lo que deseen, aunque no compartiera ni por un momento el contenido de sus opiniones o de sus palabras.

Esta libertad, sin embargo, no significa que estй todo permitido, algo que ciertos fundamentalistas de la libertad de expresiуn —sobre todo pedуfilos y grupos racistas— intentan defender en el debate polнticocultural. Toda democracia tiene sus limitaciones, y los lнmites de la LFLE estбn establecidos por la Ley de la Libertad de Prensa, la LLP. Esta ley establece, en principio, cuatro limitaciones de la democracia. Estб prohibido publicar pornografнa infantil y ciertas descripciones de violencia sexual independientemente del nivel artнstico que el autor pretenda imprimirles. Estб prohibido incitar a la revuelta y animar a cometer delitos. Estб prohibido difamar o calumniar a otra persona. Y estб prohibido acosar a un grupo йtnico.

Tambiйn la LLP fue establecida por el Riksdag y contiene esas limitaciones de la democracia que son aceptables tanto social como democrбticamente; es decir, ese contrato social que constituye el marco de una sociedad civilizada. La esencia de la legislaciуn reside en que ningъn ser humano tiene derecho a acosar o humillar a otra persona.

Siendo la LFLE y la LLP leyes, se requiere una autoridad estatal capaz de garantizar su cumplimiento. En Suecia esa funciуn se ha repartido en dos instituciones, una de las cuales, la Procuradurнa General de Jusdcia, tiene como misiуn procesar al que comete una violaciуn de la LLP.

En ese sentido, Torsten Edklinth se sentнa cualquier cosa menos satisfecho. Consideraba que la Procuradurнa General de Justicia era, por tradiciуn, demasiado permisiva a la hora de procesar lo que en realidad constituнan claras violaciones de la Constituciуn sueca. La PGJ solнa contestar que el principio de la democracia era tan importante que sуlo debнa intervenir y dictar auto de procesamiento en casos de extrema necesidad. Sin embargo, durante los ъltimos aсos, esa actitud se habнa empezado a cuestionar cada vez mбs, en especial desde que el secretario general de la Comisiуn de Helsinki sueca, Robert Hбrdh, encargara un informe que examinaba la falta de iniciativa de la PGJ durante los ъltimos aсos. El informe constatу que resultaba prбcticamente imposible procesar y conseguir que se condenara a alguien por acosar a un grupo йtnico.



  

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