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Segunda parte 8 страница



La otra instituciуn era el Departamento de protecciуn constitucional de la policнa de seguridad, y el comisario Torsten Edklinth se tomу esta misiуn con la mбxima seriedad. Consideraba que se trataba del cargo mбs importante y mбs bonito que podнa tener un policнa, y no cambiarнa su puesto por ningъn otro de toda la Suecia policial y judicial. Era, simplemente, el ъnico policнa del paнs que tenнa como misiуn la de ser policнa polнtico. Se hallaba ante una misiуn delicada que exigнa una gran sabidurнa a la par que un milimйtrico sentido de la justicia, ya que la experiencia de demasiados paнses demostraba que una policнa polнtica podнa convertirse fбcilmente en la mayor amenaza de la democracia.

En general, tanto los medios de comunicaciуn como los ciudadanos pensaban que la principal tarea de la protecciуn constitucional era controlar a los nazis y a los veganos militantes. Ciertamente, ese tipo de manifestaciones acaparaba una importante parte del interйs de la protecciуn constitucional, pero, aparte de eso, habнa una larga lista de instituciones y fenуmenos de los que tambiйn se debнa ocupar el departamento. Si al rey, pongamos por caso, o al jefe del Estado Mayor de la Defensa se les antojara decir que el parlamentarismo ya habнa cumplido sus dнas y que el Riksdag debнa ser reemplazado por una dictadura militar o algo parecido, entonces el rey o el jefe del Estado Mayor pasarнan rбpidamente a ser objeto de interйs de la protecciуn constitucional. Y si a un grupo de policнas se les ocurriese estirar los lнmites de la legalidad hasta el punto de que se vieran reducidos los derechos constitucionales de un individuo, entonces tambiйn la protecciуn constitucional se verнa obligada a actuar. En esos casos tan serios, ademбs, la investigaciуn deberнa ser realizada por la Fiscalнa General del Estado.

El problema era, por supuesto, que la protecciуn constitucional tenнa, casi exclusivamente, una funciуn analнtica y controladora y ninguna actividad operativa. Por eso, por regla general, era la policнa normal u otros departamentos dentro de la policнa de seguridad los que intervenнan cuando habнa que detener a los nazis.

A ojos de Torsten Edklinth, esta circunstancia resultaba profundamente insatisfactoria. Casi todos los paнses normales cuentan, de una u otra forma, con un tribunal constitucional independiente cuya misiуn consiste en, entre otras muchas, asegurarse de que las autoridades no violen los principios democrбticos. En Suecia esta tarea la realizan el Procurador General de Justicia o el Defensor del Pueblo, quienes, sin embargo, sуlo pueden dejarse guiar por lo que otros han decidido. Si Suecia hubiese tenido un tribunal constitucional, entonces la abogada de Lisbeth Salander podrнa haber procesado inmediatamente al Estado sueco por violar los derechos constitucionales de su dienta. Y el tribunal podrнa haber pedido que se pusieran todos los papeles sobre la mesa y obligado a comparecer a quien se le hubiese antojado —incluso al primer ministro— hasta que el asunto se esclareciera. Tal y como ahora estaban las cosas, el abogado podrнa poner, como mucho, una denuncia al Defensor del Pueblo, quien, sin embargo, no tenнa atribuciones para presentarse en las oficinas de la policнa de seguridad y empezar a exigir que le entregaran documentos.

Desde hacнa muchos aсos, Torsten Edklinth habнa sido un ferviente defensor de la instauraciуn de un tribunal constitucional. De haber existido, ahora habrнa podido ocuparse de la informaciуn proporcionada por Dragan Armanskij de una manera muy sencilla: redactando una denuncia policial y entregбndole la documentaciуn al tribunal. De ese modo se habrнa iniciado un inexorable proceso.

Sin embargo, tal y como estaban las cosas en la actualidad, Torsten Edklinth carecнa de poderes jurнdicos para iniciar la instrucciуn de un caso.

Suspirу y se metiу un snus en la boca.

Si la informaciуn de Dragan Armanskij era cierta, entonces se encontraban ante un caso en el que unos cuantos policнas de seguridad que ocupaban cargos importantes habнan hecho la vista gorda ante una serie de graves delitos contra los derechos de una mujer sueca; luego, con mentiras, encerraron a su hija en un hospital psiquiбtrico y por ъltimo le dieron carta blanca a un ex espнa ruso para que se dedicara al trбfico de armas, drogas y mujeres. Torsten Edklinth frunciу los labios. No querнa ni empezar a contar el nъmero de veces que se habrнa violado la ley en toda esta historia. Por no hablar del robo en la casa de Mikael Blomkvist, el atraco a la abogada de Lisbeth Salander y posiblemente —algo que Torsten Edklinth se negaba a creer— la participaciуn en el asesinato de Alexander Zalachenko.

En fin, un lнo en el que a Torsten Edklinth no le apetecнa lo mбs mнnimo verse involucrado. Por desgracia, ya lo estaba desde el mismo instante en el que Dragan Armanskij lo invitу a cenar.

Por consiguiente, la pregunta a la que tenнa que dar respuesta era cуmo manejar la situaciуn. Esa respuesta era formalmente sencilla: si la historia de Armanskij resultaba ser cierta, a Lisbeth Salander —si no a mбs personas—• la habнan privado en grado sumo de la posibilidad de ejercer sus derechos y libertades constitucionales. Ante sus ojos se abriу, asimismo, un verdadero enjambre de sospechas sobre si ciertos уrganos polнticos o algunas autoridades estatales habrнan sido obligados a tomar decisiones en una determinada direcciуn, algo que llegaba hasta el mismo nъcleo de la misiуn de la protecciуn constitucional. Torsten Edklinth era un policнa que conocнa la existencia de un posible delito y tenнa, por lo tanto, la obligaciуn de contactar con un fiscal y poner una denuncia. Desde un punto de vista mбs informal, la respuesta no resultaba tan sencilla. Francamente, era complicado.

La inspectora Monica Figuerola, a pesar de su tan poco sueco apellido, naciу en Dalecarlia en el seno de una familia cuyos antepasados se instalaron en Suecia como poco en los tiempos de Gustav Vasa. Era una mujer cuya presencia se hacнa notar. Y eso se debнa a varias circunstancias. Tenнa treinta y seis aсos de edad, ojos azules y medнa un metro y ochenta y cuatro centнmetros. Su pelo era de un rubio trigueсo, corto y rizado. Era guapa y se vestнa de una forma que sabнa que la hacнa atractiva.

Y tenнa un cuerpo excepcionalmente atlйtico.

Esto ъltimo se debнa a que, de joven, se dedicу al atletismo de йlite; incluso estuvo a punto de entrar en el equipo nacional sueco para competir en los Juegos Olнmpicos cuando contaba diecisiete aсos. Ya hacнa mucho que habнa abandonado el atletismo, pero seguнa entrenбndose afanosamente en el gimnasio cinco dнas por semana.

Se entregaba tanto al ejercicio que las endorfinas funcionaban como una droga que le producнa sнndrome de abstinencia cada vez que lo dejaba. Corrнa, jugaba al tenis, practicaba kбrate y levantaba pesas; ademбs, durante mбs de diez aсos se dedicу en serio al culturismo. Sin embargo, redujo la actividad de esta variante extrema de culto al cuerpo dos aсos antes, en una йpoca en la que se pasaba dos horas diarias en el gimnasio. Ahora tan sуlo lo practicaba unos cuantos minutos al dнa. No obstante, visto en su conjunto, el ejercicio que practicaba seguнa siendo de tal calibre y su cuerpo estaba tan musculado que sus malintencionados colegas solнan llamarla «seсor Figuerola». Cuando se ponнa camisetas de tirantes o vestidos de verano, a nadie le pasaban inadvertidos sus bнceps ni sus omoplatos.

Algo que molestaba a muchos de sus compaсeros de trabajo masculinos —aparte de su constituciуn fнsica— era el hecho de que, ademбs, fuera algo mбs que una cara bonita. Acabу el bachillerato obteniendo las mejores notas posibles, ingresу en la Academia de policнa con poco mбs de veinte aсos y, terminada su formaciуn, trabajу en la policнa de Uppsala durante nueve aсos, mientras estudiaba Derecho en su tiempo libre. Por puro gusto, hizo tambiйn la carrera de Ciencias Polнticas. No le costaba nada memorizar y analizar conocimientos. Raramente leнa novelas policнacas u otra literatura de entretenimiento. En cambio, se sumergнa con gran interйs en libros que versaban sobre temas de lo mбs variopinto, desde el Derecho internacional hasta la historia de la Antigьedad.

Estando en la policнa pasу de trabajar en el servicio de patrulla —lo que representу una gran pйrdida para la seguridad callejera de Uppsala— a ocupar un puesto como inspectora, en un primer momento en la brigada de delitos violentos y mбs tarde en la brigada especializada en delitos econуmicos. En el aсo 2000 solicitу plaza en la policнa de seguridad de Uppsala y en el aсo 2001 se trasladу a Estocolmo. Al principio trabajу en el contraespionaje pero, casi de inmediato, Torsten Edklinth —que daba la casualidad de que conocнa al padre de Monica Figuerola y que habнa seguido de cerca la carrera de la chica— se la llevу al Departamento de protecciуn constitucional.

Cuando finalmente Edklinth decidiу que, tras lo que le habнa contado Armanskij, tenнa que actuar, meditу un instante y luego llamу a Monica Figuerola para que se presentara en su despacho. Ella llevaba menos de tres aсos en protecciуn constitucional, lo cual significaba que seguнa siendo mбs un policнa de verdad que un guerrero chupatintas.

Ese dнa iba vestida con unos vaqueros ceсidos, unas sandalias de color turquesa con un ligero tacуn y una americana azul marino.

—їEn quй andas trabajando ahora? —preguntу Edklinth mientras la invitaba a sentarse.

—Estamos investigando el robo que se cometiу hace dos semanas en ese supermercado de barrio de Sunne.

La policнa de seguridad no solнa investigar robos producidos contra supermercados; ese tipo de trabajo policial le correspondнa exclusivamente a la policнa ordinaria. Monica Figuerola era la jefa de una secciуn compuesta por cinco colaboradores que se dedicaban a analizar la delincuencia polнtica. La herramienta mбs importante con que contaban consistнa en una serie de ordenadores que estaban conectados con la informaciуn de incidencias de la policнa abierta. Prбcticamente todas las denuncias que se hacнan en todos los distritos policiales de Suecia pasaban por los ordenadores que estaban al mando de Monica Figuerola. Los equipos poseнan un software que escaneaba automбticamente todos los informes policiales y que tenнa por objeto reaccionar a trescientos diez tйrminos especнficos, como por ejemplo moraco, cabeza rapada, esvбstica, inmigrante, anarquista, saludo hitleriano, nazi, nacionaldemуcrata, traidor nacional, puta judнa o follanegros. Si uno de esos tйrminos figuraba en un informe policial, el ordenador les daba el aviso y el informe en cuestiуn se sacaba y se examinaba de modo individual. Dependiendo de la situaciуn, luego se podнa solicitar el sumario y seguir estudiando el caso.

Una de las tareas de la protecciуn constitucional es la de publicar todos los aсos el informe Amenazas contra la seguridad nacional, que constituye la ъnica estadнstica fiable sobre la delincuencia polнtica. Dicha estadнstica se basa exclusivamente en denuncias efectuadas en comisarнas locales. En el caso del robo del supermercado de Sunne, el ordenador reaccionу ante tres tйrminos clave: inmigrante, charretera y moraco. Dos jуvenes enmascarados, con amenazas y a punta de pistola, habнan robado en un supermercado de barrio cuyo propietario era inmigrante. Se hicieron con una suma de dinero que ascendнa a dos mil setecientas ochenta coronas, ademбs de con un cartуn de cigarrillos. Uno de los atracadores llevaba una cazadora de media cintura con una bandera sueca en las charreteras del hombro. El otro joven le gritу varias veces «puto moraco» al dueсo de la tienda y lo obligу a tumbarse en el suelo.

Todo eso en su conjunto fue suficiente para que los colaboradores de Figuerola sacaran el sumario e intentaran averiguar si los atracadores tenнan algъn vнnculo con las pandillas de nazis locales de la provincia de Vбrmland y si, en tal caso, el robo podrнa ser etiquetado de racista, ya que uno de los atracadores habнa manifestado opiniones racistas. De ser asн, dicho robo constituirнa uno mбs de los datos que engrosarнan la estadнstica del aсo siguiente, algo que luego se analizarнa y se adjuntarнa a la estadнstica europea que las oficinas de la UE de Viena publicaban anualmente. Tambiйn podrнa darse el caso de que los atracadores fueran boy scouts que se habнan comprado una cazadora Frуvik con la bandera sueca, que fuese pura casualidad que el propietario del supermercado resultara ser inmigrante y que se hubiese pronunciado el tйrmino «moraco». En ese caso, el departamento de Figuerola suprimirнa el robo de las estadнsticas.

—Tengo una misiуn complicada para ti —dijo Torsten Edklinth.

—Vale —contestу Monica Figuerola.

—Es un trabajo que acarrea el potencial riesgo de llevarte a la mбs absoluta desgracia e incluso acabar con tu carrera profesional.

—Entiendo.

—Sin embargo, si tienes йxito y las cosas salen bien, puede suponer un gran avance profesional. He pensado en trasladarte a la unidad operativa del Departamento de protecciуn constitucional.

—Perdona que te lo diga, pero la protecciуn constitucional no tiene unidad operativa.

—Sн —le respondiу Torsten Edklinth—. Ahora sн. La he creado esta misma maсana. De momento sуlo cuenta con una persona: tъ.

Monica Figuerola puso cara de escepticismo.

—La misiуn de la protecciуn constitucional es proteger la Constituciуn de una amenaza interna, lo que por regla general significa nazis o anarquistas. Pero їquй hacemos si resulta que la amenaza proviene de nuestra propia organizaciуn?

Edklinth dedicу la siguiente media hora a relatar toda aquella historia que Dragan Armanskij le contу la noche anterior.

—їQuiйn es la fuente de todas esas afirmaciones? —preguntу Monica Figuerola.

—Eso, de momento, carece de importancia. Cйntrate en la informaciуn que nos ha facilitado.

—Lo que quiero saber es si tъ consideras que esa fuente tiene credibilidad.

—La conozco desde hace muchos aсos y considero que es una persona de la mбxima credibilidad.

—Es que suena completamente... No sй: decir inverosнmil es quedarse corta.

Edklinth asintiу.

—A una novela de espнas —precisу.

—їY quй es lo quieres que haga?

—Desde este mismo instante quedas relevada de todas las demбs tareas. Tu ъnica misiуn es йsta: averiguar el grado de veracidad de esta historia. Debes verificar o desechar las afirmaciones. Sуlo me informarбs a mн; a nadie mбs.

—ЎDios mнo! —exclamу Monica Figuerola—. Ahora entiendo a quй te referнas con eso de que podrнa llevarme a la desgracia.

—Sн. Pero si la historia es verdadera... si tan sуlo una mнnima fracciуn de todas esas declaraciones es verdadera, tendremos que hacer frente a una crisis constitucional.

—їPor dуnde empiezo? їCуmo lo hago?

—Empieza por lo mбs fбcil. Empieza con la lectura de aquel informe que redactу Gunnar Bjцrck en 1991. Despuйs quiero que identifiques a las personas que, supuestamente, estбn persiguiendo a Mikael Blomkvist. Segъn mi fuente, el propietario del coche es un tal Gуran Mбrtensson, de cuarenta aсos de edad, policнa y residente en Vittangigatan, en Vбllingby. Luego identifica a la otra persona que aparece en las fotos que hizo el fotуgrafo de Mikael Blomkvist. Este joven rubio de aquн.

—De acuerdo.

—A continuaciуn deberбs investigar el pasado de Evert Gullberg. Yo no he oнdo hablar de йl en mi vida, pero, segъn mi fuente, tiene que existir algъn vнnculo con la policнa de seguridad.

—Eso quiere decir que alguien de aquн contratу a un viejo de setenta y ocho aсos para que asesinara a un espнa. No me lo creo.

—Aun asн, debes comprobarlo. Y la investigaciуn la harбs en secreto. Consъltame antes si piensas tomar alguna medida concreta. No quiero que esto levante olas.

—Lo que me estбs pidiendo supone una investigaciуn enorme. їCуmo voy a poder hacerla yo sola?

—No vas a estar sola. Si acaso al principio. Si vuelves y me dices que no has encontrado nada, pues ya estб y nos olvidamos del asunto. Pero si das con algo sospechoso, ya decidiremos cуmo seguir.

Monica Figuerola dedicу la hora del almuerzo a levantar pesas en el gimnasio de la policнa. Su comida consistiу en un bocadillo de albуndigas con ensaladilla de remolacha y un cafй solo que se llevу a su despacho al volver del gimnasio. Cerrу la puerta, limpiу su mesa y se puso a leer el informe de Gunnar Bjцrck mientras se tomaba el bocadillo.

Tambiйn leyу el anexo con la correspondencia que mantuvieron Bjцrck y el doctor Peter Teleborian. Apuntу cada nombre y cada hecho concreto que figuraba en el informe y que podнa ser objeto de verificaciуn. Al cabo de dos horas se levantу y fue a por mбs cafй a la mбquina. Al salir del despacho cerrу la puerta con llave, algo que formaba parte de las rutinas de la DGP/Seg.

Lo primero que hizo fue comprobar el nъmero de registro del informe. Llamу al encargado del registro, quien le comunicу que no existнa ningъn informe con ese nъmero. El segundo paso consistiу en consultar una hemeroteca. Allн hubo mбs suerte. Los dos periуdicos vespertinos y uno de los matutinos habнan informado de que, aquel dнa, una persona habнa sufrido graves quemaduras en el incendio de un coche en Lundagatan. La vнctima del incidente era un hombre de mediana edad cuyo nombre no se revelaba. Uno de los vespertinos decнa, ademбs, que, segъn un testigo, el incendio habнa sido provocado por una niсa pequeсa. Esa serнa, por tanto, la famosa bomba incendiaria que Lisbeth Salander le tirу a un agente ruso llamado Zalachenko. Por lo menos, eso sн parecнa ser cierto.

Gunnar Bjцrck, que figuraba como el autor del informe, existiу en realidad. Se trataba de una persona conocida que habнa ocupado un cargo importante en el Departamento de extranjerнa, que estuvo de baja debido a una hernia discal y que, por desgracia, acabу suicidбndose.

No obstante, el Departamento de recursos humanos no podнa informar sobre las actividades realizadas por Gunnar Bjцrck en 1991. Esa informaciуn era confidencial incluso para otros colaboradores de la DGP/Seg. Normas de la casa.

Que Lisbeth Salander residiу en Lundagatan en el aсo 1991 y que se pasу los dos siguientes aсos en la clнnica psiquiбtrica de Sankt Stefan eran datos fбciles de verificar. En lo relativo a esos detalles por lo menos, la realidad no parecнa contradecir el contenido del informe.

Peter Teleborian era un conocido psiquiatra que solнa dejarse ver por la tele. Habнa trabajado en Sankt Stefan en 1991 y en la actualidad era el mйdico jefe de la clнnica.

Monica Figuerola reflexionу un largo rato sobre el significado del informe. Luego llamу al jefe adjunto del Departamento de personal.

—Tengo una pregunta complicada —anunciу.

—їCuбl?

—Estamos haciendo un anбlisis que trata de evaluar la credibilidad de una persona y su salud psнquica general. Necesito contactar con un psiquiatra u otro experto que tenga autorizaciуn para acceder a informaciуn clasificada. Me han hablado de un tal doctor Peter Teleborian y me gustarнa saber si podrнa contratarle.

La respuesta se hizo esperar un rato.

—El doctor Peter Teleborian ha sido asesor externo de la Seg en un par de ocasiones. Estб autorizado y puedes hablar con йl, en tйrminos generales, sobre informaciуn clasificada. Pero antes de dirigirte a йl, debes seguir el procedimiento burocrбtico habitual: tu jefe tiene que dar su visto bueno y hacer una peticiуn formal.

A Monica Figuerola se le encogiу ligeramente el corazуn. Acababa de verificar un dato que era imposible que se conociera fuera de un cнrculo muy reducido de personas: Peter Teleborian habнa tenido que ver con la DGP/Seg. Con ese dato, la credibilidad del informe quedaba reforzada.

Dejу de lado el informe y se dedicу al resto de la informaciуn que le habнa proporcionado Torsten Edklinth. Estudiу las fotos de Christer Malm de las dos personas que, presuntamente, siguieron a Mikael Blomkvist desde el cafй Copacabana el uno de mayo.

Consultу el registro de coches y constatу que, en efecto, Gуran Mбrtensson existнa y poseнa un Volvo gris con la matrнcula en cuestiуn. Luego, a travйs del Departamento de recursos humanos, pudo confirmar que era empleado de la DGP/Seg. Se trataba de la comprobaciуn mбs sencilla que podнa efectuar y tambiйn esa circunstancia parecнa ser correcta. El corazуn se le encogiу un poco mбs.

Gуran Mбrtensson trabajaba en protecciуn personal. Era guardaespaldas. Formaba parte de ese grupo de colaboradores que, en numerosas ocasiones, se habнa encargado de la seguridad del primer ministro. Sin embargo, hacнa unas cuantas semanas que estaba en comisiуn de servicios en el Departamento de contraespionaje. La habнa iniciado el 10 de abril, unos dнas despuйs de que Alexander Zalachenko y Lisbeth Salander hubieran sido ingresados en el hospital de Sahlgrenska; no obstante, ese tipo de traslados no eran nada raros si faltaba personal para algъn asunto urgente.

A continuaciуn, Monica Figuerola llamу al jefe adjunto de contraespionaje, un hombre al que conocнa personalmente y para el que habнa trabajado durante su breve estancia en ese departamento. Le preguntу si Gуran Mбrtensson estaba ocupado con alguna misiуn importante y si podrнa cedйrselo para una investigaciуn de la protecciуn constitucional.

El jefe adjunto del contraespionaje se quedу perplejo. Sin duda la habнan informado mal: Gуran Mбrtensson, de protecciуn personal, no se hallaba allн en comisiуn de servicios. Lo sentнa mucho.

Monica Figuerola colgу el telйfono y se quedу mirбndolo durante dos minutos. En protecciуn personal pensaban que Gуran Mбrtensson se hallaba en contraespionaje. Pero allн no estaba. Ese tipo de traslados tienen que ser aprobados y gestionados por el jefe administrativo. Se estirу para coger el telйfono y llamarlo, pero se detuvo. Si los de protecciуn personal hubiesen trasladado a Mбrtensson, el jefe administrativo tendrнa que haber dado su visto bueno. Pero Mбrtensson no se encontraba en contraespionaje. Algo que el jefe administrativo tenнa que saber. Y si hubiesen trasladado a Mбrtensson a algъn departamento que se dedicara a seguir a Mikael Blomkvist, el jefe administrativo tambiйn deberнa estar al corriente de eso.

Torsten Edklinth le habнa dicho que no levantara olas. Preguntar al jefe administrativo podrнa ser sinуnimo de tirar una piedra muy grande en un pequeсo estanque.

Erika Berger suspirу aliviada cuando, poco despuйs de las diez y media de la maсana del lunes, se sentу tras la mesa de su cubo de cristal. Necesitaba imperiosamente la taza de cafй que acababa de traerse de la mбquina. Habнa pasado las primeras horas de trabajo en dos reuniones. La primera habнa sido una reuniуn matinal de quince minutos en la que el secretario de redacciуn Peter Fredriksson trazу las directrices de trabajo de ese dнa. Ante la escasa confianza que le inspiraba Anders Holm, Erika se vio obligada a fiarse cada vez mбs del juicio de Fredriksson.

La otra fue una reuniуn de una hora de duraciуn con el presidente de la junta directiva, Magnus Borgsjу, el jefe de asuntos econуmicos del SMP, Christer Sellberg, y el responsable del presupuesto, Ulf Flodin. La reuniуn versу sobre el descenso del mercado publicitario y la bajada de ventas del periуdico. Tanto el responsable del presupuesto como el jefe de asuntos econуmicos se mostraron de acuerdo en que habнa que tomar medidas para reducir el dйficit del SMP.

—El primer trimestre de este aсo nos hemos mantenido a flote gracias a una ligera subida del mercado publicitario y a la jubilaciуn de dos colaboradores. Sus puestos quedan vacantes —dijo Ulf Flodin—. Es muy probable que consigamos acabar el actual trimestre con un dйficit muy pequeсo. Pero no cabe duda de que los periуdicos gratuitos Metro y StocJ^holm City siguen comiйndose el mercado publicitario de Estocolmo. El ъnico pronуstico que podemos ofrecer para el tercer trimestre es que tendrб un claro dйficit.

—їY cуmo hacemos frente a eso? —preguntу Borgsjу.

—La ъnica alternativa razonable son los recortes. No reducimos la plantilla desde el aсo 2002. Pero calculo que antes de fin de aсo nos veremos obligados a prescindir de al menos diez puestos.

—їCuбles? —preguntу Erika Berger.

—Tenemos que actuar segъn el principio del cortaquesos y quitar un puesto aquн y otro allб. La redacciуn de deportes tiene ahora seis puestos y medio. Habrб que reducir la plantilla a cinco empleados a jornada completa.

—Si no me equivoco, la redacciуn de deportes va de cabeza. Eso significa que habrб que reducir la cobertura de deportes.

Flodin se encogiу de hombros.

—Si a alguien se le ocurre otra propuesta mejor, soy todo oнdos.

—No tengo nada mejor que proponer, pero lo cierto es que si reducimos personal, no nos quedarб mбs remedio que hacer un periуdico mбs fino, y si hacemos un periуdico mбs fino, el nъmero de lectores disminuirб y, con ello, tambiйn el nъmero de anunciantes.

—El eterno cнrculo vicioso —dijo Sellberg, el jefe de asuntos econуmicos.

—Me habйis contratado para que le dй la vuelta a esta situaciуn. Para lograrlo voy a apostar fuerte por mejorar el periуdico y hacerlo mбs atractivo para los lectores. Pero eso no serб posible si me tengo que dedicar a cortar cabezas.

Se dirigiу a Borgsjу.

—їCuбnto tiempo puede seguir haciendo aguas el periуdico? їCuбnto dйficit podemos soportar antes de que nos vayamos a pique?

Borgsjу frunciу los labios.

—Desde principios de los aсos noventa, el SMP se ha ido comiendo una gran parte de los antiguos fondos. Tenemos una cartera de acciones que ha reducido su valor en mбs de un treinta por ciento a lo largo de los ъltimos diez aсos. Se ha invertido mucho dinero en tecnologнa informбtica. O sea, que hemos tenido unos gastos enormes.

—He visto que el SMP ha desarrollado un sistema propio de ediciуn de textos, el AXT. їCuбnto costу eso?

—Unos cinco millones de coronas.

—Pues no le veo la lуgica. Hoy en dнa tienes en el mercado programas muy baratos. їPor quй el SMP ha apostado por invertir tanto dinero en desarrollar los suyos propios?

—Bueno, Erika... no sй quй decirte. Fue el anterior jefe tйcnico el que nos convenciу. El decнa que, a la larga, resultarнa mбs barato y que, ademбs, el SMP podrнa luego vender licencias del programa a otros periуdicos.

—їY alguien lo ha comprado?

—Sн, la verdad es que sн. Un periуdico local de Noruega.

—Fantбstico —dijo Erika Berger con una voz seca—. Siguiente cuestiуn: estamos usando PC que tienen mбs de cinco o seis aсos...

—Por este aсo queda descartado invertir en nuevos ordenadores —dijo Flodin.

La reuniуn continuу. Erika empezу a ser consciente de que Flodin y Sellberg ignoraban sus objeciones y propuestas. Para ellos sуlo habнa que hablar de recortes; algo que resultaba comprensible desde el punto de vista de un responsable de presupuesto y un jefe de asuntos econуmicos, pero inaceptable para la visiуn de una redactora jefe reciйn entrada. Sin embargo, lo que a ella le molestaba de verdad era que rechazaran constantemente sus argumentos con amables sonrisas que la hacнan sentirse como una colegiala dando cuenta de sus deberes. Sin pronunciar ni una sola palabra inapropiada, los dos adoptaban una actitud tan estereotipada hacia ella que hasta le resultaba divertido. No te estrujes el cerebro con cosas tan complicadas, nena.

Borgsjу tampoco resultу de gran ayuda. El se mantuvo a la espera y dejу que los demбs participantes de la reuniуn terminaran de hablar; pero Erika no vio en йl esa actitud paternalista.

Suspirу, conectу su laptop y abriу el correo electrуnico. Habнa recibido diecinueve correos. Cuatro de ellos eran spam de alguien que querнa (i) que comprara Viagra, (2) ofrecerle cybersexo con The sexiest Lolitas on the net a cambio de una modesta suma de cuatro dуlares americanos por minuto, (3) hacerle una oferta algo mбs fuerte de Animal Sex, the Juiciest Horse Fuc^ in the Universe, y (4) que se suscribiera a mode.nu, un newsletter producido por una empresa basura que inundaba el mercado de anuncios y que no paraba de mandar esa mierda por mucho que ella les avisara de que no le interesaban sus ofertas promocionales. Otros siete correos consistнan en las llamadas «cartas de Nigeria», remitidas por la viuda del ex jefe del Banco Nacional de Abu Dhabi, que le ofrecнa fantбsticas sumas de dinero; bastaba con que estuviera dispuesta a contribuir con un capital menor para crear confianza, y otras chorradas por el estilo.

Los restantes mails estaban compuestos por la agenda matinal; la de mediodнa; tres correos del secretario de redacciуn Peter Fredriksson, que la ponнa al tanto del desarrollo de la principal noticia del dнa; un correo de su asesor fiscal personal, que querнa concertar una reuniуn para hablar de los cambios de su sueldo tras haberse pasado de Millennium al SMP, asн como un correo de su higienista dental, que le recordaba que ya le tocaba hacerse su chequeo trimestral. Apuntу la hora en su agenda electrуnica y se dio cuenta de que iba a tener que cancelarla porque para ese dнa tenнa fijada una importante reuniуn con la redacciуn.

Por ъltimo abriу un correo cuyo remitente era cen-tralred@smpost.se y el asunto [Para el conocimiento de la redactora jefe]. Dejу lentamente la taza de cafй.

[ЎPUTA! їQUIЙN CONO TE CREES QUE ERES, MALDITA ZORRA? NO VENGAS AQUН TODA CHULA. ЎQUE TE DEN POR EL CULO CON UN DESTORNILLADOR, PUTA! CUANTO ANTES TE LARGUES DE AQUН MEJOR.]



  

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