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MILLENNIUM 3 14 страница



En ninguna de las ocasiones pudo ver a su conductor. Una llamada al registro de coches, sin embargo, le informу de que el turismo figuraba registrado a nombre de un tal Gуran Mбrtensson, de cuarenta aсos y domiciliado en Vittangigatan, Vбllingby. Siguiу investigando y descubriу que Gуran Mбrtensson poseнa el tнtulo de consultor empresarial y que era el propietario de una sociedad domiciliada en un apartado postal de Fleminggatan, en Kungsholmen. Mбrtensson tenнa un interesante curriculum. En 1983, cuando contaba dieciocho aсos, hizo el servicio militar en la unidad especial de defensa costera y luego continuу como profesional en las Fuerzas Armadas. Ascendiу a teniente y en 1989 se despidiу y recondujo su carrera ingresando en la Academia de policнa de Solna. Entre 1991 y 1996 trabajу en la policнa de Estocolmo. En 1997 desapareciу del servicio y en 1999 registrу su propia empresa.

Conclusiуn: la Sдpo.

Mikael se mordiу el labio inferior. Un periodista de investigaciуn podrнa volverse paranoico con bastante menos. Mikael llegу a la conclusiуn de que se hallaba bajo una discreta vigilancia, pero que йsta se efectuaba con tanta torpeza que se habнa dado cuenta.

O a lo mejor no era tan torpe: la ъnica razуn por la que se habнa percatado de la existencia del coche residнa en esa matrнcula que, por casualidad, llamу su atenciуn porque encerraba un significado para йl. Si no hubiese sido por KAB, ni siquiera se habrнa dignado a mirar el coche.

Durante toda la jornada del viernes, KAB brillу por su ausencia. Mikael no estaba del todo seguro, pero ese dнa creнa haber sido seguido por un Audi rojo, aunque no consiguiу ver la matrнcula. El sбbado, sin embargo, el Volvo volviу a aparecer.

Justo veinte segundos despuйs de que Mikael Blomkvist abandonara el cafй Copacabana, Christer Malm, apostado en la sombra de la terraza del cafй Rosso, al otro lado de la calle, cogiу su Nikon digital y sacу una serie de doce fotografнas. Fotografiу a los dos hombres que salieron del cafй poco despuйs de Mikael y que fueron tras йl pasando por delante del Kvartersbion.

Uno de los hombres era rubio y de una mediana edad difнcil de precisar, aunque mбs tirando a joven que a viejo. El otro, que parecнa algo mayor, tenнa el pelo fino y rubio, mбs bien pelirrojo, y llevaba unas gafas de sol. Los dos vestнan vaqueros y oscuras cazadoras de cuero.

Se despidieron junto al Volvo gris. El mayor abriу la puerta del coche mientras el joven seguнa a Mikael Blomkvist hasta el metro.

Christer Malm bajу la cбmara y suspirу. No tenнa ni idea de por quй Mikael lo habнa cogido aparte y le habнa pedido encarecidamente que el domingo por la tarde se diera unas cuantas vueltas por los alrededores del cafй Copacabana para ver si podнa encontrar un Volvo gris con la matrнcula en cuestiуn. Le dio instrucciones para que se colocara de tal manera que pudiera fotografiar a la persona que, con toda probabilidad, abrirнa la puerta del coche poco despuйs de las tres. Al mismo tiempo, debнa mantener los ojos bien abiertos por si alguien seguнa a Mikael Blomkvist.

Sonaba como el inicio de una tнpica aventura del superdetective Kalle Blomkvist. Christer Malm nunca habнa tenido del todo claro si Mikael Blomkvist era paranoico por naturaleza o si poseнa un don paranormal. Tras los acontecimientos de Gosseberga, Mikael se habнa vuelto extremadamente cerrado y, en general, de difнcil trato. Cierto que eso no resultaba nada extraсo cuando Mikael andaba metido en alguna intrincada historia —Christer le conociу esa misma reservada obsesiуn y ese mismo secretismo con lo del asunto Wennerstrцm—, pero ahora resultaba mбs evidente que nunca.

En cambio, Christer Malm no tuvo ninguna dificultad en constatar que, en efecto, Mikael Blomkvist estaba siendo perseguido. Se preguntу quй nuevo infierno—que, sin duda, acapararнa el tiempo, las fuerzas y los recursos de Millennium— se les venнa encima. Christer Malm considerу que no era un buen momento para que Blomkvist hiciera una de las suyas ahora que la redactora jefe de la revista les habнa abandonado por Gran Dragуn y que la estabilidad de la revista, conseguida con no poco esfuerzo, se hallaba bajo amenaza.

Pero por otro lado, hacнa por lo menos diez aсos —a excepciуn del desfile del Festival del orgullo gay— que Christer Malm no participaba en una manifestaciуn, y ese domingo del uno de mayo no tenнa nada mejor que hacer que complacer a Mikael. Se levantу y, despreocupadamente, siguiу a la persona que estaba persiguiendo a Mikael Blomkvist. Algo que no formaba parte de las instrucciones. No obstante, ya en Lбngholmsgatan, perdiу de vista al hombre.

Una de las primeras medidas que Mikael tomу en cuanto supo que su telйfono estaba pinchado fue mandar a Henry Cortez a comprar mуviles de segunda mano. Cortez encontrу una partida de restos de serie del modelo Ericsson Tнo por cuatro cuartos. Mikael abriу anуnimas cuentas de tarjetas prepago en Comviq. El se quedу con uno y el resto lo repartiу entre Malin Eriksson, Henry Cortez, Annika Giannini, Christer Malm y Dragan Armanskij. Los usarнan tan sуlo para las conversaciones que en absoluto deseaban que fueran escuchadas. Las llamadas normales se harнan desde los nъmeros habituales. Eso provocу que todo el mundo tuviera que cargar con dos mуviles.

Al salir del Copacabana Mikael se dirigiу a Millennium, donde Henry Cortez tenнa guardia ese fin de semana. A raнz del asesinato de Zalachenko, Mikael habнa confeccionado una lista de guardias con el objetivo de que la redacciуn no permaneciera vacнa y de que alguien se quedara a dormir allн por las noches. Las guardias las hacнan йl mismo, Henry Cortez, Malin Eriksson y Christer Malm. Lottie Karim, Monica Nilsson y el jefe de marketing, Sonny Magnusson, estaban excluidos. Ni siquiera se lo preguntaron. El miedo que Lottie Karim le tenнa a la oscuridad era de sobra conocido por todos, de modo que ella nunca jamбs habrнa aceptado pasar la noche sola en la redacciуn. Monica Nilsson, en cambio, no le temнa en absoluto a la oscuridad, pero trabajaba como una loca con sus temas y pertenecнa a ese tipo de personas que se van a casa cuando su jornada laboral llega a su fin. Y Sonny Magnusson ya habнa cumplido sesenta y un aсos, no tenнa nada que ver con el trabajo de redacciуn y pronto se irнa de vacaciones.

—їAlguna novedad? —preguntу Mikael.

—Nada especial —dijo Henry Cortez—. Las noticias de hoy sуlo hablan, como no podнa ser de otra manera, del uno de mayo.

Mikael asintiу.

—Voy a quedarme aquн unas cuantas horas. Tуmate la tarde libre y vuelve sobre las nueve de la noche.

En cuando Henry Cortez desapareciу, Mikael se acercу hasta su mesa y sacу su reciйn adquirido mуvil. Llamу a Gotemburgo, al periodista/ra?/ff«ї<? Daniel Olofsson. Millennium llevaba muchos aсos publicando textos de Olofsson y Mikael tenнa una gran confianza en su capacidad periodнstica para recabar material de base para una investigaciуn.

—Hola, Daniel. Soy Mikael Blomkvist. їEstбs libre? —Sн.

—Necesito que alguien me haga un trabajo de investigaciуn. Puedes facturarme cinco dнas, pero no necesito que escribas nada. O, mejor dicho, si te apetece escribir algo sobre el tema no tenemos ningъn problema en publicбrtelo, pero lo que buscamos es sуlo la investigaciуn.

—Shoot.

—Es un poco delicado. Excepto conmigo, no deberбs tratar esto con nadie y sуlo nos comunicaremos a travйs de Hotmail. Ni siquiera quiero que digas que estбs trabajando para Millennium.

—Suena divertido. їQuй andas buscando?

—Quiero que hagas un reportaje sobre el hospital de Sahlgrenska. Lo llamaremos Urgencias y tu cometido serб reflejar la diferencia entre la realidad y la serie de televisiуn. Quiero que visites aquello un par de dнas y que des cumplida cuenta de las labores que se realizan tanto en urgencias como en la UVI. Habla con los mйdicos, las enfermeras, el personal de limpieza y todos los demбs empleados. їCуmo son las condiciones laborales? їQuй hacen? Ese tipo de cosas. Con fotos, por supuesto.

—їLa UVI? —preguntу Olofsson.

—Eso es. Necesito que te centres en los cuidados de los pacientes gravemente heridos del pasillo n C. Quiero saber cуmo son los planos del pasillo, quiйnes trabajan allн, cуmo son y cuбl es su curriculum.

—Mmm —dijo Daniel Olofsson—. Si no me equivoco, el 11 C es donde estб ingresada una tal Lisbeth Salander.

Olofsson no se habнa caнdo de un guindo.

—ЎNo me digas! —exclamу Mikael Blomkvist—. ЎQuй interesante! Averigua en quй habitaciуn se encuentra, cuбl es su rutina diaria y quй es lo que hay en las habitaciones colindantes.

—Mucho me temo que este reportaje va a tratar sobre algo totalmente diferente —le comentу Daniel Olofsson.

—Bueno... Como ya te he dicho, lo ъnico que me interesa es la informaciуn que puedas sacar.

Se intercambiaron las direcciones de Hotmail.

Lisbeth Salander estaba tendida boca arriba, en el suelo de su habitaciуn del Sahlgrenska, cuando Marianne, la enfermera, abriу la puerta.

—Mmm —dijo Marianne, manifestando asн sus dudas sobre los beneficios de tumbarse en el suelo de la UVI. Pero aceptу que era el ъnico sitio que habнa para que la paciente realizara sus ejercicios.

Tras haberse pasado treinta minutos intentando hacer flexiones, estiramientos y abdominales —tal y como le habнa recomendado su terapeuta—, Lisbeth Salander estaba completamente empapada en sudor. Tenнa una tabla con una larga serie de movimientos que debнa realizar a diario para reforzar la musculatura de los hombros y las caderas tras la operaciуn efectuada tres semanas antes. Respiraba con dificultad y no se sentнa en forma: se cansaba enseguida y el hombro le tiraba y le dolнa al menor esfuerzo. No cabнa duda, no obstante, de que estaba mejorando. El dolor de cabeza que la atormentу durante los dнas inmediatamente posteriores a la operaciуn se habнa ido apagando y sуlo se manifestaba de manera esporбdica.

Ella se consideraba de sobra recuperada como para, sin dudarlo ni un segundo, marcharse del hospital o, por lo menos, salir cojeando de allн si fuera posible, lo cual no era el caso. Por una parte, los mйdicos aъn no le habнan dado el alta y, por otra, la puerta de su habitaciуn siempre estaba cerrada con llave y vigilada por un maldito gorila de Securitas que no se movнa de una silla del pasillo.

Lo cierto era que estaba lo bastante bien como para que la trasladaran a una planta de rehabilitaciуn normal. Sin embargo, tras todo tipo de discusiones, la policнa y la direcciуn del hospital acordaron que, de momento, Lisbeth permaneciera en la habitaciуn r8: resultaba fбcil de vigilar, estaba bien atendida y se hallaba situada algo apartada de las demбs habitaciones, al final de un pasillo con forma de «L». Por lo tanto, era mбs sencillo que continuara allн —donde el personal, a raнz del asesinato de Zalachenko, estaba mбs pendiente de la seguridad y ya conocнa el problema de Lisbeth Salander— que trasladarla a otra planta, con todo lo que eso implicaba a la hora de modificar las rutinas diarias.

En cualquier caso, su estancia en el Sahlgrenska era cuestiуn de unas pocas semanas mбs. En cuanto los mйdicos le dieran el alta, serнa trasladada a los calabozos de Kronoberg, Estocolmo, en rйgimen de prisiуn preventiva, hasta que se celebrara el juicio. Y la persona que decidirнa que ese dнa habнa llegado era Anders Jonasson.

Tuvieron que pasar no menos de diez dнas, tras los acontecimientos de Gosseberga, para que el doctor Jonasson permitiera a la policнa realizar un primer interrogatorio en condiciones, algo que, a ojos de Annika Giannini, resultaba estupendo. Lo malo era que Anders Jonasson tambiйn habнa puesto trabas para que la abogada pudiera ver a su dienta, y eso la irritaba sobremanera.

Tras el caos ocasionado a raнz del asesinato de Zalachenko, Jonasson efectuу una evaluaciуn a fondo del estado de Lisbeth Salander y concluyу que, considerando que habнa sido sospechosa de un triple asesinato, debнa de haberse visto expuesta a una gran dosis de estrйs. Anders Jonasson ignoraba si era culpable o inocente, aunque, como mйdico, tampoco tenнa el menor interйs en dar respuesta a esa pregunta. Sуlo constatу que Lisbeth Salander se hallaba sometida a un enorme estrйs. Le habнan pegado tres tiros y una de las balas le penetrу en el cerebro y casi la mata. Tenнa una fiebre que se resistнa a remitir y le dolнa mucho la cabeza.

Habнa elegido jugar sobre seguro. Sospechosa de asesinato o no, ella era su paciente y su trabajo consistнa en velar por su pronta recuperaciуn. Por ese motivo le prohibiу las visitas, cosa que no tenнa nada que ver con la prohibiciуn, jurнdicamente justificada, que habнa dictado la fiscal. Le prescribiу un tratamiento y reposo absoluto.

Como Anders Jonasson consideraba que el aislamiento total de una persona era una forma de castigo tan inhumana que, de hecho, rayaba en la tortura, y que ademбs no resultaba saludable para nadie hallarse separado por completo de sus amistades, decidiу que la abogada de Lisbeth Salander, Annika Giannini, hiciera de amiga en funciones. Jonasson mantuvo una seria conversaciуn con Annika Giannini y le explicу que le concederнa una hora de visita al dнa para que viera a Lisbeth Salander. Durante ese tiempo podrнa conversar con ella o, si asн lo deseaba, permanecer callada y hacerle compaснa. No obstante, las conversaciones no deberнan, en la medida de lo posible, tratar los problemas mundanos de Lisbeth Salander ni sus inminentes batallas legales.

—A Lisbeth Salander le han disparado en la cabeza y estб gravemente herida —remarcу—. Creo que se encuentra fuera de peligro, pero siempre existe el riesgo de que se produzcan hemorragias u otras complicaciones. Necesita descanso y tiempo para curarse. Sуlo despuйs de que eso ocurra podrб empezar a enfrentarse a sus problemas jurнdicos.

Annika Giannini entendiу la lуgica del razonamiento del doctor Jonasson. En las conversaciones de carбcter general que Annika mantuvo con Lisbeth Salander le dio una ligera pista de la estrategia que ella y Mikael habнan diseсado, aunque durante los primeros dнas no tuvo ninguna posibilidad de entrar en detalles: Lisbeth Salander se encontraba tan drogada y agotada que a menudo se dormнa mientras estaban hablando.

Dragan Armanskij examinу la serie de fotos que Christer Malm habнa hecho de los dos hombres que siguieron a Mikael Blomkvist desde el Copacabana. Las imбgenes eran muy nнtidas.

—No —dijo—. No los conozco.

Mikael Blomkvist asintiу con la cabeza. Esa maсana de lunes se hallaban reunidos en Milton Security, en el despacho de Dragan Armanskij. Mikael habнa entrado en el edificio por el garaje.

—Sabemos que el mayor es Gуran Mбrtensson, el propietario del Volvo. Hace al menos una semana que me persigue como si fuera mi mala conciencia, pero es obvio que puede llevar mucho mбs tiempo haciйndolo.

—їY dices que es de la Sдpo?

Mikael seсalу la documentaciуn que habнa reunido sobre la carrera profesional de Mбrtensson. Hablaba por sн sola. Armanskij dudу: la revelaciуn de Blomkvist le habнa producido sentimientos encontrados.

Cierto: los policнas secretos del Estado siempre metнan la pata. Ese era el orden normal de las cosas, no sуlo en la Sдpo sino tambiйn, probablemente, en todos los servicios de inteligencia del planeta. ЎPor el amor de Dios, si hasta la policнa secreta francesa mandу un equipo de buceadores a Nueva Zelanda para hacer estallar el Rainbow Warrior, el barco de Greenpeace! Algo que sin duda habнa que considerar como la operaciуn de inteligencia mбs estъpida de la historia mundial, exceptuando, tal vez, el robo del presidente Nixon en el Watergate. Con una cadena de mando tan idiota no era de extraсar que se produjeran escбndalos. Los йxitos nunca salen a la luz, claro... En cambio, en cuanto la policнa secreta hacнa algo inadecuado, cometнa alguna estupidez o fracasaba, los medios de comunicaciуn se le echaban encima y lo hacнan con toda la sabidurнa que dan los conocimientos obtenidos a toro pasado.

Armanskij nunca habнa entendido la relaciуn que los medios de comunicaciуn suecos mantenнan con la Sдpo.

Por una parte, la Sдpo era considerada una magnнfica fuente: casi cualquier precipitada tonterнa polнtica ocasionaba llamativos titulares. La Sдpo sospecha que... Una declaraciуn de la Sдpo constituнa una fuente de gran importancia para un titular.

Pero, por otra, tanto los medios de comunicaciуn como los polнticos de distinto signo se dedicaban a ejecutar con todas las de la ley a los miembros de la Sдpo que eran pillados espiando a los ciudadanos suecos. Allн habнa algo tan contradictorio que, en mбs de una ocasiуn, Armanskij habнa podido constatar que ni los polнticos ni los medios de comunicaciуn estaban bien de la cabeza.

Armanskij no tenнa nada en contra de la existencia de la Sдpo: alguien debнa encargarse de que ninguno de esos chalados nacionalbolcheviques que se habнan pasado la vida leyendo a Bakunin —o a quien diablos leyeran esos chalados neonazis— fabricara una bomba de fertilizantes y petrуleo y la colocara en una furgoneta ante las mismas puertas de Rosenbad. De modo que la Sдpo era necesaria y Armanskij consideraba que, mientras el objetivo fuera proteger la seguridad general de los ciudadanos, un poco de espionaje a pequeсa escala no tenнa por quй ser siempre tan negativo.

El problema residнa, por supuesto, en que una organizaciуn cuya misiуn consistнa en espiar a sus propios compatriotas debнa ser sometida al mбs estricto control pъblico y tener una transparencia constitucional excepcionalmente alta. Lo que sucedнa con la Sдpo era que tanto a los polнticos como a los parlamentarios les resultaba casi imposible ejercer ese control, ni siquiera cuando el primer ministro nombrу una comisiуn especial que, sobre el papel, tendrнa autorizaciуn para acceder a todo cuanto deseara. A Armanskij le habнan dejado el libro de Cari Lidbom Una misiуn y lo leyу con creciente asombro: en Estados Unidos habrнan arrestado en el acto a una decena de miembros destacados de la Sдpo por obstrucciуn a la justicia y los habrнan obligado a comparecer ante el Congreso para someterse a un interrogatorio pъblico. En Suecia, al parecer, eran intocables.

El caso Lisbeth Salander ponнa en evidencia que algo estaba podrido en la organizaciуn, pero cuando Mikael Blomkvist fue a ver a Armanskij para darle un mуvil seguro, la primera reacciуn de йste fue pensar que Blomkvist se habнa vuelto paranoico. Fue al enterarse de los detalles y examinar las fotos de Christer Malm cuando no tuvo mбs remedio que aceptar que las sospechas de Blomkvist tenнan un fundamento. Algo que no presagiaba nada bueno, sino que mбs bien daba a entender que la conspiraciуn de la que fue objeto Lisbeth Salander, hacнa ya quince aсos, no habнa sido una casualidad.

Simplemente, habнa demasiadas coincidencias para que fuera fruto del azar. Era posible que Zalachenko hubiera sido asesinado por un fanбtico de la justicia. Pero no en el mismo momento en que tanto a Annika Giannini como a Mikael Blomkvist les robaban los documentos sobre los que se basaban las pruebas del caso. Un autйntico desastre. Y, por si fuera poco, Gunnar Bjцrck, el principal testigo, va y se ahorca.

—Vale —dijo Armanskij mientras reunнa la documentaciуn de Mikael—. їTe parece bien, entonces, que le lleve todo esto a mi contacto?

—Siempre y cuando se trate de alguien de confianza.

—Sй que es una persona con un gran sentido de la йtica y una vida impecablemente democrбtica.

—їEn la Sдpo? —preguntу Mikael Blomkvist con una evidente duda en la voz.

—Tenemos que ponernos de acuerdo. Tanto Holger Palmgren como yo hemos aceptado tu plan y vamos a colaborar contigo. Pero te aseguro que solos no podemos actuar. Habrб que buscar aliados dentro de la administraciуn si no queremos que esto acabe mal.

—De acuerdo —dijo Mikael a regaсadientes—. Estoy demasiado acostumbrado a esperar a que Millennium estй en la calle para desentenderme de un tema. Nunca he dado informaciуn sobre una historia antes de haberla publicado.

—Pues con йsta ya lo has hecho. No sуlo me lo has contado a mн, sino tambiйn a tu hermana y a Palmgren. Mikael asintiу.

—Y lo has hecho porque incluso tъ te has dado cuenta de que este asunto va mucho mбs allб de unos titulares en tu revista. En este caso no eres un periodista objetivo sino un personaje que influye en el desarrollo de los acontecimientos.

Mikael moviу afirmativamente la cabeza.

—Y, como tal, necesitas ayuda para lograr lo que te has propuesto.

Mikael volviу a asentir. De todos modos, no les habнa contado toda la verdad ni a Armanskij ni a Annika Giannini. Seguнa guardando secretos que sуlo compartнa con Lisbeth Salander. Le estrechу la mano a Armanskij.


Capнtulo 9

Miйrcoles, 4 de mayo

 

El redactor jefe Hбkan Morander falleciу a mediodнa, tres dнas despuйs de que Erika Berger entrara como redactora jefe en prбcticas en el SMP. Habнa pasado toda la maсana metido en el cubo de cristal mientras Erika, acompaсada del secretario de redacciуn, Peter Fredriksson, se reunнa con la redacciуn de deportes para saludar a los colaboradores y hacerse una idea de su forma de trabajar. Fredriksson tenнa cuarenta y cinco aсos y, al igual que Erika Berger, era bastante nuevo en el SMP. Sуlo llevaba cuatro aсos en el periуdico. Era una persona callada y bastante competente y agradable; Erika ya habнa decidido que confiarнa en sus conocimientos cuando le llegara el momento de hacerse con el timуn del barco. Consagrу gran parte de su tiempo a decidir en quiйnes depositar su confianza para poder incorporarlos inmediatamente a su equipo. Fredriksson era, sin duda, uno de los candidatos. Cuando volvieron al mostrador central vieron cуmo Hбkan Morander se levantaba y se acercaba a la puerta del cubo de cristal. Parecнa asombrado.

Luego se echу bruscamente hacia delante y se agarrу al respaldo de una silla durante unos segundos antes de desplomarse al suelo.

Falleciу antes de que llegara la ambulancia.

Esa tarde reinу el desconcierto en la redacciуn. Borgsjo, el presidente de la junta directiva, llegу a eso de las dos y reuniу a los colaboradores para pronunciar unas breves palabras de recuerdo. Hablу de cуmo Morander habнa consagrado al periуdico los ъltimos quince aсos de su vida y del precio que a veces exigнa el periodismo. Guardaron un minuto de silencio. Acto seguido, mirу inseguro a su alrededor como si no supiera muy bien cуmo continuar.

Que alguien fallezca en su lugar de trabajo es algo muy poco frecuente; incluso es raro. La gente debe tener la gentileza de retirarse para morir. Debe desaparecer: jubilarse o ingresar en un hospital y reaparecer un dнa, de repente, para convertirse en tema de conversaciуn en la cafeterнa: por cierto, їte has enterado de que el viejo Karlsson muriу el viernes pasado? Sн, el corazуn... El sindicato le va a enviar unas flores. Sin embargo, morir en tu puesto de trabajo ante los mismos ojos de tus compaсeros resulta bastante mбs incуmodo. Erika advirtiу el shoc\ que se habнa apoderado de la redacciуn. El SMP se habнa quedado sin timonel. De golpe, reparу en que varios de los colaboradores la miraban por el rabillo del ojo. La carta desconocida.

Sin que nadie se lo pidiera y sin saber muy bien quй decir, carraspeу, dio un pequeсo paso hacia delante y hablу con un tono de voz alto y firme.

—En total sуlo he podido tratar a Hбkan Morander tres dнas. No es mucho tiempo pero, por lo poco que he tenido ocasiуn de ver, lo cierto es que me habrнa gustado llegar a conocerlo mejor.

Hizo una pausa al darse cuenta por el rabillo del ojo de que Borgsjу la estaba mirando. Parecнa sorprendido por el hecho de que ella se hubiese pronunciado. Dio otro paso hacia delante. No sonrнas. No debes sonreнr. Eso te da un aire de inseguridad. Alzу ligeramente la voz.

—Con el inesperado fallecimiento de Morander se nos plantea un problema: yo no iba a sucederle hasta dentro de dos meses y confiaba en aprender de su experiencia durante ese tiempo.

Se percatу de que Borgsjу abriу la boca para decir algo.

—Lo cierto es que eso ya no va a suceder y que a partir de ahora vamos a vivir una йpoca de cambios. Pero no olvidemos que Morander era el redactor jefe de este periуdico, y este periуdico debe salir tambiйn maсana. Nos quedan nueve horas para el cierre y sуlo cuatro para terminar el editorial. Me gustarнa preguntaros... quiйn de vosotros era el mejor amigo y el mбs нntimo confidente de Morander.

Los colaboradores se miraron unos a otros y un breve silencio invadiу la sala. Al final, Erika oyу una voz por la izquierda:

—Creo que era yo.

Gunnar Magnusson, sesenta y un aсos, secretario de redacciуn de la secciуn de Opiniуn y colaborador del SMP desde hacнa treinta y cinco aсos.

—Alguien tiene que sentarse a escribir una necrolуgica sobre Morander. Yo no puedo hacerlo: serнa demasiado presuntuoso por mi parte. їTe ves con fuerzas?

Gunnar Magnusson dudу un instante, pero acabу asintiendo.

—Dйjalo en mis manos —respondiу. —Le dedicaremos toda la pбgina del editorial; prescindiremos del resto.

Gunnar asintiу nuevamente. —Necesitamos fotografнas...

Erika desplazу la mirada a la derecha y se detuvo en Lennart Torkelsson, el jefe de fotografнa. Este asintiу.

—Hay que ponerse en marcha. Es muy posible que esto se tambalee un poco en las prуximas semanas. Cuando necesite ayuda para tomar decisiones os pedirй consejo y confiarй en vuestra competencia y experiencia. Vosotros sabйis cуmo se hace este periуdico mientras que a mн aъn me queda mucho por aprender.

Se dirigiу al secretario de redacciуn, Peter Fredriksson.

—Peter, sй que Morander confiaba mucho en ti. Durante un tiempo tendrбs que ser mi mentor y llevar una carga un poco mбs pesada de lo habitual. Me gustarнa que fueras mi consejero. їTe parece bien?

Moviу afirmativamente la cabeza. їQuй otra cosa podнa hacer?

Erika volviу a centrarse en el editorial.

-—Otra cosa: esta maсana Morander estuvo redactando el editorial. Gunnar, їpodrнas entrar en su ordenador para ver si lo llegу a terminar? Aunque, de todos modos, lo vamos a publicar: se trata de su ъltimo editorial y serнa una pena y una vergьenza no hacerlo. El periуdico que vamos a hacer hoy sigue siendo el periуdico de Hбkan Morander.

Silencio.

—Si alguno de vosotros necesita descansar un rato para estar solo y pensar, que lo haga sin el menor remordimiento. Todos sabйis ya cuбles son nuestros deadlines.

Silencio. Advirtiу que algunos movнan la cabeza en seсal de semiaprobaciуn.

—Go to work, boys andgirls —dijo en voz baja.

Jerker Holmberg hizo un gesto de impotencia con las manos. Jan Bublanski y Sonja Modig parecнan dudar. Curt Svensson presentaba un aspecto indefinido. Los tres examinaron el resultado de la investigaciуn preliminar que Jerker Holmberg habнa terminado esa maсana.

—їNada? —preguntу sorprendida Sonja Modig.

—Nada —dijo Holmberg mientras negaba con la cabeza—. El informe del forense llegу esta maсana. Todo indica que se trata de un suicidio por ahorcamiento.

Todos dirigieron la mirada a las fotografнas que se habнan hecho en el salуn de la casa de campo de Smеdalarц. De ellas se deducнa que Gunnar Bjцrck, jefe adjunto del departamento de extranjerнa de la Sдpo, se habнa subido por su propio pie a un taburete para, acto seguido, colgar una soga en el gancho de la lбmpara, ponйrsela alrededor del cuello y, de una resuelta patada, enviar el taburete a varios metros de йl. El forense dudaba de cuбndo se produjo exactamente la muerte, pero al final determinу que fue la tarde del 12 de abril. Bjцrck fue encontrado el 17 de abril por nada mбs y nada menos que Curt Svensson. Ocurriу despuйs de que Bublanski intentara contactar con Bjцrck en repetidas ocasiones y de que, enervado, acabara mandando a Svensson que volviera a traer a Bjцrck a la comisarнa.

En algъn momento en el transcurso de esos dнas, el gancho de la lбmpara del techo habнa cedido por el peso y el cuerpo de Bjцrck se desplomу sobre el suelo. Svensson descubriу el cuerpo a travйs de la ventana y dio el aviso. Al principio, Bublanski y todos los que llegaron al lugar pensaron que se trataba de un crimen y que alguien habнa estrangulado a Bjцrck. Fueron los tйcnicos forenses los que ese mismo dнa, aunque algo mбs tarde, encontraron el gancho. Se le encomendу a Jerker Holmberg la tarea de investigar las causas de la muerte.

—No hay nada que induzca a pensar que se haya cometido un crimen o que Bjцrck estuviese acompaсado —dijo Holmberg.

—La lбmpara...

—La lбmpara del techo tiene las huellas dactilares del dueсo de la casa —que la colgу hace dos aсos— y del propio Bjцrck. Lo cual sugiere que йl mismo la bajу.

— їY de dуnde saliу la soga?

—Del asta de la bandera del jardнn trasero. Alguien cortу mбs de dos metros de cuerda. Habнa un cuchillo en el alfйizar de la ventana que hay junto a la puerta de la terraza. Segъn el propietario de la casa, el cuchillo es suyo: lo guardaba en una caja de herramientas que tiene bajo el fregadero. Las huellas dactilares de Bjцrck estбn tanto en el mango como en la hoja, asн como en la caja de herramientas.

—Mmm —dijo Sonja Modig.

—ї"Quй tipo de nudos eran? —quiso saber Curt Svensson.

—Nudos vaqueros normales y corrientes. Lo que produce la muerte es un simple nudo corredizo. Tal vez sea eso lo mбs llamativo: Bjцrck tenнa conocimientos de navegaciуn y sabнa hacer nudos de verdad. Pero quiйn sabe hasta quй punto alguien que va a suicidarse se preocupa de la forma de los nudos.



  

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