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Capнtulo 10 Lunes, 14 de marzo - Domingo, 20 de marzoCapнtulo 10 Lunes, 14 de marzo - Domingo, 20 de marzo Acudir en transporte pъblico hasta el centro de rehabilitaciуn de Erstaviken para visitar a Holger Palmgren suponнa mucho tiempo, y alquilar un vehнculo para cada visita resultaba un engorro. A mediados de marzo, Lisbeth Salander decidiу comprarse un coche, pero antes debнa conseguir una plaza de aparcamiento, cosa que constituнa un problema bastante mбs gordo aъn. Ya tenнa una en su casa de Mosebacke, pero no querнa que pudieran vincular el coche al edificio de Fiskargatan. Sin embargo, hacнa ya muchos aсos que se habнa apuntado en la lista de la que fuera su antigua comunidad de vecinos de Lundagatan para obtener otra plaza de garaje en el edificio. Llamу para saber en quй posiciуn se encontraba y le comunicaron que estaba en primer lugar. No sуlo eso: a principios del mes que viene quedarнa una plaza libre. Suerte. Llamу a Mimmi y le pidiу que firmara cuanto antes el contrato. Al dнa siguiente empezу a mirar coches. Tenнa suficiente dinero para comprarse un Rolls Royce o un Ferrari de exclusivo color mandarina, pero no le interesaba lo mбs mнnimo ser propietaria de nada llamativo. Asн que visitу dos concesionarios de la zona de Nacka y se fijу en un Honda automбtico de cuatro aсos de color burdeos. Para desesperaciуn del vendedor, se pasу una hora examinando todos y cada uno de los detalles del motor. Por pura cuestiуn de principios, negociу el precio y consiguiу que se lo rebajaran un par de miles de coronas, tras lo cual pagу al contado. Luego condujo el Honda hasta Lundagatan, llamу a casa de Mimmi y le dejу una copia de las llaves. Sн, claro: Mimmi podrнa coger el coche cuando quisiera. Faltarнa mбs. Tan sуlo debнa comunicбrselo con antelaciуn. Como la plaza de garaje no estarнa libre hasta principios de mes, lo aparcaron, mientras tanto, en la calle. Mimmi se encontraba a punto de salir; habнa quedado para ir al cine con una amiga de la que Lisbeth nunca habнa oнdo hablar. Como iba maquillada de lo mбs vulgar, enfundada en algo asqueroso y con una especie de collar de perro alrededor del cuello, Lisbeth supuso que se trataba de alguno de los ligues de Mimmi, de modo que cuando йsta le preguntу si querнa acompaсarlas, rechazу la oferta. No le apetecнa lo mбs mнnimo acabar haciendo un trнo con Mimmi y una de sus patilargas amigas, quien, sin duda, serнa supersexy pero la harнa sentirse como una gilipollas. Sin embargo, Lisbeth tenнa que comprar una cosa en el centro, asн que viajaron juntas en el metro hasta Hцtorget, donde se despidieron. Lisbeth se fue andando hasta el OnOff de Sveavдgen y consiguiу colarse por la puerta justo dos minutos antes de que cerraran. Comprу un cartucho de toner para su impresora lбser y pidiу que se lo dieran sin caja para que le cupiera en la mochila. Al salir de la tienda le entrу hambre y sed. Paseу hasta Stureplan donde, por pura casualidad, optу por el Cafй Hedon, un sitio que nunca antes habнa visitado ni del que ni siquiera habнa oнdo hablar. Inmediatamente reconociу por detrбs, en diagonal, al abogado Nils Bjurman. Se detuvo en seco y se dio la vuelta en la misma puerta. Se situу junto al ventanal que daba a la calle y estirу el cuello con el fin de observar a su administrador, oculta por un mostrador. Ver a Bjurman no le despertу ningъn sentimiento en especial: ni rabia, ni odio, ni miedo. Por lo que a Lisbeth respectaba, el mundo serнa, sin duda, un lugar mejor sin йl, pero el abogado seguнa con vida porque ella habнa decidido que asн le era mбs ъtil. Desplazу la mirada hasta un hombre que se hallaba situado frente a Bjurman y abriу de par en par los ojos cuando aquйl se levantу. Clic. Era muy corpulento: medнa, como poco, dos metros, y estaba muy musculado. Excepcionalmente musculado. Aunque tenнa una cara delicada y el pelo rubio y rapado, en conjunto daba una impresiуn muy potente. Lisbeth vio que el gigante rubio se inclinaba hacia delante y le decнa unas palabras a Bjurman, quien moviу afirmativamente la cabeza. Se dieron la mano y Lisbeth advirtiу que el abogado retirу muy rбpido la suya. «їQuiйn coсo eres tъ y quй tienes que ver con Bjurman?» Lisbeth se alejу apresuradamente por la calle y se detuvo frente a un quiosco donde vendнan tabaco y prensa. Observaba los titulares de los periуdicos cuando el rubio saliу del Hedon y, sin mirar a su alrededor, girу a la izquierda. Pasу a menos de treinta centнmetros de la espalda de Lisbeth. Esta le dio quince metros de ventaja antes de seguirlo.
No fue un paseo muy largo. El gigante rubio se metiу en la boca de metro mбs cercana, en Birger Jarlsgatan, y comprу un billete en la taquilla. Se puso en el andйn que llevaba al sur —adonde Lisbeth se dirigнa de todas maneras— y subiу al tren que iba a Norsborg. Se bajу en Slussen e hizo trasbordo a la lнnea verde, con direcciуn a Farsta, pero se apeу en Skanstull y caminу hasta el Blombergs Kafй de Gцtgatan. Lisbeth Salander se quedу fuera. Observу pensativamente al hombre con el que el gigante rubio se habнa sentado. Clic. Constatу en seguida que estaban tramando algo. El otro tipo tenнa sobrepeso, la cara delgaducha y una gran barriga cervecera. Llevaba el pelo recogido en una coleta y un bigote rubio. Vestнa vaqueros negros y cazadora vaquera, y calzaba botas de tacуn alto. En la mano derecha lucнa un tatuaje cuyo motivo Lisbeth no pudo distinguir. En el brazo, por encima del codo, llevaba una cadena de oro. Fumaba Lucky Strike. Tenнa una mirada intensa, como la de alguien que se mete de todo con frecuencia. Lisbeth tambiйn apreciу un chaleco por debajo de la cazadora. Aunque no pudo vйrselo del todo, dedujo que el tipo era un motero. El gigante rubio no tomу nada. Daba la sensaciуn de estar explicando algo. El hombre de la cazadora vaquera asentнa a intervalos regulares pero no parecнa intervenir en la conversaciуn. Lisbeth se recordу a sн misma que algъn dнa tenнa que decidirse y comprar un micrуfono ultrasensible de largo alcance. Apenas cinco minutos despuйs, el gigante rubio se levantу y abandonу el Blombergs Kafй. Lisbeth retrocediу unos pasos pero йl ni siquiera mirу hacia donde ella estaba. Caminу cuarenta metros, doblу la esquina y subiу por unas escaleras hasta Allhelgonagatan, donde se acercу a un Volvo blanco y abriу la puerta. Arrancу y, realizando un prudente giro, saliу a la calle. Lisbeth tuvo el tiempo justo de ver la matrнcula antes de que desapareciera en el siguiente cruce. Dio media vuelta y se apresurу a volver al Blombergs Kafй. No se habнa ausentado ni tres minutos pero la mesa ya se encontraba vacнa. Se volviу y escudriсу la acera a un lado y otro sin descubrir al hombre de la coleta. Luego mirу enfrente y lo divisу justo cuando abrнa la puerta de un McDonald's. Tuvo que entrar. Se hallaba sentado al fondo, en compaснa de otro tipo vestido de modo similar. Йste llevaba el chaleco por fuera de la cazadora vaquera. Lisbeth leyу las palabras: «SVAVELSJЦ MC». El dibujo representaba una estilizada rueda de moto que se parecнa a una cruz celta con un hacha. Lisbeth abandonу el McDonald's y, antes de echar a andar en direcciуn norte, se quedу indecisa en Gцtgatan un par de minutos. Tuvo la sensaciуn de que todo su sistema de vigilancia interno se habнa puesto, de repente, en alerta mбxima.
Lisbeth se detuvo en el 7-Eleven e hizo la compra semanal, a saber: un pack grande de Billys Pan Pizza, tres paquetes de gratйn de pescado congelado, tres pasteles de beicon, un kilo de manzanas, dos barras de pan, medio kilo de queso, leche, cafй, un cartуn de Marlboro Light y los periуdicos de la tarde. Subiу a Mosebacke por Svartensgatan y tuvo mucho cuidado en mirar a su alrededor antes de marcar el cуdigo del portal del inmueble de Fiskargatan. Metiу uno de los pasteles de beicon en el microondas y bebiу leche directamente del cartуn. Encendiу la cafetera elйctrica y luego se sentу ante el ordenador, donde abriу Asphyxia 1.3 y entrу en la copia del disco duro del abogado Bjurman. Pasу media hora repasando detenidamente su contenido. No encontrу nada de interйs. Bjurman no parecнa usar su correo electrуnico con mucha frecuencia y Lisbeth sуlo hallу una docena de breves mensajes personales procedentes de o enviados a conocidos. Ninguno estaba relacionado con ella. Se topу con una nueva carpeta de fotos de porno duro que indicaba que seguнa teniendo interйs por mujeres humilladas de forma sбdica. En realidad eso no constituнa ninguna violaciуn a la regla impuesta por Lisbeth que le prohibнa relacionarse con mujeres. Abriу la carpeta que contenнa documentos sobre el cometido de Bjurman como administrador de Lisbeth Salander y leyу minuciosamente cada informe mensual. Se correspondнan escrupulosamente con las copias que ella le habнa instado a mandar, mes a mes, a una de sus numerosas direcciones de hotmail. Todo normal. Excepto, tal vez, una cosa... Al consultar las propiedades de los documentos de Word relativos a los distintos informes mensuales, Lisbeth pudo constatar que solнa crearlos en los primeros dнas del mes, que tardaba una media de cuatro horas y que los enviaba puntualmente a la comisiуn de tutelaje el dнa veinte. Ahora se encontraban a mediados de marzo y todavнa no habнa empezado a redactar el correspondiente informe. «їUn descuido? їRetraso? їEstб tramando algo?» Una arruga apareciу en el ceсo de Lisbeth. Apagу el ordenador, se sentу en el vano de la ventana y abriу la pitillera que Mimmi le habнa regalado. Encendiу un cigarrillo y dirigiу la vista a la oscuridad. Habнa descuidado el control de Bjurman. «Es mбs escurridizo que una anguila.» La invadiу una profunda inquietud. «Primero el Kalle Blomkvist de los Cojones, luego el nombre de Zala y ahora el Jodido Cerdo y Asqueroso Nils Bjurman en compaснa de un macho alfa hinchado de anabolizantes y con contactos con un club de outlaws.» En apenas unos dнas varios trastornos se habнan alterado en la ordenada vida que Lisbeth Salander intentaba crear a su alrededor.
A las dos y media de esa misma madrugada, Lisbeth Salander introdujo la llave en la cerradura del portal del inmueble de Upplandsgatan, cerca de Odenplan, donde vivнa el abogado Nils Bjurman. Se detuvo ante su puerta, empujу con sumo cuidado la trampilla del buzуn y deslizу un micrуfono ultrasensible que habнa comprado en el Counterspy Shop de Mayfair, Londres. Resulta que se trataba de la misma tienda donde Ebbe Carlsson, del que ella nunca habнa oнdo hablar, adquiriу aquel famoso equipo de escuchas que a finales de los aсos ochenta ocasionara la precipitada dimisiуn del ministro de Justicia. Lisbeth se colocу el auricular y ajustу el volumen. Oyу el apagado runrъn de una nevera y el agudo tictac de, al menos, dos relojes, uno de los cuales era de pared y se hallaba en el salуn, a la izquierda de la puerta de entrada. Regulу el volumen y se puso a escuchar conteniendo la respiraciуn. Percibiу todo tipo de crujidos y chirridos en el inmueble, pero nada que detectara actividad humana. Tardу un minuto en apreciar e identificar el dйbil sonido de una respiraciуn profunda y constante. Nils Bjurman estaba durmiendo. Extrajo el micrуfono y se lo metiу en el bolsillo interior de su cazadora de cuero. Llevaba vaqueros oscuros y zapatillas con suela de goma. Con mucho sigilo metiу la llave en la cerradura y empujу levemente la puerta. Antes de abrirla del todo, sacу la pistola elйctrica de uno de los bolsillos exteriores de la cazadora. No llevaba ninguna otra arma. No lo consideraba necesario para mantener a raya a Bjurman. Entrу en el vestнbulo, cerrу la puerta y, de puntillas, cruzу el pasillo hasta el dormitorio. Se detuvo en seco al percibir una luz, pero a esas alturas ya podнa oнr sus ronquidos. Siguiу avanzando y entrу sigilosamente en la habitaciуn. Tenнa una lбmpara encendida en la ventana. «їQuй pasa, Bjurman? їTe da miedo la oscuridad?» Se situу junto a la cama y lo observу durante unos minutos. Habнa envejecido y presentaba un aspecto desaliсado. El cuarto olнa de una manera que dejaba adivinar que Bjurman descuidaba su higiene. No sintiу ni una pizca de compasiуn. Durante un segundo la chispa de un odio inmisericorde centelleу en los ojos de Lisbeth. Reparу en un vaso que habнa en la mesilla de noche, se inclinу hacia delante y olisqueу. Alcohol. Abandonу el dormitorio. Efectuу un breve recorrido por la cocina, donde no encontrу nada fuera de lo normal, siguiу por el salуn y se detuvo ante la puerta del despacho. Se metiу la mano en el bolsillo de la cazadora y sacу una docena de pequeсas migas de pan duro que fue colocando cuidadosamente en la penumbra del parquй. Si alguien atravesara el salуn, el crujido la advertirнa. Se sentу a la mesa de trabajo de Nils Bjurman y colocу la pistola elйctrica ante ella, bien a mano. Empezу a hurgar metуdicamente en los cajones y repasу la correspondencia de las cuentas bancarias privadas de Bjurman y de sus balances econуmicos. Se percatу de que se habнa vuelto mбs descuidado y menos asiduo en sus actualizaciones, pero no hallу nada destacable. El cajуn inferior estaba cerrado con llave. Lisbeth Salander frunciу el ceсo. En la visita realizada un aсo antes, ninguno de los cajones tenнa la llave echada. Su mirada se nublу al visualizar en su memoria la imagen del contenido de ese cajуn: una cбmara, un teleobjetivo, una pequeсa grabadora Olympus, un бlbum de fotos encuadernado en cuero y una cajita con collares, joyas y un anillo de oro con la inscripciуn «Tilda y Jacob Bjurman. 23 abril 1951». Lisbeth sabнa que eran los nombres de sus padres y que los dos habнan fallecido. Supuso que se trataba de su anillo de boda y que Bjurman lo conservaba como recuerdo. «O sea, que encierra bajo llave las cosas que considera valiosas.» Se puso a examinar el armario de persiana que habнa tras la mesa y sacу las dos carpetas donde se hallaban los documentos relativos a su cometido como administrador de ella. Los hojeу minuciosamente, papel por papel, durante quince minutos. Los informes eran intachables e insinuaban que Lisbeth Salander era una chica buena y formal. Cuatro meses antes habнa incluido unpбrrafo que decнa que, a sus ojos, Lisbeth parecнa tan racional y competente que existнan suficientes motivos para, en la revisiуn del siguiente aсo, analizar si realmente habнa fundadas razones para continuar con la administraciуn. Estaba elegantemente redactado y constituнa la primera piedra de la anulaciуn de su declaraciуn de incapacidad. La carpeta tambiйn contenнa unas notas manuscritas que ponнan de manifiesto que una tal Ulrika von Liebenstaahl, de la comisiуn de tutelaje, habнa contactado con Bjurman para hablar del estado general de Lisbeth. Las palabras «necesaria una evaluaciуn psiquiбtrica» estaban subrayadas. Lisbeth arrugу el morro, puso las carpetas en su sitio y mirу a su alrededor. A simple vista no detectу nada reprochable. Bjurman parecнa comportarse completamente segъn sus instrucciones. Se mordiу el labio. Aun asн no consiguiу librarse de la sensaciуn de que habнa algo raro. Se levantу de la silla y ya estaba a punto de apagar la lбmpara de la mesa cuando se detuvo. Extrajo nuevamente las carpetas y las volviу a hojear. Se quedу desconcertada. Deberнan haber contenido algo mбs. Un aсo antes allн habнa un resumen de la comisiуn de tutelaje relativo al desarrollo alcanzado por ella desde su infancia. No estaba. «їPor quй Bjurman guarda aparte esos papeles oficiales?» Frunciу el ceсo. No se le ocurrнa ninguna buena razуn. A no ser que estuviera reuniendo mбs documentaciуn en otro sitio. Barriу con la mirada el armario de persiana y el cajуn inferior de la mesa. No llevaba ninguna ganzъa, asн que volviу de puntillas al dormitorio de Bjurman y le cogiу el llavero de la americana, colgada encima de un galбn de noche. En el cajуn seguнan estando los mismos objetos que el aсo anterior. Pero la colecciуn habнa sido completada con una caja plana de cartуn cuya tapa mostraba el dibujo de un Colt 45 Magnum. Le vino a la memoria la investigaciуn sobre Bjurman que habнa realizado casi dos aсos antes. Era aficionado al tiro y miembro de un club. Segъn el registro oficial de armas, tenнa licencia para poseer un Colt 45 Magnum. Muy a su pesar, llegу a la conclusiуn de que no resultaba nada raro que mantuviera el cajуn cerrado con llave. No es que le gustara, pero en ese momento no se le ocurriу ningъn pretexto para despertar a Bjurman y darle una paliza.
Mia Bergman se despertу a las seis y media. Desde la cama percibiу un aroma de cafй reciйn hecho y oyу, en el salуn y a bajo volumen, el programa matinal de televisiуn. Tambiйn el repiqueteo del teclado del iBook de Dag Svensson. Sonriу. Nunca le habнa visto trabajar con tanto empeсo. Millennium habнa sido una buena jugada. Solнa ser exageradamente creнdo, pero, al parecer, Blomkvist, Berger y los demбs ejercнan un efecto beneficioso sobre йl. Ъltimamente, cada vez con mayor frecuencia, volvнa desanimado despuйs de que Blomkvist le hubiese seсalado unos defectos y echado por tierra algunos de sus razonamientos. Pero luego se ponнa a trabajar con el doble de ganas. Ella se preguntу si serнa buen momento para interrumpir su concentraciуn. Su menstruaciуn se habнa retrasado tres semanas. No estaba segura y todavнa no se habнa hecho ningъn test de embarazo. Se preguntaba si le habrнa llegado ya la hora. Tenнa casi treinta aсos. En menos de un mes defenderнa su tesis. Doctora Bergman. Volviу a sonreнr y decidiу no decirle nada hasta que estuviese segura y posiblemente esperar a que йl terminara su libro y estuvieran en la fiesta de celebraciуn de su tнtulo de doctora. Se quedу en la cama diez minutos mбs antes de levantarse y entrar en el salуn cubriйndose con una sбbana. Йl levantу la vista. —Todavнa no son las siete —dijo ella. —Blomkvist se ha vuelto a poner chulo —contestу. —Pobrecito. їHa sido malo contigo? Tъ te lo has buscado. Pero te cae bien, їno? Dag Svensson se reclinу en el sofб del salуn y cruzу su mirada con la de Mia. Un instante despuйs asintiу. —Millennium es un buen sitio para trabajar. La otra noche, en el Kvarnen, estuve hablando con Mikael justo antes de que me pasaras a buscar. Me preguntу quй pensaba hacer cuando terminara este proyecto. —Ajб. Y tъ їquй le dijiste? —Que no lo sabнa. Llevo muchos aсos dando tumbos de aquн para allб como freelance. Me gustarнa tener algo mбs estable. —Millennium. Asintiу. —Micke sondeу el terreno y me preguntу si me interesarнa la media jornada. El mismo contrato que tienen Henry Cortez y Lottie Karim. Me dan un despacho y un sueldo base que podrнa completar con otros trabajillos. —їTe interesa? —Si me presentan una oferta en firme, creo que la aceptarй. —Vale, pero todavнa no son las siete. Y es sбbado. —Bah, sуlo querнa meterle mano al texto un poco. —Creo que deberнas volver a la cama y meterle mano a otra cosa. Ella le dedicу una sonrisa y abriу ligeramente la sбbana. Йl puso el ordenador en hibernaciуn.
Sentada ante su PowerBook, Lisbeth Salander dedicу gran parte de los siguientes dнas a investigar. Las indagaciones apuntaban en muchas y distintas direcciones, y no siempre tenнa del todo claro quй estaba buscando. Una parte de la compilaciуn de datos resultaba sencilla. Con material procedente de los periуdicos digitales se hizo una visiуn general de la historia de Svavelsjц MC. El club de motoristas apareciу por primera vez en los diarios, bajo el nombre de Tдlje Hog Riders, en 1991, con motivo de una redada policial realizada en la propia sede, que, por aquel entonces, estaba situada en el edificio de un antiguo colegio abandonado de las afueras de Sцdertдlje. La intervenciуn se produjo debido a la llamada de unos preocupados vecinos que avisaron de que habнa un tiroteo en el viejo colegio. Un importante dispositivo policial interrumpiу una fiesta con cerveza a mansalva que habнa degenerado en un concurso de tiros con un AK4 que luego resultу que habнa sido robado a principios de los aсos ochenta del I 20, el antiguo regimiento de infanterнa de Vдsterbotten. Segъn una investigaciуn llevada a cabo por un periуdico vespertino, Svavelsjц MC contaba con seis o siete miembros y una docena de hangarounds. En mбs de una ocasiуn, todos los miembros de pleno derecho habнan sido condenados por algъn delito, principalmente de poca monta, pero, a veces, de gran violencia. Dos de las personas del club destacaban sobre las demбs. El lнder de Svavelsjц MC era un tal Carl-Magnus Magge Lundin, cuya foto aparecнa en la ediciуn digital de Aftonbladet con motivo de una intervenciуn policial efectuada en el club en 2001. Entre finales de los aсos ochenta y principios de los noventa, Lundin fue condenado en cinco ocasiones. Tres de los juicios fueron por robos, receptaciуn de artнculos robados y delitos relacionados con drogas. Una de las sentencias versaba sobre un tipo de delincuencia mбs grave, como, entre otras cosas, un caso de malos tratos que le valiу dieciocho meses de cбrcel. Lundin saliу de la cбrcel en 1995 y poco despuйs ascendiу a presidente de los Tдlje Hog Riders, que ahora se hacнan llamar Svavelsjц MC. El nъmero dos del club era, segъn la unidad policial experta en bandas, un tal Sonny Nieminen, de treinta y siete aсos, que figuraba en el registro policial con nada mбs y nada menos que veintitrйs antecedentes penales. Iniciу su carrera a la edad de diecisйis aсos, cuando fue condenado, por malos tratos y robo, a libertad vigilada, y se le dio asistencia de acuerdo con la ley de servicios sociales. A lo largo de la siguiente dйcada, Sonny Nieminen fue condenado por cinco casos de robo, otro de robo grave, dos mбs de amenazas, dos delitos relacionados con drogas, chantaje, violencia contra un funcionario del Estado, dos casos de tenencia ilнcita de armas y otro de tenencia ilнcita de armas con agravantes, conducciуn en estado de embriaguez y no menos de seis casos de malos tratos. Habнa sido condenado, segъn un baremo incomprensible para Lisbeth Salander, a libertad vigilada, a pagar varias multas y a repetidos ingresos en prisiуn de uno o dos meses, hasta que en 1989 fue condenado, de repente, a diez meses de cбrcel por malos tratos graves y robo. Pocos meses mбs tarde ya estaba en la calle y se portу bien hasta octubre de 1990 cuando, hallбndose en un bar de Sцdertдlje, participу en una pelea que terminу en un homicidio y que le valiу seis aсos de condena. Nieminen saliу de nuevo en 1995. Ahora era el amigo mбs нntimo de Magge Lundin. En 1996 fue detenido como cуmplice de un atraco a mano armada de un furgуn blindado que transportaba dinero. No participу personalmente en el robo, pero habнa pertrechado a tres jуvenes con las armas necesarias para la operaciуn. Eso le valiу su segunda temporadita a la sombra. Fue condenado a cuatro aсos y saliу en 1999. Desde entonces, Nieminen, por milagroso que pueda parecer, habнa evitado ser detenido por la policнa. Segъn un artнculo de prensa de 2001, donde no se lo mencionaba por su nombre, pero donde el trasfondo era tan detallado que no resultу muy difнcil sacar la conclusiуn de a quiйn se referнa, era sospechoso de haber participado en el asesinato de, por lo menos, un miembro de una banda de outlaws rival. Lisbeth solicitу las fotos de pasaporte de Nieminen y Lundin. Nieminen era guapo, tenнa el pelo rizado moreno y unos ojos peligrosos. Magge Lundin tenнa pinta de ser un completo idiota. No le costу lo mбs mнnimo identificar a Lundin como el hombre que se habнa reunido con el gigante rubio en el Blombergs Kafй y a Nieminen como el tipo que lo esperaba en el McDonald's.
Valiйndose del registro del parque automovilнstico, rastreу al propietario del Volvo blanco en el que se habнa marchado el gigante rubio. Resultу ser de la empresa de alquiler de coches Auto-Expert de Eskilstuna. Llamу y la pusieron con un tal Refik Alba. —Mi nombre es Gunilla Hansson. Ayer mi perro fue atropellado por una persona que se dio a la fuga. El muy sinvergьenza conducнa un coche cuya matrнcula revela que pertenece a Auto-Expert. Era un Volvo blanco. Le dio la matrнcula. —Lo siento mucho. —Quiero algo mбs que eso. Quiero el nombre de ese canalla para exigirle una compensaciуn. —їLo ha denunciado a la policнa? —No, quiero llegar a un acuerdo amistoso con йl. —Lo siento, pero si no existe una denuncia policial, no puedo dar el nombre de ningъn cliente. La voz de Lisbeth Salander adquiriу un tono mбs serio. Le preguntу si era una buena polнtica empresarial obligarla a denunciar a los clientes en vez de darles la oportunidad de llegar a un acuerdo amistoso. Refik Alba volviу a lamentar lo ocurrido e insistiу en que, desgraciadamente, no podнa hacer nada. Lisbeth continuу discutiendo un par de minutos mбs sin conseguir el nombre del gigante rubio.
El nombre de Zala resultу ser otro callejуn sin salida. Excepto las dos interrupciones que realizу para su Billys Pan Pizza, Lisbeth Salander pasу la mayor parte de las siguientes veinticuatro horas delante del ordenador. Su ъnica compaснa fue una botella de litro y medio de Coca-Cola. Encontrу centenares de personas con el nombre de Zala, desde un deportista italiano de йlite hasta un compositor argentino. No dio con nada de lo que buscaba. Lo intentу con el nombre de Zalachenko sin hallar nada que mereciera la pena. Frustrada, entrу finalmente dando tumbos en el dormitorio y durmiу doce horas seguidas. Cuando se despertу eran las once de la maсana. Puso la cafetera y llenу el jacuzzi. Se llevу el cafй y los sбndwiches al cuarto de baсo, echу sales de baсo en la baсera y desayunу dentro. De repente deseу que Mimmi la acompaсara. Pero ni siquiera le habнa revelado dуnde vivнa. A eso de las doce saliу del jacuzzi, se secу con una toalla y se puso un albornoz. Volviу a encender el ordenador. Los nombres de Dag Svensson y Mia Bergman dieron mejor resultado. Con la ayuda de Google pudo hacerse rбpidamente con un breve resumen de lo que habнan hecho durante los aсos precedentes. Descargу algunos de los artнculos de Dag y encontrу una foto suya. Sin mucha sorpresa constatу que se trataba del hombre que habнa visto unas noches antes en el Kvarnen en compaснa de Mikael Blomkvist. El nombre ya tenнa una cara, y viceversa. Encontrу mбs textos de y sobre Mia Bergman. Unos aсos antes ella habнa llamado la atenciуn con un informe sobre el diferente trato que reciben hombres y mujeres en los juzgados. El informe motivу no sуlo una buena cantidad de editoriales sino tambiйn unas cuantas intervenciones en pбginas de debate y opiniуn de distintas organizaciones feministas; la propia Mia Bergman contribuyу escribiendo varias de ellas. Lisbeth Salander leyу atentamente. Ciertas feministas consideraban que las conclusiones de Bergman eran importantes, mientras que otras la criticaban por «difundir ilusiones burguesas». No quedaba exactamente claro, sin embargo, en quй consistнan esas ilusiones burguesas. Hacia las dos de la tarde entrу en Asphyxia 1.3, pero en vez de elegir MikBlom/laptop optу por MikBlom/office, el ordenador de sobremesa que Mikael Blomkvist tenнa en la redacciуn de Millennium. Sabнa por experiencia que Mikael apenas guardaba allн nada de valor. Exceptuando las veces que lo utilizaba para navegar por Internet, trabajaba casi exclusivamente en su iBook. En cambio, Mikael podнa entrar en todos los ordenadores de la redacciуn. Rбpidamente encontrу las contraseсas necesarias para acceder a la intranet de Millennium. Para poder entrar en otros ordenadores de Millennium no era suficiente con el disco duro espejo del servidor de Holanda; tambiйn el MikBlom/office original tenнa que estar en activo y conectado a la intranet. Tuvo suerte. Al parecer, Mikael Blomkvist se encontraba en su puesto de trabajo con el ordenador encendido. Esperу durante diez minutos, pero no pudo apreciar ningъn signo de actividad, algo que interpretу como que Mikael habнa conectado el ordenador al entrar en el despacho y que tal vez hubiera navegado por Internet para, acto seguido, dejarlo encendido mientras se dedicaba a otras cosas o usaba su portбtil. Habнa que hacerlo con sumo cuidado. Durante la siguiente hora, Lisbeth Salander pirateу cuidadosamente, de uno en uno, cada ordenador y descargу el correo electrуnico de Erika Berger, de Christer Malm y de una colaboradora, desconocida para ella, llamada Malin Eriksson. Por ъltimo, se encontrу con el ordenador de sobremesa de Dag Svensson, un viejo Macintosh PowerPC con un disco duro de sуlo 750 megabytes, segъn los datos del sistema; o sea, un trasto que, con toda seguridad, sуlo usaban como mбquina de escribir algunos colaboradores ocasionales. Estaba conectado, lo cual querнa decir que Dag Svensson se encontraba en ese momento en la redacciуn de Millennium. Descargу su correo y repasу el disco duro. Hallу una carpeta a la que simplemente habнa bautizado como «Zala».
El gigante rubio estaba descontento y sentнa que algo iba mal. Acababa de recibir doscientas tres mil coronas al contado, una cantidad inesperadamente grande para los tres kilos de metanfetamina que le entregу a Magge Lundin a finales de enero. Como sueldo por unas cuantas horas de trabajo real tampoco estaba mal: recoger la anfetamina del correo, quedarse con ella un rato, entregбrsela a Magge Lundin y luego cobrar el cincuenta por ciento de los beneficios. No cabнa duda de que Svavelsjц MC podнa mover ese volumen de negocio todos los meses, y la banda de Magge Lundin era sуlo una de las tres bandas con las que operaba. Las otras dos actuaban, respectivamente, en la zona de Gotemburgo y de Malmц. En conjunto, las bandas podнan ingresar mбs de medio millуn de coronas limpias mensuales. Aun asн, se encontraba tan mal que se desviу hasta el arcйn, aparcу y apagу el motor. Llevaba mбs de treinta horas sin dormir y se sentнa ofuscado. Abriу la puerta, estirу las piernas y meу en la cuneta. Hacнa frнo y la noche estaba estrellada. Se hallaba en pleno campo, no muy lejos de Jдrna. Se trataba mбs bien de un conflicto de naturaleza estratйgica. A menos de cuatrocientos kilуmetros de Estocolmo la oferta de metanfetamina era infinita. La demanda del mercado sueco era indiscutiblemente grande. El resto era una cuestiуn de logнstica: їcуmo transportar el producto deseado desde el punto A hasta el punto B? O, mejor dicho, desde un sуtano de Tallin hasta el puerto franco de Estocolmo. El eterno y frecuente problema: їcуmo garantizar un transporte regular desde Estonia hasta Suecia? Ese era el quid de la cuestiуn y el eslabуn realmente dйbil, ya que todo lo que habнan logrado, despuйs de aсos de esfuerzos, eran constantes improvisaciones y soluciones temporales. El problema residнa en que durante los ъltimos tiempos la mбquina chirriaba demasiado a menudo. El gigante rubio estaba orgulloso de su capacidad organizativa. En tan sуlo unos aсos, habнa creado una maquinaria bien engrasada de contactos que habнa cultivado con buenas dosis de palo y zanahoria. Era йl quien habнa hecho el trabajo de calle, consiguiendo socios, negociando los acuerdos y controlando que las entregas se efectuaran en el lugar adecuado. La zanahoria era el incentivo que se les ofrecнa a intermediarios como Magge Lundin: un beneficio bueno y con pocos riesgos. El sistema era irreprochable. Magge Lundin no tenнa que levantar ni un solo dedo para recibir la mercancнa en su misma puerta: nada de complicados viajes de compra ni forzosas negociaciones con personas que podнan ser desde policнas antidroga hasta mafiosos rusos, que, en cualquier momento, tal vez, lo estafarнan y se lo quitarнan todo. Lundin sabнa que el gigante rubio entregaba la mercancнa y que luego cobraba su cincuenta por ciento. El palo resultaba necesario ya que, ъltimamente, cada vez con mayor frecuencia, habнan surgido unas cuantas complicaciones. Un camello con la lengua muy larga, que llegу a enterarse de demasiadas cosas de la cadena de producciуn —vaya imprudencia—, estuvo a punto de implicar a Svavelsjц MC. El rubio se vio obligado a intervenir y castigarlo. Eso era algo que el gigante rubio sabнa hacer muy bien. Suspirу. Tuvo la sensaciуn de que todo el negocio resultaba difнcil de controlar. Estaba, simplemente, demasiado diversificado. Encendiу un cigarrillo. La metanfetamina era una excelente, discreta y manejable fuente de ingresos: un gran beneficio a cambio de pequeсos riesgos. El negocio armamentнstico estarнa, en cierto modo, justificado si las imprudentes actividades paralelas pudieran identificarse y evitarse. Considerando el riesgo, no era econуmicamente justificable entregar dos pistolas a cambio de unos cuantos miles de coronas a un par de mocosos que pensaban robar la tienda del barrio. Casos aislados de espionaje industrial o de contrabando de componentes electrуnicos al Este —si bien es cierto que durante los ъltimos aсos el mercado se habнa reducido drбsticamente— tenнan cierta razуn de ser. En cambio, las putas de los paнses bбlticos resultaban completamente injustificables desde el punto de vista econуmico. No proporcionaban mбs que calderilla y, en realidad, sуlo suponнan una complicaciуn que, en cualquier momento, podнa dar lugar a unos cuantos hipуcritas artнculos en los medios de comunicaciуn y a una serie de debates en aquella peculiar unidad polнtica parlamentaria que se llamaba el Riksdag, cuyas reglas de juego, a ojos del gigante rubio, quedaban, en el mejor de los casos, poco claras. La ventaja de las putas consistнa en que, jurнdicamente hablando, no tenнan prбcticamente ningъn riesgo. A todo el mundo le gustan las putas: fiscales, jueces, maderos y algъn que otro miembro del Riksdag. Nadie escarbarнa demasiado para atajar la actividad. Ni siquiera una puta muerta causaba, necesariamente, complicaciones polнticas. Si la policнa pudiera detener a un claro sospechoso en el plazo de unas horas y el susodicho continuara con la ropa manchada de sangre, serнa condenado a algunos aсos de cбrcel o sometido a tratamiento psiquiбtrico en algъn oscuro centro penitenciario. Pero si no dieran con ningъn sospechoso dentro de las cuarenta y ocho horas siguientes, el rubio sabнa por experiencia que la policнa pronto hallarнa cosas mбs importantes que investigar. Pero al gigante rubio no le gustaba traficar con putas. No le gustaban sus pintarrajeadas caras y sus estridentes risas de borrachas. Eran impuras. Pertenecнan a ese tipo de capital humano que costaba tanto como lo que reportaba. Y ya que se trataba de capital humano siempre existнa el riesgo de que a alguna de ellas se le fuera la olla y quisiera bajarse del carro o chivarse a la policнa, a periodistas o a otra gente de fuera. Y йl tendrнa que intervenir y castigarlas. Y si el chivatazo era lo suficientemente explнcito, los fiscales y la policнa se verнan obligados a actuar; si no, se armarнa la de Dios en ese maldito Riksdag. El negocio de las putas era sinуnimo de lнos. Los hermanos Atho y Harry Ranta encarnaban el tнpico ejemplo. Se trataba de dos inъtiles que habнan llegado a tener un excesivo conocimiento del negocio. Mбs que otra cosa, le habrнa gustado rodearlos con cadenas y tirarlos a las aguas del puerto. En su lugar los llevу al ferry que iba a Estonia y esperу pacientemente hasta que embarcaron. Esas vacaciones fueron motivadas por un maldito periodista que habнa empezado a hurgar en sus negocios, de modo que decidieron que los Ranta desaparecieran de la escena hasta que la tormenta hubiese escampado. Volviу a suspirar. Y sobre todo, al gigante rubio no le agradaban las actividades paralelas como la que representaba Lisbeth Salander. En su opiniуn, ella carecнa completamente de interйs. No le reportaba ningъn tipo de beneficio. El abogado Nils Bjurman no le caнa bien. El gigante no podнa entender por quй habнan decidido acceder a sus deseos. Pero el balуn ya estaba en juego. Las уrdenes ya habнan sido dadas. Svavelsjц MC se habнa hecho con la contrata. La situaciуn no le gustaba nada. Tenнa malos presentimientos. Levantу la vista, mirу hacia el oscuro campo y tirу la colilla a la cuneta. De repente, por el rabillo del ojo, percibiу un movimiento y se quedу petrificado. Enfocу la mirada. No habнa mбs luz que la de una dйbil luna creciente pero, de todas maneras, pudo apreciar claramente la silueta de una figura negra que avanzaba hacia йl a unos treinta metros de la carretera. La criatura se movнa despacio y realizaba breves paradas. De pronto, el gigante rubio sintiу un sudor frнo en la frente. Odiaba a esa criatura del campo. Durante mбs de un minuto permaneciу casi paralizado, mirando hechizado el lento pero resuelto avance del misterioso ser. Cuando йste se encontrу lo suficientemente cerca como para que йl pudiera ver unos ojos brillando en la oscuridad, dio media vuelta y volviу corriendo al coche. Abriу la puerta de un tirуn y, torpemente, intentу atinar con la llave de contacto. Sintiу crecer el pбnico hasta que por fin consiguiу arrancar el motor y poner las largas. La criatura estaba ya en la carretera y el gigante rubio pudo finalmente apreciarla con detalle a la luz de los faros del coche. Parecнa una enorme raya venenosa que avanzaba arrastrбndose. Tenнa un aguijуn como el de un escorpiуn. Una cosa estaba clara: ese ser no pertenecнa a este mundo. Era un monstruo surgido del Infierno. Consiguiу meter una marcha y arrancу derrapando. Cuando el coche pasу, la criatura lo intentу atacar, pero no lo alcanzу. El gigante no dejу de temblar hasta varios kilуmetros despuйs.
Lisbeth dedicу la noche a examinar la investigaciуn que Dag Svensson y Millennium habнan llevado a cabo sobre el trafficking. Poco a poco, fue teniendo una visiуn general relativamente buena, si bien era cierto que basada en crнpticos fragmentos que iba ensamblando, con la ayuda del contenido del correo electrуnico, como piezas de un puzle. Erika Berger le habнa enviado una pregunta a Mikael Blomkvist sobre cуmo transcurrнan las confrontaciones; йl respondiу brevemente que tenнan problemas para localizar al agente de la Tcheka. Lisbeth lo interpretу como que una de las personas que iban a ser denunciadas en el reportaje trabajaba en la policнa de seguridad. Malin Eriksson mandу a Dag Svensson —con copia a Mikael Blomkvist y Erika Berger— el resumen de una investigaciуn paralela. Tanto Svensson como Blomkvist contestaban con comentarios y propuestas para completarla. Mikael y Dag se intercambiaban correos varias veces al dнa. En uno de ellos, Dag Svensson daba cuenta de una confrontaciуn que habнa tenido con un periodista llamado Per-Еke Sandstrцm. Del correo de Dag Svensson tambiйn pudo constatar que se comunicaba con una persona que atendнa al nombre de Gulbrandsen en una direcciуn de Yahoo. Le llevу un rato entender que Gulbrandsen era un policнa y que la comunicaciуn se desarrollaba off the record, a travйs de una direcciуn personal en lugar de la oficial. Por lo tanto, Gulbrandsen constituнa una fuente. La carpeta llamada «Zala» era frustrantemente breve y sуlo contenнa tres documentos en Word. El mбs largo, 128 kb, se denominaba «Irina P.» y contenнa una descripciуn fragmentada de la vida de una prostituta. Quedaba claro que estaba muerta. Lisbeth leyу con atenciуn el resumen efectuado por Dag Svensson sobre el acta de la autopsia. Por lo que Lisbeth pudo entender, Irina P. habнa sido objeto de una violencia tan brutal que tres de los daсos infligidos resultaron, cada uno por separado, mortales. Lisbeth reconociу una frase del texto que se correspondнa con una cita literal de la tesis de Mia Bergman. En la investigaciуn se mencionaba a una mujer llamada Tamara. Lisbeth dio por descontado que Irina P. y Tamara eran la misma persona y leyу con gran interйs la parte dedicada a la entrevista. El segundo documento, considerablemente mбs corto, llevaba por nombre «Sandstrцm». Contenнa el mismo resumen que el que Dag Svensson habнa enviado a Blomkvist, y revelaba que un periodista llamado Per-Еke Sandstrцm era uno de los puteros que se habнa aprovechado de una chica de los paнses bбlticos, asн como que tambiйn habнa realizado gestiones para la mafia sexual y que se le retribuнa con drogas o sexo. A Lisbeth le fascinaba que Sandstrцm, ademбs de dedicarse a editar revistas de empresas, tambiйn hubiera escrito varios artнculos como freelance en un periуdico donde, indignado, condenaba el comercio sexual y, entre otras cosas, revelaba que un hombre de negocios sueco, cuya identidad no era facilitada, habнa visitado un burdel de Tallin. El nombre de Zala no se mencionaba ni en el documento «Sandstrцm» ni en el de «Irina P.», pero Lisbeth extrajo la conclusiуn de que, como los dos documentos estaban en la misma carpeta llamada «Zala», deberнa de existir una conexiуn. El tercer y ъltimo documento de la carpeta, sin embargo, habнa sido bautizado como «Zala». Era breve y se encontraba ordenado por puntos. Segъn Dag Svensson, el nombre de Zala habнa figurado —desde mediados de los aсos noventa— vinculado a drogas, armas o prostituciуn en nueve ocasiones. Nadie parecнa saber quiйn era, pero distintas fuentes lo habнan descrito como yugoslavo, polaco o, posiblemente, checo. Todos los datos eran de segunda mano. Ninguna de las personas con las que habнa hablado Dag Svensson parecнa haber visto con sus propios ojos a Zala. Dag Svensson habнa tratado con detalle el tema de Zala con la fuente G (їGulbrandsen?) y lanzado la teorнa de que Zala podнa ser responsable del asesinato de Irina P. No se podнa deducir quй pensaba la fuente G respecto a esa teorнa; lo que sн quedaba claro, en cambio, era que Zala, un aсo antes, habнa constituido un punto en el orden del dнa de una reuniуn con «la unidad especial del crimen organizado». El nombre aparecнa tantas veces que la policнa empezу a hacer preguntas intentando formarse una opiniуn sobre si Zala existнa o no. Por lo que Dag Svensson pudo averiguar, el nombre de Zala habнa aparecido por primera vez en 1996 relacionado con el robo de un furgуn blindado en Цrkelljunga. Los atracadores se apoderaron de tres millones trescientas mil coronas, pero fueron tan patosos que la policнa pudo identificar y detener a la banda apenas transcurridas veinticuatro horas. Un dнa despuйs se arrestу a otra persona mбs. Se trataba del delincuente profesional Sonny Nieminen, miembro de Svavelsjц MC, quien, segъn informaciones recibidas, les proporcionу las armas utilizadas en el robo; un hecho que, algo mбs tarde, le valdrнa una condena de cбrcel de cuatro aсos. Aъn no habнa transcurrido una semana desde que se produjera el robo del furgуn blindado en 1996, cuando tres tipos mбs fueron detenidos por participar en el atraco. Con eso, ocho personas estaban metidas en el ajo, siete de las cuales se negaron obstinadamente a hablar con la policнa. El octavo, un chico de tan sуlo diecinueve aсos llamado Birger Nordman, se derrumbу y largу de lo lindo en los interrogatorios. El juicio fue pan comido para el fiscal, lo cual (sospechу la fuente policial de Dag Svensson) provocу el hecho de que Birger Nordman, dos aсos despuйs, fuera encontrado enterrado en una arenera de Varmland tras haberse escapado cuando estaba de permiso. Segъn la fuente G, la policнa sospechaba que Sonny Nieminen era el jefe de toda la banda y que Nordman habнa sido asesinado por encargo suyo, pero no habнa pruebas. Sin embargo, Nieminen era considerado sumamente peligroso y carente de escrъpulos. En el trullo, se le habнa relacionado con la Hermandad Aria, una organizaciуn nazi de los internos que, a su vez, tenнa vнnculos con la Hermandad Wolfpack y, tambiйn —a travйs de estos ъltimos—, con clubes de outlaws pertenecientes al mundillo de los moteros, asн como con diversas, violentas y estъpidas organizaciones nazis al estilo del Movimiento de Resistencia de Suecia y de otros similares. No obstante, lo que le interesaba a Lisbeth Salander era otra cosa muy distinta. Uno de los datos que el fallecido Birger Nordman habнa revelado durante los interrogatorios era que las armas utilizadas en el robo procedнan de Nieminen, quien, a su vez, las habнa recibido de un yugoslavo, desconocido para Nordman, denominado «Sala». Dag Svensson habнa llegado a la conclusiуn de que se trataba de un individuo del mundo del hampa que no se dejaba ver. Como en el padrуn no figuraba nadie cuyo nombre coincidiera con el de Zala, Dag intuyу que se trataba de un apodo, aunque tambiйn podнa tratarse de un delincuente particularmente astuto que actuara a conciencia bajo un seudуnimo. El ъltimo punto consistнa en una breve descripciуn de los datos aportados por el periodista Sandstrцm acerca de Zala. Lo cual no era gran cosa. Segъn Dag Svensson, en una ocasiуn Sandstrцm hablу por telйfono con una persona llamada asн. De lo escrito, sin embargo, no se podнa deducir el contenido de la conversaciуn. Sobre las cuatro de la madrugada, Salander apagу su PowerBook y se sentу en el vano de la ventana, mirando hacia Saltsjцn. Permaneciу quieta durante dos horas, fumando pensativamente un cigarrillo tras otro. Se veнa obligada a tomar una serie de decisiones importantes y a hacer un anбlisis de las consecuencias. Se dio cuenta de que tenнa que buscar a Zala y saldar sus cuentas con йl de una vez por todas.
El sбbado anterior a la semana de Pascua, Mikael Blomkvist visitу, por la noche, a una antigua novia de Slipgatan, en Hornstull. Habнa aceptado —algo raro en йl— una invitaciуn para una fiesta. Ella estaba casada y ya no tenнa ningъn interйs en mantener relaciones нntimas con Mikael, pero trabajaba en los medios y solнan saludarse cuando, ocasionalmente, se cruzaban. Ella acababa de terminar un libro —con el que llevaba, por lo menos, diez aсos— que trataba de algo tan curioso como la visiуn que se tiene de las mujeres dentro de los medios de comunicaciуn. En una ocasiуn, Mikael contribuyу con material para el libro, cosa que motivу esa invitaciуn. El papel de Mikael se limitу a investigar un sencillo tema. Habнa sacado el documento donde figuraba la estrategia para conseguir una igualdad sexual que la agencia TT, Dagens Nyheter, Rapport y numerosos otros medios se jactaban de respetar, y luego contу cuбntos hombres y cuбntas mujeres habнa en la direcciуn de esas empresas por encima de secretaria de redacciуn. El resultado fue vergonzoso. Director general: hombre. Presidente de la junta directiva: hombre. Editor jefe: hombre. Jefe de redacciуn internacional: hombre. Jefe de redacciуn: hombre... y asн sucesivamente hasta que, mбs bien como una excepciуn, apareciу la primera mujer, tipo estrella de los informativos o magazines, como Christina Sutterstrцm o Amelia Adamo. La fiesta era privada y la mayorнa de los invitados eran personas que, de uno u otro modo, la habнan ayudado con el libro. Fue una velada muy animada, con buena comida y distendida charla. Mikael habнa pensado volver a casa bastante temprano, pero casi todos los allн presentes eran viejos conocidos que raramente coincidнan. Ademбs, ninguno de ellos le dio demasiado la lata con el caso Wennerstrцm. La fiesta se prolongу, y hasta alrededor de las dos de la madrugada del domingo el ъltimo grupo de invitados no se levantу para irse. Fueron juntos hasta Lеngholmsgatan y allн se separaron. Mikael vio pasar el autobъs nocturno antes de llegar a la parada, pero la noche no era frнa y, en vez de esperar al prуximo, decidiу volver andando a casa. Siguiу por Hцgalidsgatan hasta la iglesia y girу en Lundagatan, lo que le despertу viejos recuerdos. Mikael habнa mantenido la promesa que hizo en diciembre de no pasar por Lundagatan para no alimentar la vana ilusiуn de que Lisbeth Salander volviese a aparecer en su horizonte. Esa noche se detuvo, en la acera de enfrente, ante su portal. Le asaltу el impulso de cruzar la calle y llamar a su puerta, pero se dio cuenta de las pocas esperanzas que habнa de que ella estuviera y de la probabilidad aun menor de que quisiera hablar con йl. Al final, se encogiу de hombros y siguiу caminando hacia Zinkensdamm. No habнa avanzado ni unos sesenta metros cuando oyу un ruido. Girу la cabeza y el corazуn le dio un vuelco; resultaba difнcil no reconocer ese delgaducho cuerpo. Lisbeth Salander acababa de salir a la calle y caminaba en direcciуn opuesta. Ella se detuvo frente a un coche que estaba aparcado. Mikael abriу la boca para llamarla, pero la voz se ahogу en la garganta. De repente, vio que una silueta se separaba de uno de los coches estacionados en el arcйn. Era un hombre que, como deslizбndose, se acercaba a Lisbeth por detrбs. A Mikael le dio la impresiуn de que era alto y de que tenнa una prominente barriga. Llevaba coleta.
En el mismo momento en que iba a meter la llave en la puerta de su Honda color burdeos, Lisbeth Salander oyу un ruido y, por el rabillo del ojo, percibiу un movimiento. Йl se acercу por detrбs, en diagonal, y ella se dio media vuelta un segundo antes de que йl llegara. Lo identificу inmediatamente como Carl-Magnus Magge Lundin, treinta y seis aсos, Svavelsjц MC, el que dнas atrбs se habнa reunido con el gigante rubio en el Blombergs Kafй. Registrу inmediatamente a Magge Lundin como un tipo de unos ciento veinte kilos de peso y aspecto agresivo. Lisbeth no lo dudу ni un microsegundo: usу las llaves a modo de puсo americano y le golpeу con la rapidez de un reptil, produciйndole un profundo corte en la mejilla, desde el nacimiento de la nariz hasta la oreja. Acto seguido, el tipo abrazу el aire. A Lisbeth Salander parecнa habйrsela tragado la tierra.
Mikael Blomkvist vio que Lisbeth Salander le pegaba un puсetazo. En cuanto golpeу a su atacante, se echу al suelo y, rodando, se metiу bajo el vehнculo.
Un segundo despuйs, Lisbeth ya estaba en pie, al otro lado del coche, preparada para la batalla o para huir. Por encima del capу, cruzу su mirada con la de su enemigo e inmediatamente se decidiу por la segunda alternativa. A йl le sangraba la mejilla. Antes de que le diera tiempo a distinguirla, ella ya se alejaba por Lundagatan, en direcciуn a la iglesia de Hцgalid. Mikael permaneciу paralizado, con la boca abierta, cuando, de repente, el agresor echу a correr tras Lisbeth Salander. Parecнa un tanque persiguiendo a un cochecito de juguete. Lisbeth subiу las escaleras, dos peldaсos por zancada, hasta la parte alta de Lundagatan. Una vez arriba mirу de reojo y vio que su perseguidor ponнa el pie en el primer escalуn. «Es rбpido.» Ella estuvo a punto de tropezar con los triбngulos seсalizadores y los montones de arena de una zanja abierta en plena calle por los operarios municipales, pero en el ъltimo segundo los vio y los esquivу. Magge Lundin casi habнa subido las escaleras cuando Lisbeth Salander volviу a entrar en su campo de visiуn. Le dio tiempo a percibir que ella le tiraba algo, pero no a reaccionar antes de que el adoquнn le diera en una sien. No fue un lanzamiento muy certero, pero llevaba una considerable fuerza y le abriу otra brecha en la cara. Sintiу que perdнa el equilibrio y que el mundo le daba vueltas al caer de espaldas, rodando por las escaleras. Consiguiу frenar la caнda agarrбndose a la barandilla, pero perdiу varios segundos.
El estado de parбlisis de Mikael cesу en cuanto el hombre desapareciу por las escaleras. Le gritу que la dejara en paz. Lisbeth habнa atravesado la mitad de una plazoleta cuando reparу en la voz de Mikael. «ЎPor todos los diablos! » Cambiу de direcciуn y se asomу a la barandilla. Vio a Mikael Blomkvist a tres metros por debajo de ella. Dudу una dйcima de segundo antes de salir pitando de nuevo.
En el mismo instante en que Mikael echу a correr hacia las escaleras, se percatу de que una Dodge Van arrancу delante del portal de Lisbeth Salander, justo al lado del coche que ella habнa intentado abrir. El vehнculo saliу y enfilу rumbo a Zinkensdamm. Al pasar ante йl, Blomkvist vislumbrу una cara, pero bajo la tenue iluminaciуn nocturna la matrнcula resultaba ilegible. Indeciso, mirу de reojo el vehнculo pero saliу en pos del perseguidor de Lisbeth. Le dio alcance en lo alto de las escaleras. El hombre se habнa parado de espaldas a Mikael y permanecнa inmуvil, observando los alrededores. Justo cuando Blomkvist lo alcanzу, se dio media vuelta y, con el dorso de la mano, propinу a Mikael un fuerte revйs en la cara. Lo pillу completamente desprevenido. Se desplomу y cayу de cabeza por las escaleras.
Lisbeth oyу los semiapagados gritos de Mikael y estuvo a punto de detenerse. «їQuй diablos estб pasando?» Luego mirу de reojo y vio que Magge Lundin, a unos cuarenta metros de distancia, echaba a correr hacia ella. «Es mбs rбpido. Me va a alcanzar.» Interrumpiу sus pensamientos, girу a la izquierda y subiу a toda pastilla un par de escaleras, hasta la zona ajardinada que habнa entre los edificios. Llegу a una plazoleta que no ofrecнa el mбs mнnimo escondite y recorriу el tramo que distaba hasta la prуxima esquina en un tiempo que habrнa impresionado a la mismнsima Carolina Klьft, la campeona del heptatlуn. Torciу a la derecha, se dio cuenta de que se adentraba en un callejуn sin salida y dio media vuelta. Justo cuando llegу a la fachada lateral del siguiente edificio descubriу a Magge Lundin en las escaleras. Ella continuу saliendo de su campo de visiуn unos cuantos metros mбs y se tirу de cabeza a unos rododendros que crecнan en una jardinera que habнa a lo largo de toda la fachada lateral. Oyу los pesados pasos de Magge Lundin, pero no lo pudo ver. Permaneciу completamente quieta entre los arbustos y arrimada a la pared. Lundin pasу ante su escondite y se parу a menos de cinco metros. Esperу unos diez segundos antes de continuar su bъsqueda a la carrera. Volviу unos minutos despuйs. Se detuvo en el mismo sitio que antes. Esta vez permaneciу inmуvil durante treinta segundos. Lisbeth tensу los mъsculos, preparada para huir de inmediato si la descubrнa. Luego йl volviу a moverse. Pasу a menos de dos metros de ella. Oyу que sus pasos se alejaban.
A Mikael le dolнa el cuello y la mandнbula cuando, aturdido y a duras penas, consiguiу ponerse de pie. Notу el sabor de la sangre de su labio partido. Intentу dar unos pasos pero se tambaleу. Llegу nuevamente a lo alto de las escaleras y mirу a su alrededor. Vio que el agresor corrнa cien metros calle abajo. El hombre de la coleta se detuvo y paseу la mirada entre los edificios y, acto seguido, continuу corriendo por la calle. Mikael se asomу a la barandilla y lo vio cruzar Lundagatan y entrar en el mismo Dodge Van que unos instantes antes habнa arrancado delante del portal de Lisbeth Salander. La furgoneta desapareciу inmediatamente al doblar la esquina de la calle que bajaba hacia Zinkensdamm. Mikael paseу lentamente por la parte alta de Lundagatan, buscando a Lisbeth Salander. Ni rastro. La verdad era que no vio ni un alma y se asombrу de lo desierta que podнa estar una calle de Estocolmo a las tres de la madrugada de un domingo de marzo. Al cabo de un rato volviу al portal de Lisbeth, en la parte baja de Lundagatan. Al pasar ante el coche donde se produjo la agresiуn pisу algo y reconociу las llaves de Lisbeth. Cuando se inclinу para recogerlas, descubriу su bolso debajo del coche. Sin saber quй hacer, Mikael se quedу un largo rato esperando. Al final se acercу al portal y probу las llaves. No entraban.
Lisbeth Salander permaneciу entre los arbustos durante quince minutos sin moverse mбs que para consultar el reloj. A las tres y pico oyу que un portal se abrнa y se cerraba, asн como unos pasos que se dirigнan hacia el aparcamiento de bicicletas. En cuanto el ruido cesу se puso lentamente de rodillas y asomу la cabeza entre los arbustos. Examinу cada rincуn de la plazoleta pero no vio a Magge Lundin. Con la mбxima prudencia —siempre alerta y preparada para dar la vuelta y salir huyendo en cualquier momento— dirigiу sus pasos hacia la calle. Se quedу arriba, junto a la barandilla, escudriсando toda Lundagatan. Vio a Mikael Blomkvist delante de su portal. Sostenнa su bolso. Se quedу completamente quieta, oculta tras una farola cuando la mirada de Mikael Blomkvist barriу la parte alta de la calle. No la descubriу. Mikael Blomkvist permaneciу ante el portal mбs de treinta minutos. Ella lo observу, paciente e inmуvil, hasta que йl se rindiу y echу a andar hacia Zinkensdamm. Cuando Mikael desapareciу de su campo de visiуn, Lisbeth aguardу un instante antes de reflexionar sobre lo ocurrido. «Mikael Blomkvist.» No le entraba en la cabeza cуmo era posible que йl hubiera surgido de la nada. Por lo demбs, la agresiуn no daba lugar a muchas interpretaciones. «Carl Magnus Lundin de los Cojones.» Magge Lundin se habнa reunido con el gigante rubio que habнa visto en compaснa del abogado Nils Bjurman. «El Viejo y Asqueroso Nils Bjurman de los Cojones.» «El maldito idiota ha contratado a un puto macho alfa para hacerme daсo. A pesar de que le he dejado jodidamente claras las consecuencias.» De repente, Lisbeth Salander hirviу por dentro. Estaba tan furiosa que sintiу un sabor a sangre en la boca. Ahora tendrнa que castigarlo.
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