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TERCERA PARTE: Ecuaciones absurdas Del 23 de marzo al 2 de abril



TERCERA PARTE: Ecuaciones absurdas Del 23 de marzo al 2 de abril

A las ecuaciones sin sentido, que no son vбlidas para ningъn valor, se las denomina absurdas.

(a + b) (a – b)=a2 – b2+1

 


Capнtulo 11 Miйrcoles, 23 de marzo - Jueves, 24 de marzo

Mikael Blomkvist puso la punta del bolнgrafo rojo en un margen del manuscrito de Dag Svensson, trazу un signo de exclamaciуn al que rodeу con un cнrculo y escribiу las palabras «nota al pie». Querнa la referencia de una de las afirmaciones.

Era miйrcoles, vнspera del jueves de Pascua, y Millennium estaba, mбs o menos, de vacaciones toda la semana. Monika Nilsson se encontraba en el extranjero. Lottie Karim se habнa ido a las montaсas con su marido. Henry Cortez se pasу unas cuantas horas atendiendo al telйfono, pero Mikael lo mandу a casa porque no llamaba nadie y porque, ademбs, йl iba a estar allн de todas maneras. Henry desapareciу con una sonrisa de oreja a oreja para ver a su ъltima novia.

A Dag Svensson no se le habнa visto el pelo. Mikael se hallaba solo retocando su manuscrito. El libro iba a constar de doce capнtulos, doscientas noventa pбginas, conclusiуn a la que finalmente habнan llegado. Dag Svensson habнa entregado la versiуn final de nueve de los doce capнtulos y Mikael Blomkvist habнa analizado al dedillo cada palabra y devuelto el texto pidiendo aclaraciones o proponiendo cambios.

No obstante, Mikael consideraba a Dag Svensson un escritor muy hбbil, de modo que su labor editora se limitaba principalmente a observaciones marginales. Tuvo que esforzarse para encontrar algo que realmente mereciera su crнtica. Durante las semanas en que la pila de folios del manuscrito fue creciendo en la mesa de Mikael, sуlo hubo desacuerdo acerca de un pasaje, de aproximadamente una pбgina, que Mikael querнa eliminar y por cuya conservaciуn Dag luchу duramente. Pero se trataba de un detalle sin apenas importancia.

En resumen, Millennium tenнa una obra cojonuda que pronto se hallarнa camino de la imprenta. Que el libro darнa lugar a grandes titulares no lo dudу Mikael ni un instante. Dag Svensson habнa sido tan implacable a la hora de denunciar a los puteros y de atar los cabos sueltos que a nadie se le escaparнa que algo funcionaba mal en el sistema. Esa parte era la literaria. La otra parte eran los datos que Dag Svensson presentaba y que vertebraban el libro; una investigaciуn periodнstica modйlica que deberнa ser protegida como patrimonio cultural.

Durante los ъltimos meses, Mikael habнa aprendido tres cosas acerca de Dag. Era un periodista meticuloso que apenas dejaba hilos sueltos. En sus textos brillaba por su ausencia aquella retуrica pesada que caracteriza a tantos reportajes sociales y los convierte en altisonantes bodrios. Mбs que un reportaje, el libro era una declaraciуn de guerra. Mikael sonriу serenamente. Dag Svensson tenнa aproximadamente quince aсos menos, pero Mikael reconocнa esa pasiуn que йl mismo tuvo una vez, cuando emprendiу su personal cruzada contra los pйsimos periodistas de economнa y redactу un libro que causу un gran escбndalo y por el que todavнa no lo habнan perdonado en algunas redacciones.

El problema consistнa en que el libro de Dag Svensson no podнa tener fisuras. El reportero que da la cara de esa manera necesita o tener las espaldas totalmente cubiertas o renunciar a su publicaciуn. Dag Svensson las tenнa cubiertas al noventa y ocho por ciento. Existнan puntos dйbiles que habнa que examinar mбs profundamente y afirmaciones que, en opiniуn de Mikael, no habнa documentado de una manera satisfactoria.

A eso de las cinco y media abriу el cajуn de su mesa y sacу un cigarrillo. Erika Berger habнa prohibido terminantemente que se fumara allн, pero Mikael estaba solo y nadie iba a pisar la redacciуn durante el fin de semana. Siguiу trabajando cuarenta minutos mбs antes de reunir las hojas y colocarlas encima de la mesa de Erika Berger para que las leyera. Dag Svensson le habнa prometido que a la maсana siguiente le enviarнa por correo electrуnico la versiуn final de los ъltimos tres capнtulos, lo cual le darнa a Mikael la posibilidad de repasar el material durante el fin de semana. Para el martes despuйs de Pascua habнan acordado una reuniуn en la que Dag, Erika, Mikael y la secretaria de redacciуn, Malin Eriksson, se reunirнan para decidir la versiуn final del libro y de los artнculos de Millennium. Despuйs sуlo quedarнa el layout —responsabilidad de Christer Malm—, y mandarlo todo a la imprenta. Mikael ni siquiera habнa pedido presupuestos a las imprentas. Simplemente decidiу contratar, una vez mбs, a Hallvigs Reklam, de Morgongеva. Habнan impreso su libro sobre el caso Wennerstrцm y le ofrecieron un precio y un servicio con los que pocas imprentas podнan competir.

 

 

Mikael consultу el reloj y, furtivamente, se fumу otro cigarrillo. Se sentу junto a la ventana y, bajando la mirada, se puso a contemplar Gцtgatan. Con la punta de la lengua rozу, pensativo, la herida de la parte interna de su labio. Habнa empezado a cicatrizar. Por enйsima vez se preguntу lo que realmente habнa ocurrido en Lundagatan, ante el portal de Lisbeth Salander.

Lo ъnico que sabнa a ciencia cierta era que Lisbeth Salander estaba viva y que habнa vuelto a la ciudad.

En los ъltimos dнas, desde el incidente, habнa intentado contactar con ella a diario. Le habнa enviado correos a la direcciуn que usaba hacнa ya mбs de un aсo pero no obtuvo respuesta alguna. Habнa paseado hasta Lundagatan. Habнa empezado a desesperarse.

Ahora, en la placa de la puerta figuraban los apellidos Salander-Wu. En Suecia habнa censadas doscientas treinta personas llamadas Wu, de las cuales mбs de ciento cuarenta residнan en la provincia de Estocolmo. Ninguna, sin embargo, empadronada en Lundagatan. Mikael no tenнa ni idea de quiйn serнa ese tal Wu que se habнa instalado en casa de Salander. Tal vez se hubiera echado novio o alquilado la casa. Al llamar a la puerta, nadie abriу.

Al final se sentу y redactу una carta como las de antes.

Hola, Sally:

No sй lo que pasarнa hace un aсo pero, a estas alturas, incluso un tнo duro de mollera como yo se ha dado cuenta de que no quieres saber nada de mн. Es tu derecho y tu privilegio decidir con quiйn deseas relacionarte y no pienso darte la tabarra. Simplemente me gustarнa decirte que sigo considerбndote mi amiga, que echo de menos tu compaснa y que me encantarнa, si te apetece, tomarme un cafй contigo.

No sй en quй lнos andas metida, pero el altercado de Lundagatan me pareciу preocupante. Si necesitas ayuda, puedes llamarme a la hora que sea. Tengo, evidentemente, una gran deuda contigo.

Tambiйn tengo tu bolso. Si quieres que te lo devuelva llбmame. Si no deseas verme, dame una direcciуn a la que te lo pueda mandar. Ya que has dejado tan claro que no te apetece verme, no te buscarй.

Mikael

No recibiу, claro estб, respuesta alguna.

La maсana de la agresiуn de Lundagatan, cuando llegу a casa, vaciу el contenido del bolso sobre la mesa de la cocina. Habнa una cartera con un carnй de identidad expedido en Correos y aproximadamente seiscientas coronas en metбlico y doscientos dуlares americanos, asн como un abono mensual de Stockholms Lokaltrafik. Tambiйn tenнa un paquete de Marlboro Light abierto, tres mecheros Bic, una cajita de caramelos para la garganta, un paquete abierto de kleenex, un cepillo y pasta de dientes y tres tampones en un bolsillo lateral, un paquete de preservativos sin abrir con una etiqueta que indicaba que habнa sido comprado en el aeropuerto de Gatwick, en Londres, un cuaderno con tapas duras y negras de formato A5, cinco bolнgrafos, un bote de gas lacrimуgeno, una bolsita con pintalabios y maquillaje, una radio FM con auriculares pero sin pilas y el vespertino Aftonbladet del dнa anterior.

El objeto mбs fascinante del bolso era un martillo que habнa en un compartimento exterior, de fбcil acceso. Sin embargo, el ataque se habнa producido de manera tan sorprendente que Lisbeth no tuvo tiempo de echar mano ni al martillo ni al espray lacrimуgeno. Al parecer, usу las llaves como puсo americano. En ellas quedaban rastros de sangre y de piel.

Su llavero tenнa seis llaves. Tres de ellas eran las tнpicas de casa: la del portal, la del piso y la de la cerradura de seguridad. Sin embargo, no eran las de Lundagatan.

Mikael abriу y pasу las pбginas del cuaderno. Reconocнa la parca pero pulcra escritura de Lisbeth y tardу poco en constatar que no se trataba precisamente del diario secreto de una niсa. Aproximadamente unas tres cuartas partes del cuaderno estaban llenas de una serie de garabatos que parecнan fуrmulas matemбticas. Arriba de todo, en la primera pбgina, habнa una ecuaciуn que incluso Mikael reconocнa:

(x3 + y3 = z3)

A Mikael siempre se le habнan dado bien las matemбticas. Terminу el instituto con sobresaliente en esa asignatura, algo que, sin embargo, para nada querнa decir que fuera un buen matemбtico, sуlo que fue capaz de asimilar los contenidos de las clases. Pero las pбginas del cuaderno de Lisbeth contenнan garabatos que Mikael no entendнa ni tampoco pretendнa comprender. Una de las ecuaciones se extendнa a lo largo de dos pбginas y terminaba con tachaduras y cambios. Le costу decidir, incluso, si se trataba de fуrmulas y cбlculos matemбticos serios pero, ya que conocнa las peculiaridades de Lisbeth Salander, suponнa que las ecuaciones eran correctas y que seguramente tendrнan algъn significado.

Repasу el cuaderno de nuevo un buen rato. Las ecuaciones le resultaban tan comprensibles como si lo hubiesen puesto ante unos signos chinos. Pero entendнa lo que ella querнa hacer: (x3 + y3 = z3). A Lisbeth le fascinaba el enigma de Fermat, todo un clбsico del que hasta Mikael Blomkvist habнa oнdo hablar. Suspirу profundamente.

La ъltima pбgina contenнa una anotaciуn muy parca y crнptica que no tenнa nada que ver con las matemбticas pero que, aun asн, parecнa una fуrmula.

(Blondie + Magge) = NEB

Estaba subrayada y rodeada con un cнrculo, pero no explicaba nada. A pie de pбgina figuraba el nъmero de telйfono de la empresa de alquiler de coches Auto-Expert de Eskilstuna.

Mikael no hizo intento alguno por interpretar la anotaciуn. Llegу a la conclusiуn de que esos apuntes no eran mбs que garabatos que habrнa hecho mientras pensaba en algo.

 

 

Mikael Blomkvist apagу el cigarrillo y se puso la americana, conectу la alarma de la redacciуn y se fue andando hasta la terminal de Slussen, donde cogiу el autobъs que lo llevу hasta la reserva yuppie de Stдket, en Lдnnersta. Lo habнa invitado a cenar su hermana Annika Blomkvist —ahora Giannini, su apellido de casada—, que cumplнa cuarenta y dos aсos.

 

 

Erika Berger iniciу sus vacaciones de Pascua haciendo footing: un recorrido de tres kilуmetros lleno de rabia e inquietud que terminу en el muelle de los barcos de vapor de Saltsjцbaden. Durante los ъltimos meses habнa descuidado sus sesiones de gimnasio y se sentнa rнgida y en baja forma. Regresу a casa andando. Su marido tenнa que pronunciar una conferencia en una exposiciуn del Moderna Musйet y no llegarнa a casa hasta —como muy pronto— alrededor de las ocho, justo cuando Erika tenнa pensado abrir una botella de vino, encender la sauna y seducir a su marido. Por lo menos asн se distraerнa y dejarнa de darle vueltas al tema que tanto la preocupaba.

Cuatro dнas antes el director general de uno de los grupos mediбticos mбs grandes de Suecia la habнa invitado a comer. Cuando estaban en la ensalada, йl, con voz seria, le comunicу su intenciуn de contratarla como editora jefe del Svenska Morgonposten, el periуdico mбs grande de la empresa, conocido en la jerga periodнstica como el Gran Dragуn.

—La junta directiva ha barajado varios nombres y estamos de acuerdo en que tъ serнas una persona muy valiosa para el periуdico. Te queremos a ti.

Acompaсaba la oferta un sueldo que hacнa que los ingresos de Millennium parecieran una broma.

La oferta cayу como un relбmpago en medio de un cielo despejado y la dejу muda.

—їPor quй precisamente yo?

Al principio se expresу con una extraсa falta de claridad pero luego le saliу con la explicaciуn de que era conocida, respetada y —algo de lo que todos daban fe— una jefa competente. Su manera de sacar a Millennium de las arenas movedizas en las que se encontraba hacнa dos aсos resultaba impresionante. Tambiйn era verdad que el Gran Dragуn necesitaba una renovaciуn. En el periуdico se respiraba un aire rancio y cierta pбtina lo cubrнa todo, cosa que se traducнa en que el nъmero de suscriptores jуvenes se estaba reduciendo cada vez mбs. A Erika se la conocнa por ser una osada periodista. Tenнa garra. Poner a una mujer, feminista para mбs inri, como jefa de la instituciуn mбs conservadora de la Suecia masculina serнa un desafнo muy provocador. Todos estaban de acuerdo. Bueno, todos no. Pero los que contaban estaban de acuerdo.

—Yo no comparto la ideologнa polнtica del periуdico.

—No importa. Tampoco te has definido como una adversaria. Vas a ser jefa, no ideуloga polнtica, y los que escriben los editoriales se las arreglan solos.

No lo dijo, pero tambiйn se trataba de una cuestiуn de clases: Erika venнa de buena familia y del entorno social mбs apropiado.

Erika contestу que, en un principio, la propuesta la atraнa pero que no podнa responderles inmediatamente. Debнa pensбrselo bien y quedу en darles una contestaciуn en breve. El director general le dijo que si el motivo de sus dudas era el sueldo, ella podнa negociar la cifra y aumentarla un poco mбs. Ademбs, se le aсadirнa un paracaнdas dorado excepcionalmente atractivo.

—Ya va siendo hora de que empieces a pensar en tu jubilaciуn.

Casi cuarenta y cinco aсos. Ya habнa pasado sus aсos perros como principiante y sustituta. Habнa fundado Millennium y era la redactora jefe por mйritos propios. El momento de coger el telйfono y decir «sн» o «no» se iba acercando implacablemente. Y no sabнa quй contestar. Se habнa pasado la semana con la intenciуn de tratar el tema con Mikael Blomkvist, pero no acababa de decidirse. Se sentнa como si se lo hubiese ocultado todo, cosa que le provocaba una punzada de mala conciencia.

Habнa desventajas obvias. Un sн conllevarнa interrumpir su colaboraciуn con Mikael. Por muy suculenta que fuera su oferta, йl nunca se irнa con ella al Gran Dragуn. Mikael no necesitaba el dinero y se encontraba muy a gusto escribiendo, a su ritmo, sus propios textos.

Erika se sentнa muy bien con el cargo de redactora jefe que tenнa en Millennium. Le habнa otorgado un estatus dentro del periodismo que se le antojaba casi inmerecido. Ella no escribнa las noticias. No era lo suyo. Se consideraba una mediocre periodista de prensa escrita. En cambio, como periodista radiofуnica o televisiva resultaba buena y, sobre todo, era una brillante redactora jefe. Ademбs, le gustaba el trabajo editorial hands on que conllevaba su cargo en Millennium.

Pero Erika Berger estaba tentada. No tanto por el sueldo como por el hecho de que el trabajo significara que se convertirнa definitivamente en uno de los personajes con mбs peso dentro de los medios de comunicaciуn del paнs.

—Es una oferta irrepetible —habнa dicho el director general.

Allн mismo, ante el Grand Hotel de Saltsjцbaden, se dio cuenta, para su propia desesperaciуn, de que no iba a ser capaz de decir que no. Y temнa el momento de comunicarle la noticia a Mikael Blomkvist.

 

 

Como venнa siendo habitual, la cena de la familia Giannini se celebrу en medio de un ligero caos. Annika tenнa dos hijas: Monica, de trece aсos, y Jennie, de diez. Su marido, Enrico Giannini, jefe para Escandinavia de una empresa internacional de biotecnologнa, habнa conseguido la custodia de Antonio, de diecisйis aсos de edad, fruto de un matrimonio anterior. El resto de los invitados estaba compuesto por la madre —Antonia Giannini—, Pietro —el hermano de Enrico— y Eva-Lotta —su mujer—, asн como por Peter y Nicola, los hijos de йstos. Ademбs de por Marcella, la hermana de Enrico, que vivнa en el mismo barrio con sus cuatro criaturas. Tambiйn invitaron a la cena a una de las tнas de Enrico, Angelina —a la que toda la familia tachaba de loca de atar o, como poco, de muy excйntrica— y su nuevo novio.

Por lo tanto, el caos alrededor de la mesa del comedor, de un tamaсo mбs que generoso, era considerable. La conversaciуn transcurriу en una repiqueteante mezcla de sueco e italiano, a veces al mismo tiempo, y la situaciуn no se hizo mбs llevadera por el hecho de que Angelina se pasara toda la noche hablando de las razones por las que Mikael seguнa soltero y proponiendo toda una serie de apropiadas candidatas de entre las hijas de su cнrculo de amistades. Al final, Mikael declarу que no le importarнa casarse si no fuera porque su amante ya estaba casada. Ante ese comentario, incluso a Angelina no le quedу mбs remedio que callarse.

A las siete y media, sonу el mуvil de Mikael. Pensaba que lo tenнa apagado y estuvo a punto de perder la llamada antes de conseguir sacar el telйfono del bolsillo de la americana, que alguien habнa puesto en el estante de los sombreros que se encontraba en la entrada. Era Dag Svensson.

—їTe llamo en mal momento?

—No especialmente. Estoy cenando en casa de mi hermana con el ejйrcito de la familia de su marido. їQuй pasa?

—Dos cosas. He intentado contactar con Christer Malm pero no contesta al telйfono.

—Esta noche iba al teatro con su novio.

—Mierda. Le habнa prometido que maсana por la maсana le llevarнa a la redacciуn las fotos e ilustraciones que querнamos incluir en el libro. Christer iba a echarles un vistazo durante las fiestas. Pero, de pronto, a Mia se le ha ocurrido subir a Dalecarlia para ver a sus padres y enseсarles la tesis. Tenнamos pensado salir maсana temprano.

—Vale.

—Son fotos en papel, asн que no puedo mandarlas por mail. їTe las podrнa enviar esta misma noche con un mensajero?

—Sн... pero oye, yo estoy en Lдnnersta. Me quedarй aquн un rato mбs y luego volverй a la ciudad. Enskede no me pilla lejos. Puedo pasar por tu casa y recogerlas. їTe viene bien sobre las once?

A Dag Svensson le pareciу muy bien.

—Lo segundo no creo que sea de tu agrado.

—Shoot.

—He tropezado con una cosa que me gustarнa confirmar antes de que el libro vaya a imprenta.

—Vale. їDe quй se trata?

—Zala, escrito con «z».

—їQuй es eso de «Zala»?

—Zala es un gбnster, probablemente de algъn paнs del Este, tal vez Polonia. Te lo mencionaba en un correo que te mandй harб una semana.

—Sorry, se me habнa olvidado.

—Aparece un poco por todas partes en el material. La gente parece tenerle miedo y nadie quiere hablar de йl.

—Ajб.

—Hace un par de dнas volvн a toparme con su nombre. Creo que se encuentra en Suecia y que deberнa formar parte de la lista de puteros del capнtulo siete.

—Dag, no puedes empezar a sacar nuevo material tres semanas antes de llevar el libro a imprenta.

—Ya lo sй. Pero esto es un hallazgo inesperado y no podemos pasarlo por alto. Estuve hablando con un policнa que tambiйn habнa oнdo hablar de Zala y... creo que vale la pena dedicar un par de dнas de la prуxima semana a investigarlo.

—їPor quй? їNo tienes ya bastantes cabrones?

—Йste parece especial. Nadie sabe muy bien quiйn es. Tengo el presentimiento de que hurgar un poco mбs nos serнa muy ъtil.

—Nunca se debe subestimar un presentimiento —dijo Mikael—. Pero sinceramente... no podemos aplazar el deadline ahora. La imprenta estб reservada y el libro ha de salir a la vez que Millennium.

—Lo sй —contestу Dag Svensson, desanimado.

 

 

Mia Bergman acababa de hacer cafй y de verterlo en el termo cuando llamaron a la puerta. Eran las nueve menos algo. Dag Svensson se encontraba cerca de la entrada y, convencido de que era Mikael Blomkvist que se presentaba mбs pronto de lo previsto, abriу sin asomarse a la mirilla. En su lugar se encontrу con una chica de baja estatura, parecida a una muсeca, que tomу por una adolescente.

—Busco a Dag Svensson y a Mia Bergman —dijo la chica.

—Yo soy Dag Svensson —aclarу йl.

—Quiero hablar contigo.

Inconscientemente, Dag consultу la hora. Mia Bergman se acercу a la entrada y se situу detrбs de su pareja con cara de curiosidad.

—їNo te parece un poco tarde para una visita? —preguntу Dag.

La chica lo observу con un paciente silencio.

—їDe quй quieres hablar? —continuу Dag.

—Quiero hablar del libro que piensas publicar en Millennium.

Dag y Mia intercambiaron una mirada.

—їY tъ quiйn eres?

—Me interesa el tema. їPuedo entrar o quieres que lo tratemos aquн, en la escalera?

Dag Svensson dudу un instante. Es cierto que la chica era una perfecta desconocida y que la hora elegida para realizar la visita resultaba rara, pero se le antojу inofensiva y la dejу entrar. La acompaсу a una mesa del salуn.

—їQuieres cafй? —preguntу Mia.De reojo, Dag echу a su pareja una mirada de irritaciуn.

—їQuй te parece si me dices quiйn eres?

—Sн, por favor. Sн al cafй, quiero decir. Me llamo Lisbeth Salander.

Mia se encogiу de hombros y abriу el termo. Como esperaba la visita de Mikael Blomkvist ya habнa puesto unas tazas en la mesa.

—їY quй te hace pensar que voy a publicar un libro en Millennium? —preguntу Dag Svensson.

De repente le entrу una profunda desconfianza, pero la chica lo ignorу y en su lugar mirу a Mia Bergman. Mostrу una mueca que podrнa interpretarse como una sonrisa torcida.

—Una tesis interesante —dijo.

Mia Bergman parecнa asombrada.

—їCуmo puedes saber tъ algo de mi tesis?

—Me encontrй con una copia por casualidad —contestу la chica misteriosamente.

La irritaciуn de Dag Svensson iba en aumento.

—Bueno, їme vas a explicar quй quieres? —insistiу.

Sus miradas se cruzaron. De repente, Dag reparу en que los iris de Lisbeth eran de un color castaсo tan oscuro que, con la luz, se volvнan negro azabache. Se dio cuenta de que se habнa equivocado con su edad. Era mayor de lo que habнa pensado.

—Quiero saber por quй vas por ahн preguntando sobre Zala, Alexander Zala —dijo Lisbeth Salander—. Y, sobre todo, quiero saber exactamente quй sabes de йl.

«Alexander Zala», pensу Dag Svensson, perplejo. Hasta ahora nadie habнa mencionado su nombre de pila.

Dag Svensson examinу a la chica que se encontraba sentada frente a йl. Ella levantу la taza de cafй y bebiу un sorbo sin dejar de mirarlo. Sus ojos resultaban completamente frнos. De pronto sintiу un ligero malestar.

 

 

A diferencia de Mikael y los demбs adultos del grupo —y a pesar de ser la persona que cumplнa aсos—, Annika Giannini sуlo habнa tomado cerveza sin alcohol, renunciando tanto al vino como al chupito de aguardiente para acompaсar la comida. A eso de las diez y media de la noche estaba, por lo tanto, sobria y —ya que en ciertos aspectos consideraba a su hermano mayor un completo idiota del que, de vez en cuando, habнa que ocuparse— se ofreciу generosamente a pasar por Enskede y luego llevarlo a casa. Total, de todos modos ya habнa pensado acercarlo a la parada de autobъs de la carretera de Vдrmdц. No tardarнa mucho mбs en dejarlo en la ciudad.

—їPor quй no te compras un coche? —se quejу, no obstante, cuando Mikael se abrochу el cinturуn de seguridad.

—Porque a diferencia de ti, yo vivo a cuatro pasos de mi trabajo y sуlo necesito el coche aproximadamente una vez al aсo. Ademбs, hoy no podrнa haberlo cogido porque tu marido me ha invitado a aguardiente de Skеne.

—Empieza a asuecarse. Hace diez aсos te habrнa servido algъn licor italiano.

Aprovecharon el trayecto para dedicarse a charlar de hermano a hermana. Aparte de una tнa paterna un poco plasta, dos tнas maternas algo menos plastas y algunos primos lejanos, Mikael y Annika no tenнan mбs familia. Los tres aсos de edad que los separaban los tuvo bastante distanciados durante su adolescencia. De adultos, en cambio, se habнan llegado a conocer mucho mejor.

Annika estudiу Derecho y Mikael la consideraba la mбs inteligente de los dos. Se sacу la carrera con la gorra, pasу un par de aсos haciendo prбcticas en un juzgado de primera instancia y luego trabajу como ayudante de uno de los fiscales mбs conocidos de Suecia, con quien estuvo hasta que se marchу para abrir su propio bufete. Annika se habнa especializado en Derecho familiar, algo que, con el tiempo, derivу en un compromiso por la igualdad entre los sexos. Se comprometiу como abogada con las mujeres maltratadas, escribiу un libro sobre el tema y se hizo con un nombre. Por si fuera poco, se metiу en polнtica y colaborу con los socialdemуcratas, lo cual llevу a Mikael a pincharla por ser una oportunista. Ya desde muy joven, el propio Mikael habнa decidido que no podнa pertenecer a un partido polнtico y conservar su credibilidad periodнstica. Se abstenнa incluso de votar y, en las ocasiones en las que lo hizo, nunca quiso revelar por quiйn. Ni siquiera a Erika Berger.

—їCуmo estбs? —preguntу Annika cuando pasaron el puente de Skuru.

—Bueno, bien.

—Entonces, їcuбl es el problema?

—їEl problema?

—Te conozco, Micke. Has estado como ausente toda la noche.

Mikael permaneciу un rato en silencio.

—Es una historia complicada. De momento tengo dos problemas. Uno tiene que ver una chica que conocн hace dos aсos, que me ayudу con el asunto Wennerstrцm y que luego desapareciу de mi vida sin mбs, sin ninguna explicaciуn. No le he visto el pelo en mбs de un aсo. Hasta la semana pasada.

Mikael le contу la agresiуn sufrida por Lisbeth en Lundagatan.

—їHas puesto una denuncia a la policнa? —preguntу Annika en seguida.

—No.

—їPor quй?

—Esta chica es una persona excepcionalmente celosa con su vida privada. Fue ella a quien atacaron. Es ella la que ha de poner la denuncia.

Algo que, sospechaba Mikael, no estaba en el primer punto del orden del dнa de la agenda de Lisbeth Salander.

—Cabezota —dijo Annika, acariciando la mejilla de Mikael—. Siempre te las apaсas para hacer las cosas tъ solito. їCuбl es el segundo problema?

—En Millennium estamos trabajando en una historia que va a dar mucho que hablar. Llevo toda la noche pensando si consultarte o no. Como abogada, quiero decir.

Atуnita, Annika mirу de reojo a su hermano.

—ЎConsultarme a mн! —exclamу—. Anda, eso sн que es una novedad.

—La historia va de trafficking y violencia contra las mujeres. Tъ eres abogada y sabes de eso. Es cierto que no te ocupas de casos de libertad de prensa, pero me encantarнa que leyeras el texto antes de mandarlo a imprenta. Se trata de unos cuantos artнculos para la revista pero tambiйn de un libro, asн que tienes lectura para rato.

Annika permaneciу en silencio al enfilar Hammarby Fabriksvдg y pasar por la esclusa de Sickla. Se metiу por algunas pequeсas calles, en paralelo a Nynдsvдgen, y avanzу serpenteando hasta que pudo incorporarse a Enskedevдgen.

—їSabes, Mikael? En toda mi vida sуlo he estado realmente cabreada contigo una vez.

—їAh, sн? —contestу Mikael, asombrado.

—Cuando te demandу Wennerstrцm y te condenaron a tres meses de cбrcel por difamaciуn. Me cabreй tanto contigo que estuve a punto de explotar.

—їPor quй? Metн la pata.

—Has metido la pata muchas veces. Pero en aquella ocasiуn te hacнa falta un abogado y la ъnica a la que no recurriste fue a mн. Te quedaste allн solito, tragбndote toda la mierda que te cayу en el juicio y en los medios de comunicaciуn. Ni siquiera te defendiste. Creн morir.

—Fueron unas circunstancias especiales. No podrнas haber hecho nada.

—Ya, pero no lo entendн hasta un aсo mбs tarde, cuando Millennium volviу a pisar el terreno de juego y ganу a Wennerstrцm por goleada. Hasta ese momento no puedes ni imaginarte lo mucho que me decepcionaste.

—No podrнas haber hecho nada para ganar el juicio.

—No te enteras, hermanito. Yo tambiйn entiendo que se trataba de un caso perdido. Leн la sentencia. Pero el quid de la cuestiуn es que no acudiste a mн para pedir ayuda. Algo tan simple como: «Hola, hermanita; necesito un abogado». Por eso nunca me presentй en los juzgados.

Mikael meditу sobre el tema.

—Sorry. Deberнa haberlo hecho, supongo.

—Supones bien.

—Ese aсo estaba fatal. No tenнa fuerzas para hablar con nadie. Sуlo querнa dejarlo todo y morirme.

—Algo que, por cierto, no fue precisamente lo que hiciste.

—Perdуname.

De pronto Annika Giannini sonriу.

—No estб mal. Una disculpa al cabo de dos aсos. De acuerdo. No me importa leer esos textos. їCorre prisa?

—Sн. Pronto vamos a imprenta. Gira a la izquierda, aquн.

 

 

Annika Giannini aparcу al otro lado de la calle, frente al portal de Bjцrneborgsvдgen donde vivнan Dag Svensson y Mia Bergman.

—Sуlo me llevarб un minuto —dijo Mikael.

Cruzу la calle corriendo y marcу el cуdigo del portal. Nada mбs acceder al edificio se dio cuenta de que pasaba algo. Oyу unas indignadas voces resonando en la escalera y subiу andando hasta la casa de Dag Svensson y Mia Bergman, en el tercer piso. Hasta que no llegу no se dio cuenta de que todo aquel jaleo procedнa de allн. Cinco vecinos se encontraban en el rellano. La puerta de la casa de Dag y Mia estaba entreabierta.

—їQuй pasa? —preguntу mбs por curiosidad que por preocupaciуn.

Las voces cesaron. Cinco pares de ojos lo contemplaron. Tres mujeres y dos hombres, todos rondando la edad de la jubilaciуn. Una de ellas llevaba camisуn.

—Han sonado como tiros. —El hombre que contestу tenнa unos setenta aсos y vestнa una bata marrуn.

—їTiros? —repitiу Mikael con cara de tonto.

—Ahora mismo. En ese piso. Hace un minuto. La puerta estaba abierta.

Mikael se abriу camino y llamу al timbre al mismo tiempo que entraba.

—їDag? їMia? —gritу.

No hubo respuesta.

De repente sintiу que un gйlido frнo le recorrнa la nuca. Olнa a pуlvora. Luego se acercу a la puerta del salуn-comedor. Lo primero que vio, Diosmioporfavor, fue a Dag Svensson de bruces en medio de un enorme charco de sangre ante la mesa donde йl y Erika habнan cenado hacнa unos meses.

Mikael se acercу a toda prisa a Dag, mientras sacaba bruscamente el mуvil y marcaba el 112 de SOS Alarm. Contestaron en seguida.

—Me llamo Mikael Blomkvist. Necesito una ambulancia y tambiйn a la policнa.

Les dio la direcciуn.

—їDe quй se trata?

—Un hombre. Parece haber recibido un disparo en la cabeza y no da seсales de vida.

Mikael se inclinу e intentу tomarle el pulso en el cuello. Luego le descubriу un crбter en la parte posterior de la cabeza y se dio cuenta de que estaba pisando una parte considerable de lo que habнa sido la masa encefбlica de Dag Svensson. Retirу la mano despacio.

Ninguna ambulancia del mundo podrнa salvar la vida de Dag Svensson.De pronto descubriу los aсicos de una de las tazas de cafй que Mia Bergman habнa heredado de su abuela y que con tanto cariсo guardaba. Se levantу sъbitamente y mirу a su alrededor.

—ЎMia! —gritу.

El vecino de la bata marrуn habнa entrado en la casa siguiendo a Mikael. Este se dio la vuelta en la puerta del salуn y lo seсalу con el dedo.

—ЎQuйdese ahн! —gritу—. Vuelva a la escalera.

Al principio dio la impresiуn de intentar protestar, pero obedeciу. Mikael permaneciу quieto durante quince segundos. Luego bordeу el charco de sangre y pasу con mucho cuidado por delante de Dag Svensson, hasta llegar a la puerta del dormitorio.

Mia Bergman se hallaba tumbada de espaldas en el suelo, a los pies de la cama. NonononoMiatambiennoporDios. Le habнan disparado en la cara. La bala habнa penetrado por la mandнbula, por debajo de la oreja izquierda. El orificio de salida de la sien era del tamaсo de una naranja y su cuenca ocular derecha estaba vacнa. El flujo de sangre era, si cabнa, aъn mбs intenso que el de Dag. El impacto de la bala habнa sido tan violento que la pared del cabecero de la cama, a varios metros de Mia Bergman, estaba salpicada de sangre.

Mikael se percatу de que tenнa el mуvil agarrado convulsivamente, con la central de emergencias todavнa en lнnea, y de que estaba conteniendo la respiraciуn. Inspirу profundamente y se acercу el mуvil a la oreja.

—Necesitamos a la policнa. Han disparado a dos personas. Creo que estбn muertas. Dense prisa.

Oyу que la voz de SOS Alarm decнa algo pero no fue capaz de discernir las palabras. De repente le pareciу que algo le pasaba en el oнdo. A su alrededor reinaba un silencio absoluto. Al intentar hablar no oyу el sonido de su propia voz. Bajу el mуvil y saliу del piso caminando hacia atrбs. Al llegar al rellano de la escalera, se dio cuenta de que todo el cuerpo le temblaba y de que el corazуn le palpitaba de un modo anormal. Sin pronunciar palabra se abriу camino entre el petrificado grupo de vecinos y se sentу. Como a lo lejos, oyу que le hacнan preguntas. «їQuй ha pasado? їSe han hecho daсo? їHa ocurrido algo?» Era como si el sonido de sus voces le llegara a travйs de un tъnel.

Mikael estaba como anestesiado. Se dio cuenta de que se encontraba en estado de shock. Metiу la cabeza entre las rodillas. Luego se puso a pensar. «Dios mнo, los han asesinado. Acaban de matarlos a tiros. El asesino puede estar todavнa en la casa... no, lo habrнa visto. El apartamento sуlo tiene cincuenta y cinco metros cuadrados.» No podнa dejar de temblar. Dag yacнa tumbado boca abajo, de modo que no vio su cara. Pero la imagen del rostro destrozado de Mia se le habнa quedado grabada en la retina.

De repente recobrу la audiciуn, como si alguien hubiese ajustado el volumen. Se levantу rбpidamente y mirу al vecino de la bata marrуn.

—Oiga —le dijo—. Pуngase aquн y asegъrese de que nadie entre en el apartamento. La policнa y la ambulancia estбn de camino. Voy a bajar a abrirles la puerta.

Mikael saltу los escalones de tres en tres. Una vez en la planta baja echу un vistazo, por casualidad, a la escalera que conducнa al sуtano y se detuvo en seco. Descendiу un peldaсo. A medio tramo habнa un revуlver. Mikael constatу que parecнa ser un Colt 45 Magnum, la misma arma que se utilizу para matar a Olof Palme.

Controlу el impulso de cogerla. En su lugar, se acercу a la puerta de entrada y la colocу para que quedara abierta. Luego saliу a la calle y permaneciу quieto en la noche. Hasta que no oyу un corto pitido de claxon no se acordу de que su hermana lo estaba esperando. Cruzу.

Annika Giannini abriу la boca dispuesta a soltar algъn sarcasmo referente a los habituales retrasos de su hermano. Luego vio la expresiуn de su rostro.

—їHas visto a alguien mientras me esperabas? —preguntу Mikael.

Su voz sonaba ronca y nada natural.

—No. їA quiйn? їQuй ha pasado?

Mikael permaneciу callado durante unos segundos mientras examinaba los alrededores. Silencio y tranquilidad. Se hurgу el bolsillo de la chaqueta y encontrу un paquete arrugado en el que quedaba un cigarrillo olvidado. Cuando lo encendiу, oyу un lejano sonido de sirenas que se iba acercando. Consultу su reloj. Eran las 23.17 horas.

—Annika, va ser una noche muy larga —dijo sin mirarla cuando el coche patrulla enfilу la calle.

 

 

Los primeros en personarse en el lugar fueron los agentes Magnusson y Ohlsson. Habнan estado en Nynдsvдgen atendiendo un aviso que resultу ser una falsa alarma. Acto seguido se presentу otro coche con el comisario Oswald Mеrtensson, quien se hallaba en Skanstull cuando lo llamaron desde la central. Llegaron casi al mismo tiempo desde direcciones opuestas y descubrieron en el medio de la calle a un hombre en vaqueros y chaqueta oscura que levantу la mano para que se detuviesen. En ese mismo momento una mujer salнa de un vehнculo que estaba aparcado a pocos metros de йl.

Los tres policнas aguardaron unos instantes. La central les habнa comunicado que habнan disparado a dos personas, y el hombre sostenнa un objeto oscuro con la mano izquierda. Les llevу unos segundos asegurarse de que se trataba de un mуvil. Descendieron de los coches a la vez, se ajustaron los correajes y se acercaron para observar mбs detenidamente a esas dos figuras. Mеrtensson asumiу el mando en seguida.

—їEs usted el que ha avisado de los tiros?

El hombre asintiу. Parecнa bastante alterado. Fumaba un cigarrillo y le temblaba la mano al acercarlo a los labios.

—їCуmo se llama?

—Mikael Blomkvist. Hace apenas unos minutos que han disparado a dos personas en este edificio. Se llaman Dag Svensson y Mia Bergman. Estбn en la tercera planta. Hay unos vecinos en el descansillo.

—ЎDios mнo! —exclamу la mujer.

—їUsted quiйn es? —preguntу Mеrtensson.

—Me llamo Annika Giannini.

—їViven aquн?

—No —contestу Mikael Blomkvist—. Iba a visitar a la pareja a la que han disparado. Ella es mi hermana. Venimos de una cena.

—Y dice usted que han disparado a dos personas... їHa visto lo que ha pasado?

—No. Me los he encontrado en el suelo.

—Subamos a verlo —dijo Mеrtensson.

—Espere —dijo Mikael—, segъn los vecinos los tiros se produjeron escasos momentos antes de que yo llegara. Avisй un minuto despuйs. Desde entonces no han pasado ni cinco minutos. Eso quiere decir que el asesino debe de seguir en las inmediaciones.

—Pero їno tiene ninguna descripciуn?

—No hemos visto a nadie. Quizб los vecinos hayan visto algo.

Mеrtensson le hizo seсas a Magnusson, quien cogiу su radio y, en voz baja, empezу a informar a la central. Se volviу hacia Mikael.

—їPuede mostrarme el camino?

Cuando entraron por el portal, Mikael se parу y, en silencio, seсalу con el dedo hacia la escalera del sуtano. Mеrtensson se inclinу y examinу el arma. Bajу el tramo que quedaba hasta el final y comprobу la manilla de la puerta. Estaba cerrada con llave.

—Ohlsson, quйdese aquн y vigile —le ordenу Mеrtensson.

Ante el apartamento de Dag y Mia la concentraciуn de vecinos habнa disminuido. Dos de ellos ya habнan vuelto a sus casas, pero el hombre de la bata marrуn todavнa continuaba en su puesto. Al ver los uniformes dio la impresiуn de sentirse aliviado.

—No he dejado entrar a nadie —se apresurу a decir.

—Muy bien —contestaron Mikael y Mеrtensson.

—Parece haber rastros de sangre en la escalera —advirtiу el agente Magnusson.

Todo el mundo apreciу unas pisadas. Mikael bajу la mirada a sus mocasines italianos.

—Probablemente sean mнas —dijo Mikael—. He estado en el piso. Hay mucha sangre.

Mеrtensson observу inquisitivamente a Mikael. Con un bolнgrafo empujу la puerta del apartamento y constatу que habнa mбs pisadas de sangre en la entrada.

—A la derecha. Dag Svensson estб en el salуn y Mia Bergman en el dormitorio.

Mеrtensson efectuу una rбpida inspecciуn por toda la casa y volviу a salir al cabo de poco. Se comunicу por radio y pidiу refuerzos a la policнa criminal. Mientras estaba hablando, se presentу el personal de la ambulancia. Mеrtensson los detuvo justo cuando terminaba su conversaciуn radiofуnica.

—Dos personas. Por lo que he visto, ya no necesitan ninguna asistencia sanitaria. їPodrнa entrar sуlo uno de ustedes? Intenten no tocar nada.

No tardaron mucho tiempo en confirmar que sobraban. Un mйdico de guardia comentу que no resultaba necesario trasladar los cuerpos a un hospital para intentar reanimarlos. Ya no habнa esperanza. De repente, a Mikael le sobrevino un intenso mareo y se dirigiу a Mеrtensson.

—Voy a salir. Necesito aire.

—Me temo que no puedo dejarle marchar.

—No se preocupe —dijo Mikael—. Estarй ahн fuera.

—їMe permite ver su documentaciуn?

Mikael sacу la cartera y se la entregу. Luego dio media vuelta y, sin pronunciar palabra, bajу y se sentу en las escaleras del portal de la entrada, donde Annika seguнa esperando junto al agente Ohlsson. Ella se sentу a su lado.

—Micke, їquй ha pasado? —preguntу Annika.

—Dos personas a las que querнa mucho han sido asesinadas. Dag Svensson y Mia Bergman. El manuscrito que querнa que leyeras era de йl.

Annika Giannini comprendiу que no era el momento de atosigarlo a preguntas. En su lugar, puso los brazos alrededor de los hombros de su hermano y los mantuvo allн mientras iban llegando mбs coches de policнa. Ya habнa un grupo de curiosos y nocturnos transeъntes apostados en la acera de enfrente. Mikael los contemplу callado mientras la policнa empezу a acordonar la zona. La investigaciуn de un asesinato se acababa de poner en marcha.

 

 

Eran mбs de las tres de la madrugada cuando los agentes de la policнa criminal dejaron marchar, por fin, a Mikael y Annika. Los dos hermanos habнan pasado una hora en el coche de Annika, delante del portal, esperando a que llegara el fiscal de guardia para iniciar la instrucciуn del sumario. Luego —como Mikael era buen amigo de las dos vнctimas y fue йl quien las encontrу y dio el aviso— les pidieron que los acompaсaran a la jefatura de Kungsholmen para —utilizando sus propias palabras— colaborar con la investigaciуn.

Allн debieron esperar un buen rato antes de que los interrogara una inspectora de la policнa criminal llamada Anita Nyberg, que estaba de guardia. Era rubia como el trigo y parecнa una adolescente.

«Me estoy haciendo mayor», pensу Mikael.

A las dos y media de la madrugada llevaba tantas tazas de cafй recalentado que estaba completamente sobrio, pero sintiу nбuseas. Tuvo que interrumpir el interrogatorio para salir corriendo en direcciуn al baсo y allн vomitу sin contenciуn. Era incapaz de borrar de su retina la imagen del rostro destrozado de Mia Bergman. Bebiу varios vasos de agua y se refrescу la cara una y otra vez antes de volver al interrogatorio. Intentу ordenar sus pensamientos y contestar tan detalladamente como pudo a las preguntas de Anita Nyberg.

—їTenнan Dag Svensson y Mia Bergman enemigos?

—No, que yo sepa.

—їHabнan recibido amenazas?

—No, que yo sepa.

—їCуmo era la relaciуn entre ambos? —Parecнan quererse. Dag me contу en una ocasiуn que pensaban tener un niсo en cuanto Mia fuera doctora.

—їConsumнan drogas?

—Ni idea. No lo creo. Y si lo hacнan, no pienso que fuera mбs allб de algъn que otro porro en ocasiones especiales.

—їPor quй fue a su casa tan tarde?

Mikael le explicу el motivo.

—їNo era raro ir a su casa a esas horas de la noche?

—Sн. Cierto. Se trataba de la primera vez.

—їDe quй los conocнa?

—Del trabajo.

Mikael siguiу explicбndose durante lo que pareciу una eternidad.

Y una y otra vez, las preguntas intentaban establecer la extraсa secuencia cronolуgica.

Los disparos se habнan oнdo en todo el edificio. Se produjeron con menos de cinco segundos de intervalo. El hombre de setenta aсos y de la bata marrуn era el vecino mбs cercano, a la vez que un comandante jubilado de la artillerнa costera. Se encontraba viendo la televisiуn y se levantу del sofб en cuanto oyу el segundo tiro. Inmediatamente, arrastrу los pies en direcciуn a la escalera. Considerando que tenнa problemas de cadera y que le costaba levantarse, йl mismo calculу que tardarнa unos treinta segundos en abrir la puerta. Ni йl ni ningъn otro individuo vieron al criminal.

Segъn las estimaciones de los vecinos, Mikael habнa llegado a la entrada del apartamento menos de dos minutos despuйs de efectuarse los disparos.

Teniendo en cuenta que tanto Annika como йl habнan tenido la calle controlada durante unos treinta segundos —mientras Annika se iba acercando con el coche al portal, aparcaba e intercambiaba unas palabras con Mikael antes de que йste cruzara la calle y subiera las escaleras— habrнa un espacio de tiempo de entre treinta y cuarenta segundos aproximadamente. Durante ese lapso, el autor del doble asesinato habrнa tenido tiempo de salir del apartamento, bajar las escaleras, tirar el arma en la planta baja, abandonar el inmueble y desaparecer de la vista de todos, antes de que Annika llegara con el coche. Y todo eso sin que ni una sola persona viera ni la sombra del homicida.

Todos constataron que fue una simple cuestiуn de segundos que Mikael y Annika no lo descubrieran.

Por un angustioso momento Mikael se dio cuenta de que la inspectora Anita Nyberg barajaba la posibilidad de que Mikael fuera el autor del asesinato, que sуlo hubiera bajado una planta para luego fingir su llegada al lugar cuando los vecinos se agruparon. Pero Mikael tenнa una coartada avalada por la presencia de su hermana; y ademбs las horas parecнan cuadrar. Sus actividades, incluyendo la llamada telefуnica de Dag Svensson, podнan ser confirmadas por un gran nъmero de miembros de la familia Giannini.

Al final, Annika dijo basta. Mikael habнa colaborado de todas las maneras razonables y posibles. Estaba visiblemente cansado y no se encontraba bien. Ya era hora de interrumpir aquello y dejarle marchar. Les recordу que ella era su abogada y que йl tenнa ciertos derechos establecidos por Dios o, al menos, por el Parlamento.

 

 

Cuando salieron a la calle, permanecieron callados un buen rato ante el coche de Annika.

—Vete a casa a descansar —dijo ella.

Mikael negу con la cabeza.

—Tengo que ir a casa de Erika —le respondiу—. Ella tambiйn los conocнa. No puedo contбrselo por telйfono y no quiero que se despierte y se entere por los informativos.

Annika Giannini dudу un momento pero se dio cuenta de que su hermano tenнa razуn.

—A Saltsjцbaden, entonces —dijo ella.

—їTe quedan fuerzas?

—їPara quй estбn las hermanitas?

—Si me dejas en Nacka Centrum, puedo coger un taxi desde allн o esperar un autobъs.

—No digas tonterнas. Entra, yo te llevo.



  

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