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Capнtulo 5 Miйrcoles, 12 de enero -Viernes, 14 de eneroCapнtulo 5 Miйrcoles, 12 de enero -Viernes, 14 de enero Дppelviken le pareciу un lugar extraсo y desconocido cuando, por primera vez en dieciocho meses, Lisbeth enfilу el camino de la entrada con su alquilado Nissan Miera. Desde que cumpliу los quince aсos solнa ir un par de veces al aсo a la residencia donde ingresaron a su madre despuйs de que ocurriera Todo Lo Malo. A pesar de sus escasas visitas, Дppelviken habнa constituido un punto fijo en la existencia de Lisbeth. Era el lugar donde su madre habнa pasado sus ъltimos diez aсos y donde acabу falleciendo con tan sуlo cuarenta y tres, despuйs del fatнdico y definitivo derrame cerebral. El nombre de su madre era Agneta Sofia Salander. Los ъltimos catorce aсos de su vida habнan estado marcados por una sucesiуn de pequeсos derrames cerebrales que le impidieron cuidar de sн misma y realizar sus actividades cotidianas. Hubo perнodos en los que no fue posible comunicarse con ella y en los cuales, incluso, le resultу difнcil reconocer a Lisbeth. Pensar en su madre siempre le producнa una sensaciуn de desamparo y la sumнa en la mбs absoluta oscuridad. En su adolescencia albergу, durante mucho tiempo, la esperanza de que se curara y de poder establecer algъn tipo de relaciуn con ella. Siempre supo que eso no ocurrirнa jamбs. La madre de Lisbeth era delgada y bajita pero, ni de lejos, tan anorйxica como ella. Al contrario, era realmente guapa y estaba bien proporcionada. Al igual que la hermana de Lisbeth. Camilla. Lisbeth no querнa pensar en su hermana. A Lisbeth se le antojaba una ironнa del destino que ella y su hermana fueran tan drбsticamente distintas. Eran gemelas, nacidas con un intervalo de veinte minutos. Lisbeth era la primogйnita. Camilla era guapa. Resultaban tan diferentes que era increнble que se hubieran formado en el mismo ъtero. Si algo del cуdigo genйtico de Lisbeth Salander no hubiera fallado, ella tambiйn habrнa tenido exactamente la misma deslumbrante belleza que su hermana. Y con toda seguridad habrнa sido igual de tonta. Desde su mбs tierna infancia, Camilla siempre fue extrovertida, popular y una alumna sobresaliente. Lisbeth, en cambio, era callada e introvertida, y raramente contestaba a las preguntas de los profesores, cosa que se reflejaba en unas notas extraordinariamente dispares. Ya en primaria, Camilla se distanciу tanto de Lisbeth que ni siquiera iban juntas al colegio. Los profesores y los compaсeros advirtieron que las dos chicas nunca se relacionaban y que jamбs se sentaban cerca. Desde tercero cursaron sus estudios en clases distintas. Desde que tenнan doce aсos y ocurriу Todo Lo Malo se criaron en diferentes familias de acogida. No se habнan visto desde que habнa cumplido los diecisiete y, en aquella ocasiуn, Lisbeth terminу con un ojo morado y Camilla con un labio partido. Lisbeth desconocнa el paradero actual de Camilla, pero tampoco habнa hecho ningъn esfuerzo por averiguarlo. No habнa amor entre las hermanas Salander. A ojos de Lisbeth, Camilla era falsa, manipuladora y mala persona. No obstante, era Lisbeth la que tenнa una sentencia judicial que afirmaba que no estaba bien de la cabeza. En el aparcamiento destinado a las visitas, se abotonу la desgastada chupa de cuero antes de atravesar la lluvia y dirigirse hacia la entrada principal. Se detuvo en un banco y recorriу el recinto con la mirada. Fue en ese lugar, precisamente en ese mismo banco, donde, dieciocho meses antes, vio a su madre por ъltima vez. Le hizo una inesperada visita a la residencia de Дppelviken, cuando se dirigнa hacia el norte para ayudar a Mikael Blomkvist a cazar a un asesino mъltiple, loco pero metуdico. Su madre estaba inquieta y no pareciу reconocer muy bien a Lisbeth pero, aun asн, no la querнa dejar marchar. Contemplу a su hija con cierta confusiуn en la mirada mientras se resistнa a soltarle la mano. Lisbeth tenнa prisa y se zafу, le dio un abrazo a su madre y saliу de allн montada en su moto. La directora de Дppelviken, Agnes Mikaelsson, pareciу alegrarse de ver a Lisbeth. La saludу amablemente y la acompaсу a un trastero de donde recogieron una caja. Lisbeth la levantу. Pesaba un par de kilos. Para tratarse de la herencia de toda una vida, no era gran cosa. —No sabнa quй hacer con las pertenencias de tu madre —dijo Mikaelsson—. Pero tenнa el presentimiento de que un dнa aparecerнas. —He estado de viaje —contestу Lisbeth. Le dio las gracias por guardarle la caja. La llevу hasta el coche y abandonу Дppelviken por ъltima vez.
Algo despuйs de las doce, Lisbeth ya estaba de regreso en Mosebacke. Subiу la caja hasta el piso y, sin abrirla, la colocу en un trastero de la entrada y volviу a salir. Nada mбs abrir el portal, un coche de la policнa pasу a poca velocidad. Lisbeth se detuvo y observу atentamente la autoritaria presencia que se hallaba ante su do-micilio pero, como los agentes no mostraron ningъn signo hostil, los dejу ir. Por la tarde fue a H&M y a KappAhl y renovу su vestuario. Se hizo con un fondo de armario compuesto por pantalones, vaqueros, jersйis y calcetines. No le interesaba la ropa de marca, pero sintiу cierto placer en poder comprar, sin pestaсear, media docena de vaqueros. La compra mбs extravagante la realizу en Twilfit, donde adquiriу un gran nъmero de bragas y sujetadores a juego. Se trataba, de nuevo, de prendas bбsicas pero, despuйs de media hora buscando con cierta vergьenza, tambiйn cogiу un conjunto que le pareciу sexy o incluso «porno», y que antes nunca se le habrнa pasado por la cabeza comprar. Cuando, esa misma noche, se lo probу, se sintiу inmensamente ridнcula. Lo que vio en el espejo fue una escuбlida y tatuada chica vestida con una grotesca indumentaria. Se lo quitу todo y lo tirу a la basura. Adquiriу unos robustos zapatos de invierno en Din Sko y dos pares mбs finos para estar por casa. Tambiйn se llevу, por impulso, unas botas negras de tacуn que la hacнan unos cuantos centнmetros mбs alta. Se hizo, ademбs, con una buena cazadora de invierno de ante marrуn. Llevу las compras a casa y, antes de ir a Ringen para devolver el coche alquilado, se preparу un cafй y unos sбndwiches. Regresу andando y pasу el resto de la tarde sentada en el vano de la ventana, contemplando la bahнa de Saltsjцn.
Mia Bergman, doctoranda en criminologнa, cortу la tarta de queso y la decorу con un trozo de helado de frambuesa. Antes de poner un plato para Dag Svensson y otro para ella, sirviу a Erika Berger y Mikael Blomkvist. Malin Eriksson se habнa negado rotundamente a tomar postre, asн que se contentу con un cafй solo en una peculiar taza de porcelana, decorada a la antigua, con flores. —Era la vajilla de mi abuela materna —dijo Mia Bergman al ver que Malin examinaba la taza. —Le da pбnico que se rompa alguna de las piezas —apostillу Dag Svensson—. Sуlo la saca cuando tenemos visitas muy distinguidas. Mia Bergman sonriу. —Me criй en casa de mi abuela durante muchos aсos y esto es prбcticamente lo ъnico que me queda de ella. —Son preciosas —dijo Malin—. Mi cocina es cien por cien Ikea. Mikael Blomkvist pasу de las tazas floreadas y, en su lugar, observу con ojos crнticos el plato con la tarta de queso. Pensу si no deberнa aflojarse el cinturуn un agujero. Al parecer, Erika Berger compartнa la misma sensaciуn. —Dios mнo, yo tambiйn deberнa haber renunciado al postre —dijo como disculpбndose mientras miraba de reojo a Malin Eriksson antes de coger la cuchara con decisiуn. En realidad no iba a ser mбs que una sencilla cena de trabajo para, por una parte, dejar asentadas las premisas de la colaboraciуn y, por otra, seguir hablando del nъmero temбtico de Millennium. Dag Svensson habнa propuesto que fueran a cenar a su casa y Mia Bergman sirviу el mejor pollo en salsa agridulce que Mikael habнa probado en su vida. Lo regaron con dos botellas de un vino tinto espaсol con mucho cuerpo y, llegados al postre, Dag Svensson preguntу si a alguien le apetecнa un poco de Tullamore Dew. Svensson procediу a sacar unos vasos. Sуlo Erika Berger fue lo suficientemente tonta como para declinar la oferta. Dag Svensson y Mia Bergman vivнan en Enskede, en un apartamento de un dormitorio. Llevaban saliendo un par de aсos, y hacнa uno que tomaron la decisiуn de irse a vivir juntos. Habнan quedado sobre las seis. Cuando se sirviу el postre ya eran las ocho y media y todavнa no se habнa dicho ni una sola palabra sobre el verdadero objetivo de la cena. Sin embargo, Mikael habнa descubierto que Dag Svensson y Mia Bergman le caнan bien y que se encontraba muy a gusto en su compaснa. Fue Erika Berger quien, finalmente, dirigiу la conversaciуn hacia el tema por el que se habнan reunido. Mia Bergman sacу una copia impresa de su tesis y la puso encima de la mesa. Tenнa un tнtulo sorprendentemente irуnico —From Russia with Love— que, evidentemente, hacнa alusiуn al clбsico libro de Ian Fleming. El subtнtulo era Trafficking, crimen organizado y las medidas tomadas por la sociedad. —Debйis diferenciar mi tesis del libro que Dag estб escribiendo —dijo—. El libro es una agitadora versiуn centrada en los que se benefician del trafficking. Mi tesis estб compuesta por estadнsticas, estudios de campo, leyes y por un anбlisis de cуmo la sociedad y los tribunales tratan a las vнctimas. —Es decir, a las chicas. —Chicas jуvenes, normalmente de quince a veinte aсos, pertenecientes a la clase obrera y de bajo nivel educativo. A menudo proceden de familias con situaciones bastante conflictivas y no es raro que, ya en su infancia, hayan sido objeto de algъn tipo de abuso. Si vienen a Suecia es, por supuesto, porque alguien las ha engaсado y les ha metido un montуn de mentiras en la cabeza. —Los traficantes de sexo. —En ese sentido hay cierta perspectiva de gйnero en la tesis. Es raro que un investigador pueda determinar, tan nнtidamente, los papeles que asume cada sexo. Las chicas, vнctimas; los chicos, agresores. Con la excepciуn de unas pocas mujeres que se benefician del negocio, no existe ninguna otra forma de delincuencia en la que la naturaleza sexual constituya por sн misma una condiciуn para el delito. Tampoco hay otra actividad delictiva donde la aceptaciуn social sea tan grande y donde la sociedad haga tan poco para acabar con ella. —Si lo he entendido bien, Suecia, a pesar de todo, cuenta con una legislaciуn bastante dura en contra del trafficking y del comercio sexual —dijo Erika. —No me hagas reнr. Cientos de chicas (no existe una estadнstica exacta) son traнdas anualmente a este paнs para trabajar de putas, cosa que, en este caso, debe entenderse como que entregan su cuerpo para que las violen sistemбticamente. Desde que la ley del trafficking entrу en vigor no ha sido aplicada por la justicia mбs que en contadas ocasiones. La primera vez fue en abril de 2003, en el proceso contra aquella loca madame que se sometiу a una operaciуn de cambio de sexo. Como era de esperar, la declararon inocente. —Espera, yo pensaba que la condenaron. —Condenaron al burdel, pero a ella la absolvieron de las acusaciones de trafficking. Se dio la circunstancia de que las vнctimas tambiйn iban a ser las testigos de cargo, pero se quitaron de en medio regresando a los paнses bбlticos. Las autoridades intentaron que vinieran al juicio y fueron buscadas por, entre otros, la Interpol. Tras meses de bъsqueda llegaron a la conclusiуn de que resultaba imposible averiguar su paradero. —їQuй pasу con ellas? —Nada. El programa de la tele «Insider» retomу el tema y viajу a Tallin. A los reporteros les llevу mбs o menos una tarde encontrar a dos de las chicas. Vivнan en casa de sus padres. La tercera se habнa mudado a Italia. —En otras palabras, la policнa de Tallin no fue muy eficaz que digamos. —Desde entonces, la verdad es que hemos tenido un par de sentencias condenatorias, pero siempre a personas que, o bien han sido detenidas por otros delitos, o bien han sido tan tremendamente estъpidas que resultу imposible no detenerlas. La ley no es mбs que fachada. No se aplica. —Vale. —El problema es que, en este caso, los delitos imputados suelen ser violaciуn con agravantes, a menudo combinada con malos tratos, malos tratos graves y amenaza de muerte, acompaсada, en determinadas ocasiones, de una ilegal y forzosa privaciуn de libertad —aсadiу Dag Svensson. —Йsa es la vida diaria de muchas de las jуvenes que, embutidas en una minifalda y maquilladas como puercas, son conducidas a algъn chalй de las afueras. Lo que pasa es que las chicas no tienen elecciуn. O van y follan con un tнo asqueroso o se arriesgan a ser maltratadas y torturadas por su chulo. No pueden escapar: no hablan el idioma, desconocen las leyes y las normas, y no saben adonde ir. No pueden regresar a casa. Una de las primeras medidas es quitarles el pasaporte. Esa madame incluso las llegу a tener encerradas bajo llave en un apartamento. —Suena a campo de concentraciуn. їLas chicas ganan algo con lo que hacen? —Sн —contestу Mia Bergman—. Como bбlsamo reconfortante reciben una parte del pastel. Por lo general, trabajan unos meses antes de que les permitan volver a su tierra. Normalmente lo hacen con un buen fajo de billetes: veinte mil o, incluso, treinta mil coronas, lo cual en rublos supone una pequeсa fortuna. Por desgracia, tambiйn han adquirido graves hбbitos de consumo de alcohol o drogas, asн como un ritmo de vida que se traga el dinero con bastante rapidez. De este modo, el sistema se torna autosuficiente; al cabo de un tiempo regresan para trabajar otra vez en lo mismo y vuelven voluntariamente, por decirlo de alguna manera, con sus torturadores. —їDe cuбnto dinero al aсo estamos hablando? —preguntу Mikael. Mia Bergman mirу de reojo a Dag Svensson y reflexionу un rato antes de contestar. —Es difнcil responder a esa pregunta. Hemos barajado unas cuantas cifras, pero gran parte de nuestros cбlculos no son, al fin y al cabo, mбs que conjeturas. —Grosso modo... —Bueno, sabemos, por ejemplo, que la madame, la que fue condenada por proxenetismo pero absuelta de trafficking, se trajo treinta y cinco mujeres del Este en dos aсos. Estuvieron aquн en perнodos que oscilaban entre las dos semanas y unos meses. En el juicio quedу demostrado que durante esos dos aсos todas juntas ingresaron en total mбs de dos millones de coronas. He hecho mis cбlculos y he estimado que una chica aporta mбs de sesenta mil coronas al mes. De esa cantidad hay que descontar unas quince mil para gastos: viajes, ropa, vivienda, etc. No es ninguna vida de lujo. A menudo duermen en pisos que pertenecen a la organizaciуn. De las restantes cuarenta y cinco mil coronas, la banda se queda con unas veinte o treinta mil, de las cuales la mitad, digamos unas quince mil, va a parar directamente a los bolsillos del jefe. El resto lo reparte entre sus empleados: chуferes, matones y otros. La chica gana entre diez y doce mil. —їY la banda? —Pongamos que una banda tiene dos o tres chicas trabajando para ellos. Eso significa que mensualmente ingresan casi doscientas mil coronas. Cada banda estб compuesta por una media de dos a tres personas que viven de eso. Asн funciona, mбs o menos, la economнa de las violaciones. —їY de cuбnta gente estamos hablando...? En total, quiero decir. —Puedes partir del dato de que permanentemente hay en activo unas cien chicas que, de alguna manera, son vнctimas del trafficking. Eso significa que, al mes, el volumen total de lo que se factura en toda Suecia llega a superar los seis millones de coronas; al aсo rondarб los setenta. Sуlo se trata, claro estб, de chicas que son objeto de trafficking. —Parece calderilla. —Es calderilla. Pero para ingresar esas mбs que modestas sumas, hay que violar a mбs de cien chicas. Me da tanta rabia... —No estб siendo una investigadora objetiva. Pero si detrбs de cada chica hay tres tнos, entonces resulta que mбs de quinientos o seiscientos hombres se ganan la vida con esto. —Tal vez menos. Yo dirнa poco mбs de trescientos. —Pues no parece ser un problema irresoluble —dijo Erika. —Promulgamos leyes y nos indignamos en los medios de comunicaciуn pero casi nadie ha hablado nunca con una puta de los paнses del Este o puede hacerse una idea de cуmo es su vida. —їCуmo funciona? Quiero decir, en la prбctica. Debe de resultar bastante difнcil traer desde Tallin, y sin que se note, a una chica de diecisйis aсos. їQuй hacen nada mбs llegar aquн? —preguntу Mikael. —Cuando empecй a investigar sobre esto, creн que se trataba de una actividad tremendamente bien organizada dirigida por algъn tipo de mafia profesional que, con mбs o menos elegancia, cruzaba la frontera con las chicas. —їY no es asн? —inquiriу Malin Eriksson. —Es una actividad organizada pero tardй mucho en darme cuenta de que, en realidad, se trata de muchas y pequeсas bandas bastante desorganizadas. No pensйis en trajes Armani y coches deportivos. Una banda de tipo medio tiene de dos a tres miembros, la mitad rusos o bбlticos y la mitad suecos. Imaginaos al jefe: cuarenta aсos, sentado en el sofб en camiseta, bebiendo cerveza y tocбndose las narices. Carece de estudios. En ciertos aspectos, lo podrнamos considerar socialmente retrasado, y toda su vida ha estado plagada de problemas. —Quй romбntico. —Su concepciуn de las mujeres data de la Edad de Piedra. Es sumamente violento, se emborracha con frecuencia y le da unas palizas de la hostia a todo aquel que se le pone chulo. Existe una clara jerarquнa en la banda y muchas veces sus colaboradores le tienen miedo.
Los muebles de Ikea llegaron tres dнas mбs tarde, a las nueve y media de la maсana. Dos corpulentos chicos estrecharon la mano de la rubia Irene Nesser, que hablaba con un gracioso acento noruego. Luego empezaron a subir y bajar en el reducidнsimo ascensor y se pasaron el resto del dнa montando mesas, armarios y camas. Eran tremendamente eficaces y se notaba que no era la primera vez que realizaban esa tarea. Irene Nesser bajу a las galerнas de Sцderhallarna, comprу comida griega para llevar y los invitу a comer. Los chicos de Ikea terminaron sobre las cinco de la tarde. Cuando se marcharon, Lisbeth Salander se quitу la peluca y deambulу despreocupadamente por el piso mientras se preguntaba si se encontrarнa a gusto en su reciйn estrenado hogar. La mesa de la cocina le parecнa demasiado elegante para su estilo. En el cuarto aledaсo a la cocina, al que se podнa acceder tanto desde el vestнbulo como desde la propia cocina, habнa instalado su nuevo salуn, dotado de modernos sofбs asн como de unos cuantos sillones, junto a la ventana, alrededor de una mesita. Estaba contenta con el dormitorio. Se sentу cuidadosamente en el borde de la estructura de cama Hemnes y comprobу el colchуn con la mano. De reojo, dirigiу la mirada hacia el despacho, que tenнa vistas a Saltsjцn. «Yes, funciona. Aquн podrй trabajar.» Ignoraba, sin embargo, a quй se iba a dedicar exactamente, de modo que tuvo serias dudas con el mobiliario. «Bueno, ya veremos quй serб de todo esto.» Lisbeth pasу el resto de la noche sacando y ordenando sus pertenencias. Hizo la cama y metiу las toallas, las sбbanas y las fundas de almohada en un armario. Abriу las bolsas de las prendas que habнa comprado, las sacу y las colgу en los roperos. A pesar de la masiva compra efectuada, sуlo ocupу una pequeсa parte del espacio. Puso las lбmparas en su sitio y colocу sartenes, cacerolas, vajilla y cubiertos en los armarios de la cocina. Examinу con ojos crнticos las vacнas paredes y se dio cuenta de que deberнa haber comprado unos pуsteres, o cuadros, o algo por el estilo: esas cosas que la gente normal tiene en las paredes. Una planta tampoco habrнa estado mal. Despuйs abriу las cajas de la mudanza que trajo de Lundagatan y ordenу libros, revistas, recortes y viejos papeles de investigaciones de los que, sin duda, deberнa deshacerse. En un ataque de despilfarro, tirу viejas camisetas y calcetines con agujeros. De repente encontrу un consolador, todavнa metido en su embalaje original. Una torcida sonrisa se dibujу en su rostro. Era uno de esos disparatados regalos de cumpleaсos de Mimmi y se habнa olvidado completamente de su existencia. De hecho, ni siquiera lo habнa probado. Decidiу que eso debнa cambiar y lo colocу, de pie, en la cуmoda que tenнa junto a la cama. Luego se puso seria. Mimmi. Sintiу una punzada de mala conciencia. Durante un aсo habнa estado saliendo con ella regularmente y luego la abandonу por Mikael Blomkvist sin ninguna explicaciуn. No se despidiу de ella ni le comunicу que pensaba dejar Suecia. Tampoco a Dragan Armanskij ni a las chicas de Evil Fingers. Ni una sola palabra. Creerнan que habнa muerto o, posiblemente, se habrнan olvidado de ella. Nunca fue una persona importante dentro de la pandilla. Era como si les hubiese dado la espalda a todos y a todo. De pronto se dio cuenta de que tampoco se habнa despedido de George Bland, en Granada, y se preguntу si estarнa dando vueltas por la playa buscбndola. Pensу en lo que Mikael Blomkvist le habнa dicho sobre la amistad: que se basa en el respeto y la confianza. «Descuido a mis amigos.» Se preguntу si Mimmi seguirнa en la ciudad y si deberнa, contactar con ella. Durante casi toda la tarde y buena parte de la noche se dedicу a ordenar los papeles de su despacho, instalar los ordenadores y navegar por Internet. Mirу cуmo iban sus inversiones y constatу que era mбs rica ahora que hacнa un aсo. Realizу un rutinario control del ordenador del abogado Nils Bjurman, pero no encontrу nada interesante en su correspondencia y llegу a la conclusiуn de que no se pasaba de la raya. No hallу ningъn indicio que diera a entender que habнa mantenido mбs contactos con la clнnica de Marsella. Bjurman parecнa haberse sumido en un estado vegetativo y haber reducido a cero sus actividades profesionales y privadas. Raramente usaba el correo y cuando navegaba por Internet visitaba principalmente pбginas porno. No se desconectу hasta las dos de la madrugada. Entrу en el dormitorio, se desnudу y tirу la ropa sobre una silla. Luego fue al cuarto de baсo para lavarse. El rincуn mбs cercano a la entrada tenнa espejos, puestos en бngulo, desde el suelo hasta el techo. Se contemplу un buen rato. Examinу su angulosa y torcida cara, sus nuevos pechos y su gran tatuaje de la espalda. Era bonito, un largo y serpenteante dragуn de colores rojo, verde y negro que empezaba en el hombro y cuya estrecha cola pasaba sobre la nalga derecha para terminar en el muslo. Durante el aсo que estuvo viajando se habнa dejado crecer el pelo hasta los hombros; pero un dнa de su ъltima semana en Granada, sacу unas tijeras y se lo dejу muy corto. Aъn tenнa trasquilones. Inmediatamente sintiу que un cambio radical habнa ocurrido —o estaba a punto de ocurrir— en su vida. Quizб se tratara del miedo que le producнa disponer de miles de millones y no tener que preocuparse del dinero. Quizб fuera que, finalmente, el mundo de los adultos se habнa acabado imponiendo en su vida. O quizб era la conciencia de que la muerte de su madre ponнa punto final a su infancia. Durante su largo viaje se habнa deshecho de varios piercings. Por razones puramente mйdicas, relacionadas con la operaciуn, en la clнnica de Ginebra le quitaron el aro de uno de sus pezones. Luego se deshizo del que lucнa en el labio inferior. En Granada se desprendiу del que llevaba en el labio izquierdo de la vulva; le provocaba rozaduras y, ademбs, ya ni siquiera se acordaba muy bien de por quй se hizo un piercing ahн. Abriу la boca y destornillу el hierro que, durante siete aсos, le habнa estado atravesando la lengua. Lo depositу en un cuenco del estante situado junto al lavabo. De repente la invadiу una sensaciуn de vacнo en la boca. Exceptuando los aritos del lуbulo, sуlo le quedaban dos piercings: uno en la ceja izquierda y otro brillante en el ombligo. Finalmente entrу en el dormitorio y se metiу bajo su reciйn adquirido edredуn. Descubriу que la cama que habнa comprado era enorme y que ella sуlo ocupaba una pequeсa parte. Se sentнa como si estuviera en la lнnea de banda de un campo de fъtbol. Se envolviу con el edredуn y se quedу pensativa durante un largo rato.
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