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Capнtulo 6 Domingo, 23 de enero - Sбbado, 29 de enero



Capнtulo 6 Domingo, 23 de enero - Sбbado, 29 de enero

Lisbeth Salander tomу el ascensor desde el aparcamiento hasta el quinto piso, la mбs alta de las tres plantas de oficinas de las que Milton Security disponнa en Slussen. Abriу la puerta del ascensor con la copia pirata de la llave maestra que habнa hecho varios aсos atrбs. Nada mбs salir al oscuro pasillo consultу automбticamente su reloj: las 03.10 de la madrugada del domingo. Los que estaban de guardia se encontraban en la central de alarmas, situada en el tercer piso; Lisbeth sabнa que, con toda probabilidad, se hallarнa completamente sola en la planta.

Como siempre, le asombraba que una empresa de seguridad tan seria tuviera carencias tan evidentes en sus propios sistemas de seguridad.

Un aсo despuйs, pocas cosas habнan cambiado en aquel pasillo. Empezу visitando su propio despacho, un cubнculo situado tras una pared de cristal donde en su dнa la instalara Dragan Armanskij. La puerta no estaba cerrada con llave. No tardу muchos segundos en constatar que allн dentro todo seguнa igual, a excepciуn de una pequeсa caja con papeles para tirar que alguien habнa colocado junto a la puerta. El cuarto se hallaba equipado con una mesa, una silla de oficina, una papelera y una desnuda estanterнa. El material informбtico se componнa de un irrisorio PC Toshiba de 1997 cuyo disco duro resultaba ridiculamente pequeсo.

Lisbeth no encontrу indicio alguno que indicara que Dragan Armanskij habнa cedido el despacho a otra persona. Lo interpretу como una buena seсal pero, al mismo tiempo, era consciente de que eso no significaba gran cosa. El cuarto era un espacio perdido de apenas cuatro metros cuadrados a los que difнcilmente se les podrнa dar algъn uso.

Cerrу la puerta y, en silencio, recorriу el pasillo asegurбndose de que no hubiera ninguna ave nocturna trabajando en algъn despacho. Estaba sola. Se detuvo junto a la mбquina de cafй, pulsу un botуn y apareciу un vaso de plбstico con un cappuccino que cogiу antes de continuar hasta el despacho de Dragan Armanskij y abrir la puerta con la llave pirata.

Como siempre, el despacho de Armanskij estaba exasperadamente limpio y ordenado. Dio una vuelta por la habitaciуn y echу un vistazo a la estanterнa antes de sentarse a su mesa y encender el ordenador.

Sacу un cede del bolsillo interior de su flamante cazadora de ante y lo introdujo en el equipo. Arrancу un programa que se llamaba Asphyxia 1.3 y que ella misma habнa diseсado. Su ъnica funciуn consistнa en actualizar el Internet Explorer del disco duro de Armanskij con una versiуn mбs moderna. Le llevу unos cinco minutos.

Cuando terminу, sacу el cede del ordenador y lo reiniciу con la nueva versiуn de Internet Explorer. El programa presentaba el mismo aspecto y se comportaba exactamente igual que la versiуn original, pero era un poco mбs grande y un microsegundo mбs lento. Todas las configuraciones eran idйnticas al original, inclusive la fecha de instalaciуn. No se apreciaba ninguna huella del nuevo programa.

Escribiу una direcciуn ftp de un servidor de Holanda y le apareciу una ventana. Hizo clic en la casilla de copy, escribiу «Armanskij/MiltSec» y le dio al OK. Inmediatamente el ordenador empezу a copiar el disco duro de Armanskij en el servidor de Holanda. Un reloj le indicу que el proceso iba a tardar treinta y cuatro minutos.

Mientras duraba la transmisiуn de datos, sacу una copia de la llave de la mesa de trabajo de Armanskij que йste escondнa en un jarrуn de la estanterнa. Dedicу la siguiente media hora a ponerse al dнa con las carpetas que Armanskij guardaba en el cajуn superior de la derecha, donde siempre colocaba los asuntos en trбmite y los urgentes. Cuando el ordenador hizo «clin», indicando asн que la transmisiуn habнa llegado a su fin, Lisbeth dejу las carpetas en el mismo orden en que las habнa encontrado.

Luego apagу el ordenador y la luz de la mesa de trabajo, y se llevу el vaso vacнo del cappuccino. Abandonу Milton Security por el mismo camino por el que habнa entrado. Eran las 04.12 cuando se metiу en el ascensor.

Volviу a Mosebacke andando. Se sentу delante de su PowerBook y se conectу al servidor de Holanda, donde puso en marcha una copia de Asphyxia 1.3. Cuando el programa se iniciу, se abriу una ventana que le solicitу un disco duro. Tenнa cuarenta alternativas entre las que elegir, de modo que fue descendiendo en la lista que le apareciу en la pantalla. Pasу el disco duro de NilsEBjurman, al que solнa echarle un vistazo aproximadamente cada dos meses. Se detuvo un segundo en MikBlom/laptop y MikBlom/office. Llevaba mбs de un aсo sin tocarlos y pensу en borrarlos. Sin embargo, por una cuestiуn de principios, decidiу conservarlos: ya que habнa pirateado los ordenadores, serнa una tonterнa borrar la informaciуn y tal vez verse obligada a repetir el proceso algъn dнa. Lo mismo sucedнa con un icono llamado Wennerstrцm que llevaba mucho tiempo sin mirar. El propietario estaba muerto. El icono Armanskij/MiltSec era el mбs reciente y se encontraba al final de la lista.

Podrнa haber clonado su disco duro con anterioridad, pero no se molestу en hacerlo ya que, como empleada de Milton, tenнa acceso a aquella informaciуn que Armanskij querнa ocultarle al mundo. El objetivo de la intrusiуn informбtica no era malintencionado. Simplemente deseaba saber en quй andaba trabajando la empresa y cуmo marchaban las cosas. Hizo clic e inmediatamente se abriу una carpeta que contenнa un nuevo icono llamado Armanskij HD. Comprobу que el disco duro se podнa abrir y constatу que todos los archivos estaban en su sitio.

Se quedу leyendo los informes de Armanskij, sus balances econуmicos y su correo electrуnico hasta las siete de la maсana. Finalmente asintiу con actitud meditativa y apagу el ordenador. Entrу en el cuarto de baсo, se lavу los dientes y luego fue al dormitorio, donde se desnudу tirando la ropa al suelo. Se metiу en la cama y durmiу hasta las doce y media del mediodнa.

 

 

El ъltimo viernes de enero la junta directiva de Millennium celebrу su reuniуn anual. Participaron el contable de la empresa —un auditor externo— y los cuatro socios: Erika Berger (el treinta por ciento), Mikael Blomkvist (el veinte por ciento), Christer Malm (el veinte por ciento) y Harriet Vanger (el treinta por ciento). Tambiйn se habнa convocado a la secretaria de redacciуn, Malin Eriksson, como representante del personal y presidenta del comitй de empresa del sindicato. Dicho comitй estaba compuesto por ella misma, Lottie Karim, Henry Cortez, Monika Nilsson y el jefe de marketing, Sonny Magnusson. Esta era la primera vez que Malin Eriksson asistнa a una junta directiva.

Comenzaron a las cuatro y acabaron poco mбs de una hora despuйs. Una gran parte del tiempo se dedicу a presentar el estado de cuentas y el informe de la auditorнa. La junta pudo constatar que, en comparaciуn con la crisis que les habнa afectado hacнa dos aсos, Millennium gozaba de una situaciуn econуmica estable. El informe del auditor daba cuenta de que la empresa habнa obtenido un beneficio neto de dos millones cien mil coronas, de los cuales mбs de uno provenнa de los ingresos del libro de Mikael Blomkvist sobre el caso Wennerstrцm.

A propuesta de Erika Berger, se decidiу crear un fondo de un millуn de coronas como colchуn para futuras crisis, destinar doscientas cincuenta mil coronas no sуlo a las mбs que necesarias reformas del local, sino tambiйn a adquirir nuevos ordenadores y otros equipamientos tйcnicos. Asimismo, se asignaron trescientas mil coronas a un aumento general de los sueldos y a ofrecerle al colaborador Henry Cortez un puesto a jornada completa. Con la cantidad restante se propuso conceder un dividendo de cincuenta mil coronas a cada uno de los socios, asн como una bonificaciуn de cien mil repartida a partes iguales entre los cuatro colaboradores fijos, independientemente de que trabajaran a tiempo parcial o completo. El jefe de marketing, Sonny Magnusson, no recibiу ninguna bonificaciуn. Йl tenнa un contrato que estipulaba que cobrarнa un porcentaje de los anuncios que vendiera, lo cual, periуdicamente, lo convertнa en el mejor pagado de todos los colaboradores. La iniciativa se aprobу por unanimidad.

La idea de Mikael Blomkvist de que el presupuesto destinado a los freelance se redujera para, de ese modo, permitir la contrataciуn de otro reportero a tiempo parcial, dio lugar a una breve discusiуn. Mikael tenнa en mente a Dag Svensson, quien asн podrнa utilizar Millennium como base de sus actividades freelance y quien, quizб mбs adelante, podrнa obtener un puesto a jornada completa. La propuesta topу con la oposiciуn de Erika Berger, quien considerу que la revista no podнa apaсбrselas sin un nъmero relativamente grande de textos freelance. Erika recibiу el apoyo de Harriet Vanger, mientras que Christer Malm se abstuvo de votar. Se decidiу no tocar el presupuesto destinado a los freelance, y analizar si podrнan hacerse ajustes en otros gastos. Todo el mundo expresу sus ganas de contar con Dag Svensson como colaborador, por lo menos a tiempo parcial.

Tras una breve discusiуn sobre la futura orientaciуn de la revista y sus planes de desarrollo, Erika Berger fue reelegida como presidenta de la junta para el aсo siguiente. Acto seguido, se levantу la sesiуn.

Malin Eriksson no dijo ni una sola palabra en toda la reuniуn. Hizo un cбlculo mental y constatу que los colaboradores iban a recibir una bonificaciуn de veinticinco mil coronas, es decir: una cantidad equivalente a mбs de un mes de sueldo. No vio razуn alguna para protestar contra esa decisiуn.

Nada mбs terminar la junta, Erika Berger convocу a los socios a una reuniуn extraordinaria. Eso significaba que Erika, Mikael, Christer y Harriet debнan quedarse. Los demбs abandonaron la sala. En cuanto la puerta se cerrу, Erika declarу abierta la sesiуn.

—Tenemos un solo punto en el orden del dнa. Harriet, en el acuerdo alcanzado con Henrik Vanger decidimos que su participaciуn como socio de la revista serнa de dos aсos. Y el contrato vence ahora. Hemos de ver, por lo tanto, quй va a ocurrir con tu parte o, mejor dicho, con la de Henrik.

Harriet hizo un gesto de asentimiento.

—Todos sabemos que la participaciуn de Henrik se debiу a un acto impulsivo provocado por una situaciуn muy especial —dijo Harriet—. Ahora las circunstancias son otras. їQuй proponйis?

Christer Malm rebullу inquieto en la silla. Era el ъnico de la sala que ignoraba en quй consistнa aquella situaciуn especial. Sabнa que Mikael y Erika le ocultaban la historia, pero Erika le habнa explicado que se trataba de un asunto sumamente personal que concernнa tan sуlo a Mikael, y que йste, bajo ningъn concepto, querнa abordar. Christer no era tan tonto como para no darse cuenta de que el silencio de Mikael tenнa algo que ver con Hedestad y Harriet Vanger. Tambiйn constatу que no necesitaba saberlo para tomar una decisiуn en la cuestiуn principal, y respetaba lo suficiente a Mikael para no hacer una montaсa del asunto.

—Los tres hemos hablado del tema y llegado a un acuerdo comъn —dijo Erika para, acto seguido, realizar una pausa y mirar a Harriet a los ojos—. Antes de comunicarte las razones de nuestra conclusiуn nos gustarнa conocer tu punto de vista.

Harriet Vanger mirу, uno a uno, a Erika, Christer y Mikael, en quien acabу deteniйndose. Pero fue incapaz de deducir nada de sus rostros.

—Si querйis comprar mi parte, os va a costar mбs de tres millones de coronas, mбs intereses, que es lo que la familia Vanger ha invertido en Millennium. їOs lo podrнais permitir? —preguntу Harriet dulcemente.

—Sн —respondiу Mikael, sonriendo.

Henrik Vanger le habнa pagado cinco millones de coronas por el trabajo efectuado. Irуnicamente, uno de los objetivos era encontrar a Harriet Vanger.

—En ese caso, la decisiуn estб en vuestras manos —dijo Harriet—. El contrato estipula que podйis dejar de contar con la familia Vanger a partir de hoy. Yo jamбs habrнa redactado un contrato tan descuidado como el que formalizу Henrik.

—Podrнamos comprar tu parte si nos viйramos obligados a ello —contestу Erika—. Por lo tanto, la cuestiуn es saber quй quieres hacer tъ. Diriges un grupo industrial. Dos, para ser exactos. Todo nuestro presupuesto equivale al dinero que movйis vosotros mientras os tomбis un cafй. їQuй interйs tienes tъ en malgastar tu tiempo en algo tan insignificante como Millennium? La junta directiva celebra una reuniуn cada tres meses y tъ, siempre puntual, has acudido a todas desde que entraste como sustituнa de Henrik.

Harriet Vanger contemplу a la presidenta de su junta directiva con una dulce mirada. Permaneciу en silencio durante un largo rato. Luego mirу a Mikael y contestу:

—Desde el mismo dнa en que nacн siempre he sido propietaria de algo. Y me paso los dнas dirigiendo un grupo donde hay mбs intrigas que en una novela de amor de cuatrocientas pбginas. Cuando empecй a participar en vuestra junta, lo hice para cumplir con unas obligaciones que no podнa declinar. Pero їsabйis una cosa? A lo largo de estos dieciocho meses he descubierto que me encuentro mбs a gusto en esta junta directiva que en todas las demбs.

Mikael moviу la cabeza en un gesto reflexivo. Harriet mirу a Christer.

—La junta directiva de Millennium es como un juguete. Vuestros problemas son pequeсos, comprensibles y abordables. Naturalmente, la empresa desea obtener beneficios y ganar dinero; es uno de los requisitos. Pero vuestras actividades persiguen un objetivo completamente distinto: querйis conseguir algo.

Tomу un poco de agua Ramlцsa del vaso y fijу la mirada en Erika.

—Lo que no queda muy claro es quй es exactamente ese algo. Los objetivos estбn un poco difusos. No sois un partido polнtico ni una organizaciуn defensora de unos determinados intereses. No le debйis lealtad a nadie, excepto a vosotros mismos. Pero seсalбis las carencias de la sociedad y no os importa meteros endiabladamente con personas pъblicas que os caen mal. A menudo querйis influir y cambiar las cosas. Aunque todos fingнs ser unos cнnicos y unos nihilistas, es sуlo vuestra propia moral la que dirige la revista. En varias ocasiones he comprobado que se trata de una moral bastante especial. No sй cуmo llamarlo, pero Millennium tiene alma. La verdad es que йsta es la ъnica junta directiva a la que me siento orgullosa de pertenecer.

Se callу y permaneciу en silencio tanto tiempo que Erika no pudo reprimir una risita.

—Eso suena muy bien. Pero sigues sin contestar a la pregunta.

—Me encuentro a gusto en vuestra compaснa y me ha sentado estupendamente formar parte de esta junta directiva. Esto es de lo mбs loco y raro que me ha sucedido en la vida. Si querйis que me quede, por mн, encantada.

—Perfecto —dijo Christer—. Pero le hemos dado mil vueltas y estamos completamente de acuerdo: vamos a romper el contrato hoy mismo y comprar tu parte.

Harriet se quedу con los ojos abiertos.

—їQuerйis deshaceros de mн?

—Cuando firmamos el contrato estбbamos con la soga al cuello. No tenнamos elecciуn. Y desde entonces no hemos dejado de contar los dнas que faltaban para poder comprar la parte de Henrik Vanger.

Erika abriу una carpeta y puso sobre la mesa unos papeles que le pasу a Harriet Vanger, junto con un cheque por valor de, exactamente, el importe que Harriet habнa mencionado. Hojeу el contrato. Sin pronunciar palabra cogiу un bolнgrafo de la mesa y firmу.

—Bueno —dijo Erika—, pues no ha sido tan difнcil. Quiero agradecerle a Henrik Vanger el tiempo que nos ha dedicado y la aportaciуn realizada a Millennium. Espero que se lo transmitas.

—Lo harй —contestу Harriet Vanger con voz neutra. No mostrу sus sentimientos ni con un simple gesto, pero estaba tan herida como profundamente decepcionada por el hecho de que la hubieran llevado a decir que querнa permanecer en la direcciуn para luego desprenderse de ella tan alegremente. «Joder, no hacнa falta que me hicieran pasar por eso.»

—Pero tambiйn quisiera que te interesaras por un contrato completamente distinto —dijo Erika Berger.

Sacу un nuevo juego de documentos y, desplazбndolos sobre la mesa, se lo acercу.

—Nos preguntбbamos si, esta vez a tнtulo personal, te gustarнa ser socia de Millennium. El precio es exactamente el mismo que la suma que acabas de recibir. La diferencia es que en este contrato no hay lнmites temporales ni clбusulas especiales. Entrarнas en la empresa como socia con pleno derecho y con la misma responsabilidad y las mismas obligaciones que nosotros.

Harriet arqueу las cejas.

—їPor quй un procedimiento tan complicado?

—Porque tarde o temprano tenнa que hacerse —respondiу Christer Malm—. Podrнamos haber renovado el antiguo contrato por un aсo mбs hasta la prуxima reuniуn o hasta que tuviйramos una tremenda pelea en la junta directiva y te echбramos. Pero siempre se trataba de un contrato que, de un modo u otro, habнa que resolver.

Harriet apoyу la cara en una mano y lo mirу inquisitivamente. Luego a Mikael y, acto seguido, a Erika.

—El contrato que firmamos con Henrik se debiу a necesidades econуmicas —dijo Erika—. Contigo firmamos porque nos da la gana. Y, a diferencia del viejo contrato, no resultarб tan fбcil echarte en un futuro.

—Para nosotros supone un considerable cambio —aсadiу Mikael en voz baja.

Fue su ъnica contribuciуn a la discusiуn.

—Simplemente nos parece que, aparte de las garantнas econуmicas que implica llevar el apellido Vanger, aportas algo a Millennium —precisу Erika Berger—. Tienes la cabeza en su sitio y colaboras ofreciendo soluciones constructivas. Hasta ahora te has mantenido en un discreto segundo plano, mбs o menos como si estuvieras de visita. Pero le das a esta junta directiva la estabilidad y la seguridad de las que nunca ha gozado. Sabes de negocios. Una vez me preguntaste si podнas confiar en mн, y yo me preguntй mбs o menos lo mismo de ti. A estas alturas las dos conocemos la respuesta. Me caes bien y confнo en ti, y lo mismo puedo decir de todos nosotros. No queremos relegarte a un segundo plano con esa absurda relaciуn contractual. Te queremos como socia y copropietaria de pleno derecho.

Harriet se acercу el contrato y lo estudiу detenidamente, lнnea a lнnea, durante cinco minutos. Al final levantу la mirada.

—їY estбis de acuerdo los tres?

Tres cabezas asintieron afirmativamente. Harriet cogiу el bolнgrafo y firmу. Desplazу el cheque hasta el otro lado de la mesa. Mikael lo hizo trizas.

 

 

Los socios de Millennium cenaron en el Samirs Gryta de Tavastgatan. Fue una velada tranquila con un buen vino y cuscъs de cordero para celebrar la incorporaciуn de la nueva socia. La conversaciуn fue relajada y Harriet Vanger estaba visiblemente emocionada. Resultу, en cierto sentido, como una incуmoda primera cita durante la cual las dos partes son conscientes de que algo va a pasar pero no saben exactamente quй.

Eran ya las siete y media cuando Harriet Vanger se levantу. Pidiу excusas y dijo que querнa irse al hotel y meterse en la cama. Erika Berger se iba a casa, donde la esperaba su marido, y la acompaсу un trecho. Se despidieron en Slussen. Mikael y Christer se quedaron un rato mбs, hasta que este ъltimo se disculpу diciendo que йl tambiйn debнa irse a casa.

Harriet Vanger cogiу un taxi hasta el hotel Sheraton y subiу a su habitaciуn, en la sйptima planta. Se desnudу, se dio un baсo y luego se puso el albornoz del hotel. Acto seguido se sentу en la ventana y mirу hacia Riddarholmen. Abriу un paquete de Dunhill y encendiу un pitillo. Fumaba de tres a cuatro cigarrillos por dнa, lo cual era tan poco que prбcticamente se consideraba a sн misma no fumadora; asн podнa disfrutar de unas caladas sin tener remordimientos.

A las nueve llamaron a la puerta. Abriу y dejу entrar a Mikael Blomkvist.

—ЎCabrуn! —le soltу Harriet.

Mikael sonriу y la besу en la mejilla.

—Por un momento pensй que realmente querнais echarme.

—Nunca lo habrнamos hecho de esa manera. їEntiendes por quй querнamos reformular el contrato?

—Sн. Es razonable.

Mikael le abriу el albornoz, le puso una mano sobre el pecho y se lo apretу sensualmente.

—Cabrуn —repitiу ella.

 

 

Lisbeth Salander se detuvo delante de una puerta con una placa donde se leнa el nombre de «Wu». Desde la calle, habнa visto luz en su ventana y ahora oнa mъsica al otro lado de la puerta. El nombre era correcto. Por consiguiente, Lisbeth Salander sacу la conclusiуn de que Miriam Wu seguнa viviendo en el estudio de Tomtebogatan, en Sankt Eriksplan. Era viernes por la noche y Lisbeth casi habrнa preferido que Mimmi hubiera salido por ahн y que las luces del apartamento estuvieran apagadas. Las ъnicas preguntas que quedaban por responder eran si Mimmi querrнa todavнa saber algo de ella y si estaba sola y disponible.

Llamу al timbre.

Mimmi abriу la puerta y arqueу las cejas asombrada. Luego se apoyу contra el marco de la puerta y se llevу una mano a la cadera.

—ЎSalander! Pensaba que estabas muerta o algo asн.

—Mбs bien algo asн —dijo Lisbeth.

—їQuй quieres?

—Esa pregunta admite muchas respuestas.

Miriam Wu echу un vistazo al rellano de la escalera antes de volver a fijar la mirada en Lisbeth.

—Intйntalo con alguna.

—Bueno, averiguar si sigues sola y si quieres compaснa esta noche.

Durante unos segundos, Mimmi pareciу quedarse perpleja antes de soltar una carcajada.

—Sуlo conozco a una sola persona a la que, despuйs de un silencio de aсo y medio, se le ocurrirнa llamar a la puerta de mi casa y preguntarme si quiero follar.

—їQuieres que me vaya?

Mimmi dejу de reнrse. Permaneciу callada unos segundos.

—Lisbeth... Dios mнo, me lo estбs diciendo en serio.

Lisbeth aguardaba.

Al final, Mimmi suspirу y abriу la puerta.

—Entra. Lo menos que puedo hacer es invitarte a un cafй.

Lisbeth entrу y se sentу en uno de los dos taburetes de una especie de comedor que Mimmi habнa instalado en la entrada, justo al lado de la puerta. El estudio medнa veinticuatro metros cuadrados y se componнa de una pequeсa habitaciуn y un vestнbulo mбs o menos amueblable, donde, en un rincуn, estaba situada la cocina americana, a la que Mimmi suministraba el agua desde el cuarto de baсo mediante una manguera.

Mientras Mimmi preparaba cafй, Lisbeth la mirу de reojo. La madre de Miriam Wu procedнa de Hong Kong; su padre era sueco, de Boden. Lisbeth sabнa que seguнan casados y que vivнan en Parнs. Mimmi estudiaba sociologнa en Estocolmo. Tenнa una hermana mayor que cursaba estudios de antropologнa en Estados Unidos. Los genes de la madre se apreciaban en un pelo corto de color azabache y en unos rasgos ligeramente orientales. El padre habнa contribuido con unos ojos azul claro que le daban a Mimmi un aspecto peculiar. Tenнa una boca ancha y unos hoyuelos que no habнa sacado de ninguno de sus progenitores.

Mimmi tenнa treinta y un aсos. Le gustaba vestirse como un fantoche, con ropa de charol, y frecuentar clubes que ofrecнan performances en las que incluso actuaba de vez en cuando. Lisbeth no habнa vuelto a ningъn club desde los diecisйis aсos.

Compaginбndolo con sus estudios, Mimmi trabajaba un dнa por semana como vendedora de Domino Fashion, situada en una de las bocacalles de Sveavдgen. Su clientela estaba compuesta por personas muy necesitadas de uniformes de enfermera, de prendas de lбtex o disfraces de bruja de cuero negro. Domino no sуlo fabricaba los trajes, tambiйn los diseсaba. Junto con unas amigas, Mimmi era copropietaria de la tienda, cosa que, al mes, le permitнa redondear modestamente —con unos cuantos miles de coronas— su prйstamo estudiantil. Lisbeth Salander habнa visto a Mimmi un par de aсos atrбs mientras actuaba en un extraсo espectбculo del Festival del Orgullo Gay y mбs tarde, esa misma noche, la conociу en una carpa de cerveza. Mimmi llevaba un extraсo vestido amarillo limуn de plбstico que enseсaba mбs de lo que ocultaba. A Lisbeth le costу lo suyo apreciar el erotismo de ese atuendo, pero estaba tan borracha que le entraron unas repentinas ganas de ligarse a una chica disfrazada de cнtrico. Para su asombro, el limуn le lanzу una mirada, soltу una carcajada, la besу desenfadadamente y le dijo: «Tъ eres lo que yo quiero». Se fueron a casa de Lisbeth y disfrutaron del sexo toda la noche.

 

 

—Soy como soy —dijo Lisbeth—. Me fui para alejarme de todo y de todos. Deberнa haberme despedido.

—Pensй que te habнa ocurrido algo. Pero durante los meses anteriores a tu partida tampoco mantuvimos mucho contacto que digamos.

—Estaba ocupada.

—Eres tan misteriosa... Como nunca hablas de ti e ignoro dуnde trabajas no sabнa a quiйn llamar cuando no me cogнas el mуvil.

—Ahora mismo no trabajo en nada. Ademбs, tъ eres igual que yo. Querнas sexo pero no te interesaba mucho una relaciуn. їA que no?

Mimmi mirу a Lisbeth.

—Es verdad —admitiу finalmente.

—Y conmigo pasу lo mismo. Nunca te he prometido nada.

—Has cambiado —dijo Mimmi.

—No mucho.

—Pareces mayor. Mбs madura. Tienes otra ropa. Y te has metido relleno en el sujetador.

Lisbeth no dijo nada. Se moviу inquieta. Mimmi acababa de tocar un tema que le daba mucho corte y que le costaba explicar. Mimmi la habнa visto desnuda, asн que se darнa cuenta de que se habнa producido un cambio. Al final bajу la mirada y murmurу:

—Me he puesto tetas.

—їQuй has dicho?

Lisbeth levantу la mirada y alzу la voz, inconsciente de que estaba adquiriendo un tono desafiante.

—Me fui a una clнnica de Italia, me operaron y me pusieron unos pechos de verdad. Por eso desaparecн. Luego seguн viajando. Ahora he vuelto.

—їMe estбs tomando el pelo?

Lisbeth mirу a Mimmi con unos ojos inexpresivos.

—Pero quй tonta soy. Tъ no bromeas nunca, doctor Spцck.

—No pienso disculparme. Te he sido sincera. Si quieres que me vaya, no tienes mбs que decнrmelo.

—їEn serio te has puesto tetas?

Lisbeth moviу la cabeza afirmativamente. De pronto, Mimmi Wu soltу una carcajada. La cara de Lisbeth se ensombreciу.

—Sea como sea, no quiero que te marches sin dejarme verlas. Por favor. Please.

—Mimmi, siempre me ha gustado acostarme contigo. Te traнa sin cuidado a lo que yo me dedicara, y si estaba ocupada, te buscabas a otra. Y te importa una mierda lo que la gente piense de ti.

Mimmi hizo un gesto de asentimiento. Se habнa dado cuenta de que era lesbiana ya en el instituto, y, tras unos torpes y penosos intentos, fue finalmente iniciada en los misterios del sexo a la edad de diecisiete aсos, cuando, por pura casualidad, acompaсу a una amiga a una fiesta organizada por la Federaciуn Nacional para la Igualdad Sexual de Gotemburgo. Desde entonces nunca se habнa planteado otro tipo de vida. En una sola ocasiуn, cuando tenнa veintitrйs aсos, intentу mantener relaciones sexuales con un hombre. Consumу el acto y, mecбnicamente, hizo todo lo que se esperaba de ella. No le resultу placentero. Tambiйn pertenecнa a la minorнa de esa minorнa a la que no le interesaba lo mбs mнnimo el matrimonio, la fidelidad ni esas idнlicas noches en plan casero acurrucada en el sofб.

—Hace sуlo unas semanas que regresй a Suecia. Querнa saber si debнa salir a ligar por ahн o si todavнa estabas interesada.

Mimmi se levantу y se acercу a Lisbeth. Se inclinу y la besу levemente en la boca.

—Habнa pensado estudiar esta noche.

Desabotonу el botуn superior de la blusa de Lisbeth.

—Pero quй diablos...

La volviу a besar y le desabotonу uno mбs.

—Tengo que verlas.

La volviу a besar.

—Bienvenida a casa.

 

 

Harriet Vanger se durmiу a eso de las dos de la madrugada mientras Mikael Blomkvist permanecнa despierto escuchando su respiraciуn. Acabу por levantarse y le cogiу un Dunhill del paquete del bolso. Se sentу desnudo en una silla, junto a la cama, y la mirу.

Mikael no habнa planeado convertirse en el amante de Harriet Vanger. Nada mбs lejos; despuйs del tiempo pasado en Hedestad sintiу mбs bien la necesidad de mantenerse alejado de la familia Vanger. Habнa vuelto a encontrase con Harriet en las reuniones que la junta directiva celebrу durante la pasada primavera, pero guardу una educada distancia. Cada uno conocнa los secretos del otro y ambos poseнan sus respectivas armas de presiуn. Aparte de las obligaciones de Harriet en la junta directiva de Millennium, no tenнan, prбcticamente, ningъn otro asunto en comъn.

En Pentecostйs, y por primera vez en varios meses, Mikael fue a su casita de Sandhamn para poder estar solo y sentarse en el muelle a leer novelas policнacas. El viernes por la tarde, a las pocas horas de su llegada, se dio un paseo hasta el quiosco para comprar tabaco y, de repente, se cruzу con Harriet. Ella habнa sentido la necesidad de alejarse de Hedestad y habнa reservado un fin de semana en el hotel de Sandhamn, un lugar que no visitaba desde que era niсa. Tenнa diecisйis aсos cuando huyу de Suecia y cincuenta y tres cuando volviу. Fue Mikael quien dio con su paradero.

Tras unas iniciales frases de saludo, Harriet, algo incуmoda, guardу silencio. Mikael conocнa su historia. Y ella sabнa que йl habнa violado sus propios principios con el ъnico fin de ocultar los terribles secretos de la familia Vanger. Entre otras razones, lo hizo por ella.

Al cabo de un rato, Mikael la invitу a visitar su casa. Preparу cafй y estuvieron sentados en el embarcadero de delante conversando durante horas. Era la primera vez que hablaban en serio desde que ella volviу a Suecia. Mikael no tuvo mбs remedio que preguntar:

—їQuй hicisteis con lo que habнa en el sуtano de Martin Vanger?

—їDe verdad lo quieres saber?

Mikael asintiу.

—Lo recogн yo misma. Quemй todo lo que se podнa quemar. Mandй tirar la casa abajo. No podнa vivir allн y tampoco querнa venderla y dejar que otra persona la habitara. Para mн sуlo estaba relacionada con el mal. Pienso construir una nueva casa en ese mismo terreno, una cabaсa pequeсa.

—їNadie se sorprendiу cuando ordenaste derribarla? Al fin y al cabo, se trataba de un chalй elegante y completamente moderno.

Sonriу.

—Dirch Frode difundiу el rumor de que la casa tenнa tantos problemas de humedad que iba a resultar mбs caro repararla.

Dirch Frode era el abogado de la familia Vanger.

—їCуmo estб Frode?

—Va a cumplir setenta aсos dentro de poco. Lo mantengo ocupado.

Cenaron juntos y, de repente, Mikael se dio cuenta de que Harriet le estaba contando los detalles mбs нntimos y privados de su vida. Cuando la interrumpiу para preguntarle por quй, ella meditу la respuesta durante un instante y contestу que, probablemente, йl era la ъnica persona en todo el mundo al que no querrнa ocultarle nada. Ademбs, resultaba difнcil resistirse a un pequeсo mocoso del que habнa cuidado hacнa mбs de cuarenta aсos.

En toda su vida sуlo habнa mantenido relaciones sexuales con tres hombres. Primero su padre y luego su hermano. Matу al primero y huyу del segundo. Sin saber muy bien cуmo, sobreviviу, conociу a un hombre y rehizo su vida.

—Era tierno y cariсoso. Seguro y honrado. Fui feliz con йl. Pasamos juntos mбs de veinte aсos antes de que enfermara.

—No te has vuelto a casar. їPor quй no?

Se encogiу de hombros.

—Era madre de dos niсos en Australia y propietaria de una gran industria ganadera. No podнa permitirme hacer una escapadita para pasar un fin de semana romбntico. Pero nunca he echado en falta el sexo.

Permanecieron callados durante un rato.

—Es tarde. Deberнa regresar al hotel.

Mikael hizo un gesto de conformidad.

—їQuieres seducirme?

—Sн —contestу йl.

Mikael se levantу, la cogiу de la mano, entraron en la casita y subieron al loft. De repente ella lo detuvo.

—No sй muy bien cуmo comportarme —dijo Harriet—. Esto no es algo que haga todos los dнas.

Pasaron el fin de semana juntos y luego se vieron una noche cada tres meses, coincidiendo con las reuniones de la junta de Millennium. No era una relaciуn llevadera ni parecнa que pudiera durar. Harriet Vanger trabajaba veinticuatro horas al dнa y se encontraba casi siempre de viaje. Uno de cada dos meses lo pasaba en Australia. Pero resultaba evidente que habнa llegado a apreciar los encuentros esporбdicos e irregulares que mantenнa con Mikael.

 

 

Dos horas mбs tarde, Mimmi estaba preparando cafй mientras Lisbeth yacнa desnuda y sudorosa sobre las sбbanas. Contemplando a Mimmi a travйs de la puerta abierta se fumу un cigarrillo. Envidiaba su cuerpo. Tenнa unos mъsculos impresionantes. Iba al gimnasio tres dнas por semana, de los cuales uno lo dedicaba al boxeo thai o a alguna de esas mierdas parecidas al kбrate, lo cual le habнa dado un cuerpo insultantemente bien musculado.

Simplemente, estaba buenнsima. No era una belleza como la de las modelos, pero resultaba muy atractiva. Le encantaba provocar y desafiar. Cuando se vestнa de fiesta podнa hacer que cualquier persona se interesara por ella.

Lisbeth no entendнa por quй Mimmi se tomaba la molestia de hacerle caso a una gallina enclenque como ella.

Pero se alegraba de que asн fuera. El sexo con Mimmi era tan liberador que lo ъnico que hacнa Lisbeth era relajarse, disfrutar, dar y recibir.

Mimmi volviу con dos tazones que puso en un taburete. Se metiу de nuevo en la cama, se inclinу y mordisqueу uno de los pezones de Lisbeth.

—Vale, no estбn mal —comentу.

Lisbeth no dijo nada. Mirу los pechos de Mimmi, que tenнa ante sн. Tambiйn resultaban bastante pequeсos pero, en su cuerpo, parecнan completamente naturales.

—Sinceramente, Lisbeth, estбs la hostia de buena.

—Es una tonterнa. Los pechos no cambian nada, pero ahora, por lo menos, tengo.

—Estбs demasiado obsesionada con tu cuerpo.

—Hablу la que se entrena como una loca.

—Porque disfruto con ello. Me da un subidуn casi como el del sexo. Deberнas probarlo.

—Yo boxeo —dijo.

—Chorradas. Tъ solнas boxear, como mucho, una vez cada dos meses porque te ponнa darles una paliza a aquellos chavales bordes. Eso no es hacer ejercicio para encontrarse bien.

Lisbeth se encogiу de hombros. Mimmi se sentу a horcajadas sobre ella.

—Lisbeth, tu fijaciуn por tu ego y tu cuerpo no tienen lнmites. Entйrate de que a mн me gustaba acostarme contigo no por tu aspecto sino por cуmo te comportabas. Me pareces tremendamente sexy.

—Tъ tambiйn a mн. Por eso he vuelto.

—їNo por amor? —preguntу Mimmi con una fingida voz herida.

Lisbeth negу con la cabeza.

—їSales con alguien?

Antes de asentir, Mimmi dudу un instante.

—Quizб. En cierto sentido, sн. Posiblemente. Es un poco complicado.

—No pretendo meter las narices donde no me llaman.

—Ya lo sй. Pero no me importa contбrtelo. Es una mujer de la facultad, algo mayor que yo. Estб casada desde hace veinte aсos y nos vemos a espaldas del marido. Urbanizaciуn, chalй y todo eso. Una bollera dentro del armario.

Lisbeth asintiу.

—Su marido viaja bastante, asн que quedamos de vez en cuando. Llevamos desde el otoсo y ya empiezo a aburrirme un poco. Pero estб realmente buena. Y luego, por supuesto, salgo con la misma pandilla de siempre.

—Lo que me interesaba realmente era saber si podнa volver a visitarte.

Mimmi asintiу. :

—Me gustarнa mucho.

—їAunque volviera a desaparecer otros seis meses?

—Pero da seсales de vida. Quiero saber si estбs viva o no. Yo, por lo menos, me acuerdo de tu cumpleaсos.

—їSin exigencias?

Mimmi suspirу y sonriу.

—їSabes?, lo cierto es que tъ eres una bollera con la que podrнa vivir. Me dejarнas en paz cuando quisiera.

Lisbeth guardу silencio.

—Aparte de que, en realidad, tъ no eres bollera. Al menos no una autйntica bollera. Tal vez seas bisexual. Mбs que nada creo que eres sexual: te gusta el sexo y te importa una mierda el gйnero. Eres un caуtico factor entrуpico.

—No sй lo que soy —dijo Lisbeth—. Pero he vuelto a Estocolmo y me van fatal las relaciones. Si he de serte sincera, aquн no conozco a nadie. Tъ eres la primera persona con la que hablo desde mi regreso.

Mimmi la examinу con semblante serio.

—їEn serio quieres conocer gente? Eres la persona mбs solitaria e inaccesible que conozco.

Permanecieron un instante en silencio.

—Pero tus nuevas tetas estбn de miedo.

Puso los dedos bajo un pezуn y le estirу la piel.

—Te quedan bien. Ni demasiado grandes ni demasiados pequeсas.

Lisbeth suspirу aliviada al ver que, por lo menos, las crнticas eran favorables.

—Y al tocarlas parecen autйnticas.

Le apretу una con tanta fuerza que Lisbeth se quedу sin aliento y abriу la boca. Se miraron. Luego Mimmi se inclinу y le dio un profundo beso. Lisbeth respondiу y la abrazу. El cafй se estaba enfriando.



  

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