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Capнtulo 8 Lunes, 14 de febrero - Sбbado, 19 de febrero



Capнtulo 8 Lunes, 14 de febrero - Sбbado, 19 de febrero

Al oнr un leve golpeteo en el marco de la puerta, Dragan Armanskij levantу la vista y vio a Lisbeth Salander. Intentaba mantener en equilibrio dos tazas de cafй que traнa de la mбquina. Lentamente, йl dejу el bolнgrafo sobre la mesa y apartу el informe.

—Hola —dijo ella.

—Hola —contestу Armanskij.

—Vengo en son de paz —dijo ella—. їPuedo pasar?

Dragan Armanskij cerrу los ojos un instante. Luego seсalу una silla con el dedo. Mirу el reloj de reojo. Eran las seis y media de la tarde. Lisbeth Salander le dio una de las tazas y se sentу. Se examinaron mutuamente durante un instante.

—Hace mбs de un aсo —dijo Dragan.

Lisbeth asintiу.

—їEstбs enfadado?

—їDeberнa estarlo?

—No me despedн.

Dragan torciу el morro. Se encontraba desconcertado y al mismo tiempo aliviado. Por lo menos, ahora sabнa que Lisbeth Salander no estaba muerta. De pronto, una enorme irritaciуn y un gran cansancio se apoderaron de йl.

—No sй quй decir —contestу—. No tienes ninguna obligaciуn de informarme de tu vida. їQuй quieres?

Su voz sonу mбs frнa de lo que habнa pretendido.

—No lo sй muy bien. Supongo que saludarte, mбs que nada.

—їNecesitas trabajo? No pienso contratarte de nuevo.

Ella negу con la cabeza.

—їTienes otro trabajo?

Volviу a negar con la cabeza. Daba la sensaciуn de estar pensando lo que iba a decir. Dragan aguardaba.

—He estado viajando —respondiу finalmente—. Acabo de regresar a Suecia.

Pensativo, Armanskij hizo un gesto de asentimiento mientras la examinaba. Lisbeth Salander habнa cambiado. Habнa un nuevo tipo de... madurez en su ropa y en su comportamiento. Y habнa rellenado el sujetador con algo.

—Has cambiado. їDуnde has estado?

—Un poco por todas partes... —contestу evasivamente, pero siguiу al reparar en la irritada mirada de Armanskij—. Me fui a Italia y continuй hasta Oriente Medio. De ahн volй a Hong Kong vнa Bangkok. Estuve un tiempo en Australia y Nueva Zelanda, y viajй por las islas del Pacнfico, donde permanecн un mes en Tahiti. Luego recorrн Estados Unidos. Y los ъltimos meses los he pasado en el Caribe.

Йl asintiу.

—No sй por quй no me despedн.

—Porque, sinceramente, los demбs te importamos un carajo —contestу Dragan Armanskij con frialdad.

Lisbeth se mordiу el labio inferior. Reflexionу un rato. Tal vez las palabras de Dragan fueran ciertas pero, aun asн, le pareciу injusta la acusaciуn.

—Por regla general son los demбs los que pasan de mн.

—ЎY una mierda! —contestу Armanskij—. Lo tuyo es un problema de actitud y tratas como el culo a los que verdaderamente intentan ser tus amigos. Asн de sencillo.

Silencio.

—їQuieres que me vaya?

—Haz lo que te plazca. Siempre lo has hecho. Pero si te vas ahora, no quiero volver a verte en la vida.

De repente, Lisbeth Salander tuvo miedo. Una persona a la que de verdad respetaba estaba a punto de rechazarla. No supo quй decir.

—Hace ya dos aсos que a Holger Palmgren le dio el derrame. No lo has visitado ni una sola vez —continuу Armanskij, implacable.

Lisbeth lo mirу fijamente, como en estado de shock.

—їPalmgren estб vivo?

—O sea, que ni siquiera sabes si estб vivo o muerto.

—Los mйdicos dijeron que...

—Los mйdicos dijeron muchas cosas —la interrumpiу Armanskij—. Se encontraba muy mal y era incapaz de comunicarse con nadie. Durante el ъltimo aсo se ha recuperado bastante. Le cuesta hablar y hay que prestarle mucha atenciуn para entender lo que dice. Necesita ayuda para muchas cosas pero, al menos, puede ir al baсo solo. La gente que se preocupa por йl le hace visitas

Lisbeth se quedу muda. Fue ella quien, dos aсos antes, encontrу a Palmgren cuando tuvo la apoplejнa y llamу a la ambulancia. Los mйdicos menearon la cabeza para indicar que el pronуstico no era muy alentador. La primera semana se instalу en el hospital, hasta que un mйdico le dijo que se encontraba en coma y que las probabilidades de que se despertara eran muy pequeсas. Desde ese mismo momento ella dejу de preocuparse y lo eliminу de su vida. Se levantу y abandonу el hospital sin volver la vista atrбs. Y, al parecer, sin seguir el desarrollo de los hechos.

Frunciу el ceсo. Por esa йpoca tambiйn se le vino encima todo lo del abogado Nils Bjurman, que acaparу casi toda su atenciуn. Pero nadie, ni siquiera Armanskij, le habнa contado que Palmgren vivнa; y mucho menos que iba mejorando. Esa posibilidad ni siquiera se le habнa pasado por la cabeza.

De pronto sintiу aflorar unas lбgrimas. Nunca antes en su vida se habнa sentido tan miserable y egoнsta. Y nunca le habнan echado una bronca tan descomunal en voz tan baja. Agachу la cabeza.

Permanecieron un rato en silencio. Fue Armanskij quien lo rompiу.

—Bueno, їy quй tal estбs?

Lisbeth se encogiу de hombros.

—їDe quй vives? їTienes trabajo?

—No, no tengo y no sй en quй quiero trabajar. Pero tengo dinero para vivir.

Armanskij la examinу con ojos inquisitivos.

—Sуlo querнa pasar a saludar... no busco trabajo. No sй... De todos modos, si alguna vez me necesitas, tal vez me apetezca aceptar un encargo tuyo. Pero tendrб que ser algo que realmente me interese.

—Supongo que no quieres contarme lo que sucediу en Hedestad el aсo pasado.

Lisbeth permaneciу callada.

—Porque es evidente que algo ocurriу... Martin Vanger se matу al volante despuйs de que tъ te pasaras por aquн para coger prestado un equipo de vigilancia y de que alguien os amenazara de muerte. Y su hermana resucitу de entre los muertos. Fue, por decirlo de alguna manera, toda una sensaciуn.

—He prometido no contar nada.

Armanskij hizo un gesto de asentimiento.

—Y supongo que tampoco querrбs contarme el papel que desempeсaste en el caso Wennerstrцm.

—Ayudй a Kalle Blomkvist con la investigaciуn. —De repente, su voz sonу mбs frнa—. Eso es todo. No quiero que me involucren en el caso.

—Mikael Blomkvist ha removido cielo y tierra buscбndote. Ha llamado al menos una vez al mes para preguntarme si sabнa algo de ti. Tambiйn йl estб preocupado.

Lisbeth guardу silencio pero Armanskij reparу en que su boca se habнa convertido en una rнgida lнnea.

—No sй si me cae bien o no —prosiguiу Armanskij—. Pero la verdad es que tambiйn se preocupa por ti. El pasado otoсo me encontrй con йl. Tampoco quiso contarme nada de Hedestad.

Lisbeth Salander no tenнa ganas de hablar de Mikael Blomkvist.

—Sуlo me he acercado a saludarte y decirte que he vuelto a la ciudad. No sй si me quedarй. Si necesitas contactar conmigo, aquн tienes mi nъmero de mуvil y mi nueva direcciуn de correo electrуnico.

Le dio un papelito y se levantу. Йl lo cogiу. Lisbeth se encontraba ya en la puerta cuando Armanskij la llamу:

—Lisbeth, espera un segundo. їQuй vas a hacer?

—Voy a ir a visitar a Holger Palmgren.

—Ya. Me refiero a... їen quй vas a trabajar?

Ella lo contemplу pensativa.

—No lo sй.

—De algo tendrбs que vivir.

—Ya te he dicho que tengo dinero.

Meditabundo, Armanskij se reclinу en la silla. Con Lisbeth Salander uno nunca sabнa muy bien cуmo interpretar las palabras.

—He estado tan enfadado con tu desapariciуn que ya casi habнa decidido no volver a contratarte jamбs. —Hizo una mueca—. Resultas muy poco fiable. Pero eres una investigadora condenadamente buena. Tal vez tenga algo que te interese.

Ella negу con la cabeza. Pero se acercу a su mesa.

—No quiero que me des trabajo. Mejor dicho. No necesito dinero. Lo digo en serio. Soy econуmicamente independiente.

Dragan Armanskij frunciу el ceсo con un gesto de perplejidad. Al final, asintiу.

—De acuerdo. Eres econуmicamente independiente, signifique eso lo que signifique. Te creo. Pero si necesitas un trabajo...

—Dragan, tъ eres la segunda persona a la que visito desde que regresй. No necesito tu dinero. Pero durante muchos aсos tъ has sido una de las pocas personas a las que he respetado.

—Vale. Pero todo el mundo ha de vivir de algo.

—Lo siento, pero ya no me interesa hacer investigaciones personales para ti. Llбmame si te encuentras con un problema de verdad.

—їQuй tipo de problema?

—Esos que no consigues resolver. Si te metes en un callejуn sin salida y no sabes quй hacer. Si voy a trabajar para ti, tienes que ofrecerme algo que me interese. Tal vez en la parte operativa.

—їEn la parte operativa? їTъ, que desapareces sin dejar rastro cuando te conviene?

—Y una mierda. Nunca jamбs he abandonado un encargo que haya aceptado.

Dragan Armanskij se la quedу mirando, desarmado. El concepto de «unidad operativa» pertenecнa a su jerga, se referнa al trabajo de campo. Podнa tratarse de cualquier cosa: desde solicitar guardaespaldas hasta realizar operaciones especiales de vigilancia en exposiciones de arte. Su personal operativo lo componнa una serie de veteranos seguros y estables que a menudo habнan pertenecido a la policнa. Ademбs, el noventa por ciento de ellos eran hombres. Lisbeth Salander era todo lo opuesto a los criterios establecidos por Dragan para el personal de las unidades operativas de Milton Security.

—No sй... —dijo dubitativamente.

—No te esfuerces. Sуlo aceptarй trabajos que me interesen, asн que el riesgo de que te diga que no es grande. Llбmame si te enfrentas a un problema realmente complicado. Soy buena resolviendo enigmas.

Dio media vuelta y desapareciу. Dragan Armanskijmovнa negativamente la cabeza. «Esta chalada. No cabe duda. Estб chalada.»

Un segundo despuйs Lisbeth Salander apareciу de nuevo por la puerta.

—Por cierto... Tienes a dos tнos que llevan un mes protegiendo a la actriz Christine Rutherford de ese loco que le manda anуnimas cartas de amenaza. Pensбis que el autor es alguien cercano porque conoce muchos detalles de su vida.

Dragan Armanskij se quedу mirando fijamente a Lisbeth Salander. Una descarga elйctrica le recorriу el cuerpo. «Lo ha vuelto a hacer. Te suelta unas frases sobre un tema del que es imposible que sepa ni una pizca y...» No puede saber nada.

—Olvнdalo. Es un montaje. Son ella misma y su novio los que han escrito las cartas para llamar la atenciуn. Dentro de unos dнas recibirб otra y la prуxima semana lo filtrarбn a los medios de comunicaciуn. El riesgo de que se acuse a Milton de filtraciуn es grande. Bуrrala de la lista de clientes.

Antes de que a Armanskij le diera tiempo a decir nada, Lisbeth desapareciу. El se quedу mirando el hueco de la puerta. No era lуgico que supiera esas cosas del caso. «Debe de tener un insider en Milton que le filtra informaciуn y la mantiene al dнa.» Pero tan sуlo unas cuatro o cinco personas de la empresa conocнan el tema: Armanskij, el jefe operativo y los dos o tres investigadores que se ocupaban de las amenazas... y eran probados y fiables profesionales. Armanskij se frotу la barbilla.

Bajу la mirada. La carpeta del caso Rutherford estaba bajo llave en el cajуn de su mesa. El despacho tenнa una alarma conectada. Volviу a mirar de reojo el reloj y constatу que Harry Fransson, el jefe del departamento tйcnico, ya se habнa ido. Entrу en su correo electrуnico y le enviу un mensaje a Fransson en el que le pedнa que subiera a verlo al dнa siguiente para instalar una cбmara oculta de vigilancia.

 

 

Lisbeth Salander volviу derecha a su casa de Mosebacke. Apresurу el paso con la sensaciуn de que el tiempo apremiaba.

Llamу a Sцdersjukhuset y, tras dar la tabarra un rato en unas cuantas centralitas del hospital, consiguiу localizar a Holger Palmgren. Hacнa catorce meses que se encontraba en la residencia de rehabilitaciуn de Erstaviken, en Дlta. De inmediato, Дppelviken acudiу a su mente. Al llamar le dijeron que estaba durmiendo pero que lo podrнa visitar al dнa siguiente.

Lisbeth pasу la noche en su piso, deambulando de un lado para otro. Se sentнa incуmoda. Se acostу temprano y se durmiу casi en seguida. Se despertу a las siete, se duchу y desayunу en el 7-Eleven. A eso de las ocho se acercу hasta la oficina de alquiler de coches de Ringvдgen. «Tengo que comprarme un coche.» Alquilу el mismo Nissan Miera que habнa cogido un par de semanas antes para ir a Дppelviken.

Nada mбs aparcar delante de la residencia la invadiу un repentino nerviosismo, pero hizo de tripas corazуn y entrу. Se acercу a la recepciуn y solicitу ver a Holger Palmgren.

Una mujer llamada Margit, segъn rezaba en su placa identificativa, consultу sus papeles y le comentу que se hallaba en fisioterapia y que no estarнa disponible hasta despuйs de las once. Lisbeth podнa esperar en la sala de espera o volver mбs tarde. Se dirigiу al aparcamiento, se sentу en el coche y se fumу tres cigarrillos mientras esperaba. A las once regresу a la recepciуn. Le dijeron cуmo llegar al comedor: cogiendo el pasillo de la derecha hasta el final y luego girando a la izquierda.

Se detuvo en la entrada y descubriу a Holger Palmgren en un comedor medio vacнo. Se encontraba sentado de frente respecto a ella, concentrado en un plato. Sostenнa torpemente el tenedor con toda la mano e intentaba, con gran esfuerzo, llevarse la comida a la boca. Aproximadamente una de cada tres veces fracasaba en su intento y la comida se le caнa del tenedor.

Se le veнa hundido y parecнa tener cien aсos. Su rostro estaba extraсamente rнgido. Se hallaba en una silla de ruedas. Fue entonces cuando Lisbeth Salander asimilу que, efectivamente, estaba vivo y cuando constatу que Armanskij no le habнa mentido.

 

 

Holger Palmgren jurу en silencio mientras por tercera vez intentу coger un poco de pastel de macarrones con el tenedor. Aceptaba que no podнa andar bien y que habнa otras cosas que tampoco era capaz de hacer. Pero odiaba no poder comer en condiciones, y que a veces babeara, como un bebй.

Mentalmente sabнa a la perfecciуn cуmo hacerlo. Bajar el tenedor con el бngulo apropiado, empujar, levantarlo y llevбrselo a la boca. Pero habнa algъn problema con la coordinaciуn. La mano parecнa tener vida propia: cuando daba la orden para elevarla, йsta se desplazaba lentamente a un lado; cuando la dirigнa hacia la boca, cambiaba de direcciуn en el ъltimo momento y se iba hacia la mejilla o la barbilla.

Pero tambiйn sabнa que la rehabilitaciуn daba resultado. Apenas seis meses antes la mano le temblaba tanto que no podнa llevarse a la boca ni un solo bocado. Ahora es cierto que las comidas le llevaban su tiempo, pero, por lo menos, comнa sin ayuda. No pensaba rendirse hasta que volviera a recuperar el completo control de sus miembros.

Estaba bajando el tenedor para coger mбs comida cuando una mano apareciу por detrбs y se lo quitу suavemente. Vio cуmo la mano pinchaba un poco de pastel de macarrones y lo levantaba. Inmediatamente reconociу aquella delgada mano de muсeca, girу la cabeza y se encontrу con los ojos de Lisbeth Salander a menos de diez centнmetros de su cara. Su mirada se mantenнa a la expectativa. Parecнa angustiada.

Durante un largo rato, Palmgren permaneciу inmуvil contemplando su rostro. De repente el corazуn le empezу a palpitar de una manera absurda. Luego abriу la boca y aceptу la comida.

Le dio de comer bocado a bocado. Por lo general, Palmgren odiaba que lo ayudaran en el comedor, pero entendiу que Lisbeth Salander necesitaba hacerlo. No es que йl fuera un desvalido vegetal. Ella le daba de comer como un gesto de humildad: un sentimiento sumamente raro, tratбndose de ella. Le preparaba porciones de un tamaсo adecuado y esperaba a que terminara de masticar. Cuando йl le seсalу un vaso de leche que tenнa una pajita, ella se lo sostuvo para que pudiera beber.

No intercambiaron palabra durante toda la comida. En cuanto йl tragу el ъltimo bocado, ella soltу el tenedor y lo interrogу con la mirada. Йl negу con la cabeza. «No, no quiero mбs.»

Holger Palmgren se reclinу en la silla de ruedas e inspirу hondo. Lisbeth levantу la servilleta y le limpiу la boca. De repente se sintiу como si fuera el jefe de la mafia de una pelнcula norteamericana en la que un capo di tutti capi le presentaba sus respetos. Se imaginу a Lisbeth besбndole la mano y sonriу ante la absurda fantasнa.

—їHay alguna manera de conseguir un cafй en este sitio? —preguntу ella.

Йl balbuceу. Ni sus labios ni su lengua podнan articular los sonidos correctamente.

—Msa volver esqna. («La mesa que hay al volver la esquina.»)

—їQuieres uno? їCon leche y sin azъcar, como siempre?

Le indicу que «sн» con un movimiento de cabeza. Ella se llevу la bandeja y volviу al cabo de un par de minutos con dos tazas de cafй. Йl reparу en que Lisbeth tomaba el cafй solo, lo cual era raro. Sonriу al advertir que ella habнa guardado la pajita del vaso de leche para su cafй. Permanecieron en silencio. Holger Palmgren querнa decir mil cosas pero no fue capaz de pronunciar sнlaba alguna. Sus miradas, en cambio, se cruzaron una y otra vez. Lisbeth Salander tenнa cara de sentirse terriblemente culpable. Al final rompiу su silencio.

—Creн que estabas muerto —dijo—. No sabнa que vivнas. Si lo hubiera sabido, nunca habrнa... te habrнa visitado hace ya mucho tiempo.

Йl asintiу.

—Perdуname.

Volviу a asentir. Sonriу. Fue una sonrisa torcida, una curvatura de labios.

—Te encontrabas en coma y los mйdicos dijeron que te ibas a morir. Pensaban que fallecerнas en uno o dos dнas, asн que yo me marchй de allн. Lo siento. Perdуname.

Йl levantу su mano y la puso sobre la de ella, pequeсa. Ella se la apretу fuertemente y suspirу de alivio.

—Tabas desparcida. («Estabas desaparecida.»)

—їHas hablado con Dragan Armanskij?

Йl moviу la cabeza afirmativamente.

—He estado de viaje. Tuve que marcharme. No me despedн de nadie. Me fui sin mбs. їEstabas preocupado?

Negу con la cabeza.

—No tienes que preocuparte nunca por mн.

—Nnca tado procupdo. Tъ sempre... t las apсas. Per Armskij taba procupdo. («Nunca he estado preocupado por ti. Tъ siempre te las apaсas. Pero Armanskij sн estaba preocupado.»)

Por primera vez ella sonriу y Holger Palmgren se relajу. Era la misma torcida sonrisa de siempre. La mirу de arriba abajo. Comparу la imagen que guardaba de ella en la memoria con la de la chica que ahora se hallaba frente a йl. Habнa cambiado. Estaba entera, limpia y bien vestida. Se habнa quitado el piercing del labio y... mmm... el tatuaje de la avispa del cuello tampoco estaba. Parecнa adulta. Por primera vez en muchas semanas, Palmgren se riу. Sonу como un ataque de tos.

Lisbeth mostrу una sonrisa aъn mбs torcida y de repente un cбlido sentimiento que llevaba mucho tiempo sin experimentar inundу su corazуn.

—Tlass arrglado ben. («Te las has arreglado bien.»)

Seсalу su ropa con el dedo. Ella asintiу.

—Me las arreglo estupendamente.

—їQ tal nuvo mintrador? («їQuй tal el nuevo administrador?»)

Holger Palmgren vio que la cara de Lisbeth se ensombrecнa. De repente, su boca se tensу ligeramente. Ella lo contemplу con ojos inocentes.

—Bien... Sй manejarlo.

Las cejas de Palmgren se arquearon a modo de interrogaciуn. Lisbeth mirу a su alrededor y cambiу de tema.

—їCuбnto tiempo llevas aquн?

Palmgren no se habнa caнdo de un guindo. Habнa sufrido una apoplejнa y le costaba hablar y coordinar sus movimientos, pero su inteligencia permanecнa intacta y su radar en seguida detectу un tono falso en la voz de Lisbeth Salander. Desde que la conocнa se habнa dado cuenta de que ella jamбs mentнa directamente, pero tambiйn de que no siempre era del todo sincera. Su manera de mentir consistнa en desviar el tema. Al parecer, habнa algъn problema con el nuevo administrador, lo que no sorprendнa a Holger Palmgren.

De repente sintiу un profundo arrepentimiento. їCuбntas veces habнa pensado en contactar con su colega Nils Bjurman para enterarse del estado de Lisbeth Salander y acabу renunciando a ello? їY por quй no se habнa metido con el tema de la declaraciуn de incapacidad de Lisbeth mientras le quedaban fuerzas para hacer algo? Sabнa por quй: egoistamente, habнa querido mantener vivo el contacto con ella. Querнa a esa crнa tan condenadamente conflictiva como si fuera la hija que nunca tuvo, y deseaba tener alguna razуn para continuar con la relaciуn. Ademбs, resultaba demasiado complicado y demasiado pesado para un vegetal como йl, internado en una residencia, empezar a trabajar cuando incluso le costaba abrirse la bragueta cada vez que, tambaleбndose, se dirigнa al cuarto de baсo. Se sentнa como si en realidad fuera йl quien habнa traicionado a Lisbeth Salander. «Pero ella siempre sobrevive... Es la persona mбs capaz que he conocido jamбs.»

—Trbn.

—No te entiendo.

—Tribnl.

—їEl tribunal? їA quй te refieres?

—Dbms anlar tu de... declcn d neaped...

Al no ser capaz de expresar las palabras, Holger Palmgren torciу el gesto y enrojeciу. Lisbeth le puso una mano en el brazo y se lo apretу cuidadosamente.

—Holger... no te preocupes por mн. He pensado ocuparme de mi declaraciуn de incapacidad dentro de poco. Ese trabajo ya no te corresponde, pero no es del todo improbable que recurra a ti. їTe parece bien? їSerнas mi abogado si te necesitara?

Йl negу con la cabeza.

—Dmasdo vij —golpeу la mesa con un nudillo—. Vijj... bbo.

—Sн, con esa actitud estбs demostrando que no eres mбs que un maldito viejo bobo. Yo necesito un abogado. Te quiero a ti. Tal vez no seas capaz de formular tus alegaciones finales en el tribunal, pero me podrбs aconsejar llegado el momento. їVale?

Volviу a negar con la cabeza. Luego asintiу.

—їTrbjs?

—No te entiendo.

—їDnd trab jas? їNo Rmskich? («їDуnde trabajas? їNo trabajas para Armanskij?»)

Lisbeth dudу un minuto mientras pensaba cуmo explicar su situaciуn. Resultaba complicado.

—Holger, ya no trabajo para Armanskij. Ya no necesito trabajar para йl para ganarme la vida. Tengo mi propio dinero y estoy bien.

El ceсo de Palmgren volviу a fruncirse.

—A partir de ahora te voy a visitar muchas veces. Te lo contarй... pero no nos estresemos. Ahora mismo quiero hacer otra cosa.

Se agachу, puso una bolsa sobre la mesa y sacу un tablero de ajedrez.

—Hace dos aсos que no te doy una paliza al ajedrez.

Йl se resignу. Ella estaba tramando algo de lo que no deseaba hablar. Estaba convencido de que iba a oponerse a lo que Lisbeth estuviera maquinando, pero confiaba lo suficiente en ella como para saber que, fuera lo que fuese, posiblemente se tratara de algo Jurнdicamente Dudoso, pero de ningъn delito contra las Leyes de Dios. Porque, a diferencia de casi todos los demбs, a Holger Palmgren no le cabнa la menor duda de que Lisbeth Salander era una persona con principios morales. El problema era que su moral no siempre coincidнa con lo estipulado por la ley.

Ella fue colocando las piezas de ajedrez y йl se quedу atуnito al darse cuenta de que era su propio tablero. «Seguro que se lo llevу del piso cuando caн enfermo. їComo un recuerdo?» Ella le dejу las blancas. Y йl se sintiу de pronto tan feliz como un niсo.

 

 

Lisbeth Salander se quedу con Holger Palmgren durante dos horas. Lo habнa machacado tres veces cuando la enfermera interrumpiу la partida y sus continuos piques para comunicar a Palmgren que ya le tocaba la sesiуn de fisioterapia de la tarde. Lisbeth recogiу las piezas y doblу el tablero.

—їPuede contarme en quй consiste la fisioterapia? —le preguntу a la enfermera.

—En aumentar la fuerza y la coordinaciуn. Y hacemos avances, їa que sн?

La ъltima pregunta iba dirigida a Holger Palmgren. Este moviу la cabeza para ratificarlo.

—Ya puede andar varios metros. Para el verano conseguirб dar paseos usted solito por el parque. їЙsta es su hija?

Las miradas de Lisbeth y Holger Palmgren se cruzaron.

—Ijstra. («Hijastra.»)

—Quй bien que le hayas hecho una visita. —«Traducciуn: їDуnde coсo has estado todo este tiempo?» Lisbeth ignorу la crнtica implнcita. Se inclinу hacia delante y lo besу en la mejilla.

—Volverй a visitarte el viernes.

Holger Palmgren se levantу a duras penas de la silla de ruedas. Lisbeth lo acompaсу hasta un ascensor. Se separaron. En cuanto las puertas del ascensor se cerraron, fue derecha a la recepciуn y preguntу si habнa alguna persona responsable de los pacientes y si podнa hablar con йl. La remitieron a un tal doctor A. Sivarnandan, a quien encontrу en un despacho situado algo mбs al fondo del mismo pasillo. Se presentу ante йl y le dijo que era la hijastra de Holger Palmgren.

—Quiero saber cуmo estб y quй va a ser de йl.

El doctor A. Sivarnandan sacу el historial de Holger Palmgren y leyу las primeras pбginas. Tenнa la piel picada de viruelas y un fino bigote que irritу a Lisbeth. Al final levantу la vista. Para asombro de ella, hablaba con un fuerte acento finйs.

—No me consta que el seсor Palmgren tenga una hija o una hijastra. De hecho, su familiar mбs prуximo parece ser un primo de ochenta y seis aсos que vive en Jдmtland.

—Se ocupу de mн desde los trece aсos hasta que le dio la apoplejнa. Entonces yo tenнa veinticuatro.

Se hurgу el bolsillo interior de la cazadora y sacу un bolнgrafo que le lanzу sobre la mesa.

—Me llamo Lisbeth Salander. Apunte mi nombre en el historial. Soy el familiar mбs cercano que tiene en el mundo.

—Es posible —contestу A. Sivarnandan, impertйrrito—. Pero si eres su familiar mбs prуximo, la verdad es que has tardado en darte a conocer. Que yo sepa sуlo ha tenido visitas esporбdicas de una persona que no pertenece a la familia pero a la que debemos avisar si su estado de salud cambia o si fallece.

—Seguro que es Dragan Armanskij.

El doctor A. Sivarnandan arqueу las cejas y moviу la cabeza pensativamente.

—Asн es. Veo que lo conoces.

—Puede llamarlo para comprobar mi identidad.

—No hace falta. Te creo. Me han comunicado que llevas dos horas jugando al ajedrez con el seсor Palmgren. Pero aun asн no puedo hablar de su estado de salud sin su consentimiento.

—Y un permiso asн no se lo darб nunca jamбs ese cabrуn cabezota. Se le ha metido en la cabeza que no debe atormentarme con sus dolores y que me sigue teniendo bajo su responsabilidad, y no al revйs. Verб, lo que sucede es que durante dos aсos he creнdo que estaba muerto. Justamente ayer me enterй de que estaba vivo. Si hubiera sabido que... es complicado explicarlo, pero quiero saber cuбl es su pronуstico y si se va a recuperar.

El doctor A. Sivarnandan levantу el bolнgrafo y escribiу pulcramente el nombre de Lisbeth Salander en el historial de Holger Palmgren. Le pidiу su nъmero de identificaciуn personal y el del telйfono.

—Vale, a partir de ahora eres formalmente su hijastra. Tal vez esto no sea del todo legal, pero teniendo en cuenta que eres la primera persona que lo visita desde Navidad, cuando el seсor Armanskij se pasу por aquн... Ya lo has visto y has podido constatar con tus propios ojos que presenta problemas de coordinaciуn y que le cuesta hablar. Sufriу una apoplejнa.

—Ya lo sй. Fui yo quien lo encontrу y llamу a la ambulancia.

—Ah, bueno. Entonces debes de saber que estuvo tres meses en la UVI. Permaneciу inconsciente durante un largo perнodo de tiempo. En general, los pacientes no se despiertan de un coma asн, pero a veces ocurre. Obviamente, no le habнa llegado su hora. Al principio fue trasladado a la unidad de demencia para enfermos crуnicos que son completamente incapaces de cuidar de sн mismos. En contra de todo pronуstico, mostrу signos de mejorнa y lo trasladaron aquн, a rehabilitaciуn, hace nueve meses.

—їQuй futuro le espera?

El doctor A. Sivarnandan hizo un gesto con los brazos y se encogiу de hombros.

—їTienes una bola de cristal mejor que la mнa? La verdad, no tengo ni idea. Lo mismo puede morir de un derrame cerebral esta misma noche como llevar una vida relativamente normal durante otros veinte aсos. No lo sй. Digamos que estб en manos de Dios.

—їY si vive veinte aсos mбs?

—Ha sido una dura rehabilitaciуn, y hasta estos ъltimos meses no hemos advertido realmente una clara mejorнa. Hace seis meses era incapaz de comer sin ayuda. Hace tan sуlo un mes, apenas se levantaba de la silla, lo cual se debe, entre otras cosas, a que sus mъsculos se han atrofiado por haber pasado tanto tiempo en cama. Ahora, por lo menos, camina mal que bien y recorre cortas distancias.

—їMejorarб?

—Sн. Incluso considerablemente. Lo difнcil fue la primera fase, pero ahora apreciamos progresos todos los dнas. Ha perdido casi dos aсos de su vida. Dentro de unos meses, para el verano, espero que sea capaz de dar paseos por el parque de aquн fuera.

—їY el habla?

—El problema es que el derrame afectу tambiйn a la zona del habla del cerebro y a su motricidad. Durante mucho tiempo ha sido, en realidad, como un vegetal. Desde entonces se ha visto obligado a aprender a controlar su cuerpo y a volver a hablar. Le cuesta recordar quй palabras debe emplear y tiene que aprenderlas de nuevo. Aunque no es como cuando un niсo aprende a hablar. Йl entiende el significado de la palabra, pero no puede pronunciarla. Dale un par de meses mбs y ya verбs como su habla habrб mejorado. Y lo mismo sucede con su sentido de la orientaciуn. Hace nueve meses, le costaba diferenciar entre la izquierda y la derecha, o entre subir y bajar en el ascensor.

Lisbeth Salander asintiу pensativamente. Reflexionу durante dos minutos. Descubriу que el doctor A. Sivarnandan, con su aspecto indio y su acento finйs, le caнa bien.

—їQuй significa la «A»? —preguntу de repente.

Йl la contemplу divertido.

—Anders. —їAnders?

—Nacн en Sri Lanka pero fui adoptado en Abo cuando sуlo tenнa unos meses.

—Muy bien, Anders. їY cуmo puedo ayudarlo?

—Visнtalo. Estimъlalo mentalmente.

—Puedo venir todos los dнas.

—No quiero que vengas todos los dнas. Lo que quiero es, si te tiene aprecio, que espere con ansia tus visitas y que no se aburra.

—їHay algъn tratamiento especial que pueda mejorar sus condiciones? Yo corro con los gastos.

Sonriу a Lisbeth Salander pero en seguida se puso serio.

—Me temo que somos nosotros los que ofrecemos los tratamientos mбs especializados. Naturalmente, me gustarнa contar con mбs recursos y poder hacer frente a los recortes, pero te aseguro que los cuidados que recibe son de muy alto nivel.

—Y si no tuviera que preocuparse de los recortes, їquй podrнa haberle ofrecido?

—Lo ideal para pacientes como Holger Palmgren serнa, por supuesto, poner a su disposiciуn un entrenador personal a tiempo completo. Pero en Suecia hace mucho que carecemos de ese tipo de recursos.

—Contrбtelo.

—їPerdуn?

—Que contrate a un entrenador personal para Holger Palmgren. Bъsquele el mejor. Para maсana. Y asegъrese de proporcionarle todo lo que necesite: equipamiento tйcnico o lo que sea. Yo me ocuparй de que, a finales de esta misma semana, haya dinero en una cuenta corriente para pagarle un sueldo y el material que haga falta.

—їMe estбs tomando el pelo?

Lisbeth le lanzу al doctor Anders Sivarnandan una frнa e inexpresiva mirada.

 

 

Mia Bergman frenу y situу su Fiat frente a la boca de metro de Gamia Stan, junto al bordillo de la acera. Dag Svensson abriу la puerta y, con el coche en marcha, entrу en el asiento del copiloto. Se acercу a Mia y le dio un beso en la mejilla. Ella se reincorporу al trбfico y se colocу detrбs de un autobъs de Stockholm Lokaltrafik.

—Hola —dijo sin desviar la mirada—. Te veo muy serio, їha pasado algo?

Dag Svensson suspirу y se puso el cinturуn de seguridad.

—No, nada importante. Es sуlo que tenemos un poco de lнo con el texto.

—їEn quй sentido?

—Falta un mes para el deadline. He hecho nueve de las veintidуs confrontaciones que planeamos. Tengo problemas con Bjцrck, el policнa de la Sдpo. El cabrуn estб de baja mйdica y no coge el telйfono de su casa.

—їEstб en el hospital?

—No lo sй. їAlguna vez has intentado sacarles informaciуn a los de la policнa de seguridad? Ni siquiera reconocen que trabajan allн.

—їHas intentado llamar a casa de sus padres?

—Fallecieron. Y no estб casado. Tiene un hermano que vive en Espaсa. Simplemente, no sй cуmo contactar con йl.

De reojo, Mia Bergman mirу a su compaсero sentimental mientras sorteaba el trбfico de Slussen en direcciуn al tъnel que los llevarнa a Nynдsvдgen.

—En el peor de los casos nos veremos obligados a quitar el pбrrafo sobre Bjцrck. Blomkvist exige que todos aquellos a los que acusamos tengan la oportunidad de defenderse antes de sacarlos a la luz pъblica.

—Y serнa una pena no incluir a un representante de la policнa secreta que se va de putas. їQuй vas a hacer?

—Pues buscarlo, claro. Y tъ, їcуmo te encuentras? їNo estбs nerviosa?

Cariсosamente le clavу un dedo en el costado.

—La verdad es que no. El prуximo mes defenderй mi tesis y por fin serй doctora, pero estoy como una balsa de aceite.

—Conoces el tema. їPor quй te ibas a poner nerviosa?

—Mira en el asiento de atrбs.

Dag Svensson se volviу y descubriу una bolsa de plбstico.

—ЎMia, ya estб impresa! —exclamу.

Cogiу la tesis y la sostuvo en la mano.

FROM RUSSIA WITH LOVE

Trafficking, crimen organizado

y las medidas tomadas por la sociedad

Mia Bergman

—Pensй que no saldrнa hasta la semana que viene. Joder... tenemos que descorchar una botella de vino en cuanto lleguemos a casa. ЎEnhorabuena, doctora!

Se acercу y la volviу a besar en la mejilla.

—Tranquilo, hasta dentro de tres semanas no serй doctora. Y las manos quietas cuando estoy conduciendo.

Dag Svensson se riу. Luego se puso serio.

—Por cierto, y siento aguarte la fiesta, harб un aсo que entrevistaste a una chica llamada Irina P.

—Irina P., veintidуs aсos, de San Petersburgo. Llegу aquн por primera vez en 1999 y luego hizo unos cuantos viajes mбs. їPor quй?

—Hoy he visto a Guibrandsen, el policнa que llevaba la investigaciуn de los burdeles de Sцdertдlje. їTe has enterado de que la semana pasada encontraron a una chica flotando en el canal de Sцdertдlje? La noticia apareciу con grandes titulares en los vespertinos. Era Irina P.

—ЎOh, no! ЎQuй horror!

Se quedaron en silencio justo al pasar por Skansktull.

—Estб en la tesis —dijo finalmente Mia Bergman—. Bajo el seudуnimo de Tamara.

Dag Svensson abriу From Russia with Love por el capнtulo dedicado a las entrevistas y buscу a Tamara. Leyу atentamente mientras Mia pasу por Gullmarsplan y por Globen.

—La trajo una persona a la que llamas Anton.

—No puedo emplear nombres verdaderos. Me han advertido de que en la defensa de la tesis me lo podrнan criticar. Las chicas han de aparecer bajo seudуnimo. Se juegan la vida. Consecuentemente, tampoco nombro a los puteros, ya que entonces les serнa muy fбcil deducir con quй chica he estado hablando. Asн que, para que no haya detalles concretos, sуlo uso nombres falsos y personas anуnimas en todos los casos.

—їQuiйn es Anton?

—Probablemente se llame Zala. Nunca lo he conseguido identificar, pero creo que es polaco o yugoslavo, y que en realidad tiene otro nombre. Hablй con Irina P. cuatro o cinco veces y hasta nuestro ъltimo encuentro no lo mencionу. Estaba intentando arreglar su vida y pensaba dejarlo, pero le tenнa un miedo terrible.

—Mmm... —dijo Dag Svensson.

—їQuй?

—Me estaba preguntando... Harб un par de semanas que me topй con el nombre de Zala.

—їDуnde?

—Le enseсй el material a Sandstrцm. Ese maldito periodista putero. Joder, es un verdadero hijo de puta.

—їPor quй?

—En primer lugar no es un autйntico periodista. Hace revistas promocionales para empresas. Lo que pasa es que tiene unas fantasнas tremendamente enfermizas con violaciones que luego lleva a cabo con esa chica...

—Ya lo sй. Fui yo quien la entrevistу.

—Pero їhas visto que ha hecho el layout de un folleto informativo para el Instituto Nacional de Salud Pъblica sobre enfermedades de transmisiуn sexual?

—No lo sabнa.

—Me entrevistй con йl la semana pasada y le enseсй el material. Se quedу completamente hecho polvo, claro estб, cuando le presentй toda la documentaciуn y le preguntй por quй iba con putas adolescentes de los paнses del Este para hacer realidad sus fantasнas de violaciуn. Al final me dio algo parecido a una explicaciуn.

—їAh sн?

—Sandstrцm ha ido a parar a una situaciуn en la que no sуlo es cliente sino que tambiйn lleva a cabo una serie de gestiones para la mafia sexual. Me facilitу los nombres de los que conocнa, entre ellos el de Zala. No dijo nada en especial sobre йl, pero es un nombre bastante poco habitual.

Mia Bergman lo mirу de reojo.

—їNo sabes quiйn es? —preguntу Dag.

—No. Nunca he podido identificarlo. Sуlo es un nombre que aparece de vez en cuando. Las chicas parecen tenerle un miedo impresionante y nadie ha querido contar nada mбs.



  

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