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SEGUNDA PARTE: From Russia with love Del 10 de enero al 23 de marzo



SEGUNDA PARTE: From Russia with love Del 10 de enero al 23 de marzo

Normalmente, una ecuaciуn contiene una o varias incуgnitas, frecuentemente denominadas x, y, z, etc. Los valores de estas incуgnitas, que garantizan la igualdad efectiva de los dos miembros de la ecuaciуn, son los que satisfacen (conforman, configuran) la ecuaciуn o constituyen la soluciуn.

Ejemplo: 3x + 4 = 6x – 2(x = 2).

 


Capнtulo 4 Lunes, 10 de enero - Martes, 11 de enero

Lisbeth Salander aterrizу en el aeropuerto de Arlanda a las seis y media de la maсana. Habнa viajado durante veintisйis horas, de las cuales nada menos que nueve las pasу en Grantly Adams Airport, en Barbados. British Airways se habнa negado a que el aviуn despegara hasta que se neutralizara una posible amenaza terrorista y no se llevaran a un pasajero con aspecto бrabe para ser interrogado. Al llegar a Gatwick, Londres, ya habнa perdido la conexiуn para el ъltimo vuelo a Suecia y tuvo que esperar unas cuantas horas antes de conseguir que le reservaran uno para la maсana siguiente.

Lisbeth se sentнa como una bolsa de plбtanos puesta al sol durante demasiado tiempo. Sуlo llevaba una bolsa de mano que contenнa su PowerBook, Dimensions y una muda de ropa, todo bien comprimido. Pasу sin problemas por el pasillo verde de la aduana. Al llegar a la parada de autobuses, el aguanieve y una temperatura que rondaba los cero grados le dieron la bienvenida.

Dudу un instante. Durante toda su vida se habнa visto obligada a elegir la alternativa mбs barata y todavнa le costaba acostumbrarse a la idea de que disponнa de casi tres mil millones de coronas que ella solita, sin ninguna ayuda, habнa robado, combinando un atraco informбtico por Internet con el tнpico timo de toda la vida. Tras un par de minutos mandу al garete sus antiguas normas y llamу a un taxi. Le dio la direcciуn de Lundagatan al taxista y se durmiу casi en el acto en el asiento trasero.

Hasta que el vehнculo no se parу en Lundagatan y el chуfer la zarandeу ligeramente no se percatу de que le habнa dado mal la direcciуn. Rectificу y pidiу que siguiera hasta la cuesta de Gцtgatan. Le dio una buena propina en dуlares norteamericanos y soltу un taco al pisar un charco nada mбs bajar del coche. Vestнa vaqueros, camiseta y una fina cazadora. Calzaba sandalias y calcetines cortos no muy gruesos. Tambaleбndose, cruzу la calle hasta el 7-Eleven, donde comprу champъ, pasta de dientes, jabуn, yogur lнquido, leche, queso, huevos, pan, bollos de canela congelados, cafй, bolsitas de tй Lipton, pepinillos en vinagre, manzanas, un paquete grande de Billys Pan Pizza y un cartуn de Marlboro Light. Pagу con Visa.

Ya en la calle, dudу sobre quй camino tomar. Podнa subir por Svartensgatan o por Hцkens gata, que quedaba un poquito mбs abajo, en direcciуn a Slussen. El inconveniente de ir por Hцkens gata era que entonces tendrнa que pasar por delante del portal de la redacciуn de Millennium y corrнa el riesgo de toparse con Mikael Blomkvist. Al final decidiу que, de ahora en adelante, no darнa rodeos para evitarlo. Por lo tanto, fue bajando hacia Slussen a pesar de que era un poco mбs largo, y girу a la derecha por Hцkens gata para subir a la plaza de Mosebacke. Pasу ante la estatua de Las Hermanas, frente al Sцdra Teatern, y tomу las escaleras hasta Fiskargatan. Se detuvo y, pensativa, contemplу el edificio. No se sentнa del todo «en casa».

Mirу a su alrededor. Era un rincуn aislado de todo en pleno Sцdermalm. No habнa apenas trбfico, cosa que le gustaba. Resultaba fбcil observar a los que se movнan por la zona. Probablemente durante el verano se tratara de un popular lugar de paseo, pero en invierno sуlo pasaban por allн los que tenнan algъn motivo concreto. Nadie a la vista. Al menos, nadie que pudiera reconocerla. Lisbeth depositу la bolsa en la sucia aguanieve que cubrнa la calle para sacar la llave. Cogiу el ascensor hasta la ъltima planta y abriу una puerta que tenнa una placa donde podнa leerse: «V. Kulla».

 

 

Una de las primeras medidas de Lisbeth en cuanto se hizo con una gran cantidad de dinero y se convirtiу en econуmicamente independiente para el resto de su vida (o mientras duraran los casi tres mil millones de coronas) fue buscarse una nueva casa. Hacer negocios inmobiliarios resultу una nueva experiencia para ella. Nunca habнa invertido dinero en nada grande, excepto algъn que otro objeto que pudiera pagar al contado o en unos cuantos plazos. Hasta ahora sus mayores gastos no habнan pasado de unos ordenadores y su moto Kawasaki. Esta ъltima la comprу por siete mil coronas: un chollo. Adquiriу piezas de repuesto por un valor similar y dedicу varios meses a desmontar la moto, ella misma, y ponerla a punto. Habrнa querido un coche pero dudу en comprбrselo, ya que no sabнa muy bien cуmo hacer que le cuadraran las cuentas.

Un piso —comprendiу— era un negocio de mayor envergadura. Habнa empezado leyendo los anuncios de Dagens Nyheter en su ediciуn digital. No tardу en entender que aquello era toda una ciencia.

2 hab. + coc. + com. situaciуn ideal, cerca de Sцdra Station. Precio: 2.700.000 coronas o al mejor postor. Comunidad y otros gastos: 5.510.

3 hab. + coc, vistas al parque, Hцgalid. 2.900.000 coronas.

2,5 hab., 47 m2, baсo reformado, edificio rehabilitado en 1998. Gotнandsgatan. 1.800.000 coronas. Comunidad y otros gastos: 2.200.

Se rascу la cabeza y, al azar, eligiу unos anuncios a los que llamу por telйfono sin saber muy bien quй preguntar. Al cabo de un rato se sintiу tan tonta que lo dejу. El primer domingo de enero saliу e hizo dos visitas de pisos. Uno de ellos se encontraba en Vindragarvдgen, en Reimersholme, y el otro en Heleneborgsgatan, cerca de Hornstull. El de Reimersholme tenнa cuatro habitaciones y mucha luz; estaba en una torre con vistas a Lеngholmen y Essingen. Allн estarнa a gusto. El piso de Heleneborgsgatan era un cuchitril con vistas al edificio de enfrente.

El problema residнa en que no sabнa dуnde querнa vivir, quй aspecto deberнa tener la casa, ni quй requisitos deberнa exigir, como compradora, a su nuevo hogar. Hasta ahora no se habнa planteado buscarle una alternativa al apartamento de cuarenta y siete metros cuadrados de Lundagatan donde pasу su infancia y del que se hizo propietaria —gracias a su administrador de entonces, Holger Palmgren— el dнa en el que cumpliу dieciocho aсos. Se sentу en el raнdo sofб de su salуn-estudio y empezу a reflexionar.

Al edificio se accedнa por un patio interior; el apartamento era pequeсo y poco acogedor. Todo lo que podнa contemplar desde su dormitorio era la pared medianera del bloque de enfrente. La cocina tenнa vistas a la parte trasera del inmueble que daba a la calle, asн como a la entrada de un sуtano. Desde el salуn veнa una farola y unas ramas de abedul.

Por lo tanto, el principal requisito era que su nueva vivienda tuviera vistas.

Echaba de menos un balcуn y siempre habнa envidiado a los vecinos mбs adinerados de las plantas superiores, que se pasaban los calurosos dнas de verano con una cerveza frнa bajo el toldo de su balcуn. La segunda condiciуn era, por lo tanto, un balcуn.

їQuй aspecto tendrнa la casa? Pensу en el apartamento de Mikael Blomkvist: un бtico reformado en Bellmansgatan, de sesenta y cinco metros cuadrados y con vistas al Ayuntamiento y Slussen. Allн se habнa encontrado a gusto. Deseaba una casa acogedora, fбcil de amueblar y de cuidar. Eso se convirtiу en el tercer requisito de su lista.

Habнa vivido durante muchos aсos en un espacio muy reducido. Su cocina tenнa poco mбs de diez metros cuadrados, donde cabнan una pequeсa mesa para comer y dos sillas. El salуn medнa veinte metros. El dormitorio doce. El cuarto requisito era que la nueva vivienda fuera mбs grande y que tuviera mбs armarios. Querнa un verdadero cuarto de trabajo y un dormitorio grande donde campar a sus anchas.

Su cuarto de baсo era un cuchitril sin ventana con baldosas grises en el suelo, una vieja y pequeсa baсera con asiento y un papel de pared que nunca quedaba realmente limpio por mucho que frotara. Querнa azulejos y una baсera grande. Querнa tener la lavadora en el piso y no en un cutre sуtano. Querнa que el cuarto de baсo oliera bien y que pudiera ventilarse.

Acto seguido, se conectу a Internet para buscar ofertas de agentes inmobiliarios. Al dнa siguiente se levantу temprano y visitу una agencia llamada Nobelmдklarna que, segъn algunos, gozaba de la mejor reputaciуn en todo Estocolmo. Llevaba unos desgastados vaqueros negros, unas botas y su negra chupa de cuero. Se situу junto a un mostrador, desde donde observу distraнdamente a una rubia de unos treinta y cinco aсos que acababa de entrar en la pбgina web de la empresa y que empezaba a colgar fotografнas de pisos. Finalmente, un hombre de unos cuarenta aсos, regordete, pelirrojo y con poco pelo, se acercу a Lisbeth. Ella le preguntу por los pisos que tenнa en oferta. Asombrado, se quedу mirбndola un momento y luego le dijo en un tono algo paternal y burlуn:

—Bueno, bueno, jovencita, їsaben tus papбs que quieres irte de casa?

Lisbeth Salander lo contemplу en silencio con una frнa mirada hasta que йl dejу de reнrse socarronamente.

—Necesito un piso —aclarу.

El hombre carraspeу y mirу a su colega con el rabillo del ojo.

—Entiendo. їY quй tipo de casa tenнas en mente?

—Quiero una casa en Sцdermalm. Debe tener balcуn y vistas al mar, por lo menos cuatro habitaciones, un cuarto de baсo con ventana y sitio para la lavadora. Y tiene que haber un garaje donde pueda guardar una moto bajo llave.

La mujer del ordenador interrumpiу lo que estaba haciendo y, curiosa, volviу la cabeza para mirar a Lisbeth.

—їUna moto? —preguntу el hombre de pelo ralo.

Lisbeth Salander asintiу.

—їPodrнa preguntar... eeh, tu nombre?

Lisbeth Salander se presentу. Luego le preguntу cуmo se llamaba йl, a lo que el hombre respondiу que Joakim Persson.

—Lo que pasa es que ahora mismo cuesta bastante dinero comprar un piso en Estocolmo...

Lisbeth no contestу. Preguntу quй pisos tenнa en venta, y aсadiу que la informaciуn de que un piso asн costaba bastante dinero sobraba y era irrelevante.

—їEn quй trabajas?

Lisbeth meditу la respuesta. Formalmente era autуnoma. En la prбctica trabajaba para Dragan Armanskij y Milton Security, pero durante el ъltimo aсo lo habнa hecho de forma muy irregular y llevaba tres meses sin realizar ningъn informe para йl.

—Ahora mismo en nada concreto —contestу sin faltar a la verdad.

—Ajб... estбs estudiando, supongo.

—No, no soy estudiante.

Joakim Persson saliу de detrбs del mostrador, puso el brazo alrededor del hombro de Lisbeth y la condujo hacia la puerta con gran amabilidad.

—Bueno, jovencita, estaremos encantados de ayudarte dentro de unos aсos, pero para entonces tendrбs que traer un poquito mбs de dinero de lo que ahora tienes en la hucha, їsabes? Me temo que tu paga semanal no va a ser suficiente. —Le pellizcу la mejilla de muy buen humor—. Asн que no dudes en volver y ya verбs como encontraremos una casita para ti.

Lisbeth Salander se quedу en la calle, delante de Nobelmдklarna, durante varios minutos. Se preguntу cуmo le sentarнa a Joakim Persson que le lanzaran un cуctel molotov contra el escaparate. Luego se fue a casa y encendiу su PowerBook.

No tardу ni diez minutos en entrar en la intranet de Nobelmдklarna, gracias a las contraseсas que, distraнdamente, le habнa visto utilizar a la rubia del mostrador justo antes de que йsta se pusiera a colgar fotos. Tardу otros tres minutos en darse cuenta de que aquel ordenador con el que trabajaba la mujer tambiйn era el servidor de la empresa —їcуmo se podнa ser tan tonto?— y tres mбs en acceder a los catorce ordenadores que formaban parte de la red interna. Algo mбs de dos horas despuйs ya habнa inspeccionado las cuentas de Joakim Persson y constatado que durante los dos ъltimos aсos le habнa ocultado a Hacienda cerca de setecientas cincuenta mil coronas en dinero negro.

Descargу todos los archivos necesarios y los mandу a Hacienda desde una cuenta anуnima de un servidor de Estados Unidos. Luego borrу a Joakim Persson de su mente.

El resto del dнa lo consagrу a repasar las ofertas de Nobelmдklarna. La casa mбs cara era un palacete de las afueras de Mariefred, donde no tenнa las mбs mнnimas ganas de vivir. Sуlo para fastidiar eligiу la segunda oferta mбs cara: un enorme piso junto a la plaza de Mosebacke.

Dedicу un buen rato a estudiar las fotos y los planos. Al final se percatу de que la casa de Mosebacke cumplнa de sobra con todos los requisitos de su lista. El anterior propietario habнa sido un director de ABB que desapareciу del mapa despuйs de haberse asegurado un colchуn dorado, muy comentado y criticado, de unos mil millones de coronas.

Por la noche, descolgу el telйfono y llamу a Jeremy MacMillan, socio del bufete de abogados MacMillan & Marks de Gibraltar. No era la primera vez que hacнa negocios con йl. Fue, precisamente, MacMillan quien creу, a cambio de una generosa retribuciуn, las numerosas empresas tapadera titulares de las cuentas que gestionaban esa fortuna que, un aсo antes, ella le habнa robado al financiero Hans-Erik Wennerstrцm.

Volviу a contratar los servicios de MacMillan. En esta ocasiуn le dio instrucciones para que, en nombre de su empresa, Wasp Enterprises, iniciara las negociaciones con Nobelmдklarna de cara a adquirir el codiciado piso de Fiskargatan, junto a Mosebacke. Las negociaciones les llevaron cuatro dнas y el precio total ascendiу a una cantidad que le hizo arquear las cejas. Mбs el cinco por ciento de los honorarios de MacMillan. Antes de que la semana terminara ya habнa trasladado dos cajas de prendas, ropa de cama, unos cacharros de cocina y un colchуn. En йl durmiу durante algo mбs de tres semanas mientras buscaba clнnicas de cirugнa plбstica, arreglaba unos asuntos burocrбticos pendientes (entre otras cosas, una conversaciуn nocturna con cierto abogado llamado Nils Bjurman), y pagaba adelantos de alquileres, facturas de luz y otros gastos corrientes.

 

 

Luego reservу un billete para ir a esa clнnica italiana. Una vez concluido el tratamiento y dada de alta en la clнnica, se quedу unos dнas en un hotel de Roma pensando en lo que iba a hacer. Deberнa haber vuelto a Suecia para organizar su vida pero, por varias razones, el simple hecho de pensar en regresar a Estocolmo la echaba para atrбs.

No tenнa una verdadera profesiуn. No veнa ningъn futuro en Milton Security. No era culpa de Dragan Armanskij. Йl querrнa, sin duda, hacerla fija y convertirla en una pieza fundamental de la empresa, pero Lisbeth tenнa veinticinco aсos y carecнa de formaciуn; y a ella no le apetecнa nada verse con cincuenta tacos dedicбndose todavнa a investigaciones personales de unos cuantos jуvenes y golfos ejecutivos. Era un hobby divertido, no una vocaciуn.

Otra de las razones por la que le costaba volver a Estocolmo se llamaba Mikael Blomkvist. Allн sin duda correrнa el riesgo de cruzarse con ese Kalle Blomkvist de los Cojones y en ese momento eso era lo ъltimo que deseaba. Йl la habнa herido. Aunque, para ser sinceros, ella admitнa que no habнa sido su intenciуn. La habнa tratado bien. La culpa era suya por «enamorarse» de йl. La propia palabra parecнa una contradicciуn cuando se hablaba de Lisbeth Tonta de los Cojones Salander.

Mikael Blomkvist era un ligуn de mucho cuidado. Ella habнa sido, en el mejor de los casos, un caritativo pasatiempo: una chica de la que se habнa compadecido justo cuando la necesitу y no tuvo nada mejor a mano, pero de la que se alejу en seguida para continuar su camino y procurarse una compaснa mбs entretenida. Ella se maldecнa a sн misma por haber bajado la guardia y abrirle su corazуn.

Cuando volviу a recuperar el pleno uso de sus facultades, cortу el contacto con йl. No fue del todo fбcil, pero se armу de valor. La ъltima vez que lo vio, ella se encontraba en el andйn de la estaciуn de metro de Gamia Stan y йl iba sentado en un vagуn, de camino al centro. Lo contemplу durante un minuto entero y decidiу que ya no albergaba ni el mбs mнnimo sentimiento por йl, porque eso serнa como sangrar hasta morir. Fuck you. Mikael la descubriу justo cuando las puertas se cerraron y la mirу con ojos inquisitivos antes de que ella se diera la vuelta y se fuera de allн cuando el tren arrancу.

No entendнa por quй йl se habнa empeсado de manera tan insistente en mantener el contacto, como si ella fuese un maldito proyecto social suyo. La irritaba que fuera tan ingenuo; cada vez que йl le mandaba un correo se armaba de valor y lo borraba sin leerlo.

Estocolmo no le resultaba nada atractivo. Aparte del trabajo como freelance de Milton Security, unos viejos compaсeros de cama de los que se habнa apartado y las chicas del antiguo grupo de rock Evil Fingers, apenas conocнa a nadie en su ciudad natal.

La ъnica persona que le infundнa algo de respeto era Dragan Armanskij. Le resultaba difнcil definir quй sentнa por йl. A Lisbeth siempre le desconcertaba comprobar que le producнa cierta atracciуn. Si no hubiese estado tan felizmente casado, ni fuera tan viejo y su visiуn de la vida no resultara tan conservadora, se plantearнa intentar un acercamiento нntimo.

Acabу por sacar su agenda y abrirla por la parte de los mapas. Nunca habнa estado en Australia ni en Бfrica. Habнa leнdo cosas, pero nunca habнa visto ni las pirбmides ni Angkor Vat. Nunca habнa cogido un Star Ferry para ir de Kowloon a Victoria, en Hong Kong, y nunca habнa buceado en el Caribe ni estado en una playa de Tailandia. Aparte de esos viajes relбmpago de trabajo a los paнses bбlticos y a los paнses nуrdicos vecinos, ademбs de, por supuesto, Zьrich y Londres, apenas habнa salido de Suecia en toda su vida. De hecho, no habнa salido de Estocolmo mбs que en muy contadas ocasiones.

Nunca se lo habнa podido permitir.

Se acercу a la ventana de la habitaciуn del hotel y contemplу la Via Garibaldi de Roma. Aquella ciudad era todo ruinas. Luego tomу una decisiуn. Se puso la cazadora, bajу a la recepciуn y preguntу si habнa alguna agencia de viajes cerca. Reservу un billete de ida a Tel Aviv y pasу los siguientes dнas paseando por el casco antiguo de Jerusalйn, donde visitу la mezquita de Al-Aqsa y el Muro de las Lamentaciones, y observу con desconfianza a los armados soldados apostados en las esquinas. Desde allн volу a Bangkok y continuу viajando el resto del aсo.

Pero habнa una cosa que debнa hacer. Fue a Gibraltar dos veces. La primera para realizar un estudio en profundidad sobre el hombre que habнa elegido para que le administrara su dinero. La segunda para controlar que se portaba bien.

 

 

Despuйs de tanto tiempo, le resultу extraсo girar la llave de su piso de Fiskargatan.

Dejу la bolsa de la compra y su equipaje en la entrada, y marcу el cуdigo de cuatro cifras que desactivaba la alarma electrуnica. Luego se quitу toda la ropa mojada y la dejу caer allн mismo. Entrу desnuda en la cocina y enchufу la nevera, donde colocу los alimentos, antes de dirigirse al cuarto de baсo para pasar los siguientes diez minutos bajo la ducha. Se comiу una manzana cortada en trozos y una Billys Pan Pizza que calentу en el microondas. Abriу una de las cajas de la mudanza y encontrу una almohada, sбbanas y una manta que, al haber pasado un aсo guardadas, desprendieron un peculiar olor. Se hizo la cama en un colchуn que colocу en el suelo de la habitaciуn que habнa junto a la cocina.

Se quedу dormida apenas diez segundos despuйs de haber reclinado la cabeza en la almohada y durmiу casi doce horas, hasta poco antes de la medianoche. Se levantу, puso la cafetera, se arropу con una manta, cogiу un cigarrillo y la almohada, y se sentу en el vano de una ventana, desde donde contemplу el islote de Djurgеrden y las aguas de la bahнa de Saltsjцn. Le fascinaron las luces. En la oscuridad, reflexionу sobre su vida.

 

 

Al dнa siguiente, Lisbeth tenнa una agenda muy apretada. A las siete de la maсana cerrу con llave la puerta de su casa. Antes de abandonar la planta, abriу una ventana de ventilaciуn que habнa en el hueco de la escalera y pasу una copia de la llave por un fino hilo de cobre que atу a la parte trasera de un canalуn. Escarmentada de anteriores experiencias, habнa aprendido lo ъtil que era tener siempre a mano una llave de reserva.

Hacнa un frнo glacial. Lisbeth estaba vestida con un par de viejos y desgastados vaqueros que tenнan un desgarrуn bajo uno de los bolsillos traseros, por el cual se entreveнan unas bragas azules. Se habнa puesto una camiseta y un cisne que empezaba a descoserse por el cuello. Ademбs, habнa conseguido dar con su vieja y raнda chupa de cuero con remaches en los hombros. Constatу que deberнa llevбrsela a una costurera para que le arreglara el forro, roto, prбcticamente ya inexistente, de los bolsillos. Calzaba botas y unos gruesos calcetines. En tйrminos generales, iba bastante bien abrigada.

Paseу por Sankt Paulsgatan hasta Zinkensdamm y continuу hasta su anterior domicilio de Lundagatan, donde empezу por comprobar que su Kawasaki seguнa en el sуtano. Dio unas palmaditas en el sillнn y, acto seguido, subiу a su antigua vivienda, donde entrу tras salvar una montaсa de publicidad.

Cuando, un aсo antes, saliу de Suecia, no sabнa muy bien lo que iba a hacer con el apartamento, de modo que la soluciуn mбs sencilla fue abrir una cuenta para domiciliar las facturas de los gastos mensuales. Allн tenнa todavнa algunos muebles —recogidos, no sin poco esfuerzo, de contenedores—, tazas de tй desportilladas, dos viejos ordenadores y bastantes papeles. Pero nada de valor.

Se dirigiу a la cocina para buscar una bolsa de basura negra y dedicу cinco minutos a separar la publicidad del correo. La mayor parte de todos esos papelajos fue directamente a la bolsa. Le habнan enviado unas cuantas cartas que, principalmente, resultaron ser extractos de su cuenta bancaria, datos de Milton Security para la declaraciуn de la renta o publicidad encubierta. Una de las ventajas de encontrarse bajo tutela administrativa era que nunca habнa tenido que dedicarse a asuntos fiscales: ese tipo de correo brillaba por su ausencia. Ademбs de lo ya dicho, en un aсo no habнa recibido mбs que tres cartas personales.

La primera provenнa de una tal Greta Molander, abogada, la que fuera administradora de la madre de Lisbeth Salander. La carta le informaba, escuetamente, de que, una vez efectuado el inventario de bienes de su madre, a Lisbeth Salander y a su hermana Camilla Salander les correspondнa, a cada una, una herencia de nueve mil trescientas doce coronas. Dicha cantidad habнa sido ingresada en la cuenta de la seсorita Salander; їpodrнa por favor confirmar su recepciуn? Lisbeth metiу la carta en el bolsillo interior de su cazadora.

La otra era de la directora Mikaelsson, de la residencia Дppelviken, quien amablemente le recordaba que todavнa guardaban una caja con las pertenencias de su madre: їtendrнa la amabilidad de contactar con Дppelviken para darles instrucciones sobre la forma de proceder con los bienes de la herencia? La directora terminaba diciendo que si no sabнa nada de Lisbeth o de su hermana (de quien no tenнa ninguna direcciуn) antes de finalizar el aсo, se desharнan de los objetos. Mirу el encabezamiento, fechado en junio, y sacу el mуvil. Dos minutos despuйs ya se habнa enterado de que la caja seguнa allн. Pidio disculpas por no haber contactado antes con ellos y prometiу ir a buscar las cosas al dнa siguiente.

La ъltima carta personal era de Mikael Blomkvist. Reflexionу un instante pero decidiу no abrirla y la tirу a la bolsa de la basura.

En una caja introdujo unas cuantas bagatelas que querнa conservar. Cogiу un taxi y regresу a Mosebacke. Se maquillу, se puso unas gafas y una peluca rubia de media melena y metiу en el bolso un pasaporte noruego a nombre de Irene Nesser. Se examinу en el espejo y constatу que Irene Nesser se parecнa a Lisbeth Salander. Pero, aun asн, era una persona completamente distinta.

Despuйs de un almuerzo apresurado compuesto por una baguette de queso brie y un caffи latte en el Cafй Eden de Gцtgatan, paseу hasta la oficina de alquiler de coches de Ringvдgen, donde Irene Nesser alquilу un Nissan Miera. Condujo hasta el Ikea de Kungens Kurva, donde pasу tres horas recorriendo la tienda de punta a punta y apuntando las referencias de todo lo que necesitaba. Con algunas cosas, se decidiу muy rбpidamente.

Comprу dos sofбs del modelo Karlanda, en tela de color arena, cinco sillones Poдng, de estructura flexible, dos mesitas redondas lacadas de color abedul claro, una mesa baja de centro Svansbo y unas cuantas mesas auxiliares Lack. En el departamento de estanterнas y almacenaje encargу dos juegos Ivar —combinaciуn de almacenaje— y dos librerнas Bonde, un mueble para el televisor y unas estanterнas de almacenaje Magiker con puertas. Lo completу todo con un armario Pax Nexus, de tres puertas, y dos pequeсas cуmodas Malm.

Tardу un buen rato en elegir la cama, pero finalmente se decantу por el modelo Hemnes, una estructura de cama con colchуn y accesorios. Como precauciуn, tambiйn comprу una cama Lillehammer para la habitaciуn de invitados. No contaba con recibir visitas, pero ya que tenнa un cuarto de invitados, їpor quй no amueblarlo? Total...

El cuarto de baсo de su nueva casa ya estaba completamente equipado con un armario, un mueble para las toallas y una lavadora que los anteriores propietarios habнan dejado. Sуlo comprу una cesta barata para la ropa sucia.

Lo que sн necesitaba, en cambio, eran muebles de cocina. Tras una ligera duda, se decidiу por una mesa de cocina Rosfors en haya maciza y vidrio templado, asн como por cuatro sillas de vivos colores.

Necesitaba muebles para su despacho y contemplу asombrada algunos inverosнmiles «espacios de trabajo» con ingeniosos armarios para guardar ordenadores y teclados. Al final, negу con la cabeza y encargу un escritorio Galant, de lo mбs normal, chapado en haya y con tabla abatible y esquinas redondeadas, asн como un armario grande de almacenaje. Le costу un buen rato elegir una silla de trabajo —en la cual, sin duda, pasarнa no pocas horas— y finalmente optу por una de las alternativas mбs caras, una del modelo Verksam.

Dio una ъltima vuelta y comprу una considerable cantidad de sбbanas, fundas de almohada, toallas, edredones, mantas, cojines, un menaje de cocina bбsico —cubiertos, vajilla, cacerolas, sartenes y tablas para cortar—, tres grandes alfombras, unas cuantas lбmparas de despacho y abundante material de oficina, como carpetas, papeleras, cajas y cosas por el estilo.

Concluido el recorrido se dirigiу con su lista a una caja. Pagу con la tarjeta de Wasp Enterprises y se identificу como Irene Nesser. Tambiйn pagу para que le mandaran los productos a casa y se los montaran. El importe total acabу siendo de mбs de noventa mil coronas.

A eso de las cinco de la tarde regresу a Sцdermalm y todavнa le dio tiempo a realizar una rбpida incursiуn en Axelssons Hemelektronik, donde adquiriу un televisor de dieciocho pulgadas y una radio. Poco antes de la hora de cierre se metiу en una tienda de electrodomйsticos de Hornsgatan y comprу una aspiradora. En Mariahallen comprу una fregona, friegasuelos, un cubo, detergente, jabуn, unos cuantos cepillos de dientes y un paquete de papel higiйnico de tamaсo familiar.

Tras su fiebre consumista, estaba agotada pero contenta. Metiу todas sus compras en su alquilado Nissan Miera y aterrizу completamente exhausta en la planta superior del Cafй Java de Hornsgatan. Cogiу un periуdico vespertino de la mesa de al lado y constatу que los social-demуcratas seguнan gobernando y que, durante su ausencia, nada realmente importante parecнa haber sucedido en el paнs.

Hacia las ocho ya estaba en casa. Al amparo de la oscuridad descargу el coche y subiу las compras a V. Kulla. Lo dejу todo amontonado en la entrada y pasу media hora recorriendo las calles del barrio, buscando un lugar donde aparcar. Luego llenу de agua el jacuzzi, donde al menos cabнan, holgadamente, tres personas. Pensу por un momento en Mikael Blomkvist. Llevaba meses sin pensar en йl. Hasta que vio su carta esa misma maсana. Se preguntу si se encontrarнa en casa y si estarнa con Erika Berger.

Acto seguido, inspirу profundamente, se puso boca abajo y se sumergiу en el agua. Se llevу las manos a los pechos y se pellizcу fuertemente los pezones. Contuvo la respiraciуn durante tres minutos hasta que los pulmones empezaron a dolerle.

 

 

La redactora Erika Berger mirу de reojo el reloj cuando Mikael Blomkvist llegу casi quince minutos tarde a la sagrada reuniуn de planificaciуn que tenнa lugar el segundo martes de cada mes a las diez de la maсana. Era ahн donde se establecнan las lнneas generales del prуximo nъmero y donde, a largo plazo, se tomaban las decisiones referentes al contenido de la revista Millennium.

Mikael Blomkvist pidiу perdуn por su retraso murmurando una explicaciуn que nadie oyу o que, al menos, luego nadie recordу. Los asistentes eran, aparte de Erika, la secretaria de redacciуn Malin Eriksson, el socio y jefe de fotografнa y maquetaciуn Christer Malm, la reportera Monika Nilsson y los periodistas contratados a tiempo parcial Lottie Karim y Henry Cortez. Mikael Blomkvist comprobу inmediatamente que la chica en prбcticas de diecisiete aсos se encontraba ausente, pero que el grupo de la pequeсa mesa de reuniones del despacho de Erika Berger se habнa incrementado con una cara desconocida. Muy raras veces Erika dejaba entrar a alguien de fuera a las reuniones de planificaciуn de Millennium.

—Este es Dag Svensson —dijo Erika Berger—. Es freelance. Vamos a comprar un texto suyo.

Mikael Blomkvist asintiу y le estrechу la mano. Dag Svensson era rubio, con ojos azules, pelo rapado y lucнa una barba de tres dнas. Rondaba los treinta aсos y parecнa hallarse en una forma fнsica insultantemente buena.

—Solemos hacer uno o dos nъmeros temбticos al aсo —prosiguiу Erika—. Esta historia la quiero para el nъmero de mayo. La imprenta estб reservada para el 27 de abril. Contamos con mбs de tres meses para tener listos los textos.

—їNъmero temбtico de quй? —preguntу Mikael mientras se servнa cafй del termo.

—Dag Svensson subiу a verme la semana pasada con el borrador de una historia. Le pedн que asistiera a esta reuniуn. їPuedes presentarlo? —dijo Erika a Dag Svensson.

—Trafficking —respondiу йl—. O sea, trata de blancas. En esta ocasiуn fundamentalmente de los paнses bбlticos y de la Europa del Este. Si querйis, os cuento la histona desde eм principio. El caso es que estoy escribiendo un libro sobre el tema y como sй que ahora tambiйn tenйis una editorial, contactй con Erika.

A todos les hizo gracia el comentario: hasta ese momento, Millennium Forlag sуlo habнa publicado un libro, el ladrillo de Mikael Blomkvist sobre el imperio financiero del multimillonario Hans-Erik Wennerstrцm. El volumen ya llevaba seis ediciones en Suecia y, ademбs, habнa salido en noruego, alemбn e inglйs y se estaba traduciendo al francйs. El йxito de ventas resultaba incomprensible: todos los detalles de la historia eran ya de dominio pъblico y habнan aparecido en innumerables periуdicos y revistas.

—Bueno, nuestra actividad editorial no es precisamente muy grande —dijo Mikael prudentemente.

Dag Svensson tambiйn acabу sonriendo.

—Eso ya lo sй. Pero tenйis una editorial.

—Las hay mayores —puntualizу Mikael.

—Sin duda —dijo Erika Berger—. Pero llevamos un aсo entero discutiendo si debemos combinar la ediciуn especializada de libros con nuestra actividad habitual. Lo hemos sometido a debate en dos reuniones de la junta directiva y todo el mundo se ha mostrado a favor. Nos planteamos una labor editorial muy modesta —de tres a cuatro libros por aсo— que, por lo general, sуlo abarcarб reportajes sobre distintos temas. En otras palabras, productos tнpicamente periodнsticos. Este libro es un buen comienzo.

—Trafficking —dijo Mikael Blomkvist—. Cuйntanos.

—Llevo cuatro aсos indagando en el tema. Empezу a interesarme por mi pareja; se llama Mia Bergman y es criminуloga e investigadora de gйnero. Antes trabajaba en el Consejo Nacional para la Prevenciуn de la Delincuencia y ha hecho un informe sobre la ley de comercio sexual.

—La conozco —intervino Mahn Eriksson—. La entrevistй hace dos aсos, cuando publicу un informe que comparaba el diferente trato que recibнan hombres y mujeres en los juzgados.

Sonriendo, Dag Svensson asintiу.

—Causу bastante revuelo —aсadiу—. Pero lleva cinco o seis aсos investigando el tema del trafficking. Asн nos conocimos. Yo andaba metido en una historia sobre el comercio sexual en Internet y alguien me dijo que ella sabнa bastante sobre el tema. ЎY vaya si sabнa! En resumidas cuentas: que empezamos a trabajar juntos (yo como periodista y ella como investigadora) y un dнa comenzamos a salir, y ya hace un aсo que vivimos bajo el mismo techo. Estб terminando su tesis, que defenderб esta primavera.

—Asн que anda metida en una tesis doctoral, їy tъ...?

—Yo, ademбs de mi propia investigaciуn, estoy escribiendo la versiуn popular de la tesis. Asн como otra, reducida, en forma de artнculo, que es lo que tiene Erika.

—De acuerdo, trabajбis en equipo. їY cuбl es la historia?

—Tenemos un gobierno que ha introducido una severнsima ley de comercio sexual, contamos con policнas que deben velar por que йsta se cumpla y con jueces que deben condenar a los delincuentes sexuales (llamamos delincuentes a los puteros porque contratar un servicio sexual se considera ahora delito); a esto hay que aсadir los indignados y moralizantes textos que, sobre el tema, aparecen en algunos medios de comunicaciуn, etcйtera, etcйtera. Al mismo tiempo, Suecia es, proporcionalmente, uno de los paнses que mбs putas compran, per capita, de Rusia o de los paнses bбlticos.

—їY puedes demostrarlo?

—No es ningъn secreto. Ni siquiera es noticia. Lo novedoso es que hemos hablado con una docena de chicas tipo la de Lilja їf-ever. La mayorнa son jуvenes cuya edad oscila entre los quince y los veinte aсos. Proceden de la miseria social de uno de esos paнses del Este y son traнdas a Suecia con la promesa de un trabajo, pero caen en las garras de una mafia sexual sin escrъpulos. Algunas de las vivencias personales que han sufrido esas chicas hace que Lilja 4-ever parezca una pelнcula para toda la familia. Dicho de otro modo: esas jуvenes han vivido cosas que no podrнan contarse en una pelнcula.

—Vale.

—Ese es, por decirlo de alguna manera, el eje de la tesis de Mia. Pero no de mi libro.

Todos escuchaban atentamente.

—Mia ha entrevistado a las chicas. Lo que yo he hecho ha sido realizar unas detalladas fichas de proveedores y clientes.

Mikael sonriу. Era la primera vez que veнa a Dag Svensson, pero en seguida se percatу de que se trataba del tipo de periodistas que a йl le gustaba: esos que se centran en lo mбs importante de la historia. Para Mikael, la regla de oro del periodismo consistнa en que siempre habнa un responsable. The bad guys.

—їY has encontrado datos interesantes?

—Bueno, puedo documentar, por ejemplo, que un funcionario del Ministerio de Justicia relacionado con la elaboraciуn de la ley sobre el comercio sexual se ha aprovechado de, por lo menos, dos chicas que han venido aquн a travйs de la mafia sexual. Una de las jуvenes tenнa quince aсos.

—Ufff.

—Llevo tres aсos trabajando a tiempo parcial en esta historia. El libro estudia casos concretos de algunos de los puteros. Aparecen tres policнas, uno de los cuales trabaja en la Policнa de Seguridad y otro en la Brigada Antivicio. Hay cinco abogados, un fiscal y un juez. Tambiйn se habla de tres periodistas; uno de ellos ha escrito varios textos sobre la trata de blancas. En su vida privada se dedica a poner en prбctica sus fantasнas violadoras con una prostituta adolescente de Tallin... y en este caso no se trata de ningъn juego sexual de mutuo acuerdo. Voy a revelar sus nombres. Tengo en mi poder documentos irrefutables.

Mikael Blomkvist silbу. Luego dejу de sonreнr.

—Ya que he vuelto a ser editor responsable me gustarнa examinar con lupa todo ese material —dijo Mikael Blomkvist—. La ъltima vez que no contrastй las fuentes como debнa pasй tres meses en prisiуn.

—Si publicбis la historia, te darй toda la documentaciуn que me pidas. Pero para vendйrosla exijo una sola condiciуn.

—Dag quiere que tambiйn publiquemos el libro —comentу Erika Berger.

—Exactamente. Mi deseo es que caiga como una bomba, y ahora mismo Millennium es la revista con mбs credibilidad y descaro de todo el paнs. Me resulta difнcil creer que haya muchas mбs editoriales que se atrevan a publicar una obra de estas caracterнsticas.

—O sea, que sin libro no hay artнculo —concluyу Mikael.

—A mн me parece muy bien —sentenciу Malin Eriksson, quien obtuvo un murmullo de aprobaciуn por parte de Henry Cortez.

—El artнculo y el libro son dos cosas distintas —precisу Erika Berger—. En el primer caso, el responsable es Mikael, como el editor. En el segundo, el responsable serнa el autor.

—Ya lo sй —dijo Dag Svensson—. Eso no me preocupa. En cuanto aparezca el libro, Mia pondrб una denuncia contra todas esas personas cuyo nombre revelo.

—Se va a armar una buena —comentу Henry Cortez.

—No es mбs que la mitad de la historia —dijo Dag Svensson—. Tambiйn he estado intentando desarticular algunas de las redes que se lucran con la trata de blancas. Estamos hablando de crimen organizado.

—їY quiйnes estбn metidos?

—Eso es lo que resulta particularmente trбgico. La mafia del sexo es una sуrdida banda de mequetrefes. Cuando empecй mi investigaciуn no sabнa a ciencia cierta lo que me esperaba, pero nos han engaсado y nos han hecho creer (al menos a mн) que la «mafia» es un grupo de gente guay que estб situado en la cima de la sociedad y que se pasea en elegantes coches de lujo. Supongo que una gran cantidad de pelнculas americanas sobre el tema ha contribuido a difundir esa imagen. Tu historia sobre Wennerstrцm —Dag Svensson mirу de reojo a Mikael— mostrу, de hecho, que йse tambiйn puede ser el caso. Pero, en cierto modo, Wennerstrцm es una excepciуn. Me he encontrado con una panda de brutos y sбdicos idiotas que apenas saben leer y escribir, y que son unos perfectos negados a la hora de organizarse y diseсar una estrategia. Tienen conexiones con moteros y otros cнrculos mejor organizados, pero, por lo general, no se trata mбs que de un hatajo de burros que se dedican al comercio sexual.

—Eso queda muy claro en tu artнculo —dijo Erika Berger—. Contamos con una legislaciуn, un cuerpo policial y un sistema judicial que financiamos con millones de coronas todos los aсos para que se ocupen de ese comercio . y no son capaces de meterle mano a una panda de perfectos idiotas.

—Nos encontramos ante una enorme y continua violaciуn de los derechos humanos, y las chicas afectadas se hallan en una posiciуn social tan baja que, jurнdicamente, carecen de todo interйs —prosiguiу Dag Svensson—. No votan. Con excepciуn del vocabulario que necesitan para hacer negocios, apenas si saben sueco. El 99,99 % de todos los delitos relacionados con el comercio sexual no se denuncia jamбs y aъn menos acaban ante un juez. Sin lugar a dudas se trata, sin punto de comparaciуn, del mayor iceberg de la criminalidad sueca. Imaginaos por un momento que los atracos de los bancos se trataran con la misma dejadez. Resulta impensable Desgraciadamente, mi conclusiуn es que este tipo de trapнcheos no continuarнa ni un dнa mбs si no fuera porque, simplemente, al sistema judicial no le da la gana perseguirlo. El abuso sexual de unas adolescentes de Tallin y Riga no constituye un tema de mucha prioridad. Una puta es una puta. Es parte del sistema.

—Y eso lo sabe hasta el mбs pintado —dijo Monika Nilsson.

—Bueno, їquй os parece? —preguntу Erika Berger.

—Me gusta la idea —contestу Mikael Blomkvist—. Con esta historia vamos a dar la cara y provocar a mбs de uno, precisamente el objetivo que en su dнa nos llevу a fundar Millennium.

—Йsa es la razуn por la que yo sigo trabajando en esta revista. Estб bien que el editor responsable pase una temporadita en el trullo —dijo Monika Nilsson.

Todos se rieron a excepciуn de Mikael

—Йl era el ъnico lo suficientemente tonto como para ser editor responsable —precisу Erika Berger—. Esto lo publicaremos en mayo. Y al mismo tiempo sacaremos tu libro.

—їLo has terminado ya? —preguntу Mikael.

—No. Tengo la sinopsis pero tan sуlo he escrito algo mбs de la mitad. Si estбis de acuerdo en publicarlo y me dais un adelanto, podrнa trabajar en йl a tiempo completo. Casi toda la investigaciуn estб hecha. Lo que me queda son unos pequeсos detalles (realmente se trata sуlo de confirmar cosas que ya conozco) y confrontar ese material con los puteros cuyo nombre revelo.

—Procederemos exactamente igual que con el libro sobre Wennerstrцm. Tardaremos una semana en maquetarlo —Christer Malm asintiу con la cabeza— y dos en imprimirlo. Las confrontaciones las haremos en marzo o abril y elaboraremos un resumen de quince pбginas que incluiremos en ъltimo lugar. Es decir: necesitamos el manuscrito completamente terminado para el 15 de abril; sуlo asн nos darб tiempo a revisar todas las fuentes.

—їCуmo funciona lo del contrato y ese tipo de cuestiones?

—Nunca he redactado un contrato para un libro, asн que supongo que debo hablar con nuestro abogado —comentу Erika Berger, frunciendo el ceсo—. Pero propongo un contrato por obra de cuatro meses, de febrero a mayo. No pagamos sueldos astronуmicos.

—Por mi parte, de acuerdo. Necesito un salario base para poder centrarme en el texto a tiempo completo.

—Otra cosa, nuestra norma interna es repartir los ingresos al cincuenta por ciento una vez sufragados todos los gastos. їQuй te parece?

—De puta madre —respondiу Dag Svensson.

—Reparto de tareas —dijo Erika Berger—. Malin, quiero que te encargues de la ediciуn del nъmero temбtico. A partir del prуximo mes йse serб tu principal cometido. Trabajarбs con Dag Svensson y editarйis el manuscrito. Lottie, eso significa que quiero que entres en la revista como secretaria de redacciуn de marzo a mayo. Te ampliaremos el contrato a jornada completa y Malin o Mikael te echarбn una mano siempre que puedan.

Malin Eriksson asintiу.

—Mikael, quiero que tъ seas el editor del libro —sentenciу, mirando a Dag Svensson—. Mikael no desea admitirlo pero en realidad es un editor estupendo y, ademбs, sabe muy bien lo que es una investigaciуn. Va a examinar tu libro con lupa, sнlaba a sнlaba. Se lanzarб sobre cada detalle como un бguila. Me halaga que quieras sacar el libro con nosotros, pero tenemos ciertos problemas en Millennium. Contamos con unos cuantos enemigos que sуlo estбn esperando que metamos la pata. Por eso cuando nos mojamos y publicamos algo, tiene que estar perfecto. No nos podemos permitir otra cosa.

—Y a mн no me gustarнa que fuera de otra manera.

—Bien. Pero їpodrбs aguantar que una persona se pase toda la primavera encima de ti criticбndote sin cesar?

Dag Svensson sonriу mirando a Mikael.

—Adelante.

Mikael asintiу.

—Si va a ser un nъmero temбtico, debemos tener mбs artнculos. Mikael, necesito que escribas algo sobre la economнa del comercio sexual. їCuбnto dinero se mueve anualmente? їQuiйn gana y adonde va a parar ese dinero? їEs posible demostrar que una parte acaba yendo al Tesoro Pъblico? Monika: quiero que ofrezcas una visiуn general de los abusos sexuales. Habla con los centros de acogida de mujeres maltratadas, los investigadores, los mйdicos y las autoridades. Vosotros dos y Dag escribirйis los textos principales. Henry, quiero una entrevista con la compaсera de Dag, Mia Bergman. Eso no puede hacerlo йl. Retrato: їquiйn es?, їquй estб investigando?, їcuбles son sus conclusiones? Luego quiero que estudies algunos de los casos de las investigaciones policiales. Christer, ilustraciones. No sй cуmo vamos a ilustrar todo eso. Piйnsalo.

—Probablemente sea uno de los temas mбs sencillos de ilustrar. En plan arty. No habrб problema.

—Dйjame aсadir una cosa —dijo Dag Svensson—. Hay unos cuantos policнas que estбn realizando un trabajo cojonudo. Podrнa ser una buena idea entrevistar a alguno de ellos.

—їTienes los nombres? —preguntу Henry Cortez.

—Y sus nъmeros de telйfono —respondiу Dag Svensson.

—Bien —dijo Erika Berger—. El tema del nъmero de mayo serб el comercio sexual. Lo que queremos dejar claro es que el trafficking constituye una violaciуn de los derechos humanos y que estos criminales deben ser denunciados y tratados como cualquier criminal de guerra, escuadrуn de la muerte o torturador. Manos a la obra.



  

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