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TERCERA PARTE 19 страница



—Hablo de lo que dice la gente viendo que la seсora Pitty tiene que vivir sola. La gente suele criticar mucho a las damas solteras que viven solas —continuу Peter. Era evidente que, para йl, Pittypat seguнa siendo una joven regordeta y encantadora, de diecisйis aсos, a la que habнa que preservar de las malas lenguas—. Y yo no quiero que la gente pueda hablar mal de ella. No, no seсor... Y no es cosa de que alquile habitaciones en su casa para tener compaснa. Ya se lo he dicho. No, mientras tenga personas de su propia carne y de su propia sangre que deban estar con ella. Pero, si las personas de su propia sangre la dejan abandonada... La seсora Pitty no es mбs que una niсa...

Al oнr esto, Scarlett y Melly lanzaron verdaderos alaridos de risa y se dejaron caer sobre los peldaсos de la escalinata. Finalmente, Melly tuvo que enjugarse las lбgrimas que las carcajadas hacнan brotar de sus ojos.

—ЎPobre tнo Peter! Perdona que me rнa. Lo siento, perdуname... Ni la seсora Scarlett ni yo podemos ir ahora a vuestra casa. Puede ser que yo vaya en septiembre, cuando ya estй recogido el algodуn. їTe enviу la tнa sуlo para que cargases con todas nosotras a lomos de ese saco de huesos?

A esta pregunta, las mandнbulas de Peter se abrieron repentinamente y la consternaciуn inundу su rostro negro y arrugado. Su saliente labio inferior se encogiу hasta las lнneas normales con la rapidez de una tortuga que encoge el cuello para meter la cabeza dentro de su concha.

—Seсora Melly, me voy haciendo viejo, por lo visto, porque se me habнa olvidado de momento la causa de que me mandasen aquн. Tengo una carta para usted. La seсora Pitty no ha querido confiarla al correo o a otros, sino que querнa que la trajese yo y... —їUna carta? їPara mн? їDe quiйn?

—Bueno, es de... La seсora Pitty me dijo: «Tъ, Peter, prepara poco a poco a la seсora Melly», y yo digo...

Melly se levantу del peldaсo, con la mano en la garganta. —ЎAshley! ЎAshley! ЎHa muerto...!

—ЎNo, no seсora! —gritу Peter con voz que se elevу hasta hacerse un estridente grito, mientras rebuscaba en el bolsillo interior de su andrajosa chaqueta—. ЎEstб vivo! ЎEsta carta es suya! ЎVa a venir...! ЎOh, Dios Todopoderoso! ЎCуgela, Mamita! Dйjame que yo... —ЎNo la toques, viejo idiota! —rugiу Mamita, tratando de sostener el cuerpo de Melanie que, abandonado por todas sus energнas, se desplomaba—. ЎImbйcil! ЎMono negro! Conque їes asн cуmo la preparabas suavemente? ЎTъ, Pork, cуgela por los pies! Seсorita Carreen, Ўpуngale bien la cabeza! ЎLlevйmosla al sofб del salуn!

Se produjo un confuso tumulto cuando todos, a excepciуn de Scarlett, se agruparon alrededor de la desmayada Melanie. Todo el mundo estaba alarmado y corrнa hacia la casa a buscar agua y almohadas; en un momento, Scarlett y Peter se encontraron solos y frente a frente al pie del pуrtico. Ella se habнa quedado inmуvil, como si hubiese echado raнces, en la postura que habнa tomado al oнr sus palabras, mirando azorada al aturdido negro que dйbilmente le tendнa una carta. Su cara de negro viejo daba tanta compasiуn como la de un niсo regaсado por su madre; toda su dignidad se habнa derrumbado.

Por un momento, Scarlett no pudo ni hablar ni moverse, y su cerebro no cesaba de gritar: «ЎNo ha muerto! ЎVa a volver! » Sin embargo, esa noticia no parecнa causarle ni jъbilo ni excitaciуn, sino sуlo una completa inmovilidad. La voz del tнo Peter llegaba hasta sus oнdos como lejana, plaсidera y sumisa.

—El doctor Willie Burr, de Macуn, que es pariente nuestro, se la llevу a la seсora Pitty. El seсor Willie estaba en la misma prisiуn que el seсor Ashley. Pero el seсor Willie tenнa caballo y llegу mбs pronto. Y el seсor Ashley viene a pie y...

Scarlett arrancу el sobre de sus manos. Estaba dirigido a Melly con letra de la tнa Pitty, pero esto no la hizo dudar ni un momento. Desgarrу el sobre, y la nota que incluнa la tнa Pitty cayу al suelo. Dentro del sobre habнa un trozo de papel doblado, ennegrecido por el roce con el sucio bolsillo del que la habнa traнdo, arrugado y roto por los bordes. La direcciуn estaba escrita de puсo y letra de Ashley: «Seсora de George Ashley Wilkes. Suplicada a la seсora Sarah Jane Hamilton, Atlanta, o en Doce Robles, Jonesboro, Estado de Georgia. » La abriу con temblorosos dedos y leyу: «Amada mнa: Vuelvo a casa y a ti... »

Las lбgrimas comenzaron a correr abundantemente por sus mejillas hasta el punto de no poder seguir leyendo, y su corazуn pareciу hincharse como si fuese incapaz de contener tanto jъbilo. Asiendo fuertemente la carta, corriу escalinata arriba, pasу a lo largo del pasillo, sin entrar en el salуn en donde todos se estorbaban unos a otros al tratar de reanimar a la desmayada Melanie, y se metiу en el despachito de Ellen. Cerrу la puerta de un golpe, echу la llave y se dejу caer sobre el hundido y baqueteado sofб, llorando, riendo, besando la carta.

—«Amada mнa» —repitiу ella en un murmullo—. «Vuelvo a casa y a ti. » El sentido comъn les decнa que, a menos que le brotasen alas a Ashley, pasarнan semanas, y acaso meses, antes de que pudiera cubrir el trayecto entre Illinois y Georgia, pero aun asн sus corazones latнan con furia cada vez que un hombre uniformado desembocaba por la avenida de acceso a Tara. Cualquier espantapбjaros con barbas podнa ser Ashley. Y, si no era el mismo Ashley, podнa ser un soldado que trajese noticias suyas o una carta de tнa Pitty hablando de йl. Tanto negros como blancos, todos corrнan al pуrtico de la fachada en cuanto oнan pasos. Ver un uniforme bastaba para que todos corriesen desde el rincуn de la leсa, desde el prado o desde la parcela dedicada al algodуn. Durante un mes despuйs de recibir aquella carta, el trabajo estuvo casi paralizado. No se hacнa nada. Todo el mundo querнa estar, allн cuando йl llegase, Scarlett mбs que nadie. Y no podнa exigir que los demбs atendiesen a sus labores cuando ella misma descuidaba las suyas.

Pero, cuando se deslizaron las semanas, una tras otra, sin que llegase Ashley ni se tuviesen noticias suyas, Tara fue retornando a su acostumbrada rutina. Los corazones mбs ansiosos sуlo pueden soportar la ansiedad hasta cierto lнmite. Y en la mente de Scarlett fue penetrando el temor de que le hubiese ocurrido algo durante el trayecto de regreso. Rock Island estaba muy lejos, y acaso йl estuviese enfermo o muy dйbil cuando fue puesto en libertad. No poseнa dinero alguno, y viajaba por regiones en donde se odiaba a los confederados. Si ella supiese dуnde se hallaba, le enviarнa dinero, le enviarнa hasta el ъltimo centavo que tenнan, aunque la familia pereciese de hambre, para que йl pudiese llegar antes en el tren.

«Amada mнa: Vuelvo a casa y a ti... »

En el primer impulso de alegrнa, cuando sus ojos leyeron estas palabras, significaron tan sуlo que Ashley volvнa a ella. Ahora, razonando frнamente, comprendнa que era a Melanie a quien volvнa. A Melanie, que ahora paseaba por la casa cantando muy gozosa. A veces, Scarlett lamentaba con rabia que Melanie no hubiese muerto de parto en Atlanta. Eso lo habrнa arreglado todo. Entonces, despuйs de un intervalo decente, ella se hubiese podido casar con Ashley y ser una buena madrastra para Beau. Cuando se le ocurrнan tales pensamientos, no se precipitaba a rezar para que Dios la perdonase, fingiendo que no deseaba tal cosa. Ni el mismo Dios la asustaba ya.

Los soldados llegaban ora solos, ora a pares o por docenas, y siempre estaban hambrientos. Scarlett, desesperada, creнa que una plaga de langosta hubiera sido preferible. Maldecнa nuevamente las viejas costumbres hospitalarias que habнan prevalecido en las йpocas de abundancia, estas costumbres que no permitнan que ningъn viajero, poderoso o humilde, prosiguiera su jornada sin que se le ofreciese al menos alojamiento por una noche, alimentos para йl y para su cabalgadura y la mayor cortesнa que se pudiera otorgar en la casa. Ella sabнa que esa йpoca habнa pasado para no volver, pero el resto de la casa no lo sabнa, ni lo sabнan tampoco los soldados, y se recibнa a cada uno de ellos como si fuese un huйsped a quien se esperaba con ansiedad.

Conforme iba pasando por allн la interminable fila, se iba endureciendo su corazуn. Los soldados se estaban comiendo las vituallas destinadas a las bocas de Tara: las legumbres para cuya siembra y recolecciуn ella habнa tenido que quebrarse el espinazo, los otros vнveres que habнa podido comprar despuйs de largos kilуmetros de bъsqueda. Era dificilнsimo encontrar alimentos, y el dinero de la cartera del yanqui no iba a durar siempre. Sуlo quedaban unos cuantos billetes dй reverso verde y las dos monedas de oro. їPor quй habнa ella de dar de comer a toda aquella horda de hombres hambrientos? Ya no habrнan de colocarse nuevamente como barrera entre ella y el peligro. Por lo tanto, dio уrdenes a Pork de que siempre que hubiese un soldado en la casa las comidas fuesen lo mбs parcas posible. Esta regla prevaleciу hasta que observу que Melanie, que jamбs habнa recobrado el vigor desde que naciera Beau, hacнa que Pork no le pusiese casi nada en el plato, para dar su parte a los soldados.

—No lo hagas mбs —dijo riсйndola—. Estбs todavнa medio enferma y si no te alimentas lo bastante tendrбs que volver a guardar cama y tendremos que cuidarte. Deja que esos hombres se queden con hambre. Ellos pueden aguantarlo. Lo han aguantado durante cuatro aсos y pueden muy bien aguantarlo un poco mбs.

Melanie se volviу hacia ella, y en su rostro se transparentу la primera expresiуn de verdadera emociуn que Scarlett habнa visto en sus ojos serenos.

—ЎOh, Scarlett, no me riсas! Dйjame que lo haga. No sabes cuбnto me consuela hacerlo. ЎCada vez que doy mi parte a uno de esos hombres, pienso que acaso en alguna parte del trayecto desde el Norte hay alguna mujer compasiva que cede a mi Ashley una parte de su comida y le ayuda con ello a que vuelva mбs pronto! «ЎMi Ashley! » «ЎVuelvo a casa y a ti! »

Scarlett la dejу. No podнa ni hablar. Despuйs de esta conversaciуn, Melanie notу que habнa mбs de comer en la mesa cuando venнan huйspedes, aunque a Scarlett le doliese cada bocado que comнan.

Cuando los soldados estaban demasiado enfermos para proseguir su viaje, Scarlett los dejaba acostarse, pero no de muy buena gana. Cada enfermo significaba una boca mбs que alimentar. Alguien tenнa que ocuparse de йl, y esto significaba menos manos para la labor de reparar vallados, arrancar hierbas, manejar la azada y el arado. Un muchacho, en cuyo rostro comenzaba apenas a brotar un rubio vello, fue dejado en el pуrtico delantero por un militar montado que seguнa hasta Fayetteville. Lo habнa encontrado sin sentido junto a la carretera y lo habнa llevado, atravesado sobre la silla, hasta Tara, la casa mбs prуxima. Las chicas suponнan que serнa uno de aquellos cadetes a quienes se hizo abandonar la Academia Militar cuando Sherman se acercaba a Milledgeville; pero no llegaron a averiguarlo jamбs, ya que muriу sin recobrar el conocimiento, y el registro de sus bolsillos no arrojу ninguna luz sobre su identidad.

Un guapo chico, evidentemente de buena familia... En algъn lugar del Sur habrнa alguna mujer que escudriсarнa los caminos preguntбndose por dуnde andarнa йl y si volverнa o no, lo mismo que ella y Melanie miraban ansiosamente a toda figura barbuda que se acercaba por el sendero de ingreso. Enterraron al cadete en el pequeсo cementerio de la familia, junto a los tres niсitos O'Hara, y Melanie llorу a lбgrima viva mientras Pork llenaba la fosa; se preguntaba, angustiada, si gentes extraсas estarнan haciendo lo mismo con el vigoroso cuerpo de Ashley.

Will Benteen fue otro soldado que, igual que el anуnimo jovencito, llegу sin conocimiento, atravesado sobre la montura de un camarada. Will estaba gravemente atacado de pulmonнa y, cuando las chicas le metieron en cama, temieron que pronto irнa a reunirse con el jovencito en el pequeсo cementerio.

Tenнa la pбlida tez de los labradores de la Georgia meridional, cabellos de un rubio rosado y apagados ojos azules que, aun en su delirio, parecнan dulces y pacientes. Una de las piernas estaba cortada por la rodilla, y bajo el muсуn se habнa ajustado una pierna de madera mal cepillada.

Era seguramente un labrador, como el muchacho recientemente sepultado era sin duda hijo de algъn plantador. Las chicas sabнan esto, aunque no hubieran podido decir por quй. Ciertamente, Will no estaba mбs sucio, ni era mбs velludo, ni tenнa mбs piojos encima que muchos verdaderos caballeros que pasaban por Tara. Ciertamente, el lenguaje que empleaba en su delirio no era menos correcto que el de los gemelos Tarleton. Pero ellas sabнan intuitivamente, igual que distinguнan un caballo de raza de uno de anуnimos y mezclados ascendientes, que aquйl no era un hombre de su clase. Ello no les impidiу hacer todo lo posible para salvarlo.

Demacrado por un aсo pasado en una prisiуn yanqui, agotado por su larga caminata con la mal ajustada pierna de palo, tenнa pocas energнas para combatir la pulmonнa, y durante varios dнas yaciу sobre la cama quejбndose, tratando de incorporarse, disputando otra vez pasadas batallas. Ni una sola vez llamу a una madre, esposa, hermana o novia, y esta omisiуn preocupaba a Carreen.

«Todo hombre debe tener algъn pariente o amigo нntimo —decнa—. Pero parece que este hombre no conozca a nadie en el mundo entero. »

A pesar de su extremada delgadez, poseнa un organismo resistente, y los buenos cuidados lo salvaron. Llegу finalmente el dнa en que sus ojos azul claro, ya conscientes de lo que les rodeaban, se detuvieron en Carreen, sentada cerca de йl rezando el rosario, y con el sol de la maсana brillando sobre sus cabellos.

—Asн que no era usted una cosa de sueсo —dijo con su voz igual y sin matices—. Espero no haberla molestado demasiado, seсorita.

La convalecencia fue larga; йl yacнa tranquilamente mirando los magnolios desde la ventana y dando poco que hacer. A Carreen le agradaba por sus plбcidos silencios, sin asomo de embarazo. Se quedaba sentada cerca de йl durante las largas y calurosas tardes, abanicбndole sin decir nada.

Carreen tenнa poco que decir aquellos dнas mientras se movнa, delicada y etйrea como una apariciуn, para ocuparse de las escasas tareas que le permitнan sus fuerzas. Rezaba mucho; cuando Scarlett entraba en su habitaciуn sin llamar, siempre la encontraba arrodillada junto a la cama. Tal espectбculo jamбs dejaba de irritarla, porque Scarlett consideraba que el tiempo de rezar habнa pasado. Si Dios habнa creнdo necesario castigarles asн, entonces Dios podнa pasarse muy bien sin rezos. Para Scarlett, la religiуn siempre habнa sido una especie de transacciуn. Ella prometнa a Dios ser buena a cambio de favores. Si Dios habнa quebrantado el convenio una y otra vez, segъn ella pensaba, le parecнa que nada absolutamente le debнa ahora a Dios. Y siempre que encontraba a Carreen de rodillas, cuando deberнa estar echando la siesta o remendando, le parecнa que eludнa compartir las cargas de los demбs.

Asн se lo dijo a Will Benteen una tarde, cuando йl pudo ya sentarse en una silla, y quedу sorprendida ante la respuesta de su voz sin inflexiones:

—Dйjela usted, seсora Scarlett. Eso la consuela.

—їLa consuela?

—Sн, reza por la madre de ustedes y por йl.

—їQuiйn es «йl»?

Los pбlidos ojos del hombre la miraron desde detrбs de las rubias pestaсas, sin sorpresa. Nada parecнa sorprenderle o emocionarle. Acaso habнa visto demasiadas cosas insospechadas para poder ya sentir emociуn alguna. Que Scarlett pareciese ignorar el secreto del corazуn de su hermana no le resultaba extraсo. Lo aceptу como habнa aceptado el hecho de que Carreen encontrara alivio contбndoselo a йl, un extraсo.

—Su novio, ese Brent, o como se llame, que muriу en Gettysburg. —їSu novio? —exclamу Scarlett—. ЎQuй novio ni quй calabazas! Tanto йl como su hermano eran pretendientes mнos.

—Sн, ya me lo dijo. Parece ser que todos los jуvenes de la comarca eran pretendientes de usted. Pero, aun asн, se hizo novio de ella despuйs de que usted le rechazara, porque cuando йl estuvo por aquн de permiso quedaron prometidos. Ella me ha dicho que era el ъnico muchacho que le ha interesado en su vida, y por eso ahora encuentra consuelo rezando por йl.

—ЎVaya, esto sн que tiene gracia! —dijo Scarlett, sintiendo un leve alfilerazo de celos.

Mirу con curiosidad a aquel hombre flaco y de encorvados hombros, con su cabello rojizo y sus ojos plбcidos y firmes. Resultaba que sabнa cosas de su propia familia que ella no se habнa preocupado de averiguar. ЎConque era por eso por lo que Carreen andaba siempre suspirando y se pasaba el tiempo rezando! Bueno, ya se le curarнa. Multitud de chicas habнan perdido el novio, y hasta el marido, y se consolaban al fin. їNo se habнa consolado ella totalmente de la muerte de Charles? Y conocнa una muchacha de Atlanta que habнa quedado viuda tres veces durante la guerra, y todavнa se interesaba por los hombres. Asн se lo dijo a Will; pero йste moviу la cabeza.

—La seсorita Carreen no es de йsas —dijo con acento concluyente.

Era agradable charlar con Will porque tenнa poco que decir, y en cambio era un oyente muy comprensivo. Scarlett le hablу de sus problemas: arrancar hierbas, trabajar con el azadуn, plantar, engordar a los cerdos, vigilar la leche de la vaca, y йl le dio buenos y prбcticos consejos, porque habнa sido propietario de dos negros y de una pequeсa granja en el sur de Georgia. Sabнa que ahora sus esclavos quedaban libres y que la granja estaba invadida por las hierbas y por las semillas de pino. Su hermana, ъnico pariente que tenнa, se habнa trasladado a Texas aсos antes, con su marido, y йl habнa quedado solo en el mundo. Sin embargo, nada de eso parecнa importarle, como tampoco parecнa acordarse de la pierna que se habнa dejado en Virginia.

Sн, Will vino a ser un alivio para Scarlett despuйs de los penosos dнas en que los negros murmuraban, y Suellen protestaba y lloraba constantemente, y Gerald preguntaba con demasiada frecuencia dуnde estaba Ellen. A Will le podнa contar todo. Incluso le contу cуmo habнa matado al yanqui, y se enorgulleciу cuando йl comentу brevemente:

—ЎBien hecho!

En ocasiones, toda la familia solнa ir a parar al cuarto de Will para descargar sus preocupaciones, incluso Mamita, que al principio se mantenнa distante, ya que йl no era «persona de calidad», puesto que sуlo poseнa un par de esclavos. Cuando Will pudo al fin andar por la casa, comenzу a ocupar sus ociosas manos en confeccionar canastos de listones de roble y en reparar todos los muebles estropeados por los yanquis. Era diestro para los trabajos en madera, y Wade andaba constantemente a su lado para que le hiciese juguetes, los primeros juguetes que el chiquillo habнa tenido. Estando Will en la casa, todo el mundo se sentнa tranquilo al dejar a Wade y a los dos niсos, mientras los mayores iban a trabajar, porque йl sabнa cuidarlos perfectamente, y sуlo Melanie le superaba en habilidad para calmar a un chiquillo llorуn, blanco o negro.

—Han sido ustedes muy buenas conmigo, seсora Scarlett, siendo yo un extraсo y sin conocerme siquiera. Les he dado mucho que hacer, muchas molestias, y, si no tienen inconveniente, voy a quedarme aquн y ayudar con mi trabajo hasta que pueda pagarles algo de lo que han hecho en mi favor. No puedo pagarlo todo, por supuesto, porque no hay nada con que un hombre pueda pagar el haberle salvado la vida.

Asн, se quedу allн y, de modo gradual, casi imperceptiblemente, una buena porciуn de las cargas de Tara pasaron de los hombros de Scarlett a la huesuda espalda de Will Benteen.

Llegу septiembre, y con йl la recolecciуn del algodуn. Will Benteen, sentado en la escalinata delantera, a los pies de Scarlett, al agradable calor de una tarde de principios de otoсo, dejaba oнr su voz plana, que disertaba sobre el elevado coste de limpiar y desfibrar el algodуn en el nuevo ingenio cercano a Fayettevнlle. No obstante, habнa averiguado ese mismo dнa en Fayetteville que podнa reducir el gasto a una cuarta parte prestando el carro y el caballo durante dos semanas al propietario. Habнa aplazado la aceptaciуn de la oferta hasta poder hablar del asunto con Scarlett.

Ella mirу la flaca y alta figura que se apoyaba contra una columna del pуrtico, chupando una paja. Indudablemente, como decнa Mamita con gran frecuencia, Will era un don de los dioses, y la misma Scarlett se preguntaba mбs de una vez cуmo habrнan podido vivir sin йl durante los ъltimos meses. Nunca tenнa nada que decir, nunca parecнa desplegar gran energнa, nunca parecнa tomar gran interйs en todo lo que se hacнa en derredor suyo; pero todo lo sabнa, con respecto a todos y cada uno de los habitantes de Tara. Y hacнa cosas. Las hacнa en silencio, con paciencia y eficacia. Aunque sуlo tenнa una pierna, trabajaba con mбs rapidez que Pork. Y hacнa trabajar a йste, lo que, para Scarlett, era cosa casi milagrosa. Cuando la vaca tuvo un cуlico y el caballo contrajo una misteriosa dolencia que amenazaba con hacerle desaparecer del escenario de Tara, Will se pasу la noche al lado de los animales y los salvу. El hecho de que fuese muy astuto para las transacciones le hizo merecer el respeto de Scarlett, porque podнa salir a caballo una maсana con un cesto o dos de manzanas, сames y otros frutos del huerto y volver con semillas, trozos de paсo, harina y otras cosas muy necesarias, que Scarlett sabнa perfectamente que ella jamбs hubiera podido conseguir, aunque se preciaba de buena comerciante.

Gradualmente, Will habнa llegado a ser como un miembro de la familia, y dormнa en un catre en el pequeсo cuarto ropero contiguo al aposento de Gerald. Jamбs dijo nada acerca de marcharse de Tara, y Scarlett tenнa buen cuidado de no preguntбrselo, temerosa de que pudiese dejarlas. A veces pensaba que al fin ese hombre se marcharнa, aunque no tuviese casa a donde ir. Pero, aun con esa idea, rogaba fervientemente que Will se quedase para siempre. ЎEra tan conveniente tener un hombre en la casa!

Pensу tambiйn que si Carreen tuviese siquiera el cerebro de un ratуn podrнa ver que Will se habнa enamorado de ella. Scarlett habrнa quedado eternamente agradecida a Will si йste le hubiese pedido la mano de Carreen. Por supuesto, antes de la guerra no hubiera sido un pretendiente aconsejable. No pertenecнa a la clase de los plantadores, aunque tampoco era un pordiosero blanco. Era simplemente un labrador modesto, educado a medias, que a veces cometнa errores gramaticales y desconocнa los finos modales que los O'Hara solнan ver entre los caballeros amigos suyos. A decir verdad, Scarlett se preguntaba si podrнa o no llamбrsele «caballero», y decidiу que no. Melanie le defendнa calurosamente, diciendo que cualquiera que poseyese el buen corazуn y la consideraciуn hacia los demбs que tenнa Will era persona bien nacida. Scarlett sabнa bien que Ellen se hubiera desmayado con la idea de que una hija suya se casase con un hombre asн; pero ahora la necesidad habнa obligado a Scarlett a apartarse tanto de las enseсanzas de su madre, que tal pensamiento no la inquietaba en lo mбs mнnimo. Los hombres escaseaban, las chicas tenнan que casarse fuese como fuera y en Tara hacнa falta un hombre. Pero Carreen, cada vez mбs profundamente sumergida en el libro de oraciones y cada dнa con menor contacto con la realidad, trataba a Will con la misma dulzura que a un hermano, pero lo consideraba poco mбs o menos como a Pork.

«Si Carreen poseyese el menor sentido de gratitud hacia mн por lo que yo he hecho por ella, se casarнa con йl, y no le dejarнa que se marchase de aquн —pensaba Scarlett con indignaciуn—. Pero no, tiene que pasar las horas gimiendo por un muchacho que probablemente jamбs pensу en ella seriamente. »

En todo caso, Will se quedу en Tara, aunque Scarlett no sabнa por quй. Hallaba tan agradable como prбctica la actitud que tomу con ella, como de hombre a hombre. Se mostraba ceremoniosamente atento con Gerald, pero era siempre a Scarlett a quien se dirigнa como cabeza de familia. Scarlett aprobу el plan de dar en alquiler el caballo, aunque esto significase para la familia quedarse sin medios de transporte temporalmente. Suellen serнa la mбs afectada por tal situaciуn. Su mayor placer era ir a Jonesboro o a Fayetteville y enterarse de todo el chismorreo del condado. Suellen jamбs perdнa las oportunidades de salir de la plantaciуn y darse aires de grandeza ante gente que ignoraba que tenнa que trabajar arrancando malas hierbas en el campo o haciendo las camas.

La «seсorita Presumida» tendrнa que abstenerse de sus excursiones durante un par de semanas, pensу Scarlett, y a ella le tocarнa soportar sus pesadeces y lloriqueos.

Melanie se uniу a ellos en la galerнa, con el bebй en brazos, y tendiendo una manta vieja en el suelo puso allн a Beau para que aprendiese a gatear.

Desde la carta de Ashley, Melanie dividнa el tiempo entre sentirse felicнsima y experimentar ansiosas premuras. Pero, feliz o deprimida, estaba demasiado delgada, demasiado pбlida.

El viejo doctor Fontaine diagnosticу que aquello era una dolencia femenina, y coincidiу con el doctor Meade en opinar que nunca debнa haber tenido el niсo. Agregу con franqueza que otro parto la matarнa. —Cuando estuve en Fayetteville hoy —dijo Will— encontrй algo muy bonito que me pareciу podнa interesarles a ustedes, y me lo traje. Buscу en el bolsillo trasero del pantalуn y sacу una carterita de percal, reforzada con corcho, que Carreen le habнa confeccionado. Extrajo de ella un billete de banco confederado.

—Si le parece a usted que el dinero confederado es tan bonito, Will, a mн no me lo parece ciertamente —dijo Scarlett con sequedad, porque hasta la vista de aquel dinero repugnaba—. Tenemos tres mil dуlares de billetes asн en el baъl de papб, y Mamita me los estб pidiendo siempre para tapar los agujeros en las paredes del desvбn, a fin de que no entren las corrientes de aire, y me parece que se los darй. Por lo menos, servirбn para algo.

—El imperioso Cйsar, muerto y convertido en arcilla[17] —dijo Melanie con triste sonrisa—. No lo hagas, Scarlett. Guбrdalos para Wade. Algъn dнa, estarб orgulloso de poseerlos.

—Bueno, yo no sй nada acerca del imperioso Cйsar —dijo Will pacientemente—; pero lo que tengo es algo que va bien con lo que acaba usted de decir acerca de Wade, seсora Melly. Es un poema pegado al dorso de este billete. Ya sй que a la seсora Scarlett no le interesan mucho los poemas; pero quizбs йste la complazca.

Dio la vuelta al billete. Sobre su reverso aparecнa pegada una tira de papel moreno y ordinario, del que se usa para envolver, escrito con tinta pбlida de confecciуn casera. Will se aclarу la garganta y leyу despacio y con dificultad:

—El tнtulo es: «Unas lнneas detrбs de un billete confederado»:

Aunque no represente en esta tierra nada, y nada en las aguas que hay debajo, guarda, querido amigo, este recuerdo de una naciуn que fue, para mostrarlo...

Muйstralo a aquellos que prestar oнdos quieran de este papel al fiel relato de una naciуn que vio muerta en la cuna la libertad que sus hijos soсaron...

—ЎOh, quй bello! ЎQuй conmovedor! —gritу Melanie—. Scarlett, no des esos billetes a Mamita para que los pegue en el desvбn. Son lo que dice el poema: «El recuerdo de una naciуn que fue. »

—ЎMelly, no seas romбntica! El papel es papel, y nosotros no tenemos casi nada, y yo estoy ya cansada de oнr a Mamita quejarse de las rendijas del desvбn. Cuando Wade crezca, ya tendrй yo billetes verdes del Norte en abundancia para poderle dar, en vez de esa basura confederada.

Will, que mientras se discutнa habнa procurado atraer a Beau con el papelito para que se arrastrase sobre la manta, levantу la vista y, poniйndose una mano a modo de visera para resguardarse los ojos de la luz, mirу hacia el sendero de entrada.

—Mбs visitas —anunciу haciendo un guiсo a causa de los rayos del sol—. Otro militar.

Scarlett siguiу su mirada y contemplу una visiуn ya muy familiar: un soldado barbudo que avanzaba lentamente por la avenida, bajo los cedros; un hombre con una andrajosa mezcla de uniformes grises y azules, con la cabeza inclinada por la fatiga, que arrastraba pausadamente los pies.

—Creн que ya se habнan acabado los soldados —dijo Scarlett—. Esperemos que йste no traiga mucha hambre.

—La traerб —repuso Will sucintamente.

Melanie se levantу.

—Vale mбs que le diga a Dilcey que ponga otro cubierto —dijo— y que avise a Mamita que no haga desnudarse al pobre hombre con excesiva rudeza y...

Se interrumpiу tan bruscamente que Scarlett se volviу para mirarla. La flaca mano de Melanie estaba ahora en su garganta, oprimiйndola como si se la desgarrase el dolor, y Scarlett podнa ver las venas por debajo de la palpitante y blanca epidermis. El rostro de la joven se puso mбs pбlido aъn, y sus castaсos ojos se dilataron enormemente.

«Va a desmayarse», pensу Scarlett, incorporбndose de un salto para asirla por el brazo.

Pero, en un instante, Melanie se desasiу de ella y descendiу los escalones. Volу en direcciуn al sendero pareciendo planear como un pбjaro, dejando que su descolorida falda flotase tras ella como una cola, y con los brazos tendidos. Scarlett comprendiу la verdad como si recibiese un fuerte golpe. Retrocediу buscando el apoyo de una columna del pуrtico cuando el visitante levantу su rostro cubierto por una descuidada barba rubia, y se detuvo mirando hacia la casa como si la fatiga le impidiese dar un paso mбs. Su corazуn saltу, se parу y volviу a saltar al ver cуmo Melanie, lanzando incoherentes gritos, se arrojaba en los sucios brazos del militar y cуmo la cabeza de йste se inclinaba hacia ella. Arrobada, Scarlett dio dos rбpidos pasos hacia delante; pero se vio detenida cuando la mano de Will agarrу su falda.



  

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