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REINA

Ahogada, ahogada.

LAERTES

Pobre Ofelia, bastante agua has tenido:

me prohibo llorar. Y sin embargo,

es humano; se impone la naturaleza,

aunque sea vergonzoso. Cuando cese mi llanto,

ya no habrá mujer. ‑ Adió s, señ or.

Tengo palabras de fuego queriendo encenderse,

pero este desliz las apaga.

 

Sale.

 

REY

Sigá mosle, Gertrudis.

Mucho me ha costado aplacar su ira,

y ahora me temo que vuelve a empezar.

Sigá mosle.

 

Salen.

 

V. i Entran dos RÚ STICOS [L81] [el ENTERRADOR y su COM­PAÑ ERO].

 

ENTERRADOR

¿ Se va a dar cristiana sepultura a la que conscientemen­te buscó su salvació n?

COMPAÑ ERO

Te digo que sí, conque cava ya la fosa. El juez ha visto el caso y dice que cristiana.

ENTERRADOR

¿ Có mo es posible si no se ahogó en defensa propia?

COMPAÑ ERO

Pues eso ha decidido.

ENTERRADOR

Entonces habrá sido se offendendo[L82] ; no pudo ser otra cosa. La cuestió n es esta: si yo me ahogo a sabiendas, esto arguye un acto; un acto tiene tres ramas: hacer, obrar, realizar. Ergu ella se ahogó a sabiendas.

COMPAÑ ERO

Escucha, señ or cavador...

ENTERRADOR

Perdona. Aquí está el agua: bien. Aquí, el hombre: bien. Si el hombre va al agua y se ahoga, quieras que no, es é l quien se va. ¿ Te fijas? Pero si el agua viene a é l y le ahoga, é l no se ahoga a sí mismo. Ergu quien no es culpable de su muerte no pudo acortar su vida[L83].

COMPAÑ ERO

¿ Esa es la ley?

ENTERRADOR

¡ Pues claro! La ley que lo investiga.

COMPAÑ ERO

¿ Quieres saber la verdad? Sí no es una señ ora, no le dan cristiana sepultura.

 

ENTERRADOR

Exacto. Y es una pena que los grandes tengan má s derecho a ahogarse o colgarse que sus hermanos cris­tianos. ¡ Venga, la pala! En la antigü edad no habí a má s señ ores que los jardineros, cavadores y sepultureros. Tení an el oficio de Adá n.

COMPAÑ ERO

¿ Adá n fue caballero?

ENTERRADOR

El primero en armarse.

COMPAÑ ERO

¡ Pero si no tení a armas!

ENTERRADOR

¿ Tú es que eres pagano? ¿ No dice la Biblia que Adá n tuvo que labrar la Tierra? Luego se armó de paciencia. Voy a hacerte otra pregunta. Si no la contestas, confe­sió n y...

COMPAÑ ERO

Venga.

ENTERRADOR

Albañ il, calafate o carpintero: ¿ Quié n construye má s fuerte que los tres?

COMPAÑ ERO

El que hace la horca: el armazó n sobrevive a mil ocu­pantes.

ENTERRADOR

Eso me ha gustado, de veras. Lo de la horca está bien. Pero, ¿ para quié n? Está bien para los que hacen mal. Entonces está mal decir que una horca es má s fuerte que una iglesia; ergu la horca estará bien para ti. Otra vez, venga.

COMPAÑ ERO

¿ Que quié n construye má s fuerte que albañ il, calafate o carpintero?

ENTERRADOR

Vamos, dilo y a correr.

COMPAÑ ERO

¡ Ya lo tengo!

ENTERRADOR

Venga.

COMPAÑ ERO

¡ Dios, no lo sé!

 

Entran HAMLET y HORACIO a distancia.

 

ENTERRADOR

No te devanes los sesos, que, por má s que le pegues, tu burro no irá má s rá pido. Cuando te vengan con esa pregunta, tú di que el sepulturero, porque las casas que hace duran hasta el Dí a del Juicio. Vamos, corre a la taberna y trá eme una jarra de aguardiente.

 

[Sale el COMPAÑ ERO. ]

 

[Canta]    De joven yo amé, amé;

       me pareció muy grato

       menguar mis anos con placer;

       igual no lo habí a probado‑

HAMLET

¿ Es que este hombre no tiene sentido de su oficio, que cava tumbas cantando?

HORACIO

Con la costumbre se vuelve una cuestió n de indife­rencia.

HAMLET

Cierto. La mano que poco labra tiene el sentido má s fino.

ENTERRADOR [canta]

Mas con sigilo la vejez

ha hecho presa en mí

y me transporta a la regió n[L84]

como al que no ha gozado así.

 

Arroja una calavera.

 

HAMLET

Esa calavera tení a lengua y podí a cantar. Este bribó n la estrella contra el suelo como si fuera la quijada de Caí n, que cometió el primer crimen. Tal vez fuese la cabeza de un polí tico, ahora avasallado por un asno[L85], capaz de engañ ar a Dios, ¿ no crees?

HORACIO

Tal vez, señ or.

HAMLET

O la de un cortesano, que dirí a: «Buenos dí as, mi señ or. ¿ Có mo está is, mi buen señ or? » Serí a el señ or don Tal, que elogiaba el caballo del señ or don Cual cuando pen­saba pedí rselo, ¿ verdad?

HORACIO

Sí, mi señ or.

HAMLET

Pues claro, y ahora es de don Gusano, sin mandí bulas y con la crisma sacudida por el sepulturero. Bonita transmutació n, si supié ramos verla. ¿ Tan fá cil ha sido crear estos huesos que ahora só lo sirven para jugar a los bolos? Los mí os me duelen de pensarlo.

ENTERRADOR [canta]

Un pico y una pala, pal,

envuelto en un sudario,

y un hoyo para hué sped tal

será lo necesario.

 

[Arroja otra calavera. ]

 

HAMLET

Otra má s. ¿ No podrí a ser la de un abogado? ¿ Dó nde está n ahora sus argucias, sus distingos, sus pleitos, sus tí tulos, sus mañ as? ¿ Có mo deja que este bruto le sacuda el crá neo con una pala sucia sin denunciarle por agre­sió n? ¡ Mmm... ! Tal vez fuese en vida un gran compra­dor de tierras, con sus gravá menes, conocimientos, transmisiones, fianzas dobles, demandas. ¿ Transmitió sus transmisiones y demandó sus demandas para acabar con esta tierra en la cabeza? ¿ Le negará n garantí a sus garantes, aun siendo dos, para una compra que no excede el tamañ o de un contrato? Todas sus escrituras apenas caben en este hueco[L86]. ¿ No tiene derecho a má s el hacendado?

HORACIO

Ni a una pizca má s, señ or.

HAMLET

Los pergaminos, ¿ no son de piel de carnero?

HORACIO

Sí, Alteza, y de becerro.

HAMLET

Carnero y becerro ha de ser quien crea que aseguran algo. Hablaré con este hombre. ‑ Tú, ¿ de quié n es esta fosa?

ENTERRADOR

Mí a, señ or.

[Canta]           ... y un hoyo para hué sped tal

                            será lo necesario.

HAMLET

Será tuya porque te has metido dentro.

ENTERRADOR

Y como vos está is fuera, no es vuestra. Yo en esto no me he metido, pero es mí a.

HAMLET

Te has metido y has mentido diciendo que es tuya. Es para un muerto, no para un vivo; así que has mentido.

ENTERRADOR

Señ or, es una mentira viva y ahora vuelve con vos.

HAMLET

¿ Para qué hombre la cavas?

ENTERRADOR

Para ningú n hombre, señ or.

HAMLET

¿ Para qué mujer?

ENTERRADOR

Para ninguna, tampoco.

HAMLET

Pues, ¿ a quié n van a enterrar?

ENTERRADOR

A una que fue mujer, pero, que en paz descanse, está muerta.

HAMLET

¡ Qué rotundo es el granuja! Como no hilemos delgado nos matará n los equí vocos. De veras, Horacio; lo he notado en los ú ltimos tres añ os: nos hemos vuelto tan finos que hasta el má s palurdo le pisa el taló n al corte­sano y le roza el sabañ ó n. ‑ ¿ Desde cuá ndo eres se­pulturero?

ENTERRADOR

De todos los dí as del añ o, desde aquel en que nuestro difunto rey Hamlet venció a Fortinbrá s.

HAMLET

Y de eso, ¿ cuá nto hace?

ENTERRADOR

¿ No lo sabé is? ¡ Si hasta los tontos lo sabenl Fue el dí a en que nació el joven Hamlet, el que estaba loco y mandaron a Inglaterra.

HAMLET

Sí, claro. ¿ Y por qué le mandaron a Inglaterra?

ENTERRADOR

Pues porque estaba loco. Allí recobrará el juicio y, si no, poco importa.

HAMLET

¿ Por qué?

ENTERRADOR

No se lo notará n: allí todos está n igual de locos.

HAMLET

¿ Có mo se volvió loco?

ENTERRADOR

De un modo extrañ o.

HAMLET

¿ Có mo «extrañ o»?

ENTERRADOR

Vaya, pues perdiendo el juicio.

HAMLET

¿ De dó nde salió su locura?

ENTERRADOR

Pues de aquí, de Dinamarca. Mozo y hombre, yo llevo aquí de sepulturero treinta añ os.

HAMLET

¿ Cuá nto tarda en pudrirse un muerto enterrado?

ENTERRADOR

Bueno, si no se ha podrido antes de morir (pues hoy en dí a nos traen muchos vené reos que apenas se pueden enterrar), os puede durar unos ocho o nueve añ os. Un

curtidor os dura nueve añ os.

HAMLET

¿ Y é l por qué má s que otros?

ENTERRADOR

Pues, señ or, porque tiene la piel tan curtida que el agua no la atraviesa en mucho tiempo, y el agua descompone bien a todo puto cadá ver. Aquí hay una calavera; lleva enterrada veintitré s añ os.

HAMLET

¿ De quié n es?

ENTERRADOR

De un puto chiflado. ¿ Quié n creé is que era?

HAMLET

No lo sé.

ENTERRADOR

¡ Mala peste de loco! Un dí a me vació en la cabeza una jarra de vino del Rin. Esta calavera, señ or, es la de Yorick, el bufó n del rey.

HAMLET

¿ É sta?

ENTERRADOR

La misma.

HAMLET

Deja que la vea. ¡ Ay, pobre Yorick! Yo le conocí a, Horacio: tení a un humor incansable, una agudeza asombrosa. Me llevó a cuestas mil veces. Y ahora, ¡ có mo me repugna imaginarlo! Me revuelve el estó ma­go. Aquí colgaban los labios que besé infinitas veces. Y ahora, ¿ dó nde está n tus pullas, tus brincos, tus cancio­nes, esas ocurrencias que hací an estallar de risa a toda la mesa? ¿ Ya no tienes quien se rí a de tus muecas? ¿ Está s encogido? Vete a la estancia de tu señ ora y dile que, por má s que se embadurne, acabará con esta cara. Hazla reí r con esto. ‑ Horacio, dime una cosa.

HORACIO

Sí, mi señ or.

HAMLET

¿ Tú crees que Alejandro tení a este aspecto bajo tierra?

HORACIO

El mismo.

HAMLET

¿ Y olí a así? ¡ Uf!

HORACIO

Igual, señ or.

HAMLET

¡ En qué bajos usos podemos caer, Horacio! ¿ No podrí a la imaginacion rastrear el noble polvo de Alejandro y encontrarlo taponando un barril?

HORACIO

Serí a una busca demasiado rebuscada.

HAMLET

No, nada de eso; habrí a que seguirle con mesura lleva­dos de lo probable. Es decir: Alejandro murió, Alejan­dro fue enterrado, Alejandro se convirtió en polvo. El polvo es tierra, con la tierra se hace el barro, y con el barro en que se convirtió, ¿ por qué no se puede tapar un barril de cerveza?

Muerto y hecho barro, el imperial Cé sar

rellena un boquete y el aire intercepta.

¡ Ah, que aquella tierra que al mundo arredró

tape una pared y corte un ventarró n!

Pero, alto. Aparté monos: se acerca el rey,

la reina, cortesanos.

 

Entran, siguiendo un fé retro, el REY, la REINA, LAERTES, otros CORTESANOS y un SACERDOTE.

 

¿ A quié n siguen? ¿ Por qué un rito tan menguado? Eso indica que el difunto al que siguen, temerario se quitó su propia vida. Y era de alto rango. Vamos a escondernos y mirar.

LAERTES

¿ Qué má s ceremonias?

HAMLET

Este es Laertes, un joven noble. Atiende.

LAERTES

¿ Qué má s ceremonias?

SACERDOTE

Sus exequias las hemos extendido

hasta el lí mite aprobado. Su muerte fue dudosa;

de no haberlo impedido una orden superior,

yacerí a en lugar no consagrado

hasta el Dí a del Juicio. En vez de plegarias, l

e habrí an arrojado cascotes, guijas y piedras.

Pero aquí se le permiten ritos virginales,

flores de doncella y entierro en sagrado

con toque de campana y funeral.

LAERTES

¿ Sin hacer nada má s?

SACERDOTE

Nada má s. Profanarí amos el oficio de difuntos

entonando un solemne responso y rezá ndole

como a las almas que mueren en paz.

LAERTES

Dadle sepultura

y que broten violetas de su carne

pura y sin mancha. Cruel sacerdote, yo te digo

que mi hermana será un á ngel providente

cuando tú esté s aullando en el averno.

HAMLET

¿ Có mo? ¿ La bella Ofelia?

REINA [esparciendo flores]

Flores a esta flor. Adió s.

Confiaba en que serí as la esposa de mi Hamlet.

Querida niñ a, creí que iba a engalanar

tu lecho de bodas, no tu sepultura.

LAERTES

¡ Ah, que un triple dolor

diez veces triplicado caiga sobre ese maldito

cuyo crimen te privó de tu excelsa cordura! –

Esperad, no la sepulté is hasta que yo

la tenga una vez má s entre mis brazos.

 

Salta a la fosa.

 

¡ Apilad ahora tierra sobre vivos y muertos

hasta hacer de este llano una montañ a

que descuelle sobre el monte Pelió n [L87]

o la cumbre celeste del Olimpo!

HAMLET [adelantá ndose]

¿ Quié n es este

que vocea su dolor con tanto í mpetu

y hechiza a los planetas con su angustia,

dejá ndolos suspensos como a oyentes asombrados?

Aquí está Hamlet de Dinamarca[L88].

 

Salta dentro tras LAERTES.

 

LAERTES

¡ Que el diablo te lleve!

HAMLET

¡ Qué mal rezas!

Quí tame esos dedos de la garganta,

pues, aunque no soy impulsivo ni colé rico,

en mí hay algo peligroso

que má s te vale temer. ¡ Quí tame esa mano!

REY

¡ Separadlos!

REINA

¡ Hamlet, Hamlet!

TODOS [LOS CORTESANOS ]

¡ Señ ores!

HORACIO

Calmaos, Alteza.

HAMLET

Por esta causa lucharé con é l

hasta que mis pá rpados dejen de moverse.

REINA

¿ Qué causa, hijo mí o?

HAMLET

Yo querí a a Ofelia. Ni todo el amor

de veinte mil hermanos juntos sumarí a

la medida del mí o. ‑ ¿ Qué piensas hacer por ella?

REY

¡ Ah, está loco, Laertes!

REINA

¡ Por el amor de Dios, no le oigas!

HAMLET

¡ Voto a... ! Dime lo que hará s.

¿ Piensas llorar, luchar, ayunar, desgarrarte?

¿ O beber vinagre, comerte un cocodrilo?

Yo tambié n. ¿ Has venido aquí a lloriquear,

a rebajarme tirá ndote a la fosa?

Si te entierras con ella, yo tambié n.

Y si hablas de montañ as, que nos echen encima

fanegas a millones hasta que la tierra

se queme la cabeza en el cí rculo solar

y el Osa parezca una verruga. Si voceas,

yo hablaré tan hinchado como tú.

REY

Esto es pura demencia;

el acceso no puede durarle mucho tiempo.

Muy pronto estará manso como una paloma

al salir del cascaró n sus doradas parejas[L89]

y se hundirá en el silencio.

HAMLET

Oí dme bien. ¿ Por qué me tratá is así?

Yo siempre os aprecié. Pero no importa.

Que Hé rcules haga lo que se le antoje;

el gato maú lla y el perro se impone[L90].

 

Sale.

 

REY

Acompá ñ ale, Horacio, te lo ruego.

 

Sale HORACIO.

 

Lo que hablamos anoche debe darte paciencia;

lo pondremos por obra de inmediato.

Gertrudis, haz que vigilen a tu hijo.

Esta tumba tendrá su perenne monumento.

Muy pronto veremos la hora tranquila;

mientras, la paciencia será nuestra guí a.

 

Salen.

 

V. ii Entran HAMLET y HORACIO.

 

HAMLET

De eso nada má s. En cuanto al resto, veamos.

¿ Te acuerdas de todo mi relato?

HORACIO

¡ Có mo no acordarme, señ or!

HAMLET

Habí a en mi alma una especie de lucha

que me tení a despierto. Me sentí peor

que un amotinado en los grilletes.

En un rapto... Benditos los arrebatos:

admitamos que a veces el impulso

nos es má s ú til que el cá lculo, lo que nos muestra

que hay una divinidad que modela nuestros fines,

cualquiera que haya sido nuestro esbozo.

HORACIO

Así es.

HAMLET

Salí del camarote y, envuelto

en mi tabardo marinero, anduve

a tientas en las sombras hasta hallarlos [L91]

les quité los documentos y volví

finalmente al camarote, permitié ndome

abrir el real comunicado, mis temores

venciendo mis modales. Horacio, en é l leí

(¡ ah, regia canallada! ) la orden expresa,

guarnecida de razones muy variadas

sobre el bien de Dinamarca e Inglaterra,

con, ¡ ah!, todos los duendes que me hacen peligroso,

de que, a su lectura y en el acto,

sin esperar a que afilasen el hacha,

me cortaran la cabeza.

HORACIO

¡ No es posible!

HAMLET

Aquí está el comunicado. Lé elo sin prisa.

¿ Quieres saber có mo procedí?

HORACIO

Os lo ruego.

HAMLET V

Vé ndome atrapado por infames

(antes que le diera un resumen al cerebro,

é l ya veí a la acció n), me senté, proyecté

una nueva orden, la escribí con buena letra.

Al igual que los polí ticos, yo antes

menospreciaba la caligrafí a

y me esforcé en olvidarla, pero ahora

me ha prestado un fiel servicio.

¿ Te digo el contenido de la orden?

HORACIO

Sí, Alteza.

HAMLET

Fue un ruego muy solemne de parte del rey:

Puesto que Inglaterra ha sido su leal tributaria

y sus lazos deben florecer cual la palmera,

puesto que la paz debe llevar siempre

su guirnalda de espigas y unirlos en su afecto,

con otros muchos «puestos» bien colmados,

que, a la vista y lectura del escrito,

sin debate y cumplié ndolo a la letra,

se dé a sus portadores la muerte inmediata

sin lugar a confesió n.

HORACIO

¿ Y có mo lo sellasteis?

HAMLET

Hasta en eso fue el cielo providente:

llevaba en la bolsa el anillo de mi padre,

cuyo sello es idé ntico al del rey;

doblé el escrito a la manera del otro,

lo firmé, sellé y reemplacé sin que nadie

advirtiera ningú n cambio. Al otro dí a

fue el combate naval; lo que sigue

ya lo sabes.

HORACIO

Y Guildenstern y Rosencrantz fueron a su muerte

HAMLET

¡ Pero si estaban prendados de su oficio!

No me rozan la conciencia. Su caí da

resulta de su propia intromisió n.

El inferior corre peligro atravesá ndose

entre los fieros golpes y estocadas

de rivales poderosos.

HORACIO

¡ Qué rey es este!

HAMLET

¿ No crees que ya es mi turno?

Mata a mi padre, prostituye a mi madre,

se mete entre la elecció n y mi esperanza [L92]

y a mi propia vida le echa el anzuelo

con toda esa mañ a. ¿ No serí a de conciencia

pagarle con mi brazo? ¿ Y no serí a condenarse

permitir que esta ú lcera se extienda

y siga corrompiendo?

HORACIO

Tendrá pronto noticias de Inglaterra

informá ndole de todo lo ocurrido.

HAMLET

Muy pronto. Pero el intervalo es mí o.

Una vida no dura má s que decir «uno».

Pero me ha dolido mucho, buen Horacio,

haberme propasado con Laertes,

pues en el rostro de mi causa puedo ver

el reflejo de la suya. Me ganaré su favor.

Sin embargo, sus alardes de angustia

dispararon mi arrebato.

HORACIO

¡ Chsss! ¿ Quié n viene?

 

Entra el joven OSRIC.

 

OSRIC

Alteza, sed muy bienvenido a Dinamarca.

HAMLET

Con humildad os lo agradezco. ‑ ¿ Conoces a esta li­bé lula?

HORACIO

No, mi señ or.

HAMLET

Má s gracia para tu alma, que conocerle es pecado. Posee tierras, muchas y fé rtiles. Con que un animal sea dueñ o de animales, ya tiene el pesebre en la mesa del rey. Este es un rú stico, pero, como digo, con grandes extensiones de estié rcol.

OSRIC

Mi querido señ or, si vuestra gentileza se hallara ociosa, os transmitirí a un mensaje de Su Majestad.

HAMLET

Señ or, le prestaré oí dos con toda entrega de espí ­ritu. Dadle a vuestro gorro el uso debido: es para la cabeza.

OSRIC

Gracias, Alteza. Hace mucho calor.

HAMLET

No, creedme: hace mucho frí o. El viento es del norte.

OSRIC

En efecto, señ or; hace bastante frí o.

HAMLET

Para mi complexió n hace un calor sofocante.

OSRIC

Sobre manera, Alteza. Hace mucho bochorno, como quien dice... ¿ Có mo decirlo? Pero, señ or, Su Majestad me manda participaros que ha hecho una gran apuesta en favor vuestro. Señ or, se trata de...

HAMLET

Acordaos de cubriros.

OSRIC

No, mi buen señ or, de veras; por respeto. Alteza, no ignorá is la excelencia de Laertes con su arma.

HAMLET

¿ Y cuá l es?

OSRIC

Estoque y daga[L93].

HAMLET

Son dos armas. Pero, en fin...

OSRIC

Señ or, el rey ha apostado seis corceles berberiscos, a los cuales, segú n creo, Laertes ha contrapuesto seis esto­ques y puñ ales franceses con todos sus adherentes, tales como el cinto, los tahalí es, etcé tera. En verdad, tres de las portaderas son muy gratas al gusto, muy acordes con la empuñ adura, un auté ntico primor y de extrema­da fantasí a.

HAMLET

¿ A qué llamá is «portaderas»?

ORISC

Señ or, las portaderas son las correas.

HAMLET

El té rmino serí a má s propio si pudié ramos ceñ irnos un cañ ó n. Entre tanto, llá mense correas. Mas sigamos. Seis caballos berberiscos contra seis espadas francesas, con sus adherentes y tres portaderas de extremada fantasí a. Es la apuesta francesa contra la danesa. ¿ Por qué se ha «contrapuesto», como vos decí s?

OSRIC

Señ or, el rey ha apostado que en doce asaltos entre vos y Laertes, é l no os ganará por má s de tres. Laertes ha apostado por nueve de los doce[L94]. Podrí a ponerse a prueba de inmediato si Vuestra Alteza se dignase res­ponder.

HAMLET

¿ Y si respondo que no?

OSRIC

Señ or, quiero decir si accedierais a enfrentaros.

HAMLET

Señ or, pasearé por este saló n. Si le place a Su Majestad, es mi hora de ejercicios. Si traen las armas, y está dispuesto el caballero, y el rey mantiene su apuesta, haré que gane si puedo. Si no, me ganaré la deshonra y los golpes en cuestió n.

OSRIC.

¿ Transmito así vuestra respuesta?

HAMLET

En tal sentido, señ or, con los floreos que os dicte vues­tro estilo.

OSRIC

Me recomiendo con lealtad a Vuestra Alteza.

HAMLET

Todo vuestro.

 

Sale OSRIC.

 

Hace bien en recomendarse, pues nadie lo hará por é l.

HORACIO

Este chorlito se va con el cascaró n en la cabeza.

HAMLET

Le hací a ceremonias a la teta antes de mamar. É ste y otros muchos de su cuerda, que tanto cautivan a nues­tro frí volo mundo, só lo han pescado la jerga de moda y las fó rmulas externas: un surtido de pamemas que los saca adelante entre las mentes má s cultas; pero prueba a soplarles y les revientas las pompas.

HORACIO

Perderé is este encuentro, señ or.

HAMLET

No lo creo. Desde que é l marchó a Francia, no he dejado de practicar, y con tal apuesta ganaré. Aunque no te imaginas el malestar que siento. Pero no importa.

HORACIO

¿ Qué es, señ or?

HAMLET

Una tonterí a; uno de esos presentimientos que turba­rí an a una mujer[L95]

HORACIO

Si vuestro á nimo está inquieto, obedecedlo. Haré que no vengan y diré que no está is listo.

HAMLET

Nada de eso; los augurios se rechazan. Hay singular providencia en la caí da de un pá jaro. Si viene ahora, no vendrá luego. Si no viene luego, vendrá ahora. Si no viene ahora, vendrá un dí a. Todo es estar preparado. Como nadie sabe nada de lo que deja, ¿ qué importa dejarlo antes? Ya basta.

 

Entran el REY, la REINA, LAERTES, corte­sanos, [OSRIC] y acompañ amiento con trompetas, tambores, cojines, espadas de es­grima y manoplas, ‑ una mesa con jarras de vino.

 

REY

Ven, Hamlet; ven y toma esta mano.

 

[Pone la mano de LAERTES en la de HAMLET. ]

HAMLET

Perdonadme, señ or. Os he agraviado.

Perdonad como caballero. Los presentes

bien saben y a vos de cierto os han dicho

que estoy aquejado de un grave trastorno.

Si rudamente he provocado

vuestros sentimientos, honor y disgusto,

aquí proclamo que ha sido locura.

¿ Fue Hamlet quien hirió a Laertes? Jamá s.

Si Hamlet ha salido de sí

y, no siendo é l mismo, agravia a Laertes,

no es Hamlet quien obra; Hamlet lo niega.

Entonces, ¿ quié n obra? Su locura. Si es así,

Hamlet es tambié n de la parte agraviada

y la locura es su cruel enemiga.

Señ or, ante esta asamblea:

que mi negació n de un mal pretendido

me absuelva en vuestro noble pensamiento,



  

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