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LIBROdot.com 7 страницаREINA Ahogada, ahogada. LAERTES Pobre Ofelia, bastante agua has tenido: me prohibo llorar. Y sin embargo, es humano; se impone la naturaleza, aunque sea vergonzoso. Cuando cese mi llanto, ya no habrá mujer. ‑ Adió s, señ or. Tengo palabras de fuego queriendo encenderse, pero este desliz las apaga.
Sale.
REY Sigá mosle, Gertrudis. Mucho me ha costado aplacar su ira, y ahora me temo que vuelve a empezar. Sigá mosle.
Salen.
V. i Entran dos RÚ STICOS [L81] [el ENTERRADOR y su COMPAÑ ERO].
ENTERRADOR ¿ Se va a dar cristiana sepultura a la que conscientemente buscó su salvació n? COMPAÑ ERO Te digo que sí, conque cava ya la fosa. El juez ha visto el caso y dice que cristiana. ENTERRADOR ¿ Có mo es posible si no se ahogó en defensa propia? COMPAÑ ERO Pues eso ha decidido. ENTERRADOR Entonces habrá sido se offendendo[L82] ; no pudo ser otra cosa. La cuestió n es esta: si yo me ahogo a sabiendas, esto arguye un acto; un acto tiene tres ramas: hacer, obrar, realizar. Ergu ella se ahogó a sabiendas. COMPAÑ ERO Escucha, señ or cavador... ENTERRADOR Perdona. Aquí está el agua: bien. Aquí, el hombre: bien. Si el hombre va al agua y se ahoga, quieras que no, es é l quien se va. ¿ Te fijas? Pero si el agua viene a é l y le ahoga, é l no se ahoga a sí mismo. Ergu quien no es culpable de su muerte no pudo acortar su vida[L83]. COMPAÑ ERO ¿ Esa es la ley? ENTERRADOR ¡ Pues claro! La ley que lo investiga. COMPAÑ ERO ¿ Quieres saber la verdad? Sí no es una señ ora, no le dan cristiana sepultura.
ENTERRADOR Exacto. Y es una pena que los grandes tengan má s derecho a ahogarse o colgarse que sus hermanos cristianos. ¡ Venga, la pala! En la antigü edad no habí a má s señ ores que los jardineros, cavadores y sepultureros. Tení an el oficio de Adá n. COMPAÑ ERO ¿ Adá n fue caballero? ENTERRADOR El primero en armarse. COMPAÑ ERO ¡ Pero si no tení a armas! ENTERRADOR ¿ Tú es que eres pagano? ¿ No dice la Biblia que Adá n tuvo que labrar la Tierra? Luego se armó de paciencia. Voy a hacerte otra pregunta. Si no la contestas, confesió n y... COMPAÑ ERO Venga. ENTERRADOR Albañ il, calafate o carpintero: ¿ Quié n construye má s fuerte que los tres? COMPAÑ ERO El que hace la horca: el armazó n sobrevive a mil ocupantes. ENTERRADOR Eso me ha gustado, de veras. Lo de la horca está bien. Pero, ¿ para quié n? Está bien para los que hacen mal. Entonces está mal decir que una horca es má s fuerte que una iglesia; ergu la horca estará bien para ti. Otra vez, venga. COMPAÑ ERO ¿ Que quié n construye má s fuerte que albañ il, calafate o carpintero? ENTERRADOR Vamos, dilo y a correr. COMPAÑ ERO ¡ Ya lo tengo! ENTERRADOR Venga. COMPAÑ ERO ¡ Dios, no lo sé!
Entran HAMLET y HORACIO a distancia.
ENTERRADOR No te devanes los sesos, que, por má s que le pegues, tu burro no irá má s rá pido. Cuando te vengan con esa pregunta, tú di que el sepulturero, porque las casas que hace duran hasta el Dí a del Juicio. Vamos, corre a la taberna y trá eme una jarra de aguardiente.
[Sale el COMPAÑ ERO. ]
[Canta] De joven yo amé, amé; me pareció muy grato menguar mis anos con placer; igual no lo habí a probado‑ HAMLET ¿ Es que este hombre no tiene sentido de su oficio, que cava tumbas cantando? HORACIO Con la costumbre se vuelve una cuestió n de indiferencia. HAMLET Cierto. La mano que poco labra tiene el sentido má s fino. ENTERRADOR [canta] Mas con sigilo la vejez ha hecho presa en mí y me transporta a la regió n[L84] como al que no ha gozado así.
Arroja una calavera.
HAMLET Esa calavera tení a lengua y podí a cantar. Este bribó n la estrella contra el suelo como si fuera la quijada de Caí n, que cometió el primer crimen. Tal vez fuese la cabeza de un polí tico, ahora avasallado por un asno[L85], capaz de engañ ar a Dios, ¿ no crees? HORACIO Tal vez, señ or. HAMLET O la de un cortesano, que dirí a: «Buenos dí as, mi señ or. ¿ Có mo está is, mi buen señ or? » Serí a el señ or don Tal, que elogiaba el caballo del señ or don Cual cuando pensaba pedí rselo, ¿ verdad? HORACIO Sí, mi señ or. HAMLET Pues claro, y ahora es de don Gusano, sin mandí bulas y con la crisma sacudida por el sepulturero. Bonita transmutació n, si supié ramos verla. ¿ Tan fá cil ha sido crear estos huesos que ahora só lo sirven para jugar a los bolos? Los mí os me duelen de pensarlo. ENTERRADOR [canta] Un pico y una pala, pal, envuelto en un sudario, y un hoyo para hué sped tal será lo necesario.
[Arroja otra calavera. ]
HAMLET Otra má s. ¿ No podrí a ser la de un abogado? ¿ Dó nde está n ahora sus argucias, sus distingos, sus pleitos, sus tí tulos, sus mañ as? ¿ Có mo deja que este bruto le sacuda el crá neo con una pala sucia sin denunciarle por agresió n? ¡ Mmm... ! Tal vez fuese en vida un gran comprador de tierras, con sus gravá menes, conocimientos, transmisiones, fianzas dobles, demandas. ¿ Transmitió sus transmisiones y demandó sus demandas para acabar con esta tierra en la cabeza? ¿ Le negará n garantí a sus garantes, aun siendo dos, para una compra que no excede el tamañ o de un contrato? Todas sus escrituras apenas caben en este hueco[L86]. ¿ No tiene derecho a má s el hacendado? HORACIO Ni a una pizca má s, señ or. HAMLET Los pergaminos, ¿ no son de piel de carnero? HORACIO Sí, Alteza, y de becerro. HAMLET Carnero y becerro ha de ser quien crea que aseguran algo. Hablaré con este hombre. ‑ Tú, ¿ de quié n es esta fosa? ENTERRADOR Mí a, señ or. [Canta] ... y un hoyo para hué sped tal será lo necesario. HAMLET Será tuya porque te has metido dentro. ENTERRADOR Y como vos está is fuera, no es vuestra. Yo en esto no me he metido, pero es mí a. HAMLET Te has metido y has mentido diciendo que es tuya. Es para un muerto, no para un vivo; así que has mentido. ENTERRADOR Señ or, es una mentira viva y ahora vuelve con vos. HAMLET ¿ Para qué hombre la cavas? ENTERRADOR Para ningú n hombre, señ or. HAMLET ¿ Para qué mujer? ENTERRADOR Para ninguna, tampoco. HAMLET Pues, ¿ a quié n van a enterrar? ENTERRADOR A una que fue mujer, pero, que en paz descanse, está muerta. HAMLET ¡ Qué rotundo es el granuja! Como no hilemos delgado nos matará n los equí vocos. De veras, Horacio; lo he notado en los ú ltimos tres añ os: nos hemos vuelto tan finos que hasta el má s palurdo le pisa el taló n al cortesano y le roza el sabañ ó n. ‑ ¿ Desde cuá ndo eres sepulturero? ENTERRADOR De todos los dí as del añ o, desde aquel en que nuestro difunto rey Hamlet venció a Fortinbrá s. HAMLET Y de eso, ¿ cuá nto hace? ENTERRADOR ¿ No lo sabé is? ¡ Si hasta los tontos lo sabenl Fue el dí a en que nació el joven Hamlet, el que estaba loco y mandaron a Inglaterra. HAMLET Sí, claro. ¿ Y por qué le mandaron a Inglaterra? ENTERRADOR Pues porque estaba loco. Allí recobrará el juicio y, si no, poco importa. HAMLET ¿ Por qué? ENTERRADOR No se lo notará n: allí todos está n igual de locos. HAMLET ¿ Có mo se volvió loco? ENTERRADOR De un modo extrañ o. HAMLET ¿ Có mo «extrañ o»? ENTERRADOR Vaya, pues perdiendo el juicio. HAMLET ¿ De dó nde salió su locura? ENTERRADOR Pues de aquí, de Dinamarca. Mozo y hombre, yo llevo aquí de sepulturero treinta añ os. HAMLET ¿ Cuá nto tarda en pudrirse un muerto enterrado? ENTERRADOR Bueno, si no se ha podrido antes de morir (pues hoy en dí a nos traen muchos vené reos que apenas se pueden enterrar), os puede durar unos ocho o nueve añ os. Un curtidor os dura nueve añ os. HAMLET ¿ Y é l por qué má s que otros? ENTERRADOR Pues, señ or, porque tiene la piel tan curtida que el agua no la atraviesa en mucho tiempo, y el agua descompone bien a todo puto cadá ver. Aquí hay una calavera; lleva enterrada veintitré s añ os. HAMLET ¿ De quié n es? ENTERRADOR De un puto chiflado. ¿ Quié n creé is que era? HAMLET No lo sé. ENTERRADOR ¡ Mala peste de loco! Un dí a me vació en la cabeza una jarra de vino del Rin. Esta calavera, señ or, es la de Yorick, el bufó n del rey. HAMLET ¿ É sta? ENTERRADOR La misma. HAMLET Deja que la vea. ¡ Ay, pobre Yorick! Yo le conocí a, Horacio: tení a un humor incansable, una agudeza asombrosa. Me llevó a cuestas mil veces. Y ahora, ¡ có mo me repugna imaginarlo! Me revuelve el estó mago. Aquí colgaban los labios que besé infinitas veces. Y ahora, ¿ dó nde está n tus pullas, tus brincos, tus canciones, esas ocurrencias que hací an estallar de risa a toda la mesa? ¿ Ya no tienes quien se rí a de tus muecas? ¿ Está s encogido? Vete a la estancia de tu señ ora y dile que, por má s que se embadurne, acabará con esta cara. Hazla reí r con esto. ‑ Horacio, dime una cosa. HORACIO Sí, mi señ or. HAMLET ¿ Tú crees que Alejandro tení a este aspecto bajo tierra? HORACIO El mismo. HAMLET ¿ Y olí a así? ¡ Uf! HORACIO Igual, señ or. HAMLET ¡ En qué bajos usos podemos caer, Horacio! ¿ No podrí a la imaginacion rastrear el noble polvo de Alejandro y encontrarlo taponando un barril? HORACIO Serí a una busca demasiado rebuscada. HAMLET No, nada de eso; habrí a que seguirle con mesura llevados de lo probable. Es decir: Alejandro murió, Alejandro fue enterrado, Alejandro se convirtió en polvo. El polvo es tierra, con la tierra se hace el barro, y con el barro en que se convirtió, ¿ por qué no se puede tapar un barril de cerveza? Muerto y hecho barro, el imperial Cé sar rellena un boquete y el aire intercepta. ¡ Ah, que aquella tierra que al mundo arredró tape una pared y corte un ventarró n! Pero, alto. Aparté monos: se acerca el rey, la reina, cortesanos.
Entran, siguiendo un fé retro, el REY, la REINA, LAERTES, otros CORTESANOS y un SACERDOTE.
¿ A quié n siguen? ¿ Por qué un rito tan menguado? Eso indica que el difunto al que siguen, temerario se quitó su propia vida. Y era de alto rango. Vamos a escondernos y mirar. LAERTES ¿ Qué má s ceremonias? HAMLET Este es Laertes, un joven noble. Atiende. LAERTES ¿ Qué má s ceremonias? SACERDOTE Sus exequias las hemos extendido hasta el lí mite aprobado. Su muerte fue dudosa; de no haberlo impedido una orden superior, yacerí a en lugar no consagrado hasta el Dí a del Juicio. En vez de plegarias, l e habrí an arrojado cascotes, guijas y piedras. Pero aquí se le permiten ritos virginales, flores de doncella y entierro en sagrado con toque de campana y funeral. LAERTES ¿ Sin hacer nada má s? SACERDOTE Nada má s. Profanarí amos el oficio de difuntos entonando un solemne responso y rezá ndole como a las almas que mueren en paz. LAERTES Dadle sepultura y que broten violetas de su carne pura y sin mancha. Cruel sacerdote, yo te digo que mi hermana será un á ngel providente cuando tú esté s aullando en el averno. HAMLET ¿ Có mo? ¿ La bella Ofelia? REINA [esparciendo flores] Flores a esta flor. Adió s. Confiaba en que serí as la esposa de mi Hamlet. Querida niñ a, creí que iba a engalanar tu lecho de bodas, no tu sepultura. LAERTES ¡ Ah, que un triple dolor diez veces triplicado caiga sobre ese maldito cuyo crimen te privó de tu excelsa cordura! – Esperad, no la sepulté is hasta que yo la tenga una vez má s entre mis brazos.
Salta a la fosa.
¡ Apilad ahora tierra sobre vivos y muertos hasta hacer de este llano una montañ a que descuelle sobre el monte Pelió n [L87] o la cumbre celeste del Olimpo! HAMLET [adelantá ndose] ¿ Quié n es este que vocea su dolor con tanto í mpetu y hechiza a los planetas con su angustia, dejá ndolos suspensos como a oyentes asombrados? Aquí está Hamlet de Dinamarca[L88].
Salta dentro tras LAERTES.
LAERTES ¡ Que el diablo te lleve! HAMLET ¡ Qué mal rezas! Quí tame esos dedos de la garganta, pues, aunque no soy impulsivo ni colé rico, en mí hay algo peligroso que má s te vale temer. ¡ Quí tame esa mano! REY ¡ Separadlos! REINA ¡ Hamlet, Hamlet! TODOS [LOS CORTESANOS ] ¡ Señ ores! HORACIO Calmaos, Alteza. HAMLET Por esta causa lucharé con é l hasta que mis pá rpados dejen de moverse. REINA ¿ Qué causa, hijo mí o? HAMLET Yo querí a a Ofelia. Ni todo el amor de veinte mil hermanos juntos sumarí a la medida del mí o. ‑ ¿ Qué piensas hacer por ella? REY ¡ Ah, está loco, Laertes! REINA ¡ Por el amor de Dios, no le oigas! HAMLET ¡ Voto a... ! Dime lo que hará s. ¿ Piensas llorar, luchar, ayunar, desgarrarte? ¿ O beber vinagre, comerte un cocodrilo? Yo tambié n. ¿ Has venido aquí a lloriquear, a rebajarme tirá ndote a la fosa? Si te entierras con ella, yo tambié n. Y si hablas de montañ as, que nos echen encima fanegas a millones hasta que la tierra se queme la cabeza en el cí rculo solar y el Osa parezca una verruga. Si voceas, yo hablaré tan hinchado como tú. REY Esto es pura demencia; el acceso no puede durarle mucho tiempo. Muy pronto estará manso como una paloma al salir del cascaró n sus doradas parejas[L89] y se hundirá en el silencio. HAMLET Oí dme bien. ¿ Por qué me tratá is así? Yo siempre os aprecié. Pero no importa. Que Hé rcules haga lo que se le antoje; el gato maú lla y el perro se impone[L90].
Sale.
REY Acompá ñ ale, Horacio, te lo ruego.
Sale HORACIO.
Lo que hablamos anoche debe darte paciencia; lo pondremos por obra de inmediato. Gertrudis, haz que vigilen a tu hijo. Esta tumba tendrá su perenne monumento. Muy pronto veremos la hora tranquila; mientras, la paciencia será nuestra guí a.
Salen.
V. ii Entran HAMLET y HORACIO.
HAMLET De eso nada má s. En cuanto al resto, veamos. ¿ Te acuerdas de todo mi relato? HORACIO ¡ Có mo no acordarme, señ or! HAMLET Habí a en mi alma una especie de lucha que me tení a despierto. Me sentí peor que un amotinado en los grilletes. En un rapto... Benditos los arrebatos: admitamos que a veces el impulso nos es má s ú til que el cá lculo, lo que nos muestra que hay una divinidad que modela nuestros fines, cualquiera que haya sido nuestro esbozo. HORACIO Así es. HAMLET Salí del camarote y, envuelto en mi tabardo marinero, anduve a tientas en las sombras hasta hallarlos [L91] les quité los documentos y volví finalmente al camarote, permitié ndome abrir el real comunicado, mis temores venciendo mis modales. Horacio, en é l leí (¡ ah, regia canallada! ) la orden expresa, guarnecida de razones muy variadas sobre el bien de Dinamarca e Inglaterra, con, ¡ ah!, todos los duendes que me hacen peligroso, de que, a su lectura y en el acto, sin esperar a que afilasen el hacha, me cortaran la cabeza. HORACIO ¡ No es posible! HAMLET Aquí está el comunicado. Lé elo sin prisa. ¿ Quieres saber có mo procedí? HORACIO Os lo ruego. HAMLET V Vé ndome atrapado por infames (antes que le diera un resumen al cerebro, é l ya veí a la acció n), me senté, proyecté una nueva orden, la escribí con buena letra. Al igual que los polí ticos, yo antes menospreciaba la caligrafí a y me esforcé en olvidarla, pero ahora me ha prestado un fiel servicio. ¿ Te digo el contenido de la orden? HORACIO Sí, Alteza. HAMLET Fue un ruego muy solemne de parte del rey: Puesto que Inglaterra ha sido su leal tributaria y sus lazos deben florecer cual la palmera, puesto que la paz debe llevar siempre su guirnalda de espigas y unirlos en su afecto, con otros muchos «puestos» bien colmados, que, a la vista y lectura del escrito, sin debate y cumplié ndolo a la letra, se dé a sus portadores la muerte inmediata sin lugar a confesió n. HORACIO ¿ Y có mo lo sellasteis? HAMLET Hasta en eso fue el cielo providente: llevaba en la bolsa el anillo de mi padre, cuyo sello es idé ntico al del rey; doblé el escrito a la manera del otro, lo firmé, sellé y reemplacé sin que nadie advirtiera ningú n cambio. Al otro dí a fue el combate naval; lo que sigue ya lo sabes. HORACIO Y Guildenstern y Rosencrantz fueron a su muerte HAMLET ¡ Pero si estaban prendados de su oficio! No me rozan la conciencia. Su caí da resulta de su propia intromisió n. El inferior corre peligro atravesá ndose entre los fieros golpes y estocadas de rivales poderosos. HORACIO ¡ Qué rey es este! HAMLET ¿ No crees que ya es mi turno? Mata a mi padre, prostituye a mi madre, se mete entre la elecció n y mi esperanza [L92] y a mi propia vida le echa el anzuelo con toda esa mañ a. ¿ No serí a de conciencia pagarle con mi brazo? ¿ Y no serí a condenarse permitir que esta ú lcera se extienda y siga corrompiendo? HORACIO Tendrá pronto noticias de Inglaterra informá ndole de todo lo ocurrido. HAMLET Muy pronto. Pero el intervalo es mí o. Una vida no dura má s que decir «uno». Pero me ha dolido mucho, buen Horacio, haberme propasado con Laertes, pues en el rostro de mi causa puedo ver el reflejo de la suya. Me ganaré su favor. Sin embargo, sus alardes de angustia dispararon mi arrebato. HORACIO ¡ Chsss! ¿ Quié n viene?
Entra el joven OSRIC.
OSRIC Alteza, sed muy bienvenido a Dinamarca. HAMLET Con humildad os lo agradezco. ‑ ¿ Conoces a esta libé lula? HORACIO No, mi señ or. HAMLET Má s gracia para tu alma, que conocerle es pecado. Posee tierras, muchas y fé rtiles. Con que un animal sea dueñ o de animales, ya tiene el pesebre en la mesa del rey. Este es un rú stico, pero, como digo, con grandes extensiones de estié rcol. OSRIC Mi querido señ or, si vuestra gentileza se hallara ociosa, os transmitirí a un mensaje de Su Majestad. HAMLET Señ or, le prestaré oí dos con toda entrega de espí ritu. Dadle a vuestro gorro el uso debido: es para la cabeza. OSRIC Gracias, Alteza. Hace mucho calor. HAMLET No, creedme: hace mucho frí o. El viento es del norte. OSRIC En efecto, señ or; hace bastante frí o. HAMLET Para mi complexió n hace un calor sofocante. OSRIC Sobre manera, Alteza. Hace mucho bochorno, como quien dice... ¿ Có mo decirlo? Pero, señ or, Su Majestad me manda participaros que ha hecho una gran apuesta en favor vuestro. Señ or, se trata de... HAMLET Acordaos de cubriros. OSRIC No, mi buen señ or, de veras; por respeto. Alteza, no ignorá is la excelencia de Laertes con su arma. HAMLET ¿ Y cuá l es? OSRIC Estoque y daga[L93]. HAMLET Son dos armas. Pero, en fin... OSRIC Señ or, el rey ha apostado seis corceles berberiscos, a los cuales, segú n creo, Laertes ha contrapuesto seis estoques y puñ ales franceses con todos sus adherentes, tales como el cinto, los tahalí es, etcé tera. En verdad, tres de las portaderas son muy gratas al gusto, muy acordes con la empuñ adura, un auté ntico primor y de extremada fantasí a. HAMLET ¿ A qué llamá is «portaderas»? ORISC Señ or, las portaderas son las correas. HAMLET El té rmino serí a má s propio si pudié ramos ceñ irnos un cañ ó n. Entre tanto, llá mense correas. Mas sigamos. Seis caballos berberiscos contra seis espadas francesas, con sus adherentes y tres portaderas de extremada fantasí a. Es la apuesta francesa contra la danesa. ¿ Por qué se ha «contrapuesto», como vos decí s? OSRIC Señ or, el rey ha apostado que en doce asaltos entre vos y Laertes, é l no os ganará por má s de tres. Laertes ha apostado por nueve de los doce[L94]. Podrí a ponerse a prueba de inmediato si Vuestra Alteza se dignase responder. HAMLET ¿ Y si respondo que no? OSRIC Señ or, quiero decir si accedierais a enfrentaros. HAMLET Señ or, pasearé por este saló n. Si le place a Su Majestad, es mi hora de ejercicios. Si traen las armas, y está dispuesto el caballero, y el rey mantiene su apuesta, haré que gane si puedo. Si no, me ganaré la deshonra y los golpes en cuestió n. OSRIC. ¿ Transmito así vuestra respuesta? HAMLET En tal sentido, señ or, con los floreos que os dicte vuestro estilo. OSRIC Me recomiendo con lealtad a Vuestra Alteza. HAMLET Todo vuestro.
Sale OSRIC.
Hace bien en recomendarse, pues nadie lo hará por é l. HORACIO Este chorlito se va con el cascaró n en la cabeza. HAMLET Le hací a ceremonias a la teta antes de mamar. É ste y otros muchos de su cuerda, que tanto cautivan a nuestro frí volo mundo, só lo han pescado la jerga de moda y las fó rmulas externas: un surtido de pamemas que los saca adelante entre las mentes má s cultas; pero prueba a soplarles y les revientas las pompas. HORACIO Perderé is este encuentro, señ or. HAMLET No lo creo. Desde que é l marchó a Francia, no he dejado de practicar, y con tal apuesta ganaré. Aunque no te imaginas el malestar que siento. Pero no importa. HORACIO ¿ Qué es, señ or? HAMLET Una tonterí a; uno de esos presentimientos que turbarí an a una mujer[L95] HORACIO Si vuestro á nimo está inquieto, obedecedlo. Haré que no vengan y diré que no está is listo. HAMLET Nada de eso; los augurios se rechazan. Hay singular providencia en la caí da de un pá jaro. Si viene ahora, no vendrá luego. Si no viene luego, vendrá ahora. Si no viene ahora, vendrá un dí a. Todo es estar preparado. Como nadie sabe nada de lo que deja, ¿ qué importa dejarlo antes? Ya basta.
Entran el REY, la REINA, LAERTES, cortesanos, [OSRIC] y acompañ amiento con trompetas, tambores, cojines, espadas de esgrima y manoplas, ‑ una mesa con jarras de vino.
REY Ven, Hamlet; ven y toma esta mano.
[Pone la mano de LAERTES en la de HAMLET. ] HAMLET Perdonadme, señ or. Os he agraviado. Perdonad como caballero. Los presentes bien saben y a vos de cierto os han dicho que estoy aquejado de un grave trastorno. Si rudamente he provocado vuestros sentimientos, honor y disgusto, aquí proclamo que ha sido locura. ¿ Fue Hamlet quien hirió a Laertes? Jamá s. Si Hamlet ha salido de sí y, no siendo é l mismo, agravia a Laertes, no es Hamlet quien obra; Hamlet lo niega. Entonces, ¿ quié n obra? Su locura. Si es así, Hamlet es tambié n de la parte agraviada y la locura es su cruel enemiga. Señ or, ante esta asamblea: que mi negació n de un mal pretendido me absuelva en vuestro noble pensamiento,
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