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LIBROdot.com 4 страницаACTOR 1. 0 Sí, mi señ or. HAMLET Muy bien. Sigue al caballero y no te burles de é l.
[Sale el ACTOR I. 0]
Mis buenos amigos, hasta la noche. Sed bienvenidos a Elsenor. ROSENCRANTZ [despidié ndose] Mi señ or...
Salen ROSENCRANTZ y GUILDENSTERN.
HAMLET Quedad con Dios. ‑ Ahora ya estoy solo. ¡ Ah, qué innoble soy, qué mí sero canalla! ¿ No afea mi conducta el que este actor, en su fá bula, fingiendo sentimiento, acomode su alma a una imagen al punto que su rostro palidezca, le broten lá grimas, el semblante se le mude, la voz se le entrecorte, y que aplique todo el cuerpo a la expresió n de su imagen? Y todo por nada. ¿ Por Hé cuba? ¿ Quié n es Hé cuba para é l, o é l para Hé cuba, que le hace llorar? ¿ Qué harí a si tuviese el motivo y la llamada al sentimiento que yo tengo? Ahogar el teatro con sus lagrimas, atronar con su clamor los oí dos del pú blico, enloquecer al culpable y aterrar al inocente, pasmar al ignorante y suspender los sentidos de la vista y el oí do. Mas yo, vil desganado, me arrastro en la apatí a como un soñ ador, impasible ante mi causa y sin decir palabra; no, ni por un rey cuya vida, su bien má s preciado, fue ruinmente aniquilada. ¿ Soy un cobarde? ¿ Quié n me llama infame, me da en la cabeza, me arranca la barba y me la sopla a la cara, me tira de la nariz, me acusa de embustero en cuerpo y alma? ¿ Quié n? ¡ Voto a... ! Lo sufrirí a. Pues seguro que soy dulce cual paloma y no tengo la hiel que encona los agravios, que, si no, ya habrí a cebado a los milanos del cielo con la asadura de este ruin. ¡ Canalla inhumano rijoso, sensual, desleal, desnaturalizado! ¡ Oh, venganza! ¡ Ah, qué torpe soy! Sí. ¡ Buen lucimiento! Yo, hijo de un padre querido al que asesinan, movido a la venganza por cielo e infierno, como una puta me desfogo con palabras y me pongo a maldecir como una golfa o vil fregona. ¡ Ah, qué vergü enza! Actú a, cerebro. He oí do decir que unos culpables que asistí an al teatro se han impresionado a tal extremo con el arte de la escena que al instante han confesado sus delitos; pues el crimen, aunque es mudo, al final habla con lengua milagrosa. Haré que estos actores reciten algo como el crimen de mi padre en presencia de mi tí o. Observaré sus gestos, le hurgaré la herida. Al menor sobresalto ya sé qué hacer. El espí ritu que he visto quizá sea el demonio, cuyo poder le permite adoptar una forma atrayente; sí, y tal vez por mi debilidad y melancolí a, pues es poderoso con tales estados, me engañ a para condenarme. Quiero pruebas concluyentes: el teatro es la red que atrapará la conciencia de este rey.
Sale.
III. I Entran el REY, la REINA, POLONIO, OFELIA, ROSENCRANTZ y GUILDENSTERN.
REY ¿ Y a travé s de circunloquios no podé is averiguar por qué afecta ese trastorno y se crispa el sosiego a tal extremo con su demencia destemplada y peligrosa? ROSENCRANTZ Reconoce que se siente perturbado, mas no hay modo de que diga por qué causa. GUILDENSTERN Ni parece que se deje sondear: cuando queremos llevarle a que revele su estado verdadero, rehú ye la ocasió n con su locura fingida. REINA ¿ Os acogió bien? ROSENCRANTZ Como todo un caballero. GUILDENSTERN Y, sin embargo, muy forzado. ROSENCRANTZ Se resistí a a conversar, mas respondió a nuestras preguntas sin reservas. REINA ¿ Le animasteis con alguna distracció n? ROSENCRANTZ Señ ora, sucedió que, de camino, dejamos atrá s a unos actores. Le hablamos de ellos y, por lo visto, se alegró con la noticia. Ahora ya se encuentran en la corte y creo que tienen el encargo de actuar esta noche en su presencia. POLONIO Muy cierto, y me ha rogado que suplique a Vuestras Majestades que asistá is a la funció n. REY Con toda el alma, y me complace sumamente que esté con ese á nimo. ‑ Caballeros, alentadle un poco má s y seguid llevá ndole hacia estas diversiones. ROSENCRANTZ Sí, Majestad.
Salen ROSENCRANTZ y GUILDENSTERN.
REY Querida Gertrudis, dé janos tú tambié n, pues hemos planeado que venga aquí Hamlet para que pueda encontrarse con Ofelia como por azar. Su padre y yo mismo, legí timos espí as, haremos de tal modo que, viendo sin ser vistos, podamos juzgar el encuentro con certeza y deducir de su conducta si lo que tanto le aqueja es realmente una afecció n amorosa. REINA Te obedezco. ‑ En cuanto a ti, Ofelia, me alegrarí a que la causa de la insania de Hamlet fueran tus encantos, como espero que, por el bien de los dos, tus virtudes le devuelvan al camino acostumbrado. OFELIA Así lo espero, señ ora.
[Sale la REINA. ]
POLONIO Ofelia, pasea por aquí. ‑ Majestad, si os place, vamos a ocultarnos. ‑ Tú lee este libro: tal muestra de recogimiento explicará tu soledad[L40]. ‑ En esto no obramos bien: como prueba la experiencia, con el rostro devoto y el acto piadoso hacemos atrayente al propio diablo. REY [aparte] ¡ Gran verdad! ¡ Qué duro latigazo a mi conciencia! La cara de una golfa, repintada de color, no es má s fea con el afeite que se aplica que mis actos con mis falsas palabras. ¡ Ah, qué pesada carga! POLONIO Ya viene; retiré monos, señ or.
Salen [el REY y POLONIO]. Entra HAMLET.
HAMLET Ser o no ser, esa es la cuestió n: si es má s noble para el alma soportar las flechas y pedradas de la á spera Fortuna o armarse contra un mar de adversidades y darles fin en el encuentro. Morir: dormir, nada má s. Y si durmiendo terminaran las angustias y los mil ataques naturales herencia de la carne, serí a una conclusió n seriamente deseable. Morir, dormir: dormir, tal vez soñ ar. Sí, ese es el estorbo; pues qué podrí amos soñ ar en nuestro sueñ o eterno ya libres del agobio terrenal, es una consideració n que frena el juicio y da tan larga vida a la desgracia. Pues, ¿ quié n soportarí a los azotes e injurias de este mundo, el desmá n del tirano, la afrenta del soberbio, las penas del amor menospreciado, la tardanza de la ley, la arrogancia del cargo, los insultos que sufre la paciencia, pudiendo cerrar cuentas uno mismo con un simple puñ al? ¿ Quié n lleva esas cargas, gimiendo y sudando bajo el peso de esta vida, si no es porque el temor al má s allá, la tierra inexplorada de cuyas fronteras ningú n viajero vuelve, detiene los sentidos y nos hace soportar los males que tenemos antes que huir hacia otros que ignoramos? La conciencia nos vuelve unos cobardes, el color natural de nuestro á nimo se mustia con el pá lido matiz del pensamiento, y empresas de gran peso y entidad por tal motivo se desví an de su curso y ya no son acció n. ‑ Pero, alto: la bella Ofelia. Hermosa, en tus plegarias recuerda mis pecados. OFELIA Mi señ or, ¿ có mo ha estado Vuestra Alteza todos estos dí as? HAMLET Con humildad os lo agradezco: bien, bien, bien. OFELIA Señ or, aquí tengo recuerdos que me disteis y que hace tiempo pensaba devolveros. Os lo suplico, tomadlos. HAMLET No, no. Yo nunca os di nada. OFELIA Mi señ or, sabé is muy bien que sí, y con ellos palabras de aliento tan dulce que les daban má s valor. Perdida su fragancia, tomad vuestros presentes: para el á nimo noble, cuando olvida el donante se empobrecen sus dones. Tomad, señ or. HAMLET ¡ Ajá! ¿ Eres honesta? OFELIA ¡ Señ or! HAMLET ¿ Eres bella? OFELIA ¿ Qué queré is decir? HAMLET Que si eres honesta y bella, tu honestidad no debe permitir el trato con tu belleza. OFELIA ¿ Puede haber mejor comercio, señ or, que el de honestidad y belleza? HAMLET Pues sí, porque la belleza puede transformar la honestidad en alcahueta antes que la honestidad vuelva honesta a la belleza. Antiguamente esto era un absurdo, pero ahora los tiempos lo confirman. Antes te amaba. OFELIA Señ or, me lo hicisteis creer. HAMLET No debí as haberme creí do, pues la virtud no se puede injertar en nuestro viejo tronco sin que quede algú n resabio. Así que no te amaba. OFELIA Má s me engañ é. HAMLET ¡ Vete a un convento! ¿ Es que quieres criar pecadores? Yo soy bastante decente, pero puedo acusarme de cosas tales que má s valdrí a que mi madre no me hubiese engendrado. Soy muy orgulloso, vengador, ambicioso, con má s disposició n para hacer dañ o que ideas para concebirlo, imaginació n para plasmarlo o tiempo para cumplirlo. ¿ Por qué gente como yo ha de arrastrarse entre la tierra y el cielo? Todos somos unos miserables: no nos creas a ninguno. Venga, vete a un convento. ¿ Dó nde está tu padre[L41]?. OFELIA En casa, señ or. HAMLET Cerrad bien las puertas, que só lo haga el bobo allí dentro. Adió s. OFELIA ¡ El cielo le asista! HAMLET Si te casas, sea mi dote esta maldició n: será s má s casta que el hielo y má s pura que la nieve, y no podrá s evitar la calumnia. Vete a un convento, anda, adió s. O si es que has de casarte, cá sate con un tonto, pues el listo sabe bien los cuernos que poné is, A un convento, vamos, deprisa. Adió s. OFELIA ¡ Santos del cielo, curadle! HAMLET Sé muy bien lo de vuestros afeites. Dios os da una cara y vosotras os hacé is otra. Andá is a saltitos o pausado, gangueando bautizá is todo lo creado, y hacé is pasar por inocencia vuestros dengues. Muy bien, se acabó; me ha vuelto loco. Ya no habrá má s matrimonios. De los que ya está n casados vivirá n todos menos uno. Los demá s, que sigan como está n. ¡ A un convento, vamos!
Sale.
OFELIA ¡ Ah, qué noble inteligencia destruida! Del cortesano, é l sabio y el soldado, el ojo, la lengua, la espada. Esperanza y flor de nuestro reino, espejo de elegancia y modelo de conducta, blanco de observantes, y ahora destrozado. Y yo, la mujer má s abatida, que gozó de la miel de sus promesas, veo ese noble y soberano entendimiento destemplado cual campanas que disuenan, esa estampa sin par de perfecta juventud perdida en el delirio. ¡ Pobre de mí! Tener que ver esto, y no lo que vi.
Entran el REY y POLONIO.
REY ¿ Amor? No, por ahí no se encamina y, aunque fuera algo confuso, lo que ha dicho no es indicio de locura. Algo lleva en el alma que su melancolí a está incubando y temo que al romperse el cascaró n habrá peligro. Para evitarlo, como medida inmediata he decidido que parta sin demora hacia Inglaterra a reclamar el tributo que nos debe. Quizá la travesí a, el cambio de paí s y de escenario consigan arrancarle de su pecho la inquietud tan arraigada, que no deja reposo a su cerebro y le saca de sí mismo. ¿ Qué os parece?
POLONIO Le hará bien. Aunque yo sigo creyendo que la causa y fundamento de su mal es amor desestimado. ‑ ¿ Qué hay, Ofelia? No nos cuentes lo del Prí ncipe Hamlet: lo hemos oí do todo. ‑ Señ or, obrad como gusté is, mas, si os parece, despué s de la funció n, permitid que su madre la reina le inste a solas a que revele sus penas. Que sea clara con é l. Yo, con vuestra venia, pondré mi oí do al alcance de su plá tica. Si nada descubre, mandadle a Inglaterra o recluidle donde juzgué is conveniente. REY Vigiladle. La locura de un grande no debe descuidarse.
Salen.
III. ii Entran HAMLET y dos o tres ACTORES.
HAMLET Te lo ruego, di el fragmento como te lo he recitado, con soltura de lengua. Mas si voceas, como hacen tantos có micos, me dará igual que mis versos los diga el pregonero. Y no cortes mucho el aire con la mano, así; hazlo todo con mesura, pues en un torrente, tempestad y, por así decir, torbellino de emoció n has de adquirir la sobriedad que le pueda dar fluidez. Me exaspera ver có mo un escandaloso con peluca desgarra y hace trizas la emoció n de un recitado atronando los oí dos del vulgo, que, en su mayor parte, só lo aprecia el ruido y las pantomimas mas absurdas. Harí a azotar a é se por inflar a Termagante[L42]: eso es má s herodista que Herodes. Te lo ruego, eví talo. ACTOR 1. 0 Esté segura Vuestra Alteza. HAMLET Tampoco seas muy tibio: tú deja que te guí e la prudencia. Amolda el gesto a la palabra y la palabra al gesto, cuidando sobre todo de no exceder la naturalidad, pues lo que se exagera se opone al fin de la actuació n, cuyo objeto ha sido y sigue siendo poner un espejo ante la vida: mostrar la faz de la virtud, el semblante del vicio y la forma y cará cter de toda é poca y momento. Si esto se agiganta o no se alcanza, aunque haga reí r al profano, disgustará al juicioso, cuya sola opinió n debé is valorar mucho má s que un teatro lleno de ignorantes. No quiero ser irreverente[L43], pero he visto actores (elogiados por otros en extremo) que, no teniendo acento de cristiano, ni andares de cristiano, pagano u hombre alguno, se contonean y braman; de tal modo que parece que los hombres fuesen obra de aprendices de la Naturaleza, viendo lo vilmente que imitan a la humanidad. ACTOR 1. 0 Señ or, espero que eso lo tengamos bastante dominado. HAMLET Dominadlo del todo. Y que el gracioso no se salga de su texto, pues los hay que se rí en para hacer reí r a un grupo de pasmados, aunque sea en algú n momento crí tico del drama. Eso es infame, y demuestra una ambició n muy lamentable en el gracioso. Anda, preparaos.
Salen los ACTORES. Entran POLONIO, ROSENCRANTZ y GUILDENSTERN.
¿ Qué hay, señ or? ¿ Va a asistir el rey a la funció n? POLONIO Con la reina, y en seguida. HAMLET Apremiad a los actores.
Sale POLONIO.
¿ Queré is ayudarle a darles prisa? ROSENCRANTZ y GUILDENSTERN Sí, Alteza.
Salen. Entra HORACIO.
HAMLET ¡ Eh, Horacio! HORACIO Aquí estoy, mi señ or, a vuestras ó rdenes. HAMLET Horacio, eres el má s ponderado de cuantos hombres haya conocido. HORACIO Querido señ or... HAMLET No, no pienses que te adulo. ¿ Qué ventaja podrí a yo esperar de ti, que no tienes má s renta para comer y vestirte que tus propias cualidades? ¿ A qué adular al pobre? No, que la lengua melosa endulce vanidades y se doblen las solí citas rodillas si el halago rinde beneficio. Escucha. Desde que mi persona aprendió a escoger y supo distinguir, su elecció n recayó en ti. Tú has sido como aquel que, sufrié ndolo todo, nada sufre; un hombre que, sereno, recibe por igual reveses y favores de Fortuna. Dichoso el que armoniza pasió n y buen sentido y no es flauta al servicio de Fortuna por sonar como le plazca. Dame un hombre que no sea esclavo de emociones, y le llevaré en mi corazó n; sí, en el corazó n del corazó n, como yo a ti. Pero ya basta. Esta noche actú an ante el rey. Las circunstancias de una escena se aproximan a las que ya te dije de la muerte de mi padre. Te lo ruego, cuando presenten el hecho observa a mi tí o con la má xima atenció n que te dé el alma. Si durante un fragmento no sale a la luz su escondida culpa, el espectro que hemos visto está maldito y mis figuraciones son inmundas cual la fragua de Vulcano. Fí jate en é l; yo pienso clavarle mis ojos en su cara. Despué s uniremos pareceres cuando juzguemos su reacció n. HORACIO Sí, Alteza. Si durante la comedia hurta algo a mi atenció n y se me escapa, yo pagaré el robo. HAMLET Ya vienen a la funció n. Me haré el loco. Bú scate un sitio.
Marcha danesa. Toque de clarines. Entran el REY, la REINA, POLONIO, OFELIA, ROSENCRANTZ, GUILDENSTERN y NOBLES del sé quito, con la Guardia Real llevando antorchas.
REY ¿ Có mo lo pasa mi sobrino Hamlet? HAMLET Pues muy bien; con el yantar camaleó nico: vivo del aire, relleno de promesas. Ni el capó n se ceba así. REY ¡ No entiendo tus palabras, Hamlet. A mí no me responden. HAMLET Ni a mí tampoco. [A POLONIO] Señ or, actuasteis una vez en la universidad, ¿ no es así? POLONIO Sí, Alteza, y me tení an por buen actor. HAMLET ¿ Y qué papel representasteis? POLONIO El de Julio Cé sar. Me mataron en el Capitolio. Me mató Bruto. HAMLET Bruto capital tení a que ser para matar a ese cabestro. ‑ ¿ Está n listos los có micos? ROSENCRANTZ Sí, Alteza. Esperan vuestra orden. REINA Mi buen Hamlet, ven; sié ntate a mi lado. HAMLET No, buena madre; aquí hay un imá n má s atrayente. POLONIO [al REY] ¡ Vaya! ¿ Habé is oí do? HAMLET Señ ora, ¿ puedo echarme en vuestra falda? OFELIA No, mi señ or. HAMLET Quiero decir apoyando la cabeza. OFELIA Sí, mi señ or. HAMLET ¿ Creé is que pensaba en el asunto? OFELIA No creo nada, señ or. HAMLET No está mal lo de echarse entre las piernas de una dama. OFELIA ¿ Có mo, señ or? HAMLET Nada. OFELIA Está is alegre, señ or. HAMLET ¿ Quié n, yo? OFELIA Sí, Alteza. HAMLET ¡ Vaya por Dios! ¡ Vuestro autor de mojigangas! Pero, ¿ qué puede hacer uno sino estar alegre? Mirad lo contenta que está mi madre, y mi padre murió hace menos de dos horas. OFELIA No, hace dos veces dos meses. HAMLET ¿ Tanto? Entonces al diablo estas ropas, que mi luto será fastuoso. ¡ Por Dios! ¡ Muerto hace dos meses y aú n no olvidado! Entonces hay esperanza de que el recuerdo de un gran hombre le sobreviva seis meses. ¡ Por la Virgen! Tendrá que construir iglesias o soportar el olvido, igual que el caballito[L44], cuyo epitafio reza: «¡ Qué pecado! Al caballito olvidaron. »
Suenan oboes. Se inicia la pantomima. Entran un rey y una reina, abrazá ndose con gran ternura. La reina se arrodilla y con gestos le asegura su amor. El rey la levanta, le pone la cabeza sobre el hombro y se tiende sobre un lecho de flores. Ella, al verle dormido, se aleja. Pronto entra un hombre, que le quita la corona, la besa, vierte veneno en los oí dos del rey y sale. Vuelve la reina, le ve muerto y hace gestos de dolor. El envenenador, con dos o tres comparsas, vuelve a entrar y da muestras de condolencia. Se llevan el cadá ver. El envenenador corteja a la reina con regalos. Al principio, ella parece reacia y opuesta, pero alfinal acepta su amor.
Salen.
OFELIA ¿ Qué significa eso, señ or? HAMLET Es un malhecho al acecho, que quiere decir desastre. OFELIA Tal vez la pantomima exprese el argumento de la obra.
Entra el FARAUTE.
HAMLET É ste nos lo dirá. Los có micos no saben guardar secretos; lo cuentan todo. OFELIA ¿ Explicará lo que hemos visto? HAMLET Eso o lo que querá is enseñ arle. Si no os da reparo que mire, a é l tampoco le dará deciros qué significa. OFELIA ¡ Qué malo, qué malo sois! Voy a seguir la obra. FARAUTE Al presentar la tragedia rogamos vuestra clemencia y vuestra atenta paciencia.
[Sale. ]
HAMLET ¿ Qué es esto, un pró logo o un lema de sortija? OFELIA Ha sido breve, señ or. HAMLET Como amor de mujer.
Entran [dos ACTORES[L45] ], REY y REINA.
ACTOR REY El carro de Febo ya dio treinta vueltas al mar de Neptuno y al orbe de Gea[L46], y al mundo han bañ ado treinta veces doce lunas rutilantes otras tantas noches desde que Himeneo y Amor nos juntaron las manos y almas en ví nculo santo. ACTOR REINA Haya tantos giros de luna y de sol antes que se pierda nuestro inmenso amor. Mas, ¡ pobre de mí! Te veo tan doliente y sin la alegrí a que has gozado siempre, que estoy alarmada. Mas, aunque esté inquieta, señ or, tú no debes sentir impaciencia, pues ansia y amor de mujer cambian juntos: ambos en exceso o nada ninguno. Ya te he demostrado cuá n grande es mi amor, y de esa medida ahora es mi temor. ACTOR REY Muy pronto, mi amor, habré de dejarte, pues ya no soy dueñ o de mis facultades. Honrada y amada, sola quedará s en el bello mundo; y esposo, quizá, con igual carifio... ACTOR REINA ¡ No sigas, no sigas! Traició n a mi alma tal amor serí a. Si tomo otro esposo, é l sea mi infierno, pues quiere un segundo quien mató al primero. HAMLET ¡ Ajenjo, ajenjo! ACTOR REINA A otro matrimonio nunca dan lugar razones de amor, mas de utilidad. A mi esposo muerto matarí a otra vez si en el lecho a otro yo fuese a ceder. ACTOR REY No dudo que sientas lo que ahora me dices, mas muchos designios no suelen cumplirse; pues son los esclavos de nuestra memoria: fuertes cuando nacen, mas su fuerza es corta. Como el fruto verde, se aferran al á rbol; cuando está n maduros, caen sin tocarlos. Todos olvidamos, y por conveniencia, pagarnos nosotros nuestras propias deudas. Si nos proponemos algo con pasió n, veremos que muere pasado el ardor; pues, cuando es violenta, la pena o la dicha en sus propios actos se mata a sí misma. Donde hay grande dicha, la pena má s dañ a: la dicha y la pena oscilan por nada. El mundo es fugaz, y extrañ ar no debe que nuestro amor mismo cambie con la suerte, pues al juicio nuestro queda la cuestió n: si amor guí a a fortuna o fortuna a amor. Cuando el grande cae, sus í ntimos huyen; no tendrá enemigos el pobre que sube. El amor, por tanto, sirve a la fortuna, y para el pudiente amigos abundan; pruebe a un falso amigo quien sufra escasez y un gran enemigo pronto ha de tener. Mas, para acabar donde he comenzado, deseo y destino corren tan contrarios que nuestros designios siempre se deshacen: la intenció n es nuestra, mas no el desenlace. Dices que no piensas casarte con otro; morirá tu idea tras morir tu esposo. ACTOR REINA Ni frutos la tierra, ni luz me dé el cielo, ni solaz el dí a, ni la noche el sueñ o. ¡ Que todo contrario que enturbie la dicha destruya los grandes deseos de mi vida! ¡ Que aquí y má s allá me acose la angustia si vuelvo a casarme cuando yo sea viuda! HAMLET ¡ Como no lo cumpla...! ACTOR REY Solemne promesa. Y ahora dé jame: el sueñ o me vence y deseo distraer el tiempo durmiendo.
Se duerme.
ACTOR REINA Tu mente descanse, y que la desgracia jamá s nos separe.
Sale.
HAMLET Señ ora, ¿ qué os parece la obra? REINA Creo que la dama promete demasiado. HAMLET Mas cumplirá su palabra. REY ¿ Conoces el argumento? ¿ No hay nada que ofenda? HAMLET No, no. Todo es simulado, incluso el veneno. No hay nada que ofenda. REY ¿ Có mo se llama la obra? HAMLET «La ratonera. » ¿ Que por qué? Es metafó rico. La pieza representa un crimen cometido en Viena. El duque se llama Gonzago; su esposa, Baptista. Ya veré is. Una canallada, pero, ¿ qué má s da? A Vuestra Majestad y a los libres de culpa no nos toca. El jamelgo, que respingue, que nuestros lomos no pican.
Entra LUCIANO.
Este es un tal Luciano, sobrino del rey. OFELIA Hacé is muy bien de coro, Alteza. HAMLET Podrí a decir el diá logo entre vos y vuestro amado si viera a los tí teres en danza[L47]. OFELIA Está is muy mordaz, señ or. HAMLET
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