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PUTA 5 страница



Erika Berger se hallaba en su BMW, a un kilуmetro de su casa de Saltsjуbaden, cuando recibiу una llamada que no esperaba. Aunque tambiйn era cierto que Lisbeth Salander ya la habнa sorprendido por la maсana. —Berger.

—Salander. No hay tiempo para explicaciones. їTienes el nъmero del telйfono secreto de Mikael? El que no estб pinchado.

—Sн.

—Llбmalo. ЎPero ya! Teleborian se va a encontrar con Joсas en el anillo de la estaciуn central a las 15.00. —їQuй?...

—Date prisa. Teleborian. Joсas. El anillo de la estaciуn central. 15.00 horas. Tiene un cuarto de hora.

Lisbeth apagу el mуvil para que Erika no se viera tentada a derrochar los segundos haciendo preguntas innecesarias. Le echу un vistazo al reloj, que acababa de cambiar a las 14.46.

Erika Berger frenу y aparcу en el arcйn de la carretera. Buscу la agenda del bolso y empezу a pasar pбginas hasta que encontrу el nъmero que Mikael le habнa dado la noche que cenaron en Samirs gryta

Mikael Blomkvist oyу el sonido del telйfono. Se levantу de la mesa de la cocina, fue hasta el despacho de Salander y cogiу el mуvil, que estaba sobre la mesa.

—їSн?

—Erika.

—Hola.

—Teleborian se va a encontrar con Joсas en el anillo de la estaciуn central a las 15.00. Te quedan unos minutos. —їQuй? їQuй? —Teleborian...

—Ya te he oнdo. їCуmo lo sabes? —Dйjate de preguntas y date prisa. Mikael mirу el reloj: 14.47. —Gracias. Hasta luego.

Cogiу el maletнn del ordenador y bajу por las escaleras en vez de esperar el ascensor. Mientras corrнa marcу el nъmero del Tнo azul de Henry Cortez.

—Cortez.

—їDуnde estбs?

—Comprando unos libros en Akademibokhandeln.

—Teleborian se va a encontrar con Joсas en el anillo de la estaciуn central a las 15.00. Yo voy de camino pero tъ estбs mбs cerca.

—ЎHostias! Salgo pitando.

Mikael bajу corriendo por Gуtgatan y se dirigiу a toda pastilla hacia Slussen. Llegу jadeando a la plaza y mirу su reloj de reojo. Monica Figuerola tenнa razуn cuando le dio la lata para que empezara a hacer ejercicio. 14.56. No le iba a dar tiempo. Buscу un taxi.

Lisbeth Salander le devolviу el mуvil a Anders Jonasson. —Gracias —dijo.

—їTeleborian? —preguntу Anders Jonasson—. No he podido evitar haber oнdo el nombre.

Lisbeth asintiу con la cabeza y lo mirу.

—-Teleborian es un pбjaro de mucho mucho cuidado. No te imaginas cuбnto.

—No. Pero sospecho que ahora mismo estб pasando algo grave: es la primera vez en todo este tiempo que te veo tan excitada. Espero que sepas lo que estбs haciendo.

Lisbeth le dedicу una torcida sonrisa.

—Pronto lo sabrбs —dijo ella.

Henry Cortez saliу corriendo de Akademibokhandeln como un loco. Cruzу Sveavбgen por el viaducto de Master Samuelsgatan y siguiу bajando hasta Klara Norra, donde girу para entrar en Klarabergsviadukten y atravesar Vasagatan. Cruzу Klarabergsgatan entre un autobъs y dos coches que le pitaron frenйticamente y entrу por la puerta de la estaciуn en el preciso instante en que el reloj marcaba las 15.00.

Cogiу las escaleras mecбnicas bajando los escalones de tres en tres hasta llegar a la planta baja y pasу corriendo por delante de la tienda de Pocketshop antes de aminorar el paso para no llamar la atenciуn. Mirу fija e intensamente a la gente que se hallaba alrededor del anillo.

No vio a Teleborian ni al hombre que Christer Malm habнa fotografiado delante del Copacabana y que pensaban que era Joсas. Mirу el reloj: 15.01. Jadeaba como si hubiese corrido el maratуn de Estocolmo.

Se la jugу: atravesу el vestнbulo a toda prisa y saliу a Vasagatan. Se detuvo y barriу los alrededores con la mirada, estudiando hasta donde sus ojos alcanzaban —y una a una— a todas las personas. Ningъn Peter Teleborian. Ningъn Joсas.

Dio media vuelta y se metiу dentro. 15.03. No habнa nadie cerca del anillo.

Luego alzу la vista y, por un segundo, divisу el perfil de Peter Teleborian, con su caracterнstica cabellera revuelta y su perilla, justo cuando йste salнa de Pressbyrеn, en el otro extremo del vestнbulo. Acto seguido, el hombre de las fotos de Christer Malm se materializу a su lado. Cruzaron el recinto y salieron a Vasagatan por la puerta norte.

Henry Cortez suspirу. Se secу el sudor de la frente con la palma de la mano y empezу a seguir a los dos hombres.

Mikael Blomkvist llegу en taxi a la estaciуn central de Estocolmo a las 15.07. Entrу apresuradamente en el vestнbulo principal, pero no pudo ver ni a Teleborian ni a Joсas. Ni tampoco a Henry Cortez, por otra parte.

Cogiу su Tнo para llamar a Henry Cortez en el mismo instante en que le empezу a sonar.

—Ya los tengo. Estбn en c\pub Tre Remmare de Vasagatan, junto a la boca de metro de la lнnea que va hasta Akalla.

—Gracias, Henry. їY tъ dуnde estбs? —En la barra. Tomбndome una caсa. Bien merecida.

—Vale. A mн me conocen, asн que me quedarй fuera. Supongo que no tienes ninguna posibilidad de escuchar lo que dicen.

—Ni una. Veo la espalda de ese tal Joсas y el maldito Teleborian no hace mбs que murmurar; ni siquiera puedo ver los movimientos de sus labios.

—De acuerdo.

—Pero puede que tengamos un problema. —їCuбl?

—Ese tal Joсas ha dejado su cartera y su mуvil encima de la mesa. Y ha puesto un par de llaves de coche sobre la cartera.

—Vale. Ya me encargo yo de eso.

El mуvil de Monica Figuerola sonу con el politono del tema de la pelнcula Hasta que llegу su hora. Dejу el libro sobre el deнsmo de la Antigьedad, que parecнa no terminarse nunca.

—Hola. Soy Mikael. їQuй haces?

—Estoy en casa ordenando los cromos de mis antiguos amantes. Esta maсana me han abandonado miserablemente.

—Lo siento. їTienes cerca tu coche?

—La ъltima vez que lo vi estaba aparcado aquн enfrente.

—Bien. їTe apetece dar una vuelta por la ciudad? —No mucho. їQuй pasa?

—Peter Teleborian estб en Vasagatan tomбndose una cerveza con Joсas. Y como yo colaboro con la Stasi... perdуn, con la Sдpo, he pensado que a lo mejor te apetecerнa venir.

Monica Figuerola ya se habнa levantado del sofб para coger las llaves del coche.

—їNo me estarбs tomando el pelo?...

—Ni mucho menos. Y Joсas ha puesto las llaves de un coche encima de la mesa donde se ha sentado.

—Voy para allб.

Malin Eriksson no cogнa el telйfono, pero Mikael Blomkvist tuvo suerte y pudo hablar con Lottie Rarim, que se encontraba en Бhlйns comprando un regalo de cumpleaсos para su marido. Mikael le mandу que hiciera horas extra y que se apresurara en ir al pub para servir de refuerzo a Henry Cortez. Luego volviу a llamar a Cortez.

—El plan es el siguiente: dentro de cinco minutos tendremos un coche aquн. Aparcaremos en Jбrnvagsgatan, delante del pub.

—Vale.

—Lottie Karim llegarб dentro de un par de minutos. —Bien.

—Cuando dejen e\pub, tъ seguirбs a Joсas. Lo harбs a pie y, por el mуvil, me irбs diciendo por dуnde vais. En cuanto lo veas acercarse a un coche, comunнcamelo. Lottie seguirб a Teleborian. Si no llegamos a tiempo, coge la matrнcula.

—De acuerdo.

Monica Figuerola aparcу en Nordic Light Hotel, frente a Arlanda Express. Mikael Blomkvist abriу la puerta del copiloto un minuto despuйs de que ella hubiese aparcado.

—їEn quй pub estбn?

Mikael se lo dijo.

—Debo pedir refuerzos.

—No te preocupes. Los tenemos vigilados. Mбs gente podrнa estropearlo todo.

Monica Figuerola lo mirу desconfiada.

—їY cуmo te enteraste de que esta reuniуn iba a tener lugar?

—Sorry. Protecciуn de fuentes.

—Ў Joder! їEs que en Millenium tenйis vuestro propio servicio de inteligencia? —exclamу ella.

Mikael parecнa contento. Siempre resultaba divertido ganar a la Sдpo en su propio terreno.

En realidad, no tenнa ni la mбs mнnima idea de a quй se debнa esa llamada de Erika Berger —tan inesperada como un relбmpago en medio de un cielo claro— para avisarle de que Teleborian y Joсas se iban a ver. Desde el diez de abril, ella ya no estaba al corriente del trabajo que se realizaba en la redacciуn de Millennium. Por supuesto, sabнa quiйn era Teleborian, pero Joсas no entrу en escena hasta el mes de mayo y, segъn tenнa entendido Mikael, Erika ignoraba por completo su existencia, asн como que era objeto de las sospechas no sуlo de Millennium sino tambiйn de la Sдpo.

Tendrнa que sentarse a hablar seriamente con Erika Berger dentro de muy poco.

Lisbeth Salander mirу la pantalla de su ordenador y arrugу el morro. Despuйs de la llamada realizada con el mуvil del doctor Anders Jonasson apartу de su mente cualquier pensamiento relacionado con la Secciуn y se centrу en el problema de Erika Berger. Tras una detenida deliberaciуn, eliminу de la lista del grupo de hombres de entre veintisйis y cincuenta y cuatro aсos a todos los casados. Sabнa que no estaba hilando muy fino y que no se basaba en una argumentaciуn racional, ni estadнstica ni cientнficamente hablando, para tomar esa decisiуn. El boli venenoso podrнa ser perfectamente un esposo modйlico con cinco hijos y un perro. Podrнa ser una persona que trabajara en la conserjerнa. Podrнa ser, incluso, una mujer, aunque no lo creнa.

Simplemente necesitaba reducir el nъmero de nombres de la lista y, con esta ъltima decisiуn, el grupo pasу de cuarenta y ocho a dieciocho individuos. Constatу que una gran parte de ellos eran reporteros importantes, jefes o jefes adjuntos; todos ellos, mayores de treinta y cinco aсos. Si en ese grupo no encontraba nada interesante, podrнa ampliar de nuevo el cerco.

A las cuatro de la tarde entrу en la pбgina web de Hacker Republic y le pasу la lista a Plague. El le hizo clin unos cuantos minutos mбs tarde.

—18 nombres. їQuй?

—Un pequeсo proyecto paralelo. Considйralo un ejercicio.

—їEh?

—Uno de los nombres pertenece a un hijo de puta. Encuйntralo.

—їCuбles son los criterios?

—Hay que trabajar rбpido. Maсana me desenchufan. Para entonces tenemos que haberlo encontrado.

Le contу la historia de El boli venenoso que iba a por Erika Berger.

—Vale. їY yo saco algo de todo esto?

Lisbeth Salander reflexionу un rato.

—Sн. Que no voy a ir hasta Sundbyberg para provocar un incendio en tu casa.

—їSerнas capaz?

—Te pago siempre que te pido que hagas algo para mн. Esto no es para mн. Considйralo impuestos.

—Empiezas a dar muestras de competencia social.

—Bueno, їquй?

—Vale.

Le pasу los cуdigos de acceso de la redacciуn del SMP y se desconectу del ICQ.

Ya eran las 16.20 cuando Henry Cortez llamу. —Parece que se van a levantar. —De acuerdo. Estamos preparados. Silencio.

—Se estбn separando en la puerta del pub. Joсas se dirige hacia el norte. Lottie sigue a Teleborian hacia el sur.

Mikael levantу un dedo y seсalу a Joсas cuando йste asomу por Vasagatan. Monica Figuerola asintiу. Unos segundos despuйs, Mikael tambiйn pudo ver a Henry Cortez. Monica Figuerola arrancу el motor.

—Estб cruzando Vasagatan y continъa hacia Kungsgatan —dijo Henry Cortez por el mуvil.

—Manten la distancia para que no te descubra.

—Hay bastante gente. Silencio.

—Va hacia el norte por Kungsgatan.

—Al norte por Kungsgatan —repitiу Mikael.

Monica Figuerola metiу una marcha y enfilу Vasagatan. Se detuvieron un momento en un semбforo en rojo.

—їY ahora dуnde estбis? —preguntу Mikael cuando giraron entrando en Kungsgatan.

—A la altura de PUB. Va a paso rбpido. Oye, ha cogido direcciуn norte por Drottninggatan.

—Direcciуn norte por Drottninggatan —repitiу Mikael.

—De acuerdo —dijo Monica Figuerola, e hizo un giro ilegal para meterse por Klara Norra y acercarse hasta Olof Palmes gata. Se metiу por esa calle y se detuvo delante del edificio de SIF. Joсas cruzу Olof Palmes gata y subiу hacia Sveavбgen. Henry Cortez lo estaba siguiendo al otro lado de la calle.

—Ha girado hacia el este...

—No te preocupes. Os vemos a los dos.

—Tuerce a Hollбndargatan... Atenciуn... Coche. Un Audi rojo.

—Coche —dijo Mikael, y apuntу el nъmero que Cortez les comunicу.

—їCуmo estб aparcado? —preguntу Monica Figuerola.

—Mirando al sur —informу Cortez—. Va a salir a Olof Palmes gata, justo delante de vosotros... Ahora.

Monica Figuerola ya habнa arrancado y pasado Drottninggatan. Pitу y les hizo seсas a un par de peatones que intentaban cruzar por el paso de cebra con el semбforo en rojo.

—Gracias, Henry. Tomamos el relevo.

El Audi rojo se fue hacia el sur por Sveavбgen. Mientras lo seguнa, Monica Figuerola abriу su mуvil con la mano izquierda y marcу un nъmero.

—Por favor, їme podйis buscar una matrнcula? Un Audi rojo —dijo, y repitiу la matrнcula que Henry Cortez les habнa comunicado.

—Joсas Sandberg, nacido en el 71. їQuй has dicho?... Helsingуrsgatan, Kista. Gracias.

Mikael apuntу los datos que le dieron a Monica Figuerola.

Siguieron al Audi rojo por Hamngatan hasta llegar a Strandvбgen y luego subieron inmediatamente por Arti-Uerigatan. Joсas Sandberg aparcу a una manzana del Museo del Ejйrcito. Cruzу la calle y entrу en el portal de un elegante edificio de finales del siglo XIX.

—Mmm —dijo Monica Figuerola, mirando de reojo a Mikael.

Mikael asintiу con la cabeza. Joсas Sandberg habнa ido hasta una direcciуn que se encontraba a una manzana del edificio en el que le dejaron un piso al primer ministro para que celebrara cierta reuniуn privada.

—Buen trabajo —dijo Monica Figuerola.

En ese mismo instante llamу Lottie Karim y le contу que el doctor Peter Teleborian habнa subido hasta Klarabergsgatan por las escaleras mecбnicas de la estaciуn y que luego siguiу andando hasta la jefatura de policнa de Kungsholmen.

—їLa jefatura de policнa? їUn sбbado a las cinco de la tarde? —se preguntу Mikael.

Monica Figuerola y Mikael Blomkvist se miraron sin saber quй pensar. Durante unos pocos segundos, Monica pareciу sumergirse en una profunda reflexiуn. Acto seguido, cogiу su mуvil y llamу al inspector Jan Bublanski.

—Hola. Monica, de la DGP/Seg. Nos vimos en Norr Malarstrand hace algъn tiempo.

—їQuй quieres? —preguntу Bublanski.

—їTienes a alguien de guardia este fin de semana?

—Sonja Modig —dijo Bublanski.

—Necesito un favor. їSabes si se encuentra en el edificio de jefatura?

—Lo dudo. Hace un tiempo esplйndido y es sбbado por la tarde.

—De acuerdo. їPodrнas intentar contactar con ella o con alguna otra persona del equipo que pudiera buscarse una excusa para acercarse hasta el pasillo del fiscal Richard Ekstrцm? Porque creo que ahora mismo se estб celebrando una reuniуn en su despacho.

—їUna reuniуn?

—Ahora no tengo tiempo de explicбrtelo. Necesito saber si estб reunido con alguien. Y en tal caso, їquiйn?

—їQuieres que espнe a un fiscal que, ademбs, es mi superior?

Monica Figuerola arqueу las cejas. Luego se encogiу de hombros.

—Sн —contestу.

—De acuerdo —dijo Bublanski antes de colgar.

La verdad era que Sonja Modig se encontraba mбs cerca de jefatura de lo que Bublanski temнa. Estaba tomando un cafй con su marido en el balcуn de la casa de una amiga que vivнa en el barrio de Vasastan. Los padres de Sonja se habнan llevado a los niсos para pasar una semana con ellos, asн que, al verse libre, el matrimonio decidiу hacer algo tan anticuado como salir a cenar por ahн e ir al cine.

Bublanski le explicу lo que querнa.

—їY quй excusa me invento para entrar asн como asн en el despacho de Ekstrцm?

—Ayer le prometн que Ўe enviarнa un informe puesto al dнa sobre Niedermann, pero la verdad es que se me olvidу entregбrselo antes de irme. Estб en mi mesa.

—De acuerdo —dijo Sonja Modig.

Mirу a su marido y a su amiga.

—Tengo que ir a la jefatura. Me llevo el coche; con un poco de suerte estarй de vuelta dentro de una hora.

Su marido suspirу. La amiga suspirу.

—Lo cierto es que estoy de guardia —se disculpу Sonja Modig.

Aparcу en Bergsgatan, subiу hasta el despacho de Bublanski y buscу los tres folios que constituнan el magro resultado de las pesquisas realizadas para dar con el asesino de policнas Ronald Niedermann. «No es como para colgarse una medalla», pensу.

Luego saliу al rellano de la escalera y subiу una planta mбs. Se detuvo frente a la puerta que daba al pasillo. Esa tarde tan veraniega la jefatura de policнa se hallaba casi desierta. No andaba a hurtadillas. Simplemente, caminaba con mucho sigilo. Se parу ante la puerta de Ekstrцm, que estaba cerrada. Oyу el sonido de unas voces y se mordiу el labio inferior.

De repente, perdiу todo el coraje y se sintiу ridicula. En una situaciуn normal habrнa llamado a la puerta, la habrнa abierto exclamando algo asн como Anda, hola; їtodavнa sigues aquн? y habrнa entrado como si nada. Ahora se le antojу raro.

Echу un vistazo a su alrededor.

їPor quй la habнa llamado Bublanski? їDe quй iba la reuniуn?

Mirу hacia el otro lado del pasillo. Frente al despacho de Ekstrцm habнa una pequeсa sala de reuniones con sitio para diez personas. Allн habнa asistido ella a mбs de una presentaciуn.

Entrу y cerrу la puerta con mucho cuidado. Las persianas estaban bajadas y la pared de cristal que daba al pasillo tenнa las cortinas echadas. La sala estaba en penumbra. Cogiу una silla, se sentу y corriу la cortina dejando una fina rendija por la que podнa ver el pasillo.

Se sentнa incуmoda. Si alguien entrara en ese momento, le iba a resultar muy difнcil explicarle quй hacнa allн. Cogiу el mуvil y consultу el reloj en la pantalla. Casi las seis. Le desactivу el sonido, se reclinу contra el respaldo de la silla y se puso a mirar la puerta cerrada del despacho de Ekstrцm.

A las siete de la tarde, Plague le hizo clin a Lisbeth Salander.

—De acuerdo. Ya soy administrador del SMP. —їDonde?

El le descargу una direcciуn http,

—No nos darб tiempo en veinticuatro horas. Aunque tengamos el correo de los dieciocho, nos llevarб dнas piratear todos sus ordenadores de casa. Es muy probable que la mayorнa ni siquiera los tenga conectados un sбbado por la tarde.

—Plague, ocъpate de sus ordenadores de casa y yo me encargarй de los del SMP.

—Es lo que pensaba hacer. Tu ordenador de mano es un poco limitado. їAlguien en especial en quien deba centrarme?

—No. Cualquiera de ellos.

—De acuerdo.

—Plague.

—Sн.

—Si no encontramos nada de aquн a maсana, quiero que tъ sigas.

—De acuerdo.

—En tal caso, te pagarй.

—Bah. Descuida. Esto es divertido.

Se desconectу del ICQ y fue a la direcciуn http a la que Plague habнa bajado todos los derechos de administraciуn del SMP. Empezу comprobando si Peter Fleming estaba conectado y se hallaba en la redacciуn del SMP. No. Asн que usу sus cуdigos de usuario y entrу en el servidor del SMP. De esta manera podrнa leer toda la correspondencia que hubiese existido: tambiйn los correos que hubieran sido borrados de las cuentas particulares.

Comenzу con Ernst Teodor Billing, cuarenta y tres aсos, uno de los jefes del turno de noche del SMP. Abriу su correo y empezу a retroceder en el tiempo. Le dedicу mбs o menos dos segundos a cada mail, tiempo mбs que suficiente para hacerse una idea de quiйn lo habнa enviado y de lo que contenнa. Al cabo de unos cuantos minutos ya habнa aprendido a identificar lo que constituнa el correo rutinario relacionado con el trabajo en forma de memorandos, horarios y otras cosas carentes de interйs. Empezу a pasar de todo ello.

Siguiу retrocediendo en el tiempo, correo a correo, tres meses mбs. Luego fue saltando de mes en mes leyendo sуlo el asunto y abriйndolos sуlo en el caso de que algo le llamara la atenciуn. Se enterу de que Ernst Billing salнa con una mujer llamada Sofнa y de que empleaba con ella un tono desagradable. Constatу que eso no era nada raro, ya que Billing solнa utilizar un tono bastante borde con la mayorнa de las personas a las que les escribнa algo personal: reporteros, maquetadores y otros. Lisbeth considerу, no obstante, que resultaba llamativo que un hombre se dirigiera a su novia con palabras como «gorda de mierda, imbйcil de mierda o puta de mierda».

Cuando ya habнa retrocedido un aсo, se detuvo. Accediу entonces al Explorer y empezу a ver los sitios de Internet por los que Billing solнa navegar. Descubriу que, al igual que la mayorнa de los hombres de su edad, entraba regularmente en pбginas porno, pero que casi todas las que visitaba parecнan estar relacionadas con su trabajo. Constatу tambiйn que mostraba interйs por los coches y que a menudo se metнa en pбginas donde se presentaban nuevos modelos.

Tras una hora de indagaciуn, saliу del ordenador de Billing y lo borrу de la lista. Siguiу con Lars Уrjan Wollberg, cincuenta y un aсos, un veterano reportero de la redacciуn de asuntos jurнdicos.

Torsten Edklinth entrу en la jefatura de policнa de Kungsholmen a las siete y media de la tarde del sбbado. Allн lo esperaban Monica Figuerola y Mikael Blomkvist. Se sentaron en torno a la misma mesa de reuniones donde se sentу Mikael el dнa anterior.

Edklinth constatу que estaba pisando un terreno resbaladizo y que habнa violado toda una serie de reglas internas al permitir que Blomkvist accediera a ese pasillo. Sin lugar a dudas, Monica Figuerola no tenнa derecho a invitarlo por su cuenta. En circunstancias normales, ni siquiera las esposas o los maridos podнan acceder a las dependencias secretas de la DGP/Seg; si querнan ver a su pareja, debнan esperar en la escalera. Y Blomkvist, para mбs inri, era periodista. En el futuro sуlo lo dejarнa entrar en el local provisional que tenнan en Fridhemsplan.

Pero, por otro lado, siempre solнa haber gente dando vueltas por los pasillos en calidad de invitados especiales. Visitas extranjeras, investigadores, asesores temporales... El colocу a Blomkvist en la categorнa de asesores externos temporales. En fin, todas esas chorradas de la clasificaciуn del nivel de seguridad no eran mбs que palabras. De repente, alguien decidнa que fulanito de tal debнa ser autorizado para obtener un determinado nivel de seguridad. Edklinth habнa decidido que, si alguien lo criticara, dirнa que йl personalmente le habнa dado a Blomkvist la autorizaciуn necesaria.

Siempre y cuando no surgiera un conflicto entre ambos, claro estб. Edklinth se sentу y mirу a Figuerola.

—їCуmo te enteraste de la reuniуn?

—Blomkvist me llamу a eso de las cuatro —contestу ella con una sonrisa.

—їY cуmo te has enterado tъ?

—Me avisу una fuente —dijo Mikael Blomkvist.

—їDebo llegar a la conclusiуn de que le has puesto algъn tipo de vigilancia a Teleborian?

Monica Figuerola negу con la cabeza.

—Йsa fue tambiйn mi primera idea —dijo ella con una alegre voz, como si Mikael Blomkvist no se encontrara allн—-. Pero no se sostiene. Aunque alguien se encontrara siguiendo a Teleborian por encargo de Blomkvist, es imposible que esa persona supiera con antelaciуn que iba a ver, precisamente, a Joсas Sandberg.

Edklinth asintiу lentamente.

—Bueno... Entonces, їquй nos queda? їEscuchas ilegales o algo asн?

—Te puedo asegurar que no me dedico a realizar escuchas ilegales de nadie y que ni siquiera he oнdo hablar de que algo asн se estuviera llevando a cabo —dijo Mikael Blomkvist para recordarles que йl tambiйn se hallaba en la habitaciуn—. Seamos realistas: las escuchas ilegales son actividades a las que se dedican las autoridades estatales.

Edklinth hizo una mueca.

—їAsн que no quieres decir cуmo te enteraste de la reuniуn?

—Sн. Ya te lo he contado. Me avisу una fuente. Y la fuente estб protegida. їQuй te parece si nos centramos en el resultado del aviso?

—No me gusta dejar cabos sueltos —dijo Edklinth—. Pero vale, їquй es lo que sabemos?

—Se llama Joсas Sandberg —contestу Monica Figuerola—. Se formу como buceador militar y luego pasу por la Academia de policнa a principios de los aсos noventa. Primero trabajу en Uppsala y despuйs en Sцdertдlje.

—Tъ estuviste en Uppsala.

—Sн, pero no coincidimos. Yo acababa de empezar cuando йl se fue a Sцdertдlje.

—Vale.

—En 1998 la DGP/Seg lo reclutу para el servicio de contraespionaje. En el aсo 2000 fue recolocado en un cargo secreto en el extranjero. Segъn nuestros papeles, estб oficialmente en la embajada de Madrid. He hablado con ellos: no tienen ni idea de quiйn es Joсas Sandberg.

—Igual que Mбrtensson. Segъn los datos oficiales, lo han trasladado a algъn sitio en el que no se encuentra...

—Tan sуlo el jefe administrativo tiene la posibilidad de hacer algo asн sistemбticamente y conseguir que funcione.

—Y en circunstancias normales, todo se explicarнa con la excusa de que se han confundido los papeles; nosotros lo hemos descubierto porque lo estamos estudiando. Y si alguien insiste, no hay mбs que pronunciar la palabra «Confidencial» o decir que tiene que ver con el terrorismo.

—Todavнa queda por investigar el tema del presupuesto.

—їEl jefe de presupuesto? —Quizб.

—De acuerdo. їQuй mбs?

—Joсas Sandberg vive en Sollentuna. No estб casado, pero tiene un hijo con una profesora de Sцdertдlje. Vida intachable. Licencia para dos armas de fuego. Formal y abstemio. Lo ъnico un poco raro es que parece ser creyente y que en los aсos noventa fue miembro de la secta La Palabra de la vida.

—їDe dуnde has sacado todo eso?

—He hablado con mi antiguo jefe de Uppsala. Se acuerda muy bien de Sandberg.

—Vale. Un buceador militar creyente con dos armas y un hijo en Sцdertдlje. ї"Algo mбs?

—Hombre, para haberlo identificado hace tan sуlo tres horas no estб nada mal...

—Sн, perdona. їQuй sabemos de la casa de Artillerigatan?

—No mucho todavнa. Stefan ha conseguido dar con alguien de la oficina de urbanismo. Tenemos los planos del edificio. Pisos en propiedad de finales del siglo XIX. Seis plantas con un total de veintidуs pisos, mбs ocho pisos en un pequeсo edificio en el patio. Me he metido en los archivos para investigar a los inquilinos, pero no he encontrado nada llamativo. Dos de los que viven en el inmueble tienen antecedentes.

—їQuiйnes son?

—Un tal Lindstrom en la primera planta. Sesenta y tres aсos. Condenado por estafas de seguros en los aсos setenta. Un tal Wittfelt en la tercera. Cuarenta y siete aсos. Condenado en dos ocasiones por maltrato de su ex mujer.

—Mmm.

—Los que viven allн son de clase media bien. Sуlo hay un piso que plantea interrogantes. —їCuбl?

—El de la planta superior. Once habitaciones; algo asн como un piso seсorial. Pertenece a una empresa que se llama Bellona AB.

—їY a quй se dedica?

—Sabe Dios. Realizan anбlisis de mercado y facturan anualmente mбs de treinta millones de coronas. Todos los propietarios de Bellona residen en el extranjero.

—Aja.

—їAja quй?

—Sуlo eso, aja. Tъ sigue investigando a Bellona.

En ese mismo instante entrу el funcionario al que Mikael sуlo conocнa bajo el nombre de Stefan.

—Hola, jefe —dijo, saludando a Torsten Edklinth— . Esto tiene gracia. He estado indagando el pasado del piso de Bellona.

—їY? —preguntу Monica Figuerola.

—La empresa Bellona se fundу en los aсos setenta y comprу el piso de la testamentarнa de la anterior dueсa, una mujer llamada Kristin Cederholm, nacida en 1917.

—Estaba casada con Hans Wilhelm Francke, el vaquero que se peleу con P. G. Vinge cuando se fundу la DGP/Seg.

—Bien —dijo Torsten Edklinth—. Muy bien. Monica, quiero que se vigile el inmueble dнa y noche. Que se averigьe quй telйfonos tienen. Quiero saber quiйn entra y quiйn sale por esa puerta, quй coches visitan el edificio. Lo de siempre.

Edklinth mirу de reojo a Mikael Blomkvist. Parecнa estar a punto de decir algo, pero se contuvo. Mikael arqueу las cejas.

—їEstбs contento con todo este caudal informativo? —preguntу Edklinth al final.

—No puedo quejarme. їTъ estбs contento con la aportaciуn de Millennium?

Edklinth asintiу lentamente con la cabeza.

—їEres consciente de que se me puede caer el pelo por culpa de esto? —preguntу.

—No serб por mi culpa. La informaciуn que me dais la tratarй como si proviniera de una fuente protegida. Voy a reproducir los hechos, pero no voy a revelar cуmo los he averiguado. Antes de llevarlo todo a imprenta te harй una entrevista formal. Si no quieres contestar, no tienes mбs que decir «Sin comentarios». O bien dices todo lo que piensas de la Secciуn para el Anбlisis Especial. Tъ decides.

Edklinth se mostrу conforme con un movimiento de cabeza.

Mikael estaba contento. En apenas unas horas, la Secciуn parecнa haber cobrado forma. Se trataba de un avance decisivo.

Sonja Modig habнa podido constatar, llena de frustraciуn, que la reuniуn del despacho del fiscal Ekstrцm se prolongaba. Sobre la mesa habнa encontrado una botella de agua mineral Loka olvidada por alguien. Habнa llamado a su marido dos veces para decirle que se retrasarнa y que prometнa recompensarlo con una agradable velada en cuanto llegara a casa. Empezaba a inquietarse y se sentнa como una intrusa.



  

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