Хелпикс

Главная

Контакты

Случайная статья





PUTA 7 страница



—Ricky, їquй es lo que estбis tramando tъ y Lisbeth? Ella te llamу para que me avisaras de lo de Teleborian y ahora...

—Gracias, Micke. Luego hablamos.

Colgу y se quedу mirando a Susanne Linder con ojos de fiera.

—Cuйntanos —dijo Susanne Linder.

Susanne Linder tuvo sentimientos encontrados; de buenas a primeras, a Erika Berger le habнan comunicado que su secretario de redacciуn, Peter Fredriksson, era El boli venenoso. Y al contarlo, las palabras le salieron atropelladamente. Luego Susanne Linder le preguntу cуmo sabнa que Fredriksson era su stalker.

De repente, Erika Berger enmudeciу. Susanne observу sus ojos y vio que algo habнa cambiado en su actitud. Erika Berger pareciу desconcertada.

—-No lo puedo contar...

—їQuй quieres decir?

—Susanne, sй que Fredriksson es El boli venenoso. Pero no me pidas que te diga cуmo me ha llegado la informaciуn. їQuй hago?

—Si quieres que yo te ayude, tienes que contбrmelo.

—No... no es posible. No lo entiendes.

Erika Berger se levantу y se acercу a la ventana de la cocina, donde permaneciу un instante de espaldas a Susanne Linder. Luego se dio la vuelta.

—Voy a ir a casa de ese cabrуn.

—ЎY una mierda! No vas a ir a ninguna parte, y menos a casa de alguien que te odia a muerte. Erika Berger vacilу.

—Siйntate. Cuйntame lo que ha pasado. їHa sido Mikael Blomkvist el que te ha llamado? Erika asintiу.

—Le he... le he pedido a un hacker que revise los ordenadores de todo el personal.

—Aja. Y debido a eso, es probable que ahora seas culpable de un grave delito informбtico. Y no quieres contar quiйn es ese hacker, claro.

—He prometido no contarlo nunca... Hay otras personas en juego. Es algo en lo que estб trabajando Mikael Blomkvist.

—їConoce Blomkvist a El boli venenoso}

—No, sуlo ha transmitido el mensaje.

Susanne Linder ladeу la cabeza y observу a Erika Berger. De pronto, en su cabeza se generу una cadena de asociaciones:

Erika Berger. Mikael Blomkvist. Millennium. Policнas sospechosos que entraban en la casa de Blomkvist e instalaban aparatos de escuchas. Susanne Linder vigilando a los que vigilaban. Blomkvist trabajando como un loco en un reportaje sobre Lisbeth Salander.

Todo el personal de Milton Security sabнa que Lisbeth Salander era un hacha en informбtica. Nadie entendнa de dуnde le venнan esas habilidades pero, por otra parte, Susanne nunca habнa oнdo hablar de que Salander fuera una hachar. Sin embargo, en una ocasiуn Dragan Armanskij habнa dicho algo sobre el hecho de que Salander entregaba unos informes asombrosos cuando hacнa investigaciones personales. Una hachar...

Pero, joder, Salander estб retenida e incomunicada en Gotemburgo.

No tenнa sentido.

—їEstamos hablando de Salander? —preguntу Susanne Linder.

Fue como si Erika Berger hubiese sido alcanzada por un rayo.

—No puedo comentar de dуnde proviene la informaciуn. Ni una sola palabra.

De repente Susanne Linder soltу una risita.

Ha sido Salander. La confirmaciуn de Berger no podнa ser mбs clara. Estб completamente desequilibrada.

Pero es imposible.

їQuй cono estб pasando aquн?

O sea, que Lisbeth Salander, durante su cautiverio, asumнa la tarea de averiguar quiйn eraElboli venenoso... Una autйntica locura.

Susanne Linder se quedу reflexionando.

No sabнa absolutamente nada sobre Lisbeth Salander. Tal vez la hubiera visto en unas cinco ocasiones durante los aсos que ella estuvo trabajando en Milton Security y nunca intercambiу ni una sola palabra con ella. Salander se le antojaba una persona difнcil, una chica que adoptaba una actitud social de rechazo y que tenнa una coraza tan dura que no la penetrarнa ni un martillo compresor. Tambiйn habнa constatado que Dragan Armanskij la acogiу bajo su ala protectora. Susanne Linder respetaba a Armanskij y suponнa que a йl no le faltaban buenas razones para comportarse de ese modo con la complicada chica.

El boli venenoso es Peter Fredriksson.

їTendrнa razуn? їHabнa pruebas?

Luego Susanne Linder consagrу dos horas a interrogar a Erika Berger sobre todo lo que sabнa acerca de Peter Fredriksson, cuбl era su papel en el SMP y cуmo habнa sido su relaciуn desde que Erika se convirtiу en su jefa. Las respuestas no le aclararon nada.

Erika Berger dudу hasta la frustraciуn. Oscilaba entre el deseo de ir a casa de Fredriksson para enfrentarse con йl y la duda de si podнa ser verdad. Al final, Susanne Linder la convenciу de que no podнa irrumpir en casa de Peter Fredriksson y acusarlo sin mбs: si resultaba que era inocente, Berger quedarнa como una perfecta idiota.

Consecuentemente, Susanne Linder prometiу encargarse del tema. Una promesa de la que se arrepintiу en el mismo instante en que la hizo, pues no tenнa ni la mбs mнnima idea de cуmo cumplirla.

A pesar de todo, ahora estaba aparcando su Fiat Strada de segunda mano en Fisksatra, lo mбs cerca del piso de Peter Fredriksson que pudo. Cerrу con llave las puertas del coche y mirу a su alrededor. No sabнa muy bien cуmo proceder, pero suponнa que iba a tener que llamar a su puerta y, de una u otra manera, convencerlo para que le contestara algunas preguntas. Era perfectamente consciente de que se trataba de una actividad que quedaba al margen de su trabajo en Milton Security y de que Dragan Armanskij se pondrнa furioso si se enterara de lo que estaba haciendo.

No era un buen plan. Y en cualquier caso, el plan se resquebrajу antes de que ella ni siquiera hubiese podido ponerlo en marcha.

En el mismo instante en que llegу al patio que habнa ante la entrada y empezу a acercarse al portal de Peter Fredriksson, la puerta se abriу. Susanne Linder lo reconociу en el acto por la foto del informe que habнa visto en el ordenador de Erika Berger. Ella siguiу andando y se cruzaron. El desapareciу en direcciуn al garaje. Susanne Linder se detuvo, dubitativa, y lo siguiу con la mirada. Luego consultу su reloj y constatу que eran poco menos de las once de la noche y que Peter Fredriksson se disponнa a ir a algъn sitio. Se preguntу adonde se dirigirнa y regresу corriendo a su coche.

Mikael Blomkvist se quedу mirando el mуvil durante un largo rato desde que Erika Berger colgу. Se preguntу quй estaba sucediendo. Frustrado, contemplу el ordenador de Lisbeth Salander; a esas alturas, ya la habнan trasladado a los calabozos y no tenнa ninguna posibilidad de preguntбrselo.

Abriу su Tнo azul y llamу a Idris Ghidн a Angered.

—Hola. Mikael Blomkvist.

—Hola —le respondiу Idris Ghidi.

—Sуlo te llamaba para decirte que ya puedes interrumpir el trabajo que me has estado haciendo.

Idris Ghidi asintiу en silencio. Ya sabнa que Mikael Blomkvist lo iba a llamar, porque habнan trasladado a Lisbeth Salander.

—Entiendo —dijo.

—Puedes quedarte con el mуvil, tal y como acordamos. Te mandarй el ъltimo pago esta misma semana. —Gracias.

—Soy yo el que te debe dar las gracias por tu ayuda.

Mikael abriу su iBook y se puso a trabajar. El desarrollo de los acontecimientos de los ъltimos dнas significaba que una considerable parte del manuscrito tenнa que modificarse y que, con toda probabilidad, habнa que insertar una historia completamente nueva.

Suspirу.

A las once y cuarto, Peter Fredriksson aparcу a tres manzanas de la casa de Erika Berger. Susanne Linder ya sabнa adonde se dirigнa y lo dejу actuar para no llamar su atenciуn. Ella pasу por delante del coche de Fredriksson poco mбs de dos minutos despuйs de que йl hubiese aparcado. Constatу que estaba vacнo. Pasу la casa de Erika Berger, avanzу un poco mбs y aparcу donde йl no pudiera verla. Le sudaban las manos.

Abriу una cajita de Catch Dry y se metiу en la boca una dosis de snus.

Luego abriу la puerta del coche y mirу a su alrededor. En cuanto se dio cuenta de que Fredriksson se dirigнa a Saltsjуbaden, supo que la informaciуn de Salander era correcta. Ignoraba por completo cуmo lo habнa averiguado, pero ya no le cabнa ninguna duda de que Fredriksson era El boli venenoso. Suponнa que Fredriksson no se habнa acercado hasta Saltsjуbaden para pasar el rato, sino que estaba tramando algo.

Y serнa estupendo que ella pudiera pillarlo in fraganti.

Sacу una porra telescуpica del compartimento lateral de la puerta del coche y la sopesу con la mano un instante. Pulsу el botуn de la empuсadura y, automбticamente, surgiу un pesado y elбstico cable de acero. Apretу los dientes.

Йsa era la razуn por la que dejу la policнa de Sуdermalm.

Tan sуlo le habнa dado un arrebato de furia en una ocasiуn, cuando la patrulla en la que trabajaba, por tercera vez en el mismo nъmero de dнas, tuvo que acudir a una casa de Hagersten despuйs de que la misma mujer llamara a la policнa pidiendo socorro a gritos porque su marido la estaba maltratando. Y, al igual que en las dos primeras ocasiones, la situaciуn se calmу antes de que la patrulla llegara.

Cumpliendo con su rutina, sacaron al marido hasta las escaleras mientras le tomaban declaraciуn a la mujer. No, ella no querнa poner una denuncia. No, habнa sido un error. No, su marido era bueno... en realidad la culpa la tenнa ella. Ella lo habнa provocado...

Y todo ese tiempo el muy cabrуn se lo pasу con una sonrisa burlona en la cara y sin apartar la mirada de Susanne Linder.

No sabrнa explicar por quй lo hizo. Pero, de pronto, algo se quebrу en su interior. Sacу la porra y le pegу en toda la boca. El primer golpe apenas tuvo fuerza; sуlo le partiу el labio y, acto seguido, йl se agachу. Durante los diez siguientes segundos —hasta que sus colegas la agarraron y la sacaron de allн a la fuerza— una lluvia de porrazos cayу sobre la espalda, los riсones, las caderas y los hombros de aquel tipo.

Aquello, al final, no llegу a juicio. Dimitiу del cuerpo esa misma noche y se fue a casa, donde se pasу una semana entera llorando. Luego se armу de valor y llamу a la puerta de Dragan Armanskij. Le contу lo que habнa hecho y por quй habнa dejado la policнa. Le pidiу trabajo. Armanskij dudу y le dijo que se lo pensarнa. Ella ya habнa perdido la esperanza cuando, seis semanas mбs tarde, йl la llamу para comunicarle que estaba dispuesto a ponerla a prueba.

Susanne Linder hizo una amarga mueca y se metiу la porra bajo el cinturуn, por la parte de atrбs. Comprobу que tenнa el bote de gas lacrimуgeno en el bolsillo derecho de la cazadora y que los cordones de las zapatilias de deporte estaban bien atados. Se dirigiу andando a casa de Erika Berger y entrу con mucho sigilo en el jardнn.

Sabнa que el detector de movimientos de la parte trasera aъn no estaba instalado, asн que, en silencio, continuу caminando por el cйsped a lo largo del seto que delimitaba el terreno. No lo pudo ver. Le dio la vuelta a la casa y se quedу quieta. De repente lo divisу: una sombra en la penumbra junto al estudio de Greger Backman.

No se da cuenta de lo estъpido que es volviendo aquн. Es incapaz de mantenerse alejado.

Fredriksson estaba agachado intentado ver algo a travйs de una rendija de las cortinas de un cuarto de estar que quedaba junto al salуn. Luego fue hasta la terraza y mirу por la rendija de las persianas bajadas de las ventanas que habнa junto al enorme ventanal panorбmico, que seguнa cubierto con la madera contrachapada.

De repente, Susanne Linder sonriу.

Aprovechу que йl estaba de espaldas para cruzar el jardнn a hurtadillas hasta la esquina del chalet. Se ocultу tras unos arbustos de grosellas que crecнan junto a la fachada lateral. Lo podrнa controlar a travйs del follaje. Desde su posiciуn, Fredriksson deberнa poder ver el vestнbulo principal y parte de la cocina. A todas luces, habнa encontrado algo interesante en lo que centrar su atenciуn, pues transcurrieron diez minutos antes de que volviese a moverse. Se acercу a Susanne Linder.

Cuando Fredriksson doblу la esquina y pasу por delante de Susanne Linder, ella se levantу y le dijo en voz baja:

—Oye, Fredriksson.

Йl se detuvo en seco y se volviу hacia ella.

Susanne vio brillar sus ojos en la oscuridad. No consiguiу apreciar la expresiуn de su cara, pero oyу cуmo contuvo el aliento, como si se encontrara en estado de shoc\.

—Podemos resolver esto de una manera sencilla o de una difнcil —dijo ella—. Vamos a ir hacia tu coche y...

Fredriksson se dio la vuelta y echу a correr.

Susanne Linder cogiу la porra telescуpica y le asestу un golpe doloroso y devastador en la parte frontal de la rodilla izquierda.

Cayу emitiendo un ahogado quejido.

Alzу la porra para darle otro golpe pero se contuvo. Sintiу los ojos de Dragan Armanskij en la nuca.

Se inclinу hacia delante, lo tumbу boca abajo y le puso una rodilla en la parte baja de la espalda. Agarrу su mano derecha, se lo llevу con fuerza hasta la espalda y lo esposу. Era dйbil y no opuso resistencia.

Erika Berger apagу la luz del salуn y subiу cojeando hasta el piso superior. Ya no necesitaba las muletas, pero todavнa le dolнa cuando apoyaba la planta del pie. Greger Backman apagу la luz de la cocina y siguiу a su mujer. Nunca la habнa visto tan infeliz. Nada de lo que le decнa parecнa poder tranquilizarla o atenuar esa angustia que padecнa.

Ella se desnudу y se metiу bajo las sбbanas dбndole la espalda.

—No es culpa tuya, Greger —dijo ella al oнrlo meterse en la cama.

—No estбs bien —dijo йl—. Quiero que te quedes en casa unos dнas.

Greger le pasу un brazo alrededor del hombro. Ella no intentу rechazarlo, pero mostrу una actitud pasiva. El se acercу y, abrazбndose a ella, la besу cariсosamente en el cuello.

—Nada de lo que digas o hagas me va a tranquilizar. Sй que necesito un descanso. Me siento como si me hubiese subido a un tren expreso y acabara de descubrir que me he equivocado de vнa.

—Podrнamos salir a navegar un par de dнas. Desconectar de todo.

—No. Yo no puedo desconectar de todo. Ella se volviу hacia йl.

—Tal y como estбn las cosas, huir serнa lo peor. Tengo que resolver los problemas. Luego, si quieres, nos vamos.

—De acuerdo —dijo Greger—. Parece ser que no soy de gran ayuda.

Ella le dedicу una tierna sonrisa.

—No. No lo eres. Pero gracias por estar aquн. Te quiero con locura, ya lo sabes.

El asintiу.

—No me puedo creer que sea Peter Fredriksson —dijo Erika Berger—. Nunca he percibido la mбs mнnima hostilidad de su parte.

Susanne Linder se preguntу si no deberнa llamar a la puerta de Erika Berger, pero, justo en ese momento, vio apagarse las luces de la planta baja. Bajу la vista y mirу a Peter Fredriksson. No habнa pronunciado palabra. Permanecнa absolutamente quieto. Reflexionу un buen rato antes de decidirse.

Se agachу, lo cogiу por las esposas y, levantбndolo, lo apoyу contra la fachada.

—їPuedes tenerte de pie? —le preguntу.

El no contestу.

—Vale, entonces lo haremos de la manera mбs sencilla. Si opones la mбs mнnima resistencia, le darй el mismo tratamiento a tu rodilla derecha. Y si te resistes, te romperй los brazos. їEntiendes lo que te digo?

Percibiу que йl respiraba con mucha intensidad. їMiedo?

Lo condujo hasta la calle a empujones. Luego se lo llevу hasta el coche, aparcado a tres manzanas de allн. Йl cojeaba y ella lo ayudaba. Al llegar al vehнculo, se encontraron con un hombre que habнa sacado a pasear al perro y que se detuvo a mirar al esposado Peter Fredriksson.

—Esto es un asunto policial —dijo Susanne Linder con voz firme—. Vayase a casa.

Lo sentу en el asiento de atrбs y lo llevу a casa, a Fisksбtra. Eran las doce y media de la noche y no se encontraron con nadie al acercarse al portal. Susanne Linder le sacу las llaves y lo condujo hasta su piso, situado en la tercera planta, subiendo por las escaleras.

—Tъ no puedes entrar en mi domicilio —dijo Peter Fredriksson.

Era lo primero que decнa desde que ella lo esposу.

Abriу la puerta y lo metiу a empujones.

—No tienes derecho. Para realizar un registro domiciliario debes...

—Yo no soy policнa —le replicу ella en voz baja.

El se quedу mirбndola lleno de desconfianza.

Ella lo agarrу por la camisa, lo metiу a empujones en el salуn y lo sentу en un sofб. Tenнa un apartamento de dos habitaciones pulcramente limpio y ordenado. Un dormitorio a la izquierda del salуn, la cocina al otro lado del vestнbulo, y un pequeсo cuarto para trabajar contiguo al salуn.

Echу un vistazo al cuarto de trabajo y suspirу aliviada. The smoking gun. Descubriу enseguida las fotos del бlbum de Erika Berger extendidas en una mesa junto a un ordenador. En la pared que quedaba justo al lado, йl habнa clavado una treintena de fotos. Ella contemplу la exposiciуn con las cejas arqueadas. Erika Berger era una mujer condenadamente guapa. Y gozaba de una vida sexual mбs divertida que la de Susanne Linder.

Escuchу a Peter Fredriksson moverse y volviу al salуn para contenerlo. Le dio un porrazo, lo arrastrу hasta el despacho y lo dejу en el suelo.

—ЎQuйdate quieto! —le dijo.

Se acercу hasta la cocina y encontrу una bolsa de papel de Konsum. Quitу, una tras otra, las fotos de la pared. Encontrу el saqueado бlbum y los diarios de Erika Berger.

—їDуnde estб el vнdeo? —preguntу.

Peter Fredriksson no contestу. Susanne Linder se dirigiу al salуn y encendiу la tele. Habнa una pelнcula metida en el vнdeo, pero tardу bastante en dar con el canal en el mando.

Sacу la cinta y dedicу un largo rato a asegurarse de que no habнa hecho copias.

Encontrу las cartas de amor de Erika y el informe de Borgsjу. Luego centrу su interйs en el ordenador de Peter Fredriksson. Constatу que tenнa un escбner Microtec conectado a un PC IBM. Levantу la tapa del escбner y se topу con una foto en la que se veнa a Erika Berger en una fiesta del Club Xtreme celebrada la Nochevieja de 1986, segъn rezaba en una banderita que habнa clavada en la pared.

Encendiу el ordenador y descubriу que estaba protegido por una contraseсa.

—їQuй contraseсa tienes? —le preguntу.

Peter Fredriksson permaneciу obstinadamente quieto en el suelo negбndose a hablar con ella.

Una total tranquilidad invadiу a Susanne Linder. Sabнa que, desde un punto de vista tйcnico, a lo largo de la noche habнa cometido un delito tras otro, incluido uno que se podrнa denominar coacciуn ilнcita e, incluso, secuestro grave. Le daba igual; es mбs: se sentнa mбs bien eufуrica.

Al cabo de un rato, se encogiу de hombros, se hurgу los bolsillos y sacу su navaja militar suiza. Quitу todos los cables del ordenador, volviу la parte trasera hacia ella y usу el destornillador estrella para abrir la tapa. Le llevу quince minutos desmontar el ordenador y extraer el disco duro.

Mirу a su alrededor. Lo tenнa todo, pero para jugar sobre seguro, le dio un buen repaso a los cajones del escritorio, a las pilas de papeles y a las estanterнas. De repente, su mirada se depositу en un viejo anuario escolar que se hallaba sobre el alfйizar de la ventana. Constatу que era del Instituto de Bachillerato de Djursholm y de 1978. їNo me dijo Erika Berger que era de Djursholm... ? Lo abriу y empezу a repasar las fotos clase por clase.

Encontrу a Erika Berger, de dieciocho aсos de edad, con una gorra de estudiante y una radiante sonrisa con hoyuelos. Vestнa un fino y blanco vestido de algodуn y llevaba un ramo de flores en la mano. Parecнa la mismнsima personificaciуn de esa tнpica y candida adolescente que saca excelentes notas.

Susanne Linder casi pasa por alto el vнnculo, aunque aparecнa en la pбgina siguiente. Nunca lo habrнa reconocido, pero el texto del pie de foto no daba lugar a dudas: Peter Fredriksson. Estuvo en el mismo curso que Erika Berger, aunque en otra clase. Vio a un chico flaco con rostro serio mirando a la cбmara por debajo de la gorra.

Susanne levantу la mirada y se topу con los ojos de Peter Fredriksson.

—Ya era una puta entonces.

—Fascinante —dijo Susanne Linder.

—Se tirу a todos los chicos del instituto.

—Lo dudo.

—Era una maldita...

—No me lo digas: no te dejу que le quitaras las bragas. їA que no?

—Me tratу como a una mierda. Se riу de mн. Y cuando empezу en el SMP, ni siquiera me reconociу.

—Ya, ya —le espetу Susanne Linder cansinamente—. Y ahora me vendrбs con eso de que has tenido una infancia muy dura. Vale, їpodemos hablar ya en serio?

—їQuй quieres?

—No soy policнa —le aclarу Susanne Linder—. Soy alguien que se encarga de gente como tъ.

Esperу y dejу que la imaginaciуn de йl hiciera el trabajo.

—Quiero saber si has colgado sus fotos en Internet. Йl negу con la cabeza. —їSeguro? Йl asintiу.

—Serб Erika Berger quien decida si quiere poner una denuncia contra ti por acoso, amenazas ilнcitas y allanamiento de morada o si, por el contrario, prefiere llegar a un acuerdo contigo.

Йl no dijo nada.

—Si ella decide pasar de ti, que me parece que es el ъnico desgaste de energнa que te mereces, yo te vigilarй. Levantу la porra en el aire.

—Si alguna vez te acercas a la casa de Erika Berger o le envнas un correo o la acosas de alguna otra manera, yo volverй a verte. Y te darй tal somanta de palos que no te reconocerб ni tu madre. їMe has entendido?

Йl no dijo nada.

—En otras palabras, el final de esta historia estб en tus manos. їTe interesa? Asintiу lentamente.

—En ese caso yo convencerй a Erika Berger para que permita que te vayas. No te molestes en aparecer por el trabajo; estбs despedido a efectos inmediatos.

Йl asintiу.

—Desaparecerбs de su vida y de Estocolmo. Me importa una mierda lo que hagas o adonde vayas. Bъscate un trabajo en Gotemburgo o en Malmц. Pide la baja. Haz lo que quieras. Pero deja en paz a Erika Berger.

Asintiу.

—їEstamos de acuerdo?

De repente Peter Fredriksson se echу a llorar.

—No querнa hacerle daсo —dijo—. Sуlo querнa...

—Sуlo querнas convertir su vida en un infierno y lo has conseguido. їTengo tu palabra? Asintiу.

Ella se agachу, lo puso boca abajo y le quitу las esposas. Se llevу la bolsa de Konsum con la vida de Erika Berger y lo dejу tirado en el suelo.

Eran las dos y media de la madrugada del lunes cuando Susanne Linder saliу por el portal del edificio de Peter Fredriksson. Su primera intenciуn fue esperar hasta el dнa siguiente, pero luego pensу que, si se hubiese tratado de ella, le habrнa gustado enterarse esa misma noche. Ademбs, su coche seguнa aparcado en Saltsjуbaden. Llamу a un taxi.

Greger Backman abriу la puerta antes de que le diera tiempo a tocar el timbre. Llevaba vaqueros y no parecнa reciйn despertado.

—їEstб despierta Erika? —preguntу Susanne Linder.

Asintiу.

—їHay novedades? —preguntу.

Susanne asintiу y sonriу.

—Entra. Estamos hablando en la cocina.

Entrу.

—Hola, Berger —dijo Susanne Linder—. Deberнas intentar dormir de vez en cuando. —їQuй ha pasado? Le dio la bolsa de Konsum.

—A partir de ahora Peter Fredriksson promete dejarte en paz. Sabe Dios si nos podemos fiar de una promesa tal, pero si mantiene su palabra, nos causarб menos quebraderos de cabeza que poner la denuncia y pasar por un juicio. Tъ decides.

—їEse/?

Susanne Linder asintiу. Greger Backman sirviу cafй, pero Susanne lo rechazу: llevaba unos cuantos dнas tomando demasiado cafй. Se sentу y les contу lo que habнa ocurrido esa misma noche ante su misma casa.

Erika Berger permaneciу en silencio un largo rato. Luego se levantу, subiу a la planta superior y volviу con su ejemplar del anuario del instituto. Contemplу la cara de Peter Fredriksson durante mucho tiempo.

—Lo recuerdo —terminу diciendo—. Pero no tenнa ni idea de que se trataba del mismo Peter Fredriksson que trabajaba en SMP. Hasta que no lo he visto aquн ni siquiera me acordaba de su nombre.

—їQuй pasу? —preguntу Susanne Linder.

—Nada. Absolutamente nada. El era un chico callado y sin ningъn tipo de interйs que estaba en otra clase del mismo curso. Creo que estuvimos juntos en alguna asignatura. Francйs, si no recuerdo mal.

—Me dijo que pasaste de йl.

Erika asintiу.

—Es posible. Yo no lo conocнa y no formaba parte de nuestra pandilla.

—їLe acosasteis o algo parecido?

—ЎNo, por Dios! Nunca he aprobado ese tipo de cosas. En el instituto tenнamos campaсas en contra del acoso escolar y yo era la presidenta del consejo de alumnos. No puedo recordar que se dirigiera a mн ni una sola vez ni que intercambiara una sola palabra con йl.

—Vale —dijo Susanne Linder—. Lo que estб claro, en cualquier caso, es que te guardaba bastante rencor. Ha estado de baja durante dos largos perнodos por estrйs y porque sufriу un colapso. Quizб las causas de esas bajas fueran otras que no conocemos.

Se levantу y se puso la cazadora de cuero.

—Me llevo su disco duro. Tйcnicamente se trata de material robado y no deberнas tenerlo aquн. No te preocupes, lo destrozarй nada mбs llegar a casa.

—Espera, Susanne... їCуmo voy a poder agradecerte esto?

—Bueno, me puedes apoyar cuando toda la furia desatada de Dragan Armanskij me caiga encima como una tormenta del cielo.

Erika la contemplу seriamente.

—їTe la has jugado con esto?

—No sй... la verdad es que no lo sй.

—Podemos pagarte por...

—No. Pero Armanskij quizб te facture esta noche. Espero que sн, porque significarб que aprueba lo que he hecho y, entonces, difнcilmente podrб despedirme.

—Me asegurarй de que me pasa la factura.

Erika Berger se levantу y le dio un largo abrazo a Susanne Linder.

—Gracias, Susanne. Si alguna vez necesitas ayuda, aquн tienes a una amiga. Sea lo que sea.

—Gracias. No dejes esas fotos en cualquier lugar. Por cierto, Milton Security te puede instalar unos armarios de seguridad muy chulos.

Erika Berger sonriу.


Capнtulo 22

Lunes, 6 de junio

 

El lunes, Erika Berger se despertу a las seis de la maсana. A pesar de no haber dormido mбs que un par de horas se sentнa extraсamente descansada. Supuso que se trataba de algъn tipo de reacciуn fнsica. Por primera vez en muchos meses, se puso ropa de hacer footing y saliу a correr a un ritmo furioso hasta el muelle del barco de vapor. Sin embargo, lo de furioso sуlo fue verdad durante unos cuantos centenares de metros; luego su lesionado talуn empezу a dolerle tanto que aminorу la marcha y continuу corriendo con mбs parsimonia. Disfrutaba del dolor del pie a cada paso que daba.

Se sentнa renacida. Era como si el Hombre de la guadaсa hubiera pasado por delante de su puerta y, en el ъltimo momento, hubiera cambiado de opiniуn y continuado hasta la casa del vecino. No le entraba en la cabeza la suerte que habнa tenido: Peter Fredriksson habнa tenido sus fotos durante cuatro dнas y no habнa hecho nada con ellas. El escaneado que habнa realizado daba a entender que tenнa algo en mente pero que aъn no lo habнa llevado a cabo.

Pasase lo que pasara, este aсo sorprenderнa a Susanne Linder con un regalo de Navidad caro. Pensarнa en algo especial.

A las siete y media dejу que Greger siguiera durmiendo, se sentу en su BMW y condujo hasta la redacciуn del SMP, en Norrtull. Aparcу en el garaje, cogiу el ascensor hasta la redacciуn y se instalу en su cubo de cristal. La primera medida que tomу fue llamar a un conserje.

—Peter Fredriksson ha dimitido del SMP a efectos inmediatos —dijo—. Coge sus pertenencias personales de su mesa, mйtelas en una caja y envнasela a su casa esta misma maсana.

Contemplу el mostrador de noticias. Anders Holm acababa de llegar. Sus miradas se encontraron y йl la saludу con un movimiento de cabeza.

Ella le devolviу el saludo.

Holm era un cabrуn, pero tras el enfrentamiento que tuvieron unas cuantas semanas atrбs habнa dejado de crear problemas. Si continuara mostrando esa misma actitud, quizб sobreviviera como jefe de Noticias. Quizб.

Sintiу que era capaz de cambiar el rumbo del barco.

A las 8.45divisу a Borgsjу cuando йste saliу del ascensor y desapareciу por la escalera interna para dirigirse a su despacho, en la planta de arriba. Tengo que hablar con йl hoy mismo.

Fue a por cafй y le dedicу un rato a la agenda de la maсana: se presentaba pobre en noticias. El ъnico texto interesante lo constituнa una noticia breve que comunicaba de forma asйptica que el domingo Lisbeth Salander habнa abandonado el hospital y que ya se le habнa aplicado la prisiуn preventiva. Dio su visto bueno y se lo enviу a Anders Holm.

A las 8.59Borgsjу la llamу.

—Berger: sube ahora mismo a mi despacho.

Luego colgу.

Magnus Borgsjу estaba lнvido cuando Erika Berger abriу la puerta. Se puso de pie, se la quedу mirando y dio un buen golpe en la mesa con una pila de papeles.

—їQuй cono es esto? —le gritу.

A Erika Berger se le encogiу el corazуn. Le bastу con echarle un vistazo a la portada para saber quй era lo que Borgsjу se habнa encontrado esa maсana en su correo.

A Fredriksson no le habнa dado tiempo a hacer nada con las fotos de Erika. Pero sн a enviarle el reportaje de Henry Cortez a Borgsjу.



  

© helpiks.su При использовании или копировании материалов прямая ссылка на сайт обязательна.