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PUTA 4 страница



Mikael suspirу. Asintiу lentamente.

—їY quй propones?

—Si queremos que Millennium sobreviva al prуximo otoсo, hay que contratar a mбs gente. Por lo menos a dos personas, tal vez mбs. No tenemos capacidad para hacer lo que estamos haciendo y...

—Y yo no estoy segura de querer seguir haciйndolo. —Lo entiendo.

—Te lo digo en serio. Como secretaria de redacciуn soy un hacha, y si encima tengo a Erika Berger como jefa, esto es pan comido. Quedamos en que probarнa con el cargo durante el verano... Vale, ya lo he probado. No soy una buena redactora jefe.

—ЎNo digas tonterнas! —exclamу Henry Cortez.

Malin negу con la cabeza.

—De acuerdo —contestу Mikael—. Te entiendo. Pero ten en cuenta que estamos pasando por una situaciуn extrema.

Malin sonriу.

—Considйralo una queja del personal —dijo ella.

La unidad operativa del Departamento de protecciуn constitucional consagrу el viernes a intentar analizar la informaciуn que les habнa proporcionado Mikael Blomkvist. Dos de los colaboradores se habнan trasladado a un local provisional de Fridhemsplan, adonde llevaron toda la documentaciуn. Era poco prбctico, ya que el sistema informбtico interno se hallaba en el edificio de jefatura, algo que implicaba que tuvieran que andar yendo y viniendo unas cuantas veces al dнa. Aunque sуlo se trataba de un paseo de diez minutos, les suponнa cierto fastidio. A la hora de comer ya contaban con un amplio material que daba fe de que tanto Fredrik Clinton como Hans von Rottinger habнan estado vinculados a la policнa de seguridad durante los aсos sesenta y tambiйn a principios de los setenta.

Von Rottinger procedнa del servicio de inteligencia militar, y durante varios aсos trabajу en la oficina que coordinaba Defensa con la policнa de seguridad. Fredrik Clinton habнa hecho carrera en las Fuerzas Aйreas y empezado a trabajar para el Departamento de control de personal de la policнa de seguridad en 1967.

Sin embargo, los dos salieron de allн a principios de la dйcada de los setenta: Clinton en 1971 y Von Rottinger en 1973. Clinton se marchу a la industria privada como asesor y Von Rottinger fue contratado por el уrgano internacional de energнa atуmica para ponerse al frente de las comisiones de investigaciуn. Lo destinaron a Londres.

Hasta bien entrada la tarde, Monica Figuerola no pudo acudir al despacho de Edklinth para comunicarle que las carreras profesionales de Clinton y de Von Rottinger desde que abandonaron la DGP/Seg eran, con toda seguridad, inventadas. La de Clinton se hacнa difнcil de rastrear. Ser asesor de una industria privada podнa significar prбcticamente cualquier cosa, y un asesor no tiene ninguna obligaciуn de dar cuenta de sus actividades privadas ante el Estado. De sus declaraciones de la renta se deducнa que ganaba un buen dinerito; por desgracia, sus clientes parecнan ser, en su mayor parte, empresas anуnimas establecidas en Suiza o paнses similares. De manera que resultaba imposible probar que aquello no era mбs que una mentira.

Von Rottinger, sin embargo, nunca puso los pies en ese despacho de Londres donde presuntamente estuvo trabajando: en 1973, el edificio de oficinas donde se suponнa que trabajaba habнa sido derribado y sustituido por una ampliaciуn de la King's Cross Station. Sin duda, alguien metiу la pata cuando se inventу la tapadera. A lo largo del dнa, el equipo de Figuerola se dedicу a entrevistar a varios colaboradores jubilados de aquel уrgano internacional de energнa atуmica. Ninguno de ellos habнa oнdo hablar de un tal Hans von Rottinger.

—Bueno, pues ya lo sabemos —concluyу Edklinth—. Sуlo nos queda averiguar a quй se dedicaban en realidad.

Monica Figuerola hizo un gesto afirmativo.

—їY quй hacemos con Blomkvist?

—їQuй quieres decir?

—Le prometimos tenerlo al corriente de todo lo que encontrбramos sobre Clinton y Rottinger. Edklinth reflexionу.

—Vale. De todos modos lo acabarб averiguando... Es mejor llevarnos bien con йl. Puedes informarle. Pero utiliza tu sentido comъn.

Monica Figuerola se lo prometiу. A continuaciуn, dedicaron un par de minutos a hablar del fin de semana: dos de sus colaboradores continuarнan trabajando. Ella se lo tomarнa libre.

Luego fichу, saliу y se fue al gimnasio de Sankt Eriksplan, donde pasу dos frenйticas horas recuperando el tiempo perdido. Llegу a casa a eso de las siete de la tarde; se duchу, preparу una cena ligera y encendiу la tele para ver las noticias. A las siete y media ya se sentнa inquieta y se puso un chбndal para salir a correr. Se detuvo delante de la puerta y escuchу a su cuerpo. Maldito Blomkvist. Cogiу el mуvil y llamу a su Tнo.

—Hemos obtenido alguna informaciуn sobre Rottinger y Clinton.

—Cuйntame —pidiу Mikael.

—Si te pasas a verme, te lo contarй.

—Mmm —dijo Mikael.

—Acabo de cambiarme para ir a correr y quitarme un poco de encima la tensiуn acumulada —dijo Monica Figuerola—. їMe voy o te espero?

—їTe parece bien si paso sobre las nueve?

—Estupendo.

A eso de las ocho de la tarde del viernes, Lisbeth Salander recibiу una visita del doctor Anders Jonasson. Se sentу en la silla destinada a las visitas y se recostу.

—їMe vas a reconocer? —preguntу Lisbeth Salander.

—No. Esta tarde no.

—Vale.

—Hoy hemos hecho la evaluaciуn de tu estado y hemos avisado al fiscal de que estamos dispuestos a darte el alta.

—De acuerdo.

—Querнan trasladarte a la prisiуn de Gotemburgo esta misma noche. —їTan rбpido? El asintiу.

—Por lo visto, los de Estocolmo estбn presionando. Les he dicho que maсana por la maсana tenнa que hacerte unas pruebas finales y que no te darй de alta hasta el domingo.

—їPor quй?

—No lo sй. Me ha irritado que sean tan insistentes.

Por raro que pueda parecer, Lisbeth Salander sonriу. Si le dieran un par de aсos, sin duda podrнa convertir al doctor Anders Jonasson en un buen anarquista. Por lo menos tenнa talento para la desobediencia civil.

—Fredrik Clinton —dijo Mikael Blomkvist, contemplando desde la cama el techo de la habitaciуn de Monica Figuerola.

—Como enciendas ese cigarro te lo apagarй en el ombligo —lo amenazу Monica Figuerola.

Mikael se quedу mirando, sorprendido, el cigarrillo que habнa sacado del bolsillo de su americana.

—Perdуn —dijo—. їPuedo salir al balcуn?

—Sуlo si te lavas los dientes despuйs.

Asintiу y se envolviу con una sбbana. Ella lo siguiу hasta la cocina y abriу el grifo para llenar un gran vaso de agua frнa. Se apoyу contra el marco de la puerta, junto al balcуn.

—їFredrik Clinton?

—Todavнa vive. El es el vнnculo con el pasado.

—Se estб muriendo. Necesita un riсon nuevo y se pasa la mayor parte del tiempo en diбlisis o con algъn otro tipo de tratamiento.

—Pero vive. Podrнamos contactar con йl y hacerle preguntas directamente. Tal vez estй dispuesto a hablar con nosotros.

—No —zanjу Monica Figuerola—. Para empezar esto es una investigaciуn preliminar y la hace la policнa. En ese sentido no hay ningъn «nosotros» en esta historia. En segundo lugar, recibes informaciуn segъn lo acordado con Edklinth, pero te has comprometido a no hacer nada que pueda interferir en la investigaciуn.

Mikael la mirу y sonriу. Apagу el cigarrillo.

—ЎAy! —dijo—. La policнa de seguridad tira de la correa.

De repente ella se quedу pensativa. —Mikael, esto no es ninguna broma.

El sбbado por la maсana, Erika Berger se fue a la redacciуn del Svenska Morgуn-Posten con un nudo en el estуmago. Sentнa que empezaba a tener control sobre lo que constituнa la propia producciуn del periуdico y la verdad era que habнa estado pensando en la posibilidad de permitirse un fin de semana libre —el primero desde que empezу en el SMP—, pero el descubrimiento de que sus recuerdos mбs нntimos y personales habнan desaparecido junto con la carpeta de la investigaciуn sobre Borgsjу hizo que le resultara imposible desconectar.

A lo largo de la noche, que en su mayorнa pasу en vela hablando en la cocina con Susanne Linder, Erika esperaba que El boli venenoso atacara de nuevo y que esas fotos, que eran cualquier cosa menos favorecedoras, se difundieran con toda celeridad. Internet era una herramienta perfecta para los hijos de puta. Dios mнo, un maldito vнdeo que muestra cуmo estoy follando con mi marido y con otro hombre. Acabarй en las portadas de todos los tabloides del mundo. Lo mбs privado.

Pasу esa noche llena de pбnico y angustia.

Al final, Susanne Linder la obligу a irse a la cama.

A las ocho de la maсana, se levantу y se fue al SMP, No podнa mantenerse alejada; si amenazaba tormenta, querнa ser la primera en enfrentarse a ella.

Pero en la redacciуn del sбbado, con sуlo la mitad de la plantilla, todo se le antojу normal. El personal la sa­ludу amablemente cuando pasу por el mostrador central. Anders Holm tenнa el dнa libre. Peter Fredriksson hacнa de jefe de Noticias.

—Buenos dнas. Creнa que librabas hoy —le comentу.

—Yo tambiйn. Pero como ayer no vine y tengo cosas que hacer... їHa pasado algo?

—No, es una maсana tranquila. Lo mбs caliente que ha entrado es que la industria maderera de Dale-carlia ha obtenido beneficios y que han cometido un atraco en Norrkуping en el que una persona ha resul­tado herida.

—Vale. Me voy a mi jaula de cristal a trabajar un rato.

Se sentу, apoyу las muletas contra la librerнa y se co­nectу a Internet. Empezу por consultar el correo. Habнa recibido numerosos mails pero ninguno de El boli vene­noso. Frunciу el ceсo: ya habнan pasado dos dнas desde que le robу la carpeta y todavнa seguнa sin actuar con algo que deberнa suponerle un verdadero tesoro de posibilida­des. їPor quй no? їPiensa cambiar de tбctica? їChantaje? їQuiere tenerme en ascuas?

No tenнa ningъn trabajo particular que urgiera, asн que abriу el documento de la nueva estrategia del SMP que estaba redactando. Se quedу observando fijamente la pantalla durante quince minutos sin ver las letras.

Habнa llamado a Greger, pero no consiguiу contactar con йl. Ni siquiera sabнa si su mуvil funcionaba en el ex­tranjero. Naturalmente, habrнa podido localizarle si hu­biese hecho un esfuerzo, pero se sentнa completamente apбtica. Error: se sentнa desesperada y paralizada.

Intentу dar con Mikael Blomkvist para informarle de que habнan robado la carpeta de Borgsjу. No contestу al mуvil.

A las diez todavнa no habнa hecho nada y decidiу irse a casa. Acababa de alargar la mano para apagar el orde­nador cuando su ICQ hizo clin. Perpleja, mirу la barra del menъ. Sabнa lo que era el ICQ pero no solнa chatear, y desde que empezу en. el SMP no habнa usado el programa nunca.

Llena de dudas, hizo clic en Contestar.

—Hola, Erika.

—Hola. їQuiйn eres?

—Asunto privado. їEstбs sola?

їUna trampa?їEl boli venenoso?

—Sн. їQuiйn eres?

—Nos conocimos en casa de Mikael Blomkvist cuan­do йl volviу de Sandhamn.

Erika Berger se quedу mirando la pantalla. Le llevу varios segundos en hacer la asociaciуn. Lisbeth Salander. Imposible.

—їSigues ahн?

—Sн.

—Nada de nombres. їSabes quiйn soy?

—їCуmo sй que no eres un impostor?

—Sй cуmo se hizo Mikael la cicatriz del cuello.

Erika tragу saliva. Habнa cuatro personas en todo el mundo que sabнan cуmo se la hizo. Lisbeth Salander era una de ellas.

—Vale. Pero їcуmo puedes chatear conmigo?

—Se me dan bien los ordenadores.

Lisbeth Salander es un hacha con los ordenadores. Pero їcуmo cono harб para comunicarse conmigo desde el hospital de Sahlgrenska donde estб aislada desde el mes de abril? Esto me supera.

—Vale.

—їPuedo fiarme de ti? —їQuй quieres decir?

—Esta conversaciуn no debe filtrarse.

No quiere que la policнa sepa que tiene acceso a Internet. Claro que no. Asн que por eso chatea con la redactora jefe de uno de los periуdicos mбs grandes de Suecia.

—Tranquila. їQuй quieres?

—Pagar.

—їQuй quieres decir? —Millennium me ha apoyado. —Hemos hecho nuestro trabajo. —Otros periуdicos no. —No eres culpable de lo que te acusan. —Tъ tienes un stall^er siguiйndote los pasos. De repente, a Erika Berger le dio un vuelco el cora­zуn. Dudу un largo instante. —їQuй es lo que sabes? —Vнdeo robado. Han entrado en tu casa. —Sн. їPuedes ayudarme?

Erika Berger se sorprendiу a sн misma haciйndole esa pregunta. Era completamente absurdo. Lisbeth Salander estaba ingresada en Sahlgrenska y los problemas perso­nales le salнan por las orejas. Resultaba disparatado diri­girse a ella con la esperanza de que le pudiera ofrecer al­gъn tipo de ayuda.

—No lo sй. Dйjame intentarlo.

—їCуmo?

—Pregunta: їcrees que ese hijo de puta estб en el SMP?

—No puedo demostrarlo. —їPor quй lo crees?

Erika meditу la respuesta un largo rato antes de res­ponder.

—Es un presentimiento. Todo empezу cuando entrй a trabajar aquн. Otras personas del periуdico han recibido desagradables correos de El boli venenoso que parecen proceder de mн.

—їEl boli venenoso?

—Es el nombre que le he puesto a ese cabrуn. —Vale. їPor quй has sido tъ y no otra la que ha sido objeto de atenciуn de El boli venenoso ? —No lo sй.

—їHay alguna cosa que te haga creer que es algo personal?

—їQuй quieres decir?

—їCuбntos empleados hay en el SMP?

—Mбs de doscientos treinta, incluida la editorial.

—їA cuбntos conoces en persona?

—No lo sй muy bien. A lo largo de todos estos aсos he conocido a varios de los periodistas y colaboradores en distintas situaciones.

—їAlguien con quiйn te hayas peleado alguna vez?

—No. No especнficamente.

—їAlguien que pienses que querrнa vengarse de ti? —їVengarse? їDe quй? —La venganza es un buen motivo. Erika se quedу mirando la pantalla mientras inten­taba entender a quй se referнa Lisbeth Salander. —їSigues ahн?

—Sн. їPor quй me preguntas lo de la venganza? —He leнdo la lista de Rosin con todos los incidentes que relacionas con El boli venenoso. їPor quй no me sorprende? —їїїVale???

—No creo que sea obra de un stalker. —їQuй quieres decir?

—Un stalt^er es una persona motivada por una obsesiуn sexual. Este me parece alguien que estб imitando a nnstal/^er. Darle por culo con un destornillador... Por fa­vor, parodia pura.

—їSн?

—Yo he visto a stalkers de verdad. Son bastante mбs pervertidos, vulgares y grotescos. Expresan amor y odio al mismo tiempo. Hay algo que no cuadra en todo esto.

—їNo te parece lo bastante vulgar?

—No. El correo a Eva Carlsson no me cuadra en absoluto con el perfil de un stalker. Es sуlo alguien que quiere fastidiarte.

—Entiendo. No me lo habнa planteado de esa manera.

—Stalker no es. Va dirigido a ti en persona. —De acuerdo. їY quй propones? —їConfнas en mн? —Quizб.

—Necesito acceder a la red interna del SMP. —Para, para.

—Ahora. Dentro de poco me van a trasladar y no tendrй Internet.

Erika dudу unos diez segundos. Dejar el SMP en manos de... їquiйn? їUna loca? Puede que Lisbeth no fuera culpable de asesinato pero, definitivamente, no era una persona normal.

—Pero їquй podнa perder?

—їCуmo?

—Necesito introducir un programa en tu ordenador.

—Tenemos cortafuegos.

—Tienes que ayudarme. Inicia Internet.

—Ya estб.

—їExplorer?

—Sн.

—Te voy a escribir una direcciуn. Copнala y pйgala en Explorer. —Hecho.

—Ahora ves que te aparece una lista con una serie de programas. Haz clic en Asphyxia Server y descбrgalo. Erika siguiу las instrucciones. —Ya estб.

—Inicia Asphyxia. Haz clic en instalar y pincha en Explorer.

Nos ha llevado tres minutos.

—Listo. Perfecto. Ahora tienes que reiniciar el ordenador. Perderemos el contacto durante un rato. —Vale.

—Cuando lo retomemos, transferirй tu disco duro a un servidor de Internet. —Vale.

—Reinнcialo. Estaremos en contacto dentro de un ratito.

Erika Berger mirу fascinada la pantalla mientras su ordenador se reiniciaba lentamente. Se preguntу si no se habrнa vuelto loca. Luego su ICQ volviу a hacer clin.

—Hola de nuevo.

—Hola.

—Es mбs rбpido si lo haces tъ: conйctate a Internet y copia y pega la direcciуn que te voy a mandar. —Vale.

—Ahora te saldrб una pregunta. Haz clic en Start. —De acuerdo.

—Ahora te pregunta cуmo vas a llamar al disco duro. Llбmalo SMP-2. —Vale.

—Ve a tomarte un cafй. Esto tardarб un rato.

Monica Figuerola se despertу a eso de las ocho de la maсana del sбbado, mбs de dos horas despuйs de lo habitual. Se incorporу en la cama y contemplу a Mikael Blomkvist. Estaba roncando. «Well. Nobody isperfect.»

Se preguntу adonde la llevarнa su historia con Mikael Blomkvist. El no pertenecнa a ese tipo de hombres fieles con los que se podнa planificar una relaciуn a largo plazo; teniendo en cuenta su curriculum, eso le quedaba muy claro. Por otro lado, ella no estaba segura de si en realidad buscaba una relaciуn estable con novio, frigorнfico y niсos. Tras una docena de fracasados intentos que se remontaban a su juventud, habнa empezado a inclinarse, cada vez mбs, hacia la teorнa de que las relaciones estables estaban sobrevaloradas. Su relaciуn mбs larga la tuvo con un colega de Uppsala con el que conviviу durante dos aсos.

A eso habнa que aсadirle que ella tampoco era una chica muy dada a one night stands, aunque consideraba que el sexo estaba subestimado como remedio contra prбcticamente todo tipo de dolencias. Y el sexo con Mikael Blomkvist estaba bien. Bueno, mucho mбs que bien, la verdad. Y ademбs era una buena persona. Te hacнa desear volver a por mбs.

їUn rollo de verano? їEnamoramiento? їEstaba ella enamorada?

Se fue al baсo, se lavу la cara, se lavу los dientes y luego se puso unos pantalones cortos y una chaqueta fina de deporte, y saliу del apartamento andando de puntillas. Hizo unos cuantos estiramientos y corriу durante cuarenta y cinco minutos, pasando por el hospital de Rбlambshov, bordeando Fredhбll y volviendo por Smedsudden. A las nueve ya estaba de vuelta y constatу que Blomkvist continuaba durmiendo. Se agachу y le mordiу la oreja hasta que йl abriу los ojos desconcertado.

—Buenos dнas, cariсo. Necesito a alguien que me frote la espalda.

El la mirу y murmurу algo.

—їQuй has dicho?

—Que no hace falta que te duches. Estбs chorreando.

—He estado corriendo. Deberнas acompaсarme.

—Sospecho que si intentara seguir tu ritmo, tendrнas que llamar a una ambulancia. Paro cardнaco en Norr Mбlarstrand.

—ЎNo digas tonterнas! Venga, hora de levantarse.

El le frotу la espalda y le enjabonу los hombros. Y las caderas. Y el vientre. Y los pechos. Y al cabo de un rato, Monica Figuerola ya habнa perdido completamente el interйs por la ducha y se lo llevу de nuevo a la cama. Hasta las once de la maсana no llegaron a Norr Mбlarstrand para desayunar.

—Podrнas convertirte en una mala costumbre —dijo Monica Figuerola—. Sуlo hace unos cuantos dнas que nos conocemos.

—Me atraes un montуn. Pero creo que eso ya lo sabes.

Ella asintiу.

—їPor quй?

—Sorry. No puedo contestar a esa pregunta. Nunca he entendido por quй de repente una determinada mujer me atrae y otra no me despierta ningъn interйs.

Ella sonriу pensativa.

—Tengo el dнa libre —dijo ella.

—Yo no. Tengo un montуn de trabajo hasta que empiece el juicio y he pasado las tres ъltimas noches contigo en vez de trabajando.

—Quй pena.

El asintiу, se levantу y le dio un beso en la mejilla. Ella le agarrу la manga de la camisa.

—Blomkvist, me gustarнa mucho seguir viйndote.

—A mн tambiйn —afirmу—. Pero hasta que no hayamos terminado este reportaje, me temo que mi vida va a ser un poco caуtica.

Desapareciу subiendo por Hantverkargatan.

Erika Berger habнa ido a por cafй y ahora estaba observando la pantalla. Durante cincuenta y tres minutos no pasу absolutamente nada, a excepciуn de que su salvapantallas se activaba a intervalos regulares. Luego el ICQ volviу a hacer clin.

—Ya estб. Tienes mucha mierda en tu disco duro; dos virus, por ejemplo.

—Sorry. їCuбl es el prуximo paso?

—їQuiйn es el administrador de la red informбtica del SMP?

—No lo sй. Tal vez Peter Fleming, que es el jefe tйcnico.

—Vale.

—їQuй tengo que hacer ahora?

—Nada. Vete a casa.

—їNada mбs?

—Estaremos en contacto.

—їTengo que dejar el ordenador encendido?

Pero Lisbeth Salander ya se habнa ido. Frustrada, Erika Berger se quedу mirando la pantalla. Al final apagу el ordenador y saliу a buscar un cafй donde poder sentarse a pensar tranquilamente.


Capнtulo 20

Sбbado, 4 de junio

 

Mikael Blomkvist se bajу del autobъs en Slussen, cogiу el ascensor de Katarinahissen y paseу hasta Fiskargatan 9.Habнa comprado pan, leche y queso en la tienda que estaba delante del edificio del Gobierno civil y, nada mбs entrar, se puso a colocar los productos en la nevera. Luego encendiу el ordenador de Lisbeth Salander.

Tras un instante de reflexiуn tambiйn encendiу su Ericsson Tнo azul. Pasу de usar su mуvil normal, ya que, de todos modos, no querнa hablar con nadie que no tuviera que ver con la historia de Zalachenko. Constatу que durante las ъltimas veinticuatro horas habнa recibido seis llamadas, tres de Henry Cortez, dos de Malin Eriksson y una de Erika Berger.

Empezу llamando a Henry Cortez, que estaba en un cafй de Vasastan y que tenнa algunos detalles que tratar con йl, aunque nada urgente.

Malin Eriksson sуlo habнa llamado para dar seсales de vida.

Luego llamу a Erika Berger pero estaba comunicando.

Entrу en el foro de Yahoo [La_Mesa_Chalada] y encontrу la versiуn final de la autobiografнa de Lisbeth Salander. Asintiу sonriendo, imprimiу el documento y se puso a leerlo en el acto.

Lisbeth Salander iba golpeteando la pantalla de su Palm Tungsten T3.Con la ayuda de la cuenta de Erika Berger, habнa dedicado una hora a entrar en la red informбtica del SMP y analizarla. No se habнa metido en la cuenta de Peter Fleming, pues no resultaba necesario hacerse con los derechos de administraciуn. Lo que le interesaba era acceder a la administraciуn del SMP con los expedientes personales. Y allн Erika Berger ya tenнa derechos.

Deseу ardientemente que Mikael Blomkvist hubiese tenido la bondad de pasarle a escondidas su PowerBook con un teclado de verdad y una pantalla de 17 pulgadas en vez del ordenador de mano. Se descargу una lista de todos los trabajadores del SMP y comenzу a repasarla. Se trataba de doscientas veintitrйs personas, ochenta y dos de las cuales eran mujeres.

Empezу tachando a todas las mujeres. No es que las excluyera de la locura, pero las estadнsticas confirmaban que la gran mayorнa de las personas que acosaban a las mujeres eran hombres. Asн que quedaban ciento cuarenta y una.

Las estadнsticas tambiйn hablaban a favor de que una buena parte de los bous venenosos solнan ser o adolescentes o individuos de mediana edad. Como el SMP no contaba con adolescentes entre sus empleados, dibujу una curva de edades y eliminу a todas las personas que se encontraran por encima de los cincuenta y cinco y por debajo de los veinticinco. Quedaban ciento tres personas.

Meditу un rato. No tenнa mucho tiempo. Quizб menos de veinticuatro horas. Tomу una rбpida decisiуn. Eliminу de un plumazo a todos los que trabajaban en distribuciуn, publicidad, fotografнa, conserjerнa y departamento tйcnico. Se centrу en el grupo de periodistas y en el personal de redacciуn y le saliу una lista de cuarenta y ocho personas compuesta por hombres con edades comprendidas entre los veintisйis y los cincuenta y cuatro aсos.

Luego oyу el sonido del llavero. Apagу de inmediato el ordenador y lo guardу bajo el edredуn, entre sus muslos. Su ъltima comida de sбbado en el Sahlgrenska acababa de llegar. Resignada, se quedу mirando la col en salsa. Despuйs de la comida sabнa que no iba a poder trabajar tranquila durante un rato. Guardу el ordenador en el hueco de detrбs de la mesilla y esperу a que dos mujeres de Eritrea pasaran la aspiradora y le hicieran la cama.

Una de ellas se llamaba Sara y le habнa estado pasando furtiva y regularmente unos cuantos Marlboro Light durante el ъltimo mes. Tambiйn le habнa dado un mechero que Lisbeth escondнa detrбs de la mesilla. Agradecida, Lisbeth cogiу los dos cigarrillos que se iba a fumar esa noche junto a la ventana de ventilaciуn.

Todo recobrу la tranquilidad a partir de las dos. Sacу el ordenador de mano y se conectу. Habнa pensado volver directamente a la administraciуn del SMP, pero se dio cuenta de que tambiйn tenнa problemas personales que resolver. Realizу su repaso diario comenzando por el foro de Yahoo [La_Mesa_Chalada]. Constatу que Mikael Blomkvist llevaba tres dнas sin introducir nada nuevo y se preguntу quй estarнa haciendo. Seguro que el muy cabrуn anda por ahн con alguna tonta tetona.

Acto seguido, entrу en el foro de Yahoo [Los caballeros] y quiso ver si Plague habнa contribuido con algo. No lo habнa hecho.

Luego consultу el disco duro del fiscal Richard Ekstrцm (una correspondencia de menor interйs sobre el juicio) asн como los del doctor Peter Teleborian.

Cada vez que entraba en el disco duro de Teleborian tenнa la sensaciуn de que su temperatura corporal bajaba unos cuantos grados.

Hallу el informe psiquiбtrico forense que ya habнa redactado Teleborian sobre ella, pero que, como era lуgico, no se iba a realizar oficialmente hasta que йste hubiese tenido la posibilidad de examinarla. Habнa hecho varias mejoras en su prosa, pero en general no habнa nada nuevo. Descargу el informe y lo enviу a [La_Mesa_Chalada]. Consultу el correo electrуnico recibido por Teleborian en las ъltimas veinticuatro horas abriendo uno a uno cada mail. Estuvo a punto de pasar por alto la importancia de uno de los mбs breves:

Sбbado, 15.00 en el anillo de la estaciуn central. Joсas.

Fuct{. Joсas. Una persona que ha aparecido en un montуn de correos dirigidos a Teleborian. Usa una cuenta de Hotmail. Sin identificar.

Lisbeth Salander dirigiу la mirada al reloj digital de la mesilla: 14.28. Hizo inmediatamente clin en el ICQ de Mikael Blomkvist. No obtuvo respuesta.

Mikael Blomkvist imprimiу las doscientas veinte pбginas del manuscrito que ya habнa terminado. Luego apagу el ordenador y se sentу a la mesa de la cocina de Lisbeth Salander con un bolнgrafo para corregir las pruebas.

Estaba contento con la historia. Pero el hueco mбs grande seguнa vacнo. їCуmo iba a poder encontrar al resto de la Secciуn? Malin Eriksson tenнa razуn. Resultaba imposible. El tiempo apremiaba.

Lisbeth Salander blasfemу, frustrada, intentando contactar con Plague en el ICQ. No contestaba. Mirу de reojo el reloj: 14.30.

Se sentу en el borde de la cama e intentу acordarse de las cuentas ICQ. Primero probу con la de Henry Cortez y luego con la de Malin Eriksson. Nadie contestaba. Sбbado. Todo el mundo tiene el dнa libre. Mirу de nuevo el reloj: 14.32.

Despuйs tratу de localizar a Erika Berger. Nada de nada. Le he dicho que se fuera a casa. Mierda. 14.33.

Podrнa enviar un SMS al mуvil de Mikael Blomkvist... pero estaba pinchado. Se mordiу el labio inferior.

Al final, desesperada, se volviу hacia la mesilla y llamу a la enfermera. Eran las 14.35 cuando oyу la llave introducirse en la puerta y una enfermera llamada Agneta que rondaba los cincuenta aсos asomу la cabeza.

—Hola. їTe pasa algo?

—їEstб el doctor Anders Jonasson en la planta? —їNo te encuentras bien?

—Estoy bien. Pero necesito intercambiar unas palabras con йl. Si es posible.

—Lo vi hace un momento. їDe quй se trata? —Tengo que hablar con йl.

Agneta frunciу el ceсo. La paciente Lisbeth Salander rara vez llamaba a las enfermeras si no se trataba de un intenso dolor de cabeza o de algъn otro problema urgente. Nunca habнa dado problemas y jamбs habнa solicitado hablar con un determinado mйdico. Sin embargo, Agneta habнa advertido que Anders Jonasson habнa dedicado un considerable tiempo a la paciente detenida, quien, por lo general, solнa aislarse por completo del mundo. Era posible que hubiera conseguido establecer algъn tipo de contacto.

—De acuerdo. Voy a ver si tiene un minuto —dijo la enfermera amablemente para a continuaciуn cerrar la puerta. Y echar el cerrojo. Eran las 14.36. Las 14.37 Ya-

Lisbeth se levantу de la cama y se acercу a la ventana. De vez en cuando consultaba el reloj: 14.39. T4-4°-

A las 14.44 °yу pasos en el pasillo y el sonido del llavero del vigilante de Securitas. Anders Jonasson le echу una inquisitiva mirada y al ver los desesperados ojos de Lisbeth Salander se detuvo.

—їHa pasado algo?

—Estб pasando ahora mismo. їTienes un mуvil?

—їQuй?

—Un mуvil. Tengo que hacer una llamada. Dubitativo, Anders Jonasson mirу de reojo hacia la puerta.

—Anders... ЎNecesito un mуvil! ЎAhora!

Oyу la desesperaciуn de su voz y, metiйndose la mano en el bolsillo, le entregу su Motorola. Lisbeth se lo arrancу prбcticamente de las manos. No podнa llamar a Mikael Blomkvist ya que su telйfono estaba pinchado por el enemigo. El problema era que no le habнa dado el nъmero de su secreto Ericsson Tнo azul. Nunca se lo planteу ya que nunca se habrнa imaginado que ella pudiera llamarlo desde su aislamiento. Dudу una dйcima de segundo y marcу el nъmero de mуvil de Erika Berger. Oyу tres tonos antes de que ella respondiera.



  

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