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Tercera parte 1 страница



Disc crash

 

Del 27 de mayo al 6 de junio

 

En el siglo I a.C, el historiador Diodoro de Sicilia (considerado por otros historiadores como fuente poco fiable) describiу a unas amazonas que vivнan en Libia, nombre con el que se conocнa en la йpoca a la zona de Бfrica del norte que quedaba al oeste de Egipto. Ese imperio de amazonas era una ginecocracia, lo cual quiere decir que solamente las mujeres podнan ocupar cargos pъblicos, incluidos los militares. Cuenta la leyenda que aquel territorio fue gobernado por una reina llamada Myrina que, acompaсada de treinta mil mujeres soldados de infanterнa y tres mil de caballerнa, arrasу Egipto y Siria y llegу hasta el mar Egeo venciendo a un buen nъmero de ejйrcitos de hombres que le salieron al paso. Cuando la reina Myrina fue finalmente derrotada en la batalla su ejйrcito se dispersу.

Sin embargo, el ejйrcito de Myrina dejу huella en la regiуn: despuйs de que los soldados de Anatolia fueran aniquilados en un enorme genocidio, las mujeres del lugar se levantaron en armas para aplastar una invasiуn procedente del Cбucaso. Esas mujeres eran entrenadas en el manejo de todo tipo de armas, entre ellas el arco, la jabalina, el hacha y las lanzas. Copiaron de los griegos las cotas de malla de bronce y las armaduras.

Rechazaban el matrimonio por considerarlo una sumisiуn. Para procrear se les concedнa un permiso durante el cual se acostaban con una serie de hombres elegidos al azar y de pueblos cercanos. Sуlo la mujer que habнa matado a un hombre en la batalla tenнa derecho a perder su virginidad.


Capнtulo 16

Viernes, 27 de mayo — Martes, 31 de mayo

 

Mikael Blomkvist dejу la redacciуn de Millennium a las diez y media de la noche del viernes. Bajу a la planta baja pero en vez de salir por la puerta girу a la izquierda, atravesу el sуtano, cruzу el patio interior y apareciу en la calle a travйs de la salida del edificio contiguo, que daba a Hуkens gata. Se topу con un grupo de jуvenes que venнan de Mosebacke, aunque ninguno de ellos le prestу la menor atenciуn. Si alguien lo estuviera vigilando pensarнa que, como ya venнa siendo habitual, se quedaba a pasar la noche en la redacciуn. Mikael habнa establecido esa pauta en el mes de abril. En realidad, era Christer Malm quien tenнa el turno de noche en la redacciуn.

Se entretuvo cinco minutos paseando por algunas callejuelas y vнas peatonales aledaсas a Mosebacke antes de dirigirse a Fiskargatan 9. Una vez allн, introdujo el cуdigo, abriу la puerta y subiу las escaleras hasta el бtico, donde usу las llaves de Lisbeth Salander. Desactivу la alarma. Siempre se sentнa igual de desconcertado cuando entraba en esa casa compuesta de veintiuna habitaciones, de las cuales sуlo tres estaban amuebladas.

Empezу por prepararse una cafetera y unos sandwiches antes de entrar en el despacho de Lisbeth y encender su PowerBook.

Desde aquel dнa de mediados de abril en el que robaron el informe de Bjцrck y fue consciente de que estaba siendo vigilado, Mikael habнa establecido su particular centro de operaciones en la casa de Lisbeth y se habнa traнdo todos los papeles importantes. Pasaba varias noches por semana en esa casa, dormнa en la cama de Lisbeth y trabajaba en su ordenador. Ella lo habнa dejado completamente vacнo antes de dirigirse a Gosseberga para enfrentarse a Zalachenko, de modo que йl imaginу que era muy probable que no pensara regresar. Mikael usу los discos del sistema que tenнa Lisbeth para poner de nuevo el equipo en marcha.

Desde el mes de abril ni siquiera habнa conectado el cable de la banda ancha a su propio ordenador. Utilizу la conexiуn de Lisbeth, iniciу el ICQ y abriу la direcciуn que ella habнa creado exclusivamente para йl y que le habнa comunicado a travйs del foro de Yahoo [La_Mesa_Chalada].

—Hola, Sally. —Dime.

—He reelaborado los dos capнtulos de los que estuvimos hablando el otro dнa. Tienes la nueva versiуn en Yahoo. їQuй tal te va?

—He terminado diecisiete pбginas. Ahora mismo las subo a La Mesa Chalada.

Clin

—Vale. Ya las tengo. Dйjame leerlas y luego hablamos.

—Otra cosa. —їQuй?

—He creado otro foro en Yahoo llamado Los Caballeros.

Mikael sonriу.

—Vale. Los Caballeros de la Mesa Chalada. -—Contraseсa: yacaracai2. —De acuerdo.

—Cuatro miembros: tъ, yo, Plague y Trinity. —Tus misteriosos amigos de la red.

—Por si acaso. —Vale.

—Plague ha copiado informaciуn del ordenador del fiscal Ekstrцm. Lo pirateamos en abril. —Vale.

—Si pierdo el ordenador de mano, йl te mantendrб informado.

—Muy bien. Gracias.

Mikael cerrу el ICQ y entrу en el reciйn creado foro de Yahoo [Los Caballeros]. Todo lo que encontrу fue un enlace de Plague a una anуnima direcciуn http que sуlo estaba compuesta por nъmeros. Copiу la direcciуn en el Explorer, le dio al botуn de Enter y accediу en el acto a una pбgina web de algъn lugar de la red que contenнa los diecisйis gigabytes que conformaban el disco duro del fiscal Richard Ekstrцm.

Plague no se habнa complicado la vida al copiar, tal cual, el disco duro de Ekstrцm. Mikael dedicу mбs de una hora a organizar el contenido. Pasу de los archivos del sistema, de los programas y de una infinita cantidad de sumarios que parecнan remontarse a varios aсos atrбs. Al final descargу cuatro carpetas. Tres de ellas se llamaban [Sum/Sal], [Papelera/Sal] y [Sum/Niedermann] respectivamente. La cuarta carpeta era una copia de todos los correos que el fiscal Ekstrцm habнa recibido hasta las dos de la tarde del dнa anterior.

—-Gracias, Plague —dijo Mikael Blomkvist para sн mismo.

Tardу tres horas en leer el sumario y la estrategia de Ekstrцm para el juicio contra Lisbeth Salander. Como cabнa esperar, gran parte de la estrategia se centraba en torno a su estado mental. Ekstrцm solicitaba un examen psiquiбtrico a fondo y habнa enviado una gran cantidad de correos con el objetivo de agilizar el traslado de Lisbeth Salander a los calabozos de Kronoberg.

Mikael pudo constatar que las pesquisas para dar con Niedermann parecнan haberse estancado. El jefe de la investigaciуn era Bublanski. Habнa conseguido encontrar ciertas pruebas forenses que inculpaban a Niedermann en el caso de los asesinatos de Dag Svensson y Mia Bergman, asн como en el del abogado Bjurman. El propio Mikael Blomkvist habнa aportado una buena parte de esas pruebas durante los tres largos interrogatorios a los que le sometieron en el mes de abril, de modo que, si alguna vez cogieran a Niedermann, se verнa obligado a testificar. Al final consiguieron asociar el ADN de unas gotas de sudor y de dos pelos que recogieron en el apartamento de Bjurman con el ADN encontrado en la habitaciуn de Niedermann en Gosseberga. El mismo ADN tambiйn fue hallado en abundancia en los restos del experto financiero de Svavelsjц MC, Viktor Gцransson.

Sin embargo, Ekstrцm contaba con una informaciуn tan escasa sobre Zalachenko que resultaba muy extraсo.

Mikael encendiу un cigarrillo, se acercу a la ventana y mirу hacia Djurgбrden.

En la actualidad, Ekstrцm instruнa dos sumarios que habнan sido separados por completo: el inspector Hans Faste era el jefe de la investigaciуn de todo lo relacionado con Lisbeth Salander; Bublanski se ocupaba ъnicamente de Niedermann.

Lo normal habrнa sido, cuando apareciу el nombre de Zalachenko en la investigaciуn preliminar, que Ekstrцm hubiera contactado con el jefe de la policнa de seguridad para preguntarle por la verdadera identidad de esa persona. Mikael no pudo encontrar entre los correos de Ekstrцm —ni en su agenda, ni en sus apuntes— nada que probara que ese contacto se habнa producido. En cambio, resultaba evidente que poseнa cierta informaciуn sobre Zalachenko: entre sus notas encontrу varias frases crнpticas:

La investigaciуn sobre Salander es falsa. El original de Bjцrck no se corresponde con la versiуn de Blomkvist. Confidencial.

Mmm. Luego unos cuantos apuntes que afirmaban que Lisbeth Salander era una esquizofrйnica paranoica:

Correcto encerrar a Salander en iggi.

El vнnculo entre ambas investigaciones lo encontrу Mikael en [Papelera/Sal], es decir, toda esa informaciуn adicional que el fiscal consideraba irrelevante para el caso y que, por lo tanto, no se iba a usar en el juicio ni iba a formar parte de la serie de pruebas que se aportaran contra ella. Allн se hallaba casi todo lo que tenнa que ver con el pasado de Zalachenko.

La investigaciуn era penosa.

Mikael se preguntу cuбnto habнa sido fruto de la casualidad y cuбnto orquestado. їDуnde estaba el lнmite que separaba una cosa de la otra? їEra Ekstrцm consciente de la existencia de ese lнmite?

їO podrнa ser que alguien le proporcionara a Ekstrцm, conscientemente, una informaciуn creнble pero falsa?

Por ъltimo, entrу en Hotmail y dedicу los diez minutos siguientes a comprobar la media docena de cuentas anуnimas de correo electrуnico que habнa creado. Todos los dнas consultaba religiosamente la direcciуn de Hotmail que le habнa facilitado a la inspectora Sonja Modig. No albergaba mayores esperanzas de que ella diera seсales de vida. Por eso, se quedу algo asombrado cuando abriу el buzуn y encontrу un correo de compaсeradeviajeaabril@hotmail. com. El mensaje constaba de una sola lнnea.

Cafй Madeleine, planta superior, i r.oo horas, sбbado. Mikael Blomkvist asintiу pensativo.

Plague pinchу sobre Lisbeth Salander a medianoche y la pillу en mitad de una frase que ella estaba escribiendo y que hablaba de su vida con Holger Palmgren como administrador. Algo irritada, dirigiу la mirada a la pantalla.

—їQuй quieres?

—Hola, Wasp; yo tambiйn me alegro de saber de ti. —Vale, vale. їQuй? —Teleborian.

Se incorporу en la cama y clavу una tensa mirada en la pantalla del ordenador. —Cuйntame.

—Trinity lo ha arreglado todo en un tiempo rйcord. —їCуmo?

—El loquero no para quieto. Se pasa la vida viajando entre Uppsala y Estocolmo y no podemos hacer un hostile takeover.

—Ya lo sй. їCуmo?

—Juega al tenis dos veces por semana. Mбs de dos horas. Dejу el ordenador en el coche en un aparcamiento subterrбneo.

—Aja.

—Trinity no tuvo ningъn problema para desactivar la alarma del coche y sacar el ordenador. Sуlo necesitу treinta minutos para copiarlo todo con el Firewire e instalarle el Asphyxia.

-—їDуnde?

Plague le dio la direcciуn http del servidor donde guardaba el disco duro de Peter Teleborian. —Como dirнa Trinity: This is some nasty shit. -ї...?

—Echale un vistazo a su disco duro.

Lisbeth Salander se desconectу de Plague y entrу en Internet para buscar el servidor que йste le habнa indicado. Dedicу las siguientes tres horas a examinar, carpeta por carpeta, el ordenador de Teleborian.

Se topу con cierta correspondencia que Teleborian habнa mantenido con una persona que, desde una direcciуn de Hotmail, le habнa enviado una serie de correos encriptados. Como Lisbeth tenнa acceso a la clave PGP de Teleborian, no le costу nada leerlos. Su nombre era Joсas; allн no figuraba ningъn apellido. Joсas y Teleborian compartнan un interйs malsano por la falta de salud de Lisbeth Salander.

Yes... podemos probar que existe una conspiraciуn.

Pero lo que realmente le interesу a Lisbeth Salander fueron cuarenta y siete carpetas que contenнan ocho mil setecientas cincuenta y seis fotografнas de pornografнa infantil dura. Las abriу una a una y vio que se trataba de chicos que rondaban los quince aсos, si no menos. En una de las series aparecнan niсos de muy corta edad. La mayorнa eran niсas. Varias de las imбgenes tenнan un contenido sбdico.

Encontrу algunos enlaces de, al menos, una docena de personas de distintos paнses que se intercambiaban pornografнa infantil.

Lisbeth se mordiу el labio inferior. Por lo demбs, su rostro ni se inmutу.

Le vinieron a la memoria esas noches de cuando tenнa doce aсos y se encontraba inmovilizada en la camilla de un cuarto libre de estнmulos de la clнnica psiquiбtrica infantil de Sankt Stefan. Teleborian acudнa una y otra vez a la penumbra de la habitaciуn y la contemplaba al brillo de la tenue luz de la iluminaciуn nocturna.

Ella lo sabнa. El nunca la tocу, pero ella siempre lo habнa sabido.

Se maldijo a sн misma: deberнa haberse ocupado de Teleborian hacнa ya muchos aсos. Pero habнa reprimido su recuerdo e ignorado su existencia.

Ella lo habнa dejado en paz.

Al cabo de un rato, clicу a Mikael Blomkvist en el ICQ.

Mikael Blomkvist pasу la noche en el apartamento de Lisbeth Salander, de Fiskargatan. No apagу el ordenador hasta las seis y media de la maсana. Se durmiу con imбgenes de una pornografнa infantil muy dura clavadas en la retina. Se despertу a las diez y cuarto y, de un salto, saliу de la cama de Lisbeth Salander. Se duchу y pidiу un taxi que le esperу delante de Sуdra Teatern. Se bajу en Birger Jarlsgatan a las once menos cinco y se acercу andando al cafй Madeleine.

Sonja Modig lo estaba esperando sentada ante una taza de cafй solo.

—Hola —dijo Mikael.

—Me la estoy jugando —contestу ella sin saludar—-. Si alguna vez se descubre que me he reunido contigo, me despedirбn y hasta es posible que me lleven a juicio.

—No dirй nada.

Ella parecнa estresada.

—Un colega mнo acaba de visitar al ex primer ministro Thorbjцrn Fдlldin. Ha ido a verlo a tнtulo personal, asн que su trabajo tambiйn pende de un hilo.

—Entiendo.

—De modo que exijo un total anonimato para los dos.

—Ni siquiera sй de quй colega estбs hablando. —Ahora te lo digo, pero quiero que me prometas que le vas a dar protecciуn de fuente. —Te doy mi palabra. Ella mirу el reloj. —їTienes prisa?

—Sн. He quedado con mi marido y mis hijos en Sturegallerian dentro de diez minutos. Mi marido cree que estoy en el trabajo.

—їY Bublanski no sabe nada de esto?

—No.

—De acuerdo. Tъ y tu colega sois fuentes y contбis con la mбs absoluta protecciуn. Los dos. Hasta la tumba.

—Mi colega es Jerker Holmberg; lo conociste en Gotemburgo. Su padre es del Partido de Centro y Jerker conoce a Fдlldin desde que era niсo. Holmberg fue a hacerle una visita privada para preguntarle sobre Zalachenko.

—Entiendo.

De repente, el corazуn de Mikael se puso a palpitar con intensidad.

—Fдlldin parece un hombre simpбtico. Holmberg le hablу de Zalachenko y le pidiу que le contara lo que sabнa de su deserciуn. Fдlldin no dijo nada. Luego Holmberg le explicу que sospechamos que Lisbeth Salander fue encerrada en la clнnica psiquiбtrica por los que estaban protegiendo a Zalachenko. Fдlldin se indignу mucho.

—Entiendo.

—Fдlldin dijo que el jefe de la Sдpo de aquel entonces y un colega suyo fueron a verlo poco tiempo despuйs de que se hubiera convertido en primer ministro. Le contaron una increнble historia de espнas sobre un desertor ruso que acababa de llegar a Suecia. Y tambiйn le aseguraron que se trataba del secreto militar mбs delicado de toda Suecia... que ni de lejos habнa nada en toda la defensa sueca que se acercara a la importancia que ese secreto tenнa.

—Mmm.

—Fдlldin dijo que no sabнa cуmo tratar el asunto. Acababa de ser elegido primer ministro y su gobierno carecнa de experiencia, pues los socialistas llevaban mбs de cuarenta aсos en el poder. Le comunicaron que la responsabilidad de tomar una decisiуn le correspondнa a йl, y que si consultaba a sus compaсeros de gobierno, entonces la Sдpo declinarнa cualquier responsabilidad en el asunto. Viviу todo aquello como algo muy desagradable y, simplemente, no supo quй hacer.

—Comprendo.

—Al final se vio obligado a hacer lo que le propusieron aquellos seсores de la Sдpo. Redactу una directiva por la que le otorgaba en exclusiva a la Sдpo la custodia de Zalachenko. Se comprometiу a no hablar nunca del asunto con nadie. Fдlldin ni siquiera llegу a saber el nombre del desertor. —Ya veo.

—Fдlldin no supo prбcticamente nada del asunto durante sus dos mandatos. En cambio, hizo algo de una extraordinaria inteligencia: insistiу en que tambiйn fuera partнcipe del secreto un secretario de Estado, que funcionarнa como intermediario entre el gobierno y los que protegнan a Zalachenko.

—їAh, sн?

—Ese secretario de Estado se llama Bertil K. Janeryd, tiene hoy en dнa sesenta y tres aсos y es el embajador de Suecia en Amsterdam.

—ЎAnda!

—Cuando Fдlldin se dio cuenta de la seriedad de la investigaciуn le escribiу una carta a Janeryd.

Sonja Modig le pasу a Mikael un sobre por encima de la mesa:

Querido Bertil:

El secreto que los dos protegimos durante mi mandato se ve ahora muy seriamente puesto en duda. La persona en cuestiуn ha fallecido y ya no puede sufrir ningъn daсo. En cambio, otras personas sн.

Es de vital importancia que nos ayudes a aclarar ciertas cuestiones.

La persona que lleva esta carta trabaja de manera extraoficial y tiene mi confianza. Te ruego que la escuches y que contestes a las preguntas que te haga.

Usa tu reconocido buen juicio.

TF

—Entonces esta carta se refiere a Jerker Holmberg. —No. Holmberg le pidiу a Fдlldin que no pusiera ningъn nombre. Le dijo expresamente que no sabнa quiйn iba a ir a Amsterdam.

—їQuieres decir que... ?

—Jerker y yo ya hemos hablado del tema. Estamos caminando sobre un hielo tan fino que si se rompiera, no habrнa quien nos salvara. No tenemos en absoluto ninguna autorizaciуn para ir a Amsterdam e interrogar al embajador. En cambio tъ si podrнas hacerlo.

Mikael doblу la carta y estaba a punto de metйrsela en el bolsillo de la americana cuando Sonja Modig le agarrу la mano. Muy fuertemente.

—Informaciуn a cambio de informaciуn —dijo ella—. Queremos saber lo que te cuente Janeryd.

Mikael asintiу. Sonja Modig se levantу.

-—Espera: has dicho que a Fдlldin lo fueron a ver dos personas de la Sдpo. Una era el jefe. їQuiйn era la otra?

—Fдlldin no lo vio mбs que en esa ocasiуn y no pudo recordar su nombre. No se apuntу nada en la reuniуn. Lo recuerda como un hombre delgado con bigote. Fue presentado como el jefe de la Secciуn para el Anбlisis Especial o algo por el estilo. Despuйs de la reuniуn, Fдlldin mirу un organigrama de la Sдpo y fue incapaz de encontrar ese departamento.

El club de Zalachenko, pensу Mikael.

Sonja Modig se volviу a sentar. Parecнa medir sus palabras.

—De acuerdo —acabу diciendo—. Aun a riesgo de ser fusilado... Hay una cosa en la que no pensaron ni Fдlldin ni los visitantes.

—їCuбl?

—El registro de las visitas a Rosenbad que se le realizaron al primer ministro.

—Jerker lo solicitу. Es un documento pъblico.

Sonja Modig volviу a dudar.

—Ese libro de visitas sуlo indica que el primer ministro se reuniу con el jefe de la Sдpo y un colaborador suyo para tratar un tema de carбcter general.

—їHabнa algъn nombre?

—Sн. E. Gullberg.

Mikael sintiу cуmo la sangre le subнa a la cabeza. —Evert Gullberg —dijo.

Sonja Modig asintiу con semblante serio. Se levantу y se fue.

Mikael Blomkvist seguнa sentado en el cafй Madeleine cuando abriу su mуvil anуnimo y reservу un vuelo a Amsterdam. El vuelo salнa de Arlanda a las 14.50 horas. Se fue andando hasta el Dressman de Kungsgatan y comprу una camisa y una muda. Luego se dirigiу a la farmacia de Klara, donde comprу un cepillo de dientes y otros ъtiles de aseo. Se asegurу de que nadie lo estuviera siguiendo cuando echу a correr para coger el Arlanda Express. Cuando llegу al aeropuerto faltaban diez minutos para cerrar el vuelo.

A las seis y media entrу en un destartalado hotel del Red Light district, a unos diez minutos a pie desde la estaciуn central de Amsterdam, y pidiу una habitaciуn.

Pasу dos horas intentando localizar al embajador de Suecia hasta que consiguiу contactar con йl por telйfono a eso de las nueve. Empleу toda su capacidad de persuasiуn y subrayу que tenнa un asunto de mбxima importancia que debнa tratar sin demora. El embajador acabу cediendo y accediу a verlo a las diez de la maсana del domingo.

Luego Mikael saliу a cenar frugalmente en un restaurante cercano al hotel. A las once de la noche ya estaba durmiendo.

El embajador Bertil K. Janeryd se mostrу parco en palabras mientras tomaban cafй en su residencia privada.

—Bueno... їCuбl es ese asunto tan importante?

—Alexander Zalachenko. El desertor ruso que llegу a Suecia en 1976 —dijo Mikael, entregбndole la carta de Fдlldin.

Janeryd pareciу quedarse perplejo. Tras leerla, la dejу cuidadosamente.

Mikael dedicу la siguiente media hora a explicarle en quй consistнa el problema y por quй Fдlldin redactу la carta.

—Yo... yo no puedo tratar ese asunto —terminу diciendo Janeryd.

—Sн puede.

—No, sуlo puedo comentarlo ante la comisiуn constitucional.

—Es muy probable que tenga que comparecer ante ellos. Pero en la carta dice que utilice su buen juicio.

—Fдlldin es una persona honrada.

—No me cabe la menor duda. Pero yo no voy a por ustedes. No le pido que revele ni uno solo de esos secretos militares que tal vez Zalachenko revelara.

—Yo no conozco ningъn secreto. Ni siquiera sabнa que se llamara Zalachenko... Sуlo lo conocнa bajo un nombre falso.

—їCuбl?

—Lo conocнamos como Rubйn.

—De acuerdo, siga.

—No puedo hablar de eso.

—Sн puede —repitiу Mikael mientras se acomodaba—. Porque esta historia se harб pъblica dentro de poco. Y cuando eso ocurra, los medios de comunicaciуn o le cortarбn la cabeza o le describirбn como un funcionario honrado que hizo cuanto estuvo en su mano para enfrentarse a esa horrible situaciуn. Fue a usted a quien Fдlldin eligiу para que hiciera de intermediario entre йl y los que se encargaron de Zalachenko. Eso ya lo sй.

Janeryd asintiу. —Cuйnteme.

Janeryd permaneciу callado durante casi un minuto.

—Nadie me comunicу nada. Yo era joven... y no sabнa cуmo tratar el asunto. Los vi unas dos veces al aсo durante el tiempo que durу aquello. Me decнan que Rubйn... Zalachenko se encontraba bien de salud, que estaba colaborando y que la informaciуn que entregaba resultaba inapreciable. Nunca me dieron mбs detalles. No tenнa ninguna necesidad de saber ningъn detalle.

Mikael aguardaba.

—El desertor habнa actuado en otros paнses y no sabнa nada de Suecia, y por eso nunca fue considerado como un asunto importante en nuestra polнtica de seguridad. Informй al primer ministro en un par de ocasiones, pero, por lo general, no habнa nada que comentar.

—Vale.

—Siempre decнan que el asunto se llevaba de la forma habitual y que la informaciуn que йl daba era procesada a travйs de nuestros canales habituales. їQuй les iba yo a contestar? Si les preguntaba quй querнan decir, sonreнan y me soltaban que eso quedaba fuera de mi competencia. Me sentнa como un idiota.

—їNunca se le ocurriу pensar que hubiera algo raro en todo aquello?

—No. Allн no habнa nada raro. Yo daba por descontado que en la Sдpo sabнan lo que hacнan y que tenнan la experiencia y la prбctica necesarias para llevar un caso asн. Pero no puedo hablar del asunto.

A esas alturas, Janeryd llevaba ya, de hecho, varios minutos hablando del asunto.

—Todo eso resulta irrelevante. Lo ъnico relevante ahora mismo es una sola cosa.

—їCuбl?

—El nombre de las personas con las que trataba.

Janeryd le echу a Mikael una mirada inquisidora.

—Las personas que se encargaban de Zalachenko han ido mucho mбs allб de todas las competencias imaginables. Se han dedicado a ejercer una grave actividad delictiva y deben ser objeto de la instrucciуn de un sumario. Por eso me ha enviado Fдlldin aquн. Fдlldin no conoce los nombres. Fue usted el que se reuniу con ellos.

Janeryd parpadeу y apretу los labios.

—Se reuniу con Evert Gullberg... El era el jefe.

Janeryd asintiу.

—їCuбntas veces lo vio?

—Acudiу a todas las reuniones excepto a una. Habrнa una decena de reuniones mientras Fдlldin fue primer ministro.

—їY dуnde se reunнan?

—En el vestнbulo de algъn hotel. Por lo general, el Sheraton. Una vez en el Amaranten de Kungsholmen y algunas veces en c\pub del Continental.

—їY quiйn mбs participу en las reuniones?

Janeryd parpadeу resignado.

—Hace tanto tiempo... No me acuerdo.

—Intйntelo.

—Habнa un tal... Clinton. Como el presidente americano.

—їSu nombre?

—Fredrik Clinton. Lo vi unas cuatro o cinco veces. —De acuerdo... їMбs?

—Hans von Rottinger. Ya lo conocнa por mi madre. —їSu madre?

—Sн, mi madre conocнa a la familia Von Rottinger. Hans von Rottinger era una persona simpбtica. Hasta que se presentу en una reuniуn, acompaсado de Gullberg, no me enterй de que trabajaba para la Sдpo.

—Pues no era asн —dijo Mikael.

Janeryd palideciу.

—Trabajaba para una cosa llamada «Secciуn para el Anбlisis Especial» —dijo Mikael—. їQuй es lo que le dijeron sobre ese grupo?

—Nada... Quiero decir... bueno, que eran ellos los que se encargaban del desertor.

—Sн. Pero їa que resulta raro que no figuren en ninguna parte del organigrama de la Sдpo?

—Eso es absurdo...

—Ya, їa que sн? Bueno, y їcуmo se procedнa para convocar las reuniones? їLe llamaban ellos a usted o los llamaba usted a ellos?

—No... La hora y el lugar se decidнan en la reuniуn anterior.

—їY quй hacнa si necesitaba ponerse en contacto con ellos? Por ejemplo, para cambiar la hora de la reuniуn o algo asн...

—Tenнa un nъmero de telйfono al que llamar.

—їQuй nъmero?

—Sinceramente, no me acuerdo.

—їDe quiйn era el nъmero?

—No lo sй. Nunca lo utilicй.

—De acuerdo. Siguiente pregunta: їa quiйn le cediу el puesto?

—їQuй quiere decir?

—Cuando Fдlldin dimitiу. їQuiйn ocupу su lugar? —No lo sй.

—їRedactу algъn informe?

—No, porque todo era secreto. Ni siquiera podнa llevar un cuaderno.

—їY nunca informу a ninguno de sus sucesores? —No.

—їY quй pasу?

—Bueno... Fдlldin dimitiу y le entregу el testigo a Ola UUsten. A mн me comunicaron que нbamos a esperar hasta despuйs de las siguientes elecciones. Entonces, Fдlldin volviу a ganar y se reanudaron nuestras reuniones. Luego se convocaron las elecciones de 1985 y ganaron los socialistas. Y supongo que Palme habrнa nombrado a alguien para que me sucediera. Yo empecй en el Ministerio de Asuntos Exteriores y me hice diplomбtico. Me destinaron a Egipto y despuйs a la India.

Mikael continuу haciйndole preguntas durante unos cuantos minutos mбs, aunque estaba convencido de que ya sabнa todo lo que Janeryd iba a poder contarle. Tres nombres:

Fredrik Clinton.

Hans von Rottinger.

Y Evert Gullberg: el hombre que matу a Zalachenko. El club de Zalachenko.

Dio las gracias a Janeryd por la informaciуn y cogiу un taxi de vuelta a la estaciуn central. Hasta que se sentу en el taxi no abriу el bolsillo de la americana para apagar la grabadora. Aterrizу en Arlanda a las siete y media de la tarde del domingo.

Erika Berger contemplу pensativa la foto de la pantalla. Levantу la mirada y escudriсу la redacciуn medio vacнa que quedaba al otro lado de su jaula de cristal. Anders Holm tenнa el dнa libre. No le pareciу que nadie le estuviera prestando la mбs mнnima atenciуn, ni abierta ni furtivamente. Tampoco tenнa razones para creer que hubiese alguien en la redacciуn que quisiera hacerle daсo.

El correo habнa llegado un minuto antes. El remitente era redax@aftonbladet.com. їPor quй precisamente Aftonbladet? La direcciуn era falsa.

Pero esta vez no habнa ningъn texto; tan sуlo una foto jpg que abriу con Photoshop.

La imagen era pornogrбfica y representaba a una mujer desnuda, con unos pechos excepcionalmente grandes y una correa de perro alrededor del cuello. Estaba a cuatro patas y alguien se la estaba follando por detrбs.

El rostro de la mujer habнa sido sustituido por otro.

No se trataba de un retoque hecho con mucha habilidad, aunque sin duda no era йsa la intenciуn. En vez de la cara original, aparecнa la de Erika Berger. La foto pertenecнa al byline que tenнa en Millennium y podнa ser bajada de Internet.

En la parte inferior de la imagen habнan escrito una palabra con letras de imprenta valiйndose de la funciуn spray del Photoshop.

«Puta.»

Era el noveno correo anуnimo que recibнa Erika con la palabra «puta» y que parecнa tener como remitente a una gran y conocida empresa mediбtica de Suecia. Al parecer, ese cyber stalker que le habнa caнdo encima se empeсaba en seguir acosбndola.

El capнtulo de la escucha telefуnica resultу mucho mбs complicado que el de la vigilancia informбtica. A Trinity no le costу nada localizar el cable del telйfono de la casa del fiscal Ekstrцm; el problema era, por supuesto, que Ekstrцm usaba muy raramente ese telйfono —por no decir nunca— para realizar llamadas relacionadas con su trabajo. Trinity ni siquiera se molestу en intentar pinchar el que tenнa en el edificio de la jefatura de policнa de Kungsholmen. Eso habrнa requerido un acceso a la red de cables sueca que iba mбs allб de sus posibilidades.

No obstante, Trinity y Bob the Dog dedicaron la mayor parte de la semana a identificar e intentar distinguir el mуvil de Ekstrцm de entre el ruido de fondo de casi doscientos mil mуviles dentro de un radio de un kilуmetro alrededor de la jefatura de policнa.



  

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