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Tu eres la hacker. ЎAverigualo! Kalle B. 3 страница



Mikael asintiу.

—Porque nosotros tambiйn estamos en un conflicto de lealtades —dijo.

—їLa llamo? —preguntу Christer Malm. —No —dijo Mikael—. Ya la llamarй yo para quedar con ella. Esta misma noche, si puede ser.

Torsten Edklinth escuchaba con atenciуn a Monica Figuerola mientras йsta le resumнa toda la movida que se habнa montado en torno a la vivienda de Mikael Blomkvist en Bellmansgatan I. Sintiу que el suelo se movнa levemente bajo sus pies.

—O sea, que un empleado de la DGP/Seg entrу en el portal de la casa de Mikael Blomkvist acompaсado de un reventador de cajas fuertes convertido en cerrajero.

—Correcto.

—їY quй crees que harнan allн?

—No lo sй. Pero estuvieron cuarenta y nueve minutos. Una posibilidad serнa, por supuesto, que Faulsson abriera la puerta y que Mбrtensson pasara ese tiempo en el apartamento de Blomkvist.

—Pero їpara quй?

—Bueno, no creo que fueran a instalar equipos de escucha porque en eso sуlo se tarda un minuto. Asн que supongo que Mбrtensson ha estado hurgando entre los papeles de Blomkvist o en lo que haya de interйs en esa casa.

—Pero Blomkvist estб prevenido... ya robaron el informe de Bjцrck de su casa.

—Eso es. Sabe que lo estбn vigilando y йl vigila a los que lo vigilan a йl. Mantiene la cabeza frнa.

—їPor quй?

—Tendrб un plan. Estarб recopilando informaciуn para denunciar a Mбrtensson. Es lo ъnico lуgico.

—Y luego va y aparece esa mujer: Linder.

—Susanne Linder, de treinta y cuatro aсos de edad, residente en Nacka. Ex policнa.

—їPolicнa?

—Se graduу en la Academia de policнa y trabajу durante seis aсos en una patrulla del distrito de Sуdermalm. Y, de repente, dejу el cuerpo. No hay nada entre sus papeles que explique por quй. Estuvo unos meses en el paro hasta que fue contratada por Milton Security.

—Dragan Armanskij —dijo Edklinth, pensativo—. їCuбnto tiempo permaneciу en el edificio?

—Nueve minutos.

—їY quй hizo?

—Yo dirнa que, como estuvo grabando a Mбrtensson y Faulsson en la calle, estaba documentando sus actividades. Eso quiere decir que Milton Security trabaja con Blomkvist y que han colocado cбmaras de vigilancia en la casa o en la escalera. Es probable que ella entrara para hacerse con el contenido de las cбmaras.

Edklinth suspirу. El asunto Zalachenko empezaba a resultar extremadamente complicado.

—De acuerdo. Gracias. Puedes irte a casa. Tengo que reflexionar sobre todo esto.

Monica Figuerola se fue al gimnasio de Sankt Eriksplan y se entregу al ejercicio.

Mikael Blomkvist usу su otro telйfono, el Tнo azul de Ericsson, para marcar el nъmero de Erika Berger del SMP. La cogiу en medio de una discusiуn que estaba teniendo con los editores de textos acerca del enfoque que habнa que darle a un artнculo sobre terrorismo internacional.

—Hombre, Mikael, hola... Espera un momento. Erika tapу el auricular con la mano y mirу a su alrededor.

—Creo que hemos terminado —dijo antes de dar unas ъltimas instrucciones sobre cуmo lo querнa. Cuando se quedу sola en su jaula de cristal se llevу nuevamente el telйfono a la oreja.

—Hola, Mikael. Perdуname por no haberte llamado. Es que estoy hasta arriba de trabajo. Hay miles de cosas nuevas.

—Pues yo tampoco he estado lo que se dice ocioso —le contestу Mikael.

—їCуmo va la historia Salander?

—Bien. Pero no te llamo por eso. Necesito verte. Esta noche.

—Ojalб pudiera, pero tengo que quedarme aquн hasta las ocho. Y estoy hecha polvo. Llevo al pie del caсуn desde las seis de la maсana.

—Ricky... no me refiero a alimentar tu vida sexual. Necesito hablar contigo. Es importante.

Erika se callу un segundo.

—їDe quй se trata?

—Te lo dirй cuando nos veamos. Pero no es muy divertido.

—De acuerdo. Pasarй por tu casa sobre las ocho y media.

—-No, en mi casa no. Es una larga historia, pero, de momento, no es un buen sitio. Pбsate por Samirs gryta y nos tomamos una caсa.

—Conduzco.

—Vale. Entonces una sin alcohol.

Erika Berger estaba algo irritada cuando apareciу por la puerta de Samirs gryta a las ocho y media. Tenнa cargo de conciencia por no haber dado seсales de vida a Mikael desde que entrу en el SMP. Pero es que en su vida habнa andado tan liada como ahora.

Mikael levantу la mano desde una mesa del rincуn que estaba junto a la ventana. Ella se detuvo en seco en la misma entrada. Por un instante, Mikael le pareciу una persona completamente extraсa; fue como si lo viera con nuevos ojos: їQuiйn es йse? ЎDios mнo, quй cansada estoy!

Luego йl se levantу, le dio un beso en la mejilla y ella cayу en la cuenta, para su gran horror, de que llevaba varias semanas sin ni siquiera pensar en йl y de que lo echaba de menos con locura. Tuvo la sensaciуn de que los dнas pasados en el SMP habнan sido un sueсo y de que, de un momento a otro, iba a despertarse en el sofб de Millennium. Todo le pareciу irreal. —Hola, Mikael.

-—Hola, redactora jefe. їHas cenado?

—Son las ocho y media. No comparto tus asquerosos horarios de cena.

Pero luego notу que tenнa un hambre de mil demonios. Samir se acercу con la carta y ella pidiу una cerveza sin alcohol y un pequeсo plato de calamares con patatas al horno. Mikael pidiу un cuscъs y otra cerveza «sin».

—їCуmo estбs? —preguntу ella.

—Estamos viviendo una йpoca interesante. Bastante liado, la verdad.

—їQuй tal Salander?

—Ella forma parte de lo interesante.

—Micke, no tengo ninguna intenciуn de robarte el reportaje.

—Perdona... no es que estй esquivando tus preguntas. Ahora mismo las cosas son un poco confusas. No me importa contбrtelo todo, pero me llevarнa la noche entera. їQuй tal es ser jefa del SMP?

—Bueno, no es precisamente como Millennium.

Guardу silencio un instante.

—Cuando llego a casa me apago como una vela y me quedo frita enseguida, y en cuanto me despierto no hago mбs que ver cбlculos de presupuestos por todas partes. Te he echado de menos. їNos vamos a tu casa? No me quedan fuerzas para el sexo, pero me encantarнa acurrucarme contigo y dormir a tu lado.

—Sorry, Ricky. Ahora mismo mi apartamento no es el mejor sitio.

—їPor quй no? їHa pasado algo?

—Bueno... una banda ha pinchado los telйfonos y estбn escuchando lo que allн se dice. He instalado cбmaras ocultas de vigilancia que muestran todo lo que ocurre en cuanto salgo por la puerta. Creo que vamos a privar a la posteridad de tu culo desnudo.

—їMe estбs tomando el pelo?

El negу con la cabeza.

—No. Pero no es por eso por lo que necesitaba verte.

—їQuй ha pasado? Tienes una cara muy rara.

—Bueno... tъ has empezado a trabajar en el SMP. Y en Millennium nos hemos topado con una historia que va a hundir al presidente de tu junta directiva. Va sobre la explotaciуn laboral infantil y sobre presos polнticos en Vietnam. Creo que hemos ido a parar a un conflicto de intereses.

Erika dejу el tenedor y se quedу mirando fijamente a Mikael. Se dio cuenta enseguida de que no estaba bromeando.

—Como lo oyes —dijo—. Borgsjу es el presidente de la junta directiva y el mayor accionista de una empresa que se llama SveaBygg y que tiene una filial, llamada Vitavara AB, de la cual es la ъnica propietaria. Fabrican inodoros en una empresa en Vietnam que ha sido denunciada por la ONU por utilizar mano de obra infantil.

—їMe lo puedes repetir, por favor?

Mikael le contу con todo detalle la historia que Henry Cortez habнa descubierto. Abriу su cartera y sacу una copia de la documentaciуn. Erika leyу lentamente el artнculo de Cortez. Al final levantу la mirada, que se cruzу con la de Mikael. Sintiу una mezcla de pбnico irracional y desconfianza.

—їCуmo cono es posible que lo primero que hace Millennium cuando yo lo dejo sea investigar con lupa a la junta directiva del SMP?

—No es eso, Ricky.

Explicу cуmo se habнa ido componiendo el reportaje.

—їY cuбnto tiempo hace que lo sabes? —Desde esta misma tarde. Siento un profundo malestar ante todo esto.

—їY quй vais a hacer?

—No lo sй. Tenemos que publicarlo. No podemos hacer una excepciуn sуlo porque se trate de tu jefe. Pero no queremos hacerte daсo. —Abriу los brazos en un gesto de desesperaciуn—. Lo estamos pasando bastante mal. Sobre todo Henry.

—Estoy todavнa en la junta directiva de Millennium. Soy copropietaria... Lo van a ver como...

—Sй cуmo lo van a ver. Te cubrirбn de mierda.

Un profundo cansancio se apoderу de Erika. Apretу los dientes y reprimiу el impulso de pedirle a Mikael que silenciara el reportaje.

—ЎDios! ЎMierda! —dijo—. їY estбis seguros de que la historia se sostiene?...

Mikael asintiу.

—Me he pasado toda la tarde repasando la documentaciуn de Henry. Ya sуlo queda entrar a matar. —їY quй vais a hacer?

—їQuй habrнas hecho tъ si hubiйsemos encontrado esta historia dos meses antes?

Erika Berger observу atentamente al que, desde hacнa mбs de veinte aсos, era su amigo y amante. Luego bajу la mirada.

—Lo sabes muy bien.

—Todo esto es una maldita y desafortunada casualidad. Nada de esto va dirigido contra ti. Lo siento mucho, de verdad. Por eso he insistido tanto en verte cuanto antes. Tenemos que buscar una soluciуn.

—їTenemos? їQuiйnes? їTъ y yo?

—Eso es... Este reportaje iba a publicarse en el nъmero de junio. Lo he aplazado. Se publicarб como muy pronto en agosto, pero lo podemos aplazar algo mбs si es necesario.

—Entiendo.

Su voz adquiriу un tono amargo.

—Propongo que esta noche no tomemos ninguna decisiуn. Coge esta documentaciуn, llйvatela a casa y reflexiona sobre todo esto con tranquilidad. No hagas nada hasta que no hayamos decidido una estrategia comъn. Hay tiempo.

—їEstrategia comъn?

—O dimites de la junta de Millennium antes de que lo publiquemos o te vas del SMP. Pero no puedes estar en misa y repicando.

Ella asintiу.

—Todo el mundo me asocia tanto a Millennium que, por mucho que dimita, nadie se va a creer que no tenga nada que ver con esto.

—Hay otra alternativa. Puedes llevarte el reportaje al SMP, te enfrentas a Borgsjу y exiges su dimisiуn. Estoy convencido de que Henry Cortez no tendrб nada en contra. Pero ni si te ocurra mover un dedo antes de que nos pongamos todos de acuerdo.

—Asн que pretendes que lo primero que haga nada mбs entrar en el periуdico sea conseguir que el hombre que me contratу dimita.

—Lo siento.

—No es mala persona.

Mikael moviу la cabeza en un gesto afirmativo.

—Te creo. Pero es avaro.

Erika asintiу. Se levantу.

—Me voy a casa.

—Ricky, yo...

Ella le interrumpiу.

—Es que estoy hecha polvo. Gracias por ponerme sobre aviso. Necesito tiempo para pensar en las consecuencias de todo esto.

Se fue sin darle un beso y lo dejу con la cuenta.

Erika Berger tenнa el coche aparcado a doscientos metros de Samirs gryta y ya habнa recorrido la mitad del camino cuando sintiу que le palpitaba tanto el corazуn que tuvo que parar y apoyarse contra la pared de un portal. Estaba mareada.

Se quedу un buen rato respirando el aire fresco de mayo. De repente, se dio cuenta de que, desde el uno de mayo, llevaba trabajando una media de quince horas diarias. Casi tres semanas. їCуmo estarнa dentro de tres aсos? їQuй sentirнa Morander cuando cayу muerto al suelo en medio de la redacciуn?

Al cabo de diez minutos volviу a Samirs gryta y se cruzу con Mikael justo cuando йste salнa por la puerta. El se detuvo asombrado.

—Erika...

—No digas nada, Mikael. Llevamos tanto tiempo de amistad que no hay nada que pueda destruirla. Tъ eres mi mejor amigo y esto es como cuando tъ te fuiste a Hedestad hace dos aсos, aunque al revйs. Me siento muy infeliz y bajo mucha presiуn.

El asintiу y la abrazу. Ella notу que de golpe los ojos se le llenaban de lбgrimas.

—Tres semanas en el SMP y ya estoy destrozada —dijo ella, riйndose.

—Bueno, bueno. Creo que se necesita un poco mбs para destrozar a Erika Berger.

—ЎA la mierda tu casa! Estoy demasiado cansada como para volver a Saltsjуbaden. Me dormirй al volante y me matarй. Acabo de decidirlo. Irй andando hasta el Scandic Crown y cogerй una habitaciуn. Acompбсame.

El asintiу.

—Ahora se llama Hilton.

—Pues como mierda se llame.

Recorrieron a pie la corta distancia. Ninguno de los dos dijo nada. Mikael habнa puesto el brazo sobre el hombro de Erika. Ella lo mirу de reojo y se dio cuenta de que йl estaba tan cansado como ella.

Nada mбs entrar en el hotel se dirigieron a la recepciуn, pidieron una habitaciуn doble y pagaron con la tarjeta de crйdito de Erika. Subieron, se desnudaron, se ducharon y se metieron bajo las sбbanas. A Erika le dolнan mucho los mъsculos, como si acabara de correr el maratуn de Estocolmo. Estuvieron abrazados un rato y luego se apagaron como velas.

Ninguno de los dos tuvo la sensaciуn de que los habнan estado vigilando. No advirtieron al hombre que los observaba en la misma entrada del hotel.


Capнtulo 15

Jueves, 19 de mayo — Domingo, 22 de mayo

 

Lisbeth Salander dedicу la mayor parte de la noche del jueves a leer los artнculos de Mikael Blomkvist y los capнtulos de su libro, que ya estaban mбs o menos terminados. Como el fiscal Ekstrцm tenнa previsto celebrar el juicio en julio, Mikael habнa fijado el deadline para la imprenta para el 20 de junio. Eso querнa decir que a Kalle Blomkvist de los Cojones le quedaba poco mбs de un mes para acabar el texto y rellenar todos los huecos.

Lisbeth no entendнa cуmo le iba a dar tiempo, pero eso era problema de йl, no de ella. Ella ya tenнa bastante con decidir quй postura adoptar con respecto a las preguntas que йl le habнa hecho.

Cogiу su Palm Tungsten T3 y entrу en [La_Mesa_ Chalada] para ver si Mikael habнa escrito algo nuevo durante las ъltimas veinticuatro horas. Constatу que no. Luego abriу el documento que йl habнa titulado [Cuestiones fundamentales]. Ya se sabнa el texto de memoria, pero aun asн lo leyу una vez mбs.

El habнa esbozado la estrategia que Annika Giannini le habнa explicado a ella. Cuando Annika se la presentу, Lisbeth la escuchу con un distraнdo y distanciado interйs, como si no fuera con ella. Pero Mikael Blomkvist conocнa secretos que Annika Giannini desconocнa; por eso podнa presentar ese plan de actuaciуn de una manera mбs contundente. Bajу hasta el cuarto pбrrafo.

La ъnica persona que puede decidir cуmo va a ser tu futuro eres tъ misma. No importa lo que Annika luche por ti ni cуmo te apoyemos Armanskij, Palmgren, yo o quien sea. No pienso intentar convencerte de nada; eres tъ la que debe decidir quй hacer. O le das un giro al juicio a tu favor o dejas que te condenen. Pero si lo que pretendes es ganar, tendrбs que luchar.

Apagу el ordenador y mirу al techo: Mikael le pedнa permiso para contar en su libro toda la verdad. Tenнa intenciуn de ocultar la parte de la violaciуn de Bjurman: ese capнtulo ya estaba redactado y Mikael habнa disfrazado la verdad concluyendo que Bjurman habнa iniciado una colaboraciуn con Zalachenko que se torciу porque el abogado perdiу los estribos, razуn por la cual Niedermann se vio obligado a matarlo. No entrу en los motivos de Bjurman.

Kalle Blomkvist de los Cojones le estaba complicando la vida.

Meditу un largo rato.

A las dos de la maсana cogiу su Palm Tungsten T3 y entrу en el programa de tratamiento de textos. Abriу un nuevo documento, sacу el puntero y empezу a marcar letras sobre el teclado digital.

Mi nombre es Lisbeth Salander. Nacн el 30 de abril de 1978. Mi madre era Agneta Sofнa Salander. Me tuvo con diecisiete aсos. Mi padre era un psicуpata, un asesino y un maltratador de mujeres llamado Alexander Zalachenko. Trabajу como agente ilegal en la Europa occidental para el servicio de inteligencia militar de la Uniуn Soviйtica, el GRU.

Iba despacio porque tenнa que ir marcando una a una las letras. Formulaba cada frase en la cabeza antes de escribirla. No hizo ni un solo cambio en el texto. Eran las cuatro de la maсana cuando apagу su ordenador de mano y lo puso a cargar en el hueco que quedaba por detrбs de la mesilla de noche. Habнa redactado el equivalente a dos hojas DIN A4 a un espacio.

Erika Berger se despertу a las siete de la maсana. A pesar de haber dormido mбs de ocho horas sin interrupciones, estaba muy lejos de sentirse descansada. Mirу a Mikael Blomkvist, que seguнa durmiendo profundamente.

Lo primero que hizo fue encender el mуvil para comprobar si habнa recibido mensajes. La pantalla le indicу que su marido, Greger Backman, la habнa llamado once veces. ЎMierda! Se me olvidу llamarlo. Marcу su nъmero y le explicу dуnde estaba y por quй no habнa vuelto a casa la noche anterior. El estaba cabreado.

—Erika, no vuelvas a hacerme esto. Sabes que no es nada personal contra Mikael, pero me has tenido en un estado de desesperaciуn toda la noche. Me morнa sуlo de pensar que te hubiese ocurrido algo. Si no vienes a dormir, llбmame, joder. їCуmo se te puede olvidar una cosa asн?

Greger Backman estaba del todo conforme con el hecho de que Mikael Blomkvist fuera el amante de su mujer. La relaciуn tenнa lugar con su consentimiento y aprobaciуn. Pero cada vez que ella decidнa pasar la noche con Mikael siempre llamaba a su marido para decнrselo. Esta vez se fue al Hilton sin otra idea en la cabeza mбs que dormir.

—Perdуname —dijo ella—. Es que anoche caн redonda.

El siguiу gruсendo un rato mбs.

—No te enfades conmigo, Greger. Ahora no. Ya me echarбs esta noche todas las broncas que quieras.

Gruсу un poco menos y prometiу echarle una buena bronca en cuanto la tuviera delante.

—De acuerdo. їY quй tal Blomkvist?

—Estб durmiendo. —De repente, soltу una carcajada—. Te lo creas o no, nos dormimos cinco minutos despuйs de acostarnos. No nos habнa pasado nunca.

—Erika, esto es serio. Tal vez deberнas ver a un mйdico.

Cuando acabу la conversaciуn con su marido llamу a la centralita del SMP y dejу un mensaje para el secretario de redacciуn, Peter Fredriksson. Comunicу que le habнa surgido un imprevisto y que irнa un poco mбs tarde de lo habitual. Le pidiу que cancelara una reuniуn con los colaboradores de la secciуn de cultura.

Despuйs cogiу su bandolera, buscу un cepillo de dientes y se fue al baсo. Luego volviу a la cama y despertу a Mikael.

—Hola —murmurу.

—Hola —dijo ella—. Venga, deprisa, al baсo; dъchate y lбvate los dientes. —їQ... quй?

Se incorporу y mirу a su alrededor con tanto desconcierto que ella tuvo que recordarle que se encontraba en el Hilton de Slussen. El asintiу.

—Anda, corre. Al baсo.

—їPor quй?

—Porque en cuanto vuelvas quiero sexo. Ella consultу su reloj.

—Y date prisa. Tengo una reuniуn a las once y necesito por lo menos media hora para ofrecer una cara presentable. Y quiero comprarme una camiseta de camino al trabajo. De modo que sуlo disponemos de unas dos horas para recuperar todo el tiempo perdido.

Mikael se fue al baсo.

Jerker Holmberg aparcу el Ford de su padre en el patio de la casa del ex primer ministro Thorbjцrn Fдlldin en Бs, una granja a las afueras de Ramvik, en el municipio de Harnуsand. Bajу del coche y mirу a su alrededor. Era jueves por la maсana. Estaba chispeando y los campos se veнan muy verdes. A sus setenta y nueve aсos, Fдlldin ya no era un agricultor en activo, asн que Holmberg se preguntу quiйn sembrarнa y recogerнa la cosecha. Sabнa que lo observaban desde la ventana de la cocina. Formaba parte del reglamento rural. El mismo habнa crecido en Hбlledal, cerca de Ramvik, a un tiro de piedra del puente de Sandу, uno de los lugares mбs bonitos del mundo. Segъn Jerker Holmberg.

Se acercу hasta el porche y llamу a la puerta.

El ex lнder del Partido de Centro habнa envejecido, pero daba la impresiуn de mantenerse todavнa fuerte y lleno de vitalidad.

—Hola, Thorbjуrn. Me llamo Jerker Holmberg. No es la primera vez que nos vemos, aunque ya hace unos cuantos aсos de eso. Mi padre es Gustav Holmberg; representу al partido en el consejo municipal en los aсos setenta y ochenta.

—Hola. Sн, ya me acuerdo de ti, Jerker. Trabajas de policнa en Estocolmo, si no me equivoco. Harб unos diez o quince aсos que no te veнa.

—Creo que mбs. їPuedo entrar?

Se sentу a la mesa de la cocina mientras Thorbjцrn Fдlldin le servнa cafй.

—Espero que tu padre se encuentre bien. Pero no es йsa la razуn de tu visita, їverdad?

—No. Mi padre estб bien. Anda reformando el tejado de la casa de campo.

—їCuбntos aсos tiene ahora?

—Cumpliу setenta y uno hace dos meses.

—Aja—dijo Fдlldin mientras se sentaba—. їY quй te trae por aquн?

Jerker Holmberg mirу por la ventana de la cocina y vio cуmo una urraca se posaba junto a su coche y se ponнa a inspeccionar el suelo. Luego se dirigiу a Fдlldin.

—Vengo sin haber sido invitado y con un problema muy gordo. Es posible que cuando termine esta conversaciуn pierda el empleo, pues, aunque estoy aquн por razones de trabajo, mi jefe, el inspector Jan Bublanski, de la brigada de delitos violentos de Estocolmo, no estб al tanto de esta visita.

—Parece grave.

—Si mis superiores se enteraran de esto, mi carrera penderнa de un hilo. —Entiendo.

—Pero tengo miedo de que, si no actъo, pueda producirse una terrible injusticia. Y ya irнan dos veces...

—Creo que es mejor que me lo expliques todo.

—Se trata de un hombre llamado Alexander Zalachenko. Era espнa del GRU soviйtico y desertу a Suecia el dнa de las elecciones de 1976. Se le dio asilo polнtico y empezу a trabajar para la Sдpo. Tengo razones para creer que estбs al tanto de ese asunto.

Thorbjцrn Fдlldin contemplу atentamente a Jerker Holmberg.

—Es una larga historia —dijo Holmberg para, acto seguido, empezar a hablar de la investigaciуn en la que se habнa visto involucrado durante los ъltimos meses.

Erika Berger se puso boca abajo y apoyу la cabeza sobre los nudillos. De repente sonriу.

—Mikael, їnunca te has parado a pensar si, en realidad, no estaremos locos de remate los dos?

—їPor quй?

—Pues yo, por lo menos, sн. Me despiertas un irrefrenable deseo. Me siento como una adolescente loca. —Aja.

—Y luego quiero ir a casa y acostarme con mi marido.

Mikael se riу.

—Conozco a un buen terapeuta —dijo.

Ella le hundiу un dedo en la cintura.

—Mikael, trabajar en el SMP me estб empezando a parecer un gran error.

—ЎY una mierda! Es una gran oportunidad para ti. Si alguien puede resucitar a ese muerto, eres tъ.

—Sн, tal vez. Pero йse es precisamente el problema. El SMP es como un muerto. Y encima anoche vas y rematas la faena con lo de Magnus Borgsjу. No entiendo quй diablos pinto yo allн.

—Dale tiempo al tiempo.

—Ya, pero lo de Borgsjу no me hace ninguna gracia. No tengo ni idea de cуmo voy a llevarlo.

—Yo tampoco. Pero ya pensaremos en algo.

Ella permaneciу callada un instante.

—Te echo de menos.

El asintiу y la mirу.

—Yo tambiйn te echo de menos.

—їCuбnto pedirнas por venirte al SMP y convertirte en jefe de Noticias?

—ЎEn mi vida! їNo lo es ya ese Holm, o como se llame?

—Sн. Pero es un idiota.

—En eso te doy la razуn.

—їLo conoces?

—Claro que sн. Fue mi jefe durante tres meses a mediados de los aсos ochenta, cuando trabajй cubriendo una baja. Es un cabrуn que manipula a la gente. Ademбs.. .

—їAdemбs quй?

—Bah, nada. No quiero ir por ahн soltando cotilleos. —Dime.

—Una chica llamada Ulla no sй quй y que tambiйn trabajaba como sustituta dijo que йl la acosaba sexualmente. No sй cuбnto hubo de verdad y cuбnto de falso en todo aquello, pero el comitй de empresa no hizo nada al respecto y a ella no le prorrogaron el contrato, cosa que sн iban a hacer antes.

Erika Berger mirу el reloj, suspirу, saliу de la cama y desapareciу en direcciуn a la ducha. Mikael ni se habнa movido cuando ella saliу, se secу y se puso la ropa.

—Yo me quedo un rato mбs —dijo йl.

Ella le dio un beso en la mejilla, se despidiу con la mano y se marchу.

Monica Figuerola aparcу a veinte metros del coche de Gуran Mбrtensson, en Luntmakargatan, muy cerca de Olof Palmes gata. Lo vio caminar unos sesenta metros hasta el parquнmetro y pagar. Luego йl se fue andando hasta Sveavбgen.

Monica Figuerola pasу de pagar el aparcamiento: si se entretuviera en el parquнmetro lo perderнa. Siguiу a Mбrtensson hasta Kungsgatan, donde йste girу a la izquierda y entrу en Kungstornet. Ella refunfuсу pero no le quedaba otra elecciуn, asн que esperу tres minutos y luego entrу en el cafй. Estaba sentado en la planta baja hablando con un hombre de unos treinta y cinco aсos. Era rubio y parecнa estar en bastante buena forma. «Un madero, pensу Monica Figuerola.»

Lo identificу como el hombre que Christer Malm habнa fotografiado delante del Copacabana el uno de mayo.

Pidiу un cafй, se sentу en el otro extremo del local y abriу el Dagens Nyheter. Mбrtensson y su acompaсante hablaban en voz baja. No pudo oнr ni una sola palabra de lo que decнan. Sacу su telйfono y fingiу hacer una llamada, algo totalmente innecesario, ya que ninguno de los dos hombres la estaba mirando. Les hizo una foto que sabнa que iba a ser de 72 dpi y, por lo tanto, de demasiada baja calidad para publicarla. Sin embargo, podнa servir como prueba de que el encuentro se habнa celebrado.

Al cabo de algo mбs de quince minutos, el hombre rubio se levantу y abandonу el Kungstornet. Monica Figuerola se maldijo por dentro: їpor quй no se habrнa quedado fuera? Lo habrнa reconocido en cuanto hubiera salido. Quiso levantarse e ir tras йl enseguida. Pero Mбrtensson continuaba allн, tranquilo, tomбndose su cafй. No querнa llamar la atenciуn levantбndose y siguiendo a ese desconocido interlocutor.

Pasados unos cuarenta segundos Mбrtensson fue al baсo. En cuanto cerrу la puerta, Monica Figuerola se puso de pie y saliу a Kungsgatan. Mirу a diestro y siniestro, pero el hombre rubio ya no estaba.

Se la jugу y fue corriendo hasta la intersecciуn de Kungsgatan con Sveavбgen. No lo vio por ninguna parte, de modo que bajу a toda prisa hasta el metro. Ni el menor rastro de йl.

Volviу a Kungstornet. Mбrtensson tambiйn habнa desaparecido.

Erika Berger empezу a soltar palabrotas descontroladamente cuando volviу al sitio donde habнa aparcado su BMW el dнa anterior, a dos manzanas de Samirs gryta.

El coche permanecнa allн. Pero durante la noche alguien le habнa pinchado las cuatro ruedas. «Malditas putas ratas de alcantarilla», comenzу a decir mientras le hervнa la sangre de rabia.

No habнa muchas alternativas. Llamу a la grъa y explicу la situaciуn. No tenнa tiempo de quedarse esperando, de modo que introdujo las llaves en el tubo de escape para que los de la grъa pudieran entrar en el coche. Luego bajу a Mariatorget y parу un taxi.

Lisbeth Salander entrу en la pбgina web de Hacker Republic y constatу que Plague estaba conectado. Le pinchу.

—Hola, Wasp. їQuй tal las cosas por Sahlgrenska? —Relajadas. Necesito tu ayuda. —Vaya, vaya.

—Nunca creн que te la fuera a pedir. —Debe de ser algo serio.

—Gуran Mбrtensson, residente en Vбllingby. Necesito acceso a su ordenador. —Vale.

—Debes transferirle todo el material a Mikael Blomkvist, a Millennium.

—De acuerdo. Eso estб hecho.

—Gran hermano tiene pinchado el telйfono de Blomkvist y probablemente tambiйn su correo. Tienes que mandarlo todo a una direcciуn de Hotmail.

—Vale.

—Si yo no estoy accesible, Blomkvist te pedirб ayuda. Necesita poder ponerse en contacto contigo. —Mmm.

—Es un poco cabeza cuadrada, pero te puedes fiar de йl.

—Mmm.

—їCuбnto quieres?

Plague permaneciу en silencio durante unos segundos.

—їEsto tiene que ver con tu situaciуn?

—Sн.

—їTe puede ayudar? —Sн.

—Entonces te lo regalo.

—Gracias. Pero siempre pago mis deudas. Voy a necesitar tu ayuda hasta el juicio. Te pagarй 30.000. —їTe lo puedes permitir? —Me lo puedo permitir. —Vale.

—Me parece que tendremos que recurrir a Trinity. їCrees que podrбs convencerlo para que venga a Suecia? —їPara hacer quй?

—Lo que mejor sabe hacer. Le pagarй sus honorarios habituales + gastos.

—De acuerdo. ї Quiйn ?

Le explicу lo que querнa que hicieran.

El viernes por la maсana, el doctor Anders Jonasson parecнa preocupado cuando contemplу de modo educado a un inspector Eнans Faste sumamente irritado al otro lado de la mesa.

—Lo lamento —dijo Anders Jonasson.

—No lo entiendo. Pensй que Salander se habнa recuperado. He venido a Gotemburgo en parte para poder interrogarla y en parte para preparar su traslado a una celda de Estocolmo, que es donde debe estar.

—Lo lamento —repitiу Anders Jonasson—. Me encantarнa deshacerme de ella porque no nos sobran precisamente habitaciones en el hospital. Pero...

—їY si estб fingiendo?



  

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