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Segunda parte 13 страница



Si el gobierno se hubiese visto implicado, entonces Suecia no serнa ni un бpice mejor que cualquier dictadura del mundo.

No era posible.

Y luego estaban los acontecimientos del 12 de abril en Sahlgrenska. Zalachenko oportunamente asesinado por un trastornado obseso de la justicia justo en el momento en el que se producнa un robo en casa de Mikael Blomkvist y atracaban a Annika Giannini. En ambos casos robaron el extraсo informe de Gunnar Bjцrck de 1991. Era informaciуn con la que Dragan Armanskij habнa contribuido ojfthe record. No se habнa puesto ninguna denuncia policial.

Y al mismo tiempo, Gunnar Bjцrck va y se ahorca. Precisamente la persona con la que, mбs que con ninguna otra, desearнa hablar muy en serio.

Torsten Edklinth no creнa en una casualidad de tal megacalibre. El inspector Jan Bublanski no creнa en una casualidad asн. Mikael Blomkvist no creнa en ella. Edklinth volviу a coger el rotulador.

Evert Gullberg, 78 aсos. ї їїAsesor fiscal???

ї Quiйn diablos era Evert Gullberg?

Pensу en llamar al jefe de la DGP/Seg, pero se abstuvo de hacerlo por la simple razуn de que no sabнa hasta quй escalafуn llegaba la conspiraciуn dentro de la jerarquнa del cuerpo. En resumen: no sabнa en quiйn confiar.

Despuйs de haber rechazado la posibilidad de recurrir a alguien de la DGP/Seg, pensу por un instante en dirigirse a la policнa abierta. Jan Bublanski era el encargado de la investigaciуn sobre Ronald Niedermann y, naturalmente, deberнa estar interesado en toda la informaciуn relacionada con ella. Pero, por razones polнticas, resultaba imposible.

Sintiу un enorme peso sobre los hombros.

Por ъltimo, sуlo le quedaba una alternativa que era correcta desde un punto de vista constitucional y que tal vez pudiera servirle de protecciуn en el caso de que, en el futuro, llegara a caer en desgracia polнtica. Tenнa que dirigirse al jefe y conseguir un apoyo polнtico para lo que estaba haciendo.

Mirу el reloj: poco menos de las cuatro de la tarde del viernes. Levantу el auricular y llamу al ministro de Justicia, al que conocнa desde hacнa varios aсos y con el que habнa coincidido en varias presentaciones que habнa hecho en el ministerio. Consiguiу localizarlo en apenas cinco minutos.

—Hola, Torsten —le dijo el ministro de Justicia—. ЎCuбnto tiempo! їDe quй se trata?

—Sinceramente, creo que te estoy llamando para ver cuбnta credibilidad me otorgas.

—їCuбnta credibilidad? Quй pregunta mбs extraсa. Por lo que a mн respecta tienes una credibilidad muy grande. їA quй se debe esa pregunta?

—A una peticiуn urgente y extraordinaria. Necesito reunirme contigo y con el primer ministro. Y corre prisa.

—Vaya.

—Si no te importa, esperarй a tenerte frente a frente para explicбrtelo. Tengo un asunto sobre mi mesa tan desconcertante que considero que tanto tъ como el primer ministro debйis ser informados.

—Parece serio.

—Es serio.

—їTiene algo que ver con terroristas y amenazas?...

—No. Es mбs serio que todo eso. Con esta llamada estoy poniendo en juego no sуlo mi reputaciуn sino tambiйn toda mi carrera. No lo harнa si no fuera porque considero que la situaciуn es sumamente grave.

—Entiendo. De ahн tu pregunta sobre la credibilidad... їCuбndo necesitas ver al primer ministro?

—Esta misma noche si es posible.

—Me estбs empezando a preocupar. —Por desgracia, tienes razones para ello. —їCuбnto tiempo durarб la reuniуn? Edklinth reflexionу.

—Me llevarб una hora resumir todos los detalles. —Te llamo dentro de un rato.

El ministro de Justicia volviу a llamar transcurridos quince minutos y le comunicу a Torsten Edklinth que el primer ministro podrнa recibirlo en su domicilio a las 21.30 horas de esa misma noche. A Edklinth le sudaba la mano cuando colgу. Bueno... Maсana por la maсana mi carrera podrнa finalizar.

Volviу a coger el telйfono y llamу a Monica Figuerola.

—Hola, Monica. Tienes servicio esta noche. Presйntate aquн a las 21.00. Correctamente vestida.

—Yo siempre voy correctamente vestida —dijo Monica Figuerola.

El primer ministro contemplу al jefe de protecciуn constitucional con un aire que mбs bien podrнa describirse como desconfiado. A Edklinth le dio la sensaciуn de que, tras las gafas del primer ministro, habнa unas ruedas dentadas girando a toda velocidad.

Luego, el primer ministro desplazу la mirada hasta donde estaba Monica Figuerola, que no habнa dicho nada en toda la hora que durу la presentaciуn. Vio a una mujer inusualmente alta y musculosa que le devolviу una mirada educada y expectante. Acto seguido, observу al ministro de Justicia, que se habнa puesto algo pбlido durante la presentaciуn.

Por ъltimo, el primer ministro inspirу profundamente, se quitу las gafas y permaneciу un largo instante mirando al vacнo.

—Creo que necesitamos mбs cafй —acabу diciendo.

—Sн, por favor —pidiу Monica Figuerola.

Edklint asintiу con la cabeza y el ministro de Justicia se lo sirviу de una cafetera termo que se hallaba sobre la mesa.

—Dйjeme resumнrselo para asegurarme de que lo he entendido bien —dijo el primer ministro—: sospecha usted que hay una conspiraciуn dentro de la policнa de seguridad que estб actuando al margen de su misiуn constitucional, y que esa conspiraciуn se ha dedicado durante muchos aсos a algo que se podrнa denominar actividades delictivas.

Edklinth asintiу.

—їY viene a verme a mн porque no confнa en la Direcciуn de la Policнa de Seguridad?

—Bueno —contestу Edklinth—. Decidн dirigirme directamente a usted porque esas actividades violan la Constituciуn, pero no conozco el objetivo de la conspiraciуn ni tampoco si he interpretado algo mal. A lo mejor resulta que la actividad es legнtima y estб autorizada por el gobierno. En ese caso, podrнa estar actuando basбndome en una informaciуn errуnea o en un malentendido y se correrнa el riesgo de que yo desvelara una operaciуn secreta en curso.

El primer ministro mirу al ministro de Justicia. Los dos entendнan que Edklinth estaba cubriйndose las espaldas.

—Nunca he oнdo hablar de nada parecido. їTъ sabes algo de todo esto?

—En absoluto —contestу el ministro de Justicia—. No he visto nada en ningъn informe de la policнa de seguridad que pueda hacer referencia a algo asн.

—Mikael Blomkvist piensa que se trata de una fracciуn dentro de la Sдpo. El los llama El club de Zalachenko.

—Ni siquiera he oнdo hablar jamбs de que Suecia haya recibido y mantenido a un desertor ruso de ese calibre.. . Asн que desertу durante el gobierno de Fдlldin.

—Me cuesta creer que Fдlldin ocultara semejante informaciуn —dijo el ministro de Justicia—. Una deserciуn asн deberнa haber sido un asunto de alta prioridad a la hora de informar al siguiente gobierno.

Edklinth carraspeу.

—Ese gobierno de centroderecha cediу el poder al gobierno de Olof Palme. No es ningъn secreto que algunos de los que me precedieron en la DGP/Seg albergaban unas ideas bastante curiosas sobre Palme...

—їQuiere eso decir que a alguien se le olvidу informar al gobierno socialdemуcrata?...

Edklinth asintiу.

—Quiero recordarles que Fдlldin estuvo en el poder durante dos mandatos. Y en ambos se resquebrajу el gobierno de coaliciуn. Al principio le entregу el poder a Ola Ullsten, quien liderу un gobierno de minorнa en 1979. Luego, el gobierno volviу a romperse una vez mбs, cuando el Partido Moderado abandonу y Fдlldin gobernу con los liberales. Lo mбs seguro es que, durante el traspaso de poderes al gobierno entrante se produjera un cierto caos en la Cancillerнa del gobierno. Es incluso posible que un asunto como el de Zalachenko se mantuviese dentro de un cнrculo tan reducido que, simplemente, el primer ministro Fдlldin no estuviera muy al corriente y que por eso no tuviera en realidad nada sustancial sobre lo que informar a Palme.

—Y en ese caso їquiйn es el responsable? —preguntу el primer ministro.

Todos menos Monica Figuerola negaron con la cabeza.

—Supongo que resulta inevitable que esto se filtre a los medios de comunicaciуn —dijo el primer ministro.

—Lo van a publicar Mikael Blomkvist y Millennium. Dicho de otro modo: nos encontramos en una situaciуn que nos obliga a actuar.

Edklinth se afanу en incluir las palabras «nos encontramos». El primer ministro asintiу. Se dio cuenta de la gravedad de la situaciуn.

—Bueno, ante todo debo agradecerle que haya venido a informarme de este asunto con tanta celeridad. No suelo aceptar este tipo de visitas apresuradas, pero el ministro de Justicia me dijo que usted era una persona sensata y que algo extraordinario tenнa que haber ocurrido para que quisiera verme saltбndose todos los cauces normales.

Edlinth suspirу algo aliviado. Pasara lo que pasase, por lo menos no serнa objeto de la ira del primer ministro.

—Ahora sуlo nos queda decidir cуmo actuar. їTiene alguna idea?

—Quizб —-contestу Edklinth dubitativo.

Permaneciу callado tanto tiempo que Monica Figuerola carraspeу.

—їPodrнa decir algo?

—Adelante —le respondiу el primer ministro.

—Si resulta que el gobierno no estб al tanto de esta operaciуn, entonces es ilegal. El responsable en esos casos es el delincuente, o sea, el o los funcionarios que hayan sobrepasado sus lнmites. Si podemos verificar todas las afirmaciones que hace Mikael Blomkvist, un grupo de empleados de la policнa de seguridad se ha dedicado a realizar actividades delictivas. A partir de ahн el problema se divide en dos.

—їQuй quiere usted decir?

—Primero hay que responder a la pregunta de cуmo ha sido posible todo esto. їDe quiйn es la responsabilidad? їCуmo ha podido surgir una conspiraciуn asн dentro del marco de una organizaciуn policial establecida? Quiero recordarles que yo misma trabajo para la DGP/Seg y que estoy orgullosa de hacerlo. їCуmo ha podido prolongarse durante tanto tiempo? їCуmo han podido ocultar y financiar las actividades?

El primer ministro asintiу.

—Por lo que se refiere a ese primer aspecto, ya se escribirбn libros sobre todo eso —prosiguiу Monica Figuerola—. Pero una cosa estб clara: tiene que haber una financiaciуn y estamos hablando, como poco, de varios millones de coronas al aсo. He echado un vistazo al presupuesto de la policнa de seguridad y no he encontrado nada que pueda hacer referencia al club de Zalachenko. Pero, como usted bien sabe, hay una serie de fondos ocultos a los que tienen acceso el jefe administrativo y el jefe de presupuesto, pero no yo.

El primer ministro asintiу apesadumbrado. їPor quй la gestiуn de la Sдpo tenнa que ser siempre una pesadilla?

—-El otro aspecto del problema versa sobre las personas involucradas. O, mбs concretamente, sobre las que habrнa que detener.

El primer ministro hizo una mueca.

—Desde mi punto de vista, todas esas cuestiones dependen de la decisiуn que usted tome durante los prуximos minutos.

Torsten Edklinth contuvo la respiraciуn. Si hubiese podido darle una patada en la espinilla a Monica Figuerola, lo habrнa hecho: al afirmar que el responsable era el primer ministro en persona, se acababa de cargar de un solo golpe toda la retуrica. El ya habнa pensado llegar a la misma conclusiуn, pero no sin antes dar un largo rodeo diplomбtico.

—їY quй decisiуn piensa usted que deberнa tomar? —preguntу el primer ministro.

—Tenemos intereses comunes. Llevo tres aсos trabajando en protecciуn constitucional y considero que es una misiуn de capital importancia para la democracia sueca. Durante los ъltimos aсos la policнa se ha portado bien en contextos constitucionales. Como es natural, no quiero que el escбndalo afecte a la DGP/Seg. Para nosotros es importante destacar que se trata de una actividad delictiva llevada a cabo por ciertos individuos a tнtulo personal.

—Definitivamente, una actividad de este tipo no cuenta con la autorizaciуn del gobierno -—aclarу el ministro de Justicia.

Monica Figuerola asintiу con la cabeza y reflexionу unos segundos.

—Desde su perspectiva, supongo que resulta importante que el escбndalo no afecte al gobierno, que es lo que sucederнa si se intentara ocultar la historia —dijo ella.

—El gobierno no suele ocultar actividades criminales —le respondiу el ministro de Justicia.

—No, pero partamos de la hipуtesis de que quisiera hacerlo: se convertirнa en un escбndalo de enormes proporciones.

—Continъe —dijo el primer ministro.

—La situaciуn actual se complica por el hecho de que, para poder investigar esta historia, los de protecciуn constitucional, en la prбctica, nos vemos obligados a ir en contra de nuestro reglamento. Queremos que se haga de forma jurнdica y constitucionalmente correcta.

—Todos lo queremos —apostillу el primer ministro.

—En tal caso, propongo que usted, en calidad de primer ministro, le ordene a protecciуn constitucional que investigue todo este lнo cuanto antes. Denos una orden por escrito y concйdanos las competencias necesarias.

—No estoy seguro de que lo que usted propone sea legal —dijo el ministro de Justicia.

—Sн. Es legal. El gobierno tiene poder para tomar medidas de gran alcance en el caso de que la Constituciуn se vea amenazada de ser modificada de una forma ilegнtima. Si un grupo de militares o policнas empieza a llevar una polнtica exterior independiente, lo que tenemos, defacto, es que en nuestro paнs se ha producido un golpe de Estado.

—їUna polнtica exterior?... —preguntу el ministro de Justicia.

El primer ministro asintiу de repente.

—Zalachenko era desertor de un paнs extranjero —le recordу Monica Figuerola—. La informaciуn que йl iba revelando se entregaba, segъn Mikael Blomkvist, a servicios de inteligencia extranjeros. Si el gobierno no estaba informado, nos encontramos con que se ha dado un golpe de Estado.

—Entiendo su argumentaciуn —dijo el primer ministro—-. Ahora dйjeme hablar a mн.

Se levantу y dio una vuelta alrededor de la mesa del salуn. Al final se detuvo delante de Edklinth.

—-Tiene usted una colaboradora muy inteligente. Ademбs, no se anda con rodeos.

Edklinth tragу saliva y asintiу. El primer ministro se volviу hacia su ministro de Justicia.

—Llama a tu secretario de Estado y al director jurнdico. Maсana por la maсana quiero un documento que le otorgue a protecciуn constitucional poderes extraordinarios para actuar en este asunto. La misiуn consiste en estudiar el grado de veracidad de las afirmaciones que hemos comentado hoy, recabar documentaciуn acerca de su envergadura e identificar a las personas que son responsables o estбn implicadas.

Edklinth asintiу con la cabeza.

—En el documento no figurarб que estб usted trabajando en la instrucciуn de un sumario; puede que me equivoque, pero creo que es tan sуlo el fiscal general quien puede designar al instructor de un sumario en esta situaciуn. No obstante, lo que sн puedo hacer es encomendarle la tarea de formar una comisiуn unipersonal para averiguar la verdad. De modo que lo que realizarб serб la investigaciуn de una comisiуn estatal. їEntiende?

—Sн. Pero permнtame mencionar que en el pasado yo he sido fiscal.

—-Mmm. Tenemos que pedirle al director jurнdico que le eche un vistazo a esto y que determine quй serнa lo formalmente correcto. En cualquier caso, usted serб el ъnico responsable de esta investigaciуn; usted mismo designarб a cuantos colaboradores necesite. Si encuentra pruebas de actividades delictivas, deberб ponerlo en conocimiento del fiscal general, quien decidirб si dictar auto de procesamiento o no.

—Tengo que consultar el procedimiento legal exacto, pero creo que hay que informar al presidente del Riksdag y a la comisiуn constitucional... Esto se va a filtrar rбpidamente —apostillу el ministro de Justicia.

—En otras palabras, debemos actuar ya —concluyу el primer ministro.

—Mmm —dijo Monica Figuerola.

—їQuй? —preguntу el primer ministro.

—Hay dos problemas... Primero, la publicaciуn de Millennium puede entrar en conflicto con nuestra investigaciуn, y segundo, el juicio contra Lisbeth Salander empieza dentro de un par de semanas.

—їSerнa posible averiguar para cuбndo tiene prevista Millennium la publicaciуn?

—Podrнamos preguntarlo —contestу Edklinth—. Lo que menos deseamos es meternos en la actividad de los medios de comunicaciуn.

—Por lo que se refiere a esa tal Salander... —empezу diciendo el ministro de Justicia para, acto seguido, reflexionar un breve instante antes de seguir— serнa terrible que hubiese sido objeto de los abusos de los que habla Millennium... їCabe la posibilidad de que eso sea realmente cierto?

-—Me temo que sн —respondiу Edklinth.

—En ese caso, tenemos que asegurarnos de que sea indemnizada y, sobre todo, de que no vuelva a ser vнctima de otra vulneraciуn de sus derechos —dijo el primer ministro.

—їY eso cуmo se hace? —preguntу el ministro de Justicia—. El gobierno no debe, bajo ninguna circunstancia, intervenir en un proceso jurнdico en curso. Serнa una violaciуn de la ley.

—їY si hablamos con el fiscal?...

—No —contestу Edklinth—. Como primer ministro no debe influir en el proceso jurнdico de ninguna manera.

—En otras palabras, Salander tendrб que pelear sus asaltos en la sala del tribunal —dijo el ministro de Justicia—. Hasta que no pierda el juicio y recurra al gobierno no podemos intervenir para indultarla u ordenarle al fiscal general que investigue si hay razones para celebrar un nuevo juicio.

Luego aсadiу algo:

—Pero eso sуlo valdrб en el caso de que la condenen a prisiуn. Si dictan una sentencia de internamiento en una clнnica psiquiбtrica, el gobierno no podrб hacer nada: se tratarнa de una cuestiуn mйdica y el primer ministro no tiene competencia para decidir si estб loca o no.

A las diez de la noche del viernes, Lisbeth Salander oyу una llave introduciйndose en la cerradura. Apagу inmediatamente el ordenador de mano y lo metiу bajo la almohada. Al levantar la vista, vio a Anders Jonasson cerrar la puerta.

—Buenas noches, seсorita Salander —saludу—. їCуmo te encuentras esta noche?

—Tengo un terrible dolor de cabeza y tambiйn fiebre —dijo Lisbeth.

—Eso no suena nada bien.

Lisbeth Salander no parecнa estar especialmente torturada por la fiebre ni los dolores de cabeza. El doctor Anders Jonasson la examinу durante diez minutos. Constatу que en el transcurso de la tarde la fiebre le habнa vuelto a subir en exceso.

—Es una pena que se nos presente ahora esto con lo que habнas mejorado en las ъltimas semanas. Me temo que ya no te podrй dar el alta hasta dentro de dos semanas como mнnimo.

—Dos semanas deberнan ser suficientes.

Jonasson le echу una larga mirada.

La distancia que hay entre Londres y Estocolmo por tierra es, grosso modo, de 1.800 kilуmetros que, en teorнa, se recorren en aproximadamente veinte horas. En la prбctica, tras casi veinte horas de viaje sуlo habнan llegado a la frontera de Alemania con Dinamarca. El cielo estaba cubierto de nubes de un gris plomizo, y el lunes, cuando el hombre al que llamaban Trinity se encontraba en medio del puente de Уresund, empezу a diluviar. Redujo la velocidad y activу los limpiaparabrisas.

A Trinity le parecнa un infierno conducir por Europa, ya que toda la Europa continental se empeсaba en conducir por el lado errуneo de la calzada. Habнa metido su equipaje en la furgoneta el sбbado por la maсana y cogido un ferri entre Dover y Calais para luego atravesar Bйlgica vнa Lieja. Cruzу la frontera con Alemania en Aquisgrбn y luego cogiу la Autobahn con direcciуn a Hamburgo y desde allн continuу hasta Dinamarca.

Su compaсero, Bob the Dog, dormнa en el asiento de atrбs. Se habнan turnado al volante y, aparte de las paradas que habнan hecho para comer en restaurantes de carretera, habнan conducido a una velocidad fija de unos noventa kilуmetros por hora. La furgoneta tenнa dieciocho aсos y no podнa alcanzar mucho mбs.

Habнa maneras mбs sencillas de desplazarse entre Londres y Estocolmo, pero en un vuelo regular, desafortunadamente, no resultaba muy probable que les dejaran pasar los controles con mбs de treinta kilos de equipos electrуnicos. Por tierra, sin embargo, a pesar de haber pasado seis fronteras, no los parу ni un solo aduanero ni controlador de pasaportes. Trinity era un entusiasta defensor de la UE, cuyas normas facilitaban sus viajes continentales.

Trinity contaba treinta y dos aсos de edad y habнa nacido en la ciudad de Bradford, aunque vivнa en el norte de Londres desde que era pequeсo. Sus estudios fueron bastante mediocres: en una escuela de formaciуn profesional donde le dieron un certificado en el que se hacнa constar que era tйcnico en telecomunicaciones; y, en efecto, durante tres aсos, desde que cumpliу los diecinueve, habнa trabajado como instalador para British Telecom.

En realidad, sus conocimientos teуricos en electrуnica e informбtica le habrнan permitido participar sin miedo en debates sobre la materia y superar sin problema a cualquier arrogante y experto catedrбtico. Habнa vivido rodeado de ordenadores desde que contaba unos diez aсos de edad y su primer pirateo lo realizу con trece. Le cogiу el gusto, y cuando tenнa diecisйis sus conocimientos eran tales que ya estaba compitiendo con los mejores del mundo. Hubo una йpoca en la que cada minuto que estaba despierto se lo pasу delante de la pantalla del ordenador haciendo sus propios programas y colocando insidiosos bucles en la red. Se metiу en la BBC, en el Ministerio de Defensa inglйs y en Scotland Yard. Incluso consiguiу tomar, por un momento, el mando de un submarino atуmico britбnico que patrullaba en el Mar del Norte. Por fortuna, dentro del mundo de los piratas informбticos, Trinity mбs bien pertenecнa a la categorнa de los curiosos que a la de los malvados. Su fascinaciуn cesaba en el instante en que conseguнa violar los cуdigos de un ordenador, acceder a йl y enterarse de sus secretos. Como mucho, gastaba alguna que otrapracticaljoke como, por ejemplo, dar instrucciones a un ordenador del submarino para que le dijera al capitбn que se limpiara el culo, cuando lo que йste habнa pedido era que le indicara la posiciуn. Este ъltimo incidente dio lugar a una serie de gabinetes de crisis en el Ministerio de Defensa, por lo que, pasado algъn tiempo, Trinity empezу a comprender que tal vez no fuera una buena idea ir alardeando de sus habilidades, si es que el Estado iba en serio con sus amenazas de condenar a los hackers a duras penas de cбrcel.

Se hizo tйcnico en telecomunicaciones porque ya sabнa cуmo funcionaba la red telefуnica. Constatу de inmediato que estaba tremendamente anticuada y cambiу de profesiуn: se hizo asesor de seguridad y empezу a instalar sistemas de alarma y a supervisar las medidas de protecciуn de robos. A ciertos clientes especialmente elegidos tambiйn podнa ofrecerles servicios tan sofisticados como vigilancia y escuchas telefуnicas.

Era uno de los fundadores de Hacker Republic, de la cual Wasp era ciudadana.

Eran las siete y media de la tarde del domingo cuando йl y Bob the Dog llegaron a Estocolmo. Cuando pasaron el IKEA de Kungens kurva, en Skбrholmen, Trinity abriу su mуvil y marcу un nъmero que tenнa memorizado.

—ЎPlague! —dijo Trinity. —їDуnde estбis?

—Me dijiste que te llamara al pasar НKEA.

Plague les describiу el camino hasta el albergue de Lбngholmen, donde habнa hecho una reserva para sus colegas de Inglaterra. Como Plague no salнa prбcticamente nunca de su apartamento, quedaron en verse en su casa al dнa siguiente a las diez de la maсana.

Tras un instante de reflexiуn, Plague decidiу hacer un gran esfuerzo y se puso a fregar, limpiar y ventilar la casa para recibir a sus invitados.




  

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