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Segunda parte 12 страница



Erika Berger tenнa el coche aparcado a doscientos metros de Samirs gryta y ya habнa recorrido la mitad del camino cuando sintiу que le palpitaba tanto el corazуn que tuvo que parar y apoyarse contra la pared de un portal. Estaba mareada.

Se quedу un buen rato respirando el aire fresco de mayo. De repente, se dio cuenta de que, desde el uno de mayo, llevaba trabajando una media de quince horas diarias. Casi tres semanas. їCуmo estarнa dentro de tres aсos? їQuй sentirнa Morander cuando cayу muerto al suelo en medio de la redacciуn?

Al cabo de diez minutos volviу a Samirs gryta y se cruzу con Mikael justo cuando йste salнa por la puerta. El se detuvo asombrado.

—Erika...

—No digas nada, Mikael. Llevamos tanto tiempo de amistad que no hay nada que pueda destruirla. Tъ eres mi mejor amigo y esto es como cuando tъ te fuiste a Hedestad hace dos aсos, aunque al revйs. Me siento muy infeliz y bajo mucha presiуn.

El asintiу y la abrazу. Ella notу que de golpe los ojos se le llenaban de lбgrimas.

—Tres semanas en el SMP y ya estoy destrozada —dijo ella, riйndose.

—Bueno, bueno. Creo que se necesita un poco mбs para destrozar a Erika Berger.

—ЎA la mierda tu casa! Estoy demasiado cansada como para volver a Saltsjуbaden. Me dormirй al volante y me matarй. Acabo de decidirlo. Irй andando hasta el Scandic Crown y cogerй una habitaciуn. Acompбсame.

El asintiу.

—Ahora se llama Hilton.

—Pues como mierda se llame.

Recorrieron a pie la corta distancia. Ninguno de los dos dijo nada. Mikael habнa puesto el brazo sobre el hombro de Erika. Ella lo mirу de reojo y se dio cuenta de que йl estaba tan cansado como ella.

Nada mбs entrar en el hotel se dirigieron a la recepciуn, pidieron una habitaciуn doble y pagaron con la tarjeta de crйdito de Erika. Subieron, se desnudaron, se ducharon y se metieron bajo las sбbanas. A Erika le dolнan mucho los mъsculos, como si acabara de correr el maratуn de Estocolmo. Estuvieron abrazados un rato y luego se apagaron como velas.

Ninguno de los dos tuvo la sensaciуn de que los habнan estado vigilando. No advirtieron al hombre que los observaba en la misma entrada del hotel.


Capнtulo 15

Jueves, 19 de mayo — Domingo, 22 de mayo

 

Lisbeth Salander dedicу la mayor parte de la noche del jueves a leer los artнculos de Mikael Blomkvist y los capнtulos de su libro, que ya estaban mбs o menos terminados. Como el fiscal Ekstrцm tenнa previsto celebrar el juicio en julio, Mikael habнa fijado el deadline para la imprenta para el 20 de junio. Eso querнa decir que a Kalle Blomkvist de los Cojones le quedaba poco mбs de un mes para acabar el texto y rellenar todos los huecos.

Lisbeth no entendнa cуmo le iba a dar tiempo, pero eso era problema de йl, no de ella. Ella ya tenнa bastante con decidir quй postura adoptar con respecto a las preguntas que йl le habнa hecho.

Cogiу su Palm Tungsten T3 y entrу en [La_Mesa_ Chalada] para ver si Mikael habнa escrito algo nuevo durante las ъltimas veinticuatro horas. Constatу que no. Luego abriу el documento que йl habнa titulado [Cuestiones fundamentales]. Ya se sabнa el texto de memoria, pero aun asн lo leyу una vez mбs.

El habнa esbozado la estrategia que Annika Giannini le habнa explicado a ella. Cuando Annika se la presentу, Lisbeth la escuchу con un distraнdo y distanciado interйs, como si no fuera con ella. Pero Mikael Blomkvist conocнa secretos que Annika Giannini desconocнa; por eso podнa presentar ese plan de actuaciуn de una manera mбs contundente. Bajу hasta el cuarto pбrrafo.

La ъnica persona que puede decidir cуmo va a ser tu futuro eres tъ misma. No importa lo que Annika luche por ti ni cуmo te apoyemos Armanskij, Palmgren, yo o quien sea. No pienso intentar convencerte de nada; eres tъ la que debe decidir quй hacer. O le das un giro al juicio a tu favor o dejas que te condenen. Pero si lo que pretendes es ganar, tendrбs que luchar.

Apagу el ordenador y mirу al techo: Mikael le pedнa permiso para contar en su libro toda la verdad. Tenнa intenciуn de ocultar la parte de la violaciуn de Bjurman: ese capнtulo ya estaba redactado y Mikael habнa disfrazado la verdad concluyendo que Bjurman habнa iniciado una colaboraciуn con Zalachenko que se torciу porque el abogado perdiу los estribos, razуn por la cual Niedermann se vio obligado a matarlo. No entrу en los motivos de Bjurman.

Kalle Blomkvist de los Cojones le estaba complicando la vida.

Meditу un largo rato.

A las dos de la maсana cogiу su Palm Tungsten T3 y entrу en el programa de tratamiento de textos. Abriу un nuevo documento, sacу el puntero y empezу a marcar letras sobre el teclado digital.

Mi nombre es Lisbeth Salander. Nacн el 30 de abril de 1978. Mi madre era Agneta Sofнa Salander. Me tuvo con diecisiete aсos. Mi padre era un psicуpata, un asesino y un maltratador de mujeres llamado Alexander Zalachenko. Trabajу como agente ilegal en la Europa occidental para el servicio de inteligencia militar de la Uniуn Soviйtica, el GRU.

Iba despacio porque tenнa que ir marcando una a una las letras. Formulaba cada frase en la cabeza antes de escribirla. No hizo ni un solo cambio en el texto. Eran las cuatro de la maсana cuando apagу su ordenador de mano y lo puso a cargar en el hueco que quedaba por detrбs de la mesilla de noche. Habнa redactado el equivalente a dos hojas DIN A4 a un espacio.

Erika Berger se despertу a las siete de la maсana. A pesar de haber dormido mбs de ocho horas sin interrupciones, estaba muy lejos de sentirse descansada. Mirу a Mikael Blomkvist, que seguнa durmiendo profundamente.

Lo primero que hizo fue encender el mуvil para comprobar si habнa recibido mensajes. La pantalla le indicу que su marido, Greger Backman, la habнa llamado once veces. ЎMierda! Se me olvidу llamarlo. Marcу su nъmero y le explicу dуnde estaba y por quй no habнa vuelto a casa la noche anterior. El estaba cabreado.

—Erika, no vuelvas a hacerme esto. Sabes que no es nada personal contra Mikael, pero me has tenido en un estado de desesperaciуn toda la noche. Me morнa sуlo de pensar que te hubiese ocurrido algo. Si no vienes a dormir, llбmame, joder. їCуmo se te puede olvidar una cosa asн?

Greger Backman estaba del todo conforme con el hecho de que Mikael Blomkvist fuera el amante de su mujer. La relaciуn tenнa lugar con su consentimiento y aprobaciуn. Pero cada vez que ella decidнa pasar la noche con Mikael siempre llamaba a su marido para decнrselo. Esta vez se fue al Hilton sin otra idea en la cabeza mбs que dormir.

—Perdуname —dijo ella—. Es que anoche caн redonda.

El siguiу gruсendo un rato mбs.

—No te enfades conmigo, Greger. Ahora no. Ya me echarбs esta noche todas las broncas que quieras.

Gruсу un poco menos y prometiу echarle una buena bronca en cuanto la tuviera delante.

—De acuerdo. їY quй tal Blomkvist?

—Estб durmiendo. —De repente, soltу una carcajada—. Te lo creas o no, nos dormimos cinco minutos despuйs de acostarnos. No nos habнa pasado nunca.

—Erika, esto es serio. Tal vez deberнas ver a un mйdico.

Cuando acabу la conversaciуn con su marido llamу a la centralita del SMP y dejу un mensaje para el secretario de redacciуn, Peter Fredriksson. Comunicу que le habнa surgido un imprevisto y que irнa un poco mбs tarde de lo habitual. Le pidiу que cancelara una reuniуn con los colaboradores de la secciуn de cultura.

Despuйs cogiу su bandolera, buscу un cepillo de dientes y se fue al baсo. Luego volviу a la cama y despertу a Mikael.

—Hola —murmurу.

—Hola —dijo ella—. Venga, deprisa, al baсo; dъchate y lбvate los dientes. —їQ... quй?

Se incorporу y mirу a su alrededor con tanto desconcierto que ella tuvo que recordarle que se encontraba en el Hilton de Slussen. El asintiу.

—Anda, corre. Al baсo.

—їPor quй?

—Porque en cuanto vuelvas quiero sexo. Ella consultу su reloj.

—Y date prisa. Tengo una reuniуn a las once y necesito por lo menos media hora para ofrecer una cara presentable. Y quiero comprarme una camiseta de camino al trabajo. De modo que sуlo disponemos de unas dos horas para recuperar todo el tiempo perdido.

Mikael se fue al baсo.

Jerker Holmberg aparcу el Ford de su padre en el patio de la casa del ex primer ministro Thorbjцrn Fдlldin en Бs, una granja a las afueras de Ramvik, en el municipio de Harnуsand. Bajу del coche y mirу a su alrededor. Era jueves por la maсana. Estaba chispeando y los campos se veнan muy verdes. A sus setenta y nueve aсos, Fдlldin ya no era un agricultor en activo, asн que Holmberg se preguntу quiйn sembrarнa y recogerнa la cosecha. Sabнa que lo observaban desde la ventana de la cocina. Formaba parte del reglamento rural. El mismo habнa crecido en Hбlledal, cerca de Ramvik, a un tiro de piedra del puente de Sandу, uno de los lugares mбs bonitos del mundo. Segъn Jerker Holmberg.

Se acercу hasta el porche y llamу a la puerta.

El ex lнder del Partido de Centro habнa envejecido, pero daba la impresiуn de mantenerse todavнa fuerte y lleno de vitalidad.

—Hola, Thorbjуrn. Me llamo Jerker Holmberg. No es la primera vez que nos vemos, aunque ya hace unos cuantos aсos de eso. Mi padre es Gustav Holmberg; representу al partido en el consejo municipal en los aсos setenta y ochenta.

—Hola. Sн, ya me acuerdo de ti, Jerker. Trabajas de policнa en Estocolmo, si no me equivoco. Harб unos diez o quince aсos que no te veнa.

—Creo que mбs. їPuedo entrar?

Se sentу a la mesa de la cocina mientras Thorbjцrn Fдlldin le servнa cafй.

—Espero que tu padre se encuentre bien. Pero no es йsa la razуn de tu visita, їverdad?

—No. Mi padre estб bien. Anda reformando el tejado de la casa de campo.

—їCuбntos aсos tiene ahora?

—Cumpliу setenta y uno hace dos meses.

—Aja—dijo Fдlldin mientras se sentaba—. їY quй te trae por aquн?

Jerker Holmberg mirу por la ventana de la cocina y vio cуmo una urraca se posaba junto a su coche y se ponнa a inspeccionar el suelo. Luego se dirigiу a Fдlldin.

—Vengo sin haber sido invitado y con un problema muy gordo. Es posible que cuando termine esta conversaciуn pierda el empleo, pues, aunque estoy aquн por razones de trabajo, mi jefe, el inspector Jan Bublanski, de la brigada de delitos violentos de Estocolmo, no estб al tanto de esta visita.

—Parece grave.

—Si mis superiores se enteraran de esto, mi carrera penderнa de un hilo. —Entiendo.

—Pero tengo miedo de que, si no actъo, pueda producirse una terrible injusticia. Y ya irнan dos veces...

—Creo que es mejor que me lo expliques todo.

—Se trata de un hombre llamado Alexander Zalachenko. Era espнa del GRU soviйtico y desertу a Suecia el dнa de las elecciones de 1976. Se le dio asilo polнtico y empezу a trabajar para la Sдpo. Tengo razones para creer que estбs al tanto de ese asunto.

Thorbjцrn Fдlldin contemplу atentamente a Jerker Holmberg.

—Es una larga historia —dijo Holmberg para, acto seguido, empezar a hablar de la investigaciуn en la que se habнa visto involucrado durante los ъltimos meses.

Erika Berger se puso boca abajo y apoyу la cabeza sobre los nudillos. De repente sonriу.

—Mikael, їnunca te has parado a pensar si, en realidad, no estaremos locos de remate los dos?

—їPor quй?

—Pues yo, por lo menos, sн. Me despiertas un irrefrenable deseo. Me siento como una adolescente loca. —Aja.

—Y luego quiero ir a casa y acostarme con mi marido.

Mikael se riу.

—Conozco a un buen terapeuta —dijo.

Ella le hundiу un dedo en la cintura.

—Mikael, trabajar en el SMP me estб empezando a parecer un gran error.

—ЎY una mierda! Es una gran oportunidad para ti. Si alguien puede resucitar a ese muerto, eres tъ.

—Sн, tal vez. Pero йse es precisamente el problema. El SMP es como un muerto. Y encima anoche vas y rematas la faena con lo de Magnus Borgsjу. No entiendo quй diablos pinto yo allн.

—Dale tiempo al tiempo.

—Ya, pero lo de Borgsjу no me hace ninguna gracia. No tengo ni idea de cуmo voy a llevarlo.

—Yo tampoco. Pero ya pensaremos en algo.

Ella permaneciу callada un instante.

—Te echo de menos.

El asintiу y la mirу.

—Yo tambiйn te echo de menos.

—їCuбnto pedirнas por venirte al SMP y convertirte en jefe de Noticias?

—ЎEn mi vida! їNo lo es ya ese Holm, o como se llame?

—Sн. Pero es un idiota.

—En eso te doy la razуn.

—їLo conoces?

—Claro que sн. Fue mi jefe durante tres meses a mediados de los aсos ochenta, cuando trabajй cubriendo una baja. Es un cabrуn que manipula a la gente. Ademбs.. .

—їAdemбs quй?

—Bah, nada. No quiero ir por ahн soltando cotilleos. —Dime.

—Una chica llamada Ulla no sй quй y que tambiйn trabajaba como sustituta dijo que йl la acosaba sexualmente. No sй cuбnto hubo de verdad y cuбnto de falso en todo aquello, pero el comitй de empresa no hizo nada al respecto y a ella no le prorrogaron el contrato, cosa que sн iban a hacer antes.

Erika Berger mirу el reloj, suspirу, saliу de la cama y desapareciу en direcciуn a la ducha. Mikael ni se habнa movido cuando ella saliу, se secу y se puso la ropa.

—Yo me quedo un rato mбs —dijo йl.

Ella le dio un beso en la mejilla, se despidiу con la mano y se marchу.

Monica Figuerola aparcу a veinte metros del coche de Gуran Mбrtensson, en Luntmakargatan, muy cerca de Olof Palmes gata. Lo vio caminar unos sesenta metros hasta el parquнmetro y pagar. Luego йl se fue andando hasta Sveavбgen.

Monica Figuerola pasу de pagar el aparcamiento: si se entretuviera en el parquнmetro lo perderнa. Siguiу a Mбrtensson hasta Kungsgatan, donde йste girу a la izquierda y entrу en Kungstornet. Ella refunfuсу pero no le quedaba otra elecciуn, asн que esperу tres minutos y luego entrу en el cafй. Estaba sentado en la planta baja hablando con un hombre de unos treinta y cinco aсos. Era rubio y parecнa estar en bastante buena forma. «Un madero, pensу Monica Figuerola.»

Lo identificу como el hombre que Christer Malm habнa fotografiado delante del Copacabana el uno de mayo.

Pidiу un cafй, se sentу en el otro extremo del local y abriу el Dagens Nyheter. Mбrtensson y su acompaсante hablaban en voz baja. No pudo oнr ni una sola palabra de lo que decнan. Sacу su telйfono y fingiу hacer una llamada, algo totalmente innecesario, ya que ninguno de los dos hombres la estaba mirando. Les hizo una foto que sabнa que iba a ser de 72 dpi y, por lo tanto, de demasiada baja calidad para publicarla. Sin embargo, podнa servir como prueba de que el encuentro se habнa celebrado.

Al cabo de algo mбs de quince minutos, el hombre rubio se levantу y abandonу el Kungstornet. Monica Figuerola se maldijo por dentro: їpor quй no se habrнa quedado fuera? Lo habrнa reconocido en cuanto hubiera salido. Quiso levantarse e ir tras йl enseguida. Pero Mбrtensson continuaba allн, tranquilo, tomбndose su cafй. No querнa llamar la atenciуn levantбndose y siguiendo a ese desconocido interlocutor.

Pasados unos cuarenta segundos Mбrtensson fue al baсo. En cuanto cerrу la puerta, Monica Figuerola se puso de pie y saliу a Kungsgatan. Mirу a diestro y siniestro, pero el hombre rubio ya no estaba.

Se la jugу y fue corriendo hasta la intersecciуn de Kungsgatan con Sveavбgen. No lo vio por ninguna parte, de modo que bajу a toda prisa hasta el metro. Ni el menor rastro de йl.

Volviу a Kungstornet. Mбrtensson tambiйn habнa desaparecido.

Erika Berger empezу a soltar palabrotas descontroladamente cuando volviу al sitio donde habнa aparcado su BMW el dнa anterior, a dos manzanas de Samirs gryta.

El coche permanecнa allн. Pero durante la noche alguien le habнa pinchado las cuatro ruedas. «Malditas putas ratas de alcantarilla», comenzу a decir mientras le hervнa la sangre de rabia.

No habнa muchas alternativas. Llamу a la grъa y explicу la situaciуn. No tenнa tiempo de quedarse esperando, de modo que introdujo las llaves en el tubo de escape para que los de la grъa pudieran entrar en el coche. Luego bajу a Mariatorget y parу un taxi.

Lisbeth Salander entrу en la pбgina web de Hacker Republic y constatу que Plague estaba conectado. Le pinchу.

—Hola, Wasp. їQuй tal las cosas por Sahlgrenska? —Relajadas. Necesito tu ayuda. —Vaya, vaya.

—Nunca creн que te la fuera a pedir. —Debe de ser algo serio.

—Gуran Mбrtensson, residente en Vбllingby. Necesito acceso a su ordenador. —Vale.

—Debes transferirle todo el material a Mikael Blomkvist, a Millennium.

—De acuerdo. Eso estб hecho.

—Gran hermano tiene pinchado el telйfono de Blomkvist y probablemente tambiйn su correo. Tienes que mandarlo todo a una direcciуn de Hotmail.

—Vale.

—Si yo no estoy accesible, Blomkvist te pedirб ayuda. Necesita poder ponerse en contacto contigo. —Mmm.

—Es un poco cabeza cuadrada, pero te puedes fiar de йl.

—Mmm.

—їCuбnto quieres?

Plague permaneciу en silencio durante unos segundos.

—їEsto tiene que ver con tu situaciуn?

—Sн.

—їTe puede ayudar? —Sн.

—Entonces te lo regalo.

—Gracias. Pero siempre pago mis deudas. Voy a necesitar tu ayuda hasta el juicio. Te pagarй 30.000. —їTe lo puedes permitir? —Me lo puedo permitir. —Vale.

—Me parece que tendremos que recurrir a Trinity. їCrees que podrбs convencerlo para que venga a Suecia? —їPara hacer quй?

—Lo que mejor sabe hacer. Le pagarй sus honorarios habituales + gastos.

—De acuerdo. ї Quiйn ?

Le explicу lo que querнa que hicieran.

El viernes por la maсana, el doctor Anders Jonasson parecнa preocupado cuando contemplу de modo educado a un inspector Eнans Faste sumamente irritado al otro lado de la mesa.

—Lo lamento —dijo Anders Jonasson.

—No lo entiendo. Pensй que Salander se habнa recuperado. He venido a Gotemburgo en parte para poder interrogarla y en parte para preparar su traslado a una celda de Estocolmo, que es donde debe estar.

—Lo lamento —repitiу Anders Jonasson—. Me encantarнa deshacerme de ella porque no nos sobran precisamente habitaciones en el hospital. Pero...

—їY si estб fingiendo?

Anders Jonasson se riу.

—No creo que sea muy probable. Debes entender lo siguiente: a Lisbeth Salander le han pegado un tiro en la cabeza. Yo le saquй una bala del cerebro, pero, a partir de ese momento, que sobreviviera o no era una loterнa. Sobreviviу y su evoluciуn ha sido extraordinariamente satisfactoria... tan buena que mis colegas y yo estбbamos dispuestos a darle el alta. Y justo ayer observamos un claro empeoramiento. Se quejу de un fuerte dolor de cabeza y, de repente, la fiebre le empieza a subir y bajar. Ayer por la tarde tenнa 38 y vomitу en dos ocasiones. Le bajу en el transcurso de la noche y se mantuvo casi sin fiebre, de modo que pensй que se trataba de algo pasajero. Pero cuando la examinй esta maсana le habнa subido a 39, lo cual es grave. Durante el dнa le ha vuelto a bajar.

—Entonces, їquй le pasa?

—No lo sй, pero el hecho de que su fiebre estй oscilando indica que no se trata de una gripe ni de nada parecido. No sabrнa decirte a quй se debe con exactitud, pero podrнa ser algo tan sencillo como una alergia a algъn medicamento o alguna otra cosa con la que haya tenido contacto.

Buscу una imagen en el ordenador y le mostrу la pantalla a Hans Faste.

—He mandado hacer un escбner craneal. Como puedes observar, justo aquн, en torno a la herida de la bala, hay una zona mбs oscura. No consigo saber de quй se trata. Podrнa ser la misma cicatrizaciуn, pero tambiйn una pequeсa hemorragia. Asн que, hasta que no sepamos quй es lo que ocurre, no le voy a dar el alta; por muy urgente que sea.

Hans Faste asintiу, resignado. No era cuestiуn de contradecir a un mйdico, una persona que tiene poder sobre la vida y la muerte y es lo mбs cercano al representante de Dios que hay sobre la tierra. A excepciуn de la policнa, tal vez. Fuera como fuese, Faste no tenнa ni competencia ni conocimientos para determinar la gravedad del estado de Lisbeth Salander.

—їY ahora quй va a pasar?

—He prescrito reposo absoluto y una interrupciуn de su rehabilitaciуn: necesita fisioterapia debido a las lesiones que la bala le produjo en el hombro y la cadera.

—De acuerdo... Debo contactar con el fiscal Ekstrцm de Estocolmo. Esto ha sido toda una sorpresa. їQuй le puedo decir?

—Hace dos dнas estaba dispuesto a autorizar su traslado para finales de esta semana. Pero, tal y como estбn las cosas, vamos a esperar mбs tiempo. Tienes que advertirle que de momento no voy a tomar ninguna decisiуn al respecto, y que quizб no os la podбis llevar a Estocolmo para ingresarla en prisiуn preventiva hasta dentro de dos semanas. Depende por completo de su evoluciуn.

—La fecha del juicio estб fijada para el mes de julio...

—Si no surge ningъn imprevisto, hay tiempo de sobra para que entonces ya estй en pie.

El inspector Jan Bublanski observу con desconfianza a la musculosa mujer que se hallaba al otro lado de la mesa. Estaban sentados en una terraza de Norr Mбlarstrand tomando cafй. Era viernes, 20 de mayo, y hacнa un calor veraniego. Ella lo habнa pillado a las cinco, justo cuando йl ya se iba a casa. Se identificу como Monica Figuerola, de la DGP/Seg, y le propuso una conversaciуn privada en torno a una taza de cafй.

Al principio, Bublanski se mostrу reacio y malhumorado. Luego ella lo mirу a los ojos y le aclarу que no venнa a interrogarlo oficialmente y que, por supuesto, no necesitaba decirle nada si no querнa. El le preguntу de quй se trataba y ella le explicу con toda franqueza que su jefe le habнa encomendado la misiуn de averiguar, de forma extraoficial, quй habнa de falso y quй de verdadero en el asн llamado «asunto Zalachenko», tambiйn conocido en otras ocasiones como el «asunto Salander». Le explicу, asimismo, que ni siquiera estaba del todo claro que tuviera derecho a hacerle preguntas, y que si deseaba contestбrselas o no, era decisiуn suya.

—їQuй es lo que quieres saber? —preguntу Bublanski finalmente.

—Cuйntame lo que sepas de Lisbeth Salander, Mikael Blomkvist, Gunnar Bjцrck y Alexander Zalachenko. їCуmo encajan todas esas piezas?

Hablaron durante mбs de dos horas.

Torsten Edklinth reflexionу mucho sobre cуmo proseguir. Despuйs de cinco dнas de pesquisas, Monica Figuerola le habнa dado una serie de claros indicios de que algo iba extraordinariamente mal en la DGP/Seg. Comprendнa la necesidad de actuar con sumo cuidado hasta que no tuviera bien cubiertas las espaldas. En esos momentos, йl mismo se encontraba en medio de un apuro constitucional, ya que no estaba autorizado a llevar a cabo investigaciones operativas en secreto, sobre todo cuando iban en contra de sus propios compaсeros.

De manera que se hacнa imprescindible dar con una fуrmula que legitimara sus actividades. En caso de emergencia, siempre podrнa recurrir a su condiciуn de policнa y decir que el deber de todo miembro del cuerpo era siempre investigar un delito; sin embargo, ahora se trataba de un delito de una naturaleza tan extremadamente delicada desde un punto de vista constitucional que, si diera un solo paso en falso, lo mбs seguro es que acabara siendo relegado de su puesto. Pasу el viernes encerrado en su despacho cavilando en solitario.

Las conclusiones a las que llegу, por muy inverosнmiles que se le antojaran, fueron que Dragan Armanskij tenнa razуn: habнa una conspiraciуn en el seno de la DGP/Seg en la cual una serie de personas actuaban al margen de las actividades ordinarias del cuerpo. Como esta actividad venнa existiendo desde hacнa muchos aсos —por lo menos desde 1976, cuando Zalachenko llegу a Suecia— debнa de haber sido organizada desde mбs arriba y haber contado con el beneplбcito de las altas esferas. Pero no tenнa ni idea de hasta dуnde llegaba en la jerarquнa.

Escribiу tres nombres en un cuaderno que estaba sobre su mesa:

Gуran Mбrtensson, protecciуn personal. Inspector de policнa.

Gunnar Bjцrck, jefe adjunto del Departamento de extranjerнa. Fallecido. (їSuicidio?)

Albert Shenke, jefe administrativo, DGP/Seg.

Monica Figuerola habнa llegado a la conclusiуn de que por lo menos el jefe administrativo tenнa que haber manejado los hilos cuando Mбrtensson, de protecciуn personal, fue —en teorнa— trasladado al contraespionaje; algo que nunca llegу a ocurrir en realidad, pues se dedicу a vigilar al periodista Mikael Blomkvist, lo cual no tenнa nada que ver con el contraespionaje.

A la lista habнa que aсadirle otros nombres, esta vez ajenos a la DGP/Seg:

Peter Teleborian, psiquiatra. Lars Faulsson, cerrajero.

Teleborian fue contratado por la DGP/Seg como asesor psiquiбtrico en unas cuantas ocasiones a finales de los aсos ochenta y principios de los noventa. Eso ocurriу en tres momentos concretos, asн que Edklinth habнa sacado los informes del archivo para estudiarlos. La primera vez tuvo un carбcter extraordinario: el contraespionaje habнa identificado a un informador ruso dentro de la industria sueca de telecomunicaciones, y el pasado de aquel espнa inducнa a temer que tal vez se le manifestaran ciertas inclinaciones suicidas en el caso de que fuera desenmascarado. Teleborian efectuу un anбlisis —remarcable por su agudeza— en el que se sugerнa que se convirtiera al informador en agente doble. Las otras dos ocasiones en las que consultaron a Teleborian fueron evaluaciones psiquiбtricas en casos de menor importancia: una acerca de un empleado de la DGP/Seg que tenнa problemas con la bebida y la otra sobre el extraсo comportamiento sexual de un diplomбtico de un paнs africano.

Pero ni Teleborian ni Faulsson —en especial, Faulsson— ocuparon ningъn puesto en la DGP/Seg. Aun asн, a travйs de sus trabajos de asesoramiento, estaban vinculados a... їa quй?

La conspiraciуn estaba нntimamente ligada al difunto Alexander Zalachenko, agente ruso que desertу del GRU y que, segъn todas las fuentes, llegу a Suecia el dнa de las elecciones de 1976. Y del cual nunca nadie habнa oнdo hablar. ї Cуmo era posible?

Edklinth intentу imaginarse lo que podrнa haber pasado si йl hubiese estado al mando de la DGP/Seg en 1976, cuando Zalachenko desertу. їCуmo habrнa actuado? Mбxima confidencialidad. Algo fundamental. La deserciуn sуlo podrнa haber sido conocida por un reducido y exclusivo cнrculo; si no, la informaciуn corrнa el riesgo de ser filtrada a los rusos y... Pero їxuбn reducido era el cнrculo?

їUn departamento operativo?

їUn departamento operativo desconocido?

Si todo hubiese sido kpsher, el asunto Zalachenko deberнa haberse confiado al Departamento de contraespionaje. Lo mejor de todo habrнa sido, claro estб, que el servicio de inteligencia militar se hubiera ocupado del caso, pero allн no tenнan ni recursos ni competencia para dedicarse a ese tipo de actividades operativas. Asн que fue a la DGP/Seg.

No obstante, el asunto nunca llegу al contraespionaje. Bjцrck era la clave; йl fue, al parecer, una de las personas que tratу con Zalachenko. Aunque Bjцrck nunca habнa tenido nada que ver con el contraespionaje. Bjцrck constituнa un misterio. Formalmente, ocupу un cargo en el Departamento de extranjerнa desde los aсos setenta, pero lo cierto es que apenas se le vio por el departamento hasta los aсos noventa, cuando, de la noche a la maсana, se convirtiу en jefe adjunto.

Aun asн, Bjцrck constituнa la principal fuente de la informaciуn de Blomkvist. їCуmo habrнa convencido Blomkvist a Bjцrck para que le revelara esa bomba informativa? їA un periodista?

Las putas. Bjцrck iba con putas adolescentes y Millennium pensaba denunciarlo. Blomkvist tenнa que haber chantajeado a Bjцrck.

Luego entrу Salander en la historia.

El difunto letrado Nils Bjurman trabajу en el Departamento de extranjerнa al mismo tiempo que el difunto Bjцrck. Fueron ellos los que se encargaron de Zalachenko. Pero їdуnde lo metieron?

Alguien tuvo que tomar las decisiones. Con un desertor de esa categorнa, la orden debiу de llegar desde lo mбs alto.

Desde el gobierno. Tuvieron que contar con el apoyo gubernamental. Todo lo demбs resultaba impensable.

їO no?

Un escalofrнo de malestar recorriу el cuerpo de Edklinth. Desde un punto de vista formal todo eso resultaba comprensible. Un desertor de la talla de Zalachenko debнa ser tratado con la mбxima confidencialidad. Eso era lo que йl mismo habrнa decidido. Eso era lo que el gobierno de Fдlldin tenнa que haber decidido. Resultaba perfectamente lуgico.

Pero lo que ocurriу en 1991 no seguнa ninguna lуgica. Bjцrck contratу a Teleborian para meter a Lisbeth Salander en un hospital psiquiбtrico con el pretexto de que estaba psнquicamente enferma. Eso constituнa un delito. Y se trataba de un delito tan grave que Edklinth volviу a sentir un escalofrнo de malestar.

Alguien tenнa que haber tomado las decisiones pertinentes. Y en ese caso, en absoluto podнa haber sido el gobierno... Ingvar Carlsson habнa sido primer ministro, y luego Cari Bildt. Pero ningъn polнtico se atreverнa ni siquiera a imaginar una decisiуn asн, que no sуlo iba en contra de toda ley y justicia, sino que tambiйn —si alguna vez se llegara a conocer— acabarнa provocando un verdadero escбndalo de catastrуficas dimensiones.



  

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