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MILLENNIUM 3 10 страница



Gullberg contestу pausadamente.

—Resulta casi imposible saberlo. Zalachenko no lanza amenazas en vano, y harб lo que mбs le convenga. En ese sentido es previsible. Si le favorece hablar con los medios de comunicaciуn... si puede obtener una amnistнa o una reducciуn de pena, lo harб. O si se siente traicionado y quiere jodernos.

—їIndependientemente de las consecuencias?

—Sobre todo eso. Para йl se trata de mostrarse mбs duro que nosotros.

—Pero aunque Zalachenko hable es muy posible que nadie lo crea. Para probar algo tienen que entrar en nuestro archivo. Y йl no conoce esta direcciуn.

—їQuieres asumir ese riesgo? Pongamos que Zalachenko habla. їQuiйn mбs se irб de la lengua despuйs?

їQuй hacemos si Bjцrck confirma la historia? Y Clinton, con su aparato de diбlisis... їquй pasarнa si de repente se convirtiera en un hombre religioso y amargado de todo y de todos? Imagнnate que quiere confesar sus pecados. Crйeme: si alguien habla, serб el final de la Secciуn. —Entonces... їquй hacemos?

Un silencio se apoderу de la mesa. Fue Gullbeg quien retomу el hilo.

—El problema presenta varias partes. En primer lugar, podemos estar de acuerdo con las consecuencias en el caso de que Zalachenko se vaya de la lengua. Toda la maldita Suecia constitucional caerб sobre nuestras cabezas. Nos aniquilarбn. Me imagino que varias personas de la Secciуn irнan a la cбrcel.

—Desde un punto de vista jurнdico, la actividad es legal; trabajamos por encargo del gobierno.

—ЎNo digas tonterнas! —le espetу Gullberg—. Tъ sabes tan bien como yo que un papel que se redactу en tйrminos poco precisos a mediados de los aсos sesenta no vale hoy una mierda.

—Yo dirнa que a ninguno de nosotros le gustarнa saber quй ocurrirнa exactamente si Zalachenko largara —aсadiу.

Se hizo un nuevo silencio.

—Por lo tanto, el punto de partida tiene que ser intentar callar a Zalachenko —dijo Georg Nystrуm finalmente.

Gullberg asintiу.

—Y para persuadirle de que permanezca con la boca cerrada debemos ofrecerle algo sustancial. El problema es que resulta imprevisible. Nos podrнa quemar a su antojo por pura mala leche. Tenemos que pensar en alguna manera de mantenerlo a raya.

—їY su ultimбtum?... —dijo Joсas Sandberg—. Que hagamos desaparecer todo esto y que mandemos a Salander al manicomio.

—Ya sabremos cуmo ocuparnos de Salander. El problema es Zalachenko. Pero eso nos lleva a la segunda parte: reducciуn de los daсos colaterales. El informe de Teleborian de 1991 se ha filtrado y constituye una potencial amenaza de las mismas dimensiones que Zalachenko.

Georg Nystrуm se aclarу la voz.

—En cuanto nos dimos cuenta de que el informe habнa salido a la luz y habнa acabado en manos de la policнa tomй ciertas medidas. Fui a ver al jurista Forelius, de la DGP/Seg, quien se puso en contacto con el fiscal general. Este ordenу que la policнa devolviera el informe y que no se copiara ni distribuyera.

—їCuбnto sabe el fiscal general de todo esto? —preguntу Gullberg.

—Nada de nada. El actъa por peticiуn oficial de la DGP/Seg. Se trata de material altamente confidencial y el fiscal general no tiene otra elecciуn. No puede actuar de otra forma.

—Vale. їQuiйnes de dentro de la policнa han leнdo el informe?

—Pues lo han leнdo Bublanski, su colega Sonja Modig y el instructor del sumario, Richard Ekstrцm. Y supongo que podemos dar por descontado que otros dos policнas... —Nystrуm hojeу sus apuntes-—; un tal Curt Svensson y un tal Jerker Holmberg conocen por lo menos el contenido. Ten en cuenta que existнan dos copias...

—O sea, cuatro policнas y un fiscal. їQuй sabemos de ellos?

—El fiscal Ekstrцm tiene cuarenta y dos aсos. Se le considera una estrella en ascenso. Ha trabajado como investigador en el Ministerio de Justicia y se le han dado algunos casos llamativos. Ambicioso. Consciente de su imagen. Un trepa.

—їSociata? —preguntу Gullberg.

—Probablemente. Pero no estб afiliado.

—O sea, que el que lleva la investigaciуn es Bublanski. Lo vi en una rueda de prensa en la televisiуn. No parecнa encontrarse cуmodo ante las cбmaras.

—Tiene cincuenta y dos aсos y posee un excelente curriculum, pero tambiйn tiene fama de ser un tipo arisco. Es judнo y bastante ortodoxo.

—Y la mujer... їquiйn es?

—Sonja Modig. Casada, treinta y nueve aсos, madre de dos hijos. Ha hecho carrera con bastante rapidez. Hablй con Peter Teleborian y la describiу como emocional. Cuando Teleborian estuvo haciendo una presentaciуn sobre Salander, Sonja Modig no parу de cuestionarlo.

—Vale.

—Curt Svensson es un tipo duro. Treinta y ocho aсos. Viene de la unidad de bandas callejeras de los suburbios del sur y llamу la atenciуn hace un par de aсos cuando matу de un tiro a un chorizo. En la investigaciуn interna lo absolvieron de todos los cargos. Por cierto, fue a йl a quien mandу Bublanski para detener a Gunnar Bjцrck.

—Entiendo. Guбrdate en la memoria la muerte de ese chorizo. Si nos interesa desacreditar al grupo de Bublanski, siempre podremos centrarnos en Svensson y decir que resulta inapropiado como policнa. Supongo que seguimos contando con contactos relevantes dentro de los medios de comunicaciуn... їY el ъltimo?

—Jerker Holmberg. Cincuenta y cinco aсos. Procede de Norrland y en realidad es especialista en examinar el lugar del crimen. Hace un par de aсos le ofrecieron realizar los cursos de formaciуn para ascender a comisario, pero declinу la oferta. Parece encontrarse a gusto con lo que hace.

—їAlguno de ellos es activo polнticamente? —No. En los aсos setenta el padre de Holmberg fue presidente del consejo municipal del Partido de Centro. —Mmm. Parece ser un grupo bastante modesto. Suponemos que son como una pina. їPodemos aislarlos de alguna manera?

—Hay un quinto policнa que tambiйn estб implicado —dijo Nystrуm—. Hans Faste, cuarenta y siete aсos. Me han contado por ahн que ha estallado un fuerte conflicto entre Faste y Bublanski. Y tengo entendido que ha cobrado tales dimensiones que Faste se ha dado de baja.

—ї"Quй sabemos de йl?

—Cada vez que pregunto por йl recibo una respuesta diferente. Cuenta con una larga hoja de servicios bastante impecable. Un profesional. Pero es de trato difнcil. Por lo visto, la pelea con Bublanski tiene que ver con Lisbeth Salander.

—їEn quй sentido?

—Faste parece haberse aferrado a esa idea de una banda satбnica de lesbianas de la que tanto ha escrito la prensa. En realidad no le gusta Salander; su mera presencia se le antoja un insulto personal. No me extraсarнa que estuviera detrбs de la mitad de los rumores. Un ex colega suyo me contу que, en general, tiene dificultades para colaborar con las mujeres.

—Interesante —dijo Gullberg para, acto seguido, quedarse meditando un instante—. Como la prensa ya ha escrito sobre una banda lesbiana podrнa haber razones para tirar de ese hilo. No contribuye precisamente a aumentar la credibilidad de Salander.

—O sea, que los policнas que han leнdo la investigaciуn de Bjцrck representan un problema. їTenemos alguna forma de aislarlos? —preguntу Sandberg.

Wadensjуу encendiу otro purito.

—Bueno, el instructor del sumario es Ekstrцm...

—Pero el que manda es Bublanski —dijo Nystrуm.

—Sн, pero no puede oponerse a las decisiones administrativas —Wadensjуу parecнa pensativo; mirу a Gullberg—. Tъ cuentas con mбs experiencia que yo, pero esta historia parece tener tantos hilos y tantas ramificaciernes... Creo que convendrнa mantener alejados a Bublanski y Modig de Salander.

—Estб bien, Wadensjуу —contestу Gullberg—. Y eso es exactamente lo que vamos a hacer. Bublanski es el encargado de la investigaciуn del asesinato de Bjurman y de esa pareja de Enskede. Salander ya no figura en esa investigaciуn. Ahora se trata de ese alemбn llamado Niedermann. De modo que Bublanski y su equipo tendrбn que concentrar sus esfuerzos en cazar a Niedermann.

—-De acuerdo.

—Salander ya no es asunto suyo. Luego estб lo de Nykvarn... Son tres asesinatos de hace mбs tiempo. Ahн hay una conexiуn con Niedermann. La investigaciуn estб ahora en Sцdertдlje, pero habrнa que juntar las dos en una sola. Asн Bublanski tendrб las manos ocupadas durante un tiempo. Quiйn sabe... Quizб detenga a ese Niedermann.

—Mmm.

—Este Faste... їhabrб alguna manera de lograr que vuelva? Parece ser la persona idуnea para investigar las sospechas dirigidas contra Salander.

—Entiendo tu razonamiento —dijo Wadensjуу—. Se trata de conseguir que Ekstrцm separe los dos asuntos. Pero todo esto harб que consigamos controlar a Ekstrцm.

—No deberнa ser demasiado complicado —comentу Gullberg, mirando de reojo a Nystrуm, quien hizo un gesto de asentimiento.

—Yo me ocupo de Ekstrцm —se ofreciу Nystrуm—. Seguro que estб deseando no haber oнdo hablar jamбs de Zalachenko. Nos entregу el informe de Bjцrck en cuanto la Sдpo se lo pidiу y ya ha dicho que, por supuesto, acatarб todos los aspectos que afecten de alguna forma a la seguridad nacional.

—їQuй piensas hacer? —preguntу Wadensjуу escйptico.

—Dйjame preparar un plan —dijo Nystrуm—. Creo que simplemente debemos explicarle de manera educada lo que ha de hacer para evitar que su carrera tenga un abrupto fin.

—La tercera parte es la que constituye el verdadero problema —dijo Gullberg—. La policнa no encontrу el informe de Bjцrck por sus propios medios: se lo entregу un periodista. Y los medios de comunicaciуn representan, como todos sabйis, un problema en este contexto. Millennium.

Nystrуm buscу entre sus apuntes.

—Mikael Blomkvist—dijo.

Todos habнan oнdo hablar del asunto Wennerstrцm y conocнan el nombre de Mikael Blomkvist.

—Dag Svensson, el periodista asesinado, trabajaba para Millennium. Estaba preparando unos artнculos sobre el traffickjng. Fue asн como descubriу a Zalachenko. Fue Mikael Blomkvist quien lo encontrу muerto. Ademбs, conoce a Salander y ha confiado en su inocencia todo el tiempo.

-—їCуmo cono puede conocer a la hija de Zalachenko? ... їNo os parece demasiada casualidad?

—No creemos que sea una casualidad —dijo Wadensjуу—. Creemos que, de alguna manera, Salander es el vнnculo que los une a todos. No sabemos muy bien cуmo, pero es la ъnica explicaciуn razonable.

Gullberg permaneciу callado dibujando unos cнrculos concйntricos en su cuaderno. Al final levantу la vista.

—Necesito reflexionar sobre esto un rato. Voy a dar un paseo. Nos vemos dentro de una hora.

El paseo de Gullberg durу casi cuatro horas y no una, como habнa dicho. Caminу tan sуlo unos diez minutos, hasta que encontrу una cafeterнa que servнa un montуn de variedades raras de cafй. Pidiу uno normal, sin leche, de cafй tostado para cafetera de filtro, y se sentу en una mesa de un rincуn que quedaba cerca de la entrada. Se sumiу en profundas cavilaciones intentando desmenuzar los entresijos del problema. A intervalos regulares apuntaba alguna que otra palabra en una agenda.

Una hora y media despuйs, un plan habнa empezado a cobrar forma.

No era un plan bueno, pero, tras haber dado mil vueltas a todas las posibilidades, se dio cuenta de que el problema requerнa medidas drбsticas.

Por suerte, los recursos humanos se encontraban disponibles. Era factible.

Se levantу, buscу una cabina telefуnica y llamу a Wadensjуу.

—Hay que aplazar la reuniуn un poco mбs —dijo—. Tengo que realizar una gestiуn. їPodemos quedar a las dos?

Luego Gullberg bajу a Stureplan y parу un taxi. Lo cierto era que con su pobre pensiуn de funcionario no se podнa permitir ese lujo, pero, por otra parte, ya se encontraba en una edad en la que no tenнa sentido ahorrar para una futura y disoluta vida. Le dio al taxista una direcciуn de Bromma.

Cuando al cabo de un rato йste lo dejу en la direcciуn indicada, Gullberg echу a andar hacia el sur y, tras recorrer una manzana, llamу a la puerta de un pequeсo chalet. Le abriу una mujer de unos cuarenta aсos.

—Buenos dнas. Estoy buscando a Fredrik Clinton.

—їDe parte de quiйn?

—De un viejo colega.

La mujer asintiу y lo acompaсу al salуn, donde Fredrik Clinton se levantу lentamente de un sofб. Sуlo contaba sesenta y ocho aсos pero aparentaba bastantes mбs. Una diabetes y ciertos problemas en las arterias coronarias le habнan dejado secuelas manifiestas.

—ЎGullberg! —se asombrу Clinton.

Se contemplaron durante un largo instante. Luego los dos viejos espнas se abrazaron.

—Creнa que no te volverнa a ver —dijo Clinton—. Supongo que lo que te ha sacado de tu escondite es esto.

Seсalу la portada del vespertino en la que aparecнa una foto de Ronald Niedermann acompaсada del titular «Se busca en Dinamarca al asesino del policнa».

—їCуmo estбs? —preguntу Gullberg.

—Estoy enfermo —le contestу Clinton.

^Ya lo veo.

—Si no me dan un nuevo riсon, morirй dentro de poco. Y la probabilidad de que me lo den es bastante reducida.

Gullberg moviу la cabeza en un gesto afirmativo.

La mujer se asomу a la puerta del salуn y le preguntу a Gullberg si deseaba tomar algo.

—Un cafй, por favor —contestу para, a continuaciуn, dirigirse a Clinton en cuanto ella desapareciу—. їQuiйn es?

—Mi hija.

Gullberg asintiу. Resultaba fascinante comprobar cуmo, a pesar de tantos aсos de estrecha relaciуn en la Secciуn, casi ninguno de los compaсeros se habнa visto durante su tiempo libre. Gullberg conocнa todos y cada uno de sus rasgos caracterнsticos, tanto sus puntos fuertes como los dйbiles, pero sуlo tenнa una vaga idea de sus circunstancias familiares. Durante veinte aсos, Clinton habнa sido tal vez su colaborador mбs cercano. Gullberg sabнa que Clinton habнa estado casado y que tenнa una hija. Pero no conocнa su nombre, ni el de su ex esposa, ni mucho menos el lugar donde Clinton solнa pasar las vacaciones. Era como si todo lo que quedaba fuera de la Secciуn resultara sagrado y no pudiera tratarse.

—їQuй quieres? —-le preguntу Clinton.

—їPuedo preguntarte quй piensas de Wadensjуу?

Clinton negу con la cabeza.

—Prefiero no meterme en ese asunto.

—No es eso lo que te he preguntado. Tъ lo conoces. Trabajу contigo durante diez aсos.

Clinton volviу a negar con la cabeza. —El que dirige la Secciуn ahora es йl. Lo que yo pueda pensar carece de interйs. —їY se las arregla bien? —Bueno, no es ningъn idiota. —Pero...

—Un analista. Un hacha de los puzles. Instinto. Brillante administrador que ha hecho cuadrar el presupuesto de una manera que nos parecнa imposible.

Gullberg asintiу. Lo importante era la cualidad que Clinton no mencionaba.

—їEstбs preparado para volver al servicio?

Clinton alzу la mirada y contemplу a Gullberg. Dudу un buen rato.

—Evert... Cada dos dнas me paso nueve horas en el hospital enchufado a un aparato de diбlisis. No soy capaz de subir unas escaleras sin quedarme prбcticamente sin aliento. No tengo energнa. Ni fuerzas.

—Te necesito. Una ъltima operaciуn.

—No puedo.

—Claro que puedes. Y tambiйn podrбs seguir pasando nueve horas cada dos dнas en diбlisis. Subirбs en ascensor en vez de por las escaleras. Yo lo organizarй todo para que, si hace falta, te lleven en camilla de un lado a otro. Necesito tu cerebro.

Clinton suspirу.

—Cuйntame —dijo.

—Nos encontramos ante una situaciуn extremadamente complicada que requiere intervenciones operativas. Wadensjуу cuenta con un mocoso, Joсas Sandberg, que constituye, йl sуlito, toda la unidad operativa; y no creo que Wadensjуу tenga cojones para hacer lo que hay que hacer. Tal vez sea un hacha haciendo malabares con los presupuestos, pero tiene miedo de tomar decisiones operativas y de meter a la Secciуn en un trabajo de campo que resulta imprescindible.

Clinton asintiу. Una tenue sonrisa asomу a sus labios.

—La operaciуn deberб realizarse en dos frentes distintos. Una parte trata de Zalachenko. Tengo que conseguir que entre en razуn y creo que sй cуmo. La otra parte deberб llevarse a cabo desde aquн, desde Estocolmo. El problema es que no hay nadie en la Secciуn que pueda encargarse de eso. Te necesito para que asumas el mando. Una ъltima intervenciуn. Tengo un plan. Joсas Sandberg y Georg Nystrуm realizarбn el trabajo de campo. Tъ dirigirбs la operaciуn.

—No sabes lo que me estбs pidiendo.

—Sн... Sй lo que te estoy pidiendo. Y serбs tъ mismo quien decida si quieres aceptarlo o no. Pero, o intervenimos nosotros los viejos y arreglamos esto a nuestra manera, o dentro de un par de semanas la Secciуn no existirб.

Clinton apoyу el codo en el brazo del sofб y dejу caer la cabeza en la palma de la mano. Se quedу pensativo un par de minutos.

—Cuйntame tu plan —dijo finalmente.

Evert Gullberg y Fredrik Clinton hablaron durante dos horas.

A Wadensjуу se le pusieron los ojos como platos cuando, a las dos menos tres minutos, Gullberg volviу acompaсado de Fredrik Clinton. Este se le antojу un esqueleto andante. Parecнa tener dificultades para andar y respirar y se apoyaba en el hombro de Gullberg con una mano.

—ЎPor todos los santos!... —exclamу Wadensjуу.

—Continuemos con la reuniуn —respondiу Gullberg secamente.

Volvieron a reunirse en torno a la mesa del despacho de Wadensjуу. Sin pronunciar palabra, Clinton se dejу caer en la silla que le ofrecieron.

—Todos conocйis a Fredrik Clinton —dijo Gullberg.

—Sн —contestу Wadensjуу—. Lo que me pregunto es quй hace aquн.

—Clinton ha decidido volver al servicio activo. Va a dirigir la unidad operativa de la Secciуn hasta que la actual crisis haya pasado.

Gullberg levantу una mano interrumpiendo la protesta de Wadensjуу antes de que a йste ni siquiera le diera tiempo a formularla.

—Clinton estб cansado. Necesita ayuda. Debe acudir regularmente al hospital para someterse a sus sesiones de diбlisis. Wadensjуу, tъ contratarбs a dos asistentes personales para que le ayuden con todos los detalles prбcticos. Pero permнteme que deje una cosa clara: por lo que respecta a este asunto, serб Clinton quien tome todas las decisiones operativas.

Se callу y esperу. No se oyу ninguna protesta.

—Tengo un plan. Creo que podemos llevarlo a buen puerto, pero debemos actuar rбpidamente para no desperdiciar las ocasiones que se nos presenten —dijo—. Luego todo dependerб de la resoluciуn y determinaciуn que haya hoy en dнa en la Secciуn.

Wadensjуу percibiу un cierto desafнo en las palabras de Gullberg.

—Tu dirбs...

—Primero: ya hemos tratado el tema de la policнa. Haremos exactamente lo que dijimos. Intentaremos mantenerla apartada y que se sigan centrando en la bъsqueda de Niedermann. Georg Nystrуm se ocuparб de eso. Pase lo que pase, Niedermann carece de importancia. Nos aseguraremos de que sea Faste el que se encargue de la investigaciуn de Salander.

—No parece demasiado complicado —dijo Nystrуm—. Tan sуlo serб cuestiуn de hablar discretamente con el fiscal Ekstrцm.

—їY si se opone?...

—No creo que lo haga. Es un trepa y no mira mбs que por sus propios intereses. Pero ya sabrй yo quй tecla tocar si fuera preciso. No le gustarнa verse envuelto en un escбndalo.

—Bien. El segundo paso es Millennium y Mikael Blomkvist. Esa es la razуn por la que Clinton ha vuelto al servicio. Es ahн donde se necesitan medidas extraordinarias.

—Creo que esto no me va a gustar —dijo Wadensjуу.

—Es muy probable que no, pero no podemos manipular a Millennium con la misma facilidad. Su amenaza, en cambio, se basa en un solo punto: el informe policial de Bjцrck de 1991- Tal y como estбn las cosas ahora mismo supongo que ese documento se encuentra en dos sitios, tal vez tres. Fue Lisbeth Salander la que dio con йl, pero —no sй cуmo— Mikael Blomkvist tambiйn consiguiу echarle el guante. Eso significa que mientras ella huнa de la justicia debiу de existir algъn tipo de contacto entre Blomkvist y Salander.

Clinton levantу un dedo y pronunciу las primeras palabras desde que llegу.

—Eso tambiйn dice algo del carбcter de nuestro adversario. Blomkvist no teme correr riesgos; acuйrdate del asunto Wennerstrцm.

Gullberg hizo un gesto afirmativo.

—Blomkvist le dio el informe a su redactora jefe, Erika Berger, quien a su vez se lo mandу por mensajero a Bublanski. Asн que ella tambiйn lo ha leнdo. Podemos dar por descontado que han hecho una copia de seguridad. Adivino que Blomkvist tiene una y que hay otra en la redacciуn.

—Parece razonable —dijo Wadensjуу.

—Millennium es una revista mensual, lo que quiere decir que no van a publicarlo maсana mismo. De modo que hay tiempo. Pero tenemos que hacernos con esas dos copias del informe. Y ese tema no podemos gestionarlo con la ayuda del fiscal general.

—Entiendo.

—O sea, que se trata de iniciar una actividad operativa y entrar tanto en casa de Blomkvist como en la redacciуn de Millennium. Joсas: їpodrбs encargarte de eso?

Joсas Sandberg mirу a Wadensjуу por el rabillo del ojo.

—Evert, es preciso que entiendas que... que ya no nos dedicamos a ese tipo de acciones —precisу Wadensjуу—. Estamos en una nueva йpoca que trata mбs de intrusiуn informбtica, escuchas telefуnicas y cosas por el estilo. No contamos con los suficientes recursos como para mantener una actividad operativa.

Gullberg se inclinу hacia delante por encima de la mesa.

—En tal caso, Wadensjуу, tendrбs que buscar esos recursos echando leches. Contrata a gente de fuera. Contrata a una cuadrilla de matones de la mafia yugoslava para que le den una paliza a Blomkvist si hace falta. Pero tenemos que conseguir esas dos copias del informe como sea. Si se quedan sin ellas, no podrбn demostrar una mierda. Si no sois capaces de hacer eso, quйdate ahн sentado tocбndote los cojones hasta que la comisiуn constitucional llame a la puerta.

Gullberg y Wadensjуу cruzaron sus miradas durante un largo rato.

—Vale, me encargarй de eso —dijo de repente Joсas Sandberg.

Gullberg mirу de reojo al jъnior.

—їEstбs seguro de que serбs capaz de organizar algo asн?

Sandberg asintiу.

—Muy bien. Desde este mismo momento Clinton es tu nuevo jefe. Recibirбs уrdenes directas de йl.

Sandberg hizo un gesto de asentimiento.

—Serб, en gran medida, una cuestiуn de vigilancia. La unidad operativa necesita refuerzos —dijo Nystrуm—.

Tengo varios nombres en mente. Hay un chico en la organizaciуn externa: trabaja en el departamento de protecciуn personal de la Seg y se llama Mбrtensson. No le tiene miedo a nada y promete mucho. Llevo ya algъn tiempo pensando en traйrmelo a la organizaciуn interna. Incluso he pensado en йl como mi sucesor.

—Estб bien —respondiу Gullberg—. Que lo decida Clinton.

—Hay otra noticia —dijo Georg Nystrуm—. Me temo que puede existir una tercera copia. —їDуnde?

—Me acabo de enterar de que Lisbeth Salander tiene una abogada. Su nombre es Annika Giannini. Es hermana de Mikael Blomkvist.

Gullberg asintiу.

—Es verdad. Blomkvist le habrб dado una copia a su hermana. Cualquier otra cosa serнa absurda. Lo que quiere decir que a partir de ahora, y durante algъn tiempo, deberemos vigilar de cerca a los tres: a Berger, a Blomkvist y a Giannini.

—No creo que haya que preocuparse por Berger. Hoy mismo han emitido un comunicado de prensa en el que han anunciado que ella va a ser la nueva redactora jefe del Svenska Morgуn-Posten. Ya no tiene nada que ver con Millennium.

—Vale. Pero vigнlala de todas maneras. En cuanto a Millennium, necesitamos pincharles el telйfono a todos y, ademбs, poner micrуfonos en sus domicilios y, por supuesto, en la redacciуn. Tenemos que acceder a sus correos electrуnicos y enterarnos de a quiйn ven y con quiйn hablan. Y estarнa bien saber quй es lo que van a publicar y cуmo van a enfocar sus revelaciones. Y, sobre todo, hemos de echarle el guante al informe. En otras palabras: hay mucha tela por cortar.

Wadensjуу pareciу albergar serias dudas.

—Evert, nos estбs pidiendo que organicemos una serie de actividades operativas contra la redacciуn de un periуdico. Es una de las cosas mбs peligrosas que podemos hacer.

—No tienes elecciуn. O te pones manos a la obra o ya va siendo hora de que otra persona asuma la direcciуn de este lugar.

El desafнo flotу sobre la mesa como una nube.

—Creo que serй capaz de controlar el tema de Millennium —acabу por decir Joсas Sandberg—. Pero nada de esto resuelve el problema bбsico. їQuй hacemos con Zalachenko? Si йl habla, todos los demбs esfuerzos serбn en vano.

Gullberg moviу lentamente la cabeza.

—Ya lo sй. Esa es mi parte de la operaciуn. Creo que tengo un argumento que convencerб a Zalachenko para que no abra la boca. Pero eso exige cierta preparaciуn. Esta misma tarde salgo para Gotemburgo.

Se callу y mirу a su alrededor. Luego centrу su mirada en Wadensjуу.

—Durante mi ausencia, Clinton tomarб las decisiones operativas —dijo.

Al cabo de un rato, Wadensjуу asintiу.

No fue hasta el lunes por la tarde cuando la doctora Helena Endrin, tras haber consultado a su colega Anders Jonasson, juzgу que el estado de Lisbeth Salander era lo suficientemente estable como para que pudiera recibir visitas. Los primeros visitantes fueron dos inspectores de la policнa criminal a los que se les concedieron quince minutos para hacer sus preguntas. Cuando entraron en la habitaciуn y acercaron un par de sillas a la cama, Lisbeth los contemplу en silencio.

—Hola. Soy el inspector Marcus Erlander. Trabajo en la brigada de delitos violentos de Gotemburgo. Esta es mi colega Sonja Modig, de la policнa de Estocolmo.

Lisbeth Salander no saludу. Ni se inmutу. Reconociу a Modig como uno de los maderos del grupo de Bublanski. Erlander mostrу una tнmida sonrisa.

—Tengo entendido que no sueles intercambiar muchas palabras con las autoridades. Asн que te querнa informar de que no es necesario que digas absolutamente nada. En cambio, te agradecerнa que fueras tan amable de dedicarme unos minutos y escucharme. Tenemos varios asuntos entre manos y no hay tiempo para tratarlos todos hoy. Ya habrб mбs ocasiones.

Lisbeth Salander no dijo nada.

—En primer lugar te quiero informar de que tu amigo Mikael Blomkvist nos ha dicho que una abogada llamada Annika Giannini estб dispuesta a representarte y que ya estб al corriente del caso. Dice que ya te ha comunicado su nombre. Necesito que me confirmes que asн es y me gustarнa saber si deseas que la abogada Giannini venga hasta Gotemburgo para encargarse de tu defensa.

Lisbeth Salander no dijo nada.

Annika Giannini. La hermana de Mikael Blomkvist. El la habнa mencionado en un correo. Lisbeth no habнa reflexionado sobre el hecho de que fuera a necesitar un abogado.

—Lo siento, pero simplemente tengo que pedirte que me contestes a esa pregunta. Me basta con un sн o un no. Si dices que sн, el fiscal de Gotemburgo se pondrб en contacto con la abogada Giannini. Si dices que no, el tribunal te designarб un abogado de oficio. їQuй quieres?

Lisbeth Salander sopesу la propuesta. Suponнa que, en efecto, iba a necesitar un abogado, pero tener a la hermana de Kalle Blomkvist de los Cojones como abogada defensora era demasiado fuerte. Quй contento se pondrнa el cabrуn. Por otra parte, un desconocido abogado de oficio difнcilmente resultarнa mejor. Finalmente abriу la boca y graznу una sola palabra.

—Giannini.

—Muy bien. Gracias. Ahora sуlo me queda una pregunta. No necesitas decir ni una palabra hasta que tu abogada estй presente pero, a mi entender, esta pregunta no os afecta ni a ti ni a tu bienestar. La policнa busca ahora al ciudadano alemбn de treinta y siete aсos Ronald Niedermann por el asesinato de un policнa.

Lisbeth arqueу una ceja. Eso era toda una noticia: no tenнa ni idea de lo que habнa ocurrido despuйs de darle a Zalachenko el hachazo en la cabeza.

—Por lo que a los hechos de Gotemburgo respecta, queremos detenerlo cuanto antes. Ademбs, mi colega de Estocolmo, aquн presente, quiere interrogarlo en relaciуn con los tres asesinatos de los que tъ eras sospechosa. De modo que pedimos tu colaboraciуn. Nuestra pregunta es si tienes alguna idea... si nos puedes dar alguna pista que nos ayude a localizarlo.

Escйptica, Lisbeth desplazу la mirada de Erlander a Modig para volver a centrarla en Erlander.

No saben que es mi hermano.

Luego se preguntу si querнa que detuvieran a Niedermann o no. Lo que mбs deseaba en el mundo era meterlo en un hoyo de Gosseberga y enterrarlo allн. Al final se encogiу de hombros. Algo que no deberнa haber hecho, ya que un intenso dolor le atravesу de inmediato el hombro izquierdo.

—їQuй dнa es hoy? —preguntу Lisbeth.

—Lunes.

Hizo memoria.

—La primera vez que oн el nombre de Ronald Niedermann fue el jueves de la semana pasada. Le seguн el rastro hasta Gosseberga. No tengo ni idea de dуnde estб ni de adonde habrб huido. Lo mбs probable es que intente ponerse a salvo cuanto antes en el extranjero.

—їPor quй crees que piensa irse al extranjero?

Lisbeth meditу la respuesta.

—Porque mientras Niedermann salнa a cavar mi tumba, Zalachenko me dijo que йl estaba llamando demasiado la atenciуn y que ya estaba previsto que se fuera al extranjero durante un tiempo.



  

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