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Capнtulo 20 Viernes, 1 de abril - Domingo, 3 de abrilCapнtulo 20 Viernes, 1 de abril - Domingo, 3 de abril Miriam Wu pasу una hora con Sonja Modig. Al final del interrogatorio, Bublanski entrу en la sala, tomу asiento en silencio y se quedу escuchando sin intervenir. Miriam Wu lo saludу educadamente pero continuу hablando con Sonja. Al final, Modig mirу a Bublanski y quiso saber si tenнa mбs preguntas. Bublanski negу con la cabeza. —Asн doy por concluido el interrogatorio con Miriam Wu. Son las 13.09. Apagу la grabadora. —Tengo entendido que ha habido ciertos problemas con el inspector Faste —dijo Bublanski. —No estaba concentrado —respondiу Sonja Modig de modo neutro. —Es un idiota —aсadiу Miriam Wu a tнtulo informativo. —Bueno, lo cierto es que el inspector Faste posee muchas cualidades, pero sin duda no es el mбs adecuado para interrogar a una mujer joven —comentу Bublanski, mirando a Miriam Wu a los ojos—. No deberнa haberle asignado ese cometido. Te pido disculpas. Miriam Wu pareciу asombrarse. —Disculpas aceptadas. Al principio, yo tampoco me he mostrado muy correcta contigo. Bublanski hizo un gesto con la mano como para quitarle importancia. Mirу a Miriam Wu. —їPuedo preguntarte un par de cosas mбs para finalizar? Con la grabadora apagada. —Adelante. —Cuantas mбs cosas sй sobre Lisbeth Salander, mбs confuso estoy. La imagen que me ofrecen de ella las personas que la conocen es incompatible con la que se extrae de los documentos de los servicios sociales y de los mйdicos forenses. —Ajб. —їPodrнas contestarme a una cosa lo mбs directamente que puedas? —De acuerdo. —La evaluaciуn psiquiбtrica que se hizo cuando Lisbeth Salander tenнa dieciocho aсos da a entender que es retrasada mental y discapacitada. —Chorradas. Probablemente Lisbeth sea mбs inteligente que tъ y yo juntos. —No terminу el colegio y ni siquiera hay notas que den fe de que sabe leer y escribir. —Lisbeth Salander lee y escribe bastante mejor que yo. Ъltimamente le ha dado por emborronar hojas con fуrmulas matemбticas. Бlgebra pura. Yo no entiendo nada de ese tipo de matemбticas. —їMatemбticas? —Es un hobby al que se ha aficionado. Bublanski y Modig permanecieron callados. —їUn hobby? —se preguntу Bublanski al cabo de un rato. —Algo asн como ecuaciones. Ni siquiera sй quй significan los signos. Bublanski suspirу. —Cuando tenнa diecisiete aсos y la sorprendieron en Tantolunden en compaснa de un hombre mayor, los servicios sociales redactaron un informe en el que se insinъa que se dedicaba a la prostituciуn. —їLisbeth una puta? ЎY una mierda! Ignoro a quй se dedica, pero no me sorprende lo mбs mнnimo que haya trabajado para Milton Security. —їDe quй vive? —Ni idea. —їEs lesbiana? —No. Lisbeth se acuesta a veces conmigo, lo cual no significa que sea bollera. Creo que ni ella misma tiene clara su identidad sexual. Yo dirнa que es bisexual. —Lo de las esposas y todo eso... їTiene Lisbeth Salander inclinaciones sбdicas? їCуmo la describirнas? —Creo que no lo has entendido muy bien. Que usemos esposas de vez en cuando no es mбs que un juego y no tiene nada que ver con el sadismo, ni con la violencia, ni con violaciones ni nada por el estilo. Es un juego. —їAlguna vez ha sido violenta contigo? —ЎQuй va! Si mбs bien soy yo la que lleva las riendas de nuestros juegos. Miriam Wu mostrу una dulce sonrisa.
La reuniуn de las tres de la tarde provocу la primera pelea de consideraciуn de la investigaciуn. Bublanski resumiу la situaciуn y luego explicу que se veнa en la necesidad de ampliar las lнneas de investigaciуn. —Desde el primer dнa hemos centrado todos nuestros esfuerzos en encontrar a Lisbeth Salander. Basбndonos en datos puramente objetivos resulta sumamente sospechosa, pero la imagen que nos hemos forjado de ella choca, una y otra vez, con la que ofrecen todas las personas que la conocen. Ni Armanskij, ni Blomkvist, ni ahora Miriam Wu, la consideran una asesina psicуtica. Por eso quiero que ampliemos un poco nuestro horizonte y que empecemos a contemplar tanto la posibilidad de que existan otros autores como la de que Salander tuviera un cуmplice o la de que tal vez sуlo se hallara presente cuando se produjeron los disparos. Las palabras de Bublanski desencadenaron un acalorado debate en el que se enfrentу a la dura oposiciуn de Hans Faste y Sonny Bohman, de Milton Security. Los dos sostenнan que la explicaciуn mбs sencilla era casi siempre la correcta, y que la idea de un autor alternativo no dejaba de parecerles pura teorнa conspirativa. —Claro que es posible que Salander no actuara sola, pero no tenemos ni el menor rastro de ningъn cуmplice. —Bueno, siempre podemos guiarnos por la pista de la conspiraciуn policial que sigue Blomkvist —dijo Faste lleno de sarcasmo. En el debate, Bublanski tan sуlo contу con el apoyo de Sonja Modig. Curt Svensson y Jerker Holmberg se limitaron a hacer unos cuantos comentarios aislados. Niklas Eriksson, de Milton, no articulу palabra durante toda la discusiуn. Al final, el fiscal Ekstrцm levantу la mano. —Bublanski, deduzco de esto que, a pesar de todo, no quieres descartar a Salander como sospechosa de la investigaciуn. —Por supuesto que no. Tenemos sus huellas dactilares, pero hasta ahora nos hemos devanado los sesos, sin resultado alguno, intentando encontrar un mуvil. Quiero que empecemos a tirar por otros derroteros. їPuede haber mбs personas implicadas? їExiste alguna relaciуn con el libro que estaba escribiendo Dag Svensson sobre el comercio sexual? A Blomkvist no le falta razуn al afirmar que varias de las personas aludidas en el libro tienen verdaderos motivos para matar. —їQuй quieres hacer? —preguntу Ekstrцm. —Quiero que dos de vosotros centrйis vuestra atenciуn en otros posibles asesinos. Sonja y Niklas, podrнais trabajar juntos. —їYo? —preguntу Niklas Eriksson, asombrado. Bublanski lo eligiу porque era la persona mбs joven de la sala y posiblemente la mбs apta para realizar un razonamiento no tan ortodoxo.—Tъ trabajarбs con Modig. Repasad todo lo que sabemos hasta el momento e intentad encontrar algo que hayamos pasado por alto. Faste, tъ, Curt Svensson y Bohman seguirйis intentando dar con Lisbeth Salander. Es la prioridad mбs inmediata. —їY quй quieres que haga yo? —preguntу Jerker Holmberg. —Cйntrate en el abogado Bjurman. Vuelve a registrar su piso. Comprueba si hemos obviado algo. їPreguntas? Nadie tenнa preguntas. —Vale. Y una cosa: ni una palabra sobre la apariciуn de Miriam Wu. Quizб tenga algo mбs que contarnos y no quiero que los medios de comunicaciуn se le echen encima. El fiscal Ekstrцm dictaminу que trabajarнan segъn las directrices trazadas por Bublanski. —Bueno —dijo Niklas Eriksson, mirando a Sonja Modig—. Tъ eres la policнa, asн que tъ dirбs quй debemos hacer. Estaban en el pasillo, ante la sala de conferencias. —Debemos volver a hablar con Mikael Blomkvist —respondiу ella—. Pero antes tengo que contбrselo a Bublanski. Hoy es viernes y yo libro el sбbado y el domingo. Eso significa que no empezaremos hasta el lunes. Dedica el fin de semana a reflexionar sobre el material. Se despidieron. Sonja Modig entrу en el despacho de Bublanski justo cuando el fiscal Ekstrцm salнa. —Un minuto. —Siйntate. —Faste me cabreу tanto antes que perdн los nervios. —Cuando me ha dicho que te le echaste encima, supe que habнa pasado algo. Por eso entrй a pedir disculpas. —Me soltу que yo querнa estar a solas con Miriam Wu porque ella me ponнa. —Harй como si no hubiera oнdo eso; pero estб tipificado como acoso sexual. їQuieres poner una denuncia? —Le peguй una bofetada. Me doy por satisfecha. —Vale, lo interpretarй como que te sentiste extremadamente provocada por йl. —Asн fue. —Hans Faste tiene un problema con las mujeres con carбcter. —Ya me habнa dado cuenta. —Tъ eres una mujer con carбcter y una excelente policнa. —Gracias. —De todos modos te agradecerнa que te abstuvieras de ir por ahн propinбndole palizas al personal. —No se repetirб. Al final hoy no he tenido tiempo de registrar la mesa de Dag Svensson de Millennium. —Ya нbamos retrasados con eso. Lo retomaremos el lunes con mбs ganas. Ahora vete a casa y descansa.
Niklas Eriksson se detuvo en la estaciуn central y se tomу un cafй en George. Estaba desmoralizado. Se habнa pasado toda la semana esperando que arrestaran a Lisbeth Salander en cualquier momento. Si ella oponнa resistencia, hasta era posible que, con un poco de suerte, algъn policнa caritativo le pegara un tiro. Una fantasнa de lo mбs atrayente. Pero Salander seguнa en libertad. Y no sуlo eso; ahora Bublanski empezaba a plantearse la posibilidad de que existieran otros presuntos asesinos. Un panorama poco alentador. Estar a las уrdenes de Sonny Bohman era, de por sн, bastante malo —de hecho, el hombre era de lo mбs aburrido y falto de imaginaciуn que se podнa encontrar en Milton—; pero, encima, estar subordinado a Sonja Modig era el colmo. Se trataba de la persona que se cuestionaba la pista Salander mбs que ninguna otra y, con toda probabilidad, la artнfice de las dudas de Bublanski. Niklas Eriksson se preguntaba si el agente Burbuja se habrнa enrollado con esa jodida puta. No le sorprenderнa; Bublanski se comportaba con ella como un autйntico calzonazos. De todos los policнas de la investigaciуn sуlo Faste tenнa los suficientes cojones para decir lo que pensaba. Niklas Eriksson reflexionу. Esa maсana, en Milton, Bohman y йl tuvieron una breve reuniуn con Armanskij y Frдklund. Las pesquisas de toda la semana habнan resultado infructuosas y Armanskij estaba frustrado porque nadie parecнa haber encontrado una explicaciуn a los asesinatos. Frдklund propuso que Milton Security se replanteara a fondo su compromiso; Bohman y Eriksson tenнan cosas mбs importantes que hacer que prestarle ayuda gratuitamente al cuerpo de policнa. Armanskij lo meditу un rato y luego decidiу que Bohman y Eriksson continuaran otra semana mбs. Si para entonces no conseguнan ningъn resultado, abandonarнan la misiуn. En otras palabras, a Niklas Eriksson le quedaba todavнa una semana antes de que le cerraran las puertas de la investigaciуn. No sabнa muy bien quй hacer. Al cabo de un rato sacу el mуvil y llamу a Tony Scala, un periodista freelance que solнa escribir chorradas para una revista masculina y con el que Niklas Eriksson se habнa cruzado en un par de ocasiones. Eriksson lo saludу y le comentу que poseнa informaciуn sobre la investigaciуn de los asesinatos de Enskede. Le explicу las causas por las que йl habнa acabado, de repente, en medio de la investigaciуn policial mбs candente de los ъltimos aсos. Como era de esperar, Scala mordiу el anzuelo: aquello podнa suponer colarle un reportaje a uno de los grandes periуdicos. Quedaron en verse para tomar un cafй una hora mбs tarde en Aveny, en Kungsgatan. El rasgo mбs caracterнstico de Tony Scala era que estaba gordo. Muy gordo. —Si quieres informaciуn, tendrбs que hacer dos cosas. —Shoot. —Primero, Milton Security no debe aparecer en el texto. Nosotros somos meros asesores, y si se menciona a Milton, alguien podrнa sospechar que yo filtro informaciуn. —Pero lo cierto es que es toda una primicia que Lisbeth Salander trabajara para Milton. —Limpieza y cosas asн —precisу Eriksson, zanjando el asunto—. Eso no es noticia. —De acuerdo. —Segundo, debes enfocar el texto de tal manera que se insinъe que es una mujer la que ha filtrado la informaciуn. —їPor quй? —Para desviar las sospechas de mi persona. —De acuerdo. їQuй tienes? —La amiga lesbiana de Salander acaba de aparecer. —ЎUfff! їLa tнa que estaba empadronada en Lundagatan y que habнa desaparecido? —Miriam Wu. їTe sirve de algo? —Sн, hombre. їDуnde se habнa metido? —En el extranjero. Dice que no ha oнdo hablar de los asesinatos. —їEs sospechosa de algo? —No, de momento no. La han interrogado hoy mismo y la han soltado hace tres horas. —Vale. їY tъ te crees su historia? —Yo creo que miente como una bellaca. Sabe algo. —De acuerdo. —Pero йchale un vistazo a su historial. Tenemos a una tнa que ha practicado sexo sadomaso con Salander. —їY eso cуmo lo sabes? —Lo confesу en los interrogatorios. Ademбs, encontramos esposas, ropa de cuero, lбtigos y toda la parafernalia durante el registro domiciliario. Lo de los lбtigos constituнa una pequeсa exageraciуn. Bueno, era una mentira, pero seguro que a esa puta china tambiйn le iban los lбtigos. —їMe estбs tomando el pelo? —dijo Tony Scala.
Paolo Roberto fue de los ъltimos en abandonar la biblioteca antes de que cerraran. Habнa pasado la tarde leyendo, lнnea a lнnea, todo lo que se habнa escrito sobre la caza de Lisbeth Salander. Saliу a Sveavдgen desanimado y desconcertado. Y hambriento. Se fue a McDonald's, pidiу una hamburguesa y se sentу en un rincуn. «Lisbeth Salander una triple asesina.» No se lo podнa creer. No de esa condenada y chiflada chica enclenque y diminuta. Pensу si deberнa hacer algo. Y en tal caso, їquй?
Miriam Wu habнa cogido un taxi de vuelta a Lundagatan y, al llegar, contemplу el desastre de su piso reciйn reformado. El contenido de los armarios, las cajas de almacenaje y los cajones de las cуmodas habнa sido extraнdo y clasificado. Toda la casa estaba llena del polvo para detectar las huellas dactilares. Sus juguetes sexuales mбs privados se hallaban amontonados sobre la cama. A primera vista, no faltaba nada. Su primera reacciуn fue llamar a Sцdermalms Lеs-Jour para encargar la instalaciуn de una cerradura nueva. El cerrajero llegarнa en una hora. Encendiу la cafetera elйctrica y negу, incrйdula, con la cabeza: «Lisbeth, Lisbeth, їen quй maldito lнo te has metido?» La llamу desde el mуvil, pero la ъnica respuesta que obtuvo fue que el abonado no se encontraba disponible. Permaneciу mucho tiempo sentada a la mesa de la cocina intentando hacerse una idea de la situaciуn. La Lisbeth Salander que ella conocнa no era una asesina psicуpata, pero por otra parte, Miriam tampoco la conocнa especialmente bien. Es cierto que Lisbeth se mostraba apasionada en la cama, aunque tambiйn podнa resultar frнa como un tйmpano cuando le daba el punto. No sabнa quй creer y decidiу aparcar el tema hasta que viera a Lisbeth y ella le diera una explicaciуn. De pronto le entraron ganas de llorar. Se pasу varias horas recogiendo la casa. A las siete de la tarde la puerta ya contaba con una cerradura nueva y el piso se podнa considerar habitable. Se duchу. No habнa hecho mбs que sentarse en la cocina, ataviada con una bata oriental de seda en colores negro y oro, cuando llamaron al timbre. Al abrir se encontrу con un hombre excepcionalmente gordo y sin afeitar. —Hola, Miriam. Me llamo Tony Scala, soy periodista. їPodrнas contestarme a algunas preguntas? Lo acompaсaba un fotуgrafo que disparу un flash en la cara de Miriam. Miriam Wu pensу en soltarle un dropkick y en darle con el codo en las narices pero, al sopesar las consecuencias, tuvo el suficiente sentido comъn para comprender que lo ъnico que conseguirнa serнa proporcionarles fotografнas aъn mбs jugosas. —їHas estado en el extranjero con Lisbeth Salander? їSabes dуnde se encuentra? —Miriam Wu cerrу la puerca y echу el cerrojo reciйn instalado. Tony Scala abriу con el dedo la trampilla del buzуn. —Miriam, tarde o temprano tendrбs que hablar conmigo. Yo te puedo ayudar. Cerrу bien el puсo y le asestу un buen golpe a la trampilla. Escuchу un aullido de dolor; le habнa pillado el dedo a Tony Scala. Luego cerrу la puerta interior, se dirigiу al dormitorio, se tumbу en la cama y cerrу los ojos. «Lisbeth, cuando te coja te voy a estrangular.»
Despuйs de visitar Smеdalarц, Mikael Blomkvist dedicу la tarde a entrevistarse con otro de los puteros que Dag Svensson tenнa intenciуn de denunciar. Con йste eran seis, de una lista de treinta y siete, los hombres que habнa despachado durante esa semana. Se trataba de un juez jubilado que vivнa en Tumba y que en varias ocasiones habнa presidido juicios relacionados con la prostituciуn. El muy sinvergьenza ni negу los hechos, ni lanzу amenazas, ni suplicу clemencia, cosa que a Mikael le resultу de lo mбs refrescante. Todo lo contrario: reconociу, sin el menor pudor, que por supuesto que se habнa follado a esas putas del Este. No, no estaba arrepentido. La prostituciуn era una profesiуn honrada y considerу que, al ser su cliente, les habнa hecho un favor a las chicas. Mikael se encontraba a la altura de Liljeholmen cuando Malin Eriksson lo llamу a las diez de la noche. —Hola —dijo Malin—. їHas visto la ediciуn digital del dragуn matutino? —No, їquй dice? —Que la amiga de Lisbeth Salander acaba de regresar. —їQuй? їQuiйn? —La bollera, Miriam Wu, la que vive en su piso de Lundagatan. «Wu —pensу Mikael—. Salander-Wu en la puerta.» —Gracias. Estoy en camino.
Finalmente, Miriam Wu optу por desconectar el telйfono y apagar el mуvil. La noticia habнa salido a las siete y media de la tarde en la ediciуn digital de uno de los periуdicos matutinos. Poco despuйs llamу Aftonbladet y tres minutos mбs tarde Expressen para que hiciera declaraciones. Ahtuellt presentу la noticia sin nombrarla expresamente, pero a las nueve de la noche no menos de diecisйis reporteros de distintos medios ya habнan intentado sacarle algъn comentario. En dos ocasiones llamaron a la puerta. Miriam Wu no abriу y apagу todas las luces de la casa. Tenнa ganas de partirle la cara al prуximo periodista que la acosara. Al final encendiу el mуvil y llamу a una amiga que vivнa cerca, en la zona de Hornstull, y le rogу que le permitiera pasar la noche en su casa. Consiguiу salir del portal de Lundagatan apenas cinco minutos antes de que Mikael Blomkvist aparcara y llamara infructuosamente a su puerta.
Bublanski llamу a Sonja Modig poco despuйs de las diez de la maсana del sбbado. Ella habнa dormido hasta las nueve, luego estuvo jugando y trasteando un rato con los crнos antes de que su padre se los llevara a comprarles sus chuches semanales. —їHas leнdo los periуdicos hoy? —La verdad es que no. Me he despertado hace tan sуlo una hora y pico y desde entonces he estado con los niсos. їHa pasado algo? —Alguien ha filtrado informaciуn a la prensa. —Eso ya lo sabнamos. Alguien filtrу el informe psiquiбtrico forense de Salander hace varios dнas. —Fue el fiscal Ekstrцm. —їSн? —Sн. Claro que sн. Aunque йl nunca lo admitirб. Intenta caldear el ambiente porque le favorece. Pero ahora no ha sido йl. Un periodista que se llama Tony Scala ha hablado con un policнa que ha soltado un montуn de informaciуn sobre Miriam Wu. Entre otras cosas, detalles de lo que se decнa en el interrogatorio de ayer. Era algo que querнamos mantener en secreto. Ekstrцm estб que muerde. —Joder. —El periodista no nombra a nadie. La fuente es descrita como una persona que ocupa «una posiciуn central dentro de la investigaciуn». —Mierda —dijo Sonja Modig. —En un momento del artнculo se refiere a la fuente como «ella». Sonja Modig permaneciу callada durante veinte segundos mientras asimilaba el significado de eso. Ella era la ъnica mujer de la investigaciуn. —Bublanski, yo no he dicho ni una palabra a ningъn periodista. No he hablado de la investigaciуn con nadie de puertas para afuera. Ni siquiera con mi marido. —Te creo. Y no he dado crйdito ni por un momento a la acusaciуn de que tъ estйs filtrando informaciуn. Pero, desgraciadamente, el fiscal Ekstrцm piensa que sн. Y Hans Faste tiene guardia este fin de semana, asн que echarб mбs leсa al fuego con sus insinuaciones. De pronto, Sonja Modig se vino abajo. —їQuй va a pasar ahora? —Ekstrцm exige que se te aparte de la investigaciуn mientras se estudia el asunto. —Esto es una locura. їCуmo voy a poder demostrar...? —No hace falta que demuestres nada. Es el investigador el que debe hacerlo. —Ya lo sй, pero... ЎJoder! їCuбnto tiempo tardarб la investigaciуn? —Ya ha tenido lugar. —їQuй? —Yo te he preguntado. Tъ has contestado que no has filtrado ninguna informaciуn. Por lo tanto, la investigaciуn ha concluido y lo ъnico que me falta es redactar el informe. Nos veremos el lunes, a las nueve, en el despacho de Ekstrцm para repasar las preguntas. —Gracias, Bublanski. —De nada. —Hay un problema. —Ya lo sй. —Si yo no he filtrado la informaciуn, alguna otra persona del equipo ha de haberlo hecho. —їSe te ocurre quiйn? —Espontбneamente me veo tentada a decir que Faste, pero no me lo acabo de creer. —Yo tampoco. Pero cuando quiere puede ser un verdadero cabrуn y ayer estaba realmente indignado.
A Bublanski le gustaba pasear siempre que su horario y su tiempo se lo permitнan. Era una de las pocas maneras de hacer ejercicio que tenнa. Vivнa en Katarina Bangata, en Sцdermalm, no muy lejos de la redacciуn de Millennium o, dicho de otro modo, de Milton Security, donde Lisbeth Salander habнa trabajado, y de Lundagatan, donde ella tuvo su domicilio. Ademбs, la sinagoga de Sankt Paulsgatan le quedaba cerca. Los sбbados por la tarde paseaba por todos esos lugares. Al principio del paseo le acompaсaba su mujer Agnes. Llevaban veintitrйs aсos casados y durante todo ese tiempo йl le habнa sido completamente fiel: ni un solo desliz. Pararon un rato en la sinagoga para hablar con el rabino. Bublanski era un judнo de ascendencia polaca, mientras que la familia de Agnes —los que sobrevivieron a Auschwitz— procedнa de Hungrнa. Despuйs de esa breve visita se separaron: Agnes se fue a hacer la compra, mientras que su marido prefiriу continuar paseando. Necesitaba estar solo y reflexionar sobre la enrevesada investigaciуn. Examinу detenidamente las medidas que habнa tomado desde que el caso fuera a parar a su mesa esa maсana del jueves de Pascua y no detectу errores de bulto. No haber mandado a nadie inmediatamente a la redacciуn de Millennium para registrar la mesa de Dag Svensson habнa sido un fallo. Cuando finalmente lo hizo —йl en persona— Mikael Blomkvist ya debнa de haber quitado de en medio Dios sabe quй. Otro descuido era haber pasado por alto que Lisbeth Salander se hubiera comprado un coche. Sin embargo, Jerker Holmberg ya le habнa comunicado que el vehнculo no contenнa nada de interйs. Aparte del desliz del coche, la investigaciуn era todo lo pulcra que se podнa esperar que fuera. Se detuvo en un quiosco en Zinkensdamm y, pensativo, se quedу contemplando la portada de un periуdico. La foto de pasaporte de Lisbeth Salander habнa sido reducida a un pequeсo pero reconocible recuadro de la esquina superior derecha; el centro de atenciуn se habнa desplazado ahora a noticias mбs jugosas. LA POLICНA INVESTIGA A UNA BANDA SATБNICA DE LESBIANAS Comprу el periуdico y lo hojeу hasta llegar a una doble pбgina presidida por una instantбnea de cinco chicas en sus ъltimos aсos de adolescencia vestidas de negro, con chupas de cuero de cremalleras, vaqueros rotos y camisetas muy ajustadas. Una de las chicas blandнa una bandera con un pentagrama, mientras que otra hacнa los cuernos con la mano. Leyу el pie de foto. «Lisbeth Salander se relacionaba con una banda de death metal que tocaba en pequeсos clubes. En 1996, el grupo le rindiу homenaje a la Church of Satan y tuvo un gran йxito con un tema titulado Etiquette of Evil.» No se mencionaba el nombre de Evil Fingers y les habнan tapado los ojos. Sin embargo, la gente que conociera a las integrantes del grupo de rock reconocerнa a las chicas sin ningъn problema.La siguiente doble pбgina estaba dedicada a Miriam Wu e iba acompaсada de una foto perteneciente a un espectбculo de Berns en el que ella habнa participado. Aparecнa desnuda de cintura para arriba y tocada con una gorra de oficial ruso. La foto habнa sido hecha en contrapicado. Al igual que en el caso de las Evil Fingers, sus ojos se hallaban tapados. Se referнan a ella como «la mujer de treinta y un aсos». La amiga de Salander escribiу sobre SEXO LESBICO BDSM. La mujer de treinta y un aсos es conocida en los clubes de moda de Estocolmo. No ocultaba que se dedicaba a ligar con mujeres y que querнa dominar a su pareja. El reportero tambiйn habнa dado con una chica llamada Sara, que afirmaba haber sido objeto de diversos intentos de ligue por parte de la susodicha. Su novio se habнa «mosqueado» por el incidente. El artнculo concluнa diciendo que se trataba de una degenerada rama feminista, turbia y elitista de la periferia del movimiento gay que, entre otras cosas, se manifestaba en un bondage workshop del Festival del Orgullo Gay. El resto se basaba en citas de un texto de Miriam Wu, de seis aсos atrбs y de carбcter tal vez provocador, procedente de un fanzine feminista, al que un periodista habнa conseguido echarle mano. Bublanski ojeу el texto y luego tirу el vespertino a la papelera. Meditу un rato sobre Hans Faste y Sonja Modig, dos investigadores competentes. Pero Faste tenнa un problema: ponнa a la gente de los nervios. Bublanski decidiу que hablarнa en privado con йl, aunque no le consideraba responsable de las filtraciones. Al levantar la mirada, Bublanski descubriу que se encontraba en Lundagatan, justo ante el portal de Lisbeth Salander. Acudir hasta allн no habнa sido una decisiуn premeditada; simplemente, no podнa sacarse a esa chica de la cabeza. Subiу las escaleras que conducнan a la parte alta de Lundagatan y, al llegar, se detuvo un buen rato a reflexionar sobre la historia de Mikael Blomkvist y la presunta agresiуn sufrida por Salander. Tampoco eso los habнa llevado a ninguna parte. Echaba en falta una denuncia, los nombres de los agresores, o al menos una buena descripciуn. Blomkvist afirmaba que no habнa podido ver la matrнcula de la furgoneta en la que desapareciу el supuesto agresor. Si es que todo aquello habнa sucedido. En fin, otro callejуn sin salida. Bublanski bajу la mirada y avistу el Honda color burdeos que habнa estado aparcado allн todo ese tiempo. De repente, descubriу a Mikael Blomkvist caminando hacia el portal.
Miriam Wu se despertу, enredada entre las sбbanas, bien entrado el dнa. Se incorporу y recorriу la extraсa habitaciуn con la mirada. Habнa utilizado la inesperada presiуn mediбtica como excusa para llamar a una amiga y preguntarle si podнa pasar la noche en su casa. Pero al mismo tiempo era consciente de que, en el fondo, se trataba de una huida; temнa que Lisbeth Salander llamara a su puerta. El interrogatorio de la policнa y los artнculos de la prensa le habнan afectado mбs de lo que creнa. A pesar de haberse prometido no precipitarse en sus conclusiones hasta que Lisbeth tuviese la oportunidad de explicar lo ocurrido, habнa empezado a sospechar que era culpable. De reojo, mirу a Viktoria Viktorsson, conocida como V doble, de treinta y siete aсos y ciento por ciento bollera. Estaba acostada boca abajo murmurando entre sueсos. Miriam Wu entrу con sigilo en el cuarto de baсo y se metiу bajo la ducha. Luego, saliу a comprar pan para desayunar. Hasta que no llegу a la caja de la tienda ubicada junto al Kafй Cinnamon de Verkstadsgatan, no reparу en las portadas de los periуdicos. Regresу a la carrera al piso de V doble.
Mikael Blomkvist pasу por delante del Honda color burdeos y, al llegar al portal de Lisbeth Salander, pulsу el cуdigo y desapareciу. Permaneciу dos minutos fuera del campo visual de Bublanski antes de volver a salir a la calle. їNadie en casa? Ostensiblemente indeciso, Blomkvist examinу la calle con la mirada. Bublanski lo contemplaba sumido en sus pensamientos. A Bublanski le preocupaba que Blomkvist hubiera mentido sobre la agresiуn de Lundagatan, puesto que darнa cabida a la posibilidad de que estuviera jugando a algo que, en el peor de los casos, significarнa que, de una u otra manera, estaba implicado en los asesinatos. Pero si habнa dicho la verdad —y por el momento no tenнa motivos para dudar de su palabra—, entonces existнa una ecuaciуn oculta en todo ese drama. Lo que se traducнa en que habнa mбs actores que los que se encontraban en escena y que el crimen era, sin duda, mucho mбs complejo que el hecho de que una chica patolуgicamente trastornada hubiese sufrido un arrebato de locura. Cuando Blomkvist echу a andar en direcciуn a Zinkensdamm, Bublanski lo llamу. Se detuvo, descubriу al policнa y, acto seguido, se acercу a йl. Se encontraron a los pies de la escalera. —Hola, Blomkvist. їAndas buscando a Lisbeth Salander? —La verdad es que no. Busco a Miriam Wu. —No estб en casa. Alguien ha filtrado a los medios de comunicaciуn que ha aparecido. —їY quй puede contar ella? Bublanski estudiу inquisitivamente a Mikael Blomkvist. Kalle Blomkvist. —Acompбсame —le sugiriу Bublanski—. Necesito un cafй. En silencio, dejaron atrбs la iglesia de Hцgalid. Bublanski lo llevу al cafй Lillasyster de Liljeholmsbron. El pidiу un doble espresso con una cucharada de leche frнa y Mikael un caffи latte. Se sentaron en la zona de fumadores. —Hacнa mucho tiempo que no tenнa un caso tan frustrante —se lamentу Bublanski—. їHasta quй punto puedo hablar contigo sin tener que leer maсana en Expressen nada de lo que tratemos? —Yo no trabajo en Expressen. —Ya sabes a lo que me refiero. —Bublanski, no creo que Lisbeth sea culpable. —їY ahora estбs dedicбndote a investigar por tu cuenta? їPor eso te llaman Kalle Blomkvist? De repente, Mikael sonriу. —Tengo entendido que a ti te llaman agente Burbuja. Bublanski mostrу una forzada sonrisa. —їPor quй no crees que Salander sea culpable? —Por lo que respecta a su administrador no puedo pronunciarme, pero, en cuanto a Dag y a Mia, no tenнa ningъn motivo para asesinarlos. Especialmente a Mia. Lisbeth detesta a los hombres que odian a las mujeres, y Mia estaba a punto de apretarle las clavijas a una serie de puteros. Lo que hacнa Mia estaba totalmente en lнnea de lo que habrнa hecho Lisbeth. Ella tiene moral. —No consigo formarme una verdadera imagen de ella. Por una parte, una retrasada mental, por otra, una hбbil investigadora. —Lisbeth es diferente. Es muy antisocial, pero a su inteligencia no le ocurre nada. Todo lo contrario, probablemente sea mбs inteligente que tъ y yo juntos. Bublanski suspirу. Mikael Blomkvist acababa de repetir las palabras de Miriam Wu. —En cualquier caso, hay que detenerla. No puedo entrar en detalles, pero tenemos pruebas forenses que demuestran que estuvo en el lugar de los hechos y que se encuentra personalmente vinculada al arma homicida. Mikael asintiу con la cabeza. —Supongo que te refieres a que habйis hallado sus huellas dactilares en la pistola. Eso no significa que apretara el gatillo. Bublanski asintiу. —Dragan Armanskij tambiйn duda. Es demasiado prudente para reconocerlo explнcitamente, pero йl tambiйn anda buscando pruebas de su inocencia. —їY tъ quй es lo que crees? —Yo soy policнa. Yo detengo a gente y la interrogo. Ahora mismo Lisbeth Salander lo tiene muy negro. Hemos condenado a asesinos basбndonos en indicios bastante mбs dйbiles. —No has contestado a mi pregunta. —No lo sй. Si resulta que es inocente, їquiйn crees tъ que tendrнa interйs en asesinar tanto a su administrador como a tus dos amigos? Mikael sacу un paquete de tabaco y le ofreciу un cigarrillo a Bublanski, que negу con la cabeza. No querнa mentirle a la policнa y suponнa que debнa contarle lo de ese tipo llamado Zala. Y, ademбs, deberнa hablarle del comisario Gunnar Bjцrck de la Sдpo. Pero Bublanski y sus colegas tambiйn tenнan acceso al material de Dag Svensson y a esa carpeta bautizada como «Zala»; tan sуlo era cuestiуn de leerla. En su lugar, avanzaban como una apisonadora sacando a la luz todos los detalles нntimos de Lisbeth Salander en los medios de comunicaciуn Mikael tenнa una pista, aunque no sabнa adonde lo conducirнa. No querнa dar el nombre de Bjцrck antes de estar seguro. Zalachenko. Allн estaba la conexiуn no sуlo con Bjurman, sino con Dag y Mia. El ъnico problema era que Bjцrck no le habнa contado nada todavнa. —Dйjame indagar un poco mбs y presentarй una teorнa alternativa. —Ninguna pista que implique a la policнa, espero. Mikael sonriу. —No. Aъn no. їQuй dijo Miriam Wu? —Mбs o menos lo mismo que tъ. Mantenнan una relaciуn. Mirу de reojo a Mikael. —Eso no es asunto mнo —contestу Mikael. —Miriam Wu y Salander se han estado viendo durante tres aсos. Ella no sabнa nada del pasado de Salander; ni siquiera sabнa dуnde trabajaba. Es difнcil tragбrselo, pero creo que dice la verdad. —Lisbeth es muy suya —comentу Mikael. Permanecieron callados un rato. —їTienes el nъmero de Miriam Wu? —Sн. —їMe lo puedes dar? —No. —їPor quй no? —Mikael, esto es un asunto policial. No necesitamos detectives aficionados con teorнas descabelladas. —Yo aъn no tengo teorнas. Sin embargo, creo que la respuesta al misterio estб en el material de Dag Svensson. —Si te esfuerzas un poco, no te costarб nada dar con Miriam Wu. —Es probable. Pero lo mбs sencillo es pedirle el nъmero a alguien que ya lo tenga. Bublanski suspirу. De repente, Mikael se irritу enormemente con йl. —їLos policнas son mбs inteligentes que esa gente normal a la que tъ llamas detectives aficionados? —preguntу. —No, no creo. No obstante, los policнas cuentan con una formaciуn especializada y su trabajo es investigar delitos. —La gente normal tambiйn estб formada —dijo Mikael sosegadamente—. Y a veces un detective aficionado es mejor que un policнa de verdad. —їTъ crees? —No es que lo crea, lo sй. Mira el caso Joy Rahman; todos aquellos policнas se pasaron cinco aсos con el culo pegado a una silla y los ojos cerrados mientras Rahman cumplнa condena por haber asesinado a una vieja siendo inocente. Todavнa seguirнa encerrado si no fuera porque una profesora se tomу la molestia de dedicar varios aсos a realizar una investigaciуn seria. Lo hizo, y sin disponer de todos los recursos de los que tъ dispones. No sуlo probу que йl era inocente, sino que tambiйn identificу a la persona que, con toda probabilidad, era el verdadero asesino. —En el caso Rahman intervino una cuestiуn de prestigio. El fiscal se negу a escuchar los hechos. Mikael Blomkvist observу con detenimiento a Bublanski. —Bublanski, te voy a contar una cosa. En estos momentos, el caso Lisbeth tambiйn se ha convertido en una cuestiуn de prestigio. Yo sostengo que ella no matу a Dag y Mia. Y lo voy a probar. Te voy a ofrecer un asesino alternativo y, cuando esto ocurra, escribirй un artнculo que a ti y a tus colegas os resultarб una verdadera tortura.
De camino a su casa de Katarina Bangata, Bublanski sintiу la necesidad de hablar con Dios sobre el tema, pero en vez de pasarse por la sinagoga, se fue a la iglesia catуlica de Folkungagatan. Se sentу en uno de los bancos del fondo y no se moviу durante mбs de una hora. Como judнo, teуricamente, no pintaba nada en una iglesia catуlica; sin embargo, era un sitio tranquilo que visitaba con asiduidad cada vez que necesitaba poner en orden sus ideas. Jan Bublanski estaba convencido de que Dios no lo desaprobarнa. Ademбs, existнa una gran diferencia entre el catolicismo y el judaismo. Йl acudнa a la sinagoga porque buscaba compaснa y uniуn con otras personas; los catуlicos iban a la iglesia porque buscaban estar solos con Dios. La iglesia invitaba al silencio e instaba a que no se molestara a sus visitantes. Le estuvo dando vueltas al tema de Lisbeth Salander y Miriam Wu. Y reflexionу sobre lo que le ocultaban Erika Berger y Mikael Blomkvist. Estaba convencido de que sabнan algo sobre Salander que no le habнan contado. Se preguntу quй tipo de «investigaciуn» habrнa hecho Lisbeth Salander para Mikael Blomkvist. Por un breve instante, se le pasу por la cabeza que a lo mejor Salander habrнa trabajado para Blomkvist antes de que йl revelara el caso Wennerstrцm, pero, tras meditarlo un poco mбs, descartу esa posibilidad. No le cuadraba Lisbeth Salander relacionada con ese tipo de asuntos, y le parecнa disparatado que ella pudiera haber contribuido con algo relevante en un caso como aquйl. Por muy buena investigadora que fuera. Bublanski estaba preocupado. Le disgustaba la convicciуn inquebrantable que Mikael Blomkvist tenнa sobre la inocencia de Salander. Una cosa era que a йl, como policнa, le asaltaran las dudas —dudar era su profesiуn— y otra, que Mikael Blomkvist, en calidad de detective aficionado, lo retara. Los detectives aficionados le caнan mal, ya que, por lo general, eran sinуnimo de teorнas conspirativas que, como se podнa constatar, daban pie a llamativos titulares en los periуdicos. No obstante, la mayorнa de las veces no hacнan mбs que generar trabajo extra e inъtil a la policнa. Esta se habнa convertido en la investigaciуn criminal mбs deslavazada en la que habнa participado en toda su carrera. En cierto sentido, andaba desorientado y no sabнa quй direcciуn tomar. La investigaciуn de un asesinato deberнa seguir una cadena de lуgica. Si un chico de diecisiete aсos es hallado muerto por arma blanca en Mariatorget, se trata de averiguar quй pandillas de cabezas rapadas u otros jуvenes estuvieron rondando por Sцdra Station una hora antes. Siempre acaban saliendo a flote amigos, conocidos, testigos y, tarde o temprano, sospechosos. Si en un bar de Skдrholmen matan a un hombre de cuarenta y dos aсos pegбndole tres tiros, y resulta que el individuo en cuestiуn era un matуn de la mafia yugoslava, entonces se trata de dar con los advenedizos que intentan hacerse con el control del contrabando de tabaco. Si una mujer de veintisйis aсos con un pasado respetable y una vida normal aparece estrangulada en su casa, se trata de averiguar quiйn era su novio o quiйn fue la ъltima persona con quien hablу en el bar la noche anterior. Bublanski habнa realizado tantas investigaciones de ese tipo que las podrнa hacer hasta con los ojos cerrados. La investigaciуn que les ocupaba habнa empezado estupendamente. A las pocas horas ya tenнan una sospechosa. Lisbeth Salander estaba hecha para el papel; un caso clнnico evidente que llevaba toda su vida sufriendo violentos e incontrolables arrebatos. En teorнa, sуlo se trataba de localizarla y sacarle una confesiуn o, dependiendo de las circunstancias, enviarla al psiquiбtrico. Pero todo se habнa ido al garete en cuestiуn de horas tambiйn. Salander no vivнa donde creнan que vivнa. Tenнa amigos como Dragan Armanskij y Mikael Blomkvist. Tenнa una relaciуn con una renombrada bollera que gustaba de utilizar esposas en sus relaciones sexuales y que habнa hecho que los medios de comunicaciуn entraran en barrena en una situaciуn ya de por sн infectada. Tenнa dos millones y medio de coronas en el banco, aunque no se le conocнa ningъn trabajo. Mбs adelante, apareciу en escena Blomkvist con sus teorнas sobre trafficking y conspiraciones, y como famoso periodista que era, contaba con un poder nada desdeсable para provocar, con un solo artнculo bien colocado, un completo caos en la investigaciуn. Y lo peor de todo: la principal sospechosa resultaba imposible de localizar, a pesar de no levantar dos palmos del suelo, de tener un aspecto muy caracterнstico y todo el cuerpo lleno de tatuajes. Pronto harнa dos semanas desde que se cometieran los asesinatos y no tenнan ni la menor pista de su paradero.
Gunnar Bjцrck, de baja por hernia discal y jefe adjunto del Departamento de Extranjerнa de la Sдpo, habнa pasado veinticuatro horas miserables desde que Mikael Blomkvist cruzara el umbral de su casa. Un constante dolor apagado se habнa instalado en su espalda. Deambulу de un lado a otro en la vivienda que ocupaba, incapaz de relajarse y de tomar alguna iniciativa. Habнa intentado pensar, pero las piezas del rompecabezas no querнan encajar. No lograba entender los vericuetos de esa historia. Al principio, cuando se enterу del asesinato de Nils Bjurman un dнa despuйs de que el abogado fuera hallado muerto, se quedу boquiabierto. Pero luego no se sorprendiу cuando Lisbeth Salander, casi de inmediato, fue seсalada como la principal sospechosa y se puso en marcha su caza y captura. Siguiу, palabra por palabra, todo lo que se decнa en la tele y comprу cuantos periуdicos pudo conseguir para leer, tambiйn palabra por palabra, todo lo que se habнa escrito. No dudу ni un instante en que Lisbeth Salander era una enferma mental capaz de matar. Carecнa de razones para poner en entredicho su culpabilidad y cuestionar las conclusiones de la investigaciуn policial; mбs bien al contrario, todos sus conocimientos sobre Lisbeth Salander indicaban que se trataba de una verdadera loca psicуtica. Habнa estado a punto de telefonear para contribuir a la investigaciуn con su asesoramiento o, por lo menos, para controlar que el asunto se llevara de la manera mбs apropiada posible, pero terminу llegando a la conclusiуn de que, en realidad, eso a йl ya no le incumbнa. No era su cometido y, en todo caso, habнa gente competente para ocuparse de eso. Ademбs, una llamada suya podrнa acabar, precisamente, acaparando esa indeseada atenciуn que йl deseaba evitar. En su lugar, se relajу y se limitу a seguir, con distraнdo interйs, las continuas noticias de los informativos. La visita de Mikael Blomkvist habнa dado al traste con esa tranquilidad. A Bjцrck nunca se le habнa pasado por la cabeza que la orgнa asesina de Salander pudiera concernirle a йl personalmente, pero una de sus vнctimas era un periodista cabrуn que estaba a punto de exponerlo al escarnio pъblico ante toda Suecia. Mucho menos aъn podнa haberse imaginado que el nombre de Zala apareciera en la historia como una bomba de relojerнa y —lo mбs increнble de todo— que Mikael Blomkvist conociera el nombre. Resultaba tan inverosнmil que desafiaba toda lуgica. Al dнa siguiente de la visita de Mikael, levantу el auricular y llamу a su antiguo jefe, de setenta y ocho aсos de edad, que vivнa en Laholm. De alguna manera, tenнa que formarse una idea clara de la situaciуn sin insinuar que llamaba por razones bien distintas a la pura curiosidad y la inquietud profesional. Fue una conversaciуn relativamente breve. —Soy Bjцrck. Supongo que has leнdo los periуdicos. —Sн, lo he hecho. Ella ha vuelto a aparecer. —Y no ha cambiado gran cosa. —Eso ya no es asunto nuestro. —їY no crees que...? —No, no lo creo. Todo eso estб ya enterrado. No hay ninguna conexiуn. —Pero їpor quй precisamente a Bjurman? Supongo que no fue una casualidad que йl se convirtiera en su administrador. Se hizo un silencio que se prolongу unos cuantos segundos. —No, no fue casualidad. Hace tres aсos parecнa una buena idea. їQuiйn podrнa haber previsto todo esto? —їQuй sabнa Bjurman? De repente, su antiguo jefe se riу ahogadamente. —Bueno, ya sabes cуmo era Bjurman. No era lo que se dice un tipo muy listo. —Me refiero a si... їconocнa la conexiуn? їPuede haber algo entre sus papeles que conduzca a...? —No, claro que no. Entiendo lo que me planteas, pero no te preocupes. Salander siempre ha sido un factor imprevisible en esta historia. Nos aseguramos de que se le diera el cometido a Bjurman, pero sуlo para que alguien al que pudiйramos controlar fuera su administrador. Mejor йl que un completo desconocido. Si ella se hubiera puesto a largar cosas por esa boquita, entonces йl habrнa acudido a nosotros. De todos modos, el tema se va a resolver de la mejor manera posible. —їQuй quieres decir? —Bueno, despuйs de esto Salander va a pasar una larga temporada en el psiquiбtrico. —Entiendo. —No te preocupes. Sigue tranquilamente con tu baja. Pero eso era lo que el jefe adjunto Bjцrck no conseguнa hacer; Mikael Blomkvist ya se habнa encargado. Se sentу a la mesa de la cocina y contemplу Jungfrufjдrden mientras intentaba recapitular sobre su situaciуn. Se sentнa amenazado por dos flancos. Mikael Blomkvist lo iba a denunciar por putero. El riesgo de terminar su carrera policial siendo condenado por violar la ley de comercio sexual resultaba inminente. Pero el factor que revestнa verdadera gravedad era que Mikael Blomkvist iba a la caza de Zalachenko, quien, de alguna manera, se hallaba implicado en la historia. Ese nexo lo llevarнa, de nuevo, hasta la mismнsima puerta de Gunnar Bjцrck. Su ex jefe estaba convencido de que no habнa nada entre los papeles de Bjurman que pudiera conducir a ningъn sitio. Pero sн lo habнa; la investigaciуn de 1991. El informe se lo entregу Gunnar Bjцrck. Intentу visualizar el encuentro que tuvo con Bjurman hacнa ya mбs de nueve meses. Quedaron en Gamia Stan. Bjurman lo llamу una tarde al trabajo y le propuso ir a tomar una cerveza. Hablaron de tiro y de todo un poco pero Bjurman querнa verlo por un motivo especial. Necesitaba que le hiciera un favor. Le preguntу por Zalachenko. Bjцrck se levantу y se acercу a la ventana de la cocina. En aquella ocasiуn estaba algo achispado. Bueno, la verdad era que habнa empinado el codo mбs de la cuenta. їQuй era lo que le habнa preguntado Bjurman? —A propуsito, ando metido en un caso en el que ha aparecido un viejo conocido. —їAh, sн? їQuiйn? —Alexander Zalachenko. їTe acuerdas de йl? —Hombre, no es un tipo del que uno se olvide asн como asн. —їQuй habrб sido de йl? Tйcnicamente no era asunto de Bjurman. El simple hecho de formular esas preguntas constituнa un motivo mбs que razonable para poner a Bjurman bajo vigilancia, de no haber sido porque era el administrador de Lisbeth Salander. Dijo que necesitaba ese viejo informe. «Y yo se lo di.» Bjцrck habнa cometido un error garrafal. Habнa dado por descontado que Bjurman ya estaba al tanto; cualquier otra cosa le parecнa impensable. Y Bjurman le presentу el tema como si sуlo se tratara de coger un atajo en el lento proceso burocrбtico, donde todo estaba clasificado como confidencial y rodeado de mucho secretismo, y, ademбs, todo podнa prolongarse durante meses y meses. Mбxime tratбndose de un asunto referente a Zalachenko. «Le entreguй el informe de la investigaciуn. Seguнa estando clasificado como secreto, pero Bjurman tenнa una razуn lуgica y comprensible, y йl no era una persona que se fuera de la lengua. Es cierto que era tonto, pero nunca fue un bocazas. їQuй daсo podнa hacer? Habнan pasado tantos aсos.» Bjurman lo engaсу. Le hizo creer que se trataba de una cuestiуn burocrбtica, de simples formalidades. Cuanto mбs lo pensaba, mбs se convencнa de que Bjurman habнa presentado el asunto con palabras muy premeditadas y prudentes. «Pero їquй coсo andaba buscando Bjurman? їY por quй lo matу Salander?»
En el transcurso de ese mismo sбbado, Mikael Blomkvist visitу Lundagatan cuatro veces mбs con la esperanza de ver a Miriam Wu. Se la habнa tragado la tierra. Pasу gran parte del dнa en el cafй-bar de Hornsgatan con su iBook y volviу a leer el correo electrуnico que habнa recibido Dag Svensson en su direcciуn de millennium.se, asн como la carpeta llamada «Zala». Durante las semanas anteriores a los crнmenes, Dag Svensson dedicу cada vez mбs tiempo a investigar sobre Zala. Ojalб hubiera podido llamar a Dag Svensson para preguntarle por quй el documento sobre Irina P. se hallaba dentro de la carpeta de Zala. La ъnica conclusiуn convincente era que Dag sospechase de Zala por el asesinato de la chica. De repente, a eso de las cinco de la tarde, Bublanski lo llamу y le dio el nъmero de telйfono de Miriam Wu. No entendнa quй le habнa hecho cambiar de opiniуn, pero en cuanto lo grabу en la memoria de su telйfono, intentу contactar cada media hora. Hasta las once de la noche Miriam no conectу el mуvil. Y contestу. Fue una conversaciуn breve. —Hola, Miriam. Me llamo Mikael Blomkvist. —їY tъ quiйn coсo eres? —Soy periodista y trabajo en una revista llamada Millennium. Miriam Wu se expresу de una manera concisa y contundente. —Ah, ese Blomkvist. Vete a la mierda, periodista asqueroso. Colgу antes de que a Mikael le diera tiempo de explicarle por quй la telefoneaba. Maldijo por dentro a Tony Scala e intentу llamarla de nuevo. No lo cogiу. Al final le mandу un mensaje de texto. Por favor, llбmame. Es importante. Ella hizo caso omiso. A altas horas de la madrugada del sбbado, Mikael apagу el ordenador, se desnudу y se metiу en la cama. Estaba frustrado y hubiera deseado que Erika Berger se encontrara allн.
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