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Capнtulo 19 Miйrcoles, 30 de marzo - Viernes, 1 de abril



Capнtulo 19 Miйrcoles, 30 de marzo - Viernes, 1 de abril

El miйrcoles no ocurriу nada reseсable. Mikael dedicу el dнa a peinar el material de Dag Svensson para encontrar las referencias al nombre de Zala. Como antes hiciera Lisbeth Salander, Mikael encontrу la carpeta «Zala» en el ordenador de Dag Svensson y leyу los tres documentos: «Irene P.», «Sandstrцm» y «Zala». Al igual que Lisbeth, Mikael tambiйn se dio cuenta de que Dag Svensson habнa contado con una fuente policial llamada Gulbrandsen. Consiguiу dar con йl en la policнa criminal de Sцdertalje, pero cuando llamу le informaron de que Gulbrandsen se encontraba de viaje y de que no volverнa hasta el lunes siguiente.

Advirtiу que Dag le habнa dedicado un considerable tiempo a Irene P. Leyу el acta de la autopsia y constatу que la mujer habнa sido asesinada de forma brutal y en un lapso de tiempo prolongado. El crimen se perpetrу a finales de febrero. La policнa no tenнa ningъn indicio sobre quiйn podrнa ser el autor pero, al tratarse de una prostituta, habнan partido de la premisa de que el asesino era uno de sus clientes.

Mikael se preguntу por quй Dag Svensson habrнa introducido el documento sobre Irene P. en la carpeta «Zala». Dejaba entrever que vinculaba a Zala con Irene P., pero en el texto no figuraba ninguna alusiуn al respecto. En otras palabras, Dag Svensson habнa hecho esa conexiуn sуlo en su cabeza.

El documento «Zala» era tan breve que daba la impresiуn de no ser mбs que unas notas provisionales. Mikael constatу que Zala —si es que realmente existнa— parecнa un fantasma del mundo del hampa. El texto no se le antojу muy realista y, ademбs, carecнa de referencias a cualquier tipo de fuente.

Cerrу el documento y se rascу la cabeza. Investigar los asesinatos de Dag y Mia estaba resultando una tarea mucho mбs complicada de lo que, en un principio, se habнa imaginado. Tampoco podнa evitar que le asaltaran las dudas de forma continua. El problema era que, en realidad, no contaba con nada que manifestara claramente que Lisbeth no estaba implicada en los asesinatos. Su ъnico argumento consistнa en lo absurdo que encontraba que ella hubiese ido a Enskede y asesinado a dos de sus amigos.

Sabнa que Lisbeth no era una persona exenta de recursos; todo lo contrario: habнa utilizado su talento como hacker para robar una desorbitada suma de varios miles de millones de coronas. Ella ni siquiera sospechaba que йl estaba al corriente de ese dato. Aparte de haberse visto obligado a explicarle a Erika —con el consentimiento de Lisbeth— sus dotes informбticas, nunca le habнa revelado a nadie sus secretos.

Se negaba a creer que Lisbeth Salander fuera culpable de los asesinatos. Tenнa una deuda impagable con ella. No sуlo le habнa salvado la vida cuando Martin Vanger estuvo a punto de matarlo; tambiйn habнa salvado su carrera periodнstica e incluso la revista Millennium cuando le puso en bandeja la cabeza del financiero Hans-Erik Wennerstrцm.

Cosas asн te hacнan sentir en deuda. Йl tenнa una lealtad inviolable para con Lisbeth Salander. Fuera culpable o no, pensaba hacer todo lo que estuviera en su mano para ayudarla cuando, tarde o temprano, la detuvieran.

Pero tambiйn era consciente de que no sabнa absolutamente nada sobre ella. Los extensos informes psiquiбtricos, el hecho de que hubiese sido sometida a la fuerza a diversos tratamientos en una de las instituciones psiquiбtricas mбs prestigiosas del paнs y que, incluso, la hubieran declarado incapacitada conformaban unos indicios bastante relevantes de que algo no iba bien. Los medios de comunicaciуn le habнan dedicado mucha atenciуn al mйdico jefe de la clнnica de Sankt Stefan de Uppsala, Peter Teleborian. Por respeto al secreto profesional, йl no se pronunciу sobre Lisbeth Salander pero, en cambio, hablу del abandono generalizado de las prestaciones para los enfermos psнquicos. Teleborian no sуlo era una autoridad respetada en Suecia, sino tambiйn en el бmbito internacional; se le consideraba un destacado experto en enfermedades psнquicas. Habнa sido muy convincente y consiguiу manifestar claramente su simpatнa por los afectados y sus familias, a la vez que resultaba obvio que le preocupaba el bienestar de Lisbeth.

Mikael se preguntу si deberнa contactar con Peter Teleborian y si йste estarнa dispuesto a colaborar con йl de alguna manera. Se abstuvo de hacerlo. Suponнa que, mбs adelante, el psiquiatra tendrнa ocasiуn de acudir al auxilio de Lisbeth Salander una vez que йsta fuera capturada.

Al final fue a la cocina, se sirviу cafй en una taza con el logotipo del partido moderado y luego entrу en el despacho de Erika Berger.

—Tengo una larga lista de puteros y chulos a los que debo entrevistar —dijo.

Preocupada, ella asintiу con la cabeza.

—Seguramente me llevarб una o dos semanas. Estбn desperdigados por todo el paнs, desde Strдngnдs hasta Norrkцping. Necesito un coche.

Ella abriу el bolso y sacу las llaves de su BMW.

—їNo te importa?

—Claro que no. Cojo el tren de Saltsjцbanan tan a menudo como el coche. Y si hay algъn problema, puedo usar el de Greger.

—Gracias.

—Ah, una condiciуn.

—їAh, sн?

—Algunos de esos tipos son unos verdaderos animales. Si vas a ir por ahн acusando a unos chuloputas de los asesinatos de Dag y Mia, quiero que cojas esto y lo lleves siempre contigo en el bolsillo de la americana.

Puso un bote de gas lacrimуgeno sobre la mesa.

—їDe dуnde lo has sacado?

—Lo comprй en Estados Unidos el aсo pasado. Una mujer ya no puede salir sola por la noche sin un arma.

—Si lo usara y me detuvieran por tenencia ilнcita de armas, se montarнa la de Dios.

—Prefiero eso a escribir una necrolуgica sobre ti. Mikael... no sй si te has dado cuenta, pero a veces me preocupas bastante.

—їAh, sн?

—Corres tantos riesgos y te pones tan chulito que luego nunca eres capaz de dar marcha atrбs.

Mikael sonriу y depositу el gas lacrimуgeno sobre la mesa de Erika.

—Gracias, pero no lo necesito.

—Micke, insisto.

—Me parece muy bien. Pero ya estoy preparado.

Metiу la mano en el bolsillo de la americana y sacу un bote. Se trataba del bote de gas lacrimуgeno que habнa encontrado en el bolso de Lisbeth Salander y que llevaba encima desde entonces.

 

 

Bublanski llamу a la puerta del despacho de Sonja Modig y tomу asiento en la silla de visitas.

—El ordenador de Dag Svensson —dijo.

—Yo tambiйn he pensado en eso —contestу ella—. Estбs al tanto de que he reconstruido las ъltimas veinticuatro horas de Dag y Mia. Hay algunas lagunas, pero sabemos con seguridad que Dag Svensson no estuvo ese dнa en la redacciуn de Millennium. Anduvo por la ciudad y, a eso de las cuatro de la tarde, coincidiу con un antiguo compaсero de estudios. Fue un encuentro casual en un cafй de Drottninggatan. El compaсero afirma categуricamente que Dag Svensson llevaba un ordenador en la mochila. No sуlo reparу en el portбtil, sino que incluso le hizo un comentario al respecto.

—Y alrededor de las once de la noche, despuйs de que tuvieran lugar los hechos, el ordenador habнa desaparecido de su domicilio.

—Correcto.

—їY quй conclusiones podemos sacar de eso?

—Tal vez acudiу a otro sitio y, por alguna razуn, lo dejу u olvidу allн.

—їEs eso probable?

—No mucho. Pero a lo mejor lo llevу a algъn servicio tйcnico para una reparaciуn o una puesta a punto o algo asн. Tambiйn es posible que dispusiera de otro lugar de trabajo que nosotros desconocemos. En mбs de una ocasiуn alquilу un espacio de trabajo en una agencia freelance de Sankt Eriksplan, por ejemplo.

—Vale.

—Por supuesto, tambiйn debemos contemplar la posibilidad de que el asesino se llevara el ordenador consigo.

—Segъn Armanskij, Salander es un hacha en ordenadores.

—Cierto —asintiу Sonja Modig.

—Mmm. La teorнa de Blomkvist es que mataron a Dag Svensson y Mia Bergman a causa de la investigaciуn en la que andaba metido. Una hipуtesis que otorga un papel de importancia al contenido del ordenador.

—Vamos con retraso. Las tres vнctimas dejan tantos cabos sueltos que no da tiempo a todo; la cuestiуn es que todavнa estб pendiente registrar a fondo el lugar de trabajo de Dag Svensson en Millennium.

—Esta maсana he hablado con Erika Berger. Dice que les sorprende mucho que aъn no hayamos ido a echarle un vistazo a sus cosas.

—Nos hemos centrado en localizar cuanto antes a Lisbeth Salander y seguimos sin saber casi nada del mуvil. їPodrнas tъ...?

—He quedado con Erika Berger para visitar Millennium maсana.

—Gracias.

 

 

El jueves, Mikael estaba sentado a su mesa hablando con Malin Eriksson, cuando oyу sonar un telйfono en la redacciуn. A travйs de la puerta abierta divisу a Henry Cortez, de modo que se desentendiу de la llamada. Luego, en un recуndito lugar de su memoria, identificу el sonido del telйfono de la mesa de Dag Svensson. Dejу una frase a medias y saliу pitando.

—ЎQuieto! ЎNo toques el telйfono! —gritу.

Henry Cortez acababa de poner la mano sobre el auricular. Mikael atravesу apresuradamente la estancia. «їCуmo diablos se llamaba?»

—Indigo Marknadsresearch, le atiende Mikael. їEn quй puedo ayudarle?

—Eh... Hola. Mi nombre es Gunnar Bjцrck. He recibido una carta que dice que he ganado un telйfono mуvil.

—ЎFelicidades! —respondiу Mikael Blomkvist—. Se trata de un Sony Ericsson ъltimo modelo.

—їY no cuesta nada?

—No cuesta nada. Pero para obtener el regalo debe participar en una encuesta. Realizamos estudios de mercado para diversas empresas. Las preguntas le ocuparбn alrededor de una hora. Sуlo por acceder queda usted clasificado para la siguiente fase, donde tendrб la oportunidad de ganar cien mil coronas.

—Entiendo. їSe puede hacer por telйfono?

—Lamentablemente, parte del estudio consiste en ver distintos logotipos comerciales e identificarlos. Tambiйn vamos a preguntarle quй tipo de anuncios le atraen y enseсarle diferentes propuestas. Tenemos que enviar a uno de nuestros colaboradores.

—Vale... їY cуmo he resultado elegido?

—Hacemos este tipo de estudios de mercado un par de veces al aсo. En la actualidad, nos estamos centrando en un grupo de hombres de su edad y con una situaciуn laboral estable. Hemos extraнdo al azar unos nъmeros de identificaciуn personal.

Al final, Gunnar Bjцrck accediу a recibir a un colaborador de Indigo Marknadsresearch. Le explicу que estaba de baja y que se habнa trasladado para descansar a una casa de campo de Smеdalarц. Le dio las indicaciones y quedaron para el viernes por la maсana.

—ЎYES! —exclamу Mikael al colgar. Soltу un puсetazo al aire. Malin Eriksson y Henry Cortez intercambiaron una mirada desconcertada.

 

 

Paolo Roberto aterrizу en Arlanda el jueves a las once y media de la maсana. Habнa dormido durante gran parte del vuelo que lo acababa de traer de Nueva York y, por primera vez en su vida, no acusaba el jet-lag.

Habнa pasado un mes en Estados Unidos hablando de boxeo, presenciando combates de exhibiciуn y buscando ideas para una producciуn que pensaba vender a Strix Television. En su periplo constatу con melancolнa que habнa dejado su carrera profesional no sуlo a causa de los intentos disuasorios de su familia, sino tambiйn porque, simple y llanamente, empezaba a ser demasiado viejo. No le quedaba mбs remedio que aceptarlo e intentar, por lo menos, mantenerse en forma; algo que conseguнa mediante intensos entrenamientos una vez por semana. Seguнa siendo toda una personalidad en el mundo del boxeo y suponнa que, de una u otra manera, consagrarнa a ese deporte el resto de su vida.

Recogiу la maleta de la cinta. En el control de aduanas lo pararon y a punto estuvieron de conducirle a las dependencias interiores para un registro. Sin embargo, uno de los policнas lo reconociу.

—Hola, Paolo. Supongo que no llevarбs mбs que los guantes de boxeo en el equipaje.

Paolo Roberto asegurу que no traнa nada de contrabando y lo dejaron pasar.

Saliу a la terminal de llegadas. Ya se dirigнa hacia la bajada que lo conducнa hasta el tren de Arlanda Express, cuando se detuvo en seco y se quedу mirando fijamente la cara de Lisbeth Salander en las portadas de los periуdicos vespertinos. Al principio no dio crйdito a lo que estaba viendo. Se preguntу si no serнa el jet-lag... Luego volviу a leer el titular.

LA CAZA DE LISBETH SALANDER

Desplazу la mirada al otro diario.

EXTRA: PSICУPATA BUSCADA POR TRIPLE ASESINATO

Entrу dubitativamente en el Pressbyrеn y comprу tanto los periуdicos vespertinos —la primera ediciуn— como los matinales. Acto seguido se acercу hasta una cafeterнa. Su asombro crecнa a medida que iba leyendo.

 

 

Cuando Mikael Blomkvist llegу a su casa de Bellmansgatan, a eso de las once de la noche del jueves, estaba cansado y algo deprimido. Tenнa pensado acostarse pronto para recuperar el sueсo, pero no pudo resistir la tentaciуn de conectarse a Internet y consultar el correo.No habнa recibido nada relevante aunque, por si acaso, abriу la carpeta «Lisbeth Salander». Su pulso aumentу en el mismo instante en que descubriу un nuevo documento llamado «MB2». Hizo doble clic.

El fiscal E. filtra informaciуn a los medios de comunicaciуn. Pregъntale por quй no ha filtrado el viejo informe policial.

Asombrado, Mikael reflexionу sobre el crнptico mensaje. їQuй querнa decir? їQuй viejo informe policial? No entendнa a quй se referнa. La madre que la pariу. їPor quй tenнa que formular cada mensaje como si fuese un acertijo? Al cabo de un rato creу un nuevo documento al que llamу «Crнptico»:

Hola, Sally. Estoy hecho polvo, no he parado desde los asesinatos. No tengo ganas de jugar a las adivinanzas. Es posible que a ti te dй igual o que no te lo tomes en serio, pero yo quiero saber quiйn asesinу a mis amigos.

M.

Aguardу ante la pantalla. La respuesta «Crнptico 2» llegу un minuto despuйs.

їQuй harнas si hubiera sido yo?

El contestу con «Crнptico 3».

Lisbeth:

Si te has vuelto loca de atar, sуlo Peter Teleborian puede ayudarte. Pero no creo que tъ hayas matado a Dag y a Mia. Espero llevar razуn. Rezo por ello.

Dag y Mia iban a publicar una denuncia contra el comercio sexual. Mi hipуtesis es que eso, de alguna manera, motivу los asesinatos. Pero no tengo nada en lo que apoyarme.

No sй quй saliу mal entre nosotros, pero en una ocasiуn tъ y yo hablamos de la amistad. Yo te dije que la amistad se basa en dos cosas: el respeto y la confianza. Aunque ya no me quieras, puedes seguir depositando toda tu confianza en mн. Nunca he revelado tus secretos. Ni siquiera lo que pasу con el dinero de Wennerstrцm. Confнa en mн. No soy tu enemigo.

M.

La respuesta se hizo tanto de rogar que Mikael ya habнa perdido las esperanzas. Casi cincuenta minutos mбs carde, se materializу. De repente, apareciу «Crнptico 4».

Me lo pensarй.

Mikael suspirу aliviado. De pronto albergу una pequeсa esperanza. Sus palabras significaban literalmente lo que decнan: iba a pensбrselo. Desde que desapareciera sin previo aviso de su vida, era la primera vez que se dignaba a comunicarse con йl. El hecho de que fuera a pensбrselo significaba que, por lo menos, considerarнa la posibilidad de hablar con йl. Mikael contestу con «Crнptico 5».

De acuerdo. Te esperarй. Pero no tardes demasiado.

 

 

El viernes por la maсana, el inspector Hans Faste recibiу la llamada cuando se hallaba en Lдngholmsgatan, junto a Vasterbron, camino del trabajo. La policнa no tenнa recursos para vigilar veinticuatro horas el piso de Lundagatan, y por eso le habнan pedido a un vecino —policнa jubilado— que le echara un ojo a la vivienda.

—La china acaba de entrar por la puerta —le informу el vecino.

Hans Faste no podrнa haber estado mejor posicionado. Justo delante de Vasterbron. Hizo un giro ilegal, delante de la parada de autobuses, para enfilar por Heleneborgsgatan y atravesar Hцgalidsgatan hasta Lundagatan. Aparcу apenas dos minutos despuйs de la llamada, cruzу la calle corriendo y entrу por el soportal del edificio que daba al patio.

Miriam Wu seguнa delante de la puerta de su casa observando incrйdula la cerradura destrozada y la puerta precintada cuando escuchу unos pasos en la escalera. Se dio la vuelta y descubriу a un hombre corpulento y atlйtico que le lanzу una intensa mirada que a ella se le antojу hostil. Asн que soltу su bolsa en el suelo dispuesta a demostrarle sus dotes de thai-boxing en el caso de que resultara necesario.

—їMiriam Wu? —preguntу.

Para su sorpresa el hombre le mostrу una placa policial.

—Sн—contestу Mimmi—. їQuй pasa?

—їDуnde has estado metida?

—Fuera. їQuй ha sucedido? їHan entrado a robar en mi casa?

Faste la mirу fijamente.

—Tengo que pedirte que me acompaсes a Kungsholmen —le dijo mientras ponнa una mano sobre el hombro de Mimmi Wu.

 

 

Bublanski y Modig vieron cуmo una Miriam Wu bastante mosqueada era escoltada por Faste hasta la sala de interrogatorios.

—Siйntate, por favor. Soy el inspector Jan Bublanski y йsta es mi colega Sonja Modig. Lamento que nos hayamos visto obligados a traerte de esta manera, pero tenemos que hacerte unas cuantas preguntas.

—Vale. їY por quй? Ese de ahн no es precisamente muy parlanchнn.

Mimmi seсalу con el dedo a Faste.

—Llevamos mбs de una semana buscбndote. їPuedes explicarnos dуnde has estado?

—Sн, puedo. Pero no me da la gana y, que yo sepa, no es asunto tuyo.

Bublanski arqueу las cejas.

—Llego a casa y me encuentro con la puerta forzada y un precinto policial. Y luego un machito atiborrado de anabolizantes me arrastra hasta aquн. їMe lo quieres explicar?

—їNo te gustan los machos? —preguntу Hans Faste.

Perpleja, Miriam Wu se quedу mirбndolo. Bublanski y Modig le lanzaron una dura mirada.

—їNo has leнdo ningъn periуdico durante la ъltima semana? їHas estado en el extranjero?

Miriam Wu, aturdida, empezу a mostrarse insegura.

—No, no he leнdo los periуdicos. He pasado dos semanas en Parнs visitando a mis padres. Como quien dice, acabo de aterrizar en la estaciуn central.

—їHas ido en tren?

—No me gusta volar.

—їY no has visto ningъn periуdico hoy?

—Nada mбs bajarme del tren nocturno he cogido el metro hasta casa.

El agente Burbuja reflexionу. Esa maсana no habнa nada sobre Salander en las portadas de los periуdicos. Se levantу, abandonу la sala y volviу al cabo de un minuto con la ediciуn del domingo de Pascua de Aftonbladet que tenнa la fotografнa de pasaporte de Lisbeth Salander en primera pбgina.

A Miriam Wu por poco le da algo.

 

 

Mikael Blomkvist siguiу la ruta descrita por Gunnar Bjцrck, de sesenta y dos aсos de edad, para llegar a su casa de campo de Smеdalarц. Aparcу y constatу que «la casa de campo» era, en realidad, un moderno chalй con vistas a la bahнa de Jungfrufjдrden acondicionado para todo el aсo. Subiу andando por un camino de grava y llamу a la puerta. Gunnar Bjцrck tenнa un aspecto muy similar a la fotografнa del pasaporte que Dag Svensson habнa hallado.

—Hola —dijo Mikael.

—Vaya, veo que no se ha perdido.

—No.

—Pasa. Podemos acomodarnos en la cocina.

—Muy bien.

Aunque cojeaba ligeramente, Gunnar Bjцrck parecнa gozar de buena salud.

—Estoy de baja —dijo.

—Nada serio, espero —respondiу Mikael.

—Dentro de poco me operan de una hernia discal. їQuiere cafй?

—No, gracias —contestу Mikael. Se sentу en una silla de la cocina, abriу el maletнn del ordenador y extrajo una carpeta. Bjцrck se sentу enfrente.

—Su cara me suena. їNos conocemos de algo?

—No —contestу Mikael.

—Es que su cara me suena muchнsimo.

—A lo mejor me ha visto en los periуdicos.

—їCуmo me ha dicho que se llamaba?

—Mikael Blomkvist. Soy periodista y trabajo en la revista Millennium.

Gunnar Bjцrck parecнa confuso. Luego cayу en la cuenta. «Kalle Blomkvist. El caso Wennerstrцm.» Pero seguнa sin comprender las implicaciones.

—Millennium. No sabнa que se dedicaran a los estudios de mercado.

—Sуlo en casos excepcionales. Quiero que eche un vistazo a estas tres fotografнas y luego me diga cuбl le gusta mбs.

Mikael colocу tres fotos de chicas en la mesa. Una de ellas la habнa descargado de una pбgina porno de Internet. Las otras dos eran fotos de pasaporte ampliadas y en color.

De repente, Gunnar Bjцrck se puso lнvido.

—No entiendo nada.

—їNo? Esta es Lidia Komarova, de diecisйis aсos, de Minsk, Bielorrusia. Al lado estб Myang So Chin, conocida como Jo-Jo, de Tailandia. Tiene veinticinco aсos. Y por ъltimo, Jelena Barasowa, de diecinueve aсos, de Tallin. Usted contratу los servicios sexuales de las tres y ahora yo me pregunto cuбl fue la que mбs le gustу. Plantйeselo como un estudio de mercado.

 

 

Bublanski mirу desconfiado a Miriam Wu, quien le devolviу la mirada airadamente.

—Resumiendo: afirmas que conoces a Lisbeth Salander desde hace mбs de tres aсos. Ella, sin compensaciуn econуmica alguna por tu parte, te ha cedido el piso y se ha largado. Te acuestas con ella de vez en cuando, pero no sabes dуnde vive, a quй se dedica ni cуmo se gana la vida. їPretendes que me crea eso?

—Me importa una mierda si te lo crees o no. No he cometido ningъn delito y la manera en que yo elija vivir mi vida y las personas con las que me acuesto no son asunto tuyo. Ni de nadie.

Bublanski suspirу. Esa maсana, la noticia de la repentina apariciуn de Miriam Wu le habнa producido una sensaciуn de liberaciуn. «Por fin un avance.» Sin embargo, las respuestas de la chica eran cualquier cosa menos esclarecedoras. De hecho, se podнan tildar de peculiares. La cuestiуn era que йl creнa a Miriam Wu. Contestaba clara y nнtidamente, y sin titubear. Podнa dar cumplida cuenta de los lugares y los momentos en los que habнa visto a Salander, y ofreciу una descripciуn tan detallada de su mudanza a Lundagatan que tanto Bublanski como Modig llegaron a la conclusiуn de que una historia tan fuera de lo comъn no podнa ser mбs que verdadera.

Hans Faste habнa presenciado el interrogatorio de Miriam Wu con una creciente sensaciуn de irritaciуn, pero consiguiу mantener la boca cerrada. A su parecer, Bublanski se pasaba de blando con la chinita, que se mostraba claramente arrogante y gastaba mucha labia para evitar contestar a la ъnica pregunta de importancia, a saber: їen quй lugar del puto y ardiente infierno se escondнa la maldita zorra de Lisbeth Salander?

Pero Miriam Wu ignoraba el paradero de Lisbeth Salander. No sabнa dуnde trabajaba. Nunca habнa oнdo hablar de Milton Security. Nunca habнa oнdo hablar de Dag Svensson ni de Mia Bergman y, por consiguiente, no podнa contestar ni una sola pregunta de interйs. No tenia ni idea de que Salander estuviera bajo tutela administrativa, de que hubiera sido ingresada en instituciones mentales a la fuerza durante su adolescencia ni de que contara en su haber con elocuentes informes psiquiбtricos.

En cambio, podнa confirmar que ella y Salander habнan acudido al Kvarnen, que se besaron allн, que luego regresaron a la casa de Lundagatan y que se despidieron a la maсana siguiente. Unos dнas despuйs, Miriam Wu cogiу el tren a Parнs, donde permaneciу totalmente ajena a la actualidad sueca. A excepciуn de una rбpida visita para dejarle las llaves del coche, no habнa visto a Lisbeth desde la noche del Kvarnen.

—їLas llaves del coche? —preguntу Bublanski—. Salander no tiene coche.

Miriam Wu explicу que se habнa comprado un Honda color burdeos que estaba aparcado delante de su casa. Bublanski se levantу y mirу a Sonja Modig.

—їPuedes encargarte del interrogatorio? —dijo para, acto seguido, abandonar la sala.

Tenнa que buscar a Jerker Holmberg y pedirle que realizara la investigaciуn tйcnica del Honda color burdeos. Pero, sobre todo, necesitaba estar solo para reflexionar.

 

 

Gunnar Bjцrck, de baja por enfermedad, jefe adjunto del departamento de extranjerнa de la Sдpo, la policнa de seguridad de Suecia, se habнa quedado de color ceniza en la cocina que tenнa unas bellas vistas a Jungfrufjдrden. Mikael lo contemplaba con una paciente y neutra mirada. A esas alturas ya estaba convencido de que Bjцrck no tenнa absolutamente nada que ver con los asesinatos de Enskede. A Dag Svensson no le habнa dado tiempo a entrevistarse con йl, de modo que Bjцrck ignoraba por completo que su nombre y su fotografнa pronto aparecerнan en un revelador reportaje sobre puteros.

Bjцrck sуlo aportу un detalle de interйs; daba la casualidad de que conocнa personalmente al abogado Nils Bjurman. Se habнan conocido en el club de tiro de la policнa del que Bjцrck fue miembro activo durante veintiocho aсos. Durante una йpoca, йl y Bjurman incluso formaron parte de la junta directiva. No es que mantuvieran una estrecha amistad, pero quedaban de vez en cuando en su tiempo libre y a veces cenaban juntos.

Llevaba varios meses sin ver a Bjurman. Por lo que йl recordaba la ъltima vez, habнa sido a finales del verano anterior, cuando tomaron una cerveza en una terraza. Lamentaba que Bjurman hubiese sido asesinado por aquella psicуpata, aunque no pensaba asistir al entierro.

Mikael le estuvo dando vueltas a esa coincidencia, pero al final se le agotaron las preguntas. Bjurman debнa de haber conocido a centenares de personas en su vida privada y profesional. Que diera la casualidad de que conociera a una persona que figuraba en el material de Dag Svensson no resultaba inverosнmil ni estadнsticamente relevante. Mikael acababa de descubrir que hasta йl mismo conocнa lejanamente a un periodista que tambiйn figuraba en el material de Dag Svensson.

Ya iba siendo hora de dar por concluida la entrevista. Bjцrck habнa pasado por todas las fases esperadas. Al principio, negaciуn; luego —al mostrarle Mikael parte de la documentaciуn—, rabia; despuйs amenazas, intentos de soborno y, por ъltimo, sъplicas. Mikael ignorу todos esos arrebatos.

—їNo entiende que si publican esto, me destrozarбn la vida? —dijo Bjцrck finalmente.

—Sн —contestу Mikael.

—їY aun asн lo va a hacer?

—Claro.

—їPor quй? їNo podrнa tener un poco de consideraciуn? Estoy enfermo.

—Resulta interesante que saque a colaciуn la consideraciуn.

—No cuesta nada ser humano.

—Tiene razуn. Se queja de que yo le voy a destrozar la vida cuando usted se ha dedicado a destrozar la de varias jуvenes contra las que ha cometido delitos. Sуlo hemos podido documentar tres de esos casos. Sabe Dios cuбntas mбs habrбn pasado por sus manos. їDуnde estaba su humanidad entonces?

Mikael se levantу, recogiу la documentaciуn y la volviу a meter en el maletнn del ordenador.

—Conozco el camino.

Cuando iba hacia la puerta, se detuvo y se volviу a dirigir a Bjцrck.

—їHa oнdo hablar de un hombre que se llama Zala? —preguntу.

Bjцrck se quedу mirбndolo fijamente. Seguнa tan aturdido que apenas percibiу las palabras de Mikael. El nombre de Zala no le decнa absolutamente nada. Luego, abriу los ojos como platos.

ЎZala!

ЎNo puede ser!

ЎBjurman! їSerб posible?

Mikael advirtiу el cambio y se acercу de nuevo a la mesa del comedor.

—їPor quй pregunta por Zala? —dijo Bjцrck. Parecнa encontrarse en estado de shock.

—Porque me interesa —contestу Mikael.

Un denso silencio se apoderу de la cocina. Mikael casi podнa oнr chirriar la maquinaria del interior de la cabeza de Bjцrck. Al final, el policнa cogiу un paquete de cigarrillos del alfйizar de la ventana. Era el primero que encendнa desde que Mikael entrara en la casa.

—їQuй valor tiene para usted lo que yo pueda saber de Zala?

—Depende de lo que sepa.

Bjцrck reflexionу. Su cabeza era un caos de sentimientos y pensamientos.

їCуmo diablos puede Mikael Blomkvist saber algo sobre Zalachenko?

—Llevo mucho tiempo sin escuchar ese nombre —dijo Bjцrck finalmente.

—O sea, que sabe quiйn es —preguntу Mikael de forma indirecta.

—No he dicho eso. їQuй estб buscando?

Mikael dudу un instante.

—Es uno de los nombres de la lista de personas que estaba investigando Dag Svensson.

—їY cuбnto vale?

—їCuбnto vale quй?

—Si yo pudiera conducirle hasta Zala, їse plantearнa la posibilidad de olvidarse de mн en el reportaje?

Mikael se sentу lentamente. Despuйs de lo de Hedestad, habнa decidido que nunca mбs negociarнa un reportaje. No pensaba hacerlo; pasara lo que pasase iba a denunciar a Bjцrck. Sin embargo, Mikael se habнa dado cuenta de que a esas alturas se habнa despojado de los escrъpulos y podнa jugar un doble juego y pactar con Bjцrck. No sentнa remordimientos de conciencia; Bjцrck era un policнa que habнa violado la ley. Si conocнa el nombre de un posible asesino, lo que debнa hacer era intervenir y no emplear la informaciуn para negociar en su propio benefмcio. Por consiguiente, a Mikael no le importaba que Bjцrck pensara que todavнa le quedaba una salida si le entregaba informaciуn sobre otro delincuente. Se metiу la mano en el bolsillo de la americana y conectу la grabadora que acababa de apagar al levantarse de la mesa.

—Cuйnteme —dijo.

 

 

Sonja Modig estaba furiosa con Hans Faste, pero no lo demostrу ni con el mбs mнnimo gesto. La continuaciуn del interrogatorio desde que Bublanski abandonara la sala habнa sido cualquier cosa menos rigurosa, y Faste habнa ignorado una tras otra las furiosas miradas que ella le lanzу. Modig tambiйn estaba atуnita. Nunca le habнa gustado Hans Faste ni su estilo de macho anacrуnico, aunque lo habнa llegado a considerar un policнa competente. Hoy esa aptitud brillaba por su ausencia. Resultaba obvio que Faste se sentнa provocado por una mujer bella, inteligente y lesbiana declarada. Resultaba igual de evidente que Miriam Wu habнa olido la irritaciуn de Faste y que la estaba alimentando sin clemencia.

—Asн que diste con la polla postiza de la cуmoda. їY quй fantasнas te vinieron a la mente?

Miriam Wu esbozу una leve sonrisa de curiosidad. Faste dio la impresiуn de estar a punto de explotar.

—Cierra el pico y contesta a mi pregunta —dijo Faste.

—Me has preguntado si solнa follarme a Lisbeth Salander con ella. Y yo te contesto que eso a ti te importa una mierda.

Sonja Modig levantу la mano.

—El interrogatorio con Miriam Wu se interrumpe para un descanso a las 11.12 horas.

Modig apagу la grabadora.

—Miriam, їpodrнas quedarte aquн por favor? Faste, їpuedo intercambiar unas palabras contigo?

Miriam Wu sonriу dulcemente cuando Faste le echу una furiosa mirada y saliу detrбs de Modig al pasillo. Modig girу sobre sus talones y se colocу a dos centнmetros de la nariz de Faste.

—Bublanski me encargу que continuara con el interrogatorio. Y tъ no estбs aportando una mierda.

—Bah, їquй te pasa? Ese coсo amargado y mal follado se estб escabullendo como una culebra.

—їSe supone que tu elecciуn de la metбfora es una especie de simbolismo freudiano?

—їCуmo?

—Olvнdalo. Vete a buscar a Curt Svensson y desafнale a una partida de tres en raya o bбjate al sуtano a practicar el tiro o haz lo que te dй la gana. Pero alйjate de este interrogatorio.

—їPor quй coсo te pones asн, Modig?

—Estбs saboteando mi interrogatorio.

—їTe pone tanto que quieres interrogarla a solas?

Antes de que Sonja Modig tuviera tiempo de controlarse levantу la mano y le dio una bofetada a Hans Faste. Se arrepintiу al instante, pero ya era demasiado tarde. Por el rabillo del ojo mirу a ambos lados del pasillo y constatу que, gracias a Dios, no habнa testigos.

Al principio, Hans Faste pareciу sorprenderse. Luego se limitу a dedicarle una sonrisa burlona, se echу la chaqueta al hombro y saliу de allн. Sonja Modig estuvo a punto de llamarlo para pedirle perdуn, pero optу por callarse. Esperу un minuto mientras se calmaba. Luego fue a buscar dos cafйs a la mбquina y regresу con Miriam Wu.

Permanecieron calladas durante un rato. Al final, Modig mirу a Miriam Wu.

—Perdуname. Tal vez йste sea uno de los interrogatorios peor llevados de toda la historia de la jefatura de policнa.

—Debe de resultar divertido trabajar con йl. Dйjame adivinarlo: es heterosexual, estб divorciado y cuenta chistes de maricones mientras tomбis cafй.

—Es... toda una reliquia de no sй muy bien quй. Es todo lo que te puedo decir.

—їY tъ no?

—Por lo menos no soy homуfoba.

—Vale.

—Miriam, yo..., nosotros, todos, llevamos diez dнas trabajando sin parar. Estamos cansados e irritados. Intentamos resolver un terrible asesinato doble cometido en Enskede y otro asesinato, igual de espantoso, en Odenplan. Tu amiga estб vinculada a ambos lugares. Tenemos pruebas tйcnicas y hemos emitido una orden de busca y captura a nivel nacional. їEntiendes que debemos dar con ella, cueste lo que cueste, antes de que vuelva a hacerle daсo a alguien o de que se lo haga a sн misma?

—Conozco a Lisbeth Salander. No creo que haya asesinado a nadie.

—їNo lo crees o no quieres creerlo? Miriam, no lanzamos una orden de busca y captura nacional sin un buen motivo. Pero te puedo decir una cosa, mi jefe, el inspector Bublanski, tampoco estб completamente convencido de que ella sea culpable. Estamos barajando la posibilidad de que tenga un cуmplice o de que, de alguna manera, alguien la haya metido en esto. Pero hemos de dar con ella. Tъ crees que es inocente, Miriam, pero їy si te equivocas? Tъ misma has dicho que no sabes gran cosa de Lisbeth Salander.

—No sй quй pensar.

—Entonces, ayъdanos a averiguar la verdad.

—їEstoy detenida por algo?

—No.

—їPuedo salir de aquн cuando quiera?

—Tйcnicamente sн.

—їY si no hablamos tйcnicamente?

—Seguirбs siendo un interrogante para nosotros.

Miriam Wu sopesу sus palabras.

—De acuerdo. Pregunta. Si tus preguntas me molestan, no las contestarй.

Sonja Modig volviу a conectar la grabadora.



  

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