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EL TERCER DIOS



EL TERCER DIOS

 

Yo hablo, hermanos negligentes,

Y únicamente la verdad pronuncio;

Mas vosotros únicamente escucháis vuestras palabras.

Os ruego que veáis a vuestra gloria

Y a la mía en vez de plegar los párpados,

Y voltear los rostros del mío,

Apartando vuestro trono.

 

¡Oh, señores gobernantes

Que ansiáis posar los pies

Sobre el mundo superior,

Y el mundo inferior!

 

¡Oh dioses egoístas, cuyo pasado

Está constantemente envidiando vuestro futuro!

¡Oh dioses hastiados por vuestra carga agobiante;

Que saciáis la agresividad de vuestra furia

Con vocablos;

Que castigáis vuestros ojos con centellas!

 

Vuestra discusión no es otra cosa

Que la voz de un antiguo laúd,

Que los dedos del Todopoderoso

No saben tocar ya sino a medias.

Ese Todopoderoso que utiliza

A las Pléyades por címbalos,

Y a Orión por cítara

 

Que hasta en este momento,

En que gritáis y tartamudeáis,

Toca y tañe su címbalo y su cítara.

Os pido que oigáis sus cantares.

Ved: un hombre y una mujer:

Una llamarada sobre otra llamarada,

Y que se consumen en el éxtasis amoroso

Y apasionado.

 

Raíces que se amamantan del seno purpúreo

De la tierra;

Capullos llameantes sobre el pecho altísimo del cielo.

Nosotros somos ese seno purpúreo

Y el cielo inmortal.

Nuestro espíritu es el espíritu de la vida,

Es, vuestro espíritu y el mío;

Pero es que, por esta vez, pasa la noche

En una ardiente garganta,

Sobre el cuerpo de una doncella virginal,

Con un manto de agitado oleaje.

 

Vuestro poder no cambiará

Las cosas que nos han sido encomendadas.

Vuestros pesares y dolores

Son la encarnación de la avidez;

Pues todo será borrado algún día de la faz de la tierra

Dentro del apasionamiento del hombre

Y el sentimiento amoroso de la Virgen

 



  

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