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- HACER. Lo que debe quedar claro es que cuando usamos el condicional como un modo de cortesía, establecemos una mayor distancia comunicativa con el otro y suavizamos enormemente el mensaje.. Control de los usos corteses.



- HACER

(Hacer el favor) (Suele usarse con “me”: ¿ Me harí a el favor de…? )

 

- ¿ Me harí a el favor de decirme la hora?

- ¿ Me harí a el favor de ayudarme a subir al tren?

- ¿ Me harí a el favor de cambiarme el asiento? Me mareo mucho en los de pasillo

- ¿ Me harí a el favor de indicarme una Farmacia de guardia?

- ¿ Me harí as el favor de no contarle nada de esto a Marta? Quiero decí rselo yo, personalmente

- Camarero, ¿ me harí a el favor de llevar este filete a la cocina, para que lo hagan un poco má s? Está totalmente crudo

 

 

- IR

(Irle bien o mal, algo, a alguien)

 

- ¿ Te irí a bien quedar hoy hacia las 8?

- ¿ Te irí a bien que nos vié semos esta noche?

- ¿ Qué tal te irí a cenar conmigo mañ ana?

- ¿ Les irí a bien la reunió n para el pró ximo jueves?

- ¿ Te irí a bien traerme hoy el diccionario que te dejé el mes pasado?

- ¿ Te irí a bien llamarme un poco má s tarde? Ahora mismo estoy en mitad de una reunió n

- ¿ Te irí a bien acompañ arme al mé dico esta tarde, a las 6?

- ¿ Me irí a bien el vestido rojo para la fiesta de esta noche?

En las frases que usamos para contestar estas preguntas, no solemos repetir el condicional, puesto que ya no estamos solicitando nada, sino respondiendo a un requerimiento.

 

Es decir, es má s habitual oí r:

- ¿ Te irí a bien quedar en el centro? Está má s cerca de mi trabajo

 

Lo normal es contestar:

- Claro, me va perfecto. Quedamos a las siete, en Ramblas

 

Y no:

- Sí, me irí a bien

 

Podrí a decirse, pero quedarí a un tanto forzado, incluso con un cierto tono de inseguridad.

La cortesí a verbal con el condicional, está má s en la pregunta o en la petició n de alguien, en este caso, y menos en la respuesta.

 

Si tú vas a comprarte una americana a una boutique de ropa masculina, puedes empezar diciendo:

 

- Hola, querí a ver alguna americana de cachemir

 

El dependiente podrí a decir:

- ¿ Prefiere algú n color en particular?

 

Y tú:

- Pues la querrí a má s bien oscura

 

Pero tambié n:

- Pues la prefiero azul o negra

 

Etc.

 

 

En la tienda de prendas femeninas puedes pedir lo que quieras así:

 

- Hola, buenas tardes, querrí a ver vestidos frescos, como los del escaparate

 

O:

 

- Hola, mire me gustarí a probarme esa falda negra del escaparate, o alguna parecida

 

O:

 

- Buenos dí as, ¿ le importarí a decirme el precio del abrigo que tienen expuesto?

 

O:

 

- Hola, ¿ podrí a enseñ arme pantalones elá sticos ceñ idos? Es una talla 46

 

O:

 

- Buenas tardes, ¿ serí a tan amable de enseñ arme la pluma estilográ fica del escaparate?

 

Pero tambié n:

 

- Hola, ¿ qué tal? Mire, estoy buscando un jersey de cuello alto, de lana

 

O:

 

- Buenas, ¿ tienen zapatillas deportivas? Necesito unas para correr

 

Hay que decir que el uso del condicional para establecer un diá logo confortable, es adecuado en las situaciones que hemos estado revisando en los capí tulos anteriores sobre este modo verbal, o en otras similares.

Pero si volvemos al ejemplo de comprar una barra de pan en la panaderí a (ejemplo que usá bamos frecuentemente para ilustrar el uso del imperfecto de cortesí a). En ese ejemplo, usar el condicional es un poco forzado, queda un poco rebuscado y atí pico.

 

Si tú le dices a la panadera:

 

- Buenos dí as, querrí a unа barra de pan

 

Se va a oí r como algo un tanto inhabitual, y quizá s innecesario.

 

Lo que suena perfectamente es:

 

 

- Buenas, querí a una baguette

 

O:

 

- Hola, una barra de medio, por favor

 

O:

 

- ¿ Tiene pan de cereales?

- Sí, tenemos de quinoa, espelta, ocho cereales, …¿ cuá l le pongo?

- Una barra de ocho cereales, por favor

 

 

Lo cual nos lleva a pensar que el condicional de cortesí a marca, a veces, un poco má s de distancia entre los hablantes, al menos al principio de la conversació n. Y que es adecuado en el tipo de situaciones que hemos descrito, en las que queremos hacer una introducció n amable, corté s, que predisponga al otro a un intercambio comunicativo confortable y fluido que le invite a cooperar.

Para ilustrar có mo favorecer o bloquear esa cooperació n, imaginemos, por ejemplo, la situació n de un alumno adolescente que ha fumado en el lavabo del Instituto, estando esto prohibido. Los detectores de humo han sonado. Llega el vigilante y só lo está Chema, nuestro joven amigo, en el lavabo. Quiere librarse del castigo y niega que estuviera fumando.

 

Bien. Vamos a plantear tres modelos posibles de diá logo:

1/ El Director del colegio y el Jefe de Estudios creen que el chico debe confesar su falta y asumir que es é l quien ha fumado en el lavabo y disparado los detectores de humo. Creen que hay que aplicarle algú n tipo de sanció n. Pero saben que es una conducta adolescente que hay que sancionar en su justa medida, pero sin considerarla un grave delito y sin machacar al chaval.

2/ El Director del colegio y el Jefe de Estudios está n muy, muy enfadados, iracundos, con el chico. Creen que es intolerable que haya fumado en los lavabos. Creen que hay que castigarlo duramente. Y van a ser muy duros cuando le entrevisten ya que no tendrá n ninguna consideració n con é l y le presionará n cuanto sea necesario para que confiese, y ademá s rá pido.

3/ El Director y el Jefe de Estudios saben que el chico ha cometido una falta que debe ser sancionada. Pero se da la circunstancia de que el chico es el hijo de una familia adinerada que ayuda anualmente a esta institució n con sumas muy elevadas de dinero, sin las cuales difí cilmente sobrevivirí a. El Director cree que el chico ha de asumir lo que ha hecho, pero quiere que el diá logo sea suave, no agresivo, considerado, con el fin de no enfadar ni al padre ni al hijo, y no perder la subvenció n econó mica.

 

Vamos con el primer caso.

1/ El chaval, en el despacho del Director, niega el hecho, y dice que é l no estaba fumando en el lavabo. El Director y el Jefe de Estudios intentan, no obstante y con tacto, que el chico asuma lo que ha hecho.

 

 

Director: Chema, ¿ sabrí as explicar qué ha pasado?

Chema: Yo no sé nada

Director: ¡ Venga, hombre! Tú estabas allí, solo, y los detectores de humo se han disparado

Chema: Yo no sé por qué, yo estaba en el vá ter

Director: Mira, Chema, querrí amos que nos dijeras la verdad

Chema: Pero ¿ qué verdad? Si yo no sé por qué ha sonado el detector

Jefe de E. : Chema, tendrí as que asumir lo que has hecho. Negarlo no sirve de nada

Chema: (silencio)

Director: Querrí amos saber si estabas fumando en el bañ o

Chema: ¿ Yo…, fumando? …No, no, no estaba fumando

Director: Serí a bueno no seguir negá ndolo

Chema: Quiero llamar a mi padre

 

Etc.

 

 

¿ Veis? Llenito, llenito, este diá logo, de condicionales para evitar bloquear al chico e invitarle a decir la verdad. El chaval está asustado. Sabe que se ha saltado las normas y sabe que habrá algú n tipo de respuesta escolar, algú n tipo de sanció n.

 

Asistamos, ahora, al segundo modelo de diá logo.

2/ Imaginaos, ahora, este pequeñ o diá logo sin todos esos elementos de cortesí a verbal que hacen posible que el chico hable y acepte su error. Es decir, el Director y el Jefe de Estudios está n muy enfadados con el chico, consideran su conducta inaceptable, quieren castigarle seriamente y despliegan un discurso agresivo, directo ysin atenuantes, que vemos a continuació n:

 

Imaginemos algo así:

 

Director: Oye, chaval, o dices lo que ha pasado o prepá rate para las consecuencias

Chema: Yo no sé nada

Director: Venga, hombre, no digas mentiras, que ya sabemos que has sido tú, mentiroso

Chema: No, no sé, …yo só lo estaba en el vá ter

Director: Oye, mentiroso, o dices la verdad o te vas a arrepentir

Chema: Yo no sé por qué ha sonado eso

Director: Mira, Chema, no niegues la evidencia. Eres culpable. Admí telo de una vez, no tenemos todo el dí a

Chema: (Silencio)

Director: Estabas fumando en el bañ o. Eso está prohibido y se te va a caer el pelo por saltarte las reglas

Chema: ¿ Yo…fumando? No, no, …

Director: No lo niegues má s, y admí telo de una vez

Chema: Quiero llamar a mi padre

 

 

¿ Os imaginá is? Un diá logo así parece sacado de una pelí cula de terror. Si al chico le hablaran así, acabarí a sudando, temblando, con taquicardia y bloqueado.

 

Conozcamos ahora la tercera opció n.

3/ Imaginemos, tambié n, otro caso. El chico es hijo del principal espó nsor del colegio. Su padre da ayudas econó micas sin las que el colegio no puede sobrevivir.

El director sabe que tiene que hablar con el chico, pero intenta hacerlo con tal suavidad que el interrogatorio acaba por ser totalmente ineficaz:

 

Director: Hola, Chema, sié ntate. Hemos oí do que ha habido un pequeñ o incidente en el bañ o

Chema: ¡ Ni idea!

Director: Sí, hombre, parece que ha sonado el detector de humos

Chema: ¿ Y a mí qué me cuenta?

Director: Hombre, parece que tú estabas allí, ¿ no?

Chema: Sí, pero yo no sé por qué ha sonado

Director: Pero, hombre, ¿ no puedes decirnos si has visto algo o a alguien?

Chema: No

Director: En nuestro Instituto no se puede fumar

Chema: ¡ Ya…!

Director: ¿ Prefieres que hablemos con tu padre?

Chema: Si lo cree necesario…

Director: Bueno, Chema, estoy seguro de que le vamos a encontrar una solució n a este problema

Chema: Ya, seguro, …

 

 

La situació n de Chema podrí a generar cientos de diá logos, dependiendo de la personalidad del chico, de su é tica, de la respuesta familiar, de sus antecedentes, de su relació n con el colegio, de la respuesta que el colegio suele dar en casos así, de la actitud de sus compañ eros hacia é l, de su biografí a (por ejemplo, si es la primera vez, o si es reincidente), de si es o no respetuoso con las normas, de sus sentimientos ante un castigo institucional, … Hay tantos factores, que generarí an infinitos diá logos.

Pero el primero de nuestros tres diá logos, mostrarí a un diá logo en el que las autoridades escolares quieren castigar una falta, pero entienden que es eso, una falta, y no un crimen, y que delante tienen a un chico asustado, y no a un delincuente. Por eso se busca la “manera lingü í stica” (condicionales y otros atenuantes) para llevar el diá logo a ser cooperativo y a conseguir su objetivo: que el chico admita que ha fumado en el lavabo del colegio y que eso requiere una respuesta concreta.

El segundo caso es el de un discurso terriblemente agresivo y punitivo, lleno de elementos directos, sin mediació n, sin atenuantes, dirigido a conseguir una confesió n y a aplicar un castigo ejemplar.

Y el tercero es el caso de un discurso blando, ineficaz, destinado a no enfadar ni al chico ni a su padre, y condicionado totalmente por la ayuda que la institució n recibe de esta familia y de la que no puede prescindir.

Lo que debe quedar claro es que cuando usamos el condicional como un modo de cortesí a, establecemos una mayor distancia comunicativa con el otro y suavizamos enormemente el mensaje.

 

 

Por eso no es lo mismo decir:

 

- Es difí cil hablar con Mario de vuestros problemas, pero hazlo; si no, acabaré is mal

 

Que decir:

 

- Sí, mujer, ya sé que es difí cil hablar con Mario, pero podrí as intentarlo. Yo de ti, lo harí a con mucho tacto

 

 

O no es lo mismo decir:

 

- Ensé ñ eme todos los jerseys de cachemir de la tienda

 

Que decir:

 

- Querrí a ver algunos jerseys de cashemir. Mi talla es XL.

 

 

Y tampoco es lo mismo decir:

 

- Te voy a dar una noticia pé sima: te van a despedir del trabajo

 

Que decir:

 

- Querrí a comentarte un asunto delicado. Hay un rumor en la oficina que debes saber porque es sobre tu puesto de trabajo

 

 

O no es lo mismo decir:

 

- Oye, Marta, dé jame tu vestido largo para la fiesta de esta noche

 

Que decir:

 

- Marta, querrí a pedirte un favor. ¿ Te importarí a prestarme tu vestido largo para la fiesta de esta noche? Lo cuidaré, te lo prometo

 

 

Ya veis que el uso del condicional de cortesí a le confiere suavidad al mensaje, “le quita hierro”, atenú a la posible exigencia no deseada en la frase, la hace má s viable para el interlocutor.

 

 

Control de los usos corteses.

 

No podemos terminar este apartado sin mencionar dos aspectos má s.

 

 

1) El primero es que usamos los elementos de la cortesí a verbal, los elementos atenuantes, só lo si son necesarios.

Una de las cuestiones clave en la comunicació n es la economí a en los intercambios lingü í sticos. Aquí, “economí a”, es decir las cosas lo mejor posible con los elementos justos. O sea, hablar sin dar cincuenta rodeos para decir algo, hacerlo de una manera concisa, auté ntica, no agresiva, y clara, pero usando (siempre de forma, digamos, automá tica) los elementos atenuantes necesarios para respetar al má ximo posible la integridad comunicativa del otro.

 

 



  

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