2 de febrero

Todaví a no hay fruta ni flores. Me he sentido demasiado perezoso para hacer un esfuerzo y salir. Pero sé que no soy perezoso. He aquí un engañ o incalculable. No somos perezosos. Cuando lo parecemos, nuestros deseos huracanados se desconciertan, y el orgullo requiere que seamos indiferentes.

Los egipcios acertaron al hacer de un gato uno de sus dioses. Ellos, los fieles, sabí an que solo los ojos de un gato podí an ver su oscuridad interior.

Dicen los perió dicos que, desde el verano pasado, en Illinois no han llamado a filas a ningú n marido. Pero ahora hay menos hombres disponibles, y pronto llamará n a los casados sin hijos. Steidler me preguntó por el uso que daba a mi libertad. Le respondí que me estaba preparando espiritualmente, que estaba dispuesto a ser un miembro del Ejé rcito, pero no una parte suya. A é l le pareció una respuesta muy ingeniosa. Cree que soy comediante por naturaleza y se rí e de todo lo que digo. Cuanto má s serio me pongo, tanto má s se rí e.

Ahora me revela que, el añ o pasado, vivió tres meses en el Hospital del Condado, en los aposentos de los mé dicos internos. Los administradores no sabí an nada de ello. Su amigo Shailer, que entonces era residente, le alojó, y los demá s internos aceptaron mantener el secreto. Comí a en la cafeterí a y lavaba su ropa en la lavanderí a del hospital. Obtení a el dinero de bolsillo jugando a las cartas; no faltaron las travesuras y las bromas; le presentaron a los pacientes como especialista, y les daba consejos. Los internos eran cordiales y le admiraban, los divertí a con su vena có mica. La habitació n de Shailer estaba llena de gente durante toda la noche. Antes de que partiera hacia California, le dieron una fiesta en el mismo hospital. Y supongo que todo esto es cierto. Exagera, pero no miente.

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