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EL PRIMER DIOSEL PRIMER DIOS Así es; es cierto que el hombre Es el alimento de los dioses Todo cuanto del hombre procede Será servido en los banquetes De las deidades eternas.
De embarazo los dolores, Del parto el sufrimiento De los niños la gritería Atraviesa el corazón de los cielos; El llanto de la mujer que pelea Por poseer el ideal que ansía, Para poder verter de su seno La vida marchita; Los apasionados suspiros que nacen Entrecortados de las gargantas de los jóvenes,
Las lágrimas henchidas de sentimiento, Cuyos tesoros todavía no han sido hallados; Los rostros de los fuertes varones Que destilan sudor que abrasa El árido suelo; Las aflicciones y la angustia de la vejez Senil y decrépita; En el momento que la vida es invitación Al sepulcro, en contra de la voluntad De la vida misma.
¡Ved! ¡Este es el hombre! Un ser engendrado por el hambre, Para luego ser el alimento De los voraces dioses; Es una vid que se arrastra Abajo de la tierra, Bajo las plantas de la muerte Que nunca muere. Es como un capullo que crece y da flor Tan sólo en las noches de los malignos fantasmas. Es como una uva que sólo madura En los días que brotan las lágrimas Del horror, de la malignidad Y de la ignorancia.
Y a pesar de eso, deseáis que yo coma Y beba. Me exigís que me acomode Entre los rostros amortajados, Y que dé de beber a mi existencia De la boca petrificada, Y que acepte la inmortalidad De manos yermas
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