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EL TERCER DIOS. EL SEGUNDO DIOSEL TERCER DIOS
¡Hermanos! ¡Augustos hermanos! En un claro del bosque de mirtos Hay una doncella que danza En honor a la luna. En su cabello han anidado mil estrellas Como mil gotas de rocío, Y un millar de alas envuelven sus pies. EL SEGUNDO DIOS
Hemos sembrado al ser humano, Y con su esencia hicimos nuestra viña; Hemos arado el suelo, En la niebla rosada De la más temprana aurora.
Hemos cuidado el retoño De los tiernos sarmientos, Y vigilado y alimentado A las hojas más nuevas, Atravesando los años, Que no supieron de estaciones. Hemos cuidado los brotes De las inclemencias del Tiempo, Y hemos velado por que las flores crecieran sanas, Libres de los embates de los espíritus oscuros
Y en este momento en que nuestras viñas Nos han dado la uva, Vosotros no la acarrearéis hasta el lagar para colmar vuestras copas. Vuestras manos son más diestras Que otras Para cosechar. Elevados son los planes Que esperan apagar vuestra sed Con el vino.
El hombre es la comida dilecta de los dioses. La Gloria del hombre empieza Cuando las bocas divinas devoran Sus hálitos errabundos. Todo lo que sea humano Es absolutamente sin valor, Si humano sigue siendo.
La pureza de los niños Y el dulce apasionamiento de la juventud; El empuje de la virilidad de los hombres, La madura Sabiduría de los viejos; La majestad de los monarcas, La gloria de los guerreros, El reconocimiento de los poetas, La bondad de los idealistas, Y la honorabilidad de los Santos: Todo esto y todo lo que transporta En su pliegues, Es el alimento de los dioses.
Y solamente será pan, sin bendición, Hasta que los dioses lo lleven a su boca. Igual que la espiga muda que se convierte en un canto De amor, en el pico de un ruiseñor, De igual manera es el hombre, cuando está destinado A ser alimento divino.
En ese momento su mayor goce será el ser saboreado Por el dios.
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