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17 de febrero. 18 de febrero. 19 de febrero



17 de febrero

 

Se ha producido un mayor acercamiento entre Iva y yo. Es notable la manera en que ú ltimamente se ha liberado de las cosas que en otro tiempo tanto me desagradaron. No protesta contra la vida en esta casa de hué spedes, parece menos interesada por la ropa, no critica mi aspecto ni parece molesta porque mi ropa interior se encuentra en tal estado que a menudo meto la pierna por el agujero erró neo. Y el resto: la comida de restaurante barato con que nos alimentamos, la falta de dinero de bolsillo. Sin embargo, está tan lejos como siempre de lo que en el pasado deseé hacer de ella. Me temo que no tiene capacidad para eso. Pero ahora me asombra la arrogancia con la que divido a la gente en dos grupos: los que tienen ideas valiosas y los que no las tienen.

 

18 de febrero

 

Ayer, al pasar junto al arbusto donde encontré los calcetines robados, vi un segundo par. Vanaker debió de llevarse varios. Se los mostré a Iva esta noche, cuando pasá bamos por ahí. Tambié n ella los reconoció. Dice que deberí amos encontrar la manera de hacerle saber que nos hemos percatado del robo.

 

19 de febrero

 

Otra carta de John Pearl, pidié ndome noticias de Chicago. Como si tuviera alguna que darle. No sé de eso má s de lo que é l sabe. Querí a ir a Nueva York, pero ahora parece nostá lgico y escribe con profundo disgusto acerca de su «entorno desconchado».

«Los muebles se desconchan, el papel de las paredes se despega, los carteles, los puentes, todo se desconcha y escama en South Brooklyn. Nos mudamos aquí para ahorrar dinero, pero me temo que harí amos mejor en ahorrar una vez má s y mudarnos de nuevo. La falta de á rboles, tanto como cualquier otra cosa, es lo que me hiere. Esa falta de vida antinatural, demasiado humana. »

Lo lamento por é l. Sé lo que siente, la clase de terror, y el peligro que ve en la falta de humanidad de lo que es demasiado humano. Lo descubrimos, como otros antes que nosotros lo han descubierto en los ú ltimos doscientos añ os, y echamos a correr hacia «la Naturaleza». Sucede en todas las ciudades. Y las ciudades tambié n son «naturales». Cree que estarí a má s seguro en Chicago, donde creció. ¡ Sentimentalismo! No se refiere a Chicago, un lugar que no es menos inhumano. Se refiere a la casa de su padre y las pocas manzanas adyacentes. Lejos de esas y unas pocas islas má s, estarí a igualmente inseguro.

Pero incluso una carta así me levanta el á nimo. Pone ante mis ojos el reconocimiento, por parte de otra persona, de lo difí cil, lo lamentable, en lo que para otros es meramente neutral, el entorno.

 



  

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