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La reina en el palacio de las corrientes de aire 8 страница



La firma del primer ministro significaba que la Secciуn se convertнa en una instituciуn aprobada jurнdicamente. La primera partida presupuestaria de la Secciуn ascendiу a cincuenta y dos mil coronas. El hecho de que si se solicitara un presupuesto tan bajo fue, segъn el propio Gullberg, una jugada magistral: daba a entender que la creaciуn de la Secciуn constituнa un asunto sin mayor importancia, uno mбs del montуn.

En un sentido mбs amplio, la firma del primer ministro significaba que йl habнa dado su visto bueno a la necesidad de crear un grupo que se responsabilizara del «control personal interno». Sin embargo, esa misma firma podнa interpretarse como que el primer ministro habнa dado su aprobaciуn para fundar un grupo que tambiйn podrнa encargarse del control de «personas especialmente sensibles» fuera de la policнa de seguridad, como por ejemplo el propio primer ministro. Era esto ъltimo lo que, en teorнa, podrнa ocasionar graves problemas polнticos.

Evert Gullberg constatу que ya se habнa bebido todo el Johnny Walker. No era muy dado a consumir alcohol, pero habнan sido un dнa y un viaje muy largos y considerу que se hallaba en una etapa de su vida en la que poco importaba si decidнa tomarse uno o dos whiskies, y que si le daba la gana, podнa volver a llenar el vaso sin que pasara absolutamente nada. Se sirviу una botellita de Glenfiddich.

El asunto mбs delicado de todos era, por supuesto, Olof Palme.

Gullberg recordaba con todo detalle el dнa de las elecciones de 1976. Por primera vez en la historia moderna, Suecia habнa elegido un gobierno no socialdemуcrata. Por desgracia, fue Thorbjцrn Fдlldin quien se convirtiу en primer ministro, y no Gуsta Bohman, que era un hombre de la vieja escuela e infinitamente mбs apropiado. Pero, sobre todo, Palme habнa sido vencido, de modo que Evert Gullberg podнa respirar aliviado.

Si Palme resultaba adecuado o no como primer ministro habнa sido tema de debate de mбs de una comida celebrada entre los cнrculos mбs secretos de la DGP/Seg. En 1969 se despidiу a Per Gunnar Vinge despuйs de que йste expresara una opiniуn compartida por muchas personas del Departamento: el convencimiento de que Palme era un agente de influencia que trabajaba para la KGB rusa. La opiniуn de Vinge no resultу controvertida en el clima que reinaba dentro de la Firma. Por desgracia, Vinge habнa tratado abiertamente el asunto con el gobernador civil Ragnar Lassinanti con motivo de una visita que efectuу a la provincia de Norrbotten. Lassinanti arqueу dos veces las cejas y luego informу al gobierno, hecho que tuvo como consecuencia que Vinge fuera convocado a una entrevista personal.

Para gran irritaciуn de Evert Gullberg, la cuestiуn de los posibles contactos rusos de Olof Palme nunca quedу aclarada. A pesar de sus obstinados intentos por averiguar la verdad y encontrar las pruebas determinantes —the smoking gun—, la Secciуn jamбs pudo hallar la mбs mнnima prueba al respecto. A ojos de Gullberg eso no indicaba en absoluto que Palme fuera inocente, sino mбs bien que era un espнa particularmente astuto e inteligente que no se habнa visto tentado a cometer los fallos cometidos por otros espнas rusos. Palme continuу burlбndolos aсo tras aсo. En 1982, cuando regresу como primer ministro, el asunto cobrу de nuevo actualidad. Luego vinieron los tiros de Sveavбgen y el asunto se convirtiу para siempre en una cuestiуn acadйmica.

El aсo 1976 fue problemбtico para la Secciуn. Dentro de la DGP/Seg —entre las pocas personas que conocнan la existencia de la Secciуn— surgiу una cierta crнtica. Durante los diez anteriores aсos, sesenta y cinco funcionarios de la policнa de seguridad habнan sido despedidos de la organizaciуn debido a unas supuestas y poco fiables inclinaciones polнticas. Sin embargo, en la mayorнa de los casos la naturaleza de la documentaciуn no permitiу demostrar nada, lo que ocasionу que ciertos superiores empezaran a murmurar que los colaboradores de la Secciуn eran unos paranoicos que veнan conspiraciones por doquier.

A Gullberg todavнa le hervнa la sangre por dentro cada vez que se acordaba de uno de los asuntos tratados por la Secciуn. Se trataba de una persona que fue reclutada por la DGP/Seg en 1968 y que el propio Gullberg consideraba sumamente inapropiada. Su nombre era Stig Bergling, inspector de policнa y teniente del ejйrcito sueco que luego resultу ser coronel del servicio de inteligencia militar ruso, el GRU. A lo largo de los siguientes aсos, Gullberg se esforzу, en cuatro ocasiones, en hacer que despidieran a Bergling, pero en cada una de las veces sus intentos fueron ignorados. La cosa no cambiу hasta 1977, cuando Bergling fue objeto de sospechas tambiйn fuera de la Secciуn. Ya era hora. Bergling se convirtiу en el escбndalo mбs grande de la historia de la policнa de seguridad sueca.

La crнtica contra la Secciуn fue en aumento durante la primera mitad de los aсos setenta, de modo que, hacia la mitad de la dйcada, Gullberg ya habнa oнdo varias propuestas de reducciуn de presupuesto e, incluso, que la actividad resultaba innecesaria.

En su conjunto, la crнtica significaba que el futuro de la Secciуn era puesto en tela de juicio. Ese aсo, en la DGP/Seg se dio prioridad a la amenaza terrorista, algo que, desde el punto de vista del espionaje, era en todos los sentidos una historia aburrida que concernнa principalmente a desorientados jуvenes que colaboraban con elementos бrabes o propalestinos. La gran duda de la policнa de seguridad era si el control personal iba a recibir asignaciones presupuestarias especiales para vigilar a ciudadanos extranjeros residentes en Suecia, o si eso deberнa seguir siendo un asunto exclusivo del departamento de extranjerнa.

De ese debate burocrбtico algo esotйrico le surgiу a la Secciуn la necesidad de reclutar los servicios de un colaborador de confianza que pudiera reforzar el control —el espionaje, en realidad— de los empleados del departamento de extranjerнa.

La elecciуn recayу en un joven colaborador que llevaba trabajando en la DGP/Seg desde 1970 y del que tanto su historial como su credibilidad polнtica resultaban los mбs idуneos para que fuera acogido en la Secciуn. En su tiempo libre era miembro de una organizaciуn llamada Alianza Democrбtica a la que los medios de comunicaciуn socialdemуcratas describнan como de extrema derecha. En la Secciуn eso no supuso ninguna carga. De hecho, otros tres colaboradores tambiйn eran miembros de la Alianza Democrбtica y la Secciуn habнa tenido una gran importancia para la propia fundaciуn de la Alianza. Contribuyeron asimismo a una pequeсa parte de la financiaciуn. Fue a travйs de esa organizaciуn como repararon en el nuevo colaborador y, finalmente, lo reclutaron para la Secciуn. Su nombre era Gunnar Bjцrck.

Para Evert Gullberg fue una increнble y feliz casualidad que precisamente aquel dнa —el dнa de las elecciones de 1976, cuando Alexander Zalachenko desertу a Suecia y entrу en la comisarнa del distrito de Norrmalm pidiendo asilo polнtico— fuera el joven Gunnar Bjцrck quien lo recibiese, en calidad de tramitador de los asuntos del departamento de extranjerнa. Un agente que ya estaba vinculado a lo mбs secreto de lo secreto.

Bjцrck era un chico despierto. Se dio cuenta enseguida de la importancia de Zalachenko, de modo que interrumpiу el interrogatorio y metiу al desertor en una habitaciуn del hotel Continental. Fue, por lo tanto, a Evert Gullberg, y no a su jefe formal del departamento de extranjerнa, a quien llamу Gunnar Bjцrck para darle el aviso. La llamada se produjo una vez cerrados los colegios electorales y cuando todos los pronуsticos apuntaban a que Palme iba a perder. Gullberg acababa de llegar a casa y encender la tele para seguir la noche electoral. Al principio dudу de las informaciones que el excitado joven le transmitiу. Luego se acercу hasta el hotel Continental, a menos de doscientos cincuenta metros de la habitaciуn del Freys Hotel donde se encontraba en ese momento, para asumir el mando del asunto Zalachenko.

A partir de ese instante, la vida de Evert Gullberg se transformу de forma radical. La palabra «secreto» adquiriу un significado y un peso enteramente nuevos. Comprendiу lo necesario que resultaba crear una estructura propia en torno al desertor.

De manera automбtica, incluyу a Gunnar Bjцrck en el grupo de Zalachenko. Fue una decisiуn inteligente y razonable, ya que Bjцrck conocнa la existencia de Zalachenko. Era mejor tenerlo dentro que fuera, donde supondrнa un riesgo para la seguridad. Eso implicу que Bjцrck fuera trasladado desde su puesto oficial en el departamento de extranjerнa hasta uno de los despachos del piso de Ostermalm.

Con el revuelo que se originу, Gullberg decidiу ya desde el principio informar solamente a una persona dentro de la DGP/Seg: al jefe administrativo, que ya estaba al tanto de la actividad de la Secciуn. Este se guardу la noticia durante varios dнas hasta que le explicу a Gullberg que el asunto alcanzaba tal magnitud que habrнa que informar al director de la DGP/Seg y tambiйn al gobierno.

Por aquella йpoca, el director de la DGP/Seg, que acababa de tomar posesiуn de su cargo, conocнa la existencia de la Secciуn para el Anбlisis Especial, pero sуlo tenнa una vaga idea de a lo que la Secciуn se dedicaba en realidad. Habнa entrado para limpiarlo todo tras el escбndalo del asunto IB* y ya se encontraba de camino a un cargo superior de la jerarquнa policial. En conversaciones confidenciales con el jefe administrativo se enterу de que la Secciуn era un grupo secreto designado por el gobierno que se mantenнa al margen de la verdadera actividad de la Sдpo y sobre el que no habнa que hacer preguntas. Ya que, por aquel entonces, el jefe era un hombre al que nunca se le ocurrirнa formular preguntas susceptibles de generar respuestas desagradables, asintiу de forma comprensiva y aceptу, sin mбs, que existiera algo llamado SAE y que eso no fuera asunto de su incumbencia.

A Gullberg no le hizo mucha gracia tener que informar al jefe sobre Zalachenko, pero aceptу la realidad. Subrayу la absoluta necesidad de mantener una total confidencialidad —cosa con la que su interlocutor se mostrу conforme— y dio unas instrucciones tan estrictas que ni siquiera el jefe de la DGP/Seg podrнa hablar del tema en su despacho sin tomar especiales medidas de seguridad. Se decidiу que la Secciуn para el Anбlisis Especial se ocupara del asunto Zalachenko.

Informar al primer ministro saliente quedaba excluido. Debido a todo el revuelo que se habнa organizado a raнz del cambio de poder, el nuevo primer ministro se encontraba muy ocupado designando a los miembros de su gabinete y negociando con los demбs partidos de la coaliciуn de centroderecha. Hasta que no se cumpliу un mes de la formaciуn del gobierno, el jefe de la DGP/Seg, acompaсado de Gullberg, no acudiу a la sede del gobierno de Rosenbad para informar al reciйn electo primer ministro, Thorbjцrn Fдlldin. Gullberg estuvo protestando hasta el ъltimo momento por el hecho de que se informara al gobierno, pero el director de DGP/Seg no cediу: serнa constitucionalmente imperdonable no hacerlo. Durante la reuniуn, Gullberg tratу de convencer por todos los medios al primer ministro —con la mбxima elocuencia de la que fue capaz— de lo importante que era que la informaciуn sobre Zalachenko no saliera de aquel despacho: que ni siquiera se pusiera en conocimiento del ministro de Asuntos Exteriores, del ministro de Defensa ni de ningъn otro miembro del gobierno.

 

* IB era un servicio de inteligencia secreto, entre cuyos objetivos estaba el de fichar y vigilar a los comunistas de Suecia. Su existencia fue revelada en 1973 por los periodistas suecos Peter Bratt y Jan Guillou en la revista Fol\et i Bild/Kulturfront. (TV. de їos t.)

 

 

La noticia de que un importante agente ruso habнa solicitado asilo polнtico en Suecia conmocionу a Fдlldin. Empezу diciendo que su deber era tratar el tema como mнnimo con los lнderes de los otros dos partidos que formaban parte del gobierno de coaliciуn. Gullberg estaba preparado para esa objeciуn y jugу la carta mбs importante que guardaba. Le explicу en voz baja que si eso ocurriese, йl se verнa obligado a presentar su dimisiуn. La amenaza impresionу a Fдlldin. Eso implicaba que si la historia se filtrara y los rusos enviaran un escuadrуn de la muerte para liquidar a Zalachenko, el primer ministro serнa el ъnico responsable. Y si se revelara que la persona encargada de la seguridad de Zalachenko se habнa visto obligada a dimitir de su cargo, el primer ministro se verнa envuelto en un escбndalo polнtico y mediбtico.

Fдlldin, todavнa verde e inseguro como primer ministro, acabу cediendo. Aprobу una directiva que se introdujo de inmediato en el diario secreto y que conllevaba que la Secciуn se encargara del debriefing de Zalachenko y de su seguridad, asн como de que la informaciуn no saliera del despacho del primer ministro. De este modo, Fдlldin llegу a firmar una directiva que, en la prбctica, demostraba que йl habнa sido informado pero que tambiйn significaba que nunca podrнa hablar del tema. En resumen, que se olvidara de Zalachenko.

No obstante, Fдlldin insistiу en que una persona mбs de su gabinete fuera puesta al tanto de la situaciуn: un secretario de Estado elegido a dedo que, ademбs, funcionara como persona de contacto en todo lo relacionado con el desertor. Gullberg aceptу. No tendrнa problemas en manejar a un secretario de Estado.

El director de la DGP/Seg estaba contento: el asunto Zalachenko quedaba asegurado constitucionalmente, algo que, en este caso concreto, querнa decir que йl tenнa las espaldas cubiertas. Gullberg tambiйn estaba contento: habнa conseguido poner el asunto en cuarentena, cosa que le permitнa controlar toda la informaciуn. El, y nadie mбs que йl, controlaba a Zalachenko.

Cuando Gullberg regresу a su despacho del piso de Ostermalm, se sentу a su mesa y, a mano, hizo una lista de las personas que sabнan de la existencia de Zalachenko. La nуmina la componнan йl mismo; Gunnar Bjцrck; Hans von Rottinger, jefe operativo de la Secciуn; Fredrik Clinton, jefe adjunto; Eleanor Badenbrink, secretaria de la Secciуn, y dos colaboradores a los que se les habнa encomendado la tarea de reunir y analizar la informaciуn que Zalachenko les pudiera proporcionar. En total, siete personas que, durante los siguientes aсos, constituirнan una secciуn especial dentro de la Secciуn. Los bautizу mentalmente como «el Grupo Interior».

Fuera de la Secciуn, estaban al corriente el jefe de la DGP/Seg, el jefe adjunto y el jefe administrativo. Aparte de ellos, el primer ministro y un secretario de Estado. En total, doce personas. Nunca un secreto de tal magnitud habнa sido conocido por un grupo tan reducido.

Luego el rostro de Gullberg se ensombreciу. El secreto tambiйn era conocido por una decimotercera persona. Bjцrck estuvo acompaсado por el jurista Nils Bjurman. Convertir a este ъltimo en un colaborador de la Secciуn quedaba totalmente descartado: Bjurman no era un verdadero policнa de seguridad —en el fondo no era mбs que una especie de becario de la DGP/Seg— y no disponнa ni de los conocimientos ni de la competencia que se requerнan. Gullberg sopesу varias alternativas hasta que al final se decidiу por sacar discretamente a Bjurman de la historia. Lo amenazу con cadena perpetua por alta traiciуn si se le ocurrнa pronunciar una sola sнlaba sobre Zalachenko, lo sobornу con promesas de futuros trabajos y, por ъltimo, le dio una coba que no hizo sino aumentar la sensaciуn de importancia que Bjurman tenнa sobre sн mismo. Se encargу de que contrataran a Bjurman en un prestigioso bufete y de que recibiera toda una serie de encargos que lo mantuvieran ocupado. El ъnico problema residнa en que Bjurman era tan mediocre que no supo aprovechar sus oportunidades. Abandonу el bufete al cabo de diez aсos y abriу el suyo propio, con un solo empleado, en Odenplan.

Durante los siguientes aсos, Gullberg mantuvo a Bjurman bajo una discreta pero constante vigilancia. No la abandonу hasta finales de los aсos ochenta, cuando la Uniуn Soviйtica se encontraba a punto de caer y Zalachenko ya no constituнa un asunto prioritario.

Para la Secciуn, Zalachenko habнa representado, en primer lugar, la promesa de abrir una brecha en la resoluciуn del enigma Palme, algo que mantenнa permanentemente ocupado a Gullberg. Por consiguiente, Palme fue uno de los primeros temas que Gullberg tratу en el largo debriefing.

Sin embargo, sus esperanzas pronto se frustraron: Zalachenko nunca habнa operado en Suecia y no tenнa un verdadero conocimiento del paнs. Sн habнa oнdo rumores, en cambio, sobre el «Caballo Rojo», un destacado polнtico sueco, tal vez escandinavo, que trabajaba para la KGB.

Gullberg escribiу una lista de nombres que uniу al de Palme. Allн estaban Cari Lidbom, Pierre Schori, Sten Andersson, Marita Ulvskog y unos cuantos mбs. Durante el resto de su vida, Gullberg volverнa a esa nуmina una y otra vez sin conseguir jamбs dar respuesta al enigma.

De repente, Gullberg se codeaba con los grandes. Le ofrecieron sus respetos en aquel exclusivo club de guerreros elegidos donde todos se conocнan y donde los contactos se realizaban mediante la amistad y la confianza personales, y no a travйs de los canales oficiales ni de las reglas burocrбticas. Llegу, incluso, a conocer al mismнsimo James Jesъs Angleton y a tomarse un whisky con el jefe del MI-6 en un discreto club de Londres. Se convirtiу en uno de los grandes.

La otra cara de la profesiуn era que nunca podrнa hablar de sus йxitos, ni siquiera en unas memorias postumas. Constantemente presente se hallaba, asimismo, el miedo a que el Enemigo empezara a percatarse de sus viajes y lo vigilara; de ese modo, sin quererlo, guiarнa a los rusos hasta Zalachenko.

En ese aspecto, Zalachenko era su peor enemigo.

Durante el primer aсo, Zalachenko estuvo alojado en un apartamento propiedad de la Secciуn. No existнa en ningъn registro ni en ningъn documento pъblico, y dentro del grupo de Zalachenko habнan pensado que les sobraba tiempo para plantearse el futuro del desertor. Hasta la primavera de 1978 no le dieron un pasaporte a nombre de Karl Axel Bodin ni le pudieron inventar, con no poco esfuerzo, un pasado: una ficticia pero comprobable vida en los registros oficiales suecos.

Para entonces ya era tarde: Zalachenko ya se habнa follado a esa maldita puta llamada Agneta Sofнa Salander, cuyo apellido de soltera era Sjуlander, y se habнa presentado sin la menor preocupaciуn con su verdadero nombre: Zalachenko. Gullberg pensaba que Zalachenko no estaba del todo bien de la cabeza. Sospechaba que el desertor ruso deseaba mбs bien ser descubierto. Era como si necesitara estar en el candelero. Si no, resultaba difнcil explicar cуmo podнa ser tan tremendamente estъpido.

Hubo putas, perнodos de un exagerado consumo de alcohol y varios incidentes violentos y unas cuantas broncas con porteros de bares y otras personas. En tres ocasiones la policнa sueca arrestу a Zalachenko por embriaguez y en otras dos por peleas en un bar. Y, en cada ocasiуn, la Secciуn tuvo que intervenir discretamente y sacarle del apuro asegurбndose de que los papeles desaparecieran y de que los registros fueran modificados. Gullberg eligiу a Gunnar Bjцrck para que se convirtiera en su sombra. El trabajo de Bjцrck consistнa en hacer de canguro casi veinticuatro horas al dнa. Era difнcil, pero no habнa otra alternativa.

Todo podнa haber salido bien. A principios de los aсos ochenta, Zalachenko se tranquilizу y empezу a adaptarse. Pero nunca dejу a la puta de Salander. Y lo que era peor: se habнa convertido en el padre de Camilla y de Lisbeth Salander.

Lisbeth Salander.

Gullberg pronunciу su nombre con una sensaciуn de malestar.

Ya cuando las chicas contaban unos nueve o diez aсos, Gullberg sentнa una extraсa sensaciуn en el estуmago cada vez que pensaba en ella. No hacнa falta ser psiquiatra para comprender que no era normal. Gunnar Bjцrck habнa informado de que se mostraba rebelde, violenta y agresiva ante Zalachenko, a quien, ademбs, no parecнa tenerle el mбs mнnimo miedo. Raramente decнa algo pero mostraba de otras mil maneras su descontento con el estado de las cosas. Ella era un problema en ciernes, aunque Gullberg no podнa imaginar, ni en la peor de sus pesadillas, las gigantescas proporciones que ese problema alcanzarнa. Lo que mбs temнa era que la situaciуn de la familia Salander llevara a una investigaciуn social que se centrara en Zalachenko. Cuбntas veces le implorу a Zalachenko que rompiera con la familia y que se alejara de ellos. Йl se lo prometнa pero siempre acababa incumpliendo su promesa. Tenнa otras putas. Le sobraban las putas. Pero al cabo de unos cuantos meses siempre volvнa con Agneta Sofнa Salander.

Maldito Zalachenko. Un espнa que dejaba que su polla gobernara su vida sentimental no podнa ser, evidentemente, un buen espнa. Pero era como si Zalachenko estuviera por encima de todas las reglas normales. O al menos asн pensaba йl... Si se hubiese contentado con tirбrsela sin tener que darle una paliza cada vez que se veнan, tampoco habrнa sido para tanto, pero lo que estaba sucediendo era que Zalachenko maltrataba grave y repetidamente a su novia. Incluso parecнa verlo como un entretenido desafнo hacia sus vigilantes: la maltrataba sуlo para meterse con ellos y verlos sufrir.

A Gullberg no le cabнa la menor duda de que Zalachenko era un puto enfermo, pero no le quedaba mбs alternativa: no contaba precisamente con un montуn de agentes desertores del GRU entre los que elegir. Sуlo tenнa a uno, quien, ademбs, era muy consciente de lo que significaba para йl.

Gullberg suspirу. El grupo de Zalachenko habнa adquirido el papel de empresa de limpieza. Era un hecho innegable. Zalachenko sabнa que se podнa permitir ciertas libertades y que ellos lo sacarнan de cualquier aprieto. Y cuando se trataba de Agneta Sofнa Salander se aprovechaba de eso hasta lнmites insospechados.

No le faltaron advertencias. Lisbeth Salander acababa de cumplir doce aсos cuando le asestу unas cuantas puсaladas a Zalachenko. Las heridas no fueron graves, pero lo trasladaron al hospital de Sankt Gуran y el grupo tuvo que realizar una importante labor de limpieza. En aquella ocasiуn, Gullberg mantuvo una Conversaciуn Muy Seria con йl: le dejу muy claro que jamбs permitirнa que volviera a contactar con la familia Salander y le hizo prometer que nunca mбs se acercarнa a ellas. Y Zalachenko se lo prometiу. Mantuvo su promesa durante mбs de medio aсo, hasta que fue de nuevo a casa de Agneta Sofнa Salander y la maltratу con tal saсa que ella acabу en una instituciуn para el resto de su vida.

Sin embargo, Gullberg jamбs se habrнa podido imaginar que Lisbeth Salander fuera una psicуpata asesina capaz de fabricar una bomba incendiaria. Aquel dнa fue un caos. Les esperaba un laberinto de investigaciones y toda la Operaciуn Zalachenko —incluso toda la Secciуn— pendieron de un hilo muy fino. Si Lisbeth Salander hablara, podrнa desenmascarar a Zalachenko. Y si йste fuese descubierto, no sуlo se correrнa el riesgo de que toda una serie de operaciones que estaban en marcha en Europa desde hacнa quince aсos se fueran a pique, sino tambiйn que la Secciуn fuera sometida a un examen pъblico. Algo que habнa que impedir a toda costa.

Gullberg estaba preocupado. Un examen pъblico harнa que, a su lado, el caso IB pareciera una pelнcula para toda la familia. Si se abrieran los archivos de la Secciуn, se desvelarнa un conjunto de circunstancias que no eran del todo compatibles con la Constituciуn, por no hablar de la vigilancia a la que sometieron tanto a Palme como a otros conocidos miembros del Partido Socialdemуcrata. Hacнa muy pocos aсos que habнan asesinado a Palme y era un tema muy delicado. Eso habrнa ocasionado que se iniciara una investigaciуn contra Gullberg y otros numerosos miembros de la Secciуn. Y lo que era peor: que unos cuantos locos periodistas lanzaran, sin cortarse un pelo, la teorнa de que la Secciуn estaba detrбs del asesinato de Palme, algo que, a su vez, conducirнa a un laberinto mбs de revelaciones y acusaciones. Otro problema era que la Direcciуn de la Policнa de Seguridad habнa cambiado tanto que ni siquiera el director de la DGP/Seg conocнa la existencia de la Secciуn. Aquel aсo todos los contactos con la DGP/Seg no fueron mбs allб de la mesa del nuevo jefe administrativo adjunto, quien, desde hacнa ya una dйcada, era miembro fijo de la Secciуn.

Un ambiente de pбnico y angustia empezу a reinar entre los colaboradores del grupo de Zalachenko. En realidad, fue Gunnar Bjцrck quien dio con la soluciуn: un psiquiatra llamado Peter Teleborian.

Teleborian habнa sido reclutado por el departamento de contraespionaje de la DGP/Seg para un asunto completamente diferente: trabajar como asesor en la investigaciуn de un presunto espнa industrial. En una fase delicada de la investigaciуn, habнa que averiguar cуmo iba a actuar el sospechoso en caso de que se le sometiera a estrйs. Teleborian era un joven y prometedor psiquiatra que no soltaba a sus interlocutores la tнpica jerga oscura, sino que ofrecнa concretos y prбcticos consejos, los mismos que hicieron posible que la DGP/Seg impidiera un suicidio y que el espнa en cuestiуn pudiera transformarse en un agente doble que enviara desinformaciуn a quienes habнan contratado sus servicios.

Despuйs del ataque de Salander contra Zalachenko, Bjцrck, con mucho cuidado, vinculу a Teleborian a la Secciуn en calidad de asesor externo. Y ahora hacнa mбs falta que nunca.

Resolver el problema habнa sido muy sencillo: podнan hacer desaparecer a Karl Axel Bodin enviбndolo a un centro de rehabilitaciуn. Agneta Sofнa Salander desaparecerнa enviбndola a una unidad de enfermos crуnicos con irreparables daсos cerebrales. Todas las investigaciones policiales fueron a parar a la DGP/Seg y se transfirieron, con la ayuda del jefe administrativo adjunto, a la Secciуn.

Peter Teleborian acababa de obtener un puesto como mйdico jefe adjunto en la unidad de psiquiatrнa infantil del hospital de Sankt Stefan de Uppsala. Todo lo que hacнa falta era un informe de psiquiatrнa forense que Bjцrck y Teleborian redactarнan juntos y, acto seguido, una decisiуn rбpida y no especialmente controvertida del tribunal. Tan sуlo era cuestiуn de ver cуmo presentar los hechos. La Constituciуn no tenнa nada que ver con todo aquello. Al fin y al cabo, se trataba de la seguridad nacional. La gente tenнa que entenderlo.

Y que Lisbeth Salander era una enferma mental resultaba obvio. Unos ahitos encerrada en una instituciуn psiquiбtrica le vendrнan, sin duda, muy bien. Gullberg asintiу dando asн su visto bueno a la operaciуn.

Todas las piezas del puzle habнan encajado. Y eso ocurriу cuando el grupo Zalachenko estaba ya, de todos modos, a punto de disolverse. La Uniуn Soviйtica habнa dejado de existir y la йpoca de esplendor de Zalachenko pertenecнa definitivamente al pasado: su fecha de caducidad ya se habнa sobrepasado con creces.

En su lugar, el grupo Zalachenko le ofreciу una generosa indemnizaciуn por despido de uno de los fondos reservados de la policнa de seguridad. Le proporcionaron las mejores atenciones mйdicas, y, seis meses mбs tarde, con un suspiro de alivio, lo llevaron al aeropuerto de Arlanda y le dieron un billete de ida para Espaсa. Le dejaron claro que a partir de ese momento los caminos de Zalachenko y de la Secciуn se separaban. Fue una de las ъltimas gestiones realizadas por Gullberg. Una semana mбs tarde, acogiйndose a los derechos que su edad le otorgaba, se jubilу y le dejу su puesto al delfнn: Fredrik Clinton. A partir de entonces, a Gullberg sуlo lo consultaron como asesor externo y consejero para cuestiones especialmente delicadas. Se quedу en Estocolmo tres aсos mбs trabajando casi a diario en la Secciуn, pero los encargos fueron cada vez a menos y, poco a poco, fue desmantelбndose a sн mismo. Volviу a Laholm, su ciudad natal, y continuу haciendo algъn que otro trabajo a distancia. Durante los primeros aсos viajу con cierta regularidad a Estocolmo, pero incluso esas visitas empezaron a ser cada vez mбs espaciadas.

Habнa dejado de pensar en Zalachenko. Hasta esa maсana en la que se despertу y se encontrу con la hija de йste en las portadas de todos los periуdicos, sospechosa de un triple asesinato.

Gullberg habнa seguido las noticias con una sensaciуn de desconcierto. Comprendiу a la perfecciуn que no era ninguna casualidad que Salander hubiese tenido a Bjurman como administrador, pero no pensу que aquello supusiera un peligro inminente para que la vieja historia de Zalachenko saliera a flote. Salander era una enferma mental; no le sorprendнa en absoluto que ella fuese la autora de aquella orgнa asesina. En cambio, ni siquiera se le habнa pasado por la cabeza que Zalachenko pudiera estar vinculado al caso hasta que una maсana escuchу los informativos y se desayunу con las noticias de Gosseberga. Fue entonces cuando se puso a hacer llamadas y acabу comprando un billete de tren para Estocolmo.

La Secciуn se enfrentaba a su peor crisis desde que йl fundara la organizaciуn. Todo amenazaba con resquebrajarse.

Zalachenko arrastrу los pies hasta el cuarto de baсo y orinу. Con las muletas que el hospital de Sahlgrenska le habнa proporcionado podнa moverse. Habнa dedicado el domingo y el lunes a breves sesiones de entrenamiento. Le seguнa doliendo endiabladamente la mandнbula y sуlo podнa tomar alimentos lнquidos, pero ahora era capaz de levantarse y recorrer distancias cortas.

Despuйs de haber vivido con una prуtesis durante casi quince aсos se habнa acostumbrado a las muletas. Se entrenу en el arte de desplazarse silenciosamente con ellas andando de un lado a otro de su habitaciуn. Cada vez que el pie derecho rozaba el suelo, un intenso dolor le atravesaba la pierna.



  

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