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La reina en el palacio de las corrientes de aire 3 страница



—Comprenderбs que todo esto resulte un poco difнcil de digerir; no es una historia que se pueda hacer pъblica con facilidad. Si lo he entendido bien, toda esta informaciуn sobre Zalachenko es altamente secreta.

—Y sin embargo, es la pura verdad. Tengo documentos que lo prueban.

—їPuedo verlos?

Bublanski le pasу la carpeta con el informe policial de 1991. Ekstrцm contemplу pensativo el sello, que indicaba que el documento constituнa una informaciуn de alto secreto, asн como el nъmero de registro, que identificу enseguida como perteneciente a la Sдpo. Hojeу deprisa y corriendo el legajo de casi cien pбginas y leyу unas partes al azar para acabar dejбndolo de lado.

—Tenemos que intentar suavizar todo esto un poco para que la situaciуn no se nos vaya de las manos. O sea, que encerraron a Lisbeth Salander en el manicomio porque intentу matar a su padre... ese tal Zalachenko. Y ahora le ha dado un hachazo en la cabeza. Eso, en cualquier caso, debe ser considerado intento de homicidio. Y habrб que detenerla por haberle pegado un tiro a Magge Lundin en Stallarholmen.

—Puedes detener a quien te dй la gana, pero yo, en tu lugar, me andarнa con cuidado.

—Como esta historia de la Sдpo se filtre se va a montar un escбndalo enorme.

Bublanski se encogiу de hombros. Su trabajo consistнa en investigar delitos, no en controlar escбndalos.

—Ese tipo de la Sдpo, Gunnar Bjцrck. їQuй sabemos del papel que representa en todo esto?

—Es uno de los protagonistas. Estб de baja por una hernia discal y en la actualidad vive en Smеdalarц.

—Muy bien... De momento nos callaremos lo de la Sдpo. Ahora se trata del asesinato de un agente de policнa y de nada mбs. Nuestra misiуn no es la de crear confusiуn.

—Creo que serб difнcil callarlo. —їQuй quieres decir?

—He enviado a Curt Svensson para que me traiga a Bjцrck porque quiero interrogarlo. —Bublanski mirу su reloj—. Supongo que ya estarб allн.

—їCуmo?

—En realidad habнa previsto darme a mн mismo el gustazo de ir a Smеdalarц, pero luego surgiу lo del asesinato del policнa.

—No he emitido ninguna orden para que se detenga a Bjцrck.

—Es verdad. Pero no se trata de ninguna detenciуn. Lo traigo aquн para tomarle declaraciуn. —Esto no me gusta nada.

Bublanski se inclinу hacia delante con un gesto casi confidencial.

—Richard... las cosas son de la siguiente manera: desde su mбs tierna infancia, Lisbeth Salander ha sido vнctima de una serie de abusos contra sus derechos constitucionales. Yo no pienso dejar que esto siga. Si quieres, me puedes relegar de mi cargo de jefe de la investigaciуn, pero en ese caso me verй obligado a redactar una memoria de tono bastante duro sobre el asunto.

Richard Ekstrцm pareciу haberse tragado un limуn.

Gunnar Bjцrck, de baja de su cargo como jefe adjunto del departamento de extranjerнa de la policнa de seguridad de Suecia, abriу la puerta de la casa de campo de Smеdalarц y al levantar la vista se topу frente a frente con un hombre fuerte, con el pelo rubio y rapado y una cazadora de cuero negro.

—Busco a Gunnar Bjцrck.

—Soy yo.

—Curt Svensson, de la policнa criminal de Estocolmo.

El hombre enseсу su placa. —Usted dirб...

—Le rogamos que tenga la bondad de acompaсarnos a Kungsholmen para colaborar con la policнa en la investigaciуn sobre Lisbeth Salander.

—Eh... debe de tratarse de un error.

—No, no hay ningъn error —dijo Curt Svensson.

—No lo entiende. Yo tambiйn soy policнa. Creo que deberнa comprobarlo con su jefe.

—Precisamente es mi jefe el que quiere hablar con usted.

—Tengo que hacer una llamada y... —Puede llamar desde Kungsholmen. De pronto, Gunnar Bjцrck se resignу. Ya estб. Me van a implicar. Maldito Blomkvist de mierda. Maldita Salander.

—їEstoy detenido? —preguntу. —De momento, no. Pero si lo desea, lo podemos arreglar.

—No... no, le acompaсo, por supuesto; faltarнa mбs. Claro que quiero colaborar con mis colegas de la policнa abierta.

—Muy bien —dijo Curt Svensson mientras acompaсaba a Bjцrck hacia el interior de la casa. Le echу un ojo cuando йste fue a buscar ropa de abrigo y apagу la cafetera elйctrica.

A las once de la maсana, Mikael Blomkvist se acordу de que el coche que habнa alquilado seguнa aparcado detrбs de un granero en la entrada de Gosseberga, pero estaba tan agotado que no tenнa ni fuerzas para a ir a buscarlo; y, menos aъn, para conducir una larga distancia sin resultar un peligro para la circulaciуn. Pidiу consejo al inspector Marcus Erlander, quien, generosamente, se encargу de que un tйcnico forense de Gotemburgo trajera el vehнculo cuando volviese a casa.

—Considйralo una compensaciуn por cуmo te trataron anoche.

Mikael asintiу y cogiу un taxi hasta el City Hotel de Lorensbergsgatan, cerca de Avenyn. Pidiу una habitaciуn individual para una noche que le costу ochocientas coronas y subiу directamente. Nada mбs entrar, se quitу la ropa. Se sentу desnudo sobre la colcha de la cama, sacу el Palm Tungsten T3 de Lisbeth Salander del bolsillo interior de la americana y lo sopesу con la mano. Seguнa perplejo por el hecho de que no se lo hubiesen confiscado cuando el comisario Thomas Paulsson lo cacheу, pero йste dio por descontado que se trataba del ordenador de Mikael, y al final no llegaron a meterlo en el calabozo ni le quitaron sus pertenencias. Reflexionу un instante y luego lo introdujo en el compartimento del maletнn de su ordenador, donde guardaba el disco de Lisbeth en el que ponнa «Bjurman» y que Paulsson tambiйn habнa pasado por alto. Era consciente de que, desde un punto de vista estrictamente legal, estaba ocultando pruebas, pero se trataba de cosas que, sin duda, Lisbeth Salander no desearнa que fueran a parar a manos inadecuadas.

Encendiу su mуvil, vio que la baterнa estaba en las ъltimas y enchufу el cargador. Llamу a su hermana, la abogada Annika Giannini.

—Hola, hermanita.

—їQuй tienes tъ que ver con el asesinato del policнa de anoche? —le preguntу йsta de inmediato.

Mikael explicу brevemente lo sucedido.

—De acuerdo. De modo que Salander estб en la UVI...

—Asн es. Hasta que no se despierte no podremos saber la gravedad de sus lesiones, pero va a necesitar un abogado.

Annika Giannini reflexionу un instante. —їCrees que me aceptarб?

—Lo mбs probable es que no quiera que nadie la represente. No es de esas personas que van pidiendo favores por ahн.

—Me da la impresiуn de que necesitarб un abogado penal. Dйjame echarle un vistazo a la documentaciуn que tienes.

—Habla con Erika Berger y dile que te mande una copia.

En cuanto Mikael terminу la conversaciуn con Annika Giannini llamу a Erika Berger. Como no le contestaba en el mуvil, marcу el nъmero de la redacciуn de Millennium. Se puso Henry Cortez.

—-Erika ha salido un momento —dijo Henry.

Mikael le explicу rбpidamente lo que habнa pasado y le pidiу a Henry Cortez que se lo comunicara a la redactora jefa de Millennium.

—De acuerdo. їY quй podemos hacer? —preguntу Henry.

—Por hoy nada —respondiу Mikael—. Necesito dormir. Si no surge ningъn imprevisto, volverй a Estocolmo maсana. Millennium darб su versiуn en el prуximo nъmero, y para eso falta casi un mes.

Colgу, se metiу bajo las sбbanas y apenas tardу treinta segundos en dormirse.

La jefa adjunta de la policнa regional, Monica Spеngberg, golpeу con un bolнgrafo el borde de su vaso de Ramlуsa y pidiу silencio. Alrededor de la mesa de su despacho de jefatura habнa diez personas congregadas: tres mujeres y siete hombres. El grupo estaba compuesto por el jefe de la brigada de delitos violentos, su jefe adjunto, tres inspectores, incluido Marcus Erlander, y el responsable de prensa de la policнa de Gotemburgo. A la reuniуn tambiйn se convocу a la instructora del sumario, Agneta Jervas, del Ministerio Fiscal, asн como a los inspectores Sonja Modig y Jerker Holmberg, de la policнa de Estocolmo. Estos dos ъltimos habнan sido invitados como muestra de su buena voluntad de cooperaciуn con la policнa de la capital y, posiblemente, tambiйn para enseсarles cуmo se realiza una investigaciуn policial de verdad.

Spеngberg, que ya estaba acostumbrada a ser la ъnica mujer en un entorno masculino, no tenнa precisamente fama de perder el tiempo en formalidades y frases de cortesнa. Explicу que el jefe de la policнa regional se encontraba en Madrid en una conferencia de la Europol, que habнa interrumpido su viaje cuando se le avisу del asesinato del policнa y que no lo esperaban hasta la noche. Luego se dirigiу directamente al jefe de la brigada de delitos violentos, Anders Pehrzon, y le pidiу que resumiera la situaciуn.

—Hace ya mбs de diez horas que nuestro colega Gunnar Andersson fue asesinado en la carretera de Nossebro. Conocemos el nombre del asesino, Ronald Niedermann, pero aъn no disponemos de ninguna fotografнa de dicha persona.

—En Estocolmo tenemos una foto suya de hace mбs de veinte aсos. Nos la dio Paolo Roberto, pero no sirve de mucho —dijo Jerker Holmberg.

—Vale. Como ya sabйis, el coche patrulla que robу ha sido encontrado esta maсana en Alingsеs. Se hallaba aparcado en una bocacalle, a unos trescientos cincuenta metros de la estaciуn de trenes. No nos consta que nadie haya denunciado el robo de un coche en la zona.

—їCуmo estб la situaciуn?

—Tenemos vigilados los trenes que llegan a Estocolmo y Malmц. Hemos emitido una orden nacional de busca y captura e informado a la policнa de Noruega y Dinamarca. Ahora mismo habrб unos treinta policнas trabajando en la investigaciуn y, naturalmente, todo el cuerpo mantiene los ojos bien abiertos.

—їPistas?

—De momento ninguna. Pero una persona con un aspecto tan llamativo como el de Niedermann no debe de ser imposible de localizar.

—їAlguien conoce el estado de Fredrik Torstensson? —preguntу uno de los inspectores de delitos violentos.

—Estб en Sahlgrenska. Se encuentra herido de gravedad, mбs o menos como si hubiese sufrido un accidente de trбfico. Resulta difнcil creer que una persona sea capaz de causar esas lesiones tan sуlo con sus manos. Aparte de alguna que otra fractura en las piernas y unas cuantas costillas rotas, tiene una vйrtebra del cuello daсada y corre el riesgo de quedarse parcialmente paralizado.

Todos se quedaron reflexionando un instante sobre el estado de su colega hasta que Spеngberg volviу a tomar la palabra. Se dirigiу a Erlander:

—їQuй es lo que en realidad ocurriу en Gosseberga? —Lo que ocurriу en Gosseberga se llama Thomas Paulsson.

Varios de los que participaban en la reuniуn emitieron un quejido al unнsono.

—їNo hay nadie que pueda jubilar a ese tнo? Es una puta catбstrofe andante.

—Conozco muy bien a Paulsson —dijo Monica Spеngberg con un tono de voz grave—. Pero no he oнdo ninguna queja sobre йl durante el ъltimo... bueno, durante los ъltimos dos aсos.

—El jefe de policнa de allн arriba es un viejo amigo de Paulsson y lo habrб estado protegiendo. Con las mejores intenciones, dicho sea de paso; esto no es ninguna crнtica contra йl. Pero anoche Paulsson se comportу de una forma muy rara y varios compaсeros me informaron de ello.

—їQuй es lo que hizo?

Marcus Erlander mirу de reojo a Sonja Modig y a Jerker Holmberg. Se sentнa manifiestamente avergonzado de tener que sacar a relucir ante sus colegas de Estocolmo las carencias de la organizaciуn.

—Creo que lo mбs raro que hizo fue poner a un tйcnico forense a hacer un inventario de todo lo que habнa en el leсero donde encontramos a ese Zalachenko.

—їUn inventario del leсero? —preguntу Spеngberg.

—Sн... bueno... que querнa saber el nъmero exacto de leсos que habнa. Para que el informe fuese correcto.

Un elocuente silencio se apoderу del despacho antes de que Erlander se apresurara a seguir.

—Y esta maсana ha salido a la luz que Paulsson estб tomando al menos dos psicofбrmacos que se llaman Xanor y Efexor. Se supone que deberнa estar de baja, pero ha ocultado su estado a sus colegas.

—їQuй estado? —preguntу Spеngberg con un tono incisivo.

—No lo sй con certeza; el mйdico se acoge al secreto profesional, ya sabйis, pero los psicofбrmacos son, por una parte, un potente ansiolнtico y, por otra, un estimulante. Anoche, simple y llanamente, estaba como una moto.

—ЎDios mнo! —exclamу con йnfasis Spеngberg. La expresiуn de su rostro fue como la tormenta que acababa de pasar por Gotemburgo esa misma madrugada—. Quiero hablar con Paulsson. Ahora mismo.

—Creo que va a ser un poco difнcil. Esta maсana se ha caнdo en redondo y se lo han llevado al hospital por agotamiento. Hemos tenido la terrible mala suerte de que se diera la casualidad de que йl tenнa guardia.

—Una pregunta —dijo el jefe de la brigada de delitos violentos—: їEs verdad que anoche Paulsson detuvo a Mikael Blomkvist?

—Ha entregado un informe y lo ha denunciado por insultos, tenencia ilнcita de armas y oponer resistencia a un funcionario pъblico.

—їY Blomkvist quй dice?

—Reconoce los insultos, pero afirma que lo hizo en legнtima defensa. Vamos, que quiso impedir a toda costa que Torstensson y Andersson fueran a detener a Niedermann sin mбs refuerzos.

—їTestigos?

—Pues... los agentes Torstensson y Andersson. Pero, si te soy sincero, no me creo ni un pelo lo que alega Paulsson en su denuncia; me extraсa que Blomkvist se resistiera violentamente a la detenciуn. No es mбs que una estrategia para defenderse de futuras denuncias por parte de Blomkvist.

—їQuieres decir que Blomkvist, sin ayuda de nadie, pudo con Niedermann? —preguntу la fiscal Agneta Jervas.

—Amenazбndolo con un arma.

—De modo que Blomkvist tenнa un arma... Entonees la detenciуn, a pesar de todo, estaba justificada. їY de dуnde la sacу?

—No quiere hacer declaraciones al respecto sin hablar antes con un abogado. Pero Paulsson detuvo a Blomkvist cuando intentу entregar el arma a la policнa.

—їPuedo presentar una propuesta informal? —terciу Sonja Modig prudentemente.

Todos la miraron.

—En el transcurso de la investigaciуn he visto a Mikael Blomkvist en varias ocasiones y mi evaluaciуn es que, para ser periodista, se trata de una persona bastante sensata. Supongo que eres tъ la que debe tomar la decisiуn de procesarlo o no... —comentу, mirando a Agneta Jervas, quien asintiу con la cabeza—. En ese caso: lo de los insultos y la resistencia no son mбs que tonterнas, asн que supongo que eso lo desestimarбs automбticamente.

—Es muy probable. Pero lo de la tenencia ilнcita de armas es algo mбs serio.

—Yo propondrнa que esperaras un poco antes de apretar el gatillo. Blomkvist ha ensamblado sуlito todas las piezas de este puzle y nos saca mucha ventaja. Nos resulta de mucha mбs utilidad llevarnos bien y colaborar con йl que incitarlo a que ejecute a todo el cuerpo de policнa en los medios de comunicaciуn.

Se callу. Unos segundos despuйs, Marcus Erlander carraspeу. Si Sonja Modig podнa dar la cara, йl no querнa ser menos.

—La verdad es que estoy de acuerdo. Yo tambiйn veo a Blomkvist como una persona que tiene la cabeza en su sitio. Y le he pedido perdуn por cуmo lo trataron anoche. Parece dispuesto a hacer borrуn y cuenta nueva.

—Ademбs, es un hombre con principios: ha dado con la vivienda de Lisbeth Salander, pero se niega a decir dуnde estб. No le da miedo entrar en un debate abierto con la policнa... y se encuentra en una posiciуn en la que lo que йl diga tendrб el mismo peso en los medios de comunicaciуn que cualquier denuncia de Paulsson.

—Pero їse niega a dar informaciуn sobre Salander a la policнa?

—Dice que le preguntemos directamente a Lisbeth.

—їQuй arma es? —inquiriу Jervas.

—Una Colt 1911 Government. El nъmero de serie es desconocido. Se la he enviado a los forenses y aъn no sabemos si se ha cometido algъn crimen con ella en Suecia. En ese caso, evidentemente, el asunto adquirirнa un cariz distinto.

Monica Spеngberg levantу el bolнgrafo.

—Agneta, tъ decides si quieres instruir un sumario contra Blomkvist. Te sugiero que esperes al informe forense. Sigamos. Ese tipo, Zalachenko... Vosotros, que venнs de Estocolmo: їquй nos podйis contar sobre йl?

—La verdad es que hasta ayer por la tarde nunca habнamos oнdo hablar ni de Zalachenko ni de Niedermann —contestу Sonja Modig.

—Yo pensaba que en Estocolmo estabais persiguiendo a una banda satбnica de lesbianas —dijo uno de los policнas de Gotemburgo.

Algunos de los otros sonrieron. Jerker Holmberg se examinу las uсas. Fue Sonja Modig la que tuvo que hacerse cargo de la pregunta.

—Que esto no salga de aquн, pero supongo que puedo revelar que tambiйn nosotros tenemos a nuestro propio «Thomas Paulsson» en la brigada; lo de la banda satбnica de lesbianas es mбs bien una pista paralela que saliу de йl.

Acto seguido, Sonja Modig y Jerker Holmberg dedicaron mбs de media hora a dar cuenta de todo lo que habнa ido surgiendo en la investigaciуn.

Cuando terminaron, un prolongado silencio invadiу la mesa.

—Si lo de Gunnar Bjцrck es cierto, menuda le espera a la Sдpo —acabу sentenciando el jefe adjunto de la brigada de delitos violentos.

Todos asintieron. Agneta Jervas levantу la mano.

—Si lo he entendido bien, vuestras sospechas se basan, en gran medida, en suposiciones e indicios. Como fiscal, me preocupa un poco la ausencia de pruebas concretas.

—Somos conscientes de eso —respondiу Jerker Holmberg—. En lнneas generales creemos saber quй ocurriу, pero nos quedan bastantes dudas por aclarar.

—Tengo entendido que andбis ocupados excavando en las afueras de Sцdertдlje —dijo Spеngberg—. En realidad, їde cuбntos asesinatos estamos hablando en toda esta historia?

Jerker Holmberg parpadeу dando muestras de cansancio.

—Empezamos con tres asesinatos en Estocolmo; son los crнmenes por los que buscбbamos a Lisbeth Salander: el abogado Bjurman, el periodista Dag Svensson y la doctoranda Mia Bergman. Por lo que respecta a las inmediaciones del almacйn de Nykvarn, ya hemos encontrado tres tumbas. Hemos identificado a un conocido camello y ladrуn que apareciу descuartizado en una de ellas. En otra hemos hallado a una mujer que aъn no ha sido identificada. Y todavнa no nos ha dado tiempo a excavar la tercera. Al parecer, es la mбs antigua. Ademбs, Mikael Blomkvist ha vinculado todo esto con el crimen de una prostituta cometido en Sцdertдlje hace ya algunos meses.

—Asн que con el del agente Gunnar Andersson en Gosseberga ya van, por lo menos, ocho asesinatos... Es una cifra aterradora. їHemos de creer que ese Niedermann es el autor de todos ellos? Quiero decir: їestarнamos hablando de un autйntico loco y asesino en masa?

Sonja Modig y Jerker Holmberg se intercambiaron las miradas. Ahora la cuestiуn era saber hasta dуnde estaban dispuestos a llegar en sus afirmaciones. Al final, Sonja Modig tomу la palabra:

—Aunque carecemos de pruebas reales y concretas, la verdad es que mi jefe (o sea, el inspector Jan Bublanski) y yo nos inclinamos a creer que Blomkvist tiene razуn al afirmar que los tres primeros asesinatos fueron perpetrados por Niedermann. Eso significarнa que Salander es inocente. En cuanto a las tumbas de Nykvarn, Niedermann estб relacionado con el lugar a consecuencia del secuestro de la amiga de Salander, Miriam Wu. No cabe duda de que ella estaba en la lista y de que habнa una cuarta tumba esperбndola. Pero el almacйn en cuestiуn es propiedad de un familiar del lнder de Svavelsjц MC, y mientras ni siquiera hayamos podido identificar los restos las conclusiones tendrбn que esperar.

—Ese ladrуn al que habйis identificado...

—Kenneth Gustafsson, cuarenta y cuatro aсos, un conocido camello y una persona ya conflictiva desde su adolescencia. A bote pronto, yo dirнa que se trata de algъn tipo de ajuste de cuentas interno. Svavelsjц MC estб relacionado con toda clase de actividades delictivas, entre otras, la distribuciуn de metanfetamina. Vamos, que bien podrнa ser un cementerio en medio del bosque para todo aquel que haya acabado mal con Svavelsjц MC. Pero...

—їQuй?

—La prostituta que fue asesinada en Sцdertдlje... se llamaba Irina Petrova y tenнa veintidуs aсos. —Ya.

—La autopsia revelу que la sometieron a un maltrato sumamente brutal, y los daсos que presentaba eran similares a los que tendrнa alguien que hubiera sido golpeado con un bate de bйisbol o algo parecido. Pero las lesiones resultaban ambiguas y el forense no pudo determinar quй tipo de herramienta es el que se podrнa haber usado. La verdad es que Blomkvist hizo una observaciуn bastante aguda: los daсos sufridos por Irina Petrova se podrнan haber infligido perfectamente con las manos... —їNiedermann?

—Es una suposiciуn razonable. Pero seguimos sin tener pruebas.

—їY por dуnde vamos a continuar? —preguntу Spеngberg.

—Debo hablar con Bublanski, pero el siguiente paso lуgico serнa interrogar a Zalachenko. Por lo que a nosotros respecta, nos interesa averiguar quй sabe йl sobre los asesinatos de Estocolmo, aunque imagino que, en vuestro caso, se trata de coger a Niedermann.

Uno de los inspectores de delitos violentos de Gotemburgo levantу un dedo.

—їPuedo preguntar... quй es lo que se ha encontrado en esa granja de Gosseberga?

—Muy poca cosa. Hemos dado con cuatro armas de fuego: una Sig Sauer que estaba desmontada y a medio engrasar en la mesa de la cocina; una P-83 Wanad polaca en el suelo, junto al banco de la cocina; una Colt 1911 Government, la pistola que Blomkvist le intentу entregar a Paulsson, y, por ъltimo, una Browning del calibre 22, un arma que, dentro de ese conjunto, habrб que considerar mбs bien como una pistola de juguete. Sospechamos que se trata del arma con la que dispararon a Lisbeth Salander, ya que ella sigue viva con una bala en el cerebro.

—їAlgo mбs?

—Hemos confiscado una bolsa con unas doscientas mil coronas. Estaba en la planta superior, en una habitaciуn utilizada por Niedermann.

—їY estбis seguros de que se trata de su cuarto?

—Bueno, la ropa que habнa era de la talla XXL. La de Zalachenko serб la M, como mucho.

—їHay algo que vincule a Zalachenko con alguna actividad delictiva? —preguntу Jerker Holmberg.

Erlander negу con la cabeza.

—Eso depende, claro estб, de cуmo interpretemos la ley de armas de fuego. Pero aparte de las armas y del hecho de que Zalachenko tuviera instalado un sofisticadнsimo sistema de vigilancia con cбmaras por toda la zona, no hemos encontrado nada que diferenciase a la granja de Gosseberga de la casa de cualquier campesino de los alrededores. Es una casa decorada de modo muy espartano.

Poco antes de las doce, un policнa uniformado llamу a la puerta y le entregу un papel a la jefa adjunta de la policнa de la regiуn, Monica Spеngberg. Ella levantу un dedo.

—Me comunican que una persona ha desaparecido en Alingsеs: Anita Kaspersson, veintisiete aсos de edad y auxiliar dental. Saliу de su domicilio a las 7.30 horas de la maсana. Dejу a su hijo en una guarderнa y se supone que tenнa que haber llegado a su lugar de trabajo antes de las ocho. Pero no lo ha hecho. Trabaja en la consulta de un dentista particular, a unos ciento cincuenta metros del lugar donde se encontrу el coche patrulla robado.

Erlander y Sonja Modig consultaron sus relojes al mismo tiempo.

—Pues nos lleva cuatro horas de ventaja. їQuй coche es?

—Un Renault azul oscuro de 1991- Aquн estб la matrнcula.

—Lanza inmediatamente una orden nacional de bъsqueda del coche. A estas alturas puede encontrarse en cualquier lugar situado entre Oslo, Malmц y Estocolmo.

Tras unos cuantos comentarios mбs, dieron por concluida la reuniуn con la decisiуn de que Sonja Modig y Marcus Erlander fueran juntos a interrogar a Zalachenko.

 

Henry Cortez frunciу el ceсo y siguiу a Erika Berger con la mirada cuando йsta saliу de su despacho y desapareciу rumbo a la cocina. Apareciу al cabo de un rato con un mug de cafй y se metiу de nuevo en el despacho. Cerrу la puerta.

Henry Cortez no acababa de ver claro quй era lo que le pasaba a Erika. Millennium era un pequeсo lugar de trabajo de esos donde los colaboradores llegan a establecer una relaciуn bastante estrecha. Llevaba cuatro aсos trabajando a tiempo parcial en la revista y durante ese tiempo habнa sido testigo de unas tremendas tormentas, en particular durante ese perнodo en el que Mikael Blomkvist cumpliу tres meses de cбrcel por difamaciуn y la revista estuvo a punto de irse a pique. Tambiйn viviу los asesinatos del colaborador Dag Svensson y de su novia, Mia Bergman.

Durante todas esas tormentas, Erika Berger habнa sido una roca a la que nada parecнa poder alterar. No le extraсaba lo mбs mнnimo que esa misma maсana ella lo hubiera llamado y despertado muy temprano —al igual que a Lottie Karim— para que se pusiera a trabajar. El asunto Salander habнa estallado y Mikael Blomkvist se habнa visto envuelto de repente en el asesinato de un policнa en Gotemburgo. Hasta ahн todo estaba claro. Lottie Karim se habнa instalado en la jefatura de policнa para intentar conseguir alguna informaciуn que mereciera la pena. Henry se habнa pasado la maсana haciendo llamadas telefуnicas para ver si podнa ensamblar las piezas del puzle de lo acaecido esa noche. Blomkvist no contestу al mуvil, pero gracias a toda una serie de diversas fuentes, ahora Henry tenнa una imagen bastante clara de lo sucedido.

Erika Berger, sin embargo, habнa estado ausente en espнritu durante toda la maсana. Era muy raro que ella cerrara la puerta de su despacho; eso sуlo ocurrнa, casi exclusivamente, cuando recibнa visitas o cuando se ponнa a trabajar de lleno en algъn tema. Esa maсana no habнa tenido ninguna visita y no se encontraba trabajando en nada. Las veces que Henry llamу a su puerta para ponerla al corriente de las novedades la hallу sentada en una silla, junto a la ventana, sumida en sus pensamientos y contemplando, aparentemente sin ganas, el rнo de gente que pasaba por Gуtgatan. No prestaba atenciуn a lo que Henry le decнa. Le pasaba algo.

El timbre de la puerta interrumpiу sus reflexiones. Fue a abrir y se topу con Annika Giannini. Henry Cortez habнa visto a la hermana de Mikael Blomkvist en varias ocasiones, pero no la conocнa muy bien.

—Hola, Annika —dijo—. Mikael no estб aquн hoy.

—Ya lo sй. Venнa a ver a Erika.

Desde su silla, situada junto a la ventana, Erika Berger levantу la vista y volviу en sн en cuanto Henry dejу pasar a Annika.

—Hola —dijo—. Mikael no estб aquн hoy.

Annika sonriу.

—Ya lo sй. Me he acercado para ver el informe de Bjцrck. Micke me ha pedido que le eche un vistazo por si represento a Salander.

Erika asintiу. Se levantу y cogiу una carpeta de su mesa de trabajo.

Cuando ya estaba a punto de irse, Annika dudу un instante. Luego cambiу de opiniуn y se sentу frente a Erika.

—Bueno, їy a ti quй te pasa?

—Voy a dejar Millennium. Y no he sido capaz de contбrselo a Mikael. El ha estado tan liado con toda esa historia de Salander que nunca he visto el momento, y no puedo contбrselo a los demбs hasta que no se lo haya dicho a йl. Y me siento fatal.

Annika Giannini se mordiу el labio inferior.

—Y ahora me lo estбs contando a mн. їQuй vas a hacer?

—Voy a ser redactora jefe del Svensfya Morgуn-Posten.

—ЎVaya! Pues en ese caso, creo que lo mejor es que te felicite y que nos olvidemos de las lбgrimas y las lamentaciones.

—Ya, pero no pensaba terminar mis dнas en Millennium de esta manera, en medio de este maldito caos. La oferta apareciу como un relбmpago en medio de un cielo claro y no puedo decir que no. Es una oportunidad ъnica. Me lo propusieron justo antes de que mataran a Dag y a Mia, pero con el jaleo que ha habido aquн desde entonces se lo he ocultado a todo el mundo. Y ahora tengo unos remordimientos que no veas.

—Entiendo. Y ademбs te da miedo contбrselo a Micke.

—Todavнa no se lo he dicho a nadie. Creнa que no iba a empezar en el SMP hasta despuйs del verano y que ya habrнa tiempo de contarlo. Pero ahora quieren que empiece cuanto antes.

Se callу y, al mirar a Annika, casi se puso a llorar.

—En la prбctica, йsta serб mi ъltima semana en Millennium. La prуxima estarй de viaje y luego... necesitarй una semana de vacaciones para recargar las pilas. Y el uno de mayo empezarй en el SMP.

—їY quй habrнa pasado si te hubiese atropellado un coche? De la noche a la maсana se habrнan quedado sin redactora jefe.

Erika levantу la mirada.

—Pero no me ha atropellado ningъn coche. Lo he ocultado conscientemente durante varias semanas.

—Entiendo que estйs pasando por unos momentos difнciles, aunque me da la sensaciуn de que Micke, Christer y los demбs sabrбn hacer frente a la situaciуn. Pero creo que deberнas contбrselo enseguida.

—Sн, pero hoy tu maldito hermano estб en Gotemburgo. Estarб durmiendo y por eso no contesta al telйfono.

—Ya lo sй. Pocas personas son tan expertas en no coger el telйfono como Mikael. Pero ahora no se trata de ti y de Micke. Sй que llevбis unos veinte aсos trabajando juntos y que os habйis enrollado y todo eso, pero tienes que pensar en Christer y el resto de la redacciуn.

—Pero Mikael va a...



  

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