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La reina en el palacio de las corrientes de aire 9 страница



Apretу los dientes. Pensу en el hecho de que Lisbeth Salander se encontrara en una habitaciуn cercana. Le habнa llevado todo el dнa averiguar que ella se hallaba a tan sуlo dos puertas a la derecha.

A las dos de la madrugada, diez minutos despuйs de la ъltima visita de la enfermera, todo estaba en silencio y tranquilo. Zalachenko se levantу con mucho esfuerzo y buscу sus muletas. Se acercу a la puerta y aguzу el oнdo pero no pudo oнr nada. Abriу la puerta y saliу al pasillo. Oyу una dйbil mъsica que procedнa de la habitaciуn de las enfermeras. Se desplazу hasta la salida que habнa al final del pasillo, abriу la puerta e inspeccionу las escaleras: habнa ascensores. Volviу al pasillo y regresу a su habitaciуn. Al pasar ante la de Lisbeth Salander se detuvo y descansу apoyбndose en las muletas durante medio minuto.

Esa noche las enfermeras habнan cerrado la puerta de la habitaciуn. Lisbeth Salander abriу los ojos al percibir un dйbil sonido raspante en el pasillo. No pudo identificarlo, pero sonaba como si alguien estuviera arrastrando algo con mucho cuidado. Por un momento se hizo un silencio absoluto y se preguntу si no serнan imaginaciones suyas. Al cabo de un minuto o dos volviу a oнr el sonido. Se iba alejando. La sensaciуn de inquietud fue en aumento. Zalachenko estб ahн fuera.

Ella se sentнa encadenada a la cama. El collarнn le picaba. Le entrу un intenso deseo de levantarse. Se incorporу con no poco esfuerzo. Esas fueron mбs o menos todas las fuerzas que pudo reunir. Se dejу caer nuevamente en la cama y apoyу la cabeza en la almohada.

Acto seguido se palpу el collarнn con los dedos y encontrу los cierres que lo mantenнan fijo. Los abriу y dejу caer el collarнn al suelo. De repente respirу con mбs facilidad.

Deseу haber tenido un arma a mano y las suficientes energнas como para levantarse y aniquilarlo de una vez por todas.

Al final se levantу apoyбndose en un codo. Encendiу la luz y mirу a su alrededor: no pudo ver nada susceptible de ser usado como arma. Luego su mirada se detuvo en una mesa auxiliar situada junto a la pared y a unos tres metros de la cama. Constatу que alguien habнa dejado un lбpiz encima.

Esperу a que la enfermera de noche terminara su ronda, algo que parecнa realizar cada media hora. Lisbeth supuso que la reducida frecuencia de control se debнa a que los mйdicos habнan decidido que ella se encontraba mejor que antes, cuando ese mismo fin de semana la habнan estado visitando cada quince minutos o incluso mбs a menudo. Pero ella no notaba ninguna diferencia.

Una vez sola, reuniу fuerzas, se incorporу y pasу las piernas por encima del borde de la cama. Tenнa unos electrodos pegados al cuerpo que registraban el pulso y la respiraciуn, pero los cables venнan de la misma direcciуn que donde estaba el lбpiz. Con mucho cuidado, se puso de pie y, acto seguido, se tambaleу y perdiу el equilibrio por completo. Por un segundo creyу que se iba a desmayar, pero se apoyу en la cama y concentrу la mirada en la mesa que tenнa delante. Dio tres titubeantes pasos, estirу la mano y alcanzу el lбpiz.

Volviу a la cama caminando hacia atrбs. Estaba completamente agotada.

Se recuperу al cabo de un rato y se tapу con el edredуn. Levantу el lбpiz y tocу la punta. Se trataba de un lбpiz de madera normal y corriente. Acababan de sacarle punta y estaba afilado como un punzуn. Podrнa utilizarlo como arma contra la cara o los ojos.

Se lo guardу junto a la cadera, bien a mano, y se durmiу.


Capнtulo 6

Lunes, 11 de abril

 

El lunes por la maсana, Mikael Blomkvist se levantу a las nueve y pico y llamу a Malin Eriksson, que acababa de entrar en la redacciуn de Millennium. —Hola, redactora jefe —dijo.

—Me encuentro en estado бeshoc\ por la ausencia de Erika y porque me querйis a mн como nueva redactora jefe.

—їAh, sн?

—Erika ya no estб. Su mesa estб vacнa.

—Entonces serб una buena idea dedicar el dнa a hacer el traslado a su despacho.

—No sй cуmo hacerlo. Me siento muy incуmoda.

—No te sientas asн. Todos estamos de acuerdo en que, en estas circunstancias, eres la mejor elecciуn. Y siempre que necesites algo podrбs acudir a mн o a Christer.

—Gracias por la confianza.

—Bah —soltу Mikael—. Tъ sigue trabajando como siempre. Iremos resolviendo las cosas poco a poco, segъn se vayan presentando.

—De acuerdo. їQuй querнas?

Le contу que pensaba quedarse escribiendo en casa todo el dнa. De repente, Malin se dio cuenta de que йl la estaba informando de lo que iba a hacer, de la misma manera que —suponнa Malin— habнa hecho con Erika Berger. Ella debнa hacer algъn comentario. їO no?

—їTienes instrucciones para nosotros?

—Pues no. Pero si tъ tienes que ciarme alguna, llбmame. Me sigo encargando del asunto Salander y en ese tema serй yo quien decida, pero, por lo que respecta al resto de la revista, ahora la pelota estб en tu tejado. Toma tъ las decisiones. Yo te apoyarй.

-—їY si me equivoco?

—Si me entero de algo, hablarй contigo. Aunque tendrнa que ser algo muy especial. Normalmente ninguna decisiуn es ciento por ciento buena o mala. Tъ tomarбs tus decisiones, que tal vez no sean idйnticas a las que habrнa tomado Erika Berger. Y si yo tomara las mнas, nos encontrarнamos con una tercera variante. Pero las que valen a partir de ahora son las tuyas.

—De acuerdo.

—Si eres una buena jefa, comentarбs tus decisiones con los demбs. Primero con Henry y Christer, despuйs conmigo y en ъltimo lugar siempre estarб la reuniуn de la redacciуn para plantear las cuestiones difнciles.

—Lo harй lo mejor que pueda.

—Bien.

Se sentу en el sofб del salуn con su iBook en las rodillas y trabajу sin descanso todo el lunes. Cuando acabу tenнa un primer borrador de dos textos que sumaban un total de veintiuna pбginas. Esa parte de la historia se centraba en el asesinato del colaborador Dag Svensson y de su pareja, Mia Bergman: en quй trabajaban, por quй les mataron y quiйn habнa sido su asesino. Estimу que, grosso modo, deberнa escribir unas cuarenta pбginas mбs para el nъmero temбtico de verano de la revista. Y tenнa que decidir cуmo describir a Lisbeth Salander en el texto sin atentar contra su integridad personal. El sabнa cosas de ella que ella no querнa hacer pъblicas por nada del mundo.

Ese lunes, Evert Gullberg tomу un desayuno compuesto por una sola rebanada de pan y una taza de cafй solo en la cafeterнa del Freys Hotel. Luego cogiу un taxi hasta Arti-Uerigatan, en Ostermalm. A las 9.15 de la maсana llamу al telefonillo, se presentу y le dejaron entrar en el acto. Subiу al sexto piso, donde lo recibiу Birger Wadensjуу, de cincuenta y cuatro aсos de edad. El nuevo jefe de la Secciуn.

Wadensjуу era uno de los reclutas mбs jуvenes cuando Gullberg se retirу. Gullberg no sabнa muy bien quй pensar de йl.

Deseaba que el eficaz y resuelto Fredrik Clinton siguiera al mando. Clinton habнa sucedido a Gullberg y fue jefe de la Secciуn hasta el aсo 2002, cuando la diabetes y ciertas enfermedades vasculares lo forzaron mбs o menos a jubilarse. Gullberg no tenнa del todo claro de quй pasta estaba hecho Wadensjуу.

—Hola, Evert —dijo Wadensjуу, estrechando la mano de su anterior jefe—. Gracias por haberte molestado en venir hasta aquн y dedicarnos tu tiempo.

—Si hay algo que me sobre ahora, es tiempo —contestу Gullberg.

—Ya sabes cуmo son estas cosas. No hemos sido muy buenos a la hora de mantener el contacto con los fieles servidores de antaсo.

Evert Gullberg ignorу el comentario. Girу a la izquierda, entrу en su viejo despacho y se sentу a una mesa redonda ubicada junto a la ventana. Wadensjуу (suponнa Gullberg) habнa colgado reproducciones de Chagal y de Mondrian en las paredes. En su йpoca, Gullberg tenнa colgados planos de barcos histуricos, como el Kronan y el Wasa. Siempre habнa soсado con el mar; de hecho, empezу como oficial de la marina, aunque no pasу mбs que unos pocos meses en alta mar, durante el servicio militar. Habнan instalado ordenadores pero, por lo demбs, el despacho se encontraba casi exactamente igual que cuando йl se jubilу. Wadensjуу le sirviу cafй.

—Los demбs vendrбn dentro de un momento —dijo—. Pensй que antes tъ y yo podнamos charlar un poco.

—їCuбnta gente de mi йpoca continъa todavнa en la Secciуn?

—Exceptuбndome a mн, aquн en la oficina tan sуlo siguen Otto Hallberg y Georg Nystrуm. Hallberg se jubila este aсo y Nystrуm va a cumplir sesenta. El resto son principalmente nuevos reclutas. Supongo que ya conoces a algunos de ellos.

—їCuбnta gente trabaja para la Secciуn hoy en dнa?

—Hemos reorganizado un poco la estructura.

—їAh, sн?

—En la Secciуn hay siete personas a jornada completa. Es decir, que hemos reducido plantilla. Pero, por lo demбs, contamos con nada mбs y nada menos que treinta y un colaboradores dentro de la DGP/Seg. La mayorнa de ellos no viene nunca por aquн; se ocupan de su trabajo normal y luego, aparte de eso, tienen lo nuestro como una discreta actividad nocturna extra.

—Treinta y un colaboradores.

—Mбs siete. La verdad es que fuiste tъ el que creу el sistema. No hemos hecho mбs que pulirlo y ahora hablamos de una organizaciуn interna y otra externa. Cuando reclutamos a alguien, le concedemos una excedencia durante un tiempo para que se forme con nosotros. Hallberg es quien se ocupa de ello. La formaciуn bбsica son seis semanas. Lo hacemos en la Escuela de Marina. Luego regresan a sus puestos de la DGP/Seg, pero desde ese mismo momento ya trabajan tambiйn para nosotros.

—Entiendo.

—La verdad es que es un sistema excelente. La mayorнa de los colaboradores desconoce por completo la existencia de los otros. Y aquн en la Secciуn funcionamos mбs que nada como receptores de informes. Las reglas son las mismas que cuando tъ estabas. Se supone que somos una organizaciуn plana.

—їUnidad operad va?

Wadensjуу frunciу el ceсo. En la йpoca de Gullberg, la Secciуn tuvo una pequeсa unidad operativa compuesta por cuatro personas al mando del astuto y curtido Hans von Rottinger.

—Bueno, no exactamente. Como ya sabes, Rottinger muriу hace cinco aсos. Tenemos a un joven talento que hace algo de trabajo de campo, pero, por lo general, si resulta necesario cogemos a alguien de la organizaciуn externa. Ademбs, montar una escucha telefуnica, por ejemplo, o entrar en una casa, se ha vuelto mбs complicado desde un punto de vista tйcnico. Ahora hay alarmas y toda clase de diabluras por doquier.

Gullberg asintiу.

—їPresupuesto? —preguntу.

—Disponemos de un total de mбs de once millones por aсo. Una tercera parte se destina a salarios, otra a mantenimiento y la restante a la actividad.

—O sea, que el presupuesto se ha reducido.

—Un poco. Pero tenemos menos plantilla, lo cual significa que, en la prбctica, el presupuesto de la actividad ha aumentado.

—Entiendo. Cuйntame cуmo anda nuestra relaciуn con la DGP/Seg.

Wadensjуу negу con la cabeza.

—El jefe administrativo y el jefe de presupuesto son de los nuestros. Oficialmente hablando tal vez el ъnico que conozca con mбs detalle nuestra actividad sea el jefe administrativo. Somos tan secretos que no existimos. Pero en realidad hay un par de jefes adjuntos que saben de nuestra existencia. Aunque hacen lo que pueden para no oнr hablar de nosotros.

—Entiendo. Lo cual significa que si surgen problemas, la actual direcciуn de la Sдpo se llevarб una desagradable sorpresa. їY quй me puedes contar de la direcciуn de la Defensa y del gobierno?

—A la direcciуn de la Defensa la apartamos hace unos diez aсos. Y los gobiernos van y vienen.

—їAsн que estamos completamente solos si el viento sopla en contra?

Wadensjуу asintiу.

—Esa es la desventaja que tiene esta estructura. Las ventajas son obvias. Pero nuestras misiones tambiйn han cambiado. Desde que cayу la Uniуn Soviйtica hay una nueva situaciуn polнtica en Europa. La verdad es que ahora tratamos cada vez menos de identificar a los espнas. Ahora nos ocupamos mбs de asuntos relacionados con el terrorismo, pero sobre todo juzgamos la idoneidad polнtica de las personas que ocupan puestos delicados.

—Asн ha sido siempre...

Llamaron a la puerta. Gullberg vio entrar a un hombre de unos sesenta aсos, pulcramente vestido, y a otro joven que llevaba vaqueros y americana.

—ЎHola, chicos! Este es Joсas Sandberg. Lleva cuatro aсos con nosotros y es el responsable de las intervenciones operativas. El es la persona de la que te hablaba antes. Y йste es Georg Nystrуm. Ya os conocйis.

—Hola, Georg —saludу Gullberg.

Se estrecharon la mano. Luego Gullberg, se dirigiу a Joсas Sandberg.

—їY tъ de dуnde vienes? —preguntу Gullberg contemplando a Joсas Sandberg.

—Pues ahora mismo de Gotemburgo —contestу Sandberg, bromeando—. He ido a hacerle una visita.

—A Zalachenko... —aclarу Gullberg.

Sandberg asintiу.

—Seсores, siйntense, por favor —dijo Wadensjуу.

—їBjцrck? —dijo Gullberg para, acto seguido, fruncir el ceсo al ver a Wadensjуу encendiendo un purito. Gullberg se habнa quitado la americana y estaba apoyado contra el respaldo de la silla. Wadensjуу le echу un vistazo al viejo: le llamу la atenciуn lo increнblemente flaco que se habнa quedado.

—Fue detenido el viernes pasado por violar la ley de comercio sexual —dijo Georg Nystrуm—. Todavнa no ha sido procesado pero, en principio, ha confesado y ha vuelto a su casa con el rabo entre las piernas. Se ha ido a vivir a Smеdalarц mientras estб de baja. Los medios de comunicaciуn siguen sin publicar nada al respecto.

—Hubo una йpoca en la que Bjцrck fue de lo mejorcito de la Secciуn —dijo Gullberg—. Fue una pieza clave en el asunto Zalachenko. їQuй ha pasado con йl desde que yo me jubilй?

—Debe de ser uno de los poquнsimos que ha regresado a la actividad externa desde la Secciуn. Bueno, tambiйn en tu йpoca estuvo fuera un tiempo, їno?

—Sн, necesitaba descansar y querнa ampliar horizontes. En la dйcada de los ochenta pidiу dos aсos de excedencia en la Secciуn y prestу sus servicios como agregado de inteligencia. Ya llevaba mucho tiempo, desde 1976, trabajando como un loco con Zalachenko, casi veinticuatro horas al dнa, y yo pensй que realmente le hacнa falta un descanso. Estuvo fuera de 1985 a 1987 y luego volviу aquн.

—Podrнamos decir que dejу la Secciуn en 1994, cuando se fue a la organizaciуn externa. En 1996 se convirtiу en jefe adjunto del departamento de extranjerнa y se encontrу con un cargo difнcil de llevar al que tuvo que dedicarle mucho tiempo y esfuerzo. Como es natural, el contacto con la Secciуn ha sido constante y supongo que tambiйn debo aсadir que, hasta hace muy poco, hemos conversado con cierta regularidad, mбs o menos una vez al mes.

—Asн que estб enfermo...

—No es nada serio, aunque sн muy doloroso. Tiene una hernia discal. Lleva causбndole repetidas molestias durante los ъltimos aсos. Hace dos estuvo de baja durante cuatro meses. Y luego volviу a darse de baja en agosto del aсo pasado. Estaba previsto que volviera a trabajar el uno de enero, pero la baja se le prolongу y ahora se trata bбsicamente de esperar una operaciуn.

—Y se ha pasado todo ese tiempo yйndose de putas —dijo Gullberg.

—Bueno, no estб casado y, si lo he entendido bien, ya hace aсos que anda con putas —comentу Joсas Sandberg, que habнa permanecido callado durante casi media hora—. He leнdo el texto de Dag Svensson.

—De acuerdo. Pero їalguien me quiere explicar quй es lo que realmente ha ocurrido?

—Por lo que hemos podido deducir ha tenido que ser Bjцrck quien ha puesto en marcha todo este circo. Es la ъnica manera de explicar que el informe de 1991 acabara en las manos del abogado Bjurman.

—їY йste tambiйn se dedicaba a ir de putas? —preguntу Gullberg.

—Que nosotros sepamos no. Por lo menos no figura en el material de Dag Svensson. Pero era el administrador de Lisbeth Salander.

Wadensjуу suspirу.

—Supongo que eso es culpa mнa. Bjцrck y tъ le disteis un buen golpe a Lisbeth Salander en 1991 cuando ingresу en el psiquiбtrico. Contбbamos con que asн se mantuviera fuera de circulaciуn durante mucho mбs tiempo, pero le asignaron un tutor, el abogado Holger Palmgren, que consiguiу sacarla de allн. La metieron en una familia de acogida. Tъ ya te habнas jubilado.

—їY luego quй ocurriу?

—La tuvimos controlada. Mientras tanto, a su hermana, Camilla Salander, le buscaron una familia de acogida en Uppsala. Cuando contaban diecisiete aсos, Lisbeth Salander, de repente, empezу a hurgar en su pasado. Se puso a buscar a Zalachenko en todos los registros pъblicos que pudo. De alguna manera —no estamos seguros de cуmo exactamente— se enterу de que su hermana conocнa el paradero de Zalachenko. —їY era cierto?

Wadensjуу se encogiу de hombros.

—Si te soy sincero, no tengo ni idea. Las niсas llevaban muchos aсos sin verse cuando Lisbeth Salander dio con su hermana e intentу obligarla a que le contara lo que sabнa. Aquello acabу en una tremenda riсa en la que se liaron a puсetazos.

-їY?

—Vigilamos bien a Lisbeth Salander durante aquellos meses. Tambiйn informamos a Camilla Salander de que su hermana era violenta y estaba perturbada. Fue ella quien contactу con nosotros despuйs de la repentina visita de Lisbeth, cosa que nos hizo aumentar la vigilancia.

—Entonces... їla hermana era tu informante?

—Camilla tenнa mucho miedo de su hermana. En cualquier caso, Lisbeth Salander tambiйn llamу la atenciуn en otros frentes. Discutiу repetidas veces con gente de la comisiуn de asuntos sociales y determinamos que seguнa constituyendo una amenaza para el anonimato de Zalachenko. Luego ocurriу aquel incidente del metro.

—Atacу a un pedуfilo...

-—Exacto. Resultaba obvio que se trataba de una chica con inclinaciones violentas y que estaba perturbada. Pensamos que lo mejor para todas las partes implicadas serнa que ella desapareciera de nuevo metiйndola en alguna instituciуn, y aprovechamos la ocasiуn. Fueron Fredrik Clinton y Von Rottinger los que actuaron. Contrataron de nuevo a Peter Teleborian y, con la ayuda de varios representantes legales, batallaron ante el tribunal para volver a ingresarla. Holger Palmgren era el representante de Salander y, contra todo pronуstico, el tribunal eligiу apoyar su lнnea de defensa con la condiciуn de que ella se sometiera a la tutela de un administrador.

—Pero їcуmo se metiу en eso a Bjurman?

—Palmgren sufriу un derrame durante el otoсo de 2002. Por aquel entonces, Salander seguнa siendo un asunto que hacнa saltar las alarmas cuando aparecнa en algъn registro informбtico, y yo me asegurй de que Bjurman fuera su nuevo administrador. Ojo: йl no sabнa que era la hija de Zalachenko. La idea era simplemente que si ella empezaba a desvariar sobre Zalachenko, que el abogado reaccionara y diera la alarma.

—Bjurman era un idiota. No debнa haber tenido nada que ver con Zalachenko ni mucho menos con su hija —Gullberg mirу a Wadensjуу—. Eso fue un grave error.

—Ya lo sй —dijo Wadensjуу—. Pero en ese momento me pareciу lo mejor y no me podнa imaginar...

—їY dуnde estб Camilla Salander hoy?

—No lo sabemos. Cuando tenнa diecinueve aсos, hizo las maletas y abandonу a la familia de acogida. Desde entonces no hemos oнdo ni mu sobre ella. Ha desaparecido.

—De acuerdo, sigue...

—Tengo una fuente dentro de la policнa abierta que ha hablado con el fiscal Richard Ekstrцm —dijo Sandberg—. El encargado de la investigaciуn, un tal inspector Bublanski, cree que Bjurman violу a Salander.

Gullberg observу a Sandberg con sincero asombro. Luego, reflexivo, se pasу la mano por la barbilla.

—їLa violу? —preguntу.

—Bjurman llevaba un tatuaje que le atravesaba el estуmago y que decнa: «Soy un sбdico cerdo, un hijo de puta y un violador».

Sandberg puso sobre la mesa una foto en color de la autopsia. Gullberg contemplу el estуmago de Bjurman con unos ojos como platos.

—їY se supone que ese tatuaje se lo ha hecho la hija de Zalachenko?

—De no ser asн, resulta muy difнcil explicarlo. Pero es evidente que ella no es inofensiva. Les dio una paliza de la hostia a los dos matones de Svavelsjц MC.

—-La hija de Zalachenko —repitiу Gullberg para, acto seguido, dirigirse a Wadensjуу—. їSabes? Creo que deberнas reclutarla.

Wadensjуу se quedу tan perplejo que Gullberg se vio obligado a aсadir que sуlo estaba bromeando.

—Bien. Tomemos eso como hipуtesis de trabajo: que Bjurman la violу y que ella se vengу. їY quй mбs?

—La ъnica persona que sabe exactamente lo que pasу es, por supuesto, el propio Bjurman, pero va a ser difнcil preguntбrselo porque estб muerto. Lo que quiero decir es que es imposible que йl supiera que ella era la hija de Zalachenko, pues no aparece en ningъn registro pъblico. Sin embargo, en algъn momento de su relaciуn con ella, Bjurman descubriу la conexiуn.

—Pero, joder, Wadensjуу: ella sabнa muy bien quiйn era su padre, podrнa habйrselo dicho en cualquier momento.

—Ya lo sй. Ahн simplemente nos equivocamos. —Eso es de una incompetencia imperdonable —-dijo Gullberg.

—Ya lo sй. j Y no sabes cuбntas patadas en el culo me he pegado por ello! Pero Bjurman era uno de los pocos que conocнa la existencia de Zalachenko, y yo pensaba que era mejor que йl descubriera que se trataba de la hija de Zalachenko en vez de que lo hiciera un administrador completamente desconocido. En la prбctica, ella podrнa habйrselo contado a cualquier persona.

—Bueno... sigue.

—Todo son hipуtesis —aclarу Georg Nystrуm con prudencia—. Pero creemos que Bjurman violу a Salander, que ella le devolviу el golpe y le hizo eso... —dijo, seсalando con el dedo el tatuaje de la foto de la autopsia.

—De tal palo tal astilla —comentу Gullberg. Se le apreciу un deje de admiraciуn en la voz.

—Lo que provocу que Bjurman contactara con Zalachenko para que se ocupara de su hija. Como ya sabemos, Zalachenko tiene razones de sobra —mбs que la mayorнa— para odiarla. Y Zalachenko, a su vez, sacу a contrata el trabajo con Svavelsjц MC y ese Niedermann con quien se relaciona.

—Pero їcуmo pudo Bjurman contactar...? -—Gullberg se callу. La respuesta resultaba obvia.

—Bjцrck —contestу Wadensjуу-—. Lo ъnico que explica que Bjurman encontrara a Zalachenko es que Bjцrck le diera la informaciуn.

—Mierda —dijo Gullberg.

Lisbeth Salander experimentу una creciente sensaciуn de desagrado unida a una fuerte irritaciуn. Por la maсana, dos enfermeras habнan entrado a cambiarle las sбbanas. Vieron el lбpiz enseguida.

—ЎAnda! їCуmo habrб venido a parar esto aquн? —dijo una de las enfermeras para, acto seguido, meterse el lбpiz en el bolsillo mientras Lisbeth la observaba con mirada asesina.

Lisbeth volviу a estar desarmada y, ademбs, se sintiу tan dйbil que ni siquiera tuvo fuerzas para protestar.

Se habнa encontrado mal durante todo el fin de semana. Tenнa un terrible dolor de cabeza y estaba tomando unos analgйsicos muy potentes. Sufrнa un sordo y constante dolor que podнa, de buenas a primeras, penetrarle en el hombro como un cuchillo cuando se movнa sin cuidado o desplazaba el peso corporal. Se hallaba tumbada de espaldas con un collarнn en el cuello que deberнa llevar unos cuantos dнas mбs hasta que la herida de la cabeza empezara a cicatrizar. El domingo tuvo una fiebre que alcanzу los 38,7 grados. La doctora Helena Endrin constatу que tenнa una infecciуn en el cuerpo. En otras palabras: no estaba bien. Una conclusiуn a la que Lisbeth ya habнa llegado sin necesidad de ningъn termуmetro.

Advirtiу que de nuevo se hallaba amarrada a una cama institucional del Estado, aunque esta vez le faltara el correaje que la sujetaba. Algo que se le antojу innecesario: ni siquiera tenнa fuerzas para incorporarse en la cama, mucho menos para salir de excursiуn.

El lunes, hacia la hora de comer, recibiу la visita del doctor Anders Jonasson. Le resultу familiar.

—Hola. їTe acuerdas de mн?

Ella negу con la cabeza.

—Estabas bastante aturdida, pero fui yo quien te despertй despuйs de la operaciуn. Y fui yo quien te operй. Sуlo querнa preguntarte cуmo te encuentras y si todo va bien.

Lisbeth le contemplу con unos ojos enormes: deberнa resultarle obvio que no todo iba bien.

—Me han dicho que anoche te quitaste el collarнn. Ella asintiу.

—No te lo hemos puesto porque nos haya dado la gana, sino para que mantengas la cabeza quieta mientras se inicia el proceso de curaciуn.

Observу a la chica, que seguнa callada.

—-Vale —dijo йl, concluyendo—. Sуlo querнa ver cуmo te encontrabas.

Ya habнa llegado a la puerta cuando oyу la voz de Lisbeth.

—Jonasson, їverdad?

Se dio la vuelta y, asombrado, le dedicу una sonrisa. —Correcto. Si te acuerdas de mi nombre es que te encuentras mejor de lo que pensaba. —їY fuiste tъ quien me sacу la bala? —Eso es.

—їPodrнas decirme cуmo estoy? Nadie me dice nada.

Se acercу a la cama y la mirу a los ojos.

—Has tenido suerte. Te dispararon en la cabeza pero la bala no parece haber daсado ninguna zona vital. El riesgo que corres ahora mismo es el de sufrir hemorragias cerebrales. Por eso queremos que te mantengas quieta. Tienes una infecciуn en el cuerpo, producida, al parecer, por la herida del hombro. Es posible que tengamos que volver a operarte si no podemos vencerla con antibiуticos. Te espera una йpoca dolorosa hasta que te cures. Pero, tal y como se presentan las cosas, albergo buenas esperanzas de que te recuperes del todo.

—їY me puede causar daсos cerebrales?

El doctor dudу un instante antes de decir:

—Sн, el riesgo estб ahн. Pero todo indica que vas evolucionando bien. Luego existe la posibilidad de que te queden secuelas en el cerebro que te puedan crear problemas; por ejemplo, que desarrolles epilepsia o alguna otra contrariedad. Pero, si te soy sincero, eso no son mбs que especulaciones. La cosa tiene ahora buena pinta. Te estбs curando. Y si a lo largo del proceso surgen problemas, los intentaremos resolver. їEs mi respuesta lo bastante clara ?

Ella asintiу con la cabeza.

—їCuбnto tiempo tengo que estar aquн metida?

—їTe refieres al hospital? Por lo menos un par de semanas antes de que te dejemos ir.

—No, me refiero a cuбndo podrй levantarme y empezar a andar y moverme.

—No lo sй. Depende de la curaciуn. Pero йchale como mнnimo dos semanas antes de que te dejemos empezar con alguna forma de terapia fнsica.

Ella lo contemplу seriamente durante un largo rato.

—їNo tendrбs por casualidad un cigarrillo? —preguntу.

Anders Jonasson riу espontбneamente y negу con la cabeza.

—Lo siento. Aquн no se puede fumar. Pero si quieres, voy por un parche o un chicle de nicotina.

Ella meditу la respuesta un instante y luego asintiу. Acto seguido lo volviу a mirar. —їCуmo estб ese viejo cabrуn? —ї Quiйn ? ї Quieres decir... ? —El que entrу conmigo.

—Ningъn amigo tuyo, por lo que veo. Bueno, sobrevivirб, y la verdad es que ha estado levantado y andando con muletas. Desde un punto de vista fнsico, estб mбs maltrecho que tъ y presenta una lesiуn facial muy dolorosa. Segъn tengo entendido, le diste con un hacha en la cabeza.

—Intentу matarme —dijo Lisbeth en voz baja.

—Vaya, pues eso no me parece bien... Debo irme. їQuieres que vuelva a visitarte?

Lisbeth Salander se quedу reflexionando. Luego asintiу. Cuando йl cerrу la puerta, ella mirу hacia el techo pensativa. ЎLe han dado muletas a Zalachenko: eso es lo que oн anoche!

Enviaron a Joсas Sandberg, el mбs joven del grupo, a comprar algo para comer. Volviу con sushi y unas cervezas sin alcohol y lo puso todo en la mesa de reuniones. Evert Gullberg sintiу un nostбlgico estremecimiento: asн era en su йpoca cuando alguna operaciуn entraba en una fase crнtica y se quedaban trabajando dнa y noche.

Sin embargo, en su йpoca, a nadie se le habrнa ocurrido la absurda idea de pedir pescado crudo para comer. Deseaba que Sandberg hubiese pedido albуndigas con confitura de arбndanos rojos y purй de patatas. Pero, por otra parte, tampoco tenнa mucha hambre, asн que apartу el plato de sushi sin ningъn remordimiento. Cogiу un trozo de pan y bebiу agua mineral.

Siguieron hablando durante la comida. Habнan llegado a ese punto en el que debнan resumir la situaciуn y decidir quй medidas tomar. Se trataba de decisiones urgentes.

—Nunca lleguй a conocer a Zalachenko —dijo Wadensjуу—. їCуmo era?

—Igual que hoy en dнa, supongo —contestу Gullberg—. De una enorme inteligencia y con una memoria para los detalles prбcticamente fotogrбfica. Pero, segъn mi opiniуn, un verdadero hijo de puta. Y aсadirнa que algo perturbado.

—Joсas, tъ lo viste ayer. їCuбl es tu conclusiуn? —preguntу Wadensjуу.

Joсas Sandberg dejу los cubiertos.

—Tiene el control. Ya os he contado lo de su ultimбtum. O hacemos desaparecer todo esto como por arte de magia o harб estallar la Secciуn en mil pedazos.

—їCуmo cono espera que hagamos desaparecer algo que se ha repetido hasta la saciedad en todos los medios de comunicaciуn? —preguntу Georg Nystrуm.

—No se trata de lo que nosotros podamos o no podamos hacer. Se trata de la necesidad que tiene Zalachenko de controlarnos —dijo Gullberg.

—їTъ quй opinas? їLo harб? їHablarб con los medios de comunicaciуn? —preguntу Wadensjуу.



  

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