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Abril 21. Nota sobre la Autora



Abril 21

Al pobre Cif se le murió el papá de repente. Lo vinieron a buscar y el pobre se fue muy tranquilo porque creí a que era un ataque no má s. Yo me imagino có mo se verá la Rosa llorando y vestida de negro. Me revienta. No pienso hacerle caso. Pero cuando pienso en el pobre Cif, sin padre y triste, no me atrevo a contestarle que no.

¿ Có mo será n las almas? A mí se me ocurre una cosita blanca con la forma de Australia. Pero cada uno debe tener su alma propia. Quiero decir que el alma del Padre Carlos debe ser hinchada y la del Padre Lynn muy rosada y blanda y la de Reyes con hoyitos.

¿ Dó nde estará el alma del papá de Cif? Yo le inventé una oració n: " Dios te salve, alma del señ or Cifuentes".

Yo creo que el caballero me debe estar muy agradecido.

Abril 22

Otra vez estoy desvelado y esperando que venga el fantasma. Todos está n durmiendo y hay tres que roncan como bú falos. Tengo mi linterna prendida y con pila nueva, pero no tengo nada que contar. Así es que voy a pensar.

Ya pensé. Hice el programa de mi vida. Espero tener mucho cará cter para cumplirlo.

A los 16 añ os me recibo de bachiller y me llevo todos los premios y honores y los vendo para comprarme una carabela.

Pero antes, a los 10 añ os, voy a ser campeó n mundial de saltos mortales y voy a saltar a beneficio de los pobres. Tal vez pueda ser " Á guila Humana" en los meses de verano y, si me pagan mucho, guardaré la plata para lo de la carabela. En mi carabela voy a ser pirata y recorreré el mundo entero. A los 17 añ os me voy a casar y voy a tener el hijo má s feliz del mundo porque va a viajar conmigo. A los 18 añ os, voy a predicar el Evangelio entre los salvajes y voy a morir má rtir. Tal vez me muera entre los 20 y los 30 añ os. Depende.                    .

Justo cuando apagué la luz, volvió el fantasma. No sé por qué pensé que era el alma del papá de Cif y me puse a temblar, pero no de miedo sino de puros nervios. En todo caso, prendí mi linterna y se desvaneció, pero en cuanto la apagué, volvió. Así es que ahora escribo esto y me voy a dormir con mi linterna prendida, aunque se gaste la pila.

Abril 25

Ayer no pude escribir porque me pasó una desgracia. Resulta que al dar un salto maravilloso, me quebré la pierna. Ni siquiera supe lo que pasó, pero despué s, cuando desperté adolorido en la cama, me contaron que me desvanecí y que vino la ambulancia y me operaron y todo.

Recié n me contaron esto, me dio por llorar porque creí a que mi pierna quebrada ya no era mí a, es decir, que ya no la tení a.

Pero despué s me convencí que estaba pegada y ademá s que me dolí a tanto y me tranquilicé. Todos me quieren mucho y mi papá me compró el equipo de scout que ya ni lo necesitaba. Pero ahora tengo ganas de mejorarme y hacer excursiones.

Me acuerdo mucho de Arturo Prat, porque los dos pegamos el salto muy confiados y los dos no supimos má s al otro lado. Só lo que é l se murió y yo no. Pero todaví a me podrí a morir, porque si se me complica el asunto de la pierna, hay esperanzas. Pero no quiero morirme sin ir a la nieve con mi traje de scout y mi cantimplora que es de aluminio verdadero, que es un metal muy fino.

Al principio, cuando sonaba el telé fono, mi mamá contestaba con voz triste: " Ahí está el pobrecito. Sí, muy doloroso. Lo menos para un mes. Ha sido muy valiente. Dile a X que venga a acompañ arlo. Gracias. Cariñ os a todos" y cortaba. Ahora no contesta má s que: " Está mucho mejor, gracias. No fue gran cosa. Se entretiene lo má s bien solito. Hasta luego". A mí me da bastante rabia porque ella no sabe lo que es quebrarse una pierna ni lo que cuesta entretenerse " solito".

Abril 26

Mi mamá amaneció hoy muy cariñ osa y me trajo un libro de regalo. Me morí a de ganas de leerlo, pero ella dijo que me iba a acompañ ar todo el dí a así es que lo dejé a un lado y le miraba los dibujos. Entonces mi mamá trajo el telé fono que tiene cordó n largo y llamó a 18 partes. Yo me puse a leer con todo disimulo, porque esa compañ í a no me entretení a mucho. Despué s salió a comprarme dulces y volvió con un gran paquete y yo creí que eran merengues rellenos, pero resultó que eran camotillos, que me revientan. Cuando ella salió del cuarto, yo aproveché para esconder tres adentro de la cama. Pero ella volvió luego y dijo que me iba a contar cuentos y en vez de contarme cuentos le dio por cortarme las uñ as y echarme para atrá s los pellejitos. Y cuando está bamos en eso, llegó la tí a Lala y se sentó a los pies de mi cama y yo di un tremendo grito. Despué s se acomodó en un silló n y habló toda la tarde de tonteras: de vestidos, de amigas, de medias, de polí tica. Y yo aguantando para leer mi libro hasta que por fin se despidió la tí a Lala y llegó la Domi con la comida.

 

Abril 27

El libro que me trajo mi mamá es bastante estupendo y trata de aventuras en la selva. Es una lá stima que los piratas no vivan en la selva, pero de todos modos yo puedo ser pirata en el verano y aventurero en invierno.

La mamá de Miguelito me vino a acompañ ar y me trajo un molde de jalea de membrillo y era tan rica que me la comí toda y ahora la aborrezco. Para entretenerme, inventé un juego: mi cama es el mundo, las arrugas son montañ as, las moscas son gigantes y mis dedos son yo y mis cuatro hijos que recorren el mundo y son inseparables. Lo ú nico que hací a falta era un poco de mar en mi mundo, así es que me conseguí el lavatorio con la Domi y resulta que hubo una tempestad y se salió el mar, corrió por las montañ as y me mojó el yeso de la pierna. Y se armó la grande.

Mamá llamó al doctor, y el doctor me retó porque dijo que eso podí a tener " consecuencias" y no sé lo que será eso. En todo caso, no lo podí a tocar, dijo. Y me dejó la pierna al aire para que se secara y la tengo helada y me duele bastante. Supongo que será las " consecuencias".

Abril 28

Ese juego de ayer era aburrido. Hoy inventé uno má s divertido y es jugar a los misterios. Mi cuarto es un reino, mi cama la guarida de un monstruo, yo soy el monstruo. Echo llamaradas por la boca y electrocuto con los ojos y nadie me puede tocar. Yo mato al que me da la gana, só lo con mirarlo y maté a la Domitila cuando vino a limpiar el cuarto, y era su alma la que hací a todo. Tambié n era aburrido ese juego, y por suerte vino mi mamá a acompañ arme y hablamos de muchas cosas y me contestó todas mis preguntas. Pero la mañ ana no se acabó ni con todo eso. Hay que ver que es larga una mañ ana. Nadie sabe lo larga que es...

Hoy iba a venir Gó mez a verme y yo hice sacar todos mis juguetes y mi cantimplora y todo. Hasta me compraron helados y dulces. Tení a la colcha bien estirada y los helados en una mesa con mantel y todo.

Vi derretirse los helados poco a poco y empezaron a patinar en el plato y se fueron achicando y achicando y Gó mez no llegaba. Despué s se puso azul la luz de la ventana. No querí a que me encendieran la luz para que no se acabara el dí a, pero Gó mez no llegaba. Y no tomé té porque seguí a esperá ndolo.

Despué s entró mi mamá, y cuando vio la colcha estirada, los juguetes en fila y los helados hechos agua dijo: " ¡ Pobrecito! ", y yo me inundé de lá grimas y lloré y lloré de puro dé bil que estoy.

Papá me regaló $50 para que me comprara algo. Má s ganas me dieron de levantarme...

Abril 29

Hoy me levanté por fin y me hicieron caminar con mi pata tiesa. Y cuando estaba dando unos pasos, entró de repente Gó mez y me puse colorado como tomate. Mamá me hizo sentar y nos dejó solos, pero a Gó mez le dio por preguntarme por la pierna y de la pierna y si iba a quedar cojo. Yo no habí a pensado en eso, pero ahora que se fue Gó mez, pienso bastante. Pero no me importa mucho, porque los piratas casi siempre tienen pierna de palo. Javier tambié n tiene vacaciones porque es el dí a del Rector. Pero Javier fue al cine, y aunque convidó a Gó mez, é l no quiso ir por acompañ arme a mí. Es buen amigo.

La mamá de Miguelito me mandó un libro que era de é l para que lo leyera y es macanudo.

Abril 30

Hoy bajé en el ascensor y encontré que la calle estaba tan iluminada que me dolieron los ojos. Para subirme al auto, me tomó en brazos un chofer con el cogote tan gordo que parecí a una barriguita peluda. Y tambié n tení a olor de fá brica. El auto era un taxi, y como era conocido no era tan caro y nos llevó a dar unas vueltas por el parque y a mirar el gusano. Me dieron bastantes ganas de subir, pero como tengo $50, cuando me saquen el yeso los voy a gastar enteros en el gusano.

Cuando llegamos a casa, vino el Padre Carlos a verme y me trajo un libro de la biblioteca. Pero tiene la letra tan chica que es seguro que es una lata.

El caballero del departamento de al lado se volvió a poner azul, despué s del té, y parece que de repente se murió. Se oí an muchos llantos y gritos y carreras y despué s mucho silencio y es mucho peor el silencio que los gritos.

Ahora puedo andar por todas partes despacito. A mí me gusta estar cojo, porque la gente me mira y me compadece.

Mayo 1

Hoy es el dí a del trabajo, pero no se trabaja. Y tanto no se trabaja, que ni siquiera se entierra a los muertos, así es que al señ or Azul lo van a enterrar mañ ana. Yo le pedí a un cabro que ya habí a traí do tres coronas, que me dejara entrar esa ú ltima y por fin conseguí ver la cara del muerto. Apestaba a flores calientes y a gente de luto y cuando entré mi corona con mi pata tiesa, un caballero me la quitó de las manos y me dio cinco pesos. El caballero tení a la nariz bastante colorada, señ a de que habí a llorado. La casa del muerto tení a un baró metro de esos estupendos.

Resulta que el cabro de la corona me estaba esperando afuera y me pidió la propina.

—Dame cuatro pesos y yo te doy esto —le dije.

—¿ Por qué le voy a dar cuatro pesos? Los cinco pesos son mí os.

—No, señ or. Son mí os. Yo entré la corona. Y ademá s, que los cuatro son por mi pierna coja.

—Eso no lo sabes tú. Yo traje la corona y la propina es mí a.

—Entonces voy a entrar a buscarla y tú la llevas. A ver si te dan $5 —le dije.

Nos pusimos a discutir y alguien nos hizo callar. Entonces entramos a mi casa para seguir discutiendo y, de repente, nos agarramos y yo me caí al suelo y no me pude parar má s y el cochino se llevó sus cinco pesos. Pero me las va a pagar y a la otra corona que traiga le voy a hacer una zancadilla con el paraguas de mi papá.

Resulta que el cabro é se no volvió má s, pero vino otro que se hizo bien amigo mí o y tomamos té juntos en la cocina. El trabaja en una florerí a que se llama Fleur de Lys y tiene letras de oro en la gorra. Tiene 8 hermanos y los convidé a tomar té mañ ana, porque es terrible vivir solo en un departamento. Se llama Jacinto Soto y su papá es Presidente del Sindicato. Me prometió traerme un kilo de cemento y unos ratoncitos recié n nacidos que é l tiene.

Mayo 2

Hoy fue un dí a estupendo.

Mi mamá habí a salido por el dí a con el papá, y yo me iba a quedar solo con la Domi, cuando de repente llegaron mis invitados, los 8 Soto. Eran seis hombres y dos mujeres. Las mujeres tení an el pelo mojado y un pañ uelo de narices en la mano. Los hombres se llamaban Jacinto, Urbano, Segundo, Efré n, Só crates y Juditas, que es el menor.

Por suerte que la Domi tení a cazuela guardada del almuerzo y estaba haciendo un postre que nos comimos en cuanto estuvo listo y nos acabamos la leche y los huevos que los comimos revueltos, y tambié n el pan, la mantequilla y la mermelada. Pero nos quedamos con hambre. Era bastante difí cil jugar, porque este departamento es muy chico; pero nos repartimos por todos los cuartos y tambié n jugamos en el ascensor, que quedaba enteramente lleno. Al principio Juditas lloraba, pero despué s le daba una risa como cosquillosa.

Era tanto el boche que ni oí amos cuando llamaban el ascensor y lo que resultó fue que unos cuatro señ ores, que estaban apretando el timbre en otros pisos, se picaron, abrieron la puerta de repente y nos dejaron entre piso y piso, completamente pegados. Al principio nos asustamos tremendamente y las mujeres gritaban y hasta Jacinto creí a que nos í bamos a morir ahí, pero por fin llegó un señ or de los que llamaban, acezando, y dijo que iba a reclamar al dueñ o del edificio y que si no nos metí amos en nuestro departamento nos iba a dar una pateadura. El señ or parecí a un bú falo por lo colorado y furibundo. De ahí le gritó al otro que cerrara la puerta y nos bajó a su piso, pero tuvo que volver a subir con nosotros al piso mí o, porque con mi yeso yo no puedo ni subir escaleras.

Despué s de eso, jugamos a los colegios y lo pasamos estupendo. Y despué s bajamos en el ascensor a ver al señ or hipnotizador y nos hipnotizó a todos y a los Soto les vino tanto sueñ o que tuvieron que irse. Y me da susto que se hayan quedado dormidos en el micro y no se hayan bajado en su casa. De todas maneras quedaron en venir a almorzar mañ ana.

Mayo 3

A la hora del almuerzo llegaron los Soto y me trajeron el cemento y los ratoncitos. Pero se nos escapó uno en la puerta y se metió al departamento del señ or Azul, y se armó una griterí a adentro y una de golpes tan grandes que nos dio miedo y no nos atrevimos a tocar para reclamarlo.

Pero cuando soltamos al otro ratoncito, la Domi dio un grito y se trepó al lavaplatos y se le dobló un taco y se vino abajo con unas copas que se estaban lavando y se zafó la llave de agua y tambié n se inundó la cocina y tambié n con las copas se hizo un tajo y le salí a un chorro de sangre como el de agua de la llave. Y el agua y la sangre corrí an y el rató n tambié n y los Soto tambié n.

Entonces Jacinto Soto le hizo un remedio a la Domi y le paró la sangre, y mientras tanto Urbano con Efré n pillaron al ratoncito y, para que no se volviera a escapar, lo guardamos en el frasco de mermelada. Mientras tanto, todo parecí a una verdadera piscina y patiná bamos por el agua y dos Soto se cayeron y se empaparon.

La Domitila, cuando se le paró la sangre, le dio con que habí a que componer el lavaplatos y mandó a Jacinto a lo del maestro, que es sumamente amigo de ella y vino volando. Pero antes de arreglar la llave, le arregló la herida.

Y justo que estaba componiendo la llave, cuando llegó mi mamá con el papá y la tí a Lala, que vení a a almorzar con su marido, y fue tanta la furia del papá y la risa de la tí a Lala, que los Soto prefirieron irse y lo peor fue que se les quedó el rató n en el frasco de mermelada y ahora tengo que esconderlo, porque todaví a no se calma la furia de la gente.

Ahora dicen que mañ ana me vuelvo al internado, porque, si puedo hacer tanta maldad, bien puedo estudiar tambié n. La cuestió n es que no me den empujones, porque lo embromado de la pata de yeso es que, cuando uno se cae, no se puede parar má s.

Por lo demá s, no me importa casi nada volver al colegio, porque ya me estoy aburriendo en mi casa.

A uno lo castigan con la cama despué s que ha pasado una semana entera en la í dem. Y nunca piensan que las cosas pasan por accidente y creen que todo es maldad

 

Mayo 4

Cuando entré al colegio, me vinieron a saludar todos los chiquillos y yo creo que debe haber parecido un choque de autos, porque eran tantos y sobre todo los má s chicos me miraban y me tocaban y uno de Primera soltó el grito.

Pero, al poco rato, me echaron al olvido y me cotizaron harto poco, porque no sirvo para la pelota ni soy ya campeó n de salto, porque ahora es Urquieta, que salta hasta dormido.

Yo traí a un paquete con los frascos de tó nico y entre medio vení a el frasco con mi ratoncito y, cuando está bamos acostados, lo saqué para darle de comer y entonces todos me volvieron a cotizar y tengo que prestá rselo a uno por uno, porque si no, llevan el cuento. Jugamos con é l corriendo por el dormitorio y despué s hicimos como goles, echá ndolo de un lado a otro. Y resultó estupendo, porque si nos sintieron. Hasta la risa era en secreto. Y yo aprendí a correr en una pata.

Despué s lo metimos al frasco y lo tapamos con el mismo trapo para que tenga aire y pueda respirar. Y lo guardé en la mesa de noche. Y mañ ana vamos a levantarnos a las seis de la mañ ana, para alcanzar a jugar lo mismo y en la noche tambié n.

Mayo 5

El muy chancho de Urquieta me hizo una cochinada, y en cuanto me saquen el yeso voy a ser campeó n de salto, aunque sea para que me la pague.

Me robó el ratoncito, se lo echó al bolsillo y lo bajó al comedor y lo soltó a la hora del almuerzo.

El pobrecito se le subió por la sotana al Padre Carlos y el Padre dio un salto y el ratoncito casi se aturdió con el golpe, pero siguió corriendo y empezó el Mocho a perseguirlo con la escoba, hasta que lo mató. Nosotros nos quedamos mudos, pero a mí me dio tanta pena que no pude ni almorzar y despué s tuve que revolver todo el tarro de la basura para poderlo encontrar. Y lo habrí a embalsamado si no hubiera tenido sangre. Pero, así como estaba, preferí enterrarlo y hacerle una sepultura en el jardí n. Me da arrepentimiento que me lo hayan regalado para venir a morir asesinado cuando era tan feliz con los Soto. Yo le escribirí a a Jacinto para contarle, pero no sé su direcció n.

Mayo 5

Esta noche, cuando subimos a acostarnos, encontré debajo de mi almohada un papelito que decí a: " Ven esta noche al gimnasio. Es un asunto que te interesa. No averigü es y ven callado. Te espero a las 11". El papel no tení a firma y era de cualquier cuaderno y la letra era imitando imprenta. La cuestió n es que yo pensé que si no iba me creerí an cobarde, y tambié n pensé que todos habí an recibido el mismo papelito, pero como habí a que callarse nadie hablaba de é l. Así es que, aunque me daba susto salir del dormitorio cuando todos parecí an durmiendo, de todas maneras me levanté, me puse el pantaló n y la chomba y fui al gimnasio. No habí a nadie y esperé un buen rato, tratando de bajar los pelos que se me paraban un poco. Por fin me convencí que era una broma y volví al dormitorio. Cuando llegué, vi que habí a tres chiquillos encima de mi cama, leyendo mi diario, pero fue tanta mi rabia, que no alcancé a darme mucha cuenta de quié nes eran. En todo caso vi a Urquieta meterse en su cama, porque duerme en la cama de al lado.

Me fui donde é l para pegarle, pero é l se hizo el dormido y, aunque lo remecí y lo sacudí, no conseguí despertarlo para darle lo que se merecí a. En todo caso, no era sueñ o mí o lo de que estaban leyendo mi diario, porque el pobre estaba tirado en mi cama, abierto y con las hojas arrugadas. Esta es una canallada que me han hecho y mañ ana voy a desquitarme. Lo primero que tengo que hacer es saber quié n me escribió ese papel, porque é se es el que inventó esto.

Mayo 6

Le conté a Gó mez lo de anoche y a é l se le ocurrió que para agarrar al malhechor inventá ramos de hacer una revista con letra de imprenta y no decir ni una palabra de lo que pasó.

A la hora del recreo, dimos la idea y cayó estupendo. Todos quieren escribir en la revista y Gó mez les dijo que cada uno trajera un chiste o un cuento y que los mejores iban a tener premio de veinte pesos, porque, aunque la revista va a ser una sola y no se va a vender, de todas maneras se va a arrendar por veinte pesos y así vamos a sacar mucha plata. Entonces mañ ana nos van a traer los cuentos y chistes y vamos a comparar las escrituras y vamos a saber quié n fue.

Mayo 6

La revista es estupenda. Se llama " Chistelandia" y tiene sesenta chistes y dos cuentos. No se vende, pero se arrienda en dos pesos y se lee delante de la empresa, que somos Gó mez y yo, para que nadie la preste. Hoy en la tarde, en puros arriendos, sacamos $120 y si no sacamos má s fue por falta de tiempo, así es que mañ ana sacaremos el doble. No escribo má s, porque con esto de la revista no tuve tiempo de hacer mis tareas.

Mayo 7

Ahora quieren que hagamos revista todos los dí as, de modo que no hay tiempo para nada. Gó mez es el encargado de cobrar y de pagar y yo tengo que recibir los cuentos y ordenar la revista y ver quié n la está leyendo. El N° 2 de " Chistelandia" tiene muchos má s chistes porque ahora traen material los de 6° y todos los de 5°. Tengo tanto que hacer que no he tenido tiempo para comparar las letras y tampoco ya ni me importa quié n fue el que me engañ ó.

Mayo 8

El Padre Carlos nos quitó el N° 3 de " Chistelandia" porque el idiota de Urquieta lo llevó al comedor, y se le quedó en el asiento. Entonces el Padre lo mandó llamar, y le preguntó, y el muy bocó n soltó todo. Y lo peor es que en ese nú mero casi todos los chistes eran sobre el Padre Carlos.

Gó mez y yo tuvimos que ir donde el rector, que nos esperaba con la revista en el escritorio. Con cara muy grave nos preguntó si nosotros hací amos esa revista.

—Sí, Padre —le contestamos en coro.

—¿ Son ustedes los que escriben todo lo que sale en ella?

—No, Padre.

—¿ Pueden decir, entonces, quié n tiene el atrevimiento de burlarse del Padre Carlos?

—No, Padre.

—En ese caso, asumen ustedes la responsabilidad, y por lo tanto, sufrirá n el castigo.

—Nosotros no lo escribimos —dijo Gó mez.

—Ustedes lo aceptaron en su revista y responden por ella.

—Es que é sa no era la intenció n —dijo Gó mez.

—¿ Cuá l era la intenció n? —preguntó el rector.

—Descubrir por la letra quié n era el que le mandó un anó nimo a é ste —dijo Gó mez, apuntá ndome.

—¿ Y han descubierto quié n fue?

—No, Padre. Se nos olvidó averiguarlo, porque hemos tenido tanto que hacer con la revista.

—De modo que ustedes hacen una revista para averiguar de un anó nimo y publican ofensas gratuitas a sus profesores.

—Gratuitas no, Padre. Pagadas.

—¿ Có mo pagadas?

—Pagamos veinte pesos por cada chiste.

—De manera que encima le pagan al que ofende.

—Sí, Padre.

—No, Padre.

—En fin, terminemos esto. Quedan los dos arrestados por toda la semana y sin salida el domingo. A la pró xima revista con ofensas los expulsaré del colegio.

A la salida, Gó mez me dijo:                  ;

—¿ Por qué no dijiste que fue Urquieta el del chiste del rumiante? Nos habrí amos librado del castigo. Ademá s, yo tení a un paseo el domingo.

—¿ Por qué no lo dijiste tú? —le contesté yo.

Quedamos un poco peleados, pero a la salida se nos juntaron unos cuantos para saber lo que habí a pasado con el rector. Algunos se rieron de sabernos castigados y otros dijeron que é ramos unos grandes tipos. Pero Gó mez y yo tení amos tanta rabia, que nos fuimos derecho a comparar los chistes del primer " Chistelandia" con el papelito mí o y descubrimos que era de Urquieta. Má s rabia nos dio de estar castigados por su culpa. Y yo me fui derecho donde é l, me le puse al frente y, en pleno patio, le dije:

—¡ En guardia! ¡ Esta es por el anó nimo! —y le mandé una cachetada. Cuando se enderezó, le dije: —¡ Esta es por robarme el diario! —y le mandé otra, y, cuando me iba a pegar, le mandé la tercera con: —¡ Esta va por el castigo de Gó mez y yo!

Urquieta se cayó al suelo y se hizo el aturdido en el mismo momento en que aparecí a el Padre Carlos. Entonces los chiquillos lo levantaron y armaron tal griterí a de: —¡ Ahora la llevas tú! —y corrí an como jugando desaforados y se caí an y todo, hasta que Urquieta quedó como uno de tantos del juego y no pudo acusarme.

Despué s, en el comedor, me dijo: —Tú te crees muy gallito, ¿ no es cierto? Pero el que me la hace a mí, me la paga. Y te la tengo jurada. Tendrá s que arrepentirte de tus tres cachetadas.

Pero yo no le tengo miedo.

Mayo 11

Resulta que Urquieta me volvió a robar mi diario y me lo tuvo escondido tres dí as enteros. Es decir, todaví a estarí a escondido si yo no lo encuentro. Estaba en la biblioteca entre los libros y, si no es por Cariola que me sopló dó nde estaba, se pierde para siempre.

Segú n me dijo Cariola, lo que le da má s rabia a Urquieta es no poderme pegar, por mi pata de yeso y tambié n que Cariola, cada vez que é l salta bien, le dice que si yo estuviera sano, se la ganarí a. En todo caso, a mí ya no me interesa ser campeó n, porque pienso que es mucho mejor tener un circo propio y viajar con é l por todo el mundo. Gó mez va a ser el que doma las fieras y yo el de los caballos, el de las botellas, el de los platos en el aire y el de los trapecios. Como ahora no puedo ensayarme en los trapecios, me ensayo en los platos y el mozo de la cocina me los presta y, como son de lató n pintado, no importa que se caigan. Ya los tiro tan alto que topan el techo. Pero lo bueno es hacerlo con los de loza, así es que le escribí a mi mamá pidié ndole que mañ ana me trajera tres.

Mayo 12

Urquieta tambié n quiere entrar al circo nuestro, y despué s de todo, cuando no está rabiando, es bien divertido y bien payaso, así es que lo aceptamos de Tony. Ahora estamos bien amigos y é l me persigue bastante, pero, de todas maneras, yo le escondo mi diario por si le da tentació n de volvé rmelo a robar. Y lo tengo escondido en el cuarto de bañ o, en una puertecita que da a las cañ erí as. Ahí aprovecho para escribir, pero tiene que ser muy corto y muy apurado, no como antes.

Mi mamá me trajo los platos ayer, pero cuando estaba ensayando se me quebraron los tres. No importa, porque quiere decir que tengo que ensayar má s con los del colegio.

Mayo 13

Ayer está bamos con Gó mez en la cocina, ensayando las pruebas, cuando vimos una cara que se asomó por la ventana. Era un hombre como Batman y nos pidió limosna. Entonces le dimos lo que encontramos y é l nos pidió permiso para dormir bajo techo, porque duerme a plena noche y ahora son muy heladas. A Gó mez y a mí nos dio lá stima y le abrimos la bodega para que entrara a dormir y el pobre se acomodó en unos sacos y se durmió ipso flatus.

Al poco rato, tocaron el timbre y era la policí a. Vení an en busca de un criminal, que se llama " El Soquete" y que habí a muerto a dos o a doce personas. Claro que el Mocho de la puerta les dijo que ahí no estaba, pero ellos insistieron e insistieron en que lo habí an visto entrar aquí, hasta que se colaron para adentro y registraron casi todo el colegio. Gó mez y yo hací amos promesa para que no entraran a la bodega, porque nos daba lá stima el criminal arrepentido y tan feo y con tanta hambre. Por suerte, no entraron y se fueron felices. Pero los dos con Gó mez no sabemos qué hacer de pensar que tenemos un verdadero criminal aquí encerrado y aunque le echamos llave a la bodega, de todas maneras, cuando entre el Mocho cocinero a buscar papas mañ ana, a lo mejor lo mata. Así es que vamos a avisarle para que entre armado.

Mayo 14

Esta mañ ana tempranito fuimos a ver al Mocho cocinero y le dijimos: —¿ Qué harí a usted si se encontrara con el criminal, el Soquete?

—Lo entregarí a a la policí a.

—Sí, pero antes de eso.

—¿ Có mo antes de eso?

—Por ejemplo, si é l estuviera escondido en el colegio, despué s de todo, y usted se topara cara a cara con é l. Y si é l se le viniera encima con un enorme cuchillo, ¿ qué harí a usted?

—Echarí a a correr, supongo. Para eso soy bueno...

—Pero mejor serí a tener una pistola, ¿ verdad?

—Y aú n mejor serí a no encontrarlo.

—Es que yo creo que lo va a encontrar —dijo Gó mez, asustado.

—¿ Pero por qué crees tú eso?

Yo consulté a Gó mez con la mirada y é l me dijo que sí con la í dem, y entonces muy en secreto le dije al Mocho lo que habí a pasado. El Mocho se puso pá lido y soltó el canasto que llevaba. Entonces nos pescó de un brazo a Gó mez y a mí y voló con nosotros donde el rector. Pero, por suerte, habí a salido y entonces fue donde el Padre Anselmo, que es muy santo y que no se ocupó de castigarnos sino que llamó a la policí a por telé fono y todos nos quedamos esperando hasta que llegaron.

Entraron muy triunfantes con un Teniente y todo. La bodega estaba con llave y los dos con Gó mez no oí mos la campanilla de clase y los seguimos. Calladitos llegaron hasta ahí y abrieron la puerta de repente y gritaron con voz de trueno: " ¡ Manos en alto! ", pero nadie se movió.

Entonces empezaron a alumbrar todos los rincones con una tremenda linterna y no habí a nada. El Teniente se volvió donde el Padre Anselmo un poco enojado, pero, en ese momento, otro policí a descubrió un paquete en el suelo y gritó: " ¡ Mi Teniente! " y le pasó el paquete. El Teniente sacó su pañ uelo y casi sin tocarlo, lo desenvolvió y en el paquete habí a un cuchillo, una caja de cartuchos sin uso y un montoncito de joyas.

Otro policí a dijo entonces: " ¡ Por aquí escapó! ", y mostró una ventanita que estaba casi tapada de sacos de papas. Y la ventanita daba a la calle.

Pero ahora Gó mez y yo estamos otra vez contentos de que haya escapado, porque, cuando lo andá bamos buscando, tení amos casi má s ganas de no encontrarlo.

Mayo 15

Resulta que todo el colegio sabe lo del Soquete y la mitad de los chiquillos dicen que Gó mez y yo somos unos idiotas y la otra mitad dice que no. Pero entre la mitad que sí, está Urquieta y anda otra vez buscá ndome camorra.

Hoy, en el recreo, me dijo:

—Tú me debes una y crees que si no te pego porque andas cojo me voy a quedar así no má s.

—En quince dí as má s me sacan el yeso —le contesté.

—Ya llevo una semana esperando y no pienso esperar má s.

—¿ Qué vas a hacer, entonces? —le dije.

—¿ Te darí a mucha rabia que te robara tu diario? —me preguntó.

—Mucha. Pero ahora no lo encontrará s con tanta facilidad.

—Eso es asunto mí o. Quiero saber qué te da má s rabia, el que otros lean tu diario o una bofetada.

—En todo caso no lo vas a encontrar —le contesté.

—Lo veremos. Tú te crees muy gallo, pero yo no soy tonto tampoco.

—Ni con toda tu habilidad lo vas a hallar —le dije y me fui.

Pero al poco rato volvió donde yo estaba.

—¿ Qué vas a hacer cuando no lo encuentres? —me preguntó.

—Pegarte otra cachetada.

—¿ Y si no soy yo el que te lo roba?

—A nadie má s que a ti le interesa mi diario.

—¿ Y te crees tú que vas a pasarte pegando porque tienes una pata con yeso y nadie te la va a devolver? A mí tambié n me puede dar rabia.

—Eso es lo que quiero. Que te dé luego, me pegues de una vez y dejes en paz mi diario.

—Eso lo dices porque sabes que castigan al que le pega a un cojo. Yo sabré lo que hago.

Despué s, en la tarde, me hizo burla con otros por mi diario y me gritó:

—¡ Có mo nos vamos a reí r esta noche con tus secretos!

Gó mez y yo estuvimos ensayando las pruebas de las botellas con el repostero y por fin me escapé para escribir todo esto.

En este momento se abrió la puerta del bañ o y asomó su cabeza Urquieta y me dijo: " Escribe bastante para que me rí a má s" y se fue. Pero justo cuando é l salió, sonó la campana para ir a comer y yo no tengo má s remedio que esconder mi diario aquí mismo, aunque sea por la ú ltima vez.

Mayo 15

Anoche desperté con un disparo y despué s sonó otro. Encendí mi linterna y vi que nadie se habí a movido. Entonces oí unos gritos de: " ¡ Por la derecha, por la derecha! " y salté de mi cama y fui a despertar a Gó mez. Pero é l ya se habí a despertado, só lo que no se moví a porque estaba asustado. En eso sonó otro disparo y yo no aguanté má s, me puse los pantalones y salí afuera. Gó mez y Triviñ o, que es nuevo, me siguieron y salimos al huerto. Pero en la puerta del huerto nos sujetó un agente y dijo que nos volvié ramos al dormitorio, porque podrí a alcanzarnos una bala. Era que andaban buscando al Soquete, que se habí a vuelto a meter por la ventanita a la bodega y, como ellos pensaron que podí a volver a buscar su paquete, lo estaban esperando escondidos en el colegio desde temprano. Y cuando entró a la bodega le hicieron: " ¡ Alto! " pero é l se escapó al huerto y en eso andaban ahora. Está bamos hablando con el agente cuando llegó el Padre José y nos pescó de una oreja y nos mandó a acostarnos. Claro que yo no podí a dormir y nos quedamos conversando en secreto con Gó mez hasta que se acabó la bulla. Y despué s tampoco me podí a dormir; entonces bajé a buscar mi diario para escribir y no lo encontré. Entonces lo fui a buscar en la cama de Urquieta y se lo pillé debajo de la almohada. Me dio tanta furia con é l que, si no hubiera estado durmiendo, le hubiera vuelto a pegar.

Y ya realmente no sé dó nde esconderlo, pero lo voy a guardar debajo de mi colchó n.

Mayo 16

Parece que anoche agarraron al pobre Soquete aquí en el huerto. Lo alcanzaron con una bala y se lo llevaron sangrando de una pierna. Yo fui a ver la sangre, pero con el riego se habí a borrado. Nos castigaron a los tres con Gó mez y Triviñ o y nos dejaron sin recreo y en la tarde escribiendo pá ginas enteras. A veces me dan ganas de escaparme de este colegio, pero será cuando me saquen el yeso.

Urquieta está tan furioso conmigo porque le quité mi diario, que hoy me dijo:

—Cuando te vuelva a robar el diario, voy a echarlo a la basura y así no lo tendrá s má s.

—Es que ahora no lo encontrará s nunca —le contesté. Pero yo sé que si lo sigo guardando en mi cama, me lo va a sacar, así es que me lo metí en la espalda, entre la camisa y el cuerpo y me molestaba bastante y de repente uno me dio una palmada y dije que yo tení a joroba. Entonces todos vinieron a tocar mi joroba y Urquieta tambié n dijo que é se era mi estú pido diario, pero que era la ú ltima vez que lo iba a tener porque mañ ana saldrí a en la basura. Y, ahora al acostarme, sé que é l se está haciendo el dormido y que cuando yo me duerma, me lo va a robar. Cuando pienso en esto, me da má s pena que rabia, pena de pensar que se va a ir en la basura y voy a tratar de no dormir en toda la noche entera...

Nota: Este diario fue encontrado en  un basural y recogido por un ocioso que se puso a leerlo y lo ofreció a esta imprenta para su publicació n.

 

 

Nota sobre la Autora

Marcela Paz -pseudó nimo de la escritora Ester Huneeus Salas- fue una mujer excepcional, capaz de construir una prosa fresca y natural.

Educada en su casa por profesores particulares quienes le enseñ aron, ademá s de las asignaturas habituales, los idiomas inglé s, francé s y alemá n, comenzó a escribir desde muy joven en revistas y perió dicos. Usó diferentes pseudó nimos, entre los cuales se quedó definitivamente con Marcela Paz; Marcela, por ser admiradora de la escritora francesa Marcelle Auclair, y Paz porque -segú n ella misma decí a- necesitaba ese don.

Cuando, antes de casarse, su novio, José Luis Claro, le regaló una agenda, Ester decidió escribir en ella el diario de vida de un niñ o. Y fue así como nació su hijo má s cé lebre: Papelucho, de quien puede decirse, sin duda, que es ya un clá sico de la literatura infantil chilena.

Creadora ademá s de una singular galerí a de personajes como los Pecosos, el Soldadito Rojo, la Colorina, Sebastiá n, Catita y Perico, entre otros, fue tambié n la fundadora del IBBY (International Board of Books for Young People) en Chile.

Con un amplio reconocimiento tanto en el paí s como en el extranjero, entre los varios premios y distinciones que recibió a lo largo de su vida, obtuvo dos muy importantes: el diploma de mé rito que la incluyó en la lista de honor " Hans Christian Andersen" concedido por el Congreso Internacional del IBBY reunido en Suiza en el añ o 1968 -y que fue otorgado por primera vez a un autor latinoamericano- y el Premio Nacional de Literatura 1982, que coronó su infatigable desempeñ o en el mundo de las letras.

 

Lista de Textos de Papelucho

  1. Papelucho
  2. Papelucho casi hué rfano
  3. Papelucho historiador
  4. Papelucho detective
  5. Papelucho en la clí nica
  6. Papelucho perdido
  7. Mi hermana Ji, por Papelucho
  8. Papelucho misionero
  9. Papelucho y el marciano
  10. Mi hermano hippie, por Papelucho
  11.  Papelucho en vacaciones
  12.  ¿ Soy dix-leso?, por Papelucho


  

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