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Enero 20. Febrero 10



Enero 20

Resulta que por suerte se reventó el cá lifont, porque, si no, no sé qué habrí amos hecho de puro aburridos. Fue estupendo. Era como bomba ató mica y la Domitila se desmayó y el agua hirviendo saltaba como de un pozo de petró leo. Pero despué s hubo una pelea entre la Gladys, la vecina, y la Domitila y por suerte perdió la Gladys. Aunque no tan por suerte, porque la Domitila tiene que limpiar todo. Y la Domitila cree que la Gladys va a venir a matarla, así es que yo le traje el revó lver de mi papá para que se defienda. Pero, cuando lo estaba mirando, se salió un tiro y se hizo un agujero en la pared y como la casa es vieja se cayó un buen pedazo.

Yo no sé qué hacer para cuando llegue mi papá y vea esto, pero lo mejor es que me vaya a confesar al tiro.

Ya me confesé y no era pecado lo del disparo.

Cuando llegó el papá le pregunté: " ¿ Sentiste el temblor? ", y é l me dijo que no. Yo no dije que habí a temblado, pero de todas maneras é l creyó que el pedazo de pared se cayó con el temblor. Eso no es mentira.

Vinieron a arreglar el cá lifont y cuesta tan caro el arreglo que la mamá y el papá por poco pelean. La suerte que se reventó solo.

No me puedo dormir pensando en lo terrible que es la pobreza. Quiero decir que hay un señ or Ruletero que se queda con toda la plata de mi papá y a veces con la de mi mamá, y lo má s raro es que nadie hace nada por tomarlo preso. Parece que hace lo mismo con todo el mundo, porque ayer en la comida la tí a Lala decí a que ella le habí a dejado en el mes miles de pesos y la tí a Erna que a ella le habí a quitado algunos, y así a cada una. Debe ser un señ or muy millonario, y ademá s yo me lo imagino como un ladró n elegante, y con dientes de oro, etc. Pero pienso en lo de la mamá y el papá, que se lo pasan pelea y pelea por la cuestió n pobreza. Mi papá se queja porque mi mamá paga las cuentas o compra comida y mi mamá se queja porque el papá vuelve a lo del señ or Ruletero, y se va armando la pelea. El dice que va a buscar lo que dejó y mi mamá dice que es só lo para que le saquen má s. Y despué s, cuando é l por fin decide que no irá, entonces llama a la mamá cualquier amiga y se va con ella. Despué s vuelve llorando, reclama de su poco cará cter y habla mal de ella misma, etc., y mi papá sale furioso dando un portazo.                         

La cuestió n es que yo quiero ayudarlos en este momento grave, y, pensando y pensando, creo que puedo ganar plata. Tengo una idea bastante buena, pero la cuestió n es que me resulte...

Enero 22

Ya sé lo que llaman desengañ os de la vida. Hoy tuve uno tremendo. El desengañ o má s atroz, creo. Se siente en el pecho como una agü ita caliente que corre suave hacia la garganta y se instala ahí. Es un gran sufrimiento desengañ arse. Ayer, cuando mi papá y mi mamá se fueron donde el señ or Ruletero y Javier a la casa de enfrente, yo me puse los pantalones de aceite y me ensucié la cara y la camisa y a pie pelado me fui andando, con los ojos mirando para arriba y un jarrito en la mano y un letrerito que decí a: " Una limosna para el cieguecito". Y a cada rato me echaban pesos y má s pesos y yo los guardaba sin mirarme el bolsillo sino que los contaba a puro dedo y ya llevaba como veinte, cuando una que me habí a echado el peso veintiuno me tomó del brazo y me dijo: " ¡ Papelucho en persona! ".

Yo no querí a mirar porque era de esos ciegos de vista al cielo: pero resulta que tuve que ver quié n era: ¡ y era la tí a Pepa en persona!

Se reí a a carcajadas y me preguntaba por qué estaba pidiendo limosna y yo no sabí a qué contestarle.

—¿ Y cuá nto has juntado? —me preguntó.

—Má s de diez pesos —le dije.

—¿ Y qué vas a hacer con ellos?

—Pagar muchas cosas. —No quise decirle que era para ayudar a mi madre y a mi padre. En todo caso, me dio tanto miedo que ella fuera a armar boche, que le supliqué que no dijera nada.

Es claro que la muy habladora llegó con el cuento a la casa del señ or Ruletero, porque cuando volvió mi mamá, ya vení a furiosa conmigo y me retó tanto que no tuve ni tiempo de explicarle que yo lo hací a por ella y en pago de mi buena acció n me dejó castigado, sin salir todo el dí a de mañ ana.

Eso es lo que pasa por ser tan bueno.

 

Enero 23

Yo no sé lo que quieren que uno sea, pero a mí me parece que serí a mejor que cuando uno está enfermo, lo dejaran morirse y lo embalsamaran despué s. Así serí a como quieren que uno sea.

Una persona castigada, que no puede salir a ninguna parte, puede aguantar toda la mañ ana sin hacer nada, pero cuando las gentes se van a dormir y otros se van a pasear, tiene que hacer algo para no morirse de aburrido.

Por eso yo hice una tienda. Ademá s que una tienda la hace casi todo el mundo en la calle Valparaí so y yo sé que no es pecado.

Yo hice una tienda con todas esas cosas que no sirven o que no se usan: Puse una mesita en la puerta de la casa y en la mesita las corbatas inú tiles, los guantes, los pinches y prendedores y pulseras que no se usan y unas dos carteras. El letrero decí a: " Venta de ocasió n" y la gente preguntaba los precios y la mayorí a no compraba, y los pocos que compraron me pagaron las cosas. Yo le dejé la plata a mi mamá en el velador y eran dieciocho pesos justos y, en lugar de agradecé rmelos, otra vez me retó y me acusó al papá; pero no me castigaron, porque dicen que es peor castigarme.

Menos mal que es peor castigarme, así es que mañ ana voy a poder salir, que bastante aburrido es trabajar para los demá s cuando a uno le pagan así.

Ya no estoy desilusionado de la vida porque ya sé que la vida es así y que lo que uno quiere hacer bueno sale malo. De modo que ahora trato de hacer algo malo para que salga bueno, y cuesta mucho, porque no sabe uno có mo va a salir bueno.

En todo caso, por si resultaba para mejor, eché a correr las llaves de agua del jardí n y la Domitila me dio las gracias porque así se regó todo y a ella le carga regar.

Enero 25

Por fin tengo algo bien estupendo en que entretenerme.

Tengo un criadero de jaibitas y de estrellas de mar. Las estrellas de mar no sé si estará n muertas, pero las jaibitas me las dio un pescador vivitas.

Cada familia vive en un tarrito con agua de mar y los tarritos los tengo debajo de mi cama para que no me los saquen.

Cuando tengan hijos, voy a poder vender mucho pescado y tal vez me haga rico y despué s viviré sin trabajar.

Pero la Domitila, que es tan intrusa, ya llegó a mi cuarto preguntando:

—¿ Qué porquerí a tiene aquí con olor tan malo?

—No hay ningú n olor —le dije.

—Yo dirí a que tiene algú n pescado podrido... —alegó.

—Siempre en la costa hay olor a pescado y a mar —le dije y se fue por fin.

Pero, en la tarde, Javier comenzó con las mismas:

—Yo sé que tienes alguna cosa podrida aquí en el cuarto y, si la descubro, te la voy a botar.

Por suerte, en ese momento, lo llamó el chiquillo de enfrente y se fue con é l. Entonces aproveché para sacar mi criadero del cuarto y llevarlo a una parte donde no hay intrusos. Lo guardé en el armario de la ropa, porque ahí no vive nadie y nadie puede oler

Pero hay una jaibita que tiene como un tumorcito y voy a tener que operarla para que no se muera.


 

Enero 26

Resulta que mi jaibita Manuela ya estaba muerta cuando la operé. Porque no se moví a y tení a verdadero olor de muerte. Se habrí a muerto del tumor, la pobrecita.

Pero lo peor fue en la tarde, cuando mi mamá abrió el armario y dio un grito: " ¡ Jesú s! Esto apesta a pescado podrido", y cerró la puerta de golpe. Llamó a la Domitila y le hizo sacar todo de adentro y claro que debajo de las chombas encontraron cada uno de mis tarros del criadero.

Mi mamá estaba furiosa y decí a que esas chombas no se podrí an volver a usar y me buscaba y me buscaba por toda la casa.

Pero yo estaba jugando al invisible y no me podí a encontrar y retaba a Javier y é l juraba que é l no era, pero de todos modos, le sirvió el reto a cuenta de los que yo me he llevado por é l.

Cuando uno es invisible no puede toma té y se siente un hambre terrible, porque hay que esperar que la Domitila se tome sus tres tazas bien descansadas para que se vaya de la cocina.

Entonces uno entra y se come lo que encuentra, y si encuentra el postre de la comida, tiene que comé rselo porque el hambre es peor que una enfermedad. Y, aunque uno sabe que se puede, armar boche por lo del postre, se lo come y se lo come porque no se puede aguantar.

Despué s tiene que seguir invisible, y uno siente que llaman al garaje para saber si uno está ahí, y preguntan y preguntan y no saben qué pensar. Tero cuando uno es invisible, aunque le den pena los que lo busquen, uno no puede aparecer y sigue invisible. Y, de repente, le da miedo de quedarse invisible para toda la vida. Y da como sueñ o y flojera de que lo vuelvan a ver y uno bosteza y bosteza...

Enero 27

Lo que pasó no fue culpa mí a. Yo solamente estaba jugando al invisible y, como me habí a encerrado en el armario de las escobas y de los tarros tanto rato, tal vez me quedé dormido y no desperté sino al otro dí a, cuando la Domitila sacó la escoba para barrer.

—¡ Santo cielo! —gritó la muy chillona—. Aquí metido y durmiendo, cuando anda hasta la policí a buscá ndolo. Ahora si que le va a llegar de veras. El patró n le va a romper los huesos.

—Yo no lo hice adrede —le expliqué, pero ella estaba como atontada y no entendí a. Entonces no me quedó otra que ponerme a llorar hasta que se le ablandó el corazó n.

—Me da lá stima, mi pobrecito —dijo por fin—. Me gustarí a librarlo de los palos. Tó mese primero un buen desayuno y pensaremos algo para decirle al patró n.

—¿ Qué pensaremos, Domitila?

—Alguna mentira, naturalmente.

—Esa la tendrí as que decir tú, porque yo no miento.

—No será la primera ni la ú ltima —dijo rié ndose y se tomó la cabeza para pensar. La cabeza de la Domitila tiene una permanente como nerviosa de crespitos duritos y algunos son como colorines y otros no. Y las manos brillantes me recordaban a mis jaibitas, si hubieran crecido como yo querí a.

—Yo le dirí a que Javierito lo encerró —me dijo con cara de artista de cine—. Eso es un testimonio.

—Pero usted no quiere que digamos la verdad.

—Claro que no.

—Entonces, entre una mentira o un testimonio, da lo mismo. A no ser que usted prefiera que lo castiguen a usted en lugar de é l.

—Mejor serí a que dijé ramos que tú me encerraste —le dije.

Se quedó pensando un rato y despué s me preguntó:

—¿ Y qué me darí a usted porque yo me echara la culpa y dijera que yo le puse la llave?

—Dime tú lo que quieres.

—Es que lo que yo quiero usted no me lo puede dar.

—Dí melo primero y yo veré.

—Quisiera salir esta noche y no volver hasta mañ ana, porque tengo una diligencia que hacer.

—Le diré a mi mamá que te dé permiso.

—Ella no me deja salir de noche. Ademá s tengo que servir la comida y comen tan tarde... —suspiró.

—Lo de la comida se puede arreglar. Es cuestió n de que conviden al papá y a la mamá a comer afuera.

—Naturalmente. Así no se darí a ni cuenta porque yo volveré tempranito.

—Yo me encargo de que los conviden —le dije, y entonces ella subió con la bandeja del desayuno y al poquito rato me llamó mamá a su cuarto. Y mi mamá estaba tan cariñ osa y mi papá tambié n y dijeron que por suerte, como ya me habí a perdido antes, ya no les daba ni miedo de que me pasara algo, pero criticaron a la Domitila y la idiotizaron y yo tuve que hacerme el que tení an razó n. De todos modos como le voy a devolver el favor a la Domitila, no me siento canalla ni cosa por el estilo.

Desde el almacé n llamé a la tí a Lala y le pregunté si le gustarí a que el papá y la mamá fueran a comer con ella. Que yo sabí a que ellos tení an muchas ganas de ir, pero no se atreví an a pedirle que los convidara. Que no dijera nada de mi llamado, que yo despué s le explicarí a y que telefoneara luego a la casa. La tí a Lala me prometió hacerlo y, cuando llegué a casa, ya estaba hablando con mi mamá. De modo que ya le pagué el servicio a la Domitila y estamos a mano.

Enero 28

Despué s que yo ya sabí a que cuando uno trata de ser bueno sale todo al revé s, se me olvidó cuando ayudé a la Domitila. Y ahora lo que pasa es que mi mamá la quiere echar. Porque resulta que todaví a no ha llegado y ya es la hora del almuerzo y no hay quié n barra la casa, ni haga una cosa ni pele una papa. El desayuno lo tuvo que hacer mi mamá y rezongó tanto, tanto que era como si me martillara la cabeza. Javier y yo arreglamos la pieza y se nos rompió la lamparita del velador. Mi papá dice que si la echa se queda sin nadie todo el veraneo. Por fin, cuando mamá volvió del almacé n con unos huevos, jamó n y tomates, telefoneó la Domitila para avisar que se habí a caí do del micro ayer en la tarde y que habí a estado aturdida hasta ahora. Mi mamá no le cree, pero dice que hay que hacerse el que uno le cree porque si no es peor. En todo caso, Javier y yo vamos a tener que lavar los platos con la mamá y nadie puede salir para que no quede la casa sola.

La pobre Domitila llegó tan cansada que tuvo que dormir toda la tarde y yo no salí para abrir la puerta y resulta que nadie tocó el timbre. Así es que, al ú ltimo me asomé a la calle y pasó Buzeta en auto y me invitó y salí a dar una vueltecita y resulta que, cuando volví, se habí a quedado la puerta abierta y habí an entrado a robar, y se robaron el servicio de té del comedor. Mi mamá estaba echa una furia con la Domitila por haber dejado la puerta abierta o por estar durmiendo, pero la cuestió n es que en todo caso despué s no le dijo casi nada para que no se fuera.

Febrero 10

Mañ ana nos vamos al campo. Estoy feliz. Viñ a era muy aburrida. Es claro que Javier, como anduvo en lancha, se cree genial. Yo no aprendí a nadar porque el mar ni lo deja a uno. Ademá s le dio por castigarme con la cuestió n de la ropa y mi papá se puso firme en que no me compraran má s que un par de pantalones y una camisa y, cuando se ensuciaban, me dejaban sin salir. Esto lo llaman educar y yo lo llamo tenerle pica a uno. Por lo demá s, yo creo que los grandes tambié n se aburren porque todo lo encuentran caro, y van a la ruleta y cada vez les va peor. Y papá y mamá pelean por la ruleta y el pobre papá está desesperado con los gastos, así es que vamos a economizar. Ademá s, como se va la Domitila, no hay quié n haga nada y hay que volverse.

Tambié n esta casa es fea y ajena y me revientan las casas ajenas.

Es una lá stima que sea pecado ser ladró n, porque es la ú nica manera de ganar plata y, ademá s, de no aburrirse. Me cargan los ingenieros, los abogados, los tapiceros y los profesores.

Ya está n listas otra vez las maletas y mi mamá bien confundida y a cada rato llegan cuentas y má s cuentas. El pobre papá debe tener ganas de llorar porque no sé có mo va a pagar tanta cosa. La vida serí a regia si uno pudiera borrar algunas cosas y algunos dí as. Yo creo que mamá y papá borrarí an este mes y serí an felices.

¡ Qué lindo es viajar! Qué importa hacer maletas con tal de viajar y pasar por campos y estaciones y gente que uno no vuelve a ver.    .

Mañ ana me voy a levantar muy temprano para ayudar a arreglar la casa y voy a ser tan econó mico que mi mamá tendrá que agradecé rmelo.



  

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