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Enero 1. En la tarde



 


Lo que sucede es terrible. Muy terrible y anoche me he pasado la noche sin dormir pensando en esto. Es de aquellas cosas que no se pueden contar porque no salen por la boca. Y yo sé que mientras no la haya contado no podré dormir. Le pregunté a la Domitila qué hací a ella cuando tema un secreto terrible. -Se lo cuento a otra -me contesto. -Pero, ¿ si es algo que no se puede contar a nadie?

—Entonces lo escribo en una carta.

—Tú no entiendes nada —le dije—. Es algo que no puede saberlo nadie.

—Entonces, escrí baselo a nadie —me dijo, y soltó la risa. Otra vez es de noche y ya deberí a estar durmiendo. Pensando en lo que dijo la Domitila, he decidido escribirle a " nadie", como ella dice, y que es lo que otros llaman su " diario". Cuando esté escrito, me habré librado de seguir pensando.

Yo tení a en mi laboratorio un frasco con un invento. Era hecho de muchas cosas y, entre otras, tení a dos cajas de cabezas de fó sforos, Rinso, miel de abeja, un poco de aceite, crema para la cara y pó lvora. La idea mí a era ver lo que resultaba y por eso hice con é l un sá ndwich para algú n rató n goloso.

Lo dejé sobre mi velador, pero cuando volví, no estaba. Y la Domitila me dijo que se lo habí a comido. Naturalmente que a ella no podí a decirle yo que estaba envenenada. Pero le pregunté qué harí a si supiera que se iba a morir.

—Me darí a una vuelta de carnero —dijo— porque la muerte es la felicidad del pobre.

—¿ Y qué otra cosa má s harí as?

—Me darí a una fiesta y gastarí a mil pesos en comer...

—Toma —le dije—. Te doy lo de mi alcancí a (treinta y dos pesos) Có mete algo bueno, pero serí a mejor que te confesaras.

Me miró con cara de lagartija y me preguntó:

—¿ Por qué cree que me voy a morir?

—Porque la muerte viene cuando menos se piensa —le contesté y me encerré en mi cuarto a pensar. Pensé que tal vez serí a bueno que ella tomara un purgante, pero despué s pensé que serí a peor. Pensé que deberí a decirle lo que le pasaba y pensé despué s que a lo peor se morí a del corazó n. Porque no hay seguridad de que se muera del veneno.

Es claro que, si se muere, yo deberé entregarme a la policí a. Le escribiré una carta a mis padres y despué s me entregaré y cuando cumpla mi condena ya no seré culpable.

En la cá rcel puedo estudiar para ser inventor, porque tendré toda mi vida libre para eso. Y, tal vez, cuando invente lo que habré de inventar, me absuelvan y todo.

Este pensamiento me pone má s tranquilo. Pero lo terrible es estar esperando que suceda la muerte. Es decir, que a ratos me dan ganas que se muera pronto para arreglar mis cosas de una vez.

A la hora del té, la encontré pá lida y sentí frí o en el estó mago. Le pregunté qué tení a y ella soltó la risa.

—Parece que usté se está enfermando de la cabeza —me dijo—. A cada rato me pregunta unas cosas... Y me mira con unos ojos... —y se rió otra vez. Es una suerte que la Domitila no tenga hijos y ella dice que no le hará falta a nadie. Eso es muy tranquilizador.

Ahora se me quiere ocurrir que no es cierto que se haya comido el sandwich y que me ha engañ ado. Quiero pensar que, como es tan mentirosa, me ha mentido otra vez. Con este pensamiento creo que podré dormir.

Enero 1

La Domitila todaví a no se ha muerto. Yo hice una promesa para que no se muriera y prometí ser santo. Hoy regalé todas mis cosas, porque para ser santo es necesario regalarlo todo. Todo, menos mi pelota de fú tbol, mi escopeta, mi revó lver y otras cosas que necesito. Yo no me creo santo porque los santos nunca se creen que lo son. Me gustarí a que Javier tambié n fuera santo y me regalara su raqueta. Cuando yo sea santo, voy a hacer verdaderos milagros y que los pobres tengan aviones y cosas por el estilo.

Hoy es añ o nuevo, el aniversario del dí a en que Dios hizo el mundo. ¿ Qué dí a serí a antes?

Me cargan los dí as de fiesta, porque ya son; prefiero el dí a antes, porque entonces es " mañ ana" el dí a de fiesta.

Sin querer estoy escribiendo mi diario, pero si no escribo, no puedo dormir con este negocio de la Domitila. Tambié n es bueno dejar su diario cuando uno se muere para que la gente comprenda lo que uno era por dentro y conozca sus intenciones.

Inventé una oració n, y eso que no tengo má s que ocho añ os. La repartí a todos, porque tiene mil añ os de indulgencia.

Hoy hubo pollo para el almuerzo y postre de helados de fresas, y para la comida, lo que sobró del almuerzo. Pusieron las copas finas y una se quebró en mi asiento. Me gusta que vengan visitas porque así no hay boche en las comidas. A mí no me alcanzó postre, pero no importa, porque me lo habí a comido antes.

Ahora que no tengo ú tiles para hacer mis experimentos, tengo que hacerlos con las cosas de otro. Por eso le pedí a Miguel, el jardinero, que me diera un alicate y un alambre. Y tuve que regalarle dos corbatas de mi papá. Papá tiene demasiadas corbatas, y eso es como avaricia, y tambié n hace que Miguel se ponga comunista.

Resulta que junté los alambres del telé fono con los de la lamparita del velador de mi mamá. Lo que yo querí a era ver si salí an luces del telé fono y voces de la lamparita. Pero nada de eso.

Cuando se hizo de noche, la casa estaba a oscuras y no habí a a quié n llamar porque era dí a de fiesta y porque estaba descompuesto el telé fono. Pero yo saqué como pude mi instalació n, y cuando llegó mi papá cambió los tapones y ¡ listo! Ni siquiera hubo alboroto. Siempre es así: cuando uno cree que se va a armar la grande, no pasa nada.

Parece que se murió la señ ora de la casa de enfrente y habí a quince autos en la puerta y dos Mercedes Benz de ocho cilindros.

Enero 3

Anoche, cuando estaba durmiendo, desperté con la idea de que la Domitila se habí a muerto y me puse a pensar y pensar y, por ú ltimo, me levanté a verla. Resulta que mi papá creyó que andaban ladrones por la casa porque una puerta se cerró de golpe y sacó revó lver y todo. Dice que recorrió la casa entera y por suerte no me vio. La Domitila estaba roncando en su cama, y como yo creí que agonizaba, la desperté y ella me mandó a acostarme y me recomendó que me pusiera un pañ o frí o en la cabeza para mis nervios. Pero no sé qué pasó que amaneció mi cama mojada y yo con tos. Y resulta que só lo despué s del almuerzo he tosido ya ciento ocho veces.

A lo mejor me voy a morir y, en ese caso, me gustarí a que me enterraran en un cajó n bien pobre y con la plata del fino le compraran chocolates a los niñ os pobres. Tambié n recomiendo

que no me registren mis cajones y que le den alpiste a mi canario. Y que no lloren por mí, porque a lo mejor me voy al cielo.

Enero 4

Todaví a estoy en cama con fiebre y bronquitis. Lloré porque Javier fue al cine, pero despué s pensé que estaba llorando porque querí a sufrir y me consolé. Cuando uno quiere sufrir resulta que se pasa la pena y cuando uno no quiere salir llega la mamá y lo saca a uno en auto.

Se me desparramó la sopa en la cama y me pusieron la colcha limpia. Tambié n se me rompió el reloj que me prestó el papá. Pero no me retaron porque tení a fiebre. Me gusta estar enfermo porque entonces me llaman " el niñ o" y me hacen sopa especial y me piden que me la tome así como suplicá ndome. Tambié n me prometen todo lo que necesito y, cuando mi mamá le cuenta al doctor lo de la fiebre y tos, me da pena-gusto y como reí r y llorar. Y tambié n me lavo con agua tibia, y, si no quiero, no me lavo tampoco. o: Parece que mi timbre sonó toda la noche.

Inventé de enseñ ar moscas mensajeras. Se me murieron cuatro en el invento, pero ya tengo pensado otro sistema nuevo que voy a ensayar mañ ana. Y creo que hasta puede llevar un á tomo y servir de bomba.

La Domitila está bien todaví a, pero la noto má s gorda y quié n sabe si es el comienzo de una enfermedad mortal.

De todos modos, si ella se muere o no se muere, yo voy a ser santo, así es que no necesito entrar a la cá rcel.

Tuve que levantarme en camisa por obligació n, porque me caí de la cama y porque se quebró un vidrio con un disparo de mi escopeta y tuve que recogerlo y sacar los pedazos para que no se viera. Así le ahorré una rabia a mi mamá.

Tengo tan buena punterí a que maté la mosca que habí a en el vidrio y otra que se quedó clavada con la flecha en el techo.

Enero 10

Ahora resulta que nos vamos a veranear a la costa y toda la casa se vuelve maletas y mi mamá está tan confundida que se le pierden las llaves a cada rato y nos reta a nosotros. La Domitila no contesta cuando uno le habla y todo el mundo arma una pelotera, porque se rompe una llave del lavatorio. Es una lata estar de viaje porque a uno ni lo dejan salir ni hacer nada y lo echan de todas partes. Uno se siente preso y claro que uno piensa en los presos y cuando ve a su canario enjaulado claro que le abre la puerta y el pobrecito se va. Y mi mamá arma otra pelotera, porque se fue el canario y eso que el canario es de uno.

Por suerte, en la tarde vino el gá sfiter, ese con olor a maestro y que tiene los dedos tiesos. A mí me quedaron un poco tiesos despué s que usé sus herramientas. Lo malo fue que se me cayó la llave inglesa y se quebró una baldosa del bañ o. Pero como mi mamá está tan confundida, no la vio y cuando volvamos del verano va a hacer tanto tiempo que se habí a roto que ya no va a importar.

Mi papá se enojó porque fui a la mesa con las manos tiesas, pero yo me apuré en contarle un choque que sucedió el otro dí a y no le dije cuá ndo fue y é l me dijo que tomara agua porque me encontraba pá lido.

No es que uno sea hipó crita si lo creen pá lido cuando uno está pá lido.

¡ Qué felicidad es salir a veranear a la costa! Yo no la conozco, pero se me ocurre que debe ser llena de aventuras y ademá s debe ser donde fabrican el chocolate Costa.

Hice mi maleta y no me cupieron nada má s que mis cosas y le pedí a Javier que me llevara mi ropa y no quiso. Así es que la escondí debajo del colchó n y cuando vuelva va a estar limpiecita y planchadita, y esa es una gran cosa. Yo no necesito má s que lo puesto para el veraneo y cuando se ensucie eso, me pongo el traje de bañ o y listo.

Enero 11

Por fin llegamos a la costa. Se llama Viñ a del Mar y la estació n es muy fuñ ingue. La casa tiene jardí n con flores muy lindas, pero todo lo demá s es feo. Lo terrible de la costa es que se siente tanta hambre que uno tiene que pasá rsela en la cocina. Ademá s no hay có mo entretenerse. Uno no puede ir a la playa todaví a y quieren que esté contento.

Resulta que se me ensuciaron los pantalones con ese aceite que habí a en un tarro y los lavé y quedaron peores. Mi mamá me retó porque andaba en traje de bañ o, pero yo le dije que querí a acostumbrarme. Creo que lo mejor será que meta los pantalones enteros en el aceite é se y así quedará n parejos.

Los metí y tuve que ponerlos a secar debajo del colchó n para que no los vieran y resulta que se retrataron en el colchó n que no es de nosotros. Ya es de noche y todaví a no se piensan en secar y yo no sé si mañ ana tenga que estar enfermo o cosa por el estilo. No puedo ir a la playa sin pantalones.

Se me ha ocurrido una cosa estupenda. Le pedí prestados unos pantalones a Javier, es decir, se los arrendé por tres pesos. Me quedaban tan largos que tuve que cortarles una tajadita y Javier armó un boche y dijo que me iba a acusar y tuve que regalarle mi escopeta. De todas maneras, ya puedo ir a la playa y no me importa no tener escopeta en la costa.

En mi cuarto hay olor de garaje.

Enero 13

Hoy nos fuimos a bañ ar y el mar es brutal. Las olas se vienen encima como con rabia y no se puede nadar. La arena es macanuda para jugar, pero má s me gusta el mar y querrí a ser marino. Lo ú nico es que se ve que el mar es muy peligroso, porque cuando yo estaba mirando un buque bien lejos desapareció. Yo creo que naufragó, pero no dije nada, porque qué sacaba con decir cuando estaba tan lejos y ya habí a naufragado de todos modos. Pero ahora que es de noche pienso en los ná ufragos y me acuerdo de sus hijos y me da pena.

Tambié n me gustarí a ser buzo, porque, como hay tantos naufragios, es muy fá cil recoger tesoros del fondo del mar.

Mi mamá encontró los pantalones de Javier y armó una pelotera, pero, por suerte, mi papá le dijo que no se hiciera mala sangre y me comprara otros nuevos y se acabó el cuento. Pero el cuento no se acabó cuando supo que no tení a má s que los pantalones aceitados y tuvimos que salir a las tiendas y me retó de ida y de vuelta sin parar, es decir, paró nada má s que mientras me probaba los pantalones en la tienda. Yo me sentí a bastante mal, pero me tragué el cototo.

En la tarde, no me dejaron salir en castigo, pero con Javier nos subimos al tejado y lo pasamos regio. Encontramos una pelota seca y un calcetí n guacho.

La Domitila estaba hecha una furia porque llegamos tarde a comer, porque ella tení a que ir al Casino y se atrasó. Por suerte, mañ ana, papá y mamá está n convidados a comer. Yo le di a la Domitila mis diez pesos para que me los jugara. ¿ Có mo se jugará n?

Hay unos chiquillos en la casa de al lado que nos sacan la lengua cada vez que nos ven, hasta que nos cansamos y les tiramos agua y vinieron a reclamar; pero por suerte no estaba mi mamá, así es que despué s nos hicimos bien amigos y vamos a tirarles agua a los del otro lado.

Enero 15

Mi papá dice que é l, a la edad de nosotros, nunca se aburrí a, pero yo creo que les voy a decir lo mismo a mis hijos. La cuestió n es que, por lo menos cuando uno está veraneando, no debe aburrirse. Por eso es que, cuando mi mamá se fue al puerto, nosotros con Javier nos fuimos al garaje de enfrente, y Buzeta, el mecá nico, que es tan bueno, nos dejó ayudarlo y todo. Despué s fuimos a probar un auto que é l estaba arreglando y resulta que nos quedamos en pana y empezamos a trabajar y trabajar en é l y era como un piano. No se moví a. Por fin, se vino encima la noche y ya lo í bamos a hacer andar y a cada rato hací a explosió n. Otra vez iba a andar y así hasta que fue tan de noche que tuvimos que llamar al garaje para que vinieran a buscar el auto y remolcarlo y claro que llegamos en medio de la pelotera. Mamá estaba como loca y me dio diecisiete pellizcos. Tení amos tanta hambre y tanto sueñ o que yo me dormí sin mascar la carne y me amaneció en la boca.

Javier dice que é l va a ir mañ ana de todas maneras a buscar el auto con Buzeta, porque el gusto es má s largo que el reto. Pero a mí me pasa al revé s: el gusto se me pasa y el reto se me queda dando vueltas.

Me gustarí a ver un incendio bien grande, porque no hay esperanzas de ver naufragios. A veces me dan ganas de quemar la casa, pero desde antes ya me vienen los remordimientos y me echan todo a perder.

Yo siempre estoy con remordimientos antes de hacer las cosas y Javier no.

Cuando mi mamá me castiga, pienso que los padres son muy distintos de los de los cuentos y casi me dan ganas de ser hué rfano. Otras veces me dan ganas de haberme muerto para que aprendan a ser justos.

Enero 17

Me voy de la casa. Me voy para correr por el mundo y para huir de las injusticias de la vida.

Me voy a la montañ a, donde nadie me insulte y me desentienda. Mi padre es cruel y me aborrece. Todo porque le di uno de sus trajes al pobre Buzeta, que tiene ocho hijos. Me dijo que yo habí a tomado lo ajeno. Eso no es verdad, porque lo de los padres de uno es tambié n de uno. Al principio me sentí ladró n y me dieron ganas de morirme, pero despué s pensé y vi que yo tení a razó n y é l no. Los ricos no saben lo que es pobreza. Yo sé.

Despué s en la noche, Javier me despertó, porque yo estaba llorando y é l se durmió muy tranquilo y me dejó a mí despierto. Y, cuando estaba despierto, me acordé de ese dí a en que Javier quebró la lá mpara y creyeron que era yo y é l se quedó callado y me castigaron a mí. Así me di cuenta que mi hermano tampoco es bueno conmigo. Y, aunque mi mamá es tan buena, de todas maneras le hace bien ver que su hijo la abandona, para que lo defienda de las injusticias.

En la tarde

Despué s que escribí mi diario me levanté en puntillas y salí a la calle con mi paquete de pan y mi diario. No habí a nadie en las calles, pero ahora no me gusta la gente, así es que me sentí muy feliz. Y me puse a andar y andar y a ratos me daban ganas de volverme. La montañ a está sumamente lejos, pero de todas maneras estoy en un cerro. Me quedé dormido y, cuando desperté, vi jugar fú tbol y ganaron los azules por tres goles.

Ahora estoy en una casita pobre y me convidaron con estofado y una agü ita de café y yo les pagué con mi cinturó n, pero tengo que sujetarme los pantalones con la mano. Yo les conté que era hué rfano y que andaba perdido, pero que luego iba a llegar a mi casa, porque conocí a el camino.

¿ Qué dirá Javier de mí?

¿ Mi papá estará arrepentido de haber sido injusto? Pobre mamá, sin su hijo. Debe ser terrible ser madre y que se le desaparezca su hijo de ocho añ os. Pero mi papá no me da nada de pena, porque es tan injusto.

Estoy sentado a la orilla de un estero y no me dan ganas de bañ arme aunque hace mucho calor. Es raro, pero cuando uno puede hacer todo lo que quiere, no dan tantas ganas de hacerlo como cuando no se puede.

A ratos me dan ganas de volverme a mi casa, porque tengo hambre y porque veo todo el tiempo a mi mamá llorando. Pero pienso que mi papá me va a castigar otra vez y se me quitan las ganas.



  

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