Хелпикс

Главная

Контакты

Случайная статья





Capítulo 9



 

Decir que la obra fue un é xito rotundo era decirlo humildemente. La audiencia se rí o y la audiencia lloró, que era casi lo que se suponí a que hicieran. Pero porque la presencia de Jamie, se convirtió en algo realmente especial y pienso que quedaron impresionados como yo de que todo saliera tan bien como habí a salido. Tení an esa misma expresió n que hice cuando la vi por primera vez. Terminamos la primera presentació n sin ninguna dificultad, y la tarde siguiente aú n má s personas aparecieron, si es que es posible creer eso. Incluso Eric se acercó a mí despué s y me felicitó, que despué s de lo que me habí a dicho antes era toda una sorpresa.

" Los dos lo hicieron muy bien", dijo de manera sencilla. " Estoy orgulloso de ti, amigo".

Mientras lo dijo, la señ orita Garber no dejaba de gritar, " ¡ Maravilloso! " A cualquiera que la escuchara o a quien só lo pasaba caminando, repitié ndolo una y otra vez tanto que seguí escuchá ndolo mucho despué s de que me acosté esa noche. Busqué a Jamie despué s de que habí amos jalado las cortinas para cerrar al final, y descubrí que ella ya se habí a ido, con su padre. É l tení a lá grimas en sus ojos – era la primera vez que lo habí a visto llorar – y Jamie lo tomó entre sus brazos, y se sujetaron por mucho tiempo. Estaba acariciando su pelo y dicié ndole, " Eres mi á ngel", a ella mientras sus ojos estuvieron cerrados, e incluso yo me sentí quedar sin habla.

Me di cuenta de que la " cosa correcta", no era tan mala despué s de todo.

Despué s de que se soltaron finalmente, Hegbert orgulloso y emocionado le hizo señ as para que visitara al resto del elenco, y nos dio una barcada de las felicitaciones a todos detrá s del escenario. Ella sabí a que lo habí a hecho bien, aunque insistí a en decir a las personas que no supo por qué era todo lo escá ndalo. Era su personalidad alegre normal, pero con ella parecí a tan bonita, fue que la empecé a ver de una manera totalmente diferente. Estuve parado en el fondo, dejá ndola tener su momento, y admitiré que habí a una parte de mí que se sentí a como el viejo Hegbert. Tambié n me sentí a feliz por ella, y un poco orgulloso. Cuando me vio de pie lejos de ahí, se disculpó de los otros y caminó, parando finalmente cuando estaba cerca.

Mirá ndome, sonrí o. " Gracias, Landon, por lo que hiciste. En verdad hiciste a mi padre muy feliz".

" No tienes nada que agradecer", dije, en respuesta.

La cosa extrañ a era, que cuando lo dijo, me di cuenta de que Hegbert la estarí a llevando a casa, y por una vez deseaba que hubiera tenido la oportunidad de caminar con ella hasta allí.

El siguiente lunes era nuestra ú ltima semana de escuela antes de las vacaciones de Navidad, y el final de las clases ya estaba programado. Ademá s, tuve que terminar mi aceptació n para la UNC, que habí a má s bien estado posponiendo debido a los ensayos. Planeé estudiar los libros bastante esa semana, haciendo la aceptació n por la noche antes de que me acostara. Aú n así, no podí a dejar de pensar en Jamie.

La transformació n de Jaime durante la obra habí a sido sorprendente, decir eso es poco, y supuse que habí a marcado un cambio en ella. No sé por qué pensé así, pero lo hice y estuve sorprendido que cuando la vi en las clases por la mañ ana vestí a de la misma manera acostumbrada: sué ter marró n, pelo apretado con su dona, falda de tartá n, y todo eso.

Una mirada era todo lo que les tomó, y no podí a dejar de sentirme apenado por ella. Ella habí a sido considerada como normal – incluso especial – el fin de semana, pero eso habí a parecido, lo habí a dejado pasar de algú n modo. ¡ Ah!, las personas eran un poco má s amables con ella, y las ú nicas a quienes no les habí a hablado aú n le decí an que ¡ qué trabajo tan bueno habí a hecho!, pero podí a distinguir que eso no iba a durar mucho. Las actitudes forjadas desde la infancia son difí ciles que quitar, y parte de mí se preguntaba si podrí a ponerse peor para ella despué s de eso. Ahora que las personas sabí an que podí a parecer normal en realidad, podrí an ponerse má s sin corazó n.

Querí a hablarle sobre mis impresiones, realmente lo harí a, pero estaba planeando hacerlo despué s de que la semana terminara. No es que tuviera mucho que hacer, pero querí a un poco de tiempo de pensar en la mejor manera de decirle. Para serle sincero, todaví a me estaba sintiendo un poco culpable sobre las cosas que le habí a dicho en nuestra ú ltima caminata a su casa, y no era só lo porque la obra habí a salido fenomenal. Estaba má s bien relacionado con todo el tiempo que pasamos juntos, Jamie no habí a hecho otra cosa má s que ser amable, y sabí a que me habí a equivocado.

No pensaba que ella quisiera hablarme, tampoco, a decir verdad. Sabí a que podí a verme con mis amigos en el almuerzo mientras se sentaba en una esquina, leyendo su Biblia, pero nunca hizo un movimiento hacia nosotros. Pero cuando estaba dejando la escuela ese dí a, escuché su voz detrá s de mí, preguntá ndome si me molestarí a acompañ arla a su casa. Aunque no estaba listo para decirle sobre mis ideas aú n, estuve de acuerdo. Por los viejos tiempos, ustedes saben.

Un minuto despué s Jamie empezarí a la plá tica.

" ¿ Recuerdas esas cosas que dijiste en nuestra ú ltima caminata a casa? " Preguntó.

Asentí con la cabeza, deseando que no lo hubiera sacado a colació n.

" Tú prometiste hacer algo por mí ", dijo.

Por un momento estaba perplejo. Pensaba que ya habí a hecho eso con mi participació n en la obra dramá tica. Jamie continuó.

" Bien, he estado pensando en qué puedes hacer", continuó sin dejarme decir una palabra, " y es lo siguiente".

Preguntó si me molestarí a recoger los botes y las latas que poní a en los negocios por todo pueblo a comienzos del añ o. Los poní a sobre los mostradores, generalmente cerca de las cajas registradoras para que las personas pudieran dejar caer su cambio. El dinero iba a ser destinado a los hué rfanos. Jamie nunca querí a preguntar a las personas directamente sobre el dinero, querí a que ellos lo dieran voluntariamente. Eso, en su mente, era lo que un buen cristiano debí a hacer.

Recordé haber visto los recipientes en lugares como la cafeterí a de Cecil y el teatro Crown. Mis amigos y yo solí amos tirar clips y tuercas ahí cuando los cajeros no estaban mirando, ya que ellos escuchaban como si fuera una moneda la que caí a dentro, entonces nos irí amos riendo có mo si estuvié ramos poniendo algo directo sobre Jamie. Solí amos bromear sobre có mo abrirí a una de sus latas, esperando algo bueno debido al peso, y solo encontrando tuercas y clips. A veces, cuando uno recuerda las cosas que solí a hacer, uno hace una mueca de dolor, y fue exactamente lo que hice.

Jamie vio la mirada en mi cara.

" No tienes que hacerlo", dijo, obviamente desilusionada. " Só lo estaba pensando que debido a que la Navidad esta pasando tan rá pidamente y como no tengo automó vil, me tardaré demasiado para recolectar todos…"

" No", dije interrumpié ndola, " lo haré. No tengo mucho para hacer de todos modos".

Entonces lo que hice comenzó el mié rcoles, aú n cuando yo tuviera que estudiar para mis exá menes, aú n con aquel uso que tiene que ser terminado. Jamie me habí a dado una lista de cada lugar donde ella habí a colocado los recipientes, y tomé prestado el coche de mi mamá y comencé en el otro extremo de la ciudad al dí a siguiente. Ella habí a puesto aproximadamente sesenta latas en total, y calculé que me tomarí a só lo un dí a para recoger todos. Comparado a ponerlos, serí a pan comido. Eso habí a tomado a Jamie casi seis semanas porque ella primero tuvo que encontrar sesenta latas y botes vací os y luego ella podrí a poner tan só lo dos o tres en un dí a ya que no tení a un coche y no podí a llevar tantos a la vez. Cuando comencé, me sentí a má s bien gracioso sobre ser quien recogí a las latas y los botes, siendo que era el proyecto de Jamie, pero me recordé a mí mismo que Jamie me habí a pedido que le ayudara.

Fui por todos los negocios, recogiendo las latas y botes, y antes del final del primer dí a comprendí que eso iba a tomar un poco má s de lo que yo habí a pensado.

Habí a recogido solamente unos veinte recipientes mas o menos, porque habí a olvidado una verdad de la vida simple en Beaufort. En un pueblo pequeñ o como este, era má s que imposible entrar y agarrar la lata sin charlar con el propietario o saludar a otra persona a quien uno podrí a reconocer. Ese era el hecho. Por eso me sentarí a allí mientras algú n tipo estarí a hablando del pez que habí a atrapado el otoñ o pasado, o me preguntarí an có mo me iba en la escuela y mencionan que necesitaban una mano descargando algunas cajas en la parte de atrá s, o tal vez querí an mi opinió n sobre si debí an cambiar de lugar el estante de las revistas a o alguna otra cosa de la tienda. Jamie habrí a sido buena en eso, lo supe, y traté de actuar como ella lo hubiera hecho. Era su proyecto despué s de todo.

Para mantener las cosas en movimiento, no tardaba mucho tiempo en las tiendas. Al final del primer dí a todo el cambio estaba empaquetado en dos botes grandes, y los llevé hasta mi habitació n. Miré algunas facturas – no demasiado – pero yo no estaba en realidad nervioso sino hasta que vacié el contenido en mi piso y vi que el cambio consistí a principalmente en peniques. Aunque no habí a muchas tuercas o clips como habí a pensado que podrí a haber, todaví a no estaba desalentado hasta que conté el dinero. Habí a $20. 32. Incluso en 1958 eso no era mucho dinero, especialmente cuando los dividí a entre treinta niñ os.

No me desalenté, sin embargo. Pensando que era un error, salí el dí a siguiente, acomodé unas docenas de cajas, y charlé con otros veinte propietarios mientras juntaba latas y botes. El resultado: $23. 89.

El tercer dí a fue aú n peor. Despué s de contar todo el dinero, incluso yo no podí a creerlo. Habí a solamente $11. 52. É sas eran de tiendas de la costa, donde los turistas y los adolescentes como yo pasaban el rato. No podí a creerlo, realmente dejaba en que pensar.

Ver lo poco que habí a sido juntado en total – $55. 73 – me hizo sentir horrible, considerando que los botes habí an estado ahí por casi todo un añ o y que yo mismo los habí a visto en incontables ocasiones. Esa noche se suponí a que verí a a Jamie y le dirí a la cantidad que habí a, pero no podí a hacerlo. Me habí a dicho que querí a algo muy especial ese añ o, y eso no era tanto como para hacerlo – incluso yo sabí a eso. En vez de eso le mentí y le dije que yo no iba a contar el total y que lo podí amos hacer juntos, porque era su idea, no la mí a. Era demasiado deprimente. Prometí llevar el dinero la tarde siguiente, despué s de que la escuela terminara. El dí a siguiente era 21 de diciembre, el dí a má s breve del añ o. La Navidad estaba solamente a cuatro dí as de distancia.

" Landon", me dijo despué s de contarlo", ¡ esto es un milagro! ".

" ¿ Cuá nto hay? " Pregunté. Supe exactamente cuá nto habí a.

" ¡ Casi hay doscientos cuarenta y siete dó lares aquí! ". Era completamente feliz cuando me miró. Debido a que Hegbert estaba en casa, yo estaba sentado en la sala, y eso es donde Jamie habí a contado el dinero. Fue apilado en pequeñ as torres ordenadas por todo el piso, casi todas eran monedas de veinticinco y de diez centavos. Hegbert estaba en la mesa de la cocina, escribiendo su sermó n, e incluso é l giró su cabeza cuando escuchó el sonido de su voz.

" ¿ Piensas que eso es suficiente? " Pregunté inocentemente.

Lá grimas pequeñ as estaban corriendo por sus mejillas cuando miró la habitació n, todaví a no creyendo en lo que estaba viendo justo en frente de ella. Incluso despué s de la obra, no habí a sido tan feliz. Me miró.

" Es… realmente maravilloso", dijo, sonriendo. Habí a má s emoció n de la que alguna vez habí a escuchado en su voz antes. " El añ o pasado, solamente junté setenta dó lares".

" Me alegro que resultó mejor este añ o", dije a travé s del grumo que se habí a formado en mi garganta. " Si no hubieras puesto esos botes tan temprano en el añ o, no podrí as haber recolectado tanto".

Sé que estaba mintiendo, pero no me preocupaba. Por una vez, hice lo mejor que pude haber hecho.

No ayudé a Jamie escoger los juguetes – pensaba que ella sabrí a mejor lo que los niñ os querrí an – de todos modos insistió en que fuera con ella al orfanato en la Nochebuena con el propó sito de que pudiera estar ahí cuando los niñ os abrieran sus obsequios.

" Por favor, Landon", habí a dicho, y con ella tan emocionada y todo, só lo no tení a el corazó n para desairarla.

Así que tres dí as despué s mientras que mis padres estaban en una fiesta en la casa del Alcalde, me vestí con una chaqueta y mi mejor corbata y caminé al auto con el regalo de Jamie bajo de mi brazo. Habí a gastado mis ú ltimos dó lares en un sué ter bonito porque eso era lo ú nico que se me ocurrió darle. No era exactamente la persona má s imaginativa para las compras.

Se suponí a que estarí a en el orfanato a las siete, pero el puente estaba levantado en el puerto de Morread City, y tuve que esperar hasta que un barco de carga pasara despacio a travé s del canal. Por consiguiente, llegué algunos minutos tarde. La puerta principal ya estaba cerrada con llave a esas alturas, y tuve que tocar hasta que el Sr. Jenkins me escuchó definitivamente. É l buscó su juego de llaves hasta que lo encontró, y un momento despué s abrió la puerta. Entré, frotando mis brazos para ahuyentar el frí o.

" Ah… Ya está s aquí ", dijo con felicidad. " Te hemos estado esperando. Vamos, te llevaré a donde todos está n".

Me llevó al saló n de recreo, al mismo lugar en que habí a estado antes. Pausé por só lo un momento para exhalar profundamente antes de entrar definitivamente.

Era incluso mejor de lo que habí a imaginado.

En el centro de la habitació n vi un á rbol gigante, decorado con espuma y luces y cientos de arreglos hechos a mano. Debajo del á rbol, por todos lados habí a obsequios envueltos de todos tamañ os y formas. Los niñ os estaban en un semicí rculo grande sobre el piso y sentados juntos. Estaban vestidos con sus mejores ropas, – supuse – los niñ os llevaban pantaló n azul marino y camisas blancas mientras que las niñ as tení an sus faldas tipo marinera y sus blusas tambié n blancas.

Se veí a como si hubieran limpiado porque habrí a un evento grande allí, y la mayorí a de los niñ os tení an nuevo corte de pelo.

Sobre la mesa al lado de la puerta, habí a un tazó n de galletas, con forma de á rboles de navidad y salpicadas con azú car verde. Podí a ver a algunos adultos sentados con los niñ os; algunos de los niñ os má s pequeñ os estaban sentados sobre las piernas de los adultos, sus caras embelesadas poniendo atenció n como si escucharan alguna gran historia sobre la noche de Navidad.

No vi a Jamie, sin embargo, por lo menos no en ese momento. Fue su voz la que reconocí primero. Era la ú nica que leí a una historia, y por fin la ubique. Estaba sentada en el piso en frente del á rbol con sus piernas dobladas debajo de ella.

Para mi sorpresa, vi que esa noche su pelo se soltaba con holgura, justo como lo tení a la noche de la obra. En lugar del sué ter marró n viejo que habí a visto tantas veces, llevaba uno de cuello en V color rojo que de algú n modo acentuaba el color de sus ojos azul cielo. Incluso sin el centellear en su pelo o un vestido blanco y largo ondeando, la visió n de ella era arrebatadora. Sin notarlo siquiera, habí a estado conteniendo la respiració n, y podí a ver al Sr. Jenkins sonreí r mirá ndome de reojo. Exhalé y sonreí, tratando de recuperar el control.

Jamie pausó solamente una vez para mirar. Me veí a estar en la entrada, volvió entonces a leer a los niñ os. Le tardó otro minuto o má s el terminar, y cuando lo hizo, se puso de pie y alisó su falda, caminó alrededor de los niñ os para abrirse paso hacia mí. No sabiendo dó nde querí a que fuera, me quedé donde estaba.

Para aquel entonces el Sr. Jenkins ya se habí an escabullido.

" Siento que hayamos empezado sin ti", dijo cuá ndo me habló por fin, " pero los niñ os estaban tan emocionados".

" Está bien", dije, sonriendo, pensando en lo linda que se veí a.

" Estoy tan feliz de que pudieras venir".

" Pues aquí estoy".

Jamie sonrí o y extendió su mano hacia la mí a. " Ven conmigo", dijo. " Dame una mano con los obsequios".

Pasamos la siguiente hora haciendo solo eso, y miramos cuando los niñ os los abrieron uno por uno. Jamie habí a ido de compras por todo el pueblo, recogiendo algunas cosas para cada niñ o, obsequios individuales que nunca habí an recibido antes. Los obsequios que Jamie compró no eran los ú nicos que los niñ os recibieron, sin embargo – tanto el orfanato como las personas que trabajaban allí habí an comprado algunas cosas tambié n. Cuando tiraban el papel alrededor de la habitació n era toda una locura, habí an gritos de deleite por todos lados. A mí, al menos, me pareció ver que todos los niñ os habí an recibido má s de lo que esperaban, y se dedicaban a agradecerle a Jamie una y otra vez.

Cuando por fin todos los obsequios de todos los niñ os fueron abiertos, la atmó sfera empezó a calmarse. La habitació n fue ordenada por el Sr. Jenkins y una mujer a quien no conocí a, y algunos de los niñ os má s pequeñ os estaban empezando a quedarse dormidos debajo del á rbol. Algunos de los má s grandes ya se habí an ido a sus habitaciones con sus obsequios, y habí an apagado las luces. Las luces del á rbol hicieron una sensació n eté rea con el tocadiscos que habí a sido puesto en la esquina y que en ese momento hací a sonar la canció n de " Noche de Paz". Todaví a estaba sentado sobre el piso junto a Jamie, que estaba abrazando a una niñ a que se habí a quedado dormida en su regazo. Debido a toda la conmoció n, no habí amos tenido una oportunidad de hablar realmente, algo que no nos habí a importado mucho. Está bamos mirando fijamente las luces del á rbol, y me preguntaba qué estaba pensando Jamie. A decir verdad, no lo sabí a, pero tení a una expresió n tierna sobre ella. Pensé – no, la conocí a tanto – que ella estuvo contenta por como todo habí a salido, y en el fondo, yo tambié n. Ya hasta este punto esa era la mejor Nochebuena que yo alguna hubiera pasado.

Le eché un vistazo. Con las luces sobre su cara, se veí a tan bonita como nunca antes la habí a visto.

" Compré algo para ti", dije al fin. " Un obsequio, quiero decir". Hablé despacio así que no despertarí a a la pequeñ a, y esperé que no se notara el nerviosismo en mi voz. Dejó de ver el á rbol para mirar hacia mí, sonriendo sin hacer ruido. " No tení as que hacer eso". Manteniendo su voz baja tambié n, y parecí a casi musical.

" Lo sé ", dije. " Pero querí a hacerlo". Habí a guardado el obsequio en otro lado, y lo busqué para dá rselo, le di el obsequio envuelto lindamente.

" ¿ Podrí as abrirlo para mí? Mis manos está n un poco ocupadas ahora mismo". Miró a la pequeñ a niñ a, y luego a mí.

" No tienes que abrirlo ahora, si no quieres" Dije, encogiendo los hombros, " no es problema".

" No seas absurdo", dijo. " Solamente lo abrirí a en frente de ti".

Para aclarar mi mente, miré el obsequio y empecé a abrirlo, empezando con la cinta con el propó sito de no hacer mucho ruido, abriendo el papel hasta que se viera la caja. Despué s de terminar, levanté la tapa y jalé el sué ter, sujetá ndolo para mostrá rselo. Era marró n, igual al que generalmente usaba.

Pero pensé que podí a usar uno nuevo.

Comparado con el placer que habí a visto antes no esperaba una gran reacció n de su parte.

" ¿ Lo ves?, eso es todo. Te dije que no era mucho", dije. Esperé que no estuviera desilusionada por eso.

" Es hermoso, Landon", dijo seriamente. " Me lo pondré la pró xima vez que te vea. Gracias. "

Nos sentamos silenciosamente por un momento, y otra vez empecé a mirar las luces.

" Tambié n te traje algo, a ti", murmuro Jamie. Miró hacia el á rbol, y mis ojos persiguieron su mirada fija. Su obsequio todaví a estaba debajo del á rbol, parcialmente escondido, y lo busqué para tomarlo. Era rectangular, flexible, y un poco pesado. Lo traje hacia mí y lo sujeté sin tratar de abrirlo siquiera. " Á brelo", dijo, mirá ndome.

" No puedes darme esto", dije jadeando. Ya sabí a qué estaba dentro, y no pude creer lo qué habí a hecho. Mis manos empezaron a temblar. " Por favor", me dijo con la voz má s amable que alguna vez habí a escuchado, " á brelo. Quiero que lo tengas".

Forzosamente abrí el paquete despacio. Cuando estaba definitivamente libre del papel, lo sujeté suavemente, con miedo de dañ arlo. Lo miré fijamente, me fasciné, y despacio pasé mi mano por encima, pasando mis dedos por encima – de pronto las lá grimas llenaron mis ojos. Jamie extendió la mano y la apoyó en la mí a. Estaban tibias y blandas.

Le eché un vistazo, no sabiendo qué decir. Jamie me habí a dado su Biblia. " Gracias por hacer lo que hiciste", me dijo con voz muy baja. " Fue la mejor Navidad que alguna vez he tenido".

Me volteé sin responder y extendí la mano hasta donde habí a dejado mi copa de ponche. El coro de " Noche de Paz" todaví a estaba sonando, y la mú sica llenó la habitació n. Tomé un sorbo del ponche, pues trataba de aliviar la resequedad repentina en mi garganta. Cuando bebí, todas las veces que habí a estado con Jamie estaban inundando mi mente. Pensé en el baile de bienvenida y lo que habí a hecho por mí esa noche. Pensé en la obra dramá tica y qué angelical se veí a ese dí a. Pensé en las veces en que la habí a acompañ ado a casa y có mo la habí a ayudado a recoger los botes y las latas llenas de los peniques para los hué rfanos.

Cuando estas ideas estaban pasando por mi cabeza, mi respirar repentinamente se quedó quieto. Miré a Jamie, luego hacia el techo y despué s alrededor de la habitació n, haciendo todo lo posible para guardar la serenidad, entonces de regreso a Jamie otra vez. Me sonrí o y le sonreí y todo que podí a hacer era preguntarme có mo es que me habí a enamorado de una niñ a como Jamie Sullivan.

 



  

© helpiks.su При использовании или копировании материалов прямая ссылка на сайт обязательна.