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MILLENNIUM 3 7 страница—Lo que tenemos que hacer entonces es averiguar quiйn estб actuando en nuestra contra —concluyу Holmberg. —Un momento —dijo Sonja Modig—. No olvidemos a Peter Teleborian; йl contribuyу a nuestra investigaciуn con el perfil que trazу de Lisbeth Salander. —Es verdad -—asintiу Bublanski con una voz mбs apagada—. їY quй fue lo que dijo? No me acuerdo muy bien... —Se mostrу muy preocupado por la seguridad de Lisbeth Salander y dijo que querнa lo mejor para ella. Pero al final de su discurso seсalу que era peligrosнsima y potencialmente capaz de oponer resistencia. Hemos basado gran parte de nuestros razonamientos en lo que йl nos explicу aquel dнa. —Ademбs encendiу a Hans Faste —apostillу Holmberg—. Por cierto, їsabemos algo de йl? —Se ha cogido unos dнas libres —contestу Bublanski—. La cuestiуn ahora es cуmo seguir adelante. Dedicaron dos horas mбs a debatir las diferentes posibilidades. La ъnica decisiуn prбctica que se tomу fue que Sonja Modig regresara a Gotemburgo al dнa siguiente para ver si Salander tenнa algo que decir. Cuando finalmente concluyeron la reuniуn, Sonja Modig acompaсу a Curt Svensson al garaje. —-He estado pensando que... —empezу a decir Curt Svensson para, acto seguido, callarse. —їSн? —preguntу Modig. —... que cuando estuvimos hablando con Teleborian tъ eras la ъnica del grupo que le hizo preguntas y que le puso peros. -Sн, їy? —Nada que... Bueno, buen instinto —le contestу. Curt Svensson no era precisamente conocido por ir repartiendo elogios a diestro y siniestro. Esta era, sin ninguna duda, la primera vez que le decнa algo positivo o alentador a Sonja Modig. La dejу perpleja junto al coche. Capнtulo 5 Domingo, 10 de abril
La noche del sбbado, Mikael Blomkvist la pasу en la cama con Erika Berger. No hicieron el amor; tan sуlo estuvieron hablando. Una considerable parte de la conversaciуn la dedicaron a desmenuzar los detalles de la historia de Zalachenko. Tal era la confianza que existнa entre ambos que, ni por un segundo, йl se parу a pensar en el hecho de que Erika fuera a empezar a trabajar en un periуdico de la competencia. Y la propia Erika no tenнa ninguna intenciуn de robar la historia; era ъscoop de Millennium. Como mucho, es posible que sintiera una cierta frustraciуn por no poder ser la redactora de ese nъmero. Habrнa sido una buena manera de terminar sus aсos en Millennium. Tambiйn hablaron del futuro y de lo que la nueva situaciуn les reportarнa. Erika estaba decidida a quedarse con su parte de Millennium y permanecer en la junta. En cambio, los dos fueron conscientes de que ella, obviamente, no podнa ejercer ningъn tipo de control sobre el trabajo diario de la redacciуn. —Dame unos cuantos aсos en el Dragуn... їQuiйn sabe? Tal vez vuelva a Millennium cuando se me acerque la hora de jubilarme. Y hablaron de la complicada relaciуn que ambos mantenнan. Estaban de acuerdo en que, en la prбctica, nada tenнa por quй cambiar, aparte del hecho de que, a partir de entonces, obviamente, no se verнan tan a menudo. Serнa como en los aсos ochenta, cuando Millennium todavнa no existнa y cada uno tenнa su propio lugar de trabajo. —Pues ya podemos empezar a reservar hora —comentу Erika con una ligera sonrisa. El domingo por la maсana se despidieron apresuradamente antes de que Erika volviera a casa con su marido, Greger Backman. —No sй quй decir —comentу Erika—. Pero reconozco todos los sнntomas, y deduzco que estбs metido de lleno en un reportaje y que todo lo demбs es secundario. їSabes que te comportas como un psicуpata cuando trabajas? Mikael sonriу y le dio un abrazo. Cuando ella se fue, йl llamу al Sahlgrenska para intentar obtener informaciуn sobre cуmo se encontraba Lisbeth Salander. Nadie le quiso decir nada, asн que al final telefoneу al inspector Marcus Erlander, quien se compadeciу de йl y le explicу que, considerando las circunstancias, Lisbeth estaba bien y que los mйdicos se mostraban ligeramente optimistas. Mikael le preguntу si la podнa visitar. Erlander le contestу que Lisbeth Salander se hallaba detenida por orden del fiscal y que no podнa recibir visitas, pero que ese tema seguнa siendo una pura formalidad: su estado era tal que ni siquiera resultaba posible interrogarla. Mikael consiguiу arrancarle a Erlander la promesa de que lo llamarнa si Lisbeth empeoraba. Cuando Mikael consultу su mуvil, pudo constatar que, de entre llamadas perdidas y mensajes, un total de cuarenta y dos procedнan de distintos periodistas que habнan intentado contactar con йl desesperadamente. Durante las ъltimas veinticuatro horas, la noticia de que fue йl quien encontrу a Lisbeth Salander y avisу a Protecciуn Civil —lo que le vinculaba estrechamente al desarrollo de los acontecimientos— habнa sido objeto de una serie de dramбticas especulaciones en los medios de comunicaciуn. Mikael borrу todos los mensajes de los periodistas. En cambio, telefoneу a su hermana, Annika Giannini, y quedaron en verse a mediodнa para comer juntos. Luego llamу a Dragan Armanskij, director ejecutivo y jefe operativo de la empresa de seguridad Milton Security. Lo localizу en el mуvil, en su residencia de Lidingу. —Hay que ver la capacidad que tienes para crear titulares —dijo Armanskij con un seco tono de voz. —Perdona que no te haya llamado antes. Recibн el mensaje de que me estabas buscando, pero la verdad es que no he tenido tiempo... —En Milton estamos realizando nuestra propia investigaciуn. Y, segъn me dijo Holger Palmgren, tъ dispones de cierta informaciуn. Aunque parece ser que te encuentras a aсos luz de nosotros. Mikael dudу un instante sobre cуmo pronunciarse. —їPuedo confiar en ti? —preguntу. La pregunta pareciу asombrar a Armanskij. —їEn quй sentido? —їEstбs de parte de Salander o no? їPuedo confiar en que deseas lo mejor para ella? —-Ella es mi amiga. Como tъ bien sabes, eso no quiere decir que yo sea necesariamente su amigo. —Ya lo sй. Pero lo que te pregunto es si estarнas dispuesto a ponerte en su rincуn del cuadrilбtero y liarte a puсetazos con sus enemigos. Va a ser un combate con muchos asaltos. Armanskij se lo pensу. —Estoy de su lado —contestу. —їPuedo darte informaciуn y tratar cosas contigo sin temer que se las filtres a la policнa o a alguna otra persona? —No estoy dispuesto a implicarme en ningъn delito —dijo Armanskij. —No es eso lo que te he preguntado. —Mientras no me reveles que te estбs dedicando a una actividad delictiva ni a nada por el estilo, puedes confiar en mн al ciento por ciento. —Vale. Es preciso que nos veamos. —Esta tarde irй al centro. їCenamos juntos? —No, no tengo tiempo. Pero si fuera posible que nos viйramos maсana por la tarde, te lo agradecerнa. Tъ y yo, y tal vez unas cuantas personas mбs, deberнamos sentarnos y hablar. —їQuedamos en Milton? їA las 18.00? —Otra cosa... Dentro de un par de horas voy a ver a mi hermana, Annika Giannini. Estб pensando si aceptar o no ser la abogada de Lisbeth, pero, como es lуgico, no puede hacerlo gratis. Yo estoy dispuesto a pagar parte de sus honorarios de mi propio bolsillo. їPodrнa Milton Security contribuir? —Lisbeth va a necesitar un abogado penal fuera de lo normal. Sin бnimo de ofender, creo que tu hermana no es la elecciуn mбs acertada. Ya he hablado con el jurista jefe de Milton y nos va a buscar uno apropiado. Yo habнa pensado en Peter Althin o en alguien similar. —Te equivocas. Lisbeth necesita otro tipo de abogado. Entenderбs lo que quiero decir cuando nos hayamos reunido. Pero si hiciera falta, їpodrнas poner dinero para su defensa? —Mi idea era que Milton contratara a un abogado... —їEso es un sн o un no? Yo sй lo que le pasу a Lisbeth. Sй mбs o menos quiйnes estaban detrбs. Sй el porquй. Y tengo un plan de ataque. Armanskij se riу. —De acuerdo. Escucharй tu propuesta. Si no me gusta, me retirarй.
—їHas pensado en mi propuesta de representar a Lisbeth Salander? —preguntу Mikael tras darle un beso en la mejilla a su hermana y una vez que el camarero les trajo el cafй y los sandwiches. —Sн. Y tengo que decirte que no. Sabes que no soy una abogada penalista. Aunque se libre de los asesinatos por los que la andan buscando, todavнa le queda una larga lista de acusaciones. Va a necesitar a alguien con un prestigio y una experiencia completamente diferentes a los mнos. —Te equivocas. Eres una abogada con un reconocido prestigio en cuestiones relacionadas con los derechos de la mujer. Me parece que tъ eres justo el tipo de abogado que ella necesita. —Mikael... creo que no lo entiendes. Este es un caso penal muy complicado, y no se trata de un simple caso de malos tratos o de agresiуn sexual. Que yo me encargara de su defensa podrнa acabar en una autйntica catбstrofe. Mikael sonriу. —Creo que te olvidas de lo mбs importante: si Lisbeth hubiese sido procesada por los asesinatos de Dag y de Mia, entonces habrнa contratado a alguien como Silbersky o a algъn otro peso pesado de los abogados penalistas. Pero este juicio tratarб de cuestiones completamente distintas. Y tъ eres la abogada mбs perfecta que puedo imaginar. Annika Giannini suspirу. —Es mejor que me lo expliques. Hablaron durante casi dos horas. Cuando Mikael terminу, Annika Giannini ya se habнa convencido. Y Mikael cogiу su mуvil y llamу de nuevo a Marcus Erlander a Gotemburgo. —Hola. Soy Blomkvist otra vez. —No tengo novedades sobre Salander —dijo Erlander irritado. —Algo que, tal y como estбn las cosas, supongo que son buenas noticias. Yo, en cambio, sн tengo novedades. —їAh, sн? —Sн. Lisbeth Salander cuenta con una abogada llamada Annika Giannini. La tengo justo delante; te la paso. Mikael pasу el mуvil por encima de la mesa. —Hola. Me llamo Annika Giannini y me han pedido que represente a Lisbeth Salander. Asн que necesito ponerme en contacto con mi clienta para que me dй su consentimiento. Y tambiйn necesito el nъmero de telйfono del fiscal. —Comprendo —dijo Erlander—. Tengo entendido que ya se ha contactado con un abogado de oficio. —Muy bien. їAlguien le ha preguntado a Lisbeth Salander su opiniуn al respecto? Erlander dudу. —Sinceramente, aъn no hemos tenido la posibilidad de intercambiar ni una palabra con ella. Esperamos hacerlo maсana, si su estado lo permite. —Muy bien. Entonces les comunico aquн y ahora que, desde este mismo instante, a menos que la seсorita Salander diga lo contrario, deben considerarme su abogada defensora. No la podrбn someter a ningъn interrogatorio sin que yo me halle presente. Y sуlo podrбn ir a verla para preguntarle si me acepta como abogada. їDe acuerdo? —Sн —dijo Erlander, dejando escapar un suspiro. Erlander se preguntу si eso serнa vбlido desde un punto de vista jurнdico. Meditу un instante y continuу: —Mбs que nada, lo que queremos es preguntarle a Salander si dispone de alguna informaciуn sobre el paradero del asesino Ronald Niedermann. їSerнa posible hacerlo sin que usted se encuentre presente? Annika Giannini dudу. —De acuerdo... Pregъntenle a tнtulo informativo si les puede ayudar a localizar a Niedermann. Pero no le hagan ninguna pregunta que se refiera a eventuales procesamientos o acusaciones contra ella. їQueda claro? —Creo que sн. Marcus Erlander se levantу inmediatamente de su mesa, subiу un piso y llamу a la puerta de la instructora del sumario, Agneta Jervas. Le relatу el contenido de la conversaciуn que acababa de mantener con Annika Giannini. —No sabнa que Salander tuviera una abogada. —Ni yo. Ha sido contratada por Mikael Blomkvist. Y creo que Salander tampoco lo sabe. —Pero Giannini no es una abogada penalista; se dedica a los derechos de la mujer. Una vez asistн a una conferencia suya. Es muy buena, pero creo que bastante impropiada para este caso. —Eso, no obstante, le corresponde decidirlo a Salander. —Siendo asн, es muy posible que me vea obligada a impugnar esa elecciуn delante del tribunal. Por el propio bien de Salander, debe tener un abogado defensor de verdad, y no una famosa con afбn de protagonismo. Mmm. Ademбs, a Salander la declararon incapacitada. No sй quй es lo que se aplica en estos casos. —їY quй hacemos? Agneta Jervas meditу un instante. —ЎMenudo follуn! Ademбs, tampoco estoy segura de quiйn acabarб encargбndose del caso; quizб se lo pasen a Estocolmo y se lo den a Ekstrцm. Pero ella necesita un abogado. De acuerdo... pregъntale si acepta a Giannini. Cuando Mikael llegу a casa sobre las cinco de la tarde, abriу su iBook y retomу el texto que habнa empezado a redactar en el hotel de Gotemburgo. Trabajу durante siete horas, hasta que identificу las peores lagunas de la historia. Aъn quedaba bastante investigaciуn por hacer. Una pregunta a la que, de momento, no podнa responder con la documentaciуn de la que disponнa era quй miembros de la Sдpo, aparte de Gunnar Bjцrck, habнan conspirado para encerrar a Lisbeth Salander en el manicomio. Tampoco habнa logrado aclarar quй tipo de relaciуn existнa entre Bjцrck y el psiquiatra Peter Teleborian. Hacia medianoche, apagу el ordenador y se fue a la cama. Por primera vez en muchas semanas experimentу la sensaciуn de que podнa relajarse y dormir tranquilo. La historia estaba bajo control. Por muchas dudas que quedaran por resolver, ya tenнa suficiente material como para desencadenar una autйntica avalancha de titulares. Sintiу el impulso de llamar a Erika Berger y ponerla al tanto de la situaciуn. Luego se dio cuenta de que ella ya no estaba en Millennium. De repente le costу conciliar el sueсo.
El hombre del maletнn marrуn se bajу con mucha prudencia del tren de las 19.30 procedente de Gotemburgo y, mientras se orientaba, permaneciу quieto durante un instante en medio de todo aquel mar de gente de la estaciуn central de Estocolmo. Habнa iniciado su viaje en Laholm, poco despuйs de las ocho de la maсana, para ir a Gotemburgo, donde hizo un alto en el camino para comer con un viejo amigo antes de tomar otro tren que lo llevarнa a la capital. Llevaba dos aсos sin pisar Estocolmo, ciudad a la que, en realidad, habнa pensado no volver jamбs. A pesar de haber pasado allн la mayor parte de su vida profesional, en Estocolmo siempre se sentнa como un bicho raro, una sensaciуn que habнa ido en aumento cada vez que, desde su jubilaciуn, visitaba la ciudad. Cruzу a paso lento la estaciуn, comprу los periуdicos vespertinos y dos plбtanos en el Pressbyrеn y contemplу pensativo a dos mujeres musulmanas que llevaban velo y que lo adelantaron apresuradamente. No tenнa nada en contra de las mujeres con velo; no era asunto suyo si la gente querнa disfrazarse. Pero le molestaba que se empeсaran en hacerlo en pleno Estocolmo. Caminу poco mбs de trescientos metros hasta el Freys Hotel, situado junto al viejo edificio de correos del arquitecto Boberg, en Vasagatan. Durante sus cada vez menos frecuentes estancias en Estocolmo siempre se alojaba en ese hotel. Cйntrico y limpio. Ademбs era barato, una condiciуn indispensable cuando йl se costeaba el viaje. Habнa hecho la reserva el dнa anterior y se presentу como Evert Gullberg. En cuanto subiу a la habitaciуn se dirigiу al cuarto de baсo. Habнa llegado a esa edad en la que se veнa obligado a visitarlo cada dos por tres. Hacнa ya muchos aсos que no pasaba una noche entera sin despertarse para ir a orinar. Despuйs de visitar el baсo, se quitу el sombrero, un sombrero inglйs de fieltro verde oscuro de ala estrecha, y se aflojу el nudo de la corbata. Medнa un metro y ochenta y cuatro centнmetros y pesaba sesenta y ocho kilos, asн que era flaco y de constituciуn delgada. Llevaba una americana con estampado de pata de gallo y pantalones de color gris oscuro. Abriу el maletнn marrуn, sacу dos camisas, una corbata y ropa interior, y lo colocу todo en la cуmoda de la habitaciуn. Luego colgу el abrigo y la americana en la percha del armario que estaba detrбs de la puerta. Era todavнa muy pronto para irse a la cama. Y demasiado tarde para salir a dar un paseo, algo que, de todas maneras, no le resultarнa muy agradable. Se sentу en la consabida silla de la habitaciуn y mirу a su alrededor. Encendiу la tele y le quitу el volumen. Pensу en llamar a la recepciуn y pedir cafй, pero le pareciу demasiado tarde. En su lugar, abriу el mueble bar y se sirviу una botellita de Johnny Walker con un chorrito de agua. Abriу los periуdicos vespertinos y leyу detenidamente todo lo que se habнa escrito sobre la caza de Ronald Niedermann y el caso Lisbeth Salander. Un instante despuйs sacу un cuaderno con tapas de cuero y escribiу unas notas. Evert Gullberg, ex director de departamento de la policнa de seguridad de Suecia, la Sдpo, tenнa setenta y ocho aсos de edad y, oficialmente, llevaba catorce jubilado. Pero eso es lo que suele suceder con los viejos espнas: no mueren nunca, permanecen en la sombra. Poco despuйs del final de la guerra, cuando Gullberg contaba diecinueve aсos, quiso enrolarse en la marina. Hizo su servicio militar como cadete y luego fue aceptado en la carrera de oficial. Pero en vez de darle un destino tradicional en alta mar, tal y como йl deseaba, lo destinaron a Karlskrona como telegrafista de los servicios de inteligencia. No le costу entender lo necesaria que esa tarea resultaba —consistнa en averiguar quй estaba pasando al otro lado del Bбltico—, pero el trabajo le parecнa aburrido y carente de interйs. Sin embargo, aprendiу ruso y polaco en la Academia de Intйrpretes de la Defensa. Esos conocimientos lingьнsticos fueron una de las razones por las que fue reclutado por la policнa de seguridad en 1950. Eran los tiempos en los que el impecablemente correcto Georg Thulin mandaba sobre la tercera brigada de la policнa del Estado. Cuando Gullberg entrу, el presupuesto total de la policнa secreta ascendнa a dos millones setecientas mil coronas y la plantilla estaba compuesta, para ser exactos, por noventa y seis personas. Cuando Evert Gullberg se jubilу oficialmente, el presupuesto de la Sдpo ascendнa a mбs de trescientos cincuenta millones de coronas, y йl ya no sabнa decir con cuбntos empleados contaba la Firma. Gullberg se habнa pasado la vida en el servicio secreto de su Real Majestad o, tal vez, en el servicio secreto de la sociedad del bienestar creada por los socialdemуcratas. Ironнas del destino, ya que йl, elecciones tras elecciones, siempre se habнa mantenido fiel al Partido Moderado, excepto en el aсo 1991, cuando no lo votу porque considerу que Cari Bildt era un verdadero desastre polнtico. Entonces, desanimado, le dio el voto a Ingvar Carlsson, del Partido Socialdemуcrata. Efectivamente, los aсos con «el mejor Gobierno sueco», esa coaliciуn de centroderecha liderada por los moderados, tambiйn confirmaron sus peores temores. El gobierno ascendiу al poder coincidiendo con la caнda de la Uniуn Soviйtica y, segъn su opiniуn, era difнcil encontrar otro peor preparado para enfrentarse a ello y aprovechar las nuevas posibilidades polнticas que surgieron en el Este en el arte del espionaje. En vez de eso, el gobierno de Bildt redujo —por razones econуmicas— el departamento de asuntos soviйticos y apostу por unas chorradas internacionales en Bosnia y Serbia, como si Serbia pudiera representar algъn dнa una amenaza para Suecia. El resultado fue que la posibilidad de colocar a largo plazo informantes en Moscъ se fue al traste, y seguro que el gobierno, el dнa en que el clima polнtico del Este volviera a enfriarse —algo que segъn Gullberg resultaba inevitable—, plantearнa de nuevo desmesuradas exigencias a la policнa de seguridad y a los servicios de inteligencia militares. Ni que pudieran sacarse de la manga a los agentes como por arte de magia... Gullberg habнa empezado su carrera profesional en el departamento ruso de la tercera brigada de la policнa del Estado y, tras pasarse dos aсos en un despacho, efectuу sus primeras y tнmidas incursiones sobre el terreno, de 1952 a 1953, como agregado de las Fuerzas Aйreas de la embajada sueca de Moscъ. Curiosamente, siguiу los pasos de otro famoso espнa. Unos aсos antes su cargo lo habнa ocupado un no del todo desconocido oficial de las Fuerzas Aйreas: el coronel Stig Wennerstrцm. De vuelta en Suecia, Gullberg trabajу para el contraespionaje y, diez aсos mбs tarde, fue uno de esos jуvenes policнas de seguridad que, bajo las уrdenes del jefe operativo Otto Danielsson, detuvo a Wennerstrцm y lo condujo a una pena de cadena perpetua en la cбrcel de Lбngholmen. Cuando en 1964, bajo el mandato de Per Gunnar Vinge, la policнa secreta se reestructurу y se convirtiу en el departamento de seguridad de la Direcciуn General de Policнa, DGP/Seg, el aumento de plantilla ya se habнa iniciado. Por aquel entonces, Gullberg ya llevaba catorce aсos trabajando en la policнa de seguridad y se convirtiу en uno de los veteranos de mбs confianza. Gullberg nunca habнa usado la palabra «Sдpo» para referirse a la policнa de seguridad. En los cнrculos oficiales la llamaba DGP/Seg, mientras que en los no oficiales la denominaba, simplemente, Seg. Con sus colegas se referнa a ella como «la Empresa» o «la Firma»; o, si acaso, «el Departamento». Pero nunca jamбs como «la Sдpo». La razуn era sencilla: durante muchos aсos, la tarea mбs importante de la Firma habнa sido realizar el asн llamado control de personal, es decir: investigar y fichar a ciudadanos suecos sospechosos de albergar ideas comunistas y de presunta traiciуn a la patria. En la Firma se manejaban los conceptos de «comunista» y de «traidor de la patria» como sinуnimos. De hecho, el nombre de «Sдpo», posteriormente adoptado y comъnmente aceptado por todos, era una palabra que la revista comunista Ciarte, potencial traidora nacional, inventу para insultar a los cazadores de comunistas de la policнa. Por consiguiente, ni Gullberg ni ningъn otro veterano utilizaban el tйrmino. No le entraba en la cabeza que su anterior jefe, P. G. Vinge, empleara ese nombre en el tнtulo de sus memorias: Jefe de la Sдpo, 1962-igjo. Fue la reestructuraciуn de 1964 la que decidiу la futura carrera de Gullberg. La creaciуn de la DGP/Seg trajo consigo que la policнa secreta del Estado se transformara en lo que en los memorandos del Ministerio de Justicia se describiу como una organizaciуn policial moderna. Eso supuso que se realizaran nuevas contrataciones. La constante necesidad de mбs personal ocasionу constantes problemas de rodaje, cosa que, en una organizaciуn en proceso de expansiуn, supuso que las posibilidades que tenнa el Enemigo para colocar a sus agentes dentro del departamento mejoraran radicalmente. Algo que, a su vez, motivу que el control interno de seguridad se reforzara: la policнa secreta ya no podнa ser un club interno compuesto por ex oficiales en el que todo el mundo se conocнa y donde el mйrito mбs frecuente para el reclutamiento era tener un padre oficial. En 1963 trasladaron a Gullberg a la secciуn de control del personal, que habнa adquirido mayor relevancia como consecuencia del desenmascaramiento de Stig Wennerstrцm. Durante ese perнodo se asentaron las bases de ese registro de opiniones que, hacia finales de los aсos sesenta, tenнa fichados a mбs de trescientos mil ciudadanos suecos, simpatizantes de inapropiadas ideas polнticas. Pero una cosa era llevar a cabo un control personal de los ciudadanos en general y otra muy distinta organizar el control de seguridad de la propia DGP/Seg. Wennerstrцm habнa desencadenado una avalancha de dolores de cabeza en el seno de la policнa secreta. Si un coronel del Estado Mayor de la Defensa podнa trabajar para los rusos —ademбs de ser el consejero del gobierno en asuntos que concernнan a armas nucleares y polнtica de seguridad—, їpodнan estar seguros, entonces, de que los rusos no tuviesen tambiйn a un agente igual de bien colocado dentro de la policнa de seguridad? їQuiйn les garantizarнa que los directores y subdirectores de la Firma no trabajaban en realidad para los rusos? En resumen: їquiйn iba a espiar a los espнas? En agosto de 1964, Gullberg fue convocado a una reuniуn en el despacho del director adjunto de la policнa de seguridad, el jefe de gabinete Hans Wilhelm Francke. En la reuniуn tambiйn participaron, aparte de dos personas mбs de la cъpula de la Firma, el jefe administrativo adjunto y el jefe de presupuesto. Antes de que el dнa llegara a su fin, la vida de Gullberg ya habнa adquirido un nuevo sentido: habнa sido elegido. Le dieron un cargo como jefe de una nueva secciуn llamada provisionalmente «Secciуn de Seguridad», abreviado SS. Su primera medida fue cambiarle el nombre por el de «Secciуn de Anбlisis». El nombre sobreviviу unos cuantos minutos, hasta que el jefe de presupuesto seсalу que, a decir verdad, SA no sonaba mucho mejor que SS. El nombre final fue Secciуn para el Anбlisis Especial, SAE, que, en lenguaje coloquial, acabу convirtiйndose en «la Secciуn», mientras que «el Departamento» o «la Firma» hacнan referencia a toda la policнa de seguridad. La Secciуn fue idea de Francke. La llamу «la ъltima lнnea de defensa», un grupo ultrasecreto que estaba presente en lugares estratйgicos dentro de la Firma, pero que resultaba invisible y en el que, al no aparecer en memorandos ni en partidas presupuestarias, nadie podнa infiltrarse. Su misiуn: vigilar la seguridad de la naciуn. Francke tenнa el poder para llevarlo todo a cabo; necesitaba al jefe de presupuesto y al jefe administrativo para crear la estructura oculta, pero eran todos soldados de la vieja guardia y amigos de docenas de escaramuzas contra el Enemigo. Durante el primer aсo, la organizaciуn entera estuvo compuesta por Gullberg y tres colaboradores elegidos a dedo. Durante los diez siguientes, la Secciуn aumentу hasta un total de once miembros, dos de los cuales eran secretarias administrativas de la vieja escuela, mientras que el resto estaba compuesto por profesionales cazadores de espнas. Se trataba de una organizaciуn sin apenas jerarquнa: Gullberg era el jefe, sн, pero todos los demбs no eran mбs que simples colaboradores y veнan al jefe casi a diario. Se premiaba mбs la eficacia que el prestigio y las formalidades burocrбticas. En teorнa, Gullberg se hallaba subordinado a una larga lista de personas que, a su vez, se encontraban a las уrdenes del jefe administrativo de la policнa de seguridad, al cual le debнa entregar mensualmente un informe, pero, en la prбctica, Gullberg disfrutaba de una situaciуn ъnica con extraordinarios poderes. El, y sуlo йl, podнa tomar la decisiуn de examinar con lupa a los mбs altos directivos de la Sдpo. Tambiйn podнa, si le parecнa oportuno, poner patas arriba la vida del mismнsimo Per Gunnar Vinge. (Algo que, en efecto, hizo.) Podнa poner en marcha sus propias investigaciones o realizar escuchas telefуnicas sin tener que explicar su objetivo o sin ni siquiera informar a sus superiores. Tomу como modelo a toda una leyenda del espionaje americano, James Jesъs Angleton, que gozaba de una posiciуn similar dentro de la CIA y al que, ademбs, llegу a conocer personalmente. Por lo que respecta a su organizaciуn, la Secciуn se convirtiу en una microorganizaciуn dentro del Departamento, fuera de, por encima de y al margen del resto de la policнa de seguridad. Esto tambiйn tuvo sus consecuencias geogrбficas. La Secciуn tenнa sus oficinas en Kungsholmen pero, por razones de seguridad, en la prбctica toda ella se trasladу fuera de aquel edificio, a un piso de once habitaciones ubicado en el barrio de Ostermalm. El piso se reformу discretamente hasta convertirlo en unas oficinas fortificadas que nunca permanecнan vacнas, ya que en dos de las habitaciones que quedaban mбs cerca de la entrada se habilitу una vivienda para la fiel servidora y secretaria Eleanor Badenbrink. Badenbrink era un recurso inapreciable en quien Gullberg habнa depositado su total confianza. Por lo que respecta a su organizaciуn, Gullberg y sus colaboradores desaparecieron de la vida pъblica: fueron financiados por medio de un «fondo especial», pero no existнan para la burocracia formal de la polнtica de seguridad, de la cual se rendнa cuenta a la Direcciуn General de la Policнa o al Ministerio de Justicia. Ni siquiera el jefe de la DGP/Seg conocнa a esos agentes, los mбs secretos de entre los secretos, a los que se les habнa encomendado la misiуn de tratar lo mбs delicado de lo delicado. De modo que, con cuarenta aсos, Gullberg se encontraba en una situaciуn en la que no tenнa que justificarse ante nadie y en la que podнa abrirle una investigaciуn a quien se le antojase. Ya desde el principio, le habнa quedado claro que la Secciуn para el Anбlisis Especial corrнa el riesgo de convertirse en un grupo delicado desde el punto de vista polнtico. La descripciуn del trabajo resultaba, por no decir otra cosa, difusa, y la documentaciуn escrita, extremadamente parca. En el mes de septiembre de 1964, el primer ministro Tage Erlander firmу una directiva segъn la cual se destinaban a la Secciуn para el Anбlisis Especial unas partidas presupuestarias con el objetivo de que realizaran investigaciones especialmente delicadas y de vital importancia para la seguridad nacional. Ese fue uno de los doce asuntos similares que el director adjunto de la DGP/Seg, Hans Wilhelm Francke, le expuso una tarde al primer ministro en el transcurso de una reuniуn. El documento fue clasificado en el acto como secreto y archivado en el diario igual de secreto de la DGP/Seg.
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