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Capítulo 2



 

Despué s de la escuela preparatoria planeaba ir a la Universidad de North Carolina en Chapel Hill. Mi padre querí a que yo fuera a Harvard o a Princeton como algunos de los hijos de otros congresistas lo hicieron, pero con mis notas no era posible. No es que yo fuera un estudiante malo. Só lo que no me concentraba en mis estudios, y mis notas no eran exactamente tan altas como para llegar a las ligas mayores. Antes de mi ú ltimo añ o era bastante lo que habí a que hacer para ver si yo aú n serí a aceptado en la UNC, ya que era el alma‑ mater de mi padre, un lugar donde é l podrí a mover influencias. Durante uno de sus pocos fines de semana en casa, mi padre tuvo el plan de ponerme por lo má s alto, apenas habí a terminado mi primera semana de escuela y nos está bamos sentando a almorzar. Estuvo en casa durante tres dí as por el fin de semana del Dí a del Trabajo. " Pienso que te debes postular para presidente de tu clase", dijo. " Te estará s graduando en junio, y pienso que serí a bueno para tu registro. Tu madre piensa lo mismo, tambié n".

Mi madre asintió con la cabeza cuando masticó un bocado de guisantes. No habló mucho cuando mi padre tomó la palabra, aunque me hizo un guiñ o. A veces pienso que a mi madre le gustaba verme incó modo, aunque era amable.

" No pienso que tenga oportunidad de ganar", dije. Aunque era probablemente el niñ o má s rico en la escuela, no era de ninguna manera el má s popular. Ese honor le pertenecí a a Eric Hunter, mi mejor amigo. Podí a lanzar una pelota de bé isbol a má s de cien kiló metros por hora, y habí a conducido al equipo de fú tbol de regreso a los tí tulos estatales como el mariscal de campo estrella. Era muy bueno. Incluso su nombre sonaba bien.

" Por supuesto que puedes ganar", dijo mi padre rá pidamente. " Nosotros los Carter ganamos siempre".

É sa era otra de las razones por las que no me gustaba pasar el tiempo con mi padre. Durante esas pocas veces que estaba en casa, pienso que querí a moldearme como una versió n en miniatura de sí mismo. Ya que yo habí a crecido bastante sin é l, yo habí a venido resintiendo el tenerlo alrededor. É sta era la primera conversació n que habí amos tenido en semanas. É l rara vez me hablaba por telé fono.

" ¿ Pero qué si yo no quiero hacerlo? ".

Mi padre bajo su tenedor, y un bocado de su chuleta de cerdo todaví a seguí a en sus dientes. É l me miró con irritació n, echá ndome un vistazo. É l llevaba un traje aú n cuando la temperatura en la casa estaba bastante alta, y eso lo hizo todaví a má s intimidante. Mi padre siempre usaba traje, por cierto.

" Yo pienso", dijo despacio, " que serí a una buena idea".

Sabí a que cuando dijo eso el asunto habí a terminado. É sa era la forma en que se manejaba mí familia. La palabra de mi padre era ley. Pero el hecho fue, que incluso despué s de que estuve de acuerdo, no querí a hacerlo. ¡ No querí a malgastar mis tardes en reunirme con profesores despué s de la escuela – sí, despué s de la escuela! – Todas las semanas durante el resto del añ o, soñ ar con los temas para el baile de la escuela o tratar de decidir el color del que debí an ser las serpentinas. Eso es realmente todo lo que los presidentes de clase hicieron, por lo menos los que estaban antes en la escuela. No era que los estudiantes tuvieran el poder de determinar algo realmente importante. No jugué al fú tbol americano o al bá squetbol, no toqué ningú n instrumento, no estaba en el club del ajedrez o el club de bolos o en otra cosa. No me destacaba en el aula – demonios, no me destacaba en nada de nada. Creció mi desá nimo, empecé a hacer una lista de las cosas que en realidad podí a hacer, pero para ser sincero, realmente no habí a muchas cosas. Podí a empatar ocho tipos diferentes de nudos de navegació n, podí a caminar sin zapatos al otro lado del asfalto caliente má s lejos que cualquiera, podí a balancear un lá piz verticalmente sobre mi dedo durante treinta segundos… Pero pensé que ninguna de esas cosas harí a que yo destacara realmente en la universidad. Así que allí estaba, tendido en la cama toda la noche, pensando tranquilamente que era un perdedor. Gracias, Papá.

La mañ ana siguiente fui a la oficina del director y añ adí mi nombre a la lista de candidatos. Habí a otras dos personas participando – John Foreman y Maggie Brown. Ahora, John no tení a ninguna posibilidad, sabí a eso de antemano. Era esa clase de tipo que quitarí a la pelusa de su ropa mientras habla con uno. Pero era un buen estudiante. Se sentaba en la primera fila y levantaba su mano cada vez que el profesor hací a una pregunta. Si era seleccionado para dar la respuesta, casi siempre darí a la correcta, y voltearí a su cabeza de un lado al otro con una expresió n petulante sobre su cara, como si demostrara que su intelecto era superior cuando lo comparaba con todos é sos otros peones en el saló n. Eric y yo solí amos tirarle bolitas de papel cuando el profesor nos daba la espalda.

Maggie Brown era otro tema. Era tambié n una buena estudiante. Habí a servido al consejo estudiantil durante los primeros tres añ os y habí a sido presidente de la clase junior el añ o anterior. La ú nica cosa que ella tení a en contra era el hecho de que no era muy atractiva, y que subió muchos kilos aquel verano. Sabí a que ni un solo chico votarí a por ella.

Despué s de ver la competencia, pensé que podrí a tener una oportunidad despué s de todo. Mi futuro entero estaba en la lí nea, así que formulé mi estrategia. Eric fue el primero en ayudarme.

" Sí, conseguiré que todos los del equipo voten por ti, no hay problema. Si eso es lo que realmente quieres".

" ¿ Y sus novias, tambié n? " Pregunté.

" Seguro".

É sa era casi mi campañ a entera. Por supuesto, fui a los debates donde como era de suponerse, dije todo ese tipo de cosas como " Lo que haré si soy elegido presidente", folletos, pero al final fue Eric quien me ayudó a llegar hasta donde llegué. Beaufort High School tení a aproximadamente unos cuatrocientos estudiantes así que conseguir el voto atlé tico era crí tico, y la mayorí a de los deportistas no se interesaban mucho por quien votaban de todos modos. Al final todo salió justo del modo que lo planeé.

Fui electo presidente de los cuerpos estudiantiles por una mayorí a bastante grande de los votos. Y no tení a idea de qué problema significarí a al final para mí.

Cuando estaba en la clase junior salí a con una niñ a de nombre Angela Clark. Era mi primera novia legí tima, aunque duró solamente algunos meses. Justo antes de terminar la escuela en el verano, ella me dejó por un tipo llamado Lew que tení a veinte añ os y que trabajaba como mecá nico en el taller de su padre. Su atributo principal, hasta donde yo sabí a, era que tení a un automó vil muy bonito. Llevaba siempre una camisa blanca con un paquete de cigarros guardado en una de sus mangas dobladas, y se apoyaba contra la capucha de su Thunderbird, mirando de un lado a otro, y diciendo cosas como " Hola, nena" siempre que una chica pasaba caminando. Era un verdadero ganador, si saben a lo qué me refiero.

Bien, como sea, el baile de bienvenida estaba por llegar, y debido a una situació n desconocida Angela, todaví a no tení a una cita. Cada uno de los del consejo estudiantil tení amos que asistir – era obligatorio. Tení a que ayudar a decorar el gimnasio y ademá s limpiarlo al dí a siguiente, y no eran generalmente buenos tiempos. Llamé a un par de niñ as a quienes conocí a, pero ya tení an sus citas así que llamé a algunas má s. Tení an citas, tambié n. Antes de la semana final las opciones se agotaban rá pidamente. La alberca era el lugar donde habí a esa clase de niñ as que tení an anteojos gruesos y hablaban tonterí as. Beaufort nunca fue exactamente un semillero de bellezas de todos modos, pero de todas maneras tení a que encontrar a alguien. No querí a ir al baile sin una cita – ¿ qué demonios parecerí a eso? Yo serí a el ú nico presidente del alumnado que asistirí a al baile de bienvenida solo. Yo terminarí a sacando a los chicos ebrios o limpiando la vomitada del suelo del bañ o. Eso es lo que la gente sin citas por lo general hací a.

Mi pá nico y nerviosismo iban creciendo má s, tomé el anuario del añ o anterior y empecé a echar un vistazo a las pá ginas una por una, buscando a alguien que pudiera no tener una cita. Primer revisé las pá ginas con las estudiantes del ú ltimo añ o. Aunque muchas de ellas se fueron a la universidad, algunas todaví a estaban alrededor del pueblo. Aunque no pensaba que tendrí a mucha oportunidad con ellas, llamé de todos modos, y por supuesto, me demostraron que estaba en lo correcto. No pude encontrar a nadie, por lo menos a nadie que fuera conmigo. Me estaba portando muy bien manejando el rechazo, les diré, aunque é sa no es la clase de cosas que uno quisiera contarle a sus nietos. Mi mamá supo qué estaba sufriendo, y por fin entró en mi habitació n y se sentó en la cama al lado de mí.

" Si no puedes conseguir una cita, estaré feliz de ir contigo", dijo ella.

" Gracias, mamá ", dije con desaliento.

Cuando dejó la habitació n, me sentí a incluso peor de lo que estaba antes. Incluso mi mamá no pensó que yo podrí a encontrar alguien. ¿ Y si voy con ella? Incluso si viviera cien añ os, yo nunca conseguirí a que eso se olvidara.

Habí a otro tipo en mi bote, a propó sito. Carey Dennison habí a sido elegido tesorero, y todaví a no tení a una cita, tampoco. Carey no era esa clase de tipo con el que alguien querrí a pasar el tiempo en absoluto, y la ú nica razó n por la que habí a sido votado era porque no tení a oponentes. Incluso pienso que casi pierde. Tocaba la tuba en la banda de guerra, y su cuerpo se veí a de manera desproporcionada, como si hubiera dejado de crecer a media pubertad. Tení a un gran estó mago y unos brazos flá cidos y piernas, que parecí an tubos de bambú como los que comen los osos panda, ustedes saben que quiero decir. É l tambié n tení a una voz aguda – que lo hizo un buen tocador de tuba – y nunca dejaba de hacer preguntas. " ¿ Adó nde fuiste el fin de semana pasado? ¿ Fue divertido? ¿ Habí a muchas niñ as? " No esperarí a una respuesta ni siquiera, y se moví a constantemente cuando preguntaba así que tení as que girar la cabeza para retenerlo a la vista. Juro que era probablemente la persona má s molesta a quien alguna vez habí a conocido. Si no consiguiera una cita, estarí a de pie siguié ndome de un lado a otro durante toda la noche.

Así que ahí estaba, echando un vistazo a las pá ginas en la secció n de estudiantes de tercer añ o, cuá ndo vi la fotografí a de Jamie Sullivan. Pausé por só lo un segundo, pasé la pá gina, maldicié ndome a mismo por solo pensar en ella. Pasé la pró xima hora buscando a alguien que se viera medio decente, pero llegué a la comprensió n de que no quedaba nadie. Finalmente regresé a su fotografí a y miré otra vez. No se ve tan mal, me dije a mí mismo, y es muy amable. Seguramente dirí a que sí, pensaba…

Cerré el anuario. ¿ Jamie Sullivan? ¿ La hija de Hegbert? De ninguna manera. Absolutamente no. Mis amigos me quemarí an vivo.

Pero comparado con ir con mi madre o limpiar el vó mito o aú n peor, Por Dios… ¿ Carey Dennison?

Pasé el resto de la tarde pensando sobre los pros y los contras de mi dilema. Cré anme, iba y vení a todo ese rato, pero al final la opció n era obvia, aú n para mí. Tení a que preguntar a Jamie sobre el baile, y estaba dando vueltas alrededor del cuarto pensando en el mejor modo de preguntarle.

Fue entonces que comprendí algo terrible, algo absolutamente espantoso. Carey Dennison, pronto pensé, ahora estaba probablemente haciendo exactamente la misma cosa que yo. ¡ É l probablemente miraba el anuario, tambié n! É l era extrañ o, pero é l no era la clase de tipo al que le gustarí a limpiar el vó mito, tampoco, y si hubieran visto a su madre, sabrí an que su opció n era aú n peor que la mí a. ¿ Que pasarí a si é l le preguntó a Jamie primero? Jamie no le dirí a que no, y siendo realistas ella era la ú nica opció n que é l tení a. Nadie ademá s de ella o un muerto saldrí an con é l. Jamie ayudaba a todos – era una igualdad de oportunidades. Escucharí a la voz chirriante de Carey probablemente, y su corazó n lleno de bondad comenzarí a a irradiar caridad, y le darí a una respuesta afirmativa.

Así que ahí estaba, sentado en mi cuarto, loco con la posibilidad que Jamie no pudiera ir al baile conmigo. Apenas dormí esa noche, tengo que decirlo, era creo yo la cosa má s extrañ a que yo alguna vez habí a experimentado. No pienso que alguien alguna vez se haya preocupado por invitar a salir a Jamie. Planeé preguntarle a primera hora de la mañ ana mientras que todaví a tení a valor, pero Jamie no estaba en la escuela. Supuse que estaba trabajando con los hué rfanos en Morread City, como lo hací a cada mes. Algunos de nosotros habí amos tratado de salir de la escuela con esa excusa tambié n, pero Jamie era la ú nica que en verdad iba para allá. El director sabí a que ella les leí a o les ayudaba con las manualidades o tan só lo jugaba juegos con ellos. No estaba saliendo a escondidas a la playa o pasando el rato en la cafeterí a de Cecil o algo así. El solo pensarlo era completamente ridí culo.

" ¿ Conseguiste ya una cita? " Eric me preguntó entre clases. É l sabí a muy bien que no, pero aunque era mi mejor amigo, le gustaba molestar de vez en cuando.

" Aú n no", dije, " pero estoy trabajando en eso". Cuando iba rumbo el saló n, Carey Dennison estaba extendiendo la mano en su armario. Juro que me lanzó una pequeñ a mirada furiosa y maliciosa cuando pensaba que no lo estaba mirando. É sa fue la clase de cosas que me sucedieron ese dí a.

Los minutos pasaron despacio durante la clase final. Segú n como lo calculé – si Carey y yo salié ramos al mismo tiempo, podrí a llegar a casa de ella primero, con esas piernas flacuchas que é l tení a. Empecé a animarme a mí mismo, y cuando la campana sonó, me largué de la escuela corriendo a todo gas. Estaba volando por el camino, y luego empecé a ponerme un poco cansado, y luego un calambre empezó. Muy pronto todo lo que podí a hacer era caminar, pero ese calambre empezó a dolerme realmente, y tuve que inclinarme y sujetar mi cuerpo mientras guardé reposo. Por como recorrí a las calles de Beaufort, parecí a una versió n jadeante del Jorobado de Notre Dame. Detrá s de mí pensaba haber escuchado la molesta risa de Carey. Di media vuelta, clavando mis dedos en mi intestino para sofocar el dolor, pero no pude verlo. ¡ Tal vez estaba cortando camino por el jardí n trasero de alguien! Era un bastardo maldito, ese tipo. No podí as confiar en é l ni por un minuto.

Comencé a tropezar aú n má s, y bastante pronto llegué a la calle de Jamie. Para entonces yo sudaba mucho mi camisa que ya estaba toda empapada y ademá s jadeaba bastante fuerte.

Bien, llegué a la puerta principal, tarde un segundo en tomar aire, y toqué por fin. A pesar de mi precipitació n para llegar a su casa, mi pesimismo me hizo pensar que Carey serí a quien abrirí a la puerta para mí. Lo imaginé sonreí rme con una expresió n vencedora en sus ojos, y diciendo algo como " Lo siento, camarada, haz llegado demasiado tarde".

Pero Carey no fue el que abrió, fue Jamie, y por primera vez en mi vida la vi como si fuera una persona comú n y corriente. Llevaba puestos unos pantalones de mezclilla y una blusa roja, y aunque su pelo todaví a estaba todo ajustado con la dona, parecí a má s informal de como generalmente se veí a. Me di cuenta de que podí a ser linda en realidad si le diera la oportunidad.

" Landon", dijo cuando abrió la puerta, " ¡ que sorpresa! " Jamie siempre se alegraba de ver a todos, incluyé ndome a mí, aunque pienso que mi apariencia la sobresaltó. " Luces como si hubieras estado haciendo ejercicio", dijo.

" No realmente", le dije, pasando un trapo por mi frente. Afortunadamente el calambre estaba desapareciendo rá pido.

" Haz estado sudando bastante tu camisa".

" ¡ Ah!, ¿ eso? " miré mi camisa. " Eso no es nada. Só lo sudo mucho algunas veces".

" Tal vez deberí a de checarte un mé dico. "

" Estaré bien, estoy seguro. "

" Diré una plegaria por ti de todos modos", ella me dijo sonriendo. Jamie siempre rezaba por alguien. Yo tambié n me podrí a unir al club.

" Gracias", dije.

Ella miró hacia abajo y arrastró sus pies por un momento. " Bien, te invitarí a a entrar, pero mi padre no está en casa, y no admite niñ os en la casa mientras no está por aquí ".

" ¡ OH! ", dije con desaliento, " Eso está bien. Podemos hablar aquí, supongo". Si hubiera habido manera, lo habrí a hecho dentro.

" ¿ Te gustarí a un poco de limonada mientras nos sentamos? " preguntó. " Só lo hice una poca".

" Me encantarí a una poca", dije.

" Regreso rá pido". Entró en la casa, pero dejó la puerta abierta y eche una mirada rá pida por todas partes. La casa era pequeñ a pero ordenada, con un piano contra una pared y un sofá contra otra. Un pequeñ o abanico oscilando en una esquina. Sobre la mesa de centro habí a libros con nombres como Escuchar a Jesú s y La Fe es la Respuesta. Su Biblia estaba ahí tambié n, y estaba abierta en el capí tulo sobre Lucas.

Un momento despué s Jamie regresó con la limonada, y tomamos asiento en dos sillas cerca de la esquina del pó rtico. Sabí a que ella y su padre se sentaban allí en las tardes porque pasé por su casa un par de veces. Tan pronto como nos sentamos, vi a la Señ ora Hastings, su vecina del otro lado de la calle, que nos saludaba con la mano. Jamie agitaba su mano mientras yo me escudaba en mi silla de modo que la Señ ora Hastings no pudiera ver mi cara. Aunque fui a invitar a Jamie al baile, no querí a nadie – incluyendo a la Sra. Hastings me viera allí por la posibilidad remota de que ya hubiera aceptado la propuesta de Carey. Era una cosa ir con Jamie, pero era otra cosa ser rechazado por ella gracias a un tipo como Carey.

" ¿ Qué está s haciendo? " Jamie me preguntó. " Está s cambiando de lugar tu silla hacia donde hay sol". " Me gusta el sol", dije. Tení a razó n, sin embargo. Casi inmediatamente podí a sentir los rayos quemar a travé s de mi camisa y hacerme sudar otra vez.

" Si es eso lo que quieres", dijo, sonriendo. " Así que, ¿ de qué querí as hablarme? ".

Jamie extendió la mano arriba y empezó a arreglar su pelo. Segú n mis cá lculos, no se habí a movido en absoluto. Tomé un profundo respiro, tratando de tomar valor, pero no pude forzarme a decirlo aú n.

" Así que, " dije despacio, " ¿ estabas en el orfanato hoy? " Jamie me miró con curiosidad. " No. Mi padre y yo está bamos en la oficina del doctor".

" ¿ É l está bien? "

Sonrí o. " Tan sano como puede".

Asentí con la cabeza y eché un vistazo al otro lado de la calle. La Sra. Hastings habí a vuelto dentro, y no podí a ver a alguien má s en las inmediaciones. La costa estaba definitivamente clara, pero yo aú n no estaba listo.

" Hoy es un dí a hermoso", dije, despistado.

" Sí ".

" Algo caliente, tambié n".

" Eso es porque estas en el sol".

Miré alrededor, sintiendo la presió n sobre mí. " Por que, apuesto no hay ni una nube en el cielo entero".

Esta vez Jamie no respondió, y está bamos en silencio por algunos momentos.

" ¿ Landon? ", dijo, " definitivamente no viniste a hablar del clima, ¿ o sí? ".

" No realmente".

" Entonces ¿ por qué está s aquí? ".

El momento de la verdad habí a llegado, y aclare mi garganta.

" Bien… pues querí a saber si iras al baile de bienvenida".

" Ah", dijo ella. Su tono lo hizo parecer como si ella fuera inconsciente de que tal cosa existí a. Me moví en mi asiento y esperé su respuesta.

" No habí a planeado ir realmente", dijo definitivamente.

" ¿ Pero si alguien te pidiera ir, tu podrí as? "

Tardó un momento en responder.

" No estoy segura", dijo, pensando cuidadosamente. " Supongo que podrí a ir, si consiguiera permiso. Nunca antes he estado en un baile de la escuela".

" Son divertidos", dije rá pidamente. " No demasiado divertidos, pero sí son divertidos". Especialmente cuando los comparo con mis otras opciones, eso no se lo dije claro.

Sonrí o al oí r lo que dije. " Tendrí a que hablar con mi padre, por supuesto, pero si é l dijera que esta bien, entonces supongo que podrí a ir".

En el á rbol al lado del pó rtico, un ave empezó a chirriar ruidosamente, como si supiera que no debí a estar ahí. Me concentré en el sonido, tratando de calmar mis nervios. Hace solo dos dí as no podí a haberme imaginado en esa situació n, pero repentinamente allí estaba, a punto de escucharme a mí mismo diciendo las palabras má gicas.

" Bien, pues ¿ te gustarí a ir al baile conmigo? ".

Yo podrí a decir que ella estaba sorprendida. Pienso que ella creyó que probablemente irí a yo en representació n de alguien má s. A veces los adolescentes enviaban a sus amigos a " Explorar el terreno", por así decirlo, para no enfrentar el posible rechazo. Aunque Jamie no era como todos los demá s adolescentes, estoy seguro que estaba familiarizada con el concepto, por lo menos en teorí a.

En lugar de responder de inmediato, hizo otra cosa, Jamie se quedó pensando por un momento largo. Tuve una sensació n de aprensió n en mi estó mago porque supuse que iba a decir que no. Las visiones de mi madre, vó mito, y Carey inundaron mi mente, y de repente lamentaba la manera en que habí a actuado hacia ella todos esos añ os. Mantení a los recuerdos de las é pocas en que la habí a molestado o llamado a su padre fornicador o cuando só lo nos reí amos de ella a sus espaldas. Justo cuando me estaba sintiendo horrible por todas esas cosas e imaginando có mo podrí a evitar a Carey durante cinco horas, se giró y me miró otra vez. Tení a una sonrisa leve sobre su rostro.

" Me encantarí a ir", dijo definitivamente, " con una condició n".

Me calmé, esperando que no fuera nada demasiado horrible.

" ¿ Sí? ".

" Tienes que prometerme que no te enamorará s de mí ".

Sabí a que estaba bromeando porque ademá s sonrió, y al fin pude dar un suspiro de alivio. A veces, habí a que admitir, Jamie tení a un muy buen sentido del humor. Sonreí y le di mi palabra.

 



  

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