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Capítulo 1



 

En 1958, Beaufort, Carolina del Norte, que está ubicado en la costa cerca de Morread City, era un lugar como muchos otros pequeñ os pueblos sureñ os. Era la clase de lugar donde la humedad aumentaba tanto en verano que los que salí an de sus casas para recibir el correo ya necesitaban una ducha, y los niñ os andaban sin zapatos desde abril hasta octubre debajo de á rboles de roble y sobre el musgo españ ol. Las personas saludaban con la mano desde sus automó viles siempre que veí an a alguien en la calle ya fuera que lo conocieran o no, y el aire olí a a pino, sal y mar, un olor ú nico de Carolina. Para muchas de las personas allí, pescar en Pamlico o sacar cangrejos del rí o Neuse era un estilo de vida, y los botes eran amarrados donde quiera que fuera parte de la Ví a Navegable Intracostal. Solamente tres canales recibí a el televisor, aunque la televisió n nunca fue importante para la mayorí a de los que crecimos allí. En vez de eso nuestras vidas estaban centradas en las iglesias, de las cuales habí a dieciocho y eso tan solo dentro de los lí mites de pueblo. Se ordenaban por nombres como la Iglesia de Asociaciones Cristianas, la Iglesia de las Personas Perdonadas, la Iglesia de el Domingo de Expiació n, y tambié n, por supuesto, estaban las iglesias Bautistas. Cuando yo crecí, las Bautistas eran las má s populares, y habí a iglesias Bautistas en prá cticamente cada esquina del pueblo, aunque cada una se consideraba superior a las otras. Habí a iglesias Bautistas de todo tipo – Bautistas voluntarios, Bautistas del Sur, Bautistas Congregacionales, Bautistas Misioneros, Bautistas Independientes… Bueno, ustedes me entienden.

Entonces, el evento grande del añ o fue patrocinado por la Iglesia Bautista del Centro Sureñ o, si ustedes realmente quieren saber – en conjunto con la preparatoria local. Cada añ o hací an su desfile de Navidad en la Casa de Juegos de Beaufort, que era en realidad una obra dramá tica que habí a sido escrita por Hegbert Sullivan, un Ministro que habí a estado en la iglesia desde que Moisé s separó el Mar Rojo. Está bien, tal vez no era tan viejo, pero si era tan viejo que casi se podí a ver a travé s de su piel. Estaba má s bien sudado todo el tiempo, y era traslú cido – los niñ os juraban que veí an la sangre fluir a travé s de sus de venas – y su pelo era tan blanco como esos conejitos que se ven en las tiendas de mascotas en tiempos de Pascua.

Como sea, é l escribió una obra dramá tica llamada El Á ngel de Navidad, porque no querí a seguir llevando a cabo a ese Charles Dickens y su viejo clá sico Una Canció n de Navidad. En su mente Scroog era un pagano, que llegó a su redenció n só lo porque vio fantasmas, no á ngeles – y ¿ quié n era é l para decir si habí an sido enviados por Dios, de todos modos? ¿ Y quié n era é l para decir que no volverí a a su camino de pecado si no hubieran sido enviados directamente de cielo? La obra dramá tica no lo decí a exactamente en el final – tiene que ver má s bien con la fe y todo eso – pero Hegbert no confió en fantasmas que no fueran enviados por Dios, porque no fue claramente en realidad, y ese era su gran problema con eso. Unos pocos añ os atrá s habí a cambiado el final de la obra y la terminó con su propia versió n, con un anciano Scrooge que se hacer pastor y todo, y que sale a Jerusalé n para encontrar el lugar donde Jesú s una vez enseñ ó a los escribanos. No lo hizo volar ni nada – y no estuvo muy bien para los feligreses, que se sentaba en la audiencia mirando fijamente el espectá culo, y los del perió dico dijeron cosas como que " Aunque era indudablemente interesante, no fue exactamente la obra dramá tica que todos hemos llegado a conocer y querer…".

Así que Hegbert decidió probar su mano al escribir su propia obra dramá tica. Habí a escrito sus propios sermones toda su vida, y algunos de ellos, tengo que admitirlo, estaban en realidad interesantes, especialmente cuando hablaban de que " La ira de Dios caerí a sobre los fornicadores" y todas esas cosas buenas. Eso conseguí a hacer su sangre hervir en verdad, cuando hablaba de los fornicadores. É sa era su zona de conflicto legí tima. Cuando é ramos má s jó venes, mis amigos y yo nos escondí amos detrá s de los á rboles a gritar, " ¡ Hegbert es un fornicador! " cuando lo veí amos caminar por la calle, y nos reirí amos tontamente como unos idiotas, como si fué ramos las má s ingeniosas criaturas que alguna vez habitaron el planeta.

El viejo Hegbert, se paraba como un muerto sobre sus huellas y sus orejas parecí an cambiar de lugar – lo juro por Dios – y se tornarí an de un brillante color rojo, como si acabara de emborracharse con gasolina, y las grandes venas verdes de su cuello empezarí an a sobresalir en todas partes, de la misma manera que esos mapas del rí o Amazonas que se ven en National Geographic. Miraba con atenció n de un lado al otro, sus ojos se hací an estrechos cuando nos buscaba, y luego, tan repentinamente, empezarí a a ponerse pá lido otra vez, de regreso a esa piel de pescado, justo ante nuestros ojos. ¡ Vaya!, era algo para mirarse, de eso estoy seguro.

Así que nosotros está bamos escondidos detrá s de un á rbol y Hegbert (¿ qué clase de padres nombran a su niñ o Hegbert?, como sea) soportando y esperando que nosotros nos entregá ramos allí, como si pensara é ramos tan estú pidos. Nosotros habí amos puestos nuestras manos sobre nuestras bocas para evitar reí r a carcajadas, pero de algú n modo el siempre poní a el ojo sobre nosotros. Estaba doblando de un lado al otro, y luego pararí a, esos ojos pequeñ os y maliciosos vendrí an justo hacia nosotros, justo a travé s del á rbol. " Yo sé quien eres tú, Landon Carter, " dijo é l, " y el Señ or lo sabe tambié n". Dejarí a que meditá ramos sobre eso por aproximadamente un minuto, y luego se irí a definitivamente otra vez, y durante el sermó n ese fin de semana nos mirarí a fijamente y dirí a que algo como que " Dios es misericordioso con los niñ os, pero los niñ os tambié n deben ser respetables". Y nos bajarí amos de nuestros asientos, no de la vergü enza, sino má s bien por esconder un nuevo round de nuestras risitas tontas. Hegbert no nos comprendí a en absoluto, que era realmente extrañ o, siendo que tení a un niñ o y todo. Pero entonces, resulto ser niñ a. Má s sobre eso, les hablaré despué s.

De todos modos, como dije, Hegbert escribió El Á ngel de Navidad y decidió poner esa obra dramá tica en vez de la otra. La obra no era tan mala, en realidad, sorprendió a todos el primer añ o en que fue llevada a cabo. Es bá sicamente la historia de un hombre que habí a perdido a su esposa algunos añ os atrá s. Este tipo, Tom Thornton, solí a ser realmente religioso, pero tení a una crisis de fe despué s de que su esposa se murió durante el parto. Ese hombre criaba solo a su pequeñ a niñ a, pero no habí a sido el mejor padre, y lo que la niñ a realmente querí a para Navidad era una cajita de mú sica muy especial con un á ngel grabado encima, como la de una fotografí a que cortarí a de un catá logo viejo. El tipo buscó largo y duro para encontrar el obsequio, pero no pudo encontrarlo en ningú n lugar. Así que era la Nochebuena y todaví a está buscando, y mirando en las tiendas, entonces encuentra a una extrañ a mujer a quien nunca habí a visto antes, quien promete ayudarlo a encontrar el obsequio para su hija. Primero, sin embargo, ayudan a una de esas personas sin hogar (de esos llamados vagabundos, así les llaman), entonces paran en un orfanato para ver algunos niñ os, y luego visitan a una anciana sola que só lo querí a un poco de compañ í a en la Nochebuena. En ese momento la mujer misteriosa le pregunta a Tom Thornton qué quiere para la Navidad, y é l le dice que quiere a su esposa de regreso. Lo lleva a la fuente de la ciudad y le dice que mire en el agua y que ahí encontrará lo que está buscando. Cuando mira en el agua, ve la cara de su pequeñ a hija, y entonces rompe en llanto ahí mismo. Mientras está sollozando, la dama misteriosa sale corriendo, y Tom Thornton busca pero no puede encontrarla en ningú n lugar. Al final se dirige a casa, y las lecciones de la tarde corren por su mente. Entra en la habitació n de su pequeñ a hija, y su figura dormida lo hace darse cuenta de que ella es todo lo que le queda de su esposa, y empieza a llorar otra vez porque se da cuenta que no ha sido un padre lo suficientemente bueno para ella. La mañ ana siguiente, como por arte de magia, la cajita de mú sica está debajo del á rbol, y el á ngel que está grabado sobre ella es exactamente igual a la mujer a quien habí a visto Tom la noche anterior.

Así que no estaba tan mal, realmente. A decir verdad, las personas lloraban a mares siempre que la veí an. La obra se llenaba todos los añ os, y debido a su popularidad, Hegbert tuvo que cambiarla de lugar de la iglesia a la Casa de Juegos de Beaufort, que tení a muchos má s asientos. En la é poca en que yo era un estudiante del ú ltimo añ o en el bachillerato, las presentaciones comprendí an salas llenas, que, considerando a quienes la interpretaban, esa ya era una historia en sí.

Verá n, Hegbert querí a que personas jó venes llevaran a cabo la presentació n – estudiantes del ú ltimo añ o en la preparatoria, y no el grupo de teatro. Calculo que pensaba que serí a una buena experiencia de aprendizaje antes de que los estudiantes del ú ltimo añ o salieran a la universidad y tambié n para ir a mirar cara a cara a todos los fornicadores. Era esa clase de tipo que, ustedes saben, querí a salvarnos siempre de la tentació n. Querí a que nosotros supié ramos que Dios nos está mirando, incluso cuando uno estaba lejos de casa, y que si tú pones tu confianza en Dios, estará s bien al final. Era una lecció n que yo aprenderí a eventualmente, aunque Hegbert no fue quien me la enseñ ó.

Como dije antes, Beaufort era tan tí pico como todos los pueblos del sur lo eran, aunque tení a una historia interesante. El pirata Barba Negra tuvo una casa ahí una vez, y su embarcació n, la Venganza de la Reina Anne, supuestamente está enterrada en algú n sitio en la arena cerca de la costa. Recientemente algunos arqueó logos u oceanó grafos o lo que sea que fueran buscaban cosas así y dijeron que la encontraron, pero no es nada seguro aú n, siendo que se hundió hace má s de 250 añ os y uno no puede nada má s extender la mano en la guantera y verificar el registro. Beaufort ha crecido de una manera importante desde los 50’s, pero todaví a no es exactamente una metró poli muy importante o algo así. Beaufort era, y lo será siempre, el pequeñ o de a lado, pero cuando estaba creciendo, apenas justificaba un lugar sobre el mapa. Para ponerlo en otra perspectiva, el distrito electoral que incluí a a Beaufort cubrí a la parte oriental entera del estado – aproximadamente treinta y cinco mil kiló metros cuadrados – y no habí a un solo pueblo con má s de veinticinco mil personas. Incluso comparado con esos pueblos, Beaufort era mirado como el pequeñ o de a lado. Todo el Este de Raleigh y el norte de Wilmington, todo el camino hasta la frontera con Virginia, eran el distrito que mi padre representó.

Supongo que ustedes han oí do hablar de é l. Es má s bien una leyenda, incluso ahora. Su nombre es Worth Carter, y fue congresista durante casi treinta añ os. Su lema durante la temporada de elecciones era " Worth Carter representa a – ‑ ‑ ", y las personas como era de suponerse llenaban el espacio en blanco con el nombre de la ciudad donde viví an. Puedo recordar, conduciendo en los viajes cuá ndo mamá y yo tuvimos que hacer nuestras apariciones para mostrarles a las personas que é l era un verdadero hombre de familia, nosotros tení amos el parabrisas, estampado con nombres como Otway y Chocawinity y Seven Springs. En la actualidad cosas así no pegarí an, pero en é sa é poca era publicidad bastante sofisticada. Imagino que si tratara de hacer eso ahora, las personas que se le oponen insertarí an toda clase de lenguaje horrible en el espacio en blanco, pero eso no pasó nunca antes. Bueno, tal vez alguna vez. Un agricultor del condado de Duplin escribió la palabra mierda en el espacio en blanco una vez, y cuando mi madre lo vio, cubrió mis ojos y dijo una oració n pidiendo perdó n por el pobre bastardo ignorante. Ella no dijo esas palabras exactamente, pero pues esa es la esencia.

Así que mi padre el Sr. Congresista, era un pez gordo, y todos pero todos lo sabí an, incluyendo al anciano Hegbert. Ahora, al viejo no le caí a muy bien, en lo absoluto, a pesar de que mi padre fue a la iglesia de Hegbert siempre que estaba en pueblo, que no era tan a menudo francamente. Hegbert, ademá s de su creencia de que los fornicadores estaban destinados a limpiar los orinales en el infierno, tambié n creí a que el comunismo era " una enfermedad que condenaba humanidad a la disipació n". Aunque disipació n no era una palabra – no pude encontrarla en ningú n diccionario – los feligreses sabí an lo que significaba. Tambié n sabí an que estaba dirigiendo sus palabras especí ficamente a mi padre, que estaba sentando con sus ojos cerrados y fingiendo no escuchar. Mi padre estaba en uno de los Comité s que supervisaban la " Influencia Roja" que supuestamente se estaba infiltrando en cada aspecto del paí s, incluyendo la defensa nacional, la educació n superior e incluso el cultivo de tabaco. Usted tiene que recordar que esto era durante la guerra frí a; las tensiones estaban muy altas, y nosotros los originarios de Carolina del Norte necesitá bamos algo para traerlo a un nivel má s personal. Mi padre estaba constantemente buscado los hechos, que eran irrelevantes para las personas como Hegbert. Despué s, cuando volví amos a casa despué s de la iglesia, mi padre decí a algo como " El reverendo Sullivan estaba bastante raro hoy. Espero que hayas escuchado esa parte sobre la escrituras donde Jesú s estaba hablando de los pobres…".

" Sí, seguro, papá …".

Mi padre trataba de distender la situació n como le fuera posible. Pienso que eso es por lo que se quedó en el congreso por tanto tiempo. El tipo podí a besar a los bebé s má s feos conocidos por la humanidad y todaví a tendrí a algo bonito que decir. " Es un niñ o tan apacible", dirí a cuá ndo un bebé tení a una cabeza gigante, o, " Apuesto que es la niñ a má s melodiosa en el mundo entero", si ella tuviera una marca de nacimiento sobre su cara entera. Una vez una dama apareció con un niñ o en una silla de ruedas. Mi padre le echó un vistazo y dijo, " Apuesto diez a uno a que eres el má s listo en tu clase". ¡ Y lo era!, sí, mi padre era excelente en cosas como esa. Podí a sacar a relucir la mejor parte de ellos, eso es seguro. Y no era tan malo, no realmente, especialmente si ustedes consideran el hecho de que nunca me golpeó ni nada. Pero tampoco estaba ahí para verme crecer. Odio decir eso porque en la actualidad las personas reclaman ese tipo de cosas incluso si su padre estaba por ahí y odio que usen eso para disculpar su comportamiento. Mi papá … é l no me querí a… es por eso qué me hice stripper y bailé en el Show de Jerry Springer… No lo uso como disculpa para la persona en que me he convertido, simplemente lo digo porque es un hecho. Mi padre se iba nueve meses al añ o, y viví a en un pueblo cerca de Washington, D. C., en un departamento a casi cuatrocientos kiló metros de distancia de casa. Mi madre no fue con é l porque ambos querí an que yo creciera " de la misma manera que ellos".

Por supuesto, el padre de mi padre lo llevaba a cazar y a pescar, le enseñ ó a jugar a la pelota, lo llevaba a las fiestas de cumpleañ os, y todas esas pequeñ eces que cuentan mucho en la adultez. Mi padre, por otro lado, era un desconocido para mí, alguien a quien poco conocí en realidad. Durante los primeros cinco añ os de mi vida pensaba que todos los padres viví an en otros lados. Fue hasta que mi mejor amigo, Eric Hunter, me preguntó en el kinder quien era ese tipo a quié n vio en mi casa la noche anterior, que me di cuenta de que algo no era muy correcto sobre la situació n.

" Es mi padre", dije orgullosamente.

" ¡ OH! ", dijo Eric cuando hurgó en mi lonchera, buscando mi Milky Way, " no sabí a que tení as un padre".

Conversació n que me hizo sentir como si algo golpeara directo en mi cara.

Así que, crecí bajo el cuidado de mi madre. Ella era una linda dama, dulce y gentil, esa clase de madre con la que la mayorí a de las personas sueñ an. Pero ella no fue, y nunca podrí a ser, una influencia varonil en mi vida, y ese hecho, unido con mi creciente desilusió n con mi padre, me hizo ser un tanto rebelde, incluso a una edad joven. No uno malo, ¡ claro! Mis amigos y yo salí amos a escondidas muy tarde y tirá bamos jabones por las ventanas del auto de vez en cuando o comí amos cacahuates hervidos en el cementerio detrá s de la iglesia, pero en los cincuentas eran esa clase de cosas que hací a a otros padres agitar sus cabezas y susurrar a sus niñ os. " Tú no quieres ser como ese chico Carter. Va por la ví a rá pida hacia la prisió n".

Yo. Un niñ o malo. Por comer cacahuates hervidos en el cementerio. Vamos imagí nenlo.

De todos modos, mi padre y Hegbert no se llevaban bien, pero no era solamente debido a la polí tica. No, era por que mi padre y Hegbert se conocieron de tiempo atrá s. Cuando Hegbert era aproximadamente veinte añ os má s viejo que mi padre, y tiempo antes de que fuera Ministro, solí a trabajar para el padre de mi padre. Mi abuelo – aunque pasó mucho tiempo con mi padre – era un verdadero fastidio. Era el ú nico, que a su manera, hizo la fortuna de la familia, pero no quiero que ustedes lo imaginen como la clase de hombre que trabajó como un burro en su empresa, trabajando diligentemente y observá ndola crecer, prosperando despacio con el tiempo. Mi abuelo era mucho má s perspicaz que eso. La manera en que hizo su dinero era simple – empezó como un contrabandista, acumulando la riqueza trayendo ron desde Cuba. Entonces empezó a comprar tierras y a contratar gente para trabajar para é l. Tomó noventa por ciento del dinero que la gente hizo con su cosecha de tabaco, entonces les prestó dinero siempre que lo necesitaban con tasas de interé s ridí culas. Por supuesto, nunca quiso recolectar el dinero – en vez de eso tomaba posesió n de cualquier tierra o bienes que pudieran poseer. Entonces, en lo que llamó " su momento de inspiració n", empezó un banco llamado Carter Banking and Loan. El ú nico banco en un radio de dos condados y que se habí a reducido a cenizas misteriosamente, y con el inicio de la depresió n, nunca reabrió. Aunque todos supieron qué habí a ocurrido realmente, ninguna palabra alguna vez se habló por miedo a las represalias, y el miedo era completamente justificado.

El banco no era el ú nico edificio que se habí a reducido a cenizas misteriosamente.

Sus tasas de interé s eran escandalosas, y poco a poco empezó a amasar má s tierras y propiedades cuando las personas no pagaron lo de sus pré stamos. Cuando la depresió n golpeó má s duro, ejecutó la hipoteca de docenas de negocios en todo el condado mientras conservaba a los propietarios originales para continuar trabajando el sueldo, pagá ndoles solo lo justo para mantenerlos donde estaban, y para que no tuvieron ningú n otro lugar a donde irse. Les dijo eso cuando la economí a mejoró, que les venderí a su parte del negocio, y las personas le creyeron siempre.

Nunca, como fuere, nunca mantuvo su promesa. Al final controló una parte bastante extensa de la economí a del condado, y abusó de su influencia en todos los sentidos imaginables.

Me gustarí a decirles a ustedes que tuvo una muerte terrible al final, pero no. Se murió de vejez – acostado con su amante en su yate de las Islas Caimá n. Habí a sobrevivido tanto a sus esposas como a su ú nico hijo. Buen final para un tipo como é l, ¿ no?

La vida, he aprendido, no es tan justa. Si a las personas les enseñ aran algo miportante en la escuela, deberí a de ser eso.

Pero de regreso a la historia… Hegbert, en cuanto se dio cuenta de lo bastardo que mi abuelo realmente era, dejó trabajar para é l y entró de Ministro, volvió a Beaufort y luego empezó a atender la misma iglesia a la que asistimos. Pasó su primer añ o perfeccionando su acto de fuego – y – azufre con sermones mensuales sobre los males del avaro, y eso le dejó tiempo insuficiente para otras cosas. É l tení a cuarenta y tres antes de casarse, tení a cincuenta y cinco cuando su hija, Jamie Sullivan, nació.

Su esposa, una pequeñ a mujercita veinte añ os má s joven que é l, sufrió seis abortos espontá neos antes de que Jamie naciera, y al final se murió en el parto, haciendo de Hegbert un viudo que tuvo que criar una hija é l solo.

Por lo tanto, y por supuesto, la historia detrá s de la obra dramá tica.

Las personas sabí an la historia incluso antes de que fuera llevada a cabo por primera vez. Era una historia que hací a su aparició n siempre que Hegbert tuvo que bautizar a un bebé o asistir a un funeral. Todos estaban al tanto de eso, y era por eso, yo creo, que muchas personas se pusieron emotivas siempre que vieron la obra de Navidad. Sabí an que estaba basado en algo que ocurrió en la vida real, y fue lo que le dio el significado especial.

Jamie Sullivan era un estudiante del ú ltimo añ o en la escuela preparatoria, justo igual que yo, y ya habí a sido elegida para que hacer el papel del á ngel, nadie má s podrí a tener la oportunidad de hacer ese papel. Eso, por supuesto, fue el extra especial de la obra de ese añ o. Iba a ser algo importante, puede que el má s importante por lo menos en la mente de la señ orita Garber. Ella era la profesora de drama, y ya estaba encendida con las posibilidades la primera vez que la conocí en la clase.

Ahora, yo no habí a planeado tomar parte del drama ese añ o realmente, yo realmente no lo habí a planeado, pero era eso o Quí mica II. La cosa fue, que yo pensaba que serí a una tormenta la clase, especialmente cuando la compare con mi otra alternativa. Ningú n trabajo, ningú n examen, ninguna tabla para memorizar protones y neutrones y combinar elementos en sus fó rmulas correctas… ¿ Qué podí a ser mejor para un estudiante de ú ltimo añ o de bachillerato? Parecí a una realidad, y cuá ndo firmé para eso, pensaba que podrí a dormir la mayor parte de la clase, lo cuá l, teniendo en cuenta mi trasnochada para comer cacahuates, serí a bastante importante para mí.

En el primer dí a de la clase fui uno de los ú ltimos en llegar, entrando só lo unos segundos antes de que la campana sonara, y tomé asiento en la parte trasera del saló n. La señ orita Garber estaba de espaldas hacia la clase, y comenzó a escribir su nombre con grandes letras en manuscrito, como si no supié ramos quié n era. Todos la conocí an – era imposible no hacerlo. Ella era grande, medí a al menos 1. 90 mts., con cabello rojo encendido y pá lida piel que mostraba bien sus pecas a sus cuarenta añ os. Tení a algo de sobrepeso y tení a como gran costumbre blusas con estampados de flores de esas tipo hawaianas. Tení a un tono de voz grueso y unos grandes anteojos, y ella daba la bienvenida a cada uno con un “Holaaaaaaa” y siempre cantaba la ú ltima sí laba. La señ orita Garber era ú nica en su tipo, eso es seguro, y estaba sola, lo cuá l lograba hacerla incluso peor. Un tipo, no importando que tan viejo, no podrí a má s que sentir compasió n por una mujer como ella.

Debajo de su nombre escribió los objetivos que querí a lograr ese añ o. " La seguridad en sí mismo" era el nú mero uno, seguido por " La conciencia de sí mismo" y tercero, " El auto compromiso". La señ orita Garber era buena en las cosas de " Identidad", lo que la poní a muy por delante de la curva hasta donde la psicoterapia estaba interesada, aunque ella probablemente no lo comprendiera en ese momento. La señ orita Garber era una pionera de ese campo en aquel tiempo. Tal vez tení a algo que ver con la manera en que miraba, tal vez só lo estaba tratando de sentirse mejor con ella misma.

Solo estoy divagando.

Fue hasta que la clase empezó que notaba algo anormal. Aunque Beaufort High School no era grande, sabí a a ciencia cierta que era casi cincuenta y cincuenta de població n entre hombres y mujeres, por eso es que estaba sorprendido cuando vi que esta clase era de al menos un noventa por ciento del sexo femenino. Habí a solamente otro hombre en la clase, lo cuá l segú n mi idea era una buena cosa, y hubo un momento en el que me sentí a contento y pensé " ¡ Mira el mundo allá afuera!, aquí voy" o ese tipo de sentimiento. Chicas, chicas, chicas… No podí a pensar en otra cosa. Chicas y chicas y ningú n examen a la vista. Está bien, ya que no era el tipo de chico que solo se la pasara pensando en esas cosas.

Así que la señ orita Garber se para justo a la mitad del saló n y nos dice a todos que Jamie Sullivan va a ser el á ngel ese añ o, y la señ orita Garber empezó a aplaudir a quien tambié n era miembro de la iglesia, aplaudí a demasiado y habí a muchas personas que pensaban que estaba yendo a la caza de Hegbert en una manera un tanto romá ntica. La primera vez que lo escuché, recuerdo que pensé que era una buena cosa y que eran demasiado viejos para tener niñ os, si alguna vez se quedaran juntos. Imagí nenlo ¿ un traslú cido con pecas? La sola idea nos dio estremecimiento a todos, pero por supuesto, nadie nunca dijo nada sobre eso, por lo menos no dentro de la distancia de vista de la señ orita Garber y Hegbert. El chisme es una cosa, el chisme dañ oso es otra totalmente distinta, e incluso en la escuela no é ramos de ese tipo de chismes.

La señ orita Garber siguió aplaudiendo, ella sola durante un tiempo, hasta que todos participamos finalmente, porque era obvio que eso era lo que querí a. " Ponte de pie, Jamie", dijo. Así que Jamie se puso de pie y dio media vuelta, y la señ orita Garber empezó a aplaudir incluso má s rá pido, como si estuviera en presencia de una estrella de cine auté ntica.

Ahora Jamie Sullivan era una niñ a bonita. Realmente lo era. Beaufort era tan pequeñ o que tení a solamente una escuela primaria, así que habí amos ido a las mismas clases nuestras vidas enteras, y estarí a mintiendo si dijera que nunca le hablé. Incluso, en el segundo grado, se habí a sentado en el asiento justo al lado de mí durante todo el añ o, y hasta habí amos tenido algunas conversaciones, pero no creo haber pasado mucho tiempo con ella en mis ratos libres, hasta entonces. A quié n yo veí a en la escuela era una cosa; a quié n veí a despué s de la escuela era algo totalmente diferente, y Jamie nunca habí a estado en mi calendario social. No es que Jaime fuera poco atractiva – no me malentiendan. No era horrorosa o algo así. Afortunadamente ella se parecí a a su madre, segú n las fotografí as que habí a visto, no estaba nada mal, especialmente considerando con quié n terminó por casarse. Pero Jamie no era exactamente lo que yo consideraba atractiva, tampoco. A pesar de que era delgada, con pelo rubio miel y ojos azul cielo, era má s bien por el tiempo en que la miraba… y por eso era que no la notaba tanto. Jamie no se preocupaba mucho por la apariencia exterior, porque siempre estaba buscando cosas como la " belleza interior", y supongo que é sa era parte de la razó n de que se viera de la manera que lo hací a. Porque mientras má s la conocí a yo sabí a un poco má s, recordaba que habí a llevado siempre su pelo agarrado con una dona, casi de la misma manera que una solterona, sin una puntada de maquillaje sobre su cara. Unido a su clá sico sué ter marró n y una falda de tartá n, que la hací a verse siempre como si fuera para una entrevista de trabajo en la biblioteca. Solí amos pensar que era só lo una fase y que eventualmente la superarí a, pero nunca lo hizo. Incluso en nuestros primeros tres añ os de secundaria, no habí a cambiado en absoluto. Lo ú nico que habí a cambiado era la talla de su ropa.

Pero no solo fue la manera en que Jamie se veí a lo que la hizo diferente; tambié n fue la manera en que actuó. Jamie no gastaba su tiempo pasando el rato en la cafeterí a de Cecil o yendo a las pijamadas con otras niñ as, y yo sabí a que nunca habí a tenido un novio en toda su vida. El viejo Hegbert probablemente habrí a tenido un ataque cardí aco si ella hubiera tenido uno. Pero incluso si por algú n giro raro de los acontecimientos Hegbert lo hubiera permitido, eso todaví a no le habrí a importado a ella. Jamie llevaba su Biblia a donde quiera que iba, y si su apariencia y Hegbert no mantení an a los muchachos alejados, la Biblia seguro que lo harí a. Ahora, me gusta leer la Biblia, pero Jamie parecí a disfrutarlo en una manera que era totalmente extrañ a para mí. No só lo fue a la escuela de Biblia en vacaciones cada agosto, ademá s ella leí a la Biblia durante el descanso para almorzar en la escuela. En mi mente eso no era normal, incluso aunque fuera la hija del Ministro. No importa lo que decí an, leer las cartas de Paul a los Efesios era menos divertido que coquetear, si ustedes saben a lo que me refiero.

Pero Jamie no paró allí. Debido a toda la lectura de la Biblia, o tal vez debido a la influencia de Hegbert, Jamie creyó que era importante ayudar a otros, y ayudar a otros es exactamente lo que hizo. Sabí a que se ofreció de voluntaria en el orfanato en Morread City, pero para ella simplemente no era suficiente. Ella era siempre responsable como recaudadora de fondos y otras cosas, y se la pasaba ayudando a los Boy Scouts o a las Princesas Indias, y supimos que cuando tení a catorce añ os, pasó parte de su verano pintando el exterior de la casa de un vecino de edad avanzada. Jamie era esa clase de chica que sacarí a las malas hierbas en el jardí n de alguien sin que se lo pidieran o que pararí a el trá fico para ayudar a los niñ os pequeñ os a cruzar el camino. Ahorrarí a su dinero para comprar una nueva pelota de bá squetbol para los hué rfanos, o que dejarí a caer el dinero en la canasta de la iglesia el domingo. Era, en otras palabras, la clase de niñ a que hizo que el resto de nosotros parecié ramos malos, y siempre que ella me echaba un vistazo, no podí a sentir otra cosa que culpabilidad, aunque no habí a hecho nada indebido.

Jamie tampoco limitó sus buenas acciones solo a las personas. Si alguna vez encontrara a un animal herido, por ejemplo, tratarí a de ayudarlo, tambié n. Zarigü eyas, ardillas, perros, gatos, ranas… No le importaba a ella. El Dr. Rawlings, el veterinario, la conoció de vista, y agitaba su cabeza siempre que la veí a entrar por la puerta llevando una caja de cartó n con otro bicho dentro. Se quitarí a sus lentes y les darí a una limpiada con su pañ uelo mientras Jamie explicaba có mo habí a encontrado a la pobre criatura y qué pudo haberle ocurrido. " Fue golpeado por un automó vil, Dr. Rawlings. Pienso que estaba en el plan del Señ or que tuviera que encontrarlo para tratar de salvarlo. Usted me ayudará, ¿ no? ".

Con Jamie, todo estaba en el plan del Señ or. É sa era otra cosa. Ella siempre mencionó que todo era el plan del Señ or lo que fuera que le contaran, no importaba el tema. ¿ El partido del bé isbol se canceló? Debe ser el plan del Señ or de impedir que algo terrible pudiera ocurrir. ¿ Un examen de preguntas de trigonometrí a sorpresa que todos en la clase reprueban? Debe ser un plan del Señ or para darnos desafí os. Como sea, ustedes entienden la situació n. Entonces, por supuesto, estaba tambié n lo de Hegbert, y eso no la ayudó en absoluto. Ser la hija del Ministro no podí a haber sido algo fá cil. Pero ella lo hizo parecer como si fuera la cosa má s natural en el mundo entero y como si fuera afortunada de haber sido bendecida por eso. Era có mo solí a decirlo, tambié n. " He sido tan bendecida al tener un padre como el mí o". Siempre que lo decí a, todo lo que podí amos hacer era agitar nuestras cabezas y preguntar de qué planeta vino en realidad. A pesar de todas esas cosas, sin embargo, la ú nica cosa que me volví a realmente loco sobre ella era el hecho de que era siempre tan alegre, no importaba lo que estaba ocurriendo alrededor de ella. Lo juro, esa niñ a nunca dijo ninguna cosa mala sobre algo o alguien, incluso sobre aquellos de nosotros que no é ramos tan simpá ticos con ella. Ella tararearí a alguna canció n cuando caminaba por la calle, saludarí a con la mano a desconocidos conduciendo en sus automó viles. A veces algunas señ oras salí an corriendo de su casa si la veí an pasar caminando. Ofrecié ndole de su pan de calabaza si hubieran estado horneando todo dí a o limonada si el sol estuviera calentando bastante. Parecí a que cada adulto en pueblo la adoraba. " Ella es una muy encantadora y bonita joven", dirí an siempre que el nombre de Jamie surgiera. " El mundo serí a un mejor lugar si hubiera má s personas como ella".

Pero mis amigos y yo no lo veí amos de esa forma. En nuestras mentes, una Jamie Sullivan ya era demasiado.

Yo pensaba en todo el tiempo que tendrí a que soportar a Jamie frente a nosotros en el primer dí a de clase de teatro, y tengo que admitir que no estaba muy interesado en verla. Pero extrañ amente, cuando Jamie se dio media vuelta para encontrarse cara a cara con nosotros, tuve una conmoció n un poco extrañ a, como si estuviera sentando sobre un cable flojo o algo así. Llevaba una falda de tartá n con una blusa blanca bajo el mismo sué ter marró n que habí a visto un milló n veces, pero habí a dos nuevas protuberancias sobre su pecho que el sué ter no podí a ocultar y que yo podí a jurar que no estaban ahí só lo tres meses antes. Nunca habí a llevado maquillaje y todaví a no lo hací a, pero tení a un bronceado, probablemente de la escuela de Biblia, y era la primera vez que se veí a bien, casi bonita. Por supuesto, desestimé esa idea en ese mismo instante, pero cuando miró en la habitació n, paró y me sonrí o, obviamente se alegraba de ver que estuviera en la clase. Fue hasta má s tarde que supe el por qué.

 



  

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