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MILLENNIUM 3 4 страница



—Micke va a poner el grito en el cielo. Seguro. Pero si despuйs de veinte aсos no es capaz de entender que te hayas metido en este lнo, no se merece todo ese tiempo que le has dedicado.

Erika suspirу.

-—ЎVenga, anнmate! Llama a Christer y al resto de la redacciуn. Ahora mismo.

Christer Malm se quedу algo aturdido durante unos segundos despuйs de que Erika Berger hubiera informado a los colaboradores de Millennium en la pequeсa sala de reuniones. Los convocу con unos cuantos minutos de antelaciуn, justo cuando —como era habitual los viernes— йl ya se disponнa a salir un poco antes. Mirу por el rabillo del ojo a Henry Cortez y Lottie Karim, que estaban tan asombrados como йl. La secretaria de redacciуn, Malin Eriksson, tampoco sabнa nada, al igual que la reportera Monica Nilsson y el jefe de marketing, Sonny Magnusson. El ъnico que faltaba era Mikael Blomkvist, que se encontraba en Gotemburgo.

«ЎDios mнo! Mikael no sabe nada —pensу Christer Malm—. Me pregunto cуmo va a reaccionar.»

Luego se percatу de que Erika Berger habнa dejado de hablar y de que un profundo silencio se habнa apoderado de la sala. Se sacudiу la cabeza, se levantу y le dio un abrazo y un beso en la mejilla.

—ЎFelicidades, Ricky! —le dijo—. ЎRedactora jefa del SMP\ No estб nada mal dar un salto asн desde esta pequeсa embarcaciуn.

Henry Cortez volviу en sн e iniciу un aplauso espontбneo. Erika levantу las manos.

—Para —dijo—. Hoy no me merezco ningъn aplauso.

Hizo una breve pausa y mirу uno por uno a todos los colaboradores de la pequeсa redacciуn.

—Verйis... Siento muchнsimo el giro que han tomado las cosas. Hace ya varias semanas que os lo querнa contar, pero con todo el caos que se formу a raнz de los asesinatos quedу eclipsado. Mikael y Malin han trabajado como posesos y... bueno, simplemente no se ha presentado la ocasiуn. Y por eso hemos llegado a esto.

Malin Eriksson se dio cuenta con una clarividencia aterradora de las pocas personas que en realidad componнan la redacciуn y del terrible vacнo que dejarнa Erika. Pasara lo que pasase, o estallara el caos que estallase, ella habнa sido el pilar en el que Malin se habнa podido apoyar, siempre firme e inalterable ante el temporal. Bueno, pues... no era de extraсar que el Dragуn Matutino la hubiera contratado. Pero їquй iba a ocurrir ahora? Erika siempre habнa sido una persona clave en Millennium.

—Hay algunos temas que debemos aclarar. Entiendo perfectamente que todo esto os cree cierta inquietud. No ha sido йsa mi intenciуn. En absoluto. Pero ahora las cosas son como son. En primer lugar: no abandonarй Millennium del todo; seguirй siendo copropietaria y participarй en las reuniones de la junta directiva. Aunque, como es lуgico, no tendrй nada que ver con el trabajo de redacciуn: eso podrнa crear un conflicto de intereses.

Christer Malm asintiу pensativo.

—Segundo: oficialmente acabo el ъltimo dнa de abril. Pero en la prбctica hoy es mi ъltimo dнa de trabajo; como ya sabйis, la prуxima semana estarй de viaje, algo ya previsto desde hace mucho tiempo. Y he decidido que no voy a regresar para retomar el mando tan sуlo unos cuantos dнas.

Guardу silencio durante un breve instante.

—El prуximo nъmero estб en el ordenador, terminado. Quedan algunas cosillas por arreglar. Serб mi ъltimo nъmero. Luego otro redactor jefe tendrб que tomar el relevo. Esta misma noche dejarй libre mi mesa de trabajo.

Se hizo un denso silencio.

—Todavнa hemos de tratar y decidir en la junta quiйn me sustituirб como redactor jefe. Pero tambiйn es algo que debйis hablar vosotros en la redacciуn.

—Mikael —dijo Christer Malm.

—No. Cualquier otro menos Mikael. Serнa la peor elecciуn posible. Como editor responsable resulta perfecto, y es cojonudo deshaciendo y recomponiendo textos imposibles para publicarlos. Su papel es el de frenarlo todo. El redactor jefe tiene que ser alguien que se lance al ataque de manera ofensiva. Ademбs, Mikael tiende a enterrarse en sus propias historias y a ausentarse durante semanas. Rinde mбs cuando la cosa estб que arde, pero por lo que respecta al dнa a dнa es un desastre. Ya lo sabйis.

Christer Malm asintiу.

—Si Millennium ha funcionado hasta ahora es porque tъ y Mikael os complementбis.

—No sуlo por eso —aсadiу Erika—. Supongo que os acordбis de cuando Mikael se pasу casi un maldito aсo entero de morros allн arriba, en Hedestad. Millennium funcionу sin йl, al igual que la revista tendrб que hacerlo ahora sin mн.

—De acuerdo. їY quй propones?

—Mi idea era que tъ ocuparas mi puesto, Christer...

—Ni hablar —contestу Christer Malm, haciendo un gesto de rechazo con las manos.

—... pero como ya sabнa que ibas a decir que no, se me ha ocurrido otra soluciуn: Malin, a partir de hoy empezarбs como redactora jefa en funciones.

—їYo? —preguntу Malin, asombrada.

—Sн, tъ. Como secretaria de redacciуn has sido cojonuda.

—Pero yo...

—Intйntalo. Esta noche dejarй libre mi mesa; podrнas trasladarte el lunes por la maсana. El nъmero de mayo estб casi terminado: nos lo hemos currado mucho. En junio saldrб un nъmero doble y luego viene el mes de vacaciones. Si no funciona, la junta tendrб que buscar a otra persona en agosto. Henry, tъ pasarбs a jornada completa y sustituirбs a Malin como secretario de redacciуn. Aparte de eso deberйis reclutar a algъn que otro colaborador. Pero йsa es ya una elecciуn vuestra y de la junta.

Se callу un instante y contemplу pensativa a todo el grupo.

—Otra cosa: yo voy a trabajar en otro periуdico. Puede que en la prбctica el SMP y Millennium no sean competidores, pero yo no quiero saber nada mбs de lo que ya sй sobre el contenido del prуximo nъmero. A partir de ahora todo eso lo deberйis tratar con Malin.

—їY quй hacemos con la historia de Salander? —preguntу Henry Cortez.

—Pregъntaselo a Mikael. Yo sй cosas de Salander, pero las meterй en un saco. No me llevarй la historia al SMP.

De repente, Erika sintiу un enorme alivio.

—Eso es todo —dijo. Terminу la reuniуn, se levantу y, sin mбs comentarios, regresу a su despacho.

La redacciуn permaneciу en silencio. Hasta pasada una hora Malin Eriksson no llamу a su puerta.

—Hola.

~їSН?

—La redacciуn quiere decirte algo.

—їQuй?

—Aquн fuera.

Erika se levantу y se acercу a la puerta. Habнan montado una mesa con tarta y cafй.

—Mбs adelante haremos una fiesta en condiciones para celebrarlo —dijo Christer Malm—. Pero, de momento, tendremos que contentarnos con cafй y tarta.

Erika Berger sonriу por primera vez en el dнa.


Capнtulo 3

Viernes, 8 de abril — Sбbado, 9 de abril

 

Alexander Zalachenko llevaba ocho horas despierto cuando Sonja Modig y Marcus Erlander lo visitaron alrededor de las siete de la tarde. Habнa sido una operaciуn bastante importante, en la cual una parte considerable del hueso de la mejilla se habнa ajustado y fijado con tornillos de titanio. Tenнa la cabeza tan vendada que sуlo se le veнa el ojo izquierdo. Un mйdico les explicу que el hachazo no sуlo le habнa destrozado el malar y daсado el hueso frontal, sino que tambiйn le habнa arrancado un buen trozo de carne del lado derecho de la cara y desplazado la cuenca ocular. Las lesiones le causaron un enorme dolor. Tuvieron que suministrarle grandes dosis de analgйsicos, pero, aun asн, Zalachenko estaba relativamente lъcido y podнa hablar. No obstante, la policнa no debнa cansarle.

—Buenas tardes, seсor Zalachenko —saludу Sonja Modig para, acto seguido, identificarse y presentar a su colega Erlander.

—Me llamo Karl Axel Bodin —consiguiу decir Zalachenko entre dientes y con no poco esfuerzo. Su voz parecнa tranquila.

—Sй perfectamente quiйn es usted. He leнdo el expediente de la Sдpo.

Algo que no era del todo cierto, ya que la Sдpo seguнa sin entregar ni un solo papel sobre Zalachenko.

—De eso hace ya mucho tiempo —respondiу Zalachenko—. Ahora soy Karl Axel Bodin.

—їCуmo se encuentra? —continuу Modig—. їEstб en condiciones de mantener una conversaciуn?

—Quiero denunciar un delito. He sido vнctima de un intento de asesinato por parte de mi propia hija.

—Ya lo sabemos. Ese tema se investigarб en su debido momento —precisу Erlander—, pero ahora tenemos cosas mбs importantes de las que hablar.

—їQuй puede ser mбs importante que un intento de asesinato?

—Queremos tomarle declaraciуn con respecto a tres asesinatos cometidos en Estocolmo, al menos otros tres en Nykvarn, y tambiйn acerca de un secuestro.

—No sй nada de eso. їQuiйn ha sido asesinado?

—Seсor Bodin, tenemos argumentos muy sуlidos para sospechar que su socio, Ronald Niedermann, de treinta y siete aсos de edad, es culpable de todos esos actos —dijo Erlander—. Y ademбs, anoche asesinу a un agente de policнa de Trollhбttan.

A Sonja Modig le sorprendiу un poco que Erlander complaciera a Zalachenko utilizando el apellido Bodin para dirigirse a йl. Zalachenko volviу ligeramente la cabeza, de modo que pudo ver a Erlander. Su voz se suavizу:

—Lo... lo siento. No sй nada de Niedermann. Yo no he matado a ningъn policнa. Anoche yo mismo fui vнctima de un intento de asesinato.

—De momento estamos buscando a Ronald Niedermann. їTiene alguna idea de dуnde podrнa esconderse?

—No sй en quй cнrculos se mueve. Yo...

Zalachenko dudу unos segundos. Su voz adquiriу un tono mбs confidencial.

-—Debo reconocer... entre nosotros... que en mбs de una ocasiуn he estado preocupado por Niedermann.

Erlander se inclinу un poco hacia delante.

—їQuй quiere decir?

—Me he dado cuenta de que puede ser una persona violenta. De hecho me da miedo.

—їQuiere decir que se ha sentido amenazado por Niedermann? —preguntу Erlander.

—Eso es. Soy un hombre mayor. No puedo defenderme.

—-їPodrнa explicarme cуmo es su relaciуn con Niedermann?

—-Soy un minusvбlido —comentу Zalachenko, seсalando su pie—. Esta es la segunda vez que mi hija intenta matarme. Contratй a Niedermann como ayudante hace ya muchos aсos. Creн que me podrнa defender... pero en realidad se ha apoderado de mi vida. Va y viene como le da la gana; a mн no me hace caso.

—їY cуmo le ayuda? —intervino Sonja Modig—. їHaciendo las cosas que usted no puede hacer?

Con el ъnico ojo que le quedaba visible, Zalachenko le lanzу una prolongada mirada a Sonja Modig.

—Tengo entendido que hace diez aсos Lisbeth Salander le arrojу una bomba incendiaria en el coche —dijo Sonja Modig—. їPodrнa explicar quй la impulsу a hacer eso?

—Eso se lo tendrб que preguntar a mi hija. Estб mal de la cabeza.

Su voz volviу a adquirir un tono hostil.

—їQuiere decir que no se le ocurre ninguna razуn por la que Lisbeth Salander le atacara en 1991 ?

—Mi hija es una enferma mental. Hay documentos que lo demuestran.

Sonja Modig ladeу la cabeza. Se dio cuenta de que cuando ella hacнa las preguntas Zalachenko contestaba de un modo considerablemente mбs agresivo y adverso. Se percatу de que Erlander tambiйn lo habнa notado. De acuerdo... Good cop, bad cop. Sonja Modig alzу la voz.

—їNo cree que su comportamiento podrнa tener algo que ver con el hecho de que usted sometiera a su madre a un maltrato tan brutal que le llegу a ocasionar daсos cerebrales irreparables?

Zalachenko contemplу sin inmutarse a Sonja Modig.

—Eso son chorradas. Su madre era una puta. Lo mбs seguro es que fuera uno de sus clientes quien la golpeу. Yo sуlo pasaba por allн por casualidad.

Sonja Modig arqueу las cejas.

—їAsн que es usted completamente inocente?

—Por supuesto.

—Seсor Zalachenko... A ver si lo he entendido bien: їme estб diciendo que niega haber maltratado a su pareja de entonces, Agneta Sofнa Salander, la madre de Lisbeth Salander, a pesar de que eso fuera objeto de un extenso informe, resultado de una investigaciуn clasificada que realizу Gunnar Bjцrck, su mentor en la Sдpo por aquel entonces?

-—A mн nunca me han condenado por nada. Ni siquiera me han procesado. Yo no puedo responder de lo que un loco de la Sдpo se haya inventado en sus informes. Si yo fuera sospechoso, al menos deberнan haberme interrogado.

Sonja Modig se quedу sin palabras. La verdad era que Zalachenko parecнa sonreнr bajo el vendaje.

—Asн que quiero poner una denuncia contra mi hija. Ha intentado matarme.

Sonja Modig suspirу.

—Ahora empiezo a entender por quй Lisbeth Salander sintiу la necesidad de estamparle un hacha en toda la cabeza.

Erlander aclarу la voz.

—Perdone, seсor Bodin... quizб debamos volver a lo que sabe usted sobre las actividades de Ronald Niedermann.

Una vez fuera de la habitaciуn de Zalachenko, Sonja Modig llamу por telйfono al inspector Jan Bublanski desde el pasillo. —Nada —dijo.

—їNada? —repitiу inquisidor Bublanski.

—Ha denunciado a su hija por graves malos tratos e intento de asesinato. Afirma no tener nada que ver con los crнmenes de Estocolmo.

—їY cуmo explica que Lisbeth Salander haya sido enterrada en su granja de Gosseberga?

—Dice que estaba resfriado y que se pasу la mayor parte del dнa durmiendo. Y que si alguien ha disparado contra Salander en Gosseberga, debe de haber sido obra de Ronald Niedermann.

—Vale. ї Quй tenemos ?

—-Le dispararon con una Browning del calibre 22. Gracias a eso estб viva. Hemos encontrado el arma. Zalachenko reconoce que es suya.

—De acuerdo. O sea, que es consciente de que vamos a encontrar sus huellas en la pistola.

—Exacto. Pero dice que la ъltima vez que la vio estaba en el cajуn de su escritorio.

—De modo que es muy posible que el bueno de Ronald Niedermann la cogiera mientras Zalachenko estaba durmiendo y que luego le disparara a Salander. їPodemos demostrar que no fue asн?

Sonja Modig reflexionу unos segundos antes de contestar.

—Conoce muy bien la legislaciуn sueca y los mйtodos de la policнa. No confiesa absolutamente nada y usa a Niedermann como cabeza de turco. La verdad es que no sй lo que podemos probar. Le he pedido a Erlander que mande su ropa al laboratorio para que investiguen si hay rastros de pуlvora, aunque lo mбs probable es que diga que estuvo practicando el tiro hace un par de dнas.

Lisbeth Salander percibiу un aroma de almendras y etanol. Era como si tuviera alcohol en la boca; intentу tragar y sintiу que su lengua estaba dormida y paralizada. Quiso abrir los ojos pero no pudo. A lo lejos, oyу una voz que parecнa dirigirse a ella, aunque no fue capaz de discernir las palabras. Algo despuйs, la percibiу clara y nнtidamente:

—Creo que se estб despertando.

Notу que alguien le tocaba la frente e intentу apartar la intrusa mano con un movimiento de brazo. En ese mismo instante, experimentу un intenso dolor en el hombro izquierdo. Se relajу.

—їMe oyes?

Lбrgate.

—їPuedes abrir los ojos?

їQuiйn es este idiota de mierda que me da la lata?

Finalmente abriу los ojos. Al principio sуlo vio extraсos puntos de luz que acabaron por materializarse en una figura en medio de su campo de visiуn. Intentу enfocar la mirada pero la figura no hacнa mбs que apartarse. Era como si hubiese cogido una cogorza de tres pares de narices y como si la cama no parara de inclinarse hacia atrбs.

—Strstlln —pronunciу.

—їQuй has dicho?

—Diota —dijo.

—Eso suena mejor. їPuedes volver a abrir los ojos?

Lo que abriу fueron dos finas ranuras. Vio una cara extraсa y memorizу cada detalle. Un hombre rubio con unos ojos intensamente azules y un anguloso y torcido rostro.

—Hola. Me llamo Anders Jonasson. Soy mйdico. Estбs en el hospital. Te han herido y te estбs despertando de una operaciуn. їSabes cуmo te llamas?

—Pschalandr —dijo Lisbeth Salander.

—-De acuerdo. їMe puedes hacer un favor? їPodrнas contar hasta diez?

—Uno, dos, cuatro... no... tres, cuatro, cinco, seis... Luego volviу a dormirse.

Sin embargo, el doctor Anders Jonasson se quedу contento con la respuesta obtenida. Ella habнa dicho su nombre y empezado a contar. Eso indicaba que seguнa teniendo relativamente intactas sus facultades intelectuales y que no se iba a despertar convertida en un vegetal. Apuntу la hora en la que despertу: 21.06, mбs de diecisйis horas despuйs de la operaciуn. El habнa dormido gran parte del dнa y volviу a Sahlgrenska sobre las siete de la tarde. En realidad era su dнa libre, pero tenнa papeleo atrasado.

Y no habнa podido resistir la tentaciуn de pasar por la UVI y echarle un vistazo a la paciente en cuyo cerebro habнa hurgado esa misma madrugada.

—Dejadla dormir un poco mбs, pero controlad bien su electro. Temo que puedan aparecer inflamaciones o hemorragias en el cerebro. Pareciу tener un dolor agudo en el hombro cuando intentу mover el brazo. Si se despierta, suministradle dos miligramos de morfina cada hora.

Una extraсa euforia lo invadiу cuando saliу por la puerta principal del hospital de Sahlgrenska.

Faltaba poco para las dos de la maсana cuando Lisbeth Salander volviу a despertarse. Abriу lentamente los ojos y vio un haz de luz proveniente del techo. Unos minutos despuйs, volviу la cabeza y se percatу de que llevaba un collarнn. Tenнa un impreciso pero fastidioso dolor de cabeza y, al intentar mover el cuerpo, experimentу un intenso dolor en el hombro. Cerrу los ojos.

Hospital, pensу. їQuйhago aquн?

Se sentнa extremadamente agotada.

Al principio le costу concentrarse. Luego una serie de imбgenes sueltas volviу a acudir a su memoria.

Durante unos cuantos segundos fue presa del pбnico, cuando afluyу a su mente un torrente de fragmentos de recuerdos en los que se vio escarbando para salir de la tumba. Luego apretу con fuerza los dientes y se concentrу en la respiraciуn.

Constatу que estaba viva. No sabнa muy bien si eso era bueno o malo.

Lisbeth Salander no se acordaba con exactitud de lo sucedido, pero en su memoria guardaba un difuso mosaico de imбgenes del leсero y de cуmo, llena de rabia, levantу un hacha en el aire y se la hundiу a su padre en toda la cara. Zalachenko. Ignoraba si estaba vivo o muerto.

No conseguнa recordar quй habнa ocurrido con Niedermann. Tenнa la vaga sensaciуn de haberse sorprendido al verlo salir corriendo como si temiera por su vida, pero no entendнa por quй.

De pronto, recordу que habнa visto a Kalle Blomkvist de los Cojones. No estaba segura de si habнa soсado todo eso o no, pero se acordaba de una cocina —serнa la de Gosseberga— y de que le habнa parecido que fue йl quien se acercу a ella. Habrб sido una alucinaciуn.

Los acontecimientos de Gosseberga se le antojaron ya muy lejanos o, tal vez, un absurdo sueсo. Se concentrу en el presente.

Estaba herida. No hacнa falta que nadie se lo contara. Levantу la mano derecha y se palpу la cabeza. Estaba llena de vendas. Y de repente recordу. Niedermann. Zalachenko. El puto viejo tambiйn llevaba un arma. Una Browning del calibre 22, que, comparada con todas las demбs pistolas, habнa que considerar bastante inofensiva. Por eso estaba viva.

Me disparу en la cabeza. Pude meter el dedo en el agujero de entrada y tocar mi cerebro.

La sorprendнa estar viva. Constatу que se sentнa extraсamente despreocupada y que, en realidad, le daba igual. Si la muerte era ese negro vacнo del que acababa de despertarse, entonces no habнa nada de lo que preocuparse. Nunca notarнa la diferencia.

Con esa esotйrica reflexiуn cerrу los ojos para volver a dormirse.

Sуlo llevaba un par de minutos adormilada cuando percibiу unos movimientos y entreabriу ligeramente los pбrpados. Vio cуmo una enfermera de uniforme blanco se inclinaba sobre ella. Cerrу los ojos y se hizo la dormida.

—Me parece que estбs despierta —dijo la enfermera.

—Mmm —murmurу Lisbeth Salander.

—Hola, me llamo Marianne. їEntiendes lo que te digo?

Lisbeth intentу asentir, pero se dio cuenta de que su cabeza estaba inmovilizada por el collarнn.

—No, no intentes moverte. No tengas miedo. Te han herido y te han operado.

—їMe puedes dar agua?

Marianne se la dio con ayuda de una pajita. Mientras bebнa, Lisbeth Salander se percatу de que una persona mбs habнa aparecido a su izquierda.

—Hola, Lisbeth. їMe oyes?

—Mmm —contestу Lisbeth.

—Soy la doctora Helena Endrin. їSabes dуnde estбs? —Hospital.

—-Estбs en el hospital Sahlgrenska de Gotemburgo. Te han operado y estбs en la UVI. —Mmm.

—No tengas miedo.

—Me han disparado en la cabeza.

La doctora Endrin dudу un instante.

—Correcto. їRecuerdas lo que ocurriу?

—El puto viejo tenнa una pistola.

—Eh... sн, eso es.

—Calibre 22.

—їAh, sн? No lo sabнa.

—їEstoy muy mal?

—-Tu pronуstico es bueno. Has estado bastante mal, pero creemos que tienes muchas posibilidades de recuperarte del todo.

Lisbeth ponderу la informaciуn. Luego fijу a la doctora Endrin con la mirada: la veнa borrosa.

—їQuй ha pasado con Zalachenko?

—їCon quiйn?

—Con ese puto viejo. їEstб vivo?

—їTe refieres a Karl Axel Bodin?

—No. Me refiero a Alexander Zalachenko. Ese es su verdadero nombre.

—Eso ya no lo sй. Pero el hombre mayor que entrу al mismo tiempo que tъ estб malherido, aunque fuera de peligro.

El corazуn de Lisbeth se hundiу ligeramente. Sopesу las palabras del mйdico. —їDуnde estб?

—En la habitaciуn de al lado. Pero no te preocupes por йl; preocъpate sуlo de curarte tъ.

Lisbeth cerrу los ojos. Por un instante, pensу si tendrнa fuerzas para levantarse de la cama, buscar algo que le sirviera de arma y terminar lo que habнa empezado. Luego descartу esa idea. Apenas le quedaba energнa para mantener abiertos los pбrpados. En otras palabras: habнa fracasado en su resoluciуn de matar a Zalachenko. Se me va a escapar de nuevo.

—Quiero examinarte un momento. Despuйs te dejarй dormir —dijo la doctora Endrin.

 

 

Mikael Blomkvist se despertу de golpe y sin ningъn motivo aparente. No sabнa dуnde se encontraba. Tardу unos segundos en recordar que se habнa alojado en el City Hotel. La habitaciуn se hallaba completamente a oscuras. Encendiу la lбmpara de la mesita de noche y mirу el reloj: las dos y media de la madrugada. Habнa dormido quince horas sin interrupciуn.

Se levantу y fue al baсo a orinar. Luego reflexionу durante un breve instante. Sabнa que no podrнa volver a conciliar el sueсo, de modo que se metiу bajo la ducha. A continuaciуn se vistiу con unos vaqueros y un jersey color burdeos al que no le habrнa venido mal un lavado. Tenнa un hambre de mil demonios, asн que llamу a la recepciуn y preguntу si podнa tomar un cafй y un sandwich a esas horas. No habнa ningъn problema.

Se puso unos mocasines y una americana y bajу a la recepciуn a por el cafй y un sandwich, envuelto en plбstico, de pan de centeno con queso y patй, que se subiу a la habitaciуn. Mientras comнa, encendiу su iBook y conectу la banda ancha. Entrу en la pбgina web del Aftonbladet. Como cabнa esperar, la detenciуn de Lisbeth Salander era la principal noticia. La informaciуn seguнa siendo confusa pero, al menos, iba por el buen camino: se buscaba a Ronald Niedermann, de treinta y siete aсos, por el asesinato del agente. Y la policнa tambiйn querнa interrogarlo acerca de los asesinatos de Estocolmo. La policнa aъn no habнa revelado nada sobre el estado de Lisbeth Salander, y a Zalachenko ni lo nombraban. Sуlo se hablaba del propietario de una finca de Gosseberga, y resultaba obvio que los medios de comunicaciуn todavнa lo consideraban una posible vнctima.

Cuando Mikael terminу de leer, abriу el mуvil y advirtiу que tenнa veinte mensajes. Tres de ellos le pedнan que llamara a Erika Berger. Dos eran de Annika Giannini. Catorce provenнan de otros tantos periodistas de distintos periуdicos. Uno era de Christer Malm, que le habнa enviado un SMS muy directo: «Mejor que cojas el primer tren para casa ».

Mikael frunciу el ceсo. Para ser de Christer Malm le resultу un mensaje raro. Lo habнa mandado a las siete de la tarde del dнa anterior. Reprimiу el impulso de llamar y despertarlo a las tres de la maсana. En su lugar, consultу en la red el horario de trenes de SJ y vio que el primero para Estocolmo salнa a las cinco y veinte.

Abriу un nuevo documento de Word. Despuйs encendiу un cigarrillo y se quedу quieto durante tres minutos mirando fijamente la pantalla vacнa. Acto seguido, alzу los dedos y se puso a escribir:

Su nombre es Lisbeth Salander y Suecia la ha conocido por las ruedas de prensa de la policнa y los titulares de los periуdicos vespertinos. Tiene veintisiete aсos de edad y mide un metro y medio. La han descrito como psicуpata, asesina y lesbiana satбnica. Apenas ha habido lнmites para las fantasнas que se han vendido sobre su persona. En este nъmero, Millennium cuenta la historia de cуmo unos funcionarios del Estado conspiraron contra Lisbeth Salander para proteger a un asesino patolуgicamente enfermo.

Escribiу de modo pausado y realizу pocos cambios en el primer borrador. Trabajу concentrado durante cincuenta minutos y durante ese tiempo rellenу mбs de dos hojas DIN A4 que, mбs que otra cosa, eran un resumen de la noche en la que encontrу a Dag Svensson y Mia Bergman y de por quй la policнa se centrу en Lisbeth Salander como presunta asesina. Citу los titulares de los periуdicos vespertinos sobre la banda satбnica de lesbianas y las esperanzas de que los asesinatos contuvieran suculentos y morbosos ingredientes de sexo BDSM.*

Por ъltimo, consultу su reloj y cerrу rбpidamente el iBook. Recogiу sus cosas y bajу a la recepciуn. Pagу con una tarjeta de crйdito y cogiу un taxi hasta la estaciуn de Gotemburgo.

* Acrуnimo de prбcticas sexuales que incluyen el bondage, la disciplina, la dominaciуn, la sumisiуn y el sadomasoquismo. (N. de los t.)

Mikael Blomkvist fue inmediatamente al vagуn restaurante y pidiу cafй y un sandwich. Luego volviу a abrir su iBook y leyу el texto que habнa escrito. Se encontraba tan sumido en la forma de presentar la historia de Zalachenko que no se percatу de la presencia de la inspectora Sonja Modig hasta que ella carraspeу y le preguntу si podнa hacerle compaснa. Mikael levantу la vista y cerrу el portбtil.

-—їDe vuelta a casa? —preguntу Modig.

Mikael dijo que sн con un movimiento de cabeza.

—Por lo que veo, tъ tambiйn.

Ella asintiу.

—Mi colega se queda un dнa mбs.

—їSabes algo del estado de Lisbeth Salander? No he hecho mбs que dormir desde que nos separamos.

—Hasta anoche no se despertу. Pero los mйdicos piensan que va a sobrevivir y que se recuperarб. Ha tenido una suerte increнble.

Mikael asintiу. De repente se dio cuenta de que no habнa estado preocupado por ella; habнa dado por descontado que iba a sobrevivir. Cualquier otra cosa resultaba impensable.

—їHa ocurrido algo mбs de interйs? —preguntу.

Sonja Modig lo contemplу dubitativa. Se preguntу hasta quй punto podrнa confiar en el reportero, que, de hecho, conocнa mбs detalles de la historia que ella. Por otra parte, habнa sido ella la que se habнa sentado en la mesa de Mikael, y a esas alturas seguro que mбs de un centenar de reporteros ya habrнan deducido lo que estaba sucediendo en la jefatura de policнa.

—No quiero que me cites —dijo Sonja.

—Sуlo pregunto por interйs personal.

Ella asintiу y le contу que la policнa estaba realizando una intensa bъsqueda de Ronald Niedermann a nivel nacional, en especial por la zona de Malmц.

—-їY Zalachenko? їLe habйis tomado declaraciуn?

—Sн. -їY?

—No te lo puedo contar.

—Venga, Sonja. Voy a saber de quй estuvisteis hablando exactamente apenas una hora despuйs de llegar a la redacciуn. No publicarй ni una sola palabra de lo que me cuentes.

Ella dudу un largo rato antes de que sus miradas se cruzaran.

—Ha puesto una denuncia contra Lisbeth Salander por haber intentado matarlo. Es posible que la detengan por graves malos tratos o por intento de homicidio.

—Y es muy probable que ella alegue legнtima defensa.

—Eso espero —respondiу Sonja Modig.

Mikael le echу una incisiva mirada.

—Ese comentario no me ha sonado muy policial —dijo, adoptando una actitud expectante.

—Bodin... Zalachenko es escurridizo como una anguila y siempre tiene una respuesta preparada. Estoy completamente convencida de que lo que ocurriу es mбs o menos lo que tъ nos contaste ayer. Eso significa que, desde que tenнa doce aсos, Salander ha sido vнctima de una constante violaciуn de sus derechos.

Mikael asintiу.

—Esa es la historia que voy a publicar —dijo. —Una versiуn que no resultarб muy popular entre cierta gente.

Ella volviу a dudar un instante. Mikael aguardaba.

—Hace media hora que he hablado con Bublanski. No me ha dicho gran cosa, pero parece ser que la instrucciуn del sumario contra Salander por los asesinatos de tus amigos se ha archivado. Ahora se estбn centrando en Niedermann.

—Lo cual quiere decir que...

Mikael dejу que la inconclusa frase quedara suspendida en el aire, flotando entre los dos. Sonja Modig se encogiу de hombros.



  

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