XCIX Robo de un beso. XXI Deja a mi jovencito
XCIX Robo de un beso
Juvencio, te robé un furtivo beso -a ti, que eres de miel- aú n má s dulce que la ambrosí a dulce. Pero no lo hice impunemente: recuerdo haber quedado má s de una hora crucificado en alta cruz, y haber tratado con gran llanto de borrar un poquito tu á spera crueldad. En cuanto te besé, tus parvos labios, mojados por gotas incontables, te limpiaste con todos tus deditos, no fuera a contagiarte mi boca, como si fuera la sucia saliva de una puta infectada. Ademá s, me has entregado, desgraciado de mí, al cruel Amor para que de ambrosí a aquel beso se convirtiera en má s amargo que el amargo elé boro. Así que, si é ste es el castigo que das a mi desgraciado amor ya nunca má s robaré tus besos.
En el poema 21, nos parece un Catulo celoso que amenazas a Aurelio, el cual coquetea con su " chico". En el 15, encomienda iró nicamente su amado al cuidado del mismo Aurelio, pero una vez má s con amenazas.
XXI Deja a mi jovencito
Aurelio, padre de las hambres, no só lo de é stas sino de cuantas han sido, son y será n en los añ os venideros, quieres dar por el culo a mi amado. Y no a escondidas: pues está s a su lado, bromeá is juntos y, pegá ndote a su costado, lo intentas todo. En vano: porque a ti, que me tiendes emboscadas, te haré yo primero que me la chupes. Y, si lo hicieras estando harto, me callarí a; pero ahora me lamento por eso mismo, porque mi joven de ti va a aprender a pasar hambre y sed. Por eso, dé jalo mientras te sea posible hacerlo decentemente, no sea que pongas fin a ello pero despué s de chupá rmela.
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