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Cuarta parte 10 страница



—їCrees que podrнas dejar tu angustia de lado un momento y volver a satisfacerme? —preguntу.

Jeremy MacMillan era una historia muy distinta. El no ejercнa ninguna atracciуn sobre Lisbeth Salander. Era un canalla. Por raro que pudiera parecer, su aspecto fнsico era bastante similar al de Dieter. Tenнa cuarenta y ocho aсos, encanto, algo de sobrepeso y un pelo rizado y rubio peinado hacia atrбs y por el que empezaban a asomar algunas canas. Llevaba unas gafas con una fina montura dorada.

Hubo una vez en la que fue un jurista comercial de sуlida formaciуn «Oxbridge» y asentado en Londres. Tenнa un futuro prometedor; era socio de un bufete al que contrataban grandes empresas asн como advenedizos y forrados yuppies que se dedicaban a comprar inmuebles y a diseсar estrategias para evadir impuestos. Habнa pasado los felices aсos ochenta relacionбndose con famosos nuevos ricos. Habнa bebido mucho y esnifado cocaнna en compaснa de personas junto a las que, en realidad, no habrнa querido despertarse al dнa siguiente. Nunca llegу a ser procesado, pero perdiу a su mujer y a sus dos hijos, y fue despedido por haber descuidado los negocios y haberse presentado borracho en un juicio de reconciliaciуn.

Sin apenas pensбrselo, en cuanto se le pasу la borrachera huyу avergonzado de Londres. їPor quй eligiу precisamente Gibraltar? No lo sabнa, pero en 1991 se asociу con un abogado local y abriу un modesto bufete en un callejуn que, oficialmente, se ocupaba de una serie de actividades poco glamurosas de reparto de bienes y testamentos. De forma algo menos oficial, MacMillan & Marks se dedicaba a establecer empresas buzуn y a hacer de hombre de paja de diversos y oscuros personajes europeos. El negocio tiraba para delante hasta que Lisbeth Salander eligiу a Jeremy MacMillan para que le administrara los dos mil cuatrocientos millones de dуlares que le habнa robado al derrocado imperio del financiero Hans-Erik Wennerstrцm.

Sin duda, MacMillan era un canalla. Pero Lisbeth lo consideraba su canalla, y йl se habнa sorprendido a sн mismo manifestando una intachable honradez para con ella. Al principio lo contratу para una tarea sencilla. Por una modesta suma, йl le creу una serie de empresas buzуn que Lisbeth podrнa utilizar y en las que invirtiу un millуn de dуlares. Contactу con йl por telйfono, de modo que ella no era mбs que una lejana voz para йl. MacMillan nunca le preguntу de dуnde venнa el dinero. Hizo lo que ella le pidiу y le facturу un cinco por ciento del montante. Poco tiempo despuйs, Lisbeth le pasу una cantidad mayor de dinero que йl deberнa usar para fundar una empresa, Wasp Enterprises, que comprу una casa en Estocolmo. De este modo, el contacto con Lisbeth Salander se volviу lucrativo, aunque para йl no se tratara mбs que de calderilla.

Dos meses mбs tarde, ella fue a visitarlo por sorpresa a Gibraltar. Lo llamу y le propuso una cena privada en su habitaciуn de The Rock, que tal vez no fuera el hotel mбs grande de La Roca pero sн el de mбs solera. No sabнa a ciencia cierta con quй se iba a encontrar, aunque nunca se hubiera imaginado que su dienta fuera una chica menuda como una muсeca que parecнa reciйn salida de la pubertad. Se creyу vнctima de una especie de extraсa broma.

Cambiу de opiniуn enseguida. La extraсa chica hablу despreocupadamente con йl sin mostrarle jamбs una sonrisa ni el menor asomo de calor humano. Ni tampoco frнo, ciertamente. Йl se quedу paralizado cuando ella, en cuestiуn de minutos, le echу abajo por completo esa fachada profesional de mundana respetabilidad que йl tanto se esforzaba por conservar.

—їQuй quieres? —preguntу.

—He robado una cierta cantidad de dinero —contestу ella con gran seriedad—. Necesito a un canalla que me la administre.

Йl se preguntу si ella estarнa bien de la cabeza, pero le siguiу el juego con educaciуn: constituнa una potencial vнctima de un rбpido regateo que podrнa proporcionarle algъn dinerillo. Luego se quedу paralizado, como si hubiese sido alcanzado por un rayo, cuando ella le explicу a quiйn habнa robado el dinero, cуmo lo habнa hecho y a cuбnto ascendнa la suma. El caso Wennerstrцm era el tema de conversaciуn mбs candente del mundo financiero internacional.

—Entiendo.

Su cerebro empezу a barajar posibilidades. —Eres un hбbil jurista comercial y un buen inversor. Si fueses un idiota, jamбs te habrнan dado los trabajos que te dieron en los aсos ochenta. Lo que pasa es que te comportaste como un idiota y te despidieron. El arqueу las cejas.

—A partir de ahora sуlo trabajarбs para mн.

Ella lo mirу con los ojos mбs ingenuos que йl habнa visto en su vida.

—Exijo dos cosas. Primero, que nunca jamбs cometas un delito ni te veas implicado en algo que pueda ocasionarnos problemas o que atraiga el interйs de las autoridades por mis empresas y cuentas. Segundo, que jamбs me mientas. Nunca jamбs. Ni una sola vez. Bajo ningъn pretexto. Si me mientes, nuestra relaciуn profesional cesarб inmediatamente y si me cabreas demasiado, te arruinarй.

Ella le sirviу una copa de vino.

—No hay ninguna razуn para mentirme. Ya conozco todo lo que merezca la pena saber de tu vida. Sй cuбnto ganas en un buen mes y en uno malo. Sй cuбnto gastas. Sй que casi nunca te alcanza el dinero. Sй que tienes ciento veinte mil libras de deudas, tanto a largo como a corto plazo, y que para poder pagarlas te ves siempre obligado a correr riesgos haciendo chanchullos. Te vistes de manera elegante e intentas mantener las apariencias, pero te estбs hundiendo y llevas muchos meses sin comprarte una americana nueva. En cambio, hace dos semanas llevaste una vieja americana a una tienda para que le arreglaran el forro. Coleccionabas libros raros pero los has ido vendiendo poco a poco. El mes pasado vendiste una temprana ediciуn de Oliver Twist por setecientas sesenta libras.

Ella se callу y lo mirу fijamente. Йl tragу saliva.

—La verdad es que la semana pasada hiciste un buen negocio. Una estafa bastante ingeniosa contra esa viuda a la que representas. Le soplaste seis mil libras que es difнcil que eche en falta.

—їCуmo cono sabes eso?

—Sй que has estado casado, que tienes dos hijos en Inglaterra que no te quieren ver y que, desde que te divorciaste, mantienes sobre todo relaciones homosexuales. Al parecer eso te da vergьenza, porque evitas los bares gays y que tus amistades te vean en la calle con alguno de tus amigos, y porque a menudo pasas la frontera y vas a Espaсa en busca de hombres.

Jeremy MacMillan se quedу mudo del shoc\. Fue preso de un repentino pбnico. No tenнa ni idea de cуmo se habнa enterado ella de todo eso, pero lo cierto era que tenнa suficiente informaciуn como para aniquilarlo.

—Sуlo te lo dirй una vez: me importa una mierda con quiйn te acuestas. No es asunto mнo. Quiero saber quiйn eres, pero nunca utilizarй mis conocimientos. No voy a amenazarte ni chantajearte por eso.

MacMillan no era idiota. Como es natural, se dio cuenta de que la informaciуn que ella poseнa sobre йl suponнa una amenaza. Ella tenнa el control. Por un momento sopesу la idea de cogerla, levantarla y tirarla por encima de la barandilla de la terraza, pero se controlу. Nunca jamбs habнa sentido tanto miedo.

—їQuй quieres? —consiguiу pronunciar con mucho esfuerzo.

—Quiero que seamos socios. Dejarбs todos los demбs negocios a los que te dedicas y trabajarбs en exclusiva para mн. Vas a ganar mбs dinero del que jamбs hayas podido soсar.

Ella le explicу lo que querнa que hiciera y cуmo deseaba que estuviera organizado todo.

—Yo quiero ser invisible —le aclarу—. Tъ te encargas de mis negocios. Todo debe ser legal. Los lнos en los que me pueda meter yo sуlita ni te afectarбn ni repercutirбn en nuestros negocios.

—De acuerdo.

—Pero sуlo me tendrбs a mн como cliente. Te doy una semana para que lo liquides todo con los clientes que ahora tienes y para que termines con tus pequeсos trapнcheos.

Tambiйn se dio cuenta de que ella acababa de hacerle una oferta que no se le repetirнa en la vida. Reflexionу sesenta segundos y luego aceptу. Sуlo tenнa una pregunta:

—їCуmo sabes que no te voy a engaсar?

—No lo hagas. Te arrepentirбs el resto de tus miserables dнas.

No habнa razуn alguna para andar con trapнcheos. La tarea que Lisbeth Salander le habнa encomendado tenнa tanto potencial econуmico que habrнa sido absurdo arriesgarlo todo por simple calderilla. Siempre y cuando no tuviera demasiadas pretensiones y no se metiera en lнos, su futuro estaba asegurado.

De modo que no pensaba engaсar a Lisbeth Salander.

Consecuentemente se volviу honrado, o por lo menos todo lo honrado que se podнa considerar a un abogado quemado venido a menos que gestionaba un dinero robado de astronуmicas proporciones.

A Lisbeth no le interesaba en absoluto administrar su propio capital. El trabajo de MacMillan consistнa en invertir el dinero que ella tenнa y en asegurarse de que habнa liquidez en las tarjetas que ella utilizaba. Hablaron durante horas. Ella le explicу cуmo querнa que marchara su economнa. El trabajo de MacMillan era asegurarse de que todo funcionara sin problemas.

Una gran parte del dinero robado lo invirtiу en fondos estables que, desde un punto de vista econуmico, la hacнan independiente para el resto de su vida, incluso en el caso de que se le ocurriera llevar una vida extremadamente lujosa y despilfarradora. Sus tarjetas de crйdito se alimentarнan de esos fondos.

Respecto al resto del capital, podrнa jugar con йl como mejor se le antojara e invertirlo donde mбs le conviniera, con la ъnica condiciуn de que no invirtiese en algo que pudiera acarrearle algъn tipo de problemas con la policнa.

Ella le prohibiу que se dedicara a esos ridнculos y pequeсos delitos y timos del montуn que —si la mala suerte les acompaсara— podrнan dar lugar a investigaciones policiales que, a su vez, podrнan ponerla a ella en el punto de mira.

Lo que quedaba por determinar era cuбnto ganarнa йl por su trabajo.

—De entrada te voy a pagar quinientas mil libras. Con eso podrбs saldar todas tus deudas y aъn te quedarб una buena cantidad de dinero. Luego ganarбs tu propio dinero. Crearбs una sociedad en la que tъ y yo figuremos como propietarios. Tъ te quedarбs con el veinte por ciento de todos los beneficios que genere la empresa. Quiero que seas lo suficientemente rico como para que no te veas tentado a andar chanchulleando, pero no tan rico como para que no te esfuerces en seguir ganando dinero.

Empezу su nuevo trabajo el uno de febrero. A finales de marzo ya habнa pagado todas sus deudas personales y estabilizado su economнa. Lisbeth habнa insistido en que le diera prioridad a sanear su propia economнa para que pudiera ser solvente. En mayo rompiу la sociedad con su alcohуlico colega George Marks, el otro cincuenta por ciento de MacMillan & Marks. Sintiу una punzada de remordimiento hacia su ex socio, pero meterlo en los negocios de Lisbeth Salander estaba descartado.

Comentу el tema con Lisbeth Salander un dнa en el que ella se dejу caer por Gibraltar en una visita espontбnea que le hizo a principios de julio y descubriу que MacMillan trabajaba en casa en vez de hacerlo en el modesto bufete situado en ese callejуn donde antes realizaba sus actividades.

—Mi ex socio es un alcohуlico y no podrнa con esto. Todo lo contrario: podrнa haberse convertido en un enorme factor de riesgo. Pero hace quince aсos, cuando yo lleguй a Gibraltar, йl me salvу la vida metiйndome en sus negocios.

Lisbeth meditу el tema durante un par de minutos mientras estudiaba la cara de MacMillan.

—Entiendo. Eres un canalla pero tienes lealtad. Una caracterнstica loable, sin duda. Te propongo que le crees una cuenta con algo de dinero que йl pueda gestionar. Asegъrate de que se saque unos cuantos billetes al mes para que pueda ir tirando.

—їTe parece bien?

Ella asintiу y escudriсу su vivienda de soltero. Vivнa en un estudio con cocina americana en una de las callejuelas que quedaban cerca del hospital. Lo ъnico agradable era la vista. Claro que, tratбndose de Gibraltar, resultaba casi imposible que no lo fuera.

—Necesitas un despacho y una casa mejor —constatу Lisbeth.

—Todavнa no he tenido tiempo —contestу йl.

—Ya —le respondiу ella.

Luego Lisbeth fue y le comprу un despacho. Optу por uno de unos ciento treinta metros cuadrados que tenнa una pequeсa terraza que daba al mar y que estaba situado en la Buchanan House de Queensway Quay, algo que, sin lugar a dudas, era upmarket en Gibraltar. contratу a un decorador de interiores que reformу y amueblу la estancia.

MacMillan recordу que cuando йl se ocupу de todo el papeleo, Lisbeth supervisу personalmente la instalaciуn de los sistemas de alarma, el equipo informбtico y ese armario de seguridad en el que, para su sorpresa, ella estaba hurgando cuando йl entrу en el despacho.

—їHe caнdo ya en desgracia? —preguntу йl.

Ella dejу la carpeta de la correspondencia en la que se habнa sumergido.

—No, Jeremy. No has caнdo en desgracia.

—Bien —dijo antes de ir a por un cafй—. Tienes la capacidad de aparecer cuando uno menos se lo espera.

—Ъltimamente he estado muy ocupada. Sуlo querнa ponerme al dнa de las novedades.

—Segъn tengo entendido, te han estado buscado por triple asesinato, te han pegado un tiro en la cabeza y te han procesado por un buen nъmero de delitos. Hubo un momento en el que de verdad me llegaste a preocupar. Pero creнa que seguнas encerrada. їTe has fugado?

—No. Me han absuelto de todos los cargos y me han puesto en libertad. їQuй es lo que sabes?

Dudу un segundo.

—De acuerdo; nada de mentiras piadosas. Cuando me enterй de que estabas metida en la mierda hasta arriba, contratй a una agencia de traducciуn que peinу los periуdicos suecos y me puso al dнa de todo. Sй bastante.

—Si todo lo que sabes es lo que dicen los periуdicos, no sabes nada. Pero supongo que has descubierto algunos secretos sobre mi persona.

El asintiу.

—їY ahora quй va a pasar? —preguntу MacMillan. Ella lo mirу asombrada.

—Nada. Seguimos como antes. Nuestra relaciуn no tiene nada que ver con los problemas que yo tenga en Suecia. Cuйntame lo que ha ocurrido en todo este tiempo. їTe has portado bien?

—Ya no bebo —dijo—. Si es eso a lo que te refieres.

—No. Mientras no repercuta en los negocios, tu vida privada no es asunto mнo. Me refiero a si soy mбs rica o mбs pobre que hace un aсo.

Cogiу la silla destinada a las visitas y se sentу. їQuй mбs daba que ella hubiera ocupador silla? No habнa ningъn motivo para enzarzarse en una lucha de prestigio con ella.

—Me entregaste dos mil cuatrocientos millones de dуlares. Invertimos doscientos en fondos para ti. Y me diste el resto para que jugara con йl.

—Sн.

—Aparte de los intereses que te han producido, tus fondos personales no se han modificado gran cosa. Puedo aumentar los beneficios si...

—No me interesa aumentar los beneficios.

—De acuerdo. Has gastado una suma ridicula. Tus gastos mбs grandes han sido el piso que te comprй y el fondo sin бnimo de lucro que abriste para el abogado Palmgren. Por lo demбs, sуlo has hecho un gasto normal, que tampoco se puede considerar como especialmente excesivo. Los intereses han sido buenos. Cuentas mбs o menos con la misma cantidad con la que empezaste.

—Bien.

—El resto lo he invertido. El aсo pasado no ingresamos ninguna cantidad importante. Yo estaba algo oxidado y dediquй un tiempo a estudiar el mercado. Tuvimos algunos gastos. Ha sido este aсo cuando hemos empezado a generar ingresos. Mientras tъ has estado encerrada hemos ingresado poco mбs de siete millones. De dуlares, claro.

—De los cuales te corresponde un veinte por ciento.

—De los cuales me corresponde un veinte por ciento.

—їEstбs contento?

—He hecho mбs de un millуn de dуlares en seis meses. Sн. Estoy contento.

—Ya sabes: la avaricia rompe el saco. Puedes retirarte cuando te sientas satisfecho. Pero aun asн, sigue dedicбndoles de vez en cuando alguna que otra horita a mis negocios.

—Diez millones de dуlares —dijo. —їQuй?

—Cuando haya ganado diez millones de dуlares lo dejarй. Me alegro de que hayas venido. Querнa tratar unas cuantas cosas contigo.

—Tъ dirбs...

El hizo un gesto con la mano.

—Esto es tanto dinero que estoy la hostia de acojonado. No sй cуmo manejarlo. Aparte de ganar cada vez mбs, no sй cuбl es el objetivo de nuestras actividades. їA quй se va a destinar el dinero?

—No lo sй.

—Yo tampoco. Pero el dinero puede convertirse en un fin en sн mismo. Y eso es demencial. Por eso he decidido dejarlo cuando haya ganado diez millones de dуlares. No quiero tener esa responsabilidad durante demasiado tiempo.

—Vale.

—Antes de dejarlo, me gustarнa que decidieras cуmo quieres que se administre tu fortuna en el futuro. Tiene que haber un objetivo, unas directrices marcadas y una organizaciуn a la que pasarle el testigo.

—Mmm.

—Es imposible que una sola persona se dedique a los negocios de esa manera. He dividido el dinero en inversiones fijas a largo plazo: inmuebles, valores y cosas asн. Tienes una lista completa en el ordenador.

—La he leнdo.

—La otra mitad la he destinado a especular, pero se trata de tanto dinero que no me da tiempo a controlarlo todo. Por eso he fundado una empresa de inversiones en Jersey. De momento, tienes seis empleados en Londres. Dos jуvenes y hбbiles inversores y personal administrativo.

—їYellow Ballroom Ltd? Me preguntaba quй era eso.

—Nuestra empresa. Estб aquн, en Gibraltar, y he contratado a una secretaria y a un joven y prometedor abogado... Por cierto, aparecerбn dentro de media hora.

—Vale. Molly Flint, de cuarenta y un aсos, y Brian Delaney, de veintisйis.

—їQuieres conocerlos?

—No. їEs Brian tu amante?

—їQuй? No.

Pareciу quedarse perplejo. —No mezclo... —Bien.

—Por cierto... no me interesan los chicos jуvenes... sin experiencia, quiero decir.

—No, a ti te atraen mбs los chicos que tienen una actitud algo mбs dura que la que un mocoso te pueda ofrecer. Sigue siendo algo que no es asunto mнo, pero Jeremy...

-їSн?

—Ten cuidado.

En realidad no habнa pensado quedarse en Gibraltar mбs que un par de semanas para volver a encontrar el norte. Descubriу que no tenнa ni idea de quй hacer ni adonde ir. Se quedу doce semanas. Consultу su correo electrуnico una vez al dнa y contestу obedientemente a los ocasionales correos de Annika Giannini. No le dijo dуnde estaba. No contestу a ningъn otro correo.

Seguнa acudiendo al Harry's Bar, pero ahora sуlo entraba para tomarse alguna que otra cerveza por las noches. Pasу la mayor parte de los dнas en The Rock, bien en la terraza, bien en la cama. Tuvo una esporбdica relaciуn con un oficial de la marina inglesa de treinta aсos, pero aquello se quedу sуlo en un one night stand y, a grandes rasgos, se tratу de una experiencia carente de interйs.

Se dio cuenta de que estaba aburrida.

A principios de octubre cenу con Jeremy MacMillan; durante su estancia sуlo se habнan visto en contadas ocasiones. Ya habнa caнdo la noche y se encontraban tomando un afrutado vino blanco y hablando del destino que le darнan a los miles de millones de Lisbeth cuando, de pronto, йl la sorprendiу preguntбndole quй era lo que la apesadumbraba.

Ella lo contemplу mientras reflexionaba. Luego, de forma igual de sorprendente, le hablу de su relaciуn con Miriam Wu y de cуmo йsta habнa sido maltratada y casi asesinada por Ronald Niedermann. Por su culpa. Aparte de unos recuerdos que, de su parte, le dio Annika Giannini, Lisbeth no sabнa nada de Miriam Wu. Y ahora se habнa mudado a Francia.

Jeremy MacMillan permaneciу callado un largo rato.

—їEstбs enamorada de ella? —preguntу de repente.

Lisbeth Salander meditу la respuesta. Al final negу con la cabeza.

—No. No creo que yo sea de las que se enamoran. Era una amiga. Y lo pasбbamos muy bien en la cama.

—Nadie puede evitar enamorarse —dijo йl—. Tal vez uno quiera negarlo, pero es posible que la amistad sea la forma mбs frecuente de amor.

Ella se quedу mirбndolo perpleja.

—їTe cabreas si te doy un consejo?

—No.

—ЎVe a Parнs, por Dios! —dijo йl.

Aterrizу en el aeropuerto de Charles De Gaulle a las dos y media de la tarde, cogiу el autobъs hasta el Arco del Triunfo y se pasу dos horas dando vueltas por los barrios de alrededor buscando un hotel libre. Fue andando hacia el sur, hacia el Sena, y al final consiguiу una habitaciуn en el pequeсo hotel Victor Hugo de la Ruй Copernic.

Se duchу y llamу a Miriam Wu. Quedaron sobre las nueve de la noche en un bar cercano a Notre-Dame. Miriam Wu llevaba una blusa blanca y una americana. Estaba radiante. Lisbeth se sintiу avergonzada de inmediato. Se saludaron con un beso en la mejilla.

—Siento no haber contactado contigo ni haberme presentado en el juicio —dijo Miriam Wu.

—No te preocupes. De todos modos, el juicio se celebrу a puerta cerrada.

—Estuve ingresada en el hospital durante tres semaсas y luego, cuando volvн a Lundagatan, todo me resultу caуtico. No podнa dormir. Tenнa pesadillas con ese maldito Niedermann. Llamй a mi madre y le dije que querнa venirme.

Lisbeth asintiу.

—Perdуname.

—No seas idiota. Soy yo la que he venido hasta aquн para pedirte disculpas a ti. —їPor quй?

—No caн en la cuenta. Nunca se me ocurriу que te exponнa a un peligro de muerte cediйndote mi casa mientras yo seguнa empadronada allн. Por mi culpa por poco te matan. Entenderнa que me odiaras.

Miriam Wu se quedу atуnita.

—Ni siquiera se me habнa ocurrido. Fue Ronald Niedermann el que me intentу matar. No tъ. Permanecieron calladas un rato. —Bueno —dijo Lisbeth al final. —Sн —soltу Miriam Wu.

—No he venido hasta aquн porque estй enamorada de ti — le explicу Lisbeth.

Miriam asintiу con la cabeza.

—Lo pasбbamos de puta madre en la cama, pero no estoy enamorada de ti —subrayу Lisbeth. —Lisbeth... Creo...

—Lo que querнa decirte era que espero que... ЎJoder! —їQuй?

—No tengo muchos amigos...

Miriam Wu hizo un gesto afirmativo.

—Voy a quedarme en Parнs una temporada. Mis estudios de Suecia se fueron a la mierda, pero me he matriculado aquн. Me quedarй al menos un aсo.

Lisbeth asintiу.

—-Luego no sй lo que harй. Pero volverй a Estocolmo. Estoy pagando los gastos de la casa de Lundagatan y pienso quedarme en el piso. Si te parece bien.

—La casa es tuya. Haz lo que quieras con ella.

—Lisbeth, eres muy especial —dijo—. Me gustarнa mucho seguir siendo tu amiga.

Hablaron durante dos horas. Lisbeth no tenнa por quй ocultarle su pasado a Miriam Wu. El caso Zalachenko era conocido por todos los que tenнan acceso a la prensa sueca y Miriam Wu habнa seguido el asunto con gran interйs. Le contу con todo detalle lo que ocurriу en Nykvarn la noche en la que Paolo Roberto le salvу la vida.

Luego se fueron a la habitaciуn que Miriam tenнa en la residencia estudiantil que quedaba cerca de la universidad.


Epнlogo

Reparto de bienes

 

Viernes, 2 de diciembre — Domingo, 18 de diciembre

 

Annika Giannini habнa quedado con Lisbeth Salander en el bar de Sodra Teatern a eso de las nueve de la noche. Lisbeth estaba a punto de terminar la segunda pinta de cerveza.

—Siento llegar tarde —dijo Annika, mirando su reloj—. He estado algo liada con un cliente.

—Tranquila —dijo Lisbeth.

—їQuй estбs celebrando?

—Nada. Sуlo que me apetece emborracharme.

Annika la mirу escйptica mientras se sentaba.

—їY eso te apetece muy a menudo?

—Cogн una cogorza de muerte cuando me pusieron en libertad, pero no soy propensa al alcohol si es lo que te preocupa. Es sуlo que se me ha ocurrido que por primera vez en mi vida soy oficialmente mayor de edad y que tengo derecho a emborracharme aquн en Suecia.

Annika pidiу un Campari.

—Vale —contestу—. їQuieres beber sola o en compaснa?

—Prefiero sola. Pero si no hablas mucho, puedes sentarte conmigo. Supongo que no tienes ganas de acompaсarme a casa y acostarte conmigo...

—їPerdуn? —preguntу Annika Giannini.

—No, ya sabнa yo que no. Tъ eres una de esas heterosexuales empedernidas.

De repente aquello pareciу entretener a Annika Giannini.

—Es la primera vez que uno de mis clientes me propone relaciones sexuales. —їTe interesa?

—Sorry. Ni lo mбs mнnimo. Pero gracias por la oferta.

—їQuй era lo que querнa, seсora letrada?

—Dos cosas. La primera es que, o empiezas en lo sucesivo a cogerme el telйfono cuando te llame, o renuncio aquн y ahora mismo a ser tu abogada. Ya hablamos de eso cuando te soltaron.

Lisbeth Salander mirу a Annika Giannini.

—Llevo una semana intentando localizarte. Te he llamado, te he escrito y te he mandado varios correos.

—He estado de viaje.

—Ha sido imposible contactar contigo durante la mayor parte del otoсo. Esto no funciona. Yo he aceptado ser tu representante en todo lo que tiene que ver con tus relaciones con el Estado. Eso significa que hay que ocuparse de algunas formalidades y entregar cierta documentaciуn. Hay papeles que firmar. Preguntas que contestar. Necesito poder contactar contigo, y no me apetece lo mбs mнnimo quedarme sentada como una idiota sin saber dуnde te has metido.

—Ya lo sй. He estado en el extranjero durante dos semanas. Regresй ayer y te llamй en cuanto me enterй de que me estabas buscando.

—Pero eso no me vale. Tienes que comunicarme dуnde estбs y contactar conmigo al menos una vez por semana hasta que todas los temas de la indemnizaciуn y demбs estйn resueltos.

—Me importa una mierda la indemnizaciуn. Quiero que el Estado me deje en paz.

—Por mucho que tъ lo desees, el Estado no te va a dejar en paz. Tu absoluciуn en el tribunal de primera instancia tiene una larga cadena de consecuencias. No sуlo se trata de ti. A Peter Teleborian lo van a procesar por lo que te hizo. Eso significa que tienes que testificar. El fiscal Ekstrцm estб siendo objeto de una investigaciуn sobre prevaricaciуn y es posible que sea acusado y procesado si resulta que desatendiу conscientemente el ejercicio de sus deberes por encargo de la Secciуn.

Lisbeth arqueу las cejas. Por un segundo se mostrу algo interesada.

—No creo que lleguen a procesarlo. Fue engaсado y en realidad no tiene nada que ver con la Secciуn. Pero la semana pasada, sin ir mбs lejos, un fiscal iniciу la instrucciуn de un sumario contra la comisiуn de tutelaje. Se han puesto varias denuncias ante el Defensor del Pueblo y una ante el Procurador General de Justicia.

—Yo no he denunciado a nadie.

—No. Pero resulta evidente que se han cometido graves faltas en el ejercicio de su cargo y todo eso hay que investigarlo. Tъ no eres la ъnica persona que la comisiуn tiene bajo su responsabilidad.

Lisbeth se encogiу de hombros.

—No es asunto mнo. Pero prometo mantener el contacto contigo mejor que antes. Estas dos ъltimas semanas han sido una excepciуn. He estado trabajando.

Annika Giannini mirу con suspicacia a su dienta.

—їEn quй trabajas?

—Asesoramiento.

—Vale —dijo—. La segunda cosa es que el reparto de bienes ya estб hecho. —їQuй reparto?

—El de tu padre. El abogado del Estado se puso en contacto conmigo porque nadie parece saber cуmo contactar contigo. Tъ y tu hermana sois las ъnicas herederas.

Lisbeth Salander contemplу a Annika sin inmutarse. Luego buscу la mirada de la camarera y le seсalу la pinta vacнa.

—No quiero ninguna herencia de mi padre. Haz lo que quieras con ella.

—Error. Eres la que puede hacer lo que quiera con la herencia. Mi trabajo consiste en asegurarme de que tengas la posibilidad de hacerlo.

—No quiero ni un cйntimo de ese cerdo.

—Vale. Dбselo a Greenpeace o algo asн.

—Me importan una mierda las ballenas.

De pronto, la voz de Annika se volviу seria.

—Lisbeth, si quieres ser mayor de edad, ya va siendo hora de que empieces a comportarte como tal. Me importa una mierda lo que hagas con tu dinero. Firma aquн como que lo has recibido y luego te dejarй en paz para que te emborraches tъ sуlita.

Por debajo del flequillo, Lisbeth mirу de reojo a Annika y luego bajу la mirada. Annika supuso que se trataba de una especie de gesto disculpatorio que tal vez se correspondiera con un «perdуn» en el limitado registro gestual de Lisbeth.

—De acuerdo. їCuбnto es?

—No estб mal. Tu padre tenнa mбs de trescientas mil coronas invertidas en bonos. La propiedad de Gosseberga darб en torno a un millуn y medio si se vende; incluye algo de bosque. Ademбs, tu padre poseнa otros tres inmuebles.

—їInmuebles?

—Sн. Parecнa que habнa invertido bastante dinero. Tampoco es que sean edificios de un extraordinario valor. En Uddevalla tiene un bloque de seis apartamentos cuyos alquileres le proporcionaban algunos ingresos. Sin embargo, se encuentra en malas condiciones porque йl pasaba de hacerle reformas. El edificio ha sido incluso objeto de discusiуn de la comisiуn municipal de la vivienda. No te vas a hacer rica, pero te reportarб un dinero cuando lo pongas a la venta. Era tambiйn propietario de una casa de campo en Smбland que se ha valorado en mбs de doscientas cincuenta mil coronas. —Aja.



  

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