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(Negras: Rey d8)



La diferencia entre el Popes y la nave en la que habí a encontrado a Raú l era manifiesta, y no só lo por el espacio, a pesar de que la discoteca tambié n era bastante grande y tení a dos niveles. Allí los chicos y las chicas transpiraban todaví a leche materna, o al menos así se lo parecí a. No hací a má s de cuatro añ os que é l era tambié n así, pero se le antojaba una gran lejaní a en el tiempo. A veces incluso se preguntaba có mo habí a podido comportarse así, tan absurdamente loco.

¿ O era que se sentí a «mayor»?

¿ Absurdamente mayor?

Contempló la fauna de bollycaos, ellas abrié ndose a la vida en plan peleó n, dispuestas a comerse el mundo, luciendo la esbeltez de sus cuerpos, la longitud de sus piernas emergiendo de sus breves faldas o pantaloncitos muy ceñ idos, la belleza de sus cabelleras tí pica de spot publicitario, lo ú ltimo en moda, la audacia para combinar colores y sensaciones, y sin los protectores de los dientes que guardaban en los bolsos o las chaquetas para volver a poné rselos al llegar a casa, fumando, convertidas en depredadoras cuando iban en grupo ya que la fuerza las hací a estallar, o entregadas al amor en el caso de que compartieran tempranamente su espacio vital con un chico; y ellos ocultando sus inseguridades o luciendo su buena planta y, por tanto, sus argumentos de dominio, mirá ndolas y dejá ndose mirar, ofreciendo lo sano de sus vidas aú n sin malear, con el vaso de algú n brebaje en la mano, igual que si en lugar de sostenerlo fuese é l quien los sostuviera a ellos. Y en suma, todas y todos, bailando, bailando sin parar, porque para eso se suponí a que estaban allí.

Bailando para divertirse y romper con todo.

– ¡ Qué movida!, ¿ no?

Eloy miró a Má ximo. Parecí a haberse olvidado tambié n de que ellos eran igual cuatro añ os atrá s, incluso menos, tres… o tal vez dos.

– Primerizos ‑ comentó Santi.

– ¡ Menuda guarderí a! ‑ continuó Má ximo.

– ¿ Por dó nde empezamos?

Eloy estaba al mando. Nadie se lo discutí a.

– Vamos arriba, a ver si lo vemos ‑ empleó la misma tá ctica que en la nave‑. Si está vendiendo, lo que no va a hacer es estar en la pista, y fuera no lo hemos visto.

– De acuerdo ‑ gritó Cinta para hacerse oí r por encima de la mú sica.

Eloy abrió el camino hacia arriba.

 

 

 



  

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