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OTRO ANFITRION 3 страница



 

ANFITRIÓ N. - Lo que me faltaba. O sea que está follando....

 

MERCURIO. -  Está follando con Almenita, su cuchipanda preferida.

 

ANFITRIÓ N. - Pero si Almena es mi mujer.

 

MERCURIO. - ¡ Calla! ¿ O pretendes que mi señ or te despiece como a un cerdo?

(le lanza una bota de vino) Anda bebe.

 

ANFITRIÓ N. - ¿ Pretendes que beba para olvidar?

 

MERCURIO. - Quiero que bebas para razonar.

 

ANFITRIÓ N. - (tras beber un trago) Beberé má s por que lo necesito. (bebiendo) ¡ Oh dioses! ¿ Por qué os cebá is así conmigo, un hé roe de la patria? Enfriemos un poco esto, por que tal como estoy soy capaz de pegar fuego a esta casa y a la ciudad entera si hace falta. Hazme un breve resumen de la situació n, por favor.      

 

MERCURIO. - Es fá cil. Mientras tú y yo estamos aquí como mé ndigos de la noche, mi señ or Anfitrió n y Almenita follan como refocilantes en su cama.

 

ANFITRIÓ N. - ¡ Noooooooooo!

 

MERCURIO. - Sí í í í í í í í í í í í í í í í y deja ya de gritar y no molestes el descanso que ambos có nyuges se merecen. Venga lá rgate con viento fresco. Y ahora te dejo, que me meo. (SE VA)

 

 

Escena12

 

 

ANFITRIÓ N. - Burlado, humillado, escarnecido. He llegado a mi ciudad para ser agasajado por mi victoria sobre los teleboas y encuentro que hasta mi propio criado me insulta y burla. ¿ Qué ha ocurrido aquí? ¿ Será quizá s que la ciudad está en manos de un oscuro ejé rcito de magos diabó licos? Pero aunque puedan ser los magos má s poderosos de la tierra, terminará n conociendo el castigo de mi justa ira. ¡ Vamos que tengo unas malas pulgas, solo tengo ganas de partirle la cara al primero que se presente....!

 

SOSIA. - (en la espalda de Anfitrió n) ¡ Hola!

 

ANFITRIÓ N. - (congelado) ¿ Qué oigo? ¿ Quié n es?

 

SOSIA. - Sosia, señ or.

 

ANFITRIÓ N. - (volvié ndose) ¿ Te atreves a acercarte a mí espantapá jaros como si no hubieses roto un plato en tu vida,  borrachuzo?

 

SOSIA. - (al publico) Me huelo otro lí o. (A Anfitrió n) Señ or, vengo de...

 

ANFITRIÓ N. - Sé de donde vienes tarambana. Acé rcate, pingajo.

 

SOSIA. - (al pú blico) Lí o, pero lí o, lí o, ¿ eh?. (A Anfitrió n) Señ or, ¿ Te ocurre algo?

 

ANFITRIÓ N. - Vamos cucarachita, insú ltame de nuevo, que te aplasto.

 

SOSIA. - (al pú blico) ¿ Han escuchado el diminutivo? Pues eso significa que me llevaré palos mil y quinientos. (A Anfitrió n) Señ or, no entiendo...

 

ANFITRIÓ N. - ¡ Perro pulgoso! ¡ Insú ltame de nuevo, te digo!

 

SOSIA. - ¡ Pero si yo...! ¡ No quiero!

 

ANFITRIÓ N. - ¡ Pues hace un rato bien que me insultabas! ¡ Y con ganas!

 

SOSIA. - ¿ Yo, señ or? ¿ Dó nde?

ANFITRIÓ N. - ¡ No finjas y te hagas la mosquita muerta! ¡ Desde ahí dentro!

 

SOSIA. - Pero señ or, si yo llego ahora del puerto.

 

ANFITRIÓ N. - Ya lo entiendo, el comediante está representando el segundo acto de la infame comedia que ha preparado para mi escarnio,  o quizá s pretendas volverme majareta ¿ no es así?

 

SOSIA. - Señ or, que yo no valgo para ser comediante....

 

ANFITRIÓ N. - La primera verdad que te escucho. Que actuabas como borracho de puñ etera pena. Acé rcate piojillo.

 

SOSIA. - ¡ Otra vez aparece el diminutivo, me cagü en la leche ¿ Yo, borracho? Hablemos en serio, por favor se lo pido. ¿ Pero, cuá l es el mal que he cometido? Si voy a cobrar una paliza, creo que merezco al menos saber por qué la recibo.

 

ANFITRIÓ N. - Tú, hacié ndote el borracho, me has impedido la entrada en mi propia casa, llená ndome de insultos y amenazas. Y ahora que llega el momento de los palos, el bergante desea convencerme de que es un santo. Pero no te librará s, durante todo un dí a y una noche te prometo que oirá s el crujir de tus huesos.

 

SOSIA. - ¡ Señ or, que coja la viruela ya mismo si miento! ¡ Yo vengo del puerto donde tú me mandaste y en el camino no he probado un solo trago!

 

ANFITRIÓ N. - ¿ Yoooooooo? ¿ Yo te he enviado al puerto?

 

SOSIA. - Sí, tú, que yo no sé quié n es aquí peor comediante.

 

ANFITRIÓ N. - Dame esa espalda, que te la voy a moler a palos.

 

SOSIA. - (Sale al patio de butacas) Esto es demasiado, me voy.

 

ANFITRIÓ N. - Sosia, ¿ qué haces?

 

SOSIA. - Me voy de la comedia. No soporto tanta injusticia.

 

ANFITRIÓ N. - ¿ Y adó nde vas?

 

SOSIA. - Me quedo de pú blico.

 

ANFITRIÓ N. - No creo que tardes mucho en aburrirte y empezar a bostezar. Mira a los que tienes al lado.

 

SOSIA. - Me aburriré, pero nadie me maltratará.

 

ANFITRIÓ N. - Demasiado sedentario para ti, que te conozco.

 

SOSIA. - Estoy en edad de sentar el culo.

 

ANFITRIÓ N. - No has pagado entrada.

 

SOSIA. - Pues me voy a la calle.

 

ANFITRIÓ N. - ¿ Con esa facha?

 

SOSIA. - Es que todo esto es ya un disparate que alucinas.

 

ANFITRIÓ N. - Sosia, es nuestro destino.

 

SOSIA. - Pues no lo acepto.

 

ANFITRIÓ N. - Ya, pero si nos vamos todos... reflexiona.    

 

 SOSIA. - Vale, vuelvo. Pero si no hay palos.

 

ANFITRIÓ N. - Te prometo que si los hay, será n de teatro.

 

SOSIA. - Vale. (sube al escenario) Yo creo que el borracho era yo, pero siendo el otro Sosia, señ or

 

ANFITRIÓ N. - ¿ Insistes en que sois dos Sosias?

 

SOSIA. - Pero, ¿ no lo has comprobado tú mismo, aquí, con las chanzas de mi otro yo?

 

ANFITRIÓ N. - Sosia, llama tú a la puerta de mi casa. Si acaso hay dos Sosias como proclamas, este es el mejor momento para comprobarlo y si Sosia no está ahí dentro, veremos qué otra burla nos hace el destino. Quiero que seas tú el protagonista., prosigue la comedia.

 

SOSIA. - (en la puerta) ¿ Toco?

 

ANFITRIÓ N. - Toca.

 

SOSIA. - ¿ Llamo?

 

ANFITRIÓ N. - Llama.

 

SOSIA. - Señ or, solo te pido, que si aparece el otro sosia no escapes en desbandada.

 

ANFITRIÓ N. - ¡ Sosia!

 

SOSIA. - Es que no me gustarí a vé rmelas con é l otra vez sin compañ í a, que si contigo se mostró maleducado y borracho, conmigo fue violento y hasta cruel.

 

ANFITRIÓ N. - ¡ Sosia!

 

SOSIA. - Ya. Nada de tragedias. Yo a la comedia, que es lo mí o.

 

ANFITRIÓ N. - Sosia, es imposible que un general escape en desbandada.

 

SOSIA. - ¿ Entonces, toco y llamo? (silencio) Silencio expresivo. Toco y llamo. ¡ Aaaaahhhh de la casaaaaaaaa!

 

SE ABRE LA PUERTA Y APARECE ANFITRIÓ N, ES DECIR JÚ PITER.

 

 

Escena13

 

 

ANFITRIÓ N. - (tras salir corriendo al patio de butacas) ¡ Leches, carajo, releches y contracarajo! ¡ Pero esto que estoy viendo es un contradios!

 

JÚ PITER. - Aquí tenemos a todo un dios como yo, dudando qué se debe hacer en un caso semejante.

 

SOSIA. - ¡ Dioses! Antes yo era dos, pero ahora en uno tengo dos amos. La cosa va de mal en peor. ¡ Mé tete en comedias para esto!

 

JÚ PITER. - ¿ Vienes só lo o acompañ ado de ese que tiembla, Sosia?

 

SOSIA. - Yo, si no te importa señ or, preferirí a ser mudo en este momento.

 

ANFITRIÓ N. - No tiemblo de miedo, sino de santa ira. Seas mago, hechicero, diablo, o farsante, juro que probará s mi espada y pagará s este engañ o.

 

JÚ PITER. - No te acerques, por que de la bofetada que te suelto entras en coma, bueno en puntos suspensivos y coma.

 

SOSIA. - Perdó n señ ores, ¿ Puedo retirarme a un lado? Es que aquí en medio, siento que molesto.

 

ANFITRIÓ N. - Los dioses me han abocado a este destino misterioso y cruel de tener que matarme o morirme a mí mismo, en defensa de mi amor y de mi honor. ¿ Cabe mayor cruel perplejidad? ¿ Puede el alma sondear mayor abismo?

 

SOSIA. - Yo seré un mal comediante, pero é l es mucho peor tragediante.

 

JÚ PITER. - Sosia entra en casa, que ya es hora de desayunar.

 

SOSIA. - Gracias, señ or. Tengo hambre, sí, que no he probado bocado en todo el dí a corriendo de lí o en jaleo y de jaleo en folló n.

 

ANFITRIÓ N. - ¿ Pero qué haces, mequetrefe, ¿ me abandonas en esta sinrazó n?

 

JÚ PITER. - Anda, dile a Bromia, que te mereces un desayuno de dioses, que lo he dicho yo.

 

ANFITRIÓ N. - ¡ Sosia, al puerto a pedir refuerzos, orden de tu general!

 

SOSIA. - No lo dudes Sosia, entre dos posibles, tu amo siempre será aquel que te da de comer. ¡ Tú a casita a desayunar!

 

BROMIA. - (apareciendo) ¿ Adó nde vas, gorrino?

 

SOSIA. - A desayunar como los dioses, que me lo ha ordenado mi señ or Anfitrió n.

 

ANFITRIÓ N. - ¡ Te lo ha ordenado el otro, hijo de puta! ¡ Anfitrió n soy yo!

 

BROMIA. - ¡ Ostras y de las gordas! Veo dos Anfitriones. Pero si anoche solo me tomé un dedito de orujo despué s de cenar.

 

ANFITRIÓ N. - Acé rcate, Bromia.  Obsé rvame bien y dime sino soy yo tu señ or.

 

JÚ PITER. - Bromia, querida. Yo que tú no me acercarí a a ese monstruo.

 

BROMIA. - Deberí a echar a correr como una loca, o dar unos cientos de tremendos alaridos o desmayarme ipso facto o ponerme a temblar hasta que se me caigan los dientes o...

 

SOSIA. - O refugiarte en los fuertes brazos de tu marido...

 

BROMIA. - ¡ Mira, Sosia, tú no te metas, que me pones má s nerviosa de lo que ya estoy!

 

SOSIA. - Si prefieres, me refugio yo, en los fuertes brazos de mi mujer...

 

BROMIA. - ¡ Toma, por gracioso! PEGA UN PISOTÓ N A SOSIA. ESTE COMIENZA A SALTAR DE DOLOR. Así me quito un poco el nerviosismo.

 

ANFITRIÓ N. - Bromia, acé rcate y responde. ¿ Soy o no soy tu señ or?

 

JÚ PITER. - No lo hagas, Bromia. Por que ese rufiá n debe oler peor que los pescados podridos.

 

BROMIA. - Señ or, perdó n, señ ores yo nunca me he visto en otra así. No sé qué se debe hacer en estos casos. ¿ Me permiten que llore un rato?

 

SOSIA. - No hagas caso de ese que es el diablo. Aquí é ste, tu auté ntico señ or dice que me pongas un desayuno de dioses. Eso me parece justo y razonable, por que tengo hambre.

 

BROMIA. -  Mira, cenizo, si tú dices que este es el auté ntico, seguro que te equivocas y me confundes, o sea que el verdadero Anfitrió n debe ser ese. (por Anfitrió n)

 

ANFITRIÓ N. - Bromia, eres la persona mejor razonadora que me he encontrado en Tebas.

 

JÚ PITER. - Bromia, por Jú piter te aseguro que soy Anfitrió n.

 

SOSIA. - Pero, maldita, si no hay má s que verlos para darse cuenta de que ese es fingido. (señ ala a Anfitrió n)

 

BROMIA. - Tú, cá llate, que no has acertado una sola cosa en tu vida.

 

SOSIA. - ¿ Ah, no?

 

BROMIA. - No, ninguna.

 

SOSIA. - ¿ Y cuando me casé contigo?

 

BROMIA. - Ese dí a no solo no acertaste, sino que me confundiste a mí de paso. Anfitrió n es ese. (por Jú piter)

 

ANFITRIÓ N. - Bien dicho, Bromia. Los dioses te premiará n.

 

JÚ PITER. - Me extrañ a mucho, pero mucho, ¿ eh?

 

SOSIA. - Pero, Bromia. ¿ Có mo puedes ser tan cegata de no ver que este, por muy brujo que sea es un pelanganas, comparado con este, que es el verdadero Anfitrió n.

 

BROMIA. - Pues a mí, este me parece que tiene el fulgor en la mirada y la mala leche de Anfitrió n.

 

SOSIA. - ¿ Ese soplagaitas? Mí rale a este. Parece que con una mirada te puede convertir en escarabajo.

 

BROMIA. - No lo veo y no te creo. Este es mi Anfitrió n.

 

SOSIA. - Este es un mindunguis, y un jeta, eso es lo que es.

 

ANFITRIÓ N. - Mira, Sosia. Estoy dudando entre degollarte o estrangularte ahora mismo. ¿ Tú qué me recomiendas?

 

JÚ PITER. - Como toques un solo pelo a mi criado, te estampo una hostia tal, que vas a ir a parar al mar.

 

SOSIA. - ¿ Y ahora qué dices? ¿ Quié n es Anfitrió n?

 

BROMIA. - Mientras tú sigas asegurando lo contrario, yo diré que mi Anfitrió n es é l y nadie má s que é l.

 

ANFITRIÓ N. - Ante el Olimpo entero reunido prometo, que voy a entrar en mi casa por la fuerza y que todo aquel que se me oponga, sea criado o brujo, civil o militar, familiar o desconocido, sea yo mismo o el mismí simo Jú piter, lo arrollaré con mi í mpetu y con mi espada lo despedazaré.  

 

JÚ PITER. - Ni  é sta es tu casa, ni estas baladronadas te van a servir de nada, bueno sí, quizá s para perder el culo, fantoche.

 

SOSIA. - ¿ Pero todaví a no has caí do del carro Bromia?

 

BROMIA. - Mi intuició n me dice que no cambie de opinió n.

 

SOSIA. - ¡ Qué desesperació n! ¡ Pero será s burra! ¿ Pero, por qué me he tenido que casar con semejante jumento, que lo má s inteligente que sabe hacer es tirarse pedos?

 

BROMIA. - ¡ No te permito un solo insulto má s, sarnoso! ¡ Tengo el marido má s inepto y flojo que hay desde aquí hasta el Olimpo!

 

SOSIA. - ¡ O sea que tú no me permites un solo insulto y me llamas sarnoso, caradura?

 

BROMIA. - Tambié n te he llamado inepto y flojo por que te lo mereces...

 

SOSIA. - Llá mame inepto cuantas veces quieras, que eso no sé lo que es... y yo te llamaré... fea, así de claro, fea, peor,  ¡ pedazo de bodrio!

 

ANFITRIÓ N. - Oye, ¿ podé is parar ya, para que sigamos nosotros? Que este es el conflicto principal, que aquí está el protagonismo coñ o, y ademá s aquí va a haber sangre a borbotones.

JÚ PITER. - ¿ Pero tú soportas ver la sangre sin marearte, impostor?

 

ANFITRIÓ N. - La sangre ajena, desde luego que sí, la propia no.

 

JÚ PITER. - Pues prepá rate. ¡ Efectos especiales! ¡ Un buen trueno que me acompañ e!

SE ABALANZA SOBRE ANFITRIÓ N AL TIEMPO QUE SUENA UN FUERTE TRUENO.

ANFITRIÓ N. - Demasiadas emociones, si ademá s se suma el mal tiempo. SE DESMAYA.

EN ESE MISMO MOMENTO APARECE ALMENA EN LA PUERTA.

 

ALMENA. - ¿ Por qué tantas voces a la puerta de mi casa? Incluso desde la ducha las oí a.

 

JÚ PITER. - Yo...., yo estoy muy confuso y,... y, Sosia te lo explicará. ¡ Sosia!

 

SOSIA. - La cosa es señ ora que aquí mismo anoche habí a dos Sosias y ahora hay dos Anfitriones. Pero quié n sabe, puede que aparezcan tres o cuatro má s.

 

ALMENA. - ¿ Sosia, está s en tus cabales?

 

BROMIA. - Señ ora, el que esté en sus cabales no está claro, pero que hay dos Anfitriones, eso es verdad.

 

JÚ PITER. - Pero el otro es falso....

 

ALMENA. - ¿ Pero qué dices?

 

JÚ PITER. - Que pretende hacerse pasar por mí, o sea por tu marido...

 

ALMENA. - ¿ Pero está is todos drogados, o qué?

 

JÚ PITER. - Aunque en realidad debe ser un sinvergü enza de hechicero de mucho cuidado...

 

ALMENA. - Muy bien. ¿ Dó nde está ese ser tan repugnante?

 

ANFITRIÓ N. - (despertá ndose) Almena,... Almena,...

 

JÚ PITER Y SOSIA. - (señ alá ndolo) ¡ Ahí!

 

ALMENA. - ¡ Dioses! ¿ Qué veo?

 

BROMIA. - Al auté ntico Anfitrió n, señ ora. Apuesto a que ese que está en la puerta, es el infiltrado en esta casa.

 

ANFITRIÓ N. - ¡ Ese es el traidor! ¡ Ese es el invasor! ¡ Ese es el desperfecto!

 

ALMENA. - Mi vida convertida en un laberinto. ¿ Qué hago yo, ahora?

 

JÚ PITER. - Creerme a mí, que soy tu esposo y amante, con quien compartes esta casa, que al fin y al cabo, a ese otro te lo acabas de encontrar en la calle.

 

ANFITRIÓ N. - ¡ Almena, te exijo que eches de nuestra casa a ese puerco parecido a mí, que se sostiene sobre dos patas.

 

JÚ PITER. - Almena, te amo.

 

ANFITRIÓ N. - ¡ Almena, el que te ha amado aquí y allí en la lejana guerra soy yo. É l solo busca,... destruirme.

 

JÚ PITER. - Almena, te amo.

 

ANFITRIÓ N. - El que te ama soy yo. Ese debe estar al servicio de una potencia extranjera y enemiga.

 

JÚ PITER. - Almena, te amo.

 

ANFITRIÓ N. - Esto es un contubernio. Un complot. Tebas está en peligro.

 

ALMENA. - Los dos sois iguales y yo no os puedo distinguir, y si ambos me amá is, por ese amor os pido que me digá is quié n de los dos es mi esposo. Y a aqué l que me engañ e, pediré a Jú piter que no le deje un solo dí a vivir en paz.

 

ANFITRIÓ N. - ¡ Yo soy tu marido!

 

JÚ PITER. - Tu marido soy yo. Y te amo.

 

BROMIA. - (por Jú piter) ¡ Ese miente como un bellaco de porcelana!

 

SOSIA. - ¡ El que miente es ese otro! ¡ Lo sé por que se le hinchan las narices!

 

ALMENA. - Estoy empezando a pensar, que bien puede ser que ninguno de los dos seá is mi esposo, sino que ambos seá is un par de burdos imitadores.

 

JÚ PITER. - Almena, por favor, volvamos a nuestra casa, que luego me encargaré de despachar a esa alimañ a forastera.

 

ANFITRIÓ N. - Almena, acompá ñ ame al puerto, que te prometo que volveré má s tarde, si es necesario con todo mi ejé rcito, para desalojar a este brujo extranjero de nuestra casa.

 

ALMENA. - No me iré con ninguno de los dos. Marcharé sola a casa de mis padres. Ante la duda, omisió n.

 

ANFITRIÓ N. - Pero Almena, como puedes hacerme esto en un momento así...

 

JÚ PITER. - Almena, no me dejes solo con este pesado...

 

ALMENA. - Bromia, ayú dame a hacer las maletas. No me sigá is ninguno de los dos por que  al que lo haga, le escupiré.

ALMENA Y BROMIA ENTRAN EN CASA.

 

JÚ PITER. - (tras un silencio) Esto ya empieza a ser aburrido.

 

ANFITRIÓ N. - Má s bien pesadito, dirí a yo.

 

JÚ PITER. - ¿ A ti se te ocurre algo para aligerarlo?

 

ANFITRIÓ N. - Sí, pasar a matarte inmediatamente.

 

JÚ PITER. - ¿ Aquí?

 

ANFITRIÓ N. - Y ahora.

 

JÚ PITER. - Evitemos el espectá culo de ver tu barriga agujereada como un colador a las mujeres de esta casa. Aparté monos un poco.

 

ANFITRIÓ N. - De acuerdo. Vamos que ya no vas a volver aquí jamá s.

 

JÚ PITER. - Sosia, qué date aquí. Guarda la puerta. Luego me informará s.

 

ANFITRIÓ N. - Sosia, ven con nosotros, que...

 

SOSIA. - Venga ya chalado, lá rgate, que te va a poner elegante mi general...

 

ANFITRIÓ N. - Mereces que te mate a ti antes que a é l.

 

JÚ PITER. - Vamos, que no dispongo de tiempo para perder.

 

ANFITRIÓ N. - Pero si rebanarle el pescuezo a este no me lleva un segundo...

 

JÚ PITER. - ¡ Vamos, te digo! ¡ No busques excusas para no enfrentarte a mí! ¡ Te voy a descallejar!

 

ANFITRIÓ N. - ¿ Qué?

 

JÚ PITER. - ¡ Que te voy a descallejar, desgraciado!

 

ANFITRIÓ N. - ¡ No sé qué es eso, pero me extrañ a!

 

JÚ PITER Y ANFITRIÓ N SALEN.

 

JÚ PITER. - (Al pú blico) Voy a perder a este pendejo por las callejuelas de la ciudad. En un santiamé n y de un soplido lo enviaré a un barrio marginal. Con el boom inmobiliario, desde que é l marchó a la guerra la ciudad ha crecido tanto, que hay zonas que no conoce ni de oí das. Así gano tiempo, para ver có mo me desembrollo. Lo cierto es que con los humanos te lo pasas divinamente.

 

SOSIA. - (en la puerta de la casa copiando las posturas de Mercurio) Aú n no he conseguido entrar en casa, pero al menos ahora soy dueñ o de la puerta.

 

BROMIA. - (sale con una maleta, la deja en el centro y entra de nuevo en casa) ¡ Qué pena, qué haciendo tan buena noche, haya tan malos bichos en la puerta de nuestra casa!

 

SOSIA. - (copiando a Mercurio) Calla, que estoy de malas pulgas! ¡ Hace tres dí as que no parto la columna a nadie! ¡ Necesito desfogarme!

 

BROMIA. - ¡ No está s de malas pulgas! ¡ Eres una mala pulga! ¡ Una pulga que no pica!

 

SOSIA. - ¡ Mecagü enlalechequehas....! Y ahí te paras Sosia. ¡ Y regurgitas! ¡ Qué hay que saber decirlo, eh! Recapacita. Has recuperado, gracias a tu fuerza e inteligencia, la puerta de tu casa. Utiliza las mismas armas para recuperar la puerta de Bromia, que te importa má s. Creo que he recapacitado de maravilla. ¿ O no?

 

BROMIA. - (repite la misma acció n) Te he oí do y has recapacitado de maravilla, pero tienes un problema y es que no está s capacitado de maravilla. No te va a resultar tan fá cil, chiquilicuatro.

 

SOSIA. - Pues tú tienes una puerta, que salta a la vista que necesita engrasar...

 

BROMIA. - (misma acció n. ) Pero no con la tuya, que má s que grasa es tocino de guarro.

 

SOSIA. - ¡ Sosia, tú callado aunque se te caiga la dentadura a pedazos de tanto apretar los dientes!

 

BROMIA. - (misma acció n) Lo ú nico malo que veo a que pierdas los dientes es que no podrá s morderte tu propia lengua de ví bora. Pero conseguirá s envenenar con esos ojos. ¡ Uy, qué miedo!

 

SOSIA. - Podrí a hablar y hasta arañ ar a gritos, pero callaré.

 

BROMIA. - (misma acció n, pero se detiene al dejar la maleta. Luego tras un silencio) ¡ Qué agradable silencio! ¡ Y qué desagradable visió n! ¡ Tienes cara de espantacoñ os!

 

SOSIA. - Sosia, tú má s callado que la puerta de una letrina. (silencio) (al interior) ¿ Qué pasa, se acabaron las maletas?

 

BROMIA. - (apareciendo con una muy pesada que arrastra) No se han acabado, sino que han aumentado de peso. Y menos mal que de momento solo se lleva la ropa de verano.

 

SOSIA. - (quitá ndole la maleta) ¡ Dá mela, ya la llevo yo! (tras un gran esfuerzo la deposita con las demá s maletas y se sienta en ellas) ¿ Está s muy cansada? ¿ Y enfadada?

Te brillan los ojos y tu cara va parecié ndose cada vez má s a la de un ratoncito travieso. Eso significa que te vas a reí r.

 

BROMIA. - No.

 

SOSIA. - ¿ No?

 

BROMIA. - No. Te voy a besar. (lo hace) (se besan larga y dulcemente)  

 

MERCURIO. - (saliendo de casa) He aprovechado la estancia en la letrina, para leer todos los perió dicos que salen en Tebas y creo que me he entretenido un poco. ¡ Mira qué parejita de tó rtolos!

 

BROMIA. - (tras ver a Mercurio y apartá ndose de Sosia) Aunque lo veo, de momento, no lo creo. ¿ Hay dos Sosias aquí?

 

SOSIA. - Sí

 

MERCURIO. - No.  

 

SOSIA. - Bueno, yo creo que sí.

 

MERCURIO. - Y yo estoy seguro que no.

 

BROMIA. - Si tú no eres Sosia,... entonces, ¿ quien eres?

 

MERCURIO. - Yo soy Sosia.

 

BROMIA. - ¿ Y este,... quié n es?

 

MERCURIO. - No le conozco de nada. É l sabrá.

 

SOSIA. - Yo soy Sosia, creo. Pero é l me llama señ or quié n sabe.

 

BROMIA. - Sin advertí rnoslo, por que el señ or querí a darnos una sorpresa ha ordenado que toda la ciudad celebre la victoria sobre los teleboas con una fiesta de disfraces. Pero os lo advierto, sea esta la razó n o cualquier otra, de que haya cien Sosias idé nticos en la ciudad, para mí solo ha de haber uno y es el que yo elegí. Los otros noventa y nueve será n todos igualitos a Sosia a má s no poder, salvo en una cosa. A Bromia no la tendrá n.

 

MERCURIO. - Salvo que te hayas divorciado en mi ausencia, yo soy tu marido.

 

SOSIA. - Bromia, mi memoria no me miente, yo soy el que me casé contigo.

 

BROMIA. - Aquí me veo rodeada de maridos. Pero yo no me pienso enfadar como Almena sino divertir. ¡ Pero si esto es una fiesta! Seguid, por favor, seguid, que yo en su momento sabré elegir sin dudar a mi Sosia.



  

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