Хелпикс

Главная

Контакты

Случайная статья





OTRO ANFITRION 4 страница



 

MERCURIO. - (acercá ndose a ella) Bromia, querida, có mo no me vas a distinguir de esa burda copia, si yo te he querido y te quiero hasta con la punta de la nariz.

 

SOSIA. - Bromia, yo te besado hace un momento y tú eras mi mujer. La misma de antes de la guerra, y yo el mismo.

 

BROMIA. - Me gusta la escenita, mientras dure no dejaré de reí r.

 

MERCURIO. - Bromia, Bromita, Bromia, te necesito a solas y entera...

 

SOSIA. - Bromia, mujercita, volvamos al beso y demá s y este que mire si quiere...

 

BROMIA. - ¿ A qué esperá is? Podé is empezar. ¡ Vamos, no os quedé is ahí como pasmarotes! ¡ Acció n!

 

SOSIA. - A mí me parece que es mejor que no...

 

MERCURIO. - Yo, con este participando...

 

BROMIA. - Pues a mí me apetece vivir esta fiesta que sin duda es para el regocijo de la carne con mis dos maridos y con todos cuantos lleguen. Así que vamos a carnearnos ya.

Pero la mano sobre mi co... razó n solo le permitiré poner a aqué l que sé que es mi marido.

 

MERCURIO. - Pero, Bromia, mujer....

 

SOSIA. - Bromia, querida...

 

BROMIA. - ¿ Qué? Vamos adelante...

 

APARECE AGITADÍ SIMO ANFITRIÓ N

 

ANFITRIÓ N. - ¡ Sosia, te necesito! ¡ Mejor dicho, a Sosia no! ¡ Perdó n, a Sosia sí! Pero como veo que hay dos Sosias, necesito y cito al Sosia...... que ha visto a Jú piter.

 

MERCURIO. - Ese soy yo.

 

BROMIA. - Ese Sosia habrá visto a Jú piter, pero este sosia estoy segura que me ha visto a mí. LE PONE LA MANO SOBRE EL CORAZÓ N.

 

ALMENA. - (desde la puerta) Bromia, por favor, ven, que ya está preparada la ú ltima maleta.

 

BROMIA. - Voy.

 

SOSIA. - No, vamos. Este es el momento de atravesar por fin esa puerta.

BROMIA Y SOSIA DESAPARECEN RÁ PIDAMENTE HACIA EL INTERIOR DE LA CASA.

 

JÚ PITER. - Mercurio, hijo, has sembrado el desconcierto en esta casa con tu bendita idea y tu yo nos lo hemos pasado de bandera. Pero corremos el riesgo de que el caos traspase los muros de esta casa y se expanda por toda la ciudad de Tebas. Creo que eso no nos conviene.

 

MERCURIO. - ¿ Y qué hacemos para que eso no ocurra?

 

JÚ PITER. - ¿ Y yo qué sé? Tuya fue la idea.

 

MERCURIO. - ¿ Y?

 

JÚ PITER. - Hijo mí o, no me alteres má s, que tengo los nervios de punta en punta.

 

MERCURIO. - Dé jame pensar un momento.

 

JÚ PITER. - ¡ Pensar! ¡ No tenemos tiempo! ¡ Y ademá s es una bobada! Actuar es de dioses. Estoy pensando en arrasar la ciudad entera con unas lenguas de fuego que bajen del cielo. Todo arrasado, una vez que mi dulce Almenita abandone la ciudad, claro.

 

MERCURIO. - Lo de las lenguas de fuego ya lo ha hecho en Sodoma y Gomorra el dios de los judí os, al que por cierto no le debemos caer nada bien.

 

JÚ PITER. - Pues yo me siento tambié n empujado a hacer algo gordo, algo espectacular, que deje constancia de mi paso por Tebas.

 

MERCURIO. - Eso que dices me anima a hacerte una pregunta í ntima, ¿ puedo?

 

JÚ PITER. - Que estamos ya transitando por la zona é pica, Mercurio, que estamos ya acercá ndonos al final, hijo....

 

MERCURIO. - Oye, papá, ¿ no habrá s dejado embarazada a Almena?

 

JÚ PITER. - Pero, ¿ qué tonterí as dices?

 

MERCURIO. - ¿ Has tomado precauciones?

 

JÚ PITER. - ¡ Hombre, por favor!  ¡ Pues claro que he tomado precauciones, yo soy un dios moderno! A veces creo que tu cerebro despide tan mal olor como tus pies.

 

MERCURIO. - Pues es una lá stima.

 

JÚ PITER. - ¿ El olor de tus pies? Desde luego.

 

MERCURIO. - No. El que tus precauciones hayan evitado dejarla embarazada.

 

JÚ PITER. - ¡ Mercurio! ¡ que no está el horno para bollos!

 

MERCURIO. - Creo que habrí a sido interesante.

 

JÚ PITER. - ¿ Lo consideras necesario para finalizar esta historia?

 

MERCURIO. - Yo dirí a que sí

 

JÚ PITER. - No me parece mala idea.

 

MERCURIO. - Es que es una buena idea.

 

JÚ PITER. - A mí me parece muy buena idea.

 

MERCURIO. - Y a mí. Yo lo tengo clarí simo.

 

JÚ PITER. - ¿ Entonces lo hago? Por mi parte no hay problema, ¿ eh?

 

MERCURIO. -  Hazlo, sí. Es lo mejor.

 

JÚ PITER. - Me parece una idea soberbia. Vamos, “cum laude”. Estas son tareas propias de dioses. Adelante. (marcha rá pido)

 

MERCURIO. - ¡ Papá! Pero no he acabado...

 

JÚ PITER. - Luego, hijo, luego seguimos hablando. Lo primero es lo primero.... (entra en casa)

 

ANFITRIÓ N. - (borracho como una cuba) Lo siento, pero de repente me he encontrado en una callejuela perdida, en medio de un milló n de jó venes que celebraban la fiesta de una nueva deidad, la diosa litrona me han dicho. Cuando he conseguido salir de esa bacanal me habí a bebido un rí o entero de cerveza. Pero debo reconocer que he salido de esa fiesta mucho má s contento de lo que entré. ¡ Estoy contento! Pero contento, contento, eh! Ya ni recuerdo cuá l era el motivo de mi enfado. (a Mercurio) Yo te conozco. Esa cara me resulta conocida. ¿ A que sí? Tú eres... este... sí hombre... lo tengo aquí en la punta de la lengua... ya, mi amo, el general Anfitrió n.

 

MERCURIO. - Tú eres Anfitrió n.

 

ANFITRIÓ N. - ¿ Yo soy Anfitrió n?

 

MERCURIO. - Y yo Sosia, tu esclavo.

 

ANFITRIÓ N. - No, eso es falso. Yo soy Anfitrió n, tu esclavo y te ordeno cariñ osamente, que no me engañ es, pará sito.

 

MERCURIO. - No te engañ o.

 

ANFITRIÓ N. - Me engañ as, me engañ as,... ú ltimamente todo el mundo me engañ a, bueno me engañ aba. ¿ Quieres beber?

 

MERCURIO. - No, gracias. Estoy servido.

 

ANFITRIÓ N. - ¡ Maldito amo! ¿ Por qué llevas la contraria a tu esclavo en todo? ¿ Quieres que te escupa en plena jeta?

 

MERCURIO. - De ninguna manera, esclavo de mierda.

 

ANFITRIÓ N. - Eso está bien. (pausa) O mal. (pausa) No sé. ¿ Y estas maletas? Significa que te vas? ¿ Qué nos vamos? ¿ Qué la humanidad entera se va? ¿ Qué la vida solo es un viaje? Pero la vida ahora mismo es tan agradable y esta noche tan hermosa...

 

MERCURIO. - ¡ Cuá nta verdad contienen esas palabras, gusano pedorro!

 

ANFITRIÓ N. - ¡ Oye, qué bien insultas! (rí e) Eso lo has aprendido del soplagaitas de tu esclavo, que soy yo. (de repente se queda mirando la casa) Esa casa tambié n me resulta conocida. ¿ Es la mí a?

 

MERCURIO. - ¿ Qué dices zarrapastroso? Nuestra casa está en el puerto.

 

ANFITRIÓ N. - El puerto. Eso me suena. ¿ Una mujer me espera?

 

MERCURIO. - ¿ Una? Yo dirí a que quizá s sean miles...

 

ANFITRIÓ N. - ¡ Al puerto, pues! ¿ Y puedo cantar por el camino?

 

MERCURIO. - Como un asno con ronquera, pero puedes.

 

ANFITRIÓ N. - ¿ Y bailar, tambié n puedo?

 

MERCURIO. - ¿ Quieres convertir esto en un musical? ¡ Qué tiempos tan decadentes!

 

ANFITRIÓ N. -  ¿ Y puedo tirarme todos los pedos que quiera mientras bajo hacia el puerto?

 

MERCURIO. - Y al llegar, puedes atarte una piedra al cuello, si quieres, y tirarte al mar.

¡ Vamos! ¡ Vete ya!

 

ANFITRIÓ N. - De acuerdo. Voy para allá. Pero no me grites, que estoy muy sensible.

(en lugar de irse, se sienta sobre las maletas y comienza a roncar)

 

MERCURIO. - Os aseguro que si no fuera por el sentido de la responsabilidad que me caracteriza, organizaba ahora mismo un zafarrancho que poní a patas arriba el universo entero. Es que tengo muy malos nervios, muy erizados, muy puntiagudos, muy malencarados...

 

ALMENA. - (En el umbral de la puerta,  muy embarazada) ¡ Qué extrañ a sensació n me embarga! Es como si mi cuerpo se inflamase de felicidad. Me siento alegre como la vela hinchada por el viento. ¿ No habré quedado embarazada con tanto ajetreo?... Hola, Sosia, ¿ y Bromia? Quiero que devuelva estas maletas a la casa.

 

MERCURIO. - Por ahí dentro, con So... consolá ndose (hace el gesto de beber) de que no le quiero lo suficiente, pimplá ndose alguna botella. ¿ Y Anfitrió n?

 

ALMENA. - Le he dejado en el lecho transpuesto. Descansando un poco, el pobre. ¡ Pero si ya siento a la criaturita aquí dentro! Y me siento tan rara, tengo un antojo tras otro, desde hace un rato. ¿ Sabes qué se me antoja ahora mismo?... ¿ Quié n ronca?

 

MERCURIO. - ¿ Roncar? ¿ Has escuchado roncar a alguien? Lá stima que algunos seres no tengamos ni la salida del suicidio en estos casos. (desaparece)

 

ALMENA. - Sí, por aquí... (avanza hacia las maletas) Pero si es mi marido... ¿ Có mo es posible, si...? (señ ala hacia el interior de la casa) ¡ todaví a está aquí el otro! Anfitrió n me ha jurado por Jú piter, de rodillas, y derramando una catarata de lá grimas, que todo ha sido una vulgar farsa montada con malos actores horriblemente maquillados, que su arrepentimiento era tal que estaba dispuesto a ahorcarse allí mismo delante de mis narices si no le perdonaba, que como tal teatro callejero que era, pensaba que a mí me harí a mucha gracia, pero que los actores eran tan horrorosos que estaba pensando en tirarlos por el acantilado, por el sufrimiento que me han causado. Era tal su arrepentimiento, que le caí an unas lá grimas, tan en su punto de saladas que no he podido frenar el dulce impulso de secarlas con mis propios labios. Contemplando ahora, ahí tirado a este actorucho barato, no comprendo có mo he podido confundirlo con mi marido, este es una piltrafilla, un pobre rufiá n desvencijado...

 

ANFITRIÓ N. - (despertá ndose) ¡ Almena!... ¡ Almena!

 

ALMENA. - Y ademá s borracho... ¡ Uff! ¡ Có mo apesta!

 

ANFITRIÓ N. - ¡ Almena! Ya lo recuerdo todo. Mi añ orada casa,... mi dulce esposa,... la guerra con los teleboas,... el regreso a puerto,... el reencuentro con mi patria,...

 

ALMENA. - Este empieza de nuevo, tiene el disco rallado. Yo, por si acaso, desharé mis pasos. (entra en casa)

 

ANFITRIÓ N. -  Los preparativos del desfile de la victoria,.... y de repente una sorpresa, ¿ Pero cuá l? Y luego otra,... y otra,... y otra má s,... ¿ Pero cuá les? Almena ha desaparecido. Estoy solo, la noche me rodea... Tengo miedo y ganas de llorar... Pero soy un general... ¿ O no soy un general? ¿ Por qué dudo tanto? Yo antes no dudaba... ¿ O sí?

 

BROMIA. - (saliendo de la casa junto a Sosia) Tú coge la má s pesada, yo arrearé con é stas.

 

ANFITRIÓ N. - (a Sosia) ¿ Bromia? (a Bromia) ¡ Sosia!

 

SOSIA. - No, señ or. Yo Sosia. Ella Bromia.

 

BROMIA. - Sosia, menos chá chara con tus compadres borrachitos y a la faena. (SE LLEVA OTRA MALETA AL INTERIOR)

 

ANFITRIÓ N. -  (de repente lo descubre) ¡ Quiero entrar en mi casaaaaa!

 

SOSIA. - ¿ Entonces qué hace aquí? Vá yase a su casa a dormir la mona.

 

BROMIA. - ¡ No moleste, que se lleva un maletazo en toda la cocorota! ¡ que este señ or y yo tenemos otras cosas que hacer!

 

SOSIA. - Bueno, que continuar....

 

BROMIA. - (llevá ndose otra maleta) ¡ Ahhh! ¿ Pero ya has empezado conmigo?... Pues yo ni me he enterado...

 

SOSIA. - ¡ Bromia, que aquí el extrañ o engendro este, no tiene por que enterarse de nuestros ú ltimos encuentros!...

 

ANFITRIÓ N. - ¿ Quié nes sois vosotros para negarme la entrada en mi propia casa?

 

BROMIA. - Los criados. ¿ Qué pasa? Con los criados ha topado, farsante.

 

ANFITRIÓ N. - ¿ Ah, sí? Pues os declaro la guerra. ¡ Os destoparé como a conejos!  

 

BROMIA. - ¡ Há ganos usted la guerra que le parezca conveniente, incluso a caballo si quiere! Pero mi señ ora lo ha dicho muy claro...

 

SOSIA. - ¡ Encargaros de que ese borracho no cruce el umbral de nuestra casa!

 

BROMIA. - O sea, que nosotros cerramos la puerta y usted se queda ahí fuera haciendo la guerra y nosotros aquí dentro haremos... lo que podamos. (señ alando a Sosia) ¡ Con este material!.....

 

SOSIA. - Rí ndase ya, señ or. Y desaparezca. (cierra la puerta)

 

ANFITRIÓ N. - ¿ Es que no paran de hacer el amor nunca en esta casa? ¡ Qué energú menos! Y yo, de guerra en guerra. Ahora la que voy a montar a estos va dejar chiquita la guerra con los teleboas. Voy a organizar una coalició n del bien contra esta casa habitada sin duda por el mal, que va a reunir a má s de cien naciones, seguro. O sea que se van a presentar ante esta puerta noventa y dos o noventa y tres ejé rcitos armados hasta las muelas, fijo. Y yo acudiré al frente de todos ellos para recuperar mi casa de una santí sima vez. ¡ Qué mareo! ¡ Madre mí a, qué mareo!

 

SALE DE LA CASA MERCURIO TIRANDO DE JÚ PITER. AMBOS MUY ALTERADOS

 

MERCURIO. - ¡ Pero papá, có mo te puedes quedar dormido en estos momentos!

 

JÚ PITER. - ¡ Hijo mí o! ¡ La sobredosis de placer es agotadora!

 

MERCURIO. - ¿ Está s seguro de que tendré un hermanastro?

 

JÚ PITER. - ¡ Segurí simo!

 

MERCURIO LE MIRA MUY SERIO. JÚ PITER ENMUDECE. SILENCIO.

 

JÚ PITER. - ¿ Y ahora qué hacemos? ¿ Nos volvemos al Olimpo? ¿ Para qué he embarazado a Almena? ¿ No serí a conveniente que la embarazase má s veces? Yo creo que Almenita está pidiendo a gritos una familia numerosa...

 

ANFITRIÓ N. - (Que ha oí do esto ú ltimo) Perdó n, no quiero ponerme violento, por que parece que no sirve para nada de momento, pero pretendo asegurarme antes de lanzar un alcohó lico alarido de dolor que se va a escuchar en todo Tebas, ¿ tú has embarazado a mi mujer?

 

JÚ PITER. - Bien,... estoooo...

 

MERCURIO. - ¡ Papá!

 

JÚ PITER. - No hay comentarios.

 

MERCURIO. - Oye, no estorbes má s, que estamos acabando la faena...

 

ANFITRIÓ N. - ¡ Sosia! Insisto con toda educació n, ¿ sí o no?

 

MERCURIO. - Mira, borrachito, estoy de esta historia ya hasta los mismí simos... o sea que no me saques má s de mis casillas de lo que ya estoy, por que soy capaz de cometer una carnicerí a contigo que pasará a los anales de la historia.

 

ANFITRIÓ N. - Pero Sosia, ¿ desde cuando hablas así?

 

MERCURIO. - ¡ Que yo no soy Sosia, leches!

 

ANFITRIÓ N. - Perdó n, pero se acabó la educació n. Necesito gritar.

 

MERCURIO. - No vas a gritar.

 

ANFITRIÓ N. - ¿ No?

 

MERCURIO. - No.

 

ANFITRIÓ N. - Lo veremos. ¡ Ahí va.....!

 

MERCURIO. - ¡ Papá, paralí zale!

 

JÚ PITER. - ¡ Hazlo tú!

 

MERCURIO. - ¡ Mecagü ental, yo no, tú!

 

JÚ PITER. - ¡ Un respeto a tu padre!

 

MERCURIO. - ¡ Ya me tienes harto! ¡ Haz lo que se te ponga en las narices!

 

ANFITRIÓ N. - Yo voy a gritar, ¿ eh?...

 

MERCURIO. - Por mí...

 

JÚ PITER. - ¡ Como si te la machacas!....

 

ANFTRIÓ N COMIENZA A GRITAR. EN ESE MOMENTO MERCURIO Y JÚ PITER A LA VEZ...

 

JÚ PITER Y MERCURIO. - ¡ Quietooooo!

 

 ANFITRIÓ N QUEDA PARALIZADO.

 

JÚ PITER. - ¿ Y ahora?

 

MERCURIO. - Me alegro que me hagas por fin esa pregunta. ¡ Hay que acelerar el embarazo!

 

JÚ PITER. - ¡ Voy para allá! ¡ Cuida de este!

 

MERCURIO. - Pero, papá....

 

JÚ PITER. - No te quejes, que mira como ando yo, que no paro.

 

MERCURIO. - Pues dé jame a mí, que de esto me puedo encargar yo. ¡ Cuida de ese!

 

MERCURIO ENTRA EN CASA.

 

JÚ PITER. - Muy bien caballero, veo que sobrelleva su pró xima paternidad con grandes dosis de serenidad. HACE UNA SEÑ A Y ANFITRIÓ N COMIEZA A MOVERSE Y A GRITAR. ¡ Quietooo! LO VUELVE A PARAR. Aunque, sin duda lleva usted la procesió n por dentro.

 

SALEN BROMIA Y SOSIA APRESURADAMENTE DE LA CASA.

 

BROMIA. - ¡ Sosia, no necesito que me acompañ es!

 

SOSIA. - Pero yo prefiero acompañ arte, que han pasado muchas cosas...

 

BROMIA. - Y no quieres quedarte solo, por que te mueres de miedo...

 

SOSIA. - ¡ Y de hambre! Aú n no he comido nada desde que llegué al puerto.

 

BROMIA. - Puede ser que desde que llegaste, no hayas hecho mé ritos ni para comerte un triste mendrugo de pan seco...

 

JÚ PITER. - ¿ Adó nde vais, Bromia?

 

BROMIA. - La señ ora Almena nos enví a a casa de sus padres, para que les invitemos a comer, que la señ ora dice que tiene una gran noticia que darles. Supongo que ya sabe usted cual... ¿ qué hace ahora el borrachuzo?

 

JÚ PITER. - Actú a.

 

SOSIA. - Pues actú a,... pero poco, vamos,... casi nada....

 

JÚ PITER. - Es que estos, se colocan en las esquinas y aceras disfrazados de gente ilustre y permanecen completamente está ticos y en silencio. Solo cuando depositas alguna moneda a sus pies, se dignan hacer algú n ligero movimiento y pronuncian algú n sonido.

 

BROMIA. - Dejaré esta moneda. ¿ No será una burla, verdad señ or?

 

JÚ PITER. - Los dioses saben que no me burlo.

 

SOSIA. - Bromia, yo le prefiero así, paralizado y mudo. ¿ Y si volvieses a dar vida al pesado de antes?

 

JÚ PITER. - No hay peligro alguno, Sosia.

 

BROMIA DEJA LA MONEDA A LOS PIES DE ANFITRIÓ N. JÚ PITER HACE UNA SEÑ A Y ANFITRIÓ N SE MUEVE Y LANZA UN GRITO POR UNOS BREVES SEGUNDOS PUES JÚ PITER LO PARA DE NUEVO.

 

BROMIA. - (APLAUDIENDO) ¡ Muy bonito! ¡ No habí a visto nunca una cosa así!

 

SOSIA. - Bromia, vá monos de aquí, que tenemos faena.

 

ALMENA. - (apareciendo muy embarazada en la puerta) ¡ Bromia! ¡ Por favor di a mis padres que vengan rá pido, que el embarazo va que vuela. ¡ Esto se hincha que da gusto! ¡ Dioses, esto es un embarazo expres! (ENTRA)

 

BROMIA. - Sosia, es mejor que vayas tú a casa de sus padres. Yo me quedaré con ella.

 

SOSIA. - ¿ Otra vez solo por las calles? Bromia, vayamos juntitos, que por las calles a estas horas, si vas solo,  puedes pillar cualquier enfermedad contagiosa o fiebre o dolor de muelas...

 

BROMIA. - Sosia, no seas cagueta y vete, que yo me quedo aquí, por si acaso

 

SOSIA. - Te ha enviado a tí,... y yo te acompañ o para protegerte...

 

BROMIA. - Señ or, ¿ tengo o no tengo razó n? Dí gale a este cazurro que marche solo.

 

JÚ PITER QUE SE ENCUENTRA MIRANDO A ANFITRIÓ N HACE UNA SEÑ AL Y ESTE VUELVE A MOVERSE Y GRITAR POR UNOS SEGUNDOS.

 

SOSIA. - ¡ Qué susto! Aquí hay gato encerrado! Es que lo huelo. Aquí va a ocurrir algo muy gordo. Y me va a pillar con la tripa vací a. ¡ Y arré glatelas como puedas!

 

JÚ PITER. - ¡ Excelente teatro experimental!

 

ALMENA. - (desde la puerta) ¡ Bromiaaaaa! Olví date de mis padres! ¡ Trae al mé dico, que estoy de partooooo!

 

BROMIA. - ¡ Sí, señ ora! ¡ Ya mismo!

 

ALMENA. - ¡ Dioses, ayudadme!

 

BROMIA. - ¿ Y dó nde vive el mé dico? ¡ Pero si yo he estado solo una vez en su casa!

 

SOSIA. - ¡ Vamos, Bromia! ¡ Tú corres y yo pregunto! (salen disparados)

 

MERCURIO. - (sale tambié n disparado de la casa) ¡ Pá rales! ¡ Detenles! ¡ El mé dico no llegará a tiempo! ¡ Deben ayudar ellos a Almena en el parto!

 

JÚ PITER. - ¡ Sosiaaaa! ¡ Bromiaaaaaa! ¡ volveeeeed!

 

MERCURIO. - Yo desaparezco para no contribuir a aumentar el disparate que estos mortales está n viviendo.

 

BROMIA. - ¿ Qué ocurre, señ or?

 

ALMENA. - (APARECIENDO EN LA PUERTA) ¡ Que alguien me ayude! ¡ Que estoy de parto y soy primeriza!

 

ANFITRIÓ N CONSIGUE MOVERSE Y PEGAR UN ALARIDO. JÚ PITER CONSIGUE PARALIZARLO DE NUEVO CON OTRO ALARIDO.

 

BROMIA. - ¡ Pero no es posible, señ ora!

 

ALMENA. - ¿ Qué no es posible? ¡ Me lo vas a decir a mí!

 

SOSIA. - Primero fueron dos Sosias. Aquí todaví a puedo ver dos Anfitriones y ahora debo asistir al parto de un embarazo que ha durado tan solo un dí a. Hasta la guerra me parecí a má s tranquila que la vida en esta casa.

 

BROMIA. - (apareciendo en la puerta) ¡ Sosiaaaa! ¡ Echame una mano, que yo sola no puedo con todo!

 

SOSIA. - Está claro, el amor es otra forma de esclavitud. ¡ Está bien! ¡ Ahí voy y que sea lo que el bebé quiera!  ¿ Y tú, señ or, que eres el padre, no vienes?

 

ANFITRIÓ N CONSIGUE MOVERSE DE NUEVO LANZANDO OTRO ALARIDO. JÚ PITER CONSIGUE VOLVER A PARALIZARLO.

 

JÚ PITER. - Ahí dentro, desgraciadamente ya solo puedo ser un estorbo.

 

BROMIA. - (apareciendo) ¡ Sosiaaa! ¡ Que nace! ¡ que ya está naciendo!

 

SOSIA. - ¡ Voy! ¡ Pero si yo al ú nico parto que he asistido es al mí o y lo hice con los ojos cerrados! (entra en casa)

 

ESTALLA UN LLANTO DE NIÑ O QUE ACABA EN RISA.

 

ANFITRIÓ N VUELVE A CONSEGUIR MOVERSE CON EL CONSIGUIENTE ALARIDO.

JÚ PITER GESTICULA AMPULOSAMENTE Y CONVOCA UN BUEN NÚ MERO DE TRUENOS Y RELAMPAGOS.

 

MERCURIO. - (apareciendo en medio del estré pito) Papá,....

 

JÚ PITER. - Sí hijo, volvamos a casa. Aunque, despué s de toda esta aventura, el Olimpo me parece un asilo para vejetes impedidos... (marchá ndose)

 

MERCURIO. - Jú piter, todaví a no has acabado.

 

JÚ PITER. - (alegre) ¿ Ah, no?

 

MERCURIO. - No

 

JÚ PITER. - ¿ Qué falta?

 

MERCURIO. - Dejar cerrado el asunto con este. A UN GESTO DE MERCURIO NUEVO MOVIMIENTO Y ALARIDO DE ANFITRIÓ N.

 

JÚ PITER. - Bueno, si no hay otro remedio...

 

MERCURIO. - Jú piter, má s energí a, má s á nimo, má s.... má s... má s... dios.

 

JÚ PITER. - MONTA OTRO ESTRÉ PITO DE TRUENOS Y RELÁ MPAGOS. ¿ Así?

 

MERCURIO. - Por ahí vas bien.

 

JÚ PITER. - Tranquilí zate Anfitrió n. Estoy aquí para ayudar a ti y a los tuyos. Te revelaré lo que ha sucedido y lo que va a suceder que por algo soy...

 

MERCURIO. - ¡ Truenos y relá mpagos! SUENAN

 

JÚ PITER. - ¡ Jú piter! MOVIMIENTO Y ALARIDO DE ANFITRIÓ N. Y é l es...

 

MERCURIO. - ¡ Truenos y relá mpagos! SUENAN

 

JÚ PITER. - ¡ Mercurio! ¿ Crees que ahora ya te puedo liberar de tu inmovilidad? Dejaré que muevas la cabeza. Conté stame con ella. ANFITRIÓ N ASIENTE DANDO GRANDES CABEZADAS. De acuerdo, eres libre. Yo he usufructuado el cuerpo de Almena, he yacido con ella y como consecuencia ha quedado embarazada.

 

MERCURIO. - Tú tambié n la dejaste embarazada, antes de ir a la guerra.

 

JÚ PITER. - ¿ Ah, sí?

 

MERCURIO. - Acaba de parir dos hijos preciosos. Uno de cuatro kilos doscientos y el otro de ocho kilos y medio, má s o menos.

 

JÚ PITER. - Claro al ser gemelos, han nacido con pesos muy similares. El que ha sido engendrado por mí te dará una gloria inmortal. Vuelve con Almena. No ha hecho nada de lo que puedas acusarla. Lo que ha hecho, lo ha hecho engañ ada por mí y por amor a tu persona. ¿ Có mo lo ves?

 

ANFITRIÓ N. - Yo soy un siervo de los dioses.

 

MERCURIO. - Sabí a que lo comprenderí as.

 

ANFITRIÓ N. - Si hubiera sido con otro hombre organizo una tremolina, pero en este caso...

 

JÚ PITER. - Te aseguro que si no me disfrazo de tu persona no hubiera conseguido nada.

 

MERCURIO. - Pero nada de nada, ¿ eh? Pero a mí se me ocurrió esta treta y...

 

JÚ PITER. - Por otra parte, aburrir, no nos hemos aburrido, ¿ no?

 

ANFITRIÓ N. - No. La cosa ha estado movidita.

 

MERCURIO. - Hombre, la comedia exige energí a a raudales. RÍ EN.

 

JÚ PITER. - ¡ Teatro! ¡ Conflicto! ¡ Situaciones lí mites! ¡ Exploració n de las fronteras del ser humano! Bueno, hablando de fronteras, debemos volver al cielo.



  

© helpiks.su При использовании или копировании материалов прямая ссылка на сайт обязательна.