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Cuarta parte 11 страница



—Tambiйn hay una fбbrica en ruinas en las afueras de Norrtбlje.

—їPor quй cono se habнa hecho con toda esa mierda?

—No tengo ni idea. Haciendo un cбlculo aproximado, la herencia, una vez que se venda todo, se paguen los impuestos correspondientes, etcйtera, etcйtera, podrнa reportar unos cuatro millones y pico limpios, pero...

—їQuй?

—La herencia debe dividirse a partes iguales entre tъ y tu hermana. El problema es que nadie parece saber dуnde se encuentra tu hermana.

Lisbeth observу a Annika Giannini con un inexpresivo silencio.

—Bueno...

—Bueno їquй?

—їDуnde estб tu hermana?

—Ni idea. Hace diez aсos que no la veo.

—Tiene protegidos sus datos personales, pero he conseguido averiguar que estб registrada como no residente en el paнs.

—їAh, sн? —dijo Lisbeth con un comedido interйs. Annika suspirу resignada.

—Asн que lo que yo propongo es que liquidemos todos los bienes y depositemos la mitad del dinero en un fondo bancario hasta que se pueda localizar a tu hermana. Si me das tu consentimiento, puedo empezar con los trбmites.

Lisbeth se encogiу de hombros.

—No quiero tener nada que ver con su dinero.

—Lo entiendo. Pero el reparto de bienes tiene que realizarse. Es parte de tu responsabilidad como mayor de edad.

—Pues vende toda esa mierda. Mete la mitad en el banco y dona el resto a lo que te dй la gana.

Annika Giannini arqueу una ceja. Sabнa que, de hecho, Lisbeth Salander tenнa dinero, pero no imaginaba que su dienta fuera tan rica como para permitirse rechazar una herencia que ascendнa a casi un millуn de coronas o tal vez algo mбs. Ignoraba asimismo de dуnde procedнa el dinero de Lisbeth y de cuбnto se trataba. Sin embargo, lo que le interesaba ahora era resolver el procedimiento burocrбtico.

—Por favor, Lisbeth... їPuedes leer el documento del reparto de bienes y darme tu visto bueno para que arregle esto de una vez por todas?

Lisbeth refunfuсу un momento, pero al final se rindiу y metiу la carpeta en su bolsa. Prometiу leerlo y darle instrucciones a Annika para que actuara en consecuencia. Luego se consagrу a su cerveza. Annika Giannini la acompaсу durante una hora tomando bбsicamente agua mineral.

No fue hasta que Annika Giannini la llamу y le recordу el asunto, pasados unos cuantos dнas, cuando Lisbeth Salander sacу y alisу los arrugados documentos. Se sentу a la mesa de la cocina de su casa de Mosebacke y leyу la documentaciуn.

El inventario comprendнa numerosas pбginas y contenнa datos sobre todo tipo de cosas: la vajilla que habнa en los armarios de la cocina de Gosseberga, la ropa y lo que valнan las cбmaras y otras pertenencias. Alexander Zalachenko no habнa dejado gran cosa de valor y, por otra parte, desde el punto de vista sentimental, ninguno de los objetos significaba lo mбs mнnimo para Lisbeth Salander. Se lo pensу un instante y luego decidiу continuar con la misma idea que habнa tenido cuando vio a Annika en el bar: vender toda aquella mierda y quemar el diсero. O algo por el estilo. Estaba absolutamente convencida de que no querнa ni un cйntimo de su padre, pero tambiйn sospechaba que los verdaderos bienes de Zalachenko se hallaban escondidos en algъn sitio en el que ningъn albacea habнa buscado.

Luego abriу la carpeta que contenнa las escrituras de propiedad de la fбbrica de Norrtбlje.

Se trataba de una construcciуn para uso industrial —en las cercanнas de Skederid, entre Norrtбlje y Rimbo— compuesta por tres edificios que sumaban un total de veinte mil metros cuadrados.

El albacea habнa hecho una apresurada visita al lugar y dejу constancia de que se trataba de una antigua fбbrica de ladrillos que llevaba muchos aсos abandonada —prбcticamente desde que se cerrara, allб por los sesenta— y que habнa sido usada para almacenar maderas en los setenta. Constatу que los locales se encontraban en un «estado sumamente malo» y que no eran susceptibles de poder ser reformados para que se iniciara allн algъn tipo de actividad. El mal estado se referнa, entre otras cosas, a que «el edificio norte» habнa sido devastado por un incendio y se habнa derrumbado. Sin embargo, se habнan hecho algunas reparaciones en «el edificio principal».

Lo que hizo sobresaltar a Lisbeth Salander fue la historia. Alexander Zalachenko adquiriу el local por cuatro cuartos el 12 de marzo de 1984, pero la persona que firmу los documentos de la compra fue Agneta Sofнa Salander.

Aquello, por lo tanto, habнa pertenecido a su madre. Pero en 1987 dejу de ser su propietaria: Zalachenko se lo comprу por dos mil coronas. Despuйs la fбbrica parecнa haber permanecido inactiva durante mбs de quince aсos. Los documentos del reparto de bienes daban fe de que el 17 de septiembre de 2003 la empresa KAB contratу a la constructora NorrBygg AB para que realizara una serie de reformas que, entre otras cosas, consistнan en reparar el techo y el suelo, asн como en efectuar algunas mejoras en el suministro de agua y luz. La obra durу unos dos meses, hasta el ъltimo dнa de noviembre de 2004. NorrBygg enviу una factura que ya habнa sido pagada.

De todos los bienes de la herencia de su padre eso era lo ъnico que la desconcertaba. Lisbeth Salander frunciу el ceсo: la propiedad de esas naves industriales resultaba comprensible si su padre hubiese querido dar a entender que su legнtima empresa, KAB, se dedicaba a algъn tipo de actividad y poseнa ciertos bienes. Tambiйn resultaba comprensible que hubiera utilizado a la madre de Lisbeth como testaferro o fachada y que luego se hubiera quedado йl sуlito con el contrato.

Pero їpor quй diablos pagу casi cuatrocientas cuarenta mil coronas en el aсo 2003 para renovar una fбbrica en ruinas que, segъn el albacea, en el aсo 2005 aъn no se usaba para ninguna actividad?

Lisbeth Salander estaba desconcertada, pero no demasiado interesada. Cerrу la carpeta y llamу a Annika Giannini.

—He leнdo el inventario. Sigo pensando lo mismo. Vende toda esa mierda y haz lo que quieras con el dinero. No quiero nada suyo.

—De acuerdo. Entonces me asegurarй de que la mitad de la suma se meta en el banco para tu hermana. Luego te darй algunas propuestas de entidades a las que podrнas donarles el dinero.

—Vale —dijo Lisbeth para, acto seguido, colgar sin mбs palabras.

Se sentу en el vano de la ventana, encendiу un cigarrillo y se puso a contemplar la bahнa de Saltsjуn.

Lisbeth pasу la semana siguiente ayudando a Dragan Armanskij en un asunto urgente. Se trataba de rastrear e identificar a un individuo que sospechaban que habнa sido contratado para raptar a un niсo a raнz de la disputa surgida sobre su custodia tras el divorcio de sus padres, una mujer sueca y un ciudadano libanes. La aportaciуn de Lisbeth Salander se limitaba a comprobar el correo electrуnico de la persona que, supuestamente, habнa hecho el encargo. Este se interrumpiу cuando las dos partes llegaron a un acuerdo legal y se reconciliaron.

El 18 de diciembre era el ъltimo domingo antes de Navidad. Lisbeth se despertу a las seis y media de la maсana y constatу que tenнa que comprarle un regalo a Holger Palmgren. Pensу un instante si deberнa comprбrselo a alguien mбs; tal vez a Annika Giannini. Se levantу sin ninguna prisa, se duchу y desayunу a base de cafй y tostadas con queso y mermelada de naranja.

No habнa planeado hacer nada en particular ese dнa, asн que se pasу un rato recogiendo papeles y periуdicos de la mesa. Luego su mirada fue a parar a la carpeta que tenнa el inventario del reparto de bienes. La abriу y leyу la pбgina en la que estaba la escritura de propiedad de la nave industrial de Norrtбlje. Al final suspirу. De acuerdo. Necesito saber quй diablos estaba tramando.

Se puso ropa de abrigo y unas botas. Eran las ocho y media de la maсana cuando saliу con su Honda burdeos del garaje de Fiskargatan 9. Hacнa un frнo polar aunque habнa amanecido un dнa bonito y soleado con un cielo azul claro. Cogiу Slussen y Klarabergsleden y, poco a poco, fue subiendo hasta llegar a la E18 y poner rumbo a Norrtбlje. No tenнa prisa. Eran cerca de las diez de la maсana cuando parу en una gasolinera OK, situada a unos cuantos kilуmetros fuera de Skederid, para preguntar por dуnde se iba a la vieja fбbrica de ladrillos. En el mismo momento en que aparcу se dio cuenta de que no serнa necesario preguntarlo.

Se encontraba en una pequeсa elevaciуn de terreno desde la que se veнa perfectamente un valle al otro lado de la carretera. A la izquierda del camino de Norrtбlje advirtiу un almacйn de pintura y algo que parecнa una empresa de materiales de construcciуn, asн como un lugar para aparcar bulldozers. A la derecha, justo en el lнmite de la zona industrial, a mбs de cuatrocientos metros de la carretera principal, se elevaba un lъgubre edificio de ladrillo que tenнa una chimenea caнda. La fбbrica daba la sensaciуn de ser el ъltimo reducto de la zona industrial y quedaba algo aislada, al otro lado de un camino y de un estrecho riachuelo. Contemplу pensativa el edificio y se preguntу quй serнa lo que la habнa impulsado a dedicar ese dнa a acercarse hasta el municipio de Norrtбlje.

Volviу la cabeza y mirу de reojo la gasolinera OK, donde un camiуn que tenнa una placa de TIR acababa de parar. Se percatу entonces de que se encontraba en la ruta principal del puerto de ferris de Kappelskбr, por donde pasaba gran parte del trбfico de mercancнas que existнa entre Suecia y los paнses bбlticos.

Arrancу el coche, volviу a salir a la carretera y se desviу hasta la abandonada fбbrica de ladrillos. Aparcу en medio del solar y se bajу del coche. Hacнa frнo y se puso una gorra negra y unos guantes de cuero tambiйn negros.

El edificio principal constaba de dos plantas. La planta baja tenнa todas las ventanas tapadas con madera contrachapada. En la planta superior advirtiу una gran cantidad de ventanas rotas. La fбbrica era bastante mбs grande de lo que se habнa imaginado. Parecнa estar tremendamente deteriorada. No pudo apreciar ni rastro de reformas. No vio un alma viviente, pero advirtiу que alguien habнa tirado un condуn usado en medio del aparcamiento y que una parte de la fachada habнa sido el blanco de los ataques de varios artistas del grafiti.

їPor quй cono habнa sido Zalachenko propietario de este edificio?

Dio una vuelta alrededor de la fбbrica y en la parte de atrбs encontrу un edificio que estaba en ruinas. Constatу que todas las puertas del edificio principal se hallaban cerradas con cadenas y candados. Al final, frustrada, examinу una puerta que habнa en la fachada lateral. En todas las demбs puertas, los candados estaban fijados con sуlidos pernos de hierro y sistemas antipalanca. Pero el candado de la puerta de la fachada lateral parecнa mбs dйbil y, de hecho, sуlo estaba clavado con unos gruesos clavos. Bah, quй cono; al fin y al cabo esto es mнo. Mirу a su alrededor y, entre un montуn de escombros, hallу un delgado tubo de hierro que utilizу como palanca para romper la sujeciуn del candado.

Fue a parar al hueco de una escalera que daba a la estancia de esa planta baja. Las ventanas tapadas hacнan que todo estuviera sumido en la mбs absoluta oscuridad, a excepciуn de unos finos rayos de luz que se filtraban por los bordes de la madera contrachapada. Se quedу quieta unos minutos hasta que sus ojos se acostumbraron a la oscuridad y pudieron divisar un inmenso mar de basura, palйs abandonados, maderas y maquinaria vieja en una nave que tendrнa unos cuarenta y cinco metros de largo y quizб unos veinte de ancho y que estaba soportada por unos macizos pilares. Los viejos hornos de la fбbrica parecнan haber sido desmontados y sacados de allн. Sus bases se habнan convertido en piscinas llenas de agua; en el suelo tambiйn se apreciaban grandes charcos de agua y mucho moho. El aire estaba enrarecido y podrido en todo aquel escombrero. Lisbeth arrugу la nariz.

Dio media vuelta y subiу las escaleras. La planta superior se hallaba seca y estaba compuesta por dos grandes salas contiguas, de algo mбs de veinte por veinte metros de largo y al menos ocho de alto. Inaccesibles, cerca del techo, habнa unas ventanas. No ofrecнan ninguna vista, pero contribuнan a difundir una bonita luz en la planta. Al igual que la de abajo, йsta se encontraba llena de trastos. Pasу por delante de docenas de cajas de almacenaje de un metro de alto que habнa amontonadas, unas encima de otras. Intentу mover una. Resultу imposible. Leyу las palabras «Machine parts 0-A77». Justo debajo se leнa lo mismo, pero en ruso. Descubriу un montacargas abierto en medio de una de las paredes longitudinales de la primera sala.

Se trataba de una especie de almacйn de viejas mбquinas que no podrнan reportar grandes beneficios mientras se quedaran allн oxidбndose.

Pasу por la puerta a la sala interior y se dio cuenta de que se encontraba en el sitio donde se habнan hecho las obras de reforma. Aquello tambiйn estaba atestado de trastos, cajas de almacenaje y viejos muebles de oficina dispuestos en una especie de laberнntico orden. Habнan dejado libre una parte del suelo e instalado nuevas tablas de madera. Lisbeth se percatу de que, sin lugar a dudas, las obras habнan sido interrumpidas apresuradamente: ъtiles como una sierra elйctrica circular, otra de banco, una pistola de clavos, una palanqueta, una pica de hierro y varias cajas de herramientas permanecнan allн todavнa. Frunciу el ceсo: aunque el trabajo se hubiese interrumpido, la empresa deberнa haberse llevado sus cosas. Pero tambiйn esa pregunta tuvo su respuesta cuando, al levantar un destornillador, constatу que el texto del mango estaba escrito en ruso. Zalachenko habнa importado las herramientas y quizб tambiйn la mano de obra.

Se acercу a la sierra circular y accionу el interruptor. Se encendiу una lucecita verde. Habнa electricidad. Dejу el interruptor en su posiciуn inicial.

Al fondo del todo habнa tres puertas que daban a unos espacios mбs pequeсos, quizб las viejas oficinas. Bajу la manivela de la puerta que quedaba mбs al norte. Cerrada con llave. Mirу a su alrededor y volviу hasta donde se encontraban las herramientas para buscar una palanqueta. Le llevу un rato forzar la puerta.

La habitaciуn estaba completamente oscura y olнa a cerrado. Buscу a tientas un interruptor, lo encontrу y, al activarlo, una desnuda bombilla se encendiу en el techo. Lisbeth mirу asombrada a su alrededor.

Allн habнa tres camas con mugrientos colchones y otros tres colchones puestos directamente sobre el suelo. Tiradas a diestro y siniestro, se veнan algunas sбbanas sucias. A la derecha, un hornillo y unas cuantas cacerolas junto a un grifo oxidado. En un rincуn descubriу un cubo y un rollo de papel higiйnico.

Alguien habнa vivido allн. Varias personas.

De repente advirtiу que la puerta no tenнa ningъn tirador por dentro. Sintiу que un gйlido escalofrнo le recorrнa la espina dorsal.

Al fondo de la estancia habнa un armario grande. Se acercу, abriу la puerta y se encontrу con dos maletas puestas una encima de otra. Sacу la que estaba arriba. Contenнa ropa. Hurgу en ella y cogiу una falda cuya etiqueta estaba en ruso. Encontrу un bolso y vaciу su contenido en el suelo. Entre el maquillaje y otros objetos hallу un pasaporte que pertenecнa a una mujer morena de unos veinte aсos. Tambiйn en ruso. Pudo descifrar el nombre: Valentina.

Lisbeth Salander saliу lentamente de la habitaciуn. Experimentу una sensaciуn de dйjб vu: dos aсos y medio antes, habнa realizado una inspecciуn similar del lugar del crimen en un sуtano de Hedeby. Ropa de mujer. Una cбrcel. Se detuvo y se quedу reflexionando un buen rato. Le preocupaba que se hubieran dejado el pasaporte y la ropa. Allн habнa algo raro.

Luego volviу hasta donde estaba la caja de herramientas y hurgу en ella hasta que dio con una potente linterna. Se asegurу de que tuviera pilas, bajу a la planta baja y entrу en aquella gran sala. El agua de los charcos le calу las botas.

Cuanto mбs se adentraba, el olor a putrefacciуn se hacнa cada vez mбs repugnante. La peste parecнa ser peor en el centro de la estancia. Se quedу junto a una de las bases de los viejos hornos de ladrillo, que estaba llena de agua casi hasta arriba. Iluminу con la linterna la negra superficie acuбtica pero no pudo distinguir nada: casi toda ella se hallaba cubierta por un conjunto de algas que formaban una viscosidad verde. Mirу a su alrededor y encontrу un hierro de tres metros de largo. Lo introdujo en la piscina y removiу el agua. La profundidad sуlo era, mбs o menos, de medio metro. Chocу casi enseguida con algo. Hizo palanca unos cuantos segundos hasta que un cuerpo asomу a la superficie: primero la cara, una desfigurada mбscara que rezumaba muerte y podredumbre. Lisbeth respirу por la boca y, al contemplar el rostro a la luz de la linterna, constatу que pertenecнa a una mujer, quizб a la chica del pasaporte que encontrу allн arriba. No poseнa ningъn conocimiento sobre la velocidad de descomposiciуn del agua frнa, pero aquel cuerpo parecнa llevar bastante tiempo en la piscina.

De repente, vio que algo se movнa en la superficie: una especie de larvas.

Dejу que el cuerpo se hundiera y continuу removiendo a ciegas con el hierro. En el borde de la piscina dio con algo que parecнa ser otro cuerpo. Lo dejу estar, sacу el hierro del agua y, tras tirarlo al suelo, se quedу pensativa allн mismo.

Lisbeth Salander volviу a la planta de arriba. Usу la palanqueta y, de las tres puertas, forzу la de en medio. La habitaciуn estaba vacнa y no parecнa haber sido utilizada.

Se acercу, entonces, hasta la ъltima e hizo ademбn de querer forzarla, pero antes de que pudiera hacerlo la puerta se entreabriу. No estaba cerrada con llave. Abriу un poco mбs con la palanqueta y recorriу la estancia con la mirada.

Tenнa unos treinta metros cuadrados y ventanas a una altura normal desde las que se veнa la explanada delantera, asн como la gasolinera OK, al otro lado de la carretera. Habнa una cama, una mesa y un fregadero con algunos platos. Luego vio una bolsa abierta en el suelo. Y unos cuantos billetes. Desconcertada, avanzу dos pasos antes de darse cuenta de que habнa calefacciуn en la habitaciуn. Su mirada se fijу en un radiador situado en medio de la estancia. Vio una cafetera elйctrica; el piloto estaba encendido.

Allн vivнa alguien. No estaba sola en la vieja fбbrica de ladrillos.

Se dio media vuelta bruscamente, echу a correr a toda velocidad, cruzу la sala interior y la exterior pasando por la puerta que habнa entre ambas y se dirigiу hacia la salida. Frenу en seco a cinco pasos de la escalera cuando descubriу que la puerta de la salida habнa sido cerrada con un candado. Estaba encerrada. Se dio la vuelta lentamente y mirу a su alrededor. No consiguiу ver a nadie.

—Hola, hermanita —dijo una nнtida voz desde un lateral.

Volviу la cabeza y vio materializarse la enorme figura de Ronald Niedermann junto a unas cajas con maquinaria.

Llevaba una bayoneta en la mano.

—Esperaba poder verte de nuevo —dijo Niedermann, sonriente—. Es que la ъltima vez fue todo tan rбpido...

Lisbeth mirу a su alrededor.

—Es inъtil —dijo Niedermann—. Estamos tъ y yo solos y, aparte de esa puerta, no hay otra salida.

Lisbeth contemplу a su hermanastro.

—їQuй tal la mano? —le preguntу ella.

Niedermann seguнa sonriendo. Levantу la mano derecha y se la enseсу: no tenнa dedo meсique.

—Se infectу. Tuve que cortбrmelo.

Ronald Niedermann sufrнa de analgesia congйnita y no podнa sentir dolor. En Gosseberga, Lisbeth le habнa hecho un corte en la mano con una pala, justo unos segundos antes de que Zalachenko le disparara en la cabeza.

—Deberнa haberte dado en la cabeza —dijo Lisbeth Salander con una voz neutra—. їQuй cono haces aquн? Creн que te habнas largado al extranjero.

Йl seguнa sonriйndole.

Si Ronald Niedermann hubiese intentado contestar a la pregunta de Lisbeth Salander sobre quй hacнa en la vieja y deteriorada fбbrica de ladrillos es muy probable que no hubiera sabido quй decir. Ni siquiera йl mismo se lo explicaba.

Habнa dejado Gosseberga tras de sн con una sensaciуn de liberaciуn. Contaba con que Zalachenko estuviera muerto para asн heredar йl la empresa. Sabнa que era un excelente organizador.

Tras cambiar de coche en Alingsеs, metiу en el maletero a la aterrorizada auxiliar dental Anita Kaspersson y se dirigiу hacia Borеs. No tenнa ningъn plan; iba improvisando sobre la marcha. No habнa reflexionado sobre el destino de Anita Kaspersson. Le daba igual si vivнa o morнa, y suponнa que tendrнa que deshacerse de esa comprometedora testigo. Ya en las afueras de Borеs, se dio cuenta de pronto de que podrнa serle ъtil. Se dirigiу hacia el sur y, pasado Seglora, encontrу una apartada zona forestal. La atу en un granero que habнa allн y la abandonу. Contaba con que ella se soltara al cabo de unas cuantas horas y que, de este modo, las pesquisas de la policнa se encaminaran hacia el sur. Y si por el contrario no se pudiera desatar y morнa allн de hambre o frнo no era su problema.

En realidad, regresу a Borеs y se dirigiу al este, hacia Estocolmo. Fue directamente hasta Svavelsjц MC, pero se cuidу muy mucho de entrar en el edificio que constituнa la sede del club. Le irritaba que Magge Lundin estuviera encerrado. En su lugar, se acercу hasta la casa del Sergeant at Arms del club, Hans-Ake Waltari. Le pidiу ayuda y un escondite, algo que Waltari resolviу mandбndole a casa de Viktor Gцransson, el cajero y jefe financiero. Sin embargo, sуlo permaneciу allн unas pocas horas.

En teorнa, Ronald Niedermann no tenнa grandes problemas econуmicos. Era cierto que en Gosseberga habнa dejado casi doscientas mil coronas, pero podнa acceder a unas sumas considerablemente mayores que habнa depositado en fondos del extranjero. Su ъnico problema era que no tenнa casi nada en metбlico. Gцransson se encargaba del dinero de Svavelsjц MC y Niedermann fue consciente de que se le presentaba una oportunidad de oro. Habнa sido un juego de niсos convencer a Gцransson para que lo condujera hasta la caja fuerte del establo y embolsarse asн unas ochocientas mil coronas en efectivo.

Niedermann creнa recordar que tambiйn habнa una mujer en la casa, pero no estaba seguro de lo que habнa hecho con ella.

Gцransson tambiйn le proporcionу un vehнculo que aъn no estaba en busca y captura por la policнa. Se dirigiу hacia el norte. Se le ocurriу coger alguno de los ferris de la compaснa naviera Tallink que salнan de Kappelskбr.

Al llegar a Kappelskбr estacionу en el aparcamiento. Se quedу allн treinta minutos estudiando el entorno: estaba abarrotado de policнas.

Arrancу el motor y siguiу su camino sin ningъn plan en mente. Necesitaba un escondite donde poder mantenerse oculto durante algъn tiempo. Cuando pasу Norrtбlje se acordу de la vieja fбbrica de ladrillos. Hacнa mбs de un aсo que ni siquiera le venнa a la cabeza, desde que hicieron la reforma. Eran los hermanos Harry y Atho Ranta los que usaban aquello como almacйn de paso para la mercancнa procedente de o con destino a los paнses bбlticos; pero los hermanos Ranta llevaban varias semanas en el extranjero, desde que el periodista Dag Svensson de Millennium empezara a meter sus narices en el negocio de las putas. La fбbrica estaba vacнa.

Escondiу el Saab de Gцransson en un cobertizo situado detrбs de la fбbrica y entrу. Tuvo que forzar una puerta de la planta baja. Luego, una de las primeras cosas que hizo fue preparar una salida de emergencia dejando sueltas un par de tablas de la fachada lateral de la planta baja. Despuйs sustituyу el candado roto. Se instalу en la acogedora habitaciуn de la planta superior.

Pasу una tarde entera antes de empezar a oнr ruidos en las paredes. En un primer momento, pensу que se trataba de los fantasmas de siempre. Se quedу escuchando mбs de una hora con la mбxima atenciуn hasta que, de pronto, se levantу y se acercу hasta la sala grande para escuchar desde allн. Al principio no oyу nada, pero esperу pacientemente hasta que percibiу un chirrido.

Hallу la llave junto al fregadero.

Pocas veces Ronald Niedermann se habнa sorprendido tanto como cuando abriу la puerta y encontrу a las dos putas rusas. Las vio muy demacradas; por lo que pudo entender, llevaban varias semanas sin comer nada, desde que se les acabara el ъltimo paquete de arroz. Habнan sobrevivido a base de agua y tй.

Una de las putas estaba tan agotada que no tenнa fuerzas ni para levantarse de la cama. La otra se encontraba en mejor forma. Tan sуlo hablaba ruso, pero йl tenнa los suficientes conocimientos del idioma como para comprender que ella les dio las gracias a Dios y a йl por haberlas salvado. Se puso de rodillas y le abrazу las piernas. Niedermann, asombrado, la apartу, saliу de allн y le echу el cerrojo a la puerta.

No sabнa quй hacer con las putas. Con las conservas que encontrу en la cocina preparу una sopa y se la sirviу mientras reflexionaba. Le dio la impresiуn de que la mujer mбs extenuada recuperу algo de fuerzas. Se pasу la noche interrogбndolas. Le llevу bastante rato entender que las dos mujeres no eran putas sino unas estudiantes que habнan pagado a los hermanos Ranta para poder llegar a Suecia. Les habнan prometido permiso de residencia y de trabajo. Llegaron a Kappelskбr en febrero y las condujeron de inmediato a la fбbrica, donde las encerraron.

Niedermann se cabreу. Los malditos hermanos Ranta se habнan buscado un dinerillo extra a espaldas de Zalachenko. Luego, simplemente, se olvidaron de las mujeres —o quizб las abandonaran a su suerte— cuando se vieron obligados a dejar el paнs a toda prisa.

La cuestiуn era quй iba a hacer йl con ellas. No tenнa por quй causarles ningъn daсo. Pero no podнa soltarlas porque entonces lo mбs probable serнa que condujeran a la policнa hasta la vieja fбbrica. Asн de sencillo. Tampoco podнa mandarlas a Rusia, pues eso implicaba ir con ellas hasta Kappelskбr. Le pareciу demasiado arriesgado. La morena, cuyo nombre era Valentina, le habнa ofrecido sexo a cambio de que las ayudara. A йl no le interesaba lo mбs mнnimo el sexo con aquellas chicas, pero la oferta la convirtiу automбticamente en puta. Todas las mujeres eran unas putas. Asн de sencillo.

Al cabo de tres dнas se cansу de sus constantes sъplicas, de que no pararan de darle la matraca y de sus insistentes golpes en la pared. No vio otra salida. Sуlo querнa que lo dejaran en paz. Asн que abriу la puerta por ъltima vez y resolviу el problema. Pidiу disculpas a Valentina antes de ponerle las manos encima y, con un solo movimiento, le retorciу el cuello entre la segunda y la tercera vйrtebra. Luego se acercу a la chica rubia de la cama cuyo nombre desconocнa. Ella permaneciу quieta y no opuso resistencia. Llevу los cuerpos a la planta baja y los escondiу en una piscina llena de agua. Por fin podнa sentir una especie de paz.

No era su intenciуn quedarse en la vieja fбbrica; sуlo querнa esperar a que lo peor de la persecuciуn policial hubiera pasado. Se afeitу el pelo y se dejу un centнmetro de barba. Su aspecto cambiу. Encontrу un mono que habнa pertenecido a alguno de los obreros de NorrBygg y que era casi de su talla. Se lo puso y se calу una gorra con publicidad de Beckers Fбrg que alguien habнa olvidado allн. Se metiу un metro en un bolsillo de la pernera y subiу hasta la gasolinera OK que quedaba al otro lado de la carretera para hacer la compra; desde que cogiera el botнn de Svavelsjц MC tenнa dinero de sobra. Como ya era de noche, dio la impresiуn de ser un obrero normal y corriente que se paraba allн de camino a casa. Nadie pareciу prestarle atenciуn. Adquiriу la costumbre de ir a comprar una o dos veces por semana, de modo que a los pocos dнas ya lo conocнan y lo saludaban amablemente.

Ya desde el principio le dedicу un tiempo considerable a defenderse de los otros habitantes del edificio. Estaban en las paredes y salнan por las noches. Les oнa dar vueltas por la sala.

Se atrincherу en su habitaciуn. Al cabo de unos cuantos dнas ya no pudo mбs: se armу con una bayoneta que encontrу en un cajуn de la cocina y saliу a enfrentarse con los monstruos. Eso tenнa que acabar.

De repente se dio cuenta de que se retiraban. Por primera vez en su vida tenнa poder de decisiуn sobre la presencia de esos seres. Huнan cuando йl se acercaba. Pudo ver cуmo sus colas y sus deformados cuerpos se metнan por detrбs de las cajas y de los armarios. Gritу tras ellos. Huyeron.

Asombrado, volviу a su acogedora habitaciуn y permaneciу despierto toda la noche en espera de que volviesen. Realizaron un nuevo ataque al amanecer y se enfrentу a ellos una vez mбs. Huyeron.

Oscilaba entre el pбnico y la euforia.

A lo largo de toda su existencia, esos nocturnos seres lo habнan estado persiguiendo. Por primera vez en su vida sentнa que dominaba la situaciуn. No hacнa nada. Comнa. Dormнa. Reflexionaba. Estaba tranquilo.

Los dнas se convirtieron en semanas y llegу el verano. Por la radio y los periуdicos se enterу de que la caza de Ronald Niedermann se habнa ido abandonando poco a poco. Se interesу por la informaciуn relativa al asesinato de Alexander Zalachenko. Quйputada. Un tarado mental pone fin a la vida de Zalachenko. En julio, el juicio de Lisbeth Salander acaparу de nuevo su atenciуn. Se quedу perplejo cuando la absolvieron de todos los cargos. No le pareciу bien: ella estaba en libertad mientras que йl tenнa que esconderse.

Se comprу la revista Millennium en la gasolinera OK y leyу el nъmero temбtico dedicado a Lisbeth Salander, Alexander Zalachenko y Ronald Niedermann. Un periodista llamado Mikael Blomkvist habнa retratado a Ronald Niedermann como un asesino patolуgicamente enfermo y un psicуpata. Niedermann frunciу el ceсo.



  

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