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La reina en el palacio de las corrientes de aire 13 страница



En el mejor de los casos, Zalachenko no era mбs que un testigo y, en el peor, un criminal implicado en una cadena de asesinatos. Erlander habнa tenido ocasiуn de someterlo a dos breves interrogatorios y en ninguno de ellos creyу, ni por un segundo, en la autoproclamaciуn de inocencia de Zalachenko.

Y el asesino de Zalachenko habнa manifestado su interйs por Lisbeth Salander o, al menos, por su abogada. Habнa intentado entrar en su habitaciуn.

Y luego intentу suicidarse pegбndose un tiro en la cabeza. Segъn los mйdicos, su estado era tan malo que lo mбs probable era que lo hubiese conseguido, aunque su cuerpo aъn no se habнa dado cuenta de que ya era hora de apagarse. Habнa razones para suponer que Evert Gullberg jamбs comparecerнa ante un juez.

A Marcus Erlander no le gustaba la situaciуn. Nada de nada. Pero no tenнa pruebas de que el disparo de Gullberg fuera una cosa distinta de lo que daba la impresiуn de ser. En cualquier caso decidiу jugar sobre seguro. Mirу a Annika Giannini.

—He decidido trasladar a Lisbeth Salander a otra habitaciуn. Hay una en el pequeсo pasillo que queda a la derecha de la recepciуn que, desde el punto de vista de la seguridad, es mucho mejor que йsta. Se ve desde la recepciуn y desde la habitaciуn de las enfermeras. Tendrб prohibidas todas las visitas salvo la tuya. Nadie podrб entrar sin permiso, excepto si se trata de mйdicos o enfermeras conocidos del hospital. Y yo me asegurarй de que estй vigilada las veinticuatro horas del dнa.

—їCrees que se encuentra en peligro?

—No hay nada que asн me lo indique. Pero en este caso no quiero correr riesgos.

Lisbeth Salander escuchaba atentamente la conversaciуn que mantenнa su abogada con su adversario policial. Le impresionу que Annika Giannini contestara de manera tan exacta, tan lъcida y con tanta profusiуn de detalies. Pero mбs impresionada aъn la habнa dejado lo frнa que la abogada habнa mantenido la cabeza en esa situaciуn de estrйs que acababan de vivir.

En otro orden de cosas, padecнa un descomunal dolor de cabeza desde que Annika la sacara de un tirуn de la cama y se la llevase al cuarto de baсo. Instintivamente deseaba tener la menor relaciуn posible con el personal. No le gustaba verse obligada a pedir ayuda o mostrar signos de debilidad. Pero el dolor de cabeza resultaba tan implacable que le costaba pensar con lucidez. Alargу la mano y llamу a una enfermera.

Annika Giannini habнa planificado la visita a Gotemburgo como el prуlogo de un trabajo de larga duraciуn. Habнa previsto conocer a Lisbeth Salander, enterarse de su verdadero estado y hacer un primer borrador de la estrategia que ella y Mikael Blomkvist habнan ideado para el futuro proceso judicial. En un principio pensу en regresar a Estocolmo esa misma tarde, pero los dramбticos acontecimientos de Sahlgrenska le impidieron mantener una conversaciуn con Lisbeth Salander. El estado de su dienta era bastante peor de lo que Annika habнa pensado cuando los mйdicos lo calificaron de estable. Tambiйn tenнa un intenso dolor de cabeza y una fiebre muy alta, lo que indujo a una mйdica llamada Helena Endrin a prescribirle un fuerte analgйsico, antibiуticos y descanso. De modo que, en cuanto su dienta fue trasladada a una nueva habitaciуn y un agente de policнa se apostу delante de la puerta, echaron de allн a la abogada.

Annika murmurу algo y mirу el reloj, que marcaba las cuatro y media. Dudу. Podнa volver a Estocolmo para, con toda probabilidad, tener que regresar a la maсana siguiente. O podнa pasar la noche en Gotemburgo y arriesgarse a que su dienta se encontrara demasiado enferma y no se hallara en condiciones de aguantar otra visita al dнa siguiente. No habнa reservado ninguna habitaciуn; a pesar de todo, ella era una abogada de bajo presupuesto que representaba a mujeres sin grandes recursos econуmicos, asн que solнa evitar cargar sus honorarios con caras facturas de hotel. Primero llamу a casa y luego a Lillian Josefsson, colega y miembro de la Red de mujeres y antigua compaсera de facultad. Llevaban dos aсos sin verse y charlaron un rato antes de que Annika le comentara el verdadero motivo de su llamada.

—Estoy en Gotemburgo —dijo Annika—. Habнa pensado volver a casa esta misma noche, pero han pasado unas cuantas cosas que me obligan a quedarme un dнa mбs. їPuedo aprovecharme de ti y pedirte que me acojas esta noche?

—ЎQuй bien! Sн, por favor, aprovйchate. Hace un siglo que no nos vemos.

—їTe supone mucha molestia?

—No, claro que no. Me he mudado. Ahora vivo en una bocacalle de Linnйgatan. Tengo un cuarto de invitados. Ademбs, podrнamos salir a tomar algo por ahн y reнrnos un poco.

—Si es que me quedan fuerzas —dijo Annika—. їA quй hora te va bien?

Quedaron en que Annika se pasarнa por su casa sobre las seis.

Annika cogiу el autobъs hasta Linnйgatan y pasу la siguiente hora en un restaurante griego. Estaba hambrienta, asн que pidiу una brocheta con ensalada. Se quedу meditando un largo rato sobre los acontecimientos de la jornada. A pesar de que el nivel de adrenalina ya le habнa bajado, se encontraba algo nerviosa, pero estaba satisfecha consigo misma: en los momentos de peligro habнa actuado sin dudar, con eficacia y manteniendo la calma. Habнa tomado las mejores decisiones sin ni siquiera ser consciente de ello. Resultaba reconfortante saber eso de sн misma.

Un momento despuйs, sacу su agenda Filofax del maletнn y la abriу por la parte de las notas. Leyу concentrada. Tenнa serias dudas sobre lo que le habнa explicado su hermano; en su momento le pareciу todo muy lуgico, pero en realidad el plan presentaba no pocas fisuras. Aunque ella no pensaba echarse atrбs.

A las seis pagу y se fue caminando hasta la vivienda de Lillian Josefsson, en Olivedalsgatan. Marcу el cуdigo de la puerta de entrada que su amiga le habнa dado. Entrу en el portal y al empezar a buscar el ascensor alguien la atacу. Apareciу como un relбmpago en medio de un cielo claro. Nada le hizo presagiar lo que le iba a pasar cuando fue directa y brutalmente lanzada contra la pared de ladrillo en la que acabу estampбndose la frente. Sintiу un fulminante dolor.

A continuaciуn oyу alejarse unos apresurados pasos y, acto seguido, cуmo se abrнa y se cerraba la puerta de la entrada. Se puso de pie, se palpу la frente y se descubriу sangre en la palma de la mano. їQuйcono... ? Desconcertada, mirу a su alrededor y luego saliу a la calle. Apenas si pudo percibir la espalda de una persona que doblaba la esquina de Sveaplan. Se quedу perpleja, completamente parada en medio de la calle durante mбs de un minuto.

Despuйs se dio cuenta de que su maletнn no estaba y de que se lo acababan de robar. Su mente tardу unos cuantos segundos en caer en la cuenta de lo que aquello significaba. No. La carpeta de Zalachenko. Recibiу un shocf{ que se apoderу de su cuerpo desde el estуmago y dio unos dubitativos pasos tras el fugitivo ladrуn. Se detuvo casi al instante. No merecнa la pena; йl ya estarнa muy lejos.

Se sentу lentamente en el bordillo de la acera.

Luego se puso en pie de un salto y comenzу a hurgarse el bolsillo de la americana. La agenda. Gracias a Dios. Antes de salir del restaurante la habнa metido allн en vez de hacerlo en el maletнn. Contenнa, punto por punto, la estrategia que iba a seguir en el caso Lisbeth Salander.

Volviу corriendo al portal y marcу el cуdigo de nuevo. Entrу, subiу corriendo por las escaleras hasta el cuarto piso y aporreу la puerta de Lillian Josefsson.

Eran ya casi las seis y media cuando Annika se sintiу lo bastante repuesta del susto como para llamar a Mikael Blomkvist. Tenнa un ojo morado y un corte en la ceja que no cesaba de sangrar. Lillian Josefsson se lo habнa limpiado con alcohol y le habнa puesto una tirita. No, Annika no querнa ir a un hospital. Sн, le gustarнa mucho tomar una taza de tй. Fue entonces cuando volviу a pensar de manera racional. Lo primero que hizo fue telefonear a su hermano.

Mikael Blomkvist todavнa se hallaba en la redacciуn de Millennium, junto a Henry Cortez y Malin Eriksson, recabando informaciуn sobre el asesino de Zalachenko. Con creciente estupefacciуn, escuchу lo que le acababa de ocurrir a Annika.

—їEstбs bien? —preguntу.

—Un ojo morado. Estarй bien cuando haya conseguido tranquilizarme. —їUn puto robo?

—Se llevaron mi maletнn con la carpeta de Zalachenko que me diste. Me he quedado sin ella.

—No te preocupes, te harй otra copia.

Se callу repentinamente y al instante sintiу que se le ponнa el vello de punta. Primero Zalachenko. Ahora Annika.

—Annika... luego te llamo.

Cerrу el iBook, lo introdujo en su bandolera y sin mediar palabra abandonу a toda pastilla la redacciуn. Fue corriendo hasta Bellmansgatan y subiу por las escaleras.

La puerta estaba cerrada con llave.

Nada mбs entrar en el piso, se percatу de que la carpeta azul que habнa dejado sobre la mesa de la cocina ya no se encontraba allн. No se molestу en intentar buscarla: sabнa perfectamente dуnde estaba cuando saliу de casa. Se dejу caer lentamente en una silla junto a la mesa de la cocina mientras los pensamientos no paraban de darle vueltas en la cabeza.

Alguien habнa entrado en su casa. Alguien estaba borrando las huellas de Zalachenko.

Tanto la suya como la copia de Annika habнan desaparecido.

Bublanski todavнa tenнa el informe.

їO no?

Mikael se levantу y se acercу al telйfono, pero al poner la mano en el auricular se detuvo. Alguien habнa estado en su casa. De repente, se quedу mirando el aparato con la mayor de las sospechas y, tras buscar en el bolsillo de la americana, sacу su mуvil. Se quedу parado con йl en la mano.

їLes resultarнa fбcil pincharlo?

Lo dejу junto al telйfono fijo y mirу a su alrededor. «Son profesionales.» їLes supondrнa mucho esfuerzo meter micrуfonos ocultos en una casa?

Volviу a sentarse en la mesa de la cocina. Mirу la bandolera de su iBook.

їTendrнan mucha dificultad en acceder a su correo electrуnico? Lisbeth Salander lo hacнa en cinco minutos.

Meditу un largo rato antes de volver al telйfono y llamar a su hermana a Gotemburgo. Tuvo mucho cuidado en emplear las palabras exactas.

—Hola... їCуmo estбs?

—Estoy bien, Micke.

—Cuйntame lo que pasу desde que llegaste al Sahlgrenska hasta que te robaron.

Tardу diez minutos en dar cumplida cuenta de su jornada. Mikael no comentу las implicaciones de lo que ella le contaba, pero fue insertando preguntas hasta que se quedу satisfecho. Mientras representaba el papel de hermano preocupado, su cerebro estaba en marcha en una dimensiуn completamente distinta reconstruyendo los puntos de referencia.

A las cuatro y media de la tarde Annika decidiу quedarse en Gotemburgo y llamу por el mуvil a una amiga que le dio una direcciуn y el cуdigo del portal. A las seis en punto el atracador ya la estaba esperando en la escalera.

El mуvil de su hermana estaba pinchado. Era la ъnica explicaciуn posible.

Lo cual, por consiguiente, significaba que йl tambiйn estaba siendo escuchado.

Suponer cualquier otra cosa habrнa sido estъpido.

—Pero se han llevado la carpeta de Zalachenko —repitiу Annika.

Mikael dudу un momento. Quien hubiera robado la carpeta ya sabнa que la habнan robado. Resultaba natural contбrselo a Annika Giannini por telйfono.

—Y tambiйn la mнa -—dijo.

—їQuй?

Le explicу que fue corriendo a casa y que, al entrar, la carpeta azul ya habнa desaparecido de la mesa de la cocina.

—Bueno... —dijo Mikael con voz sombrнa—. Es una verdadera catбstrofe. La carpeta de Zalachenko ya no estб. Era la parte de mбs peso de las pruebas.

—Micke... Lo siento.

—Yo tambiйn —dijo Mikael—. ЎMierda! Pero no es culpa tuya. Deberнa haber hecho pъblica la carpeta el mismo dнa en que la encontrй.

—їY quй vamos a hacer ahora?

—No lo sй. Es lo peor que nos podнa pasar. Esto da al traste con nuestro plan. Ahora ya no tenemos la mбs mнnima prueba ni contra Bjцrck ni contra Teleborian.

Hablaron durante dos minutos mбs antes de que Mikael terminara la conversaciуn.

—Quiero que maсana mismo regreses a Estocolmo —dijo.

—Sorry. Tengo que ver a Salander.

—Ve a verla por la maсana. Vente por la tarde. Tenemos que sentarnos y reflexionar sobre lo que vamos a hacer.

Nada mбs colgar, Mikael se quedу inmуvil sentado en el sofб y mirando al vacнo. Luego, una creciente sonrisa se fue dibujando en su rostro. Quien hubiera escuchado esa conversaciуn sabнa ahora que Millennium habнa perdido el informe de Gunnar Bjцrck de 1991 y la correspondencia mantenida entre Bjцrck y el loquero Peter Teleborian. Sabнa que Mikael y Annika estaban desesperados.

Si algo habнa aprendido Mikael al estudiar la noche anterior la historia de la policнa de seguridad, era que la desinformaciуn constituнa la base de todo espionaje. Y йl acababa de difundir una desinformaciуn que, a largo plazo, podrнa llegar a ser de incalculable valor.

Abriу el maletнn de su portбtil y sacу la copia que le habнa hecho a Dragan Armanskij pero que todavнa no habнa tenido tiempo de entregarle. Era el ъnico ejemplar que quedaba. No pensaba deshacerse de йl. Todo lo contrario: tenнa la intenciуn de hacer cinco copias de inmediato y distribuirlas adecuadamente para ponerlas a salvo.

Luego consultу su reloj y llamу a la redacciуn de Millennium. Malin Eriksson estaba todavнa allн, aunque a punto de cerrar.

—їPor quй te fuiste con tanta prisa?

—їPodrнas quedarte un ratito mбs, por favor? Ahora mismo voy para allб; hay un tema que quiero tratar contigo antes de que te vayas.

Llevaba unas cuantas semanas sin poner una lavadora. Todas sus camisas estaban en la cesta de la ropa sucia. Cogiу su maquinilla de afeitar y Lucha por el poder de la Sдpo, asн como el ъnico ejemplar que quedaba del informe de Bjцrck. Caminу hasta Dressman, donde comprу cuatro camisas, dos pantalones y diez calzoncillos que se llevу a la redacciуn. Se dio una ducha rбpida mientras Malin Eriksson esperaba y se preguntaba de quй iba todo aquello.

—Alguien ha entrado en mi casa y ha robado el informe de Zalachenko. Han atacado a Annika en Gotemburgo y le han robado su ejemplar. Tengo pruebas de que su telйfono estб pinchado, lo que tal vez quiera decir que el mнo, posiblemente el tuyo y quizб todos los telйfonos de Millennium estйn tambiйn pinchados. Y sospecho que si alguien se ha tomado la molestia de entrar en mi casa, serнa muy estъpido por su parte no aprovechar la ocasiуn y colocarme unos cuantos micrуfonos.

—Vaya —dijo Malin Eriksson con una tenue voz. Mirу de reojo su mуvil, que estaba en la mesa que tenнa ante ella.

—Tъ sigue trabajando como de costumbre. Utiliza el mуvil pero no reveles nada importante. Maсana pondremos al corriente a Henry Cortez.

—Vale. Se fue hace una hora. Dejу una pila de informes de comisiones estatales sobre tu mesa. Bueno, їy tъ quй haces aquн?...

—Pienso quedarme a dormir en Millennium esta noche. Si hoy han matado a Zalachenko, robado los informes y pinchado el telйfono de mi casa, el riesgo de que no hayan hecho mбs que ponerse en marcha y de que, simplemente, todavнa no hayan tenido tiempo de entrar en la redacciуn es bastante grande. Aquн ha habido gente todo el dнa. No quiero que la redacciуn se quede vacнa durante la noche.

—Crees que el asesinato de Zalachenko... Pero el asesino era un viejo caso psiquiбtrico de setenta y ocho aсos.

—No creo ni por un segundo en una casualidad asн. Alguien estб borrando las huellas de Zalachenko. Me importa una mierda quiйn fuera ese viejo y la cantidad de cartas locas que les haya podido escribir a los ministros. Era una especie de asesino a sueldo. Llegу allн con el objetivo de matar a Zalachenko... y tal vez a Lisbeth Salander.

—Pero se suicidу; o, al menos, lo intentу. їQuй sicario hace algo asн?

Mikael reflexionу un instante. Su mirada se cruzу con la de la redactora jefe.

—Una persona que tiene setenta y ocho aсos y que quizб no tenga nada que perder. Estб implicado en todo esto y cuando terminemos de investigar vamos a poder demostrarlo.

Malin Eriksson contemplу con atenciуn la cara de Mikael. Nunca lo habнa visto tan frнamente firme y decidido. De repente, un escalofrнo le recorriу el cuerpo. Mikael vio su reacciуn.

—Otra cosa: ahora ya no estamos metidos en una simple pelea con una pandilla de delincuentes, sino con una autoridad estatal. Esto va a ser duro.

Malin asintiу con la cabeza.

—Jamбs me habrнa imaginado que esto pudiera llegar tan lejos. Malin: si quieres abandonar, no tienes mбs que decнrmelo.

Ella dudу un momento. Se preguntу quй habrнa contestado Erika Berger. Luego negу con la cabeza con cierto aire de desafнo.




  

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