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Capнtulo 29 Miйrcoles, 6 de abril - Jueves, 7 de abril



Capнtulo 29 Miйrcoles, 6 de abril - Jueves, 7 de abril

Lisbeth Salander temblу de rabia. Por la maсana habнa ido a la casa de campo de Bjurman. No habнa encendido su ordenador desde la noche anterior y durante el dнa habнa estado demasiado ocupada para escuchar las noticias. Estaba preparada para que el incidente de Stailarholmen originara unos cuantos titulares, pero el aluviуn informativo que le estaba cayendo desde la televisiуn la cogiу completamente desprevenida.

Miriam Wu se hallaba ingresada en el Sцdersjukhuset, apalizada por un gigante rubio que la habнa secuestrado ante el portal de su casa de Lundagatan. Su estado era crнtico.

La habнa salvado Paolo Roberto. Las razones por las que йl habнa acabado en un almacйn de Nykvarn resultaban incomprensibles. Le entrevistaron en cuanto saliу por la puerta del hospital, pero declinу hacer comentarios. Tenнa la cara como si hubiera combatido diez asaltos con las manos esposadas a la espalda.

Habнan encontrado los restos de dos personas en una zona forestal situada justo en el lugar al que habнan llevado a Miriam Wu. Por la noche, se informу de que la policнa habнa marcado un tercer lugar que iba a ser excavado. Tal vez existieran mбs tumbas en ese terreno.

Luego la caza de Lisbeth Salander.

Habнan estrechado el cerco. Durante el dнa, la policнa la habнa tenido rodeada en una zona de casas de campo cercana a Stailarholmen. Iba armada y era peligrosa. Habнa disparado a un integrante de los Angeles del Infierno, posiblemente a dos. El tiroteo tuvo lugar en la casa de campo de Nils Bjurman. Por la noche, la policнa valorу la posibilidad de que hubiese conseguido traspasar el cerco y abandonar la zona.

El instructor del sumario, Richard Ekstrцm, convocу una rueda de prensa. Contestу con evasivas. No, no podнa responder a la pregunta de si Lisbeth Salander estaba relacionada con los Angeles del Infierno. No, tampoco podнa confirmar que Lisbeth Salander hubiera sido vista en las proximidades del almacйn de Nykvarn. No, no habнa nada que indicara que se trataba de un ajuste de cuentas entre integrantes del mundo del hampa. No, no habнan podido determinar si Lisbeth Salander era la ъnica autora de los asesinatos de Enskede. La policнa —sostuvo Ekstrцm— nunca habнa afirmado que ella fuera la culpable; tan sуlo habнan emitido una orden de busca y captura para interrogarla.

Lisbeth Salander frunciу el ceсo. Evidentemente, algo habнa pasado en el seno de la investigaciуn policial.

 

 

Se conectу a la red. Leyу primero la prensa y luego entrу, por este orden, en los discos duros del fiscal Ekstrцm, de Dragan Armanskij y de Mikael Blomkvist.

El correo electrуnico de Ekstrцm contenнa mucha informaciуn de interйs, en especial un memorando enviado por el inspector Jan Bublanski a las 17.22h. Era sucinto, pero hacнa una crнtica devastadora a la manera del fiscal de llevar la instrucciуn del caso. Terminaba con algo que podнa considerarse un ultimбtum. El correo de Bublanski estaba estructurado por puntos. Le exigнa que la inspectora Sonja Modig se reincorporara inmediatamente al equipo de investigaciуn; que la lнnea de investigaciуn de los asesinatos de Enskede se modificara y se orientara hacia posibles autores alternativos, y que a ese misterioso individuo conocido como Zala se le abriera una investigaciуn seria.

Las acusaciones contra Lisbeth Salander se basan en un solo indicio importante sus huellas dactilares en el arma homicida Eso, como bien sabes, constituye una prueba de que ha tocado el arma, pero no demuestra que la dirigiera contra las vнctimas y, mucho menos todavнa, que la haya disparado

En la actualidad, desconocemos quй otros actores estбn implicados en este drama. Sabemos que la policнa de Sцdertдlje ha encontrado dos cadбveres enterrados y que ha sido marcado y va a ser excavado un lugar mбs. El propietario del almacйn es un primo de Carl-Magnus Lundin. Deberнa resultar obvio —a pesar de su carбcter violento y, sea cual sea, su perfil psicolуgico— que Lisbeth Salander no puede tener nada que ver con todo esto.

Bublanski terminaba advirtiendo que si sus exigencias no se satisfacнan, se verнa obligado a dimitir de la investigaciуn; algo que no pensaba hacer con discreciуn. Ekstrom le habнa contestado que lo dejaba en sus manos y que actuara segъn su criterio.

Lisbeth obtuvo mбs informaciуn —esta vez desconcertante— del disco duro de Dragan Armanskij. Un breve intercambio de correos con el departamento de nуminas de Milton dejaba claro que Niklas Eriksson abandonaba la empresa a efectos inmediatos. Habнa que abonarle el sueldo de los dнas de vacaciones acumulados, asн como tres meses de indemnizaciуn por despido. Un correo destinado al vigilante ordenaba que, en cuanto Eriksson llegara al edificio, se le acompaсara hasta su mesa para recoger sus pertenencias personales y que luego se le invitara a abandonar el lugar. Otro dirigido al departamento tйcnico comunicaba que se le invalidara la tarjeta de acceso al edificio.

Pero lo mбs interesante estaba en la breve correspondencia entre Dragan Armanskij y el abogado de Milton Security, Frank Alenius. Dragan le preguntaba quй representaciуn legal serнa la mejor en el caso de que Lisbeth Salander fuese detenida. En un principio, Alenius contestу que no habнa razуn alguna para que Milton se entrometiera en el caso de unos crнmenes cometidos por una antigua empleada y que la implicaciуn de Milton Security en ese tema deberнa considerarse, mбs bien, como algo directamente negativo. Indignado, Armanskij respondiу que todavнa estaba por ver si Lisbeth Salander era culpable de asesinato y que sуlo se trataba de prestar ayuda a una anterior empleada que Dragan Armanskij consideraba inocente a tнtulo personal.

Lisbeth abriу el disco duro de Mikael Blomkvist y constatу que no habнa escrito nada ni habнa entrado en su ordenador desde la maсana del dнa anterior. Allн no habнa noticias.

 

 

Sonny Bohman puso la carpeta en la mesa de reuniones del despacho de Armanskij y se dejу caer en la silla. Frдklund cogiу la carpeta, la abriу y empezу a leerla. Dragan Armanskij estaba de pie ante la ventana contemplando Gamia Stan.

—Supongo que es lo ъltimo que entrego. Desde hoy mismo, estoy fuera de la investigaciуn —dijo Bohman.

—No es culpa tuya —contestу Frдklund.

—No, no es culpa tuya —repitiу Armanskij, sentбndose.

Habнa puesto sobre la mesa todo el material que, durante casi dos semanas, le habнa ido proporcionando Bohman.

—Has hecho un buen trabajo, Sonny. He hablado con Bublanski. De hecho, lamenta haber tenido que deshacerse de ti, pero no le quedaba otra elecciуn. Por lo de Eriksson.

—No pasa nada. He descubierto que estoy mucho mejor aquн, en Milton, que en la jefatura de Kungsholmen.

—їPuedes hacerme un resumen?

—Bueno, pues... si la intenciуn era encontrar a Lisbeth Salander, entonces hemos fracasado estrepitosamente. Hasta donde he participado, ha sido una investigaciуn muy enmaraсada y con intereses encontrados, y puede que, en algunas ocasiones, Bublanski no haya tenido todo el control de las pesquisas.

—Hans Faste...

—Hans Faste es un cabrуn. Aunque el problema no se limita a Faste ni a que la investigaciуn haya sido tan enrevesada. Bublanski ha velado por que todas las pistas se siguieran a fondo. Lo que ha sucedido es que Lisbeth Salander ha sido muy buena borrando sus propias huellas.

—Pero tu trabajo no consistнa sуlo en detener a Salander —intervino Armanskij.

—No, y menos mal que, cuando empezamos, no informamos a Niklas Eriksson de mi segunda misiуn, ser tu topo y asegurarme de que no colgaran a Salander siendo inocente.

—їY quй crees hoy en dнa?

—Al principio, estaba bastante seguro de su culpabilidad. Hoy, no lo sй. Han aparecido tantas pruebas tan contradictorias...

—їSн?

—Que ya no la considerarнa la principal sospechosa. Cada vez me inclino mбs por la posibilidad de que haya algo en el razonamiento de Mikael Blomkvist.

—Lo cual quiere decir que tenemos que centrarnos en intentar encontrar a otros posibles culpables. їRetomamos la investigaciуn desde el principio? —preguntу Armanskij y sirviу cafй a los participantes en la reuniуn.

 

 

Lisbeth Salander pasу una de las peores noches de su vida. Recordу el momento en el que arrojу la bomba incendiaria por la ventana del coche de Zalachenko. En ese preciso instante, las pesadillas cesaron y sintiу una gran paz interior. A lo largo de los aсos, habнa tenido otros problemas, pero siempre habнan versado sobre ella y los habнa podido controlar. Ahora se trataba de Mimmi.

Mimmi estaba destrozada en Sцdersjukhuset. Mimmi era inocente. No tenнa nada que ver con esa historia. Su ъnico delito habнa sido conocer a Lisbeth Salander.

Lisbeth se maldijo a sн misma. La culpa era suya. De pronto, le asaltу un sentimiento de culpa desolador. Habнa mantenido en secreto su propia direcciуn y se habнa asegurado de protegerse de todas las maneras posibles. Y, luego, habнa convencido a Mimmi para que se instalara en esa casa cuya direcciуn conocнa todo el mundo.

їCуmo podнa haber sido tan imprudente?

Ya puestos, la podrнa haber molido a palos ella misma. Total...

Se sentнa tan desgraciada que unas lбgrimas se asomaron a sus ojos. Lisbeth Salander nunca llora. Se enjugу las lбgrimas.

A las diez y media, estaba tan inquieta que fue incapaz de quedarse en casa. Se abrigу y saliу sigilosamente a la calle. Trazу una ruta poco concurrida hasta que llegу a Ringvдgen y se detuvo en la puerta de Sцdersjukhuset. Querнa ir a la habitaciуn de Mimmi, despertarla y decirle que todo iba a salir bien. Luego vio las luces de un coche patrulla que venнa desde Zinkensdamm y entrу en una bocacalle para no ser descubierta.

Poco despuйs de la medianoche, ya estaba de regreso en Mosebacke. Habнa cogido frнo, de modo que se desvistiу y se metiу bajo el edredуn de su cama de Ikea. No podнa dormir. A la una se levantу y, desnuda, recorriу el piso a oscuras. Entrу en el cuarto de invitados, donde habнa colocado una cama y una cуmoda, aunque luego no habнa vuelto a pisarlo. Se sentу en el suelo, apoyу la espalda contra la pared y se quedу mirando la oscuridad.

«Lisbeth Salander con un cuarto de invitados. ЎQuй gracia! »

Se quedу allн hasta las dos de la madrugada, hasta que tuvo tanto frнo que empezу a temblar. Luego se echу a llorar. No recordaba haberlo hecho jamбs.

 

 

Media hora despuйs, entrada la madrugada, Lisbeth Salander se duchу y se vistiу. Encendiу la cafetera, preparу unos sбndwiches y conectу el ordenador. Entrу en el disco duro de Mikael Blomkvist. Le desconcertу que йl no hubiera puesto al dнa su cuaderno de bitбcora, pero no tenнa fuerzas para pensar en eso durante la noche.

Dado que el cuaderno de bitбcora seguнa intacto, abriу la carpeta «Lisbeth Salander». Al instante encontrу un documento nuevo titulado «Lisbeth - Importante». Consultу la opciуn «propiedades». Habнa sido creado a las 00.52 h. Luego, hizo doble clic y leyу el mensaje.

Lisbeth, contacta conmigo inmediatamente. Esta historia es peor de lo que me podнa imaginar. Sй quiйn es Zalachenko y creo que ya sй lo que pasу. He hablado con Holger Palmgren. He entendido el papel que desempeсу Teleborian y por quй era tan importante encerrarte en la clнnica de psiquiatrнa infantil. Creo que ya sй quiйn matу a Dag y Mia. Me parece que he hallado el mуvil, pero me faltan algunas de las piezas decisivas del rompecabezas. No entiendo el papel de Bjurman. LLБMAME. PONTE EN CONTACTO CONMIGO YA. PODEMOS RESOLVER ESTO.

Mikael.

Lisbeth leyу el documento dos veces. Kalle Blomkvist habнa hecho los deberes. «Don Perfecto. Don Perfecto de los Cojones.» Йl todavнa creнa que las cosas se podнan arreglar.

Sus intenciones eran buenas. Querнa ayudar.

No entendнa que, pasara lo que pasase, su vida ya se habнa terminado.

Habнa terminado incluso antes de cumplir los trece aсos. Sуlo quedaba una soluciуn.

Abriу un documento e intentу redactar una respuesta. La cabeza le daba vueltas. Habнa tantas cosas que querнa decirle...

Lisbeth Salander, enamorada. ЎPara partirse de risa!

Nunca jamбs se lo dirнa. Nunca jamбs le darнa la satisfacciуn de que se burlara de sus sentimientos.

Enviу el documento a la papelera y se quedу mirando el monitor, ahora vacнo. Pero йl se merecнa algo mбs que su silencio. Habнa permanecido fiel en su rincуn del cuadrilбtero como un tenaz soldadito de plomo. Creу un nuevo documento y escribiу una sola lнnea.

Gracias por haber sido mi amigo.

 

En primer lugar, debнa tomar unas cuantas decisiones de carбcter logistico. Necesitaba un medio de transporte. Usar el Honda burdeos de Lundagatan resultaba tentador; sin embargo, esa opciуn estaba descartada. Nada en el portбtil del fiscal Ekstrцm indicaba que el equipo investigador hubiera descubierto que ella se habнa comprado un coche, aunque tal vez se debiera a que lo habнa comprado hacнa tan poco que ni siquiera le habнa dado tiempo a enviar ni los papeles de matriculaciуn ni los del seguro. No obstante, no podнa correr el riesgo de que Mimmi hubiese dicho algo sobre el coche cuando fue interrogada por la policнa. Ademбs, sabнa que Lundagatan se hallaba bajo vigilancia.

La policнa estaba al tanto de que poseнa una moto, de modo que serнa aъn mбs complicado sacarla del garaje de Lundagatan. Por otra parte, y a pesar de los recientes dнas de temperaturas casi veraniegas, habнan pronosticado un tiempo inestable y no tenнa muchas ganas de conducir bajo la lluvia por carreteras resbaladizas.

Naturalmente, otra alternativa era alquilar un coche a nombre de Irene Nesser, pero eso comportaba ciertos riesgos. Siempre existнa la posibilidad de que alguien la reconociera y, en consecuencia, el nombre de Irene Nesser quedara inutilizable para siempre. Aquello representarнa una verdadera catбstrofe, ya que constituнa su ъnico modo de salir del paнs.

Luego, se dibujу una sonrisa torcida en su rostro. Por supuesto, habнa otra opciуn. Abriу su ordenador, entrу en la red interna de Milton Security y se conectу a la pбgina del parque de automуviles que gestionaba una secretaria de recepciуn. Milton Security disponнa de noventa y cinco coches, la mayorнa de vigilancia, pintados con el logotipo de la empresa. De йsos, gran parte se encontraba en distintos aparcamientos repartidos por toda la ciudad. Tambiйn habнa otros, normales y corrientes, que se podнan usar, segъn las necesidades, para viajes de trabajo. Se hallaban en Slussen, en el garaje de las oficinas centrales de Milton. Como quien dice a la vuelta de la esquina.

Examinу las fichas del personal y eligiу al colaborador Marcus Collander, quien acababa de coger dos semanas de vacaciones. Habнa dejado el nъmero de telйfono de un hotel de las islas Canarias. Lisbeth cambiу el nombre del hotel y mezclу las cifras del telйfono de contacto donde se le podнa localizar. Luego, escribiу una nota en la que hacнa constar que, antes de irse de vacaciones, Collander habнa mandado llevar uno de los coches al taller con motivo de un problema en el embrague. Eligiу un Toyota Corolla automбtico que habнa conducido otras veces y notificу que estarнa de vuelta una semana mбs tarde.

Por ъltimo, accediу al sistema y reprogramу una de las cбmaras de vigilancia por las que tendrнa que pasar. Entre las 04.30 y las 05.00 h., mostrarнan una repeticiуn de lo que habнa ocurrido durante la media hora anterior, pero con el cуdigo horario cambiado.

Poco antes de las cuatro de la maсana, ya habнa preparado la mochila. Llevaba ropa para cambiarse dos veces, dos botes de gas lacrimуgeno y la pistola elйctrica con la baterнa cargada. Mirу las dos armas con las que se habнa hecho ъltimamente. Descartу la Colt 1911 Government de Sandstrцm y se decantу por la P-83 Wanad polaca —a la que le faltaba un cartucho en el cargador— de Sonny Nieminen. Era mбs fina y mбs fбcil de manejar. Se la metiу en el bolsillo de la chaqueta.

 

 

Lisbeth bajу la tapa de su PowerBook, pero lo dejу sobre la mesa de trabajo. Habнa transferido el contenido del disco duro a una copia de seguridad encriptada en la red. Acto seguido, eliminу todo su disco duro con un programa que ella misma habнa creado y que garantizaba que ni siquiera ella serнa capaz de reconstruir la informaciуn destruida. No necesitaba su PowerBook, sуlo serнa una carga. En su lugar, se llevу su Palm Tungsten.

Repasу el despacho con la mirada. Presintiу que no volverнa al piso de Mosebacke. Sabнa que estaba dejando secretos tras de sн que tal vez debiera destruir, pero consultу la hora y se dio cuenta de que le faltaba tiempo. Mirу a su alrededor una vez mбs y, luego, apagу la lбmpara de la mesa.

 

 

Fue a pie hasta Milton Security, entrу por el garaje y cogiу el ascensor hasta el departamento administrativo. No se cruzу con nadie en los pasillos desiertos y, ya en la recepciуn, no tuvo ningъn problema en coger la llave del coche de un armario que no estaba cerrado.

Treinta segundos mбs tarde ya se hallaba de nuevo en el garaje y abriу el Corolla con un bip. Tirу la mochila al asiento del copiloto, ajustу el suyo y tambiйn el retrovisor. Usу su antigua tarjeta para abrir la puerta del garaje.

Poco antes de las cuatro y media de la maсana abandonaba Sцder Mдlarstrand a la altura de Vдsterbron. Empezaba a amanecer.

 

 

Mikael Blomkvist se despertу a las seis y media de la maсana. No habнa puesto el despertador y sуlo habнa dormido tres horas. Se levantу, encendiу su iBook y abriу la carpeta «Lisbeth Salander». Encontrу inmediatamente su lacуnica respuesta.

Gracias por haber sido mi amigo.

Mikael sintiу cуmo un escalofrнo le recorriу la espalda. No era la respuesta que esperaba. Le dio la sensaciуn de que se trataba de una frase de despedida. «Lisbeth Salander sola contra el mundo.» Pasу por la cocina, encendiу la cafetera y continuу hasta el cuarto de baсo. Se embutiу un par de vaqueros desgastados y se dio cuenta de que, durante las ъltimas semanas, no habнa tenido tiempo de lavar y ya no le quedaba ni una sola camisa limpia. Se puso una sudadera de color burdeos y una americana gris.

Mientras se hallaba en la cocina preparando unos sбndwiches, percibiу, de repente, el destello de un metal en la encimera que estaba entre el microondas y la pared. Frunciу el ceсo, cogiу un tenedor del cajуn de los cubiertos y pescу un llavero.

Las llaves de Lisbeth Salander. Las habнa encontrado tras la agresiуn de Lundagatan y las habнa dejado encima del microondas, junto a su bolso. Debнan de haberse caнdo. Se le habнa olvidado entregбrselas a Sonja Modig.

Se quedу mirando fijamente el llavero. Tres llaves grandes y tres pequeсas. Las grandes eran de un portal, de la puerta de un piso y de una cerradura de seguridad. «Su casa.» Pero no se correspondнan con las de Lundagatan. їDуnde diablos vivнa?

Estudiу las tres llaves pequeсas con mбs detenimiento. Una pertenecнa a su moto Kawasaki. Otra era la tнpica llave de un armario de seguridad o de un mueble de almacenaje. Cogiу la tercera. Tenнa grabado el nъmero 24914. El descubrimiento le impactу notablemente.

«Un apartado de correos. Lisbeth Salander tiene un apartado de correos.»

Buscу en la guнa telefуnica las oficinas postales que habнa en el barrio de Sцdermalm. Ella habнa vivido en Lundagatan. La de Ringen le quedaba demasiado lejos. Tal vez la de Hornsgatan... o la de Rosenlundsgatan.

Apagу la cafetera, pasу de desayunar, cogiу el BMW de Erika Berger y condujo hasta Rosenlundsgatan. La llave no encajу. Acto seguido, se dirigiу a la oficina de Hornsgatan. La llave encajу perfectamente en el apartado 24914. Lo abriу y encontrу veintidуs envнos que metiу en el compartimento exterior del maletнn de su ordenador.

Continuу por Hornsgatan, aparcу delante del cine Kvartersbion y desayunу en Copacabana, en Bergsunds strand. Mientras esperaba su caffи latte examinу las cartas una a una. Todas iban dirigidas a Wasp Enterprises. Nueve de ellas habнan sido enviadas desde Suiza, ocho desde las islas Caimбn, una desde las islas Anglonormandas y cuatro desde Gibraltar. Las abriу sin el mбs mнnimo remordimiento de conciencia. Veintiuna contenнan extractos bancarios y rendimientos de distintas cuentas y fondos de inversiуn. Mikael Blomkvist constatу que Lisbeth Salander era mбs rica que un marajб.

La que hacнa el nъmero veintidуs era mбs gorda. La direcciуn habнa sido escrita a mano. El sobre tenнa un membrete que indicaba que habнa sido enviada desde Buchanan House, en Queensway Quay, Gibraltar. El documento adjunto llevaba otro membrete, el del supuesto remitente, un tal Jeremy S. MacMillan, Solicitor. Tenнa una letra pulcra.

Jeremy S. MacMillan

Solicitor

Dear Ms Salander:

This is to confirm that the final payment of your property has been concluded as of January 20. As agreed, I'm enclosing copies of all documentation but will keep the original set. I trust this will be to your satisfaction.

Let me add that I hope everything is well with you, my dear. I very much enjoyed the surprise visit you made last summer and, must say, I found your presence refreshing. I'm looking forward to, if needed, be of additional service.

Yours faithfully,

J. S. M.[2]

La carta estaba fechada el 24 de enero. Al parecer, Lisbeth Salander no recogнa su correspondencia muy a menudo. Mikael echу un vistazo a la documentaciуn adjunta. Se trataba de la adquisiciуn de un piso en un inmueble de Fiskargatan 9, en Mosebacke.

Luego, se le atragantу el cafй. El precio de venta eran veinticinco millones de coronas y la compra se habнa efectuado en dos pagos en un intervalo de doce meses.

 

 

Lisbeth Salander vio a un hombre moreno y corpulento abrir con llave la puerta lateral de Auto-Expert, en Eskilstuna. Era un garaje, taller de reparaciones y empresa de alquiler de coches. Una mбs del montуn. Eran las siete menos diez y, segъn rezaba el cartel escrito a mano de la puerta, no abrнan hasta las siete y media. Lisbeth cruzу la calle, abriу la puerta lateral y siguiу al hombre. Йl la oyу y se dio la vuelta.

—їRefik Alba? —preguntу.

—Sн. їQuiйn eres tъ? Aъn no estб abierto.

Empuсando la P-83 Wanad de Sonny Nieminen con las dos manos, la levantу y le apuntу a la cara.

—No tengo ni ganas ni tiempo de discutir contigo. Quiero ver el registro de coches alquilados. Ahora mismo. Te doy diez segundos.

Refik Alba tenнa cuarenta y dos aсos de edad. Era kurdo, de Diyarbakir, y habнa visto bastantes armas en su vida. Se quedу paralizado. Despuйs, comprendiу que si una loca entraba en su oficina con una pistola en la mano, no habнa nada que hacer.

—En el ordenador —dijo йl.

—Enciйndelo —contestу ella.

Refik Alba obedeciу.

—їQuй hay detrбs de esa puerta? —preguntу Lisbeth mientras el ordenador arrancaba con el tнpico runrъn y la pantalla centelleaba.

—Es sуlo un armario.

—Abre la puerta.

Contenнa unos monos.

—Vale. Mйtete ahн sin hacer ningъn movimiento raro y no te harй daсo.

Hizo lo que le dijo sin rechistar.

—Saca tu mуvil, ponlo en el suelo y acйrcamelo con el pie.

Йl siguiу sus instrucciones.

—Muy bien. Y ahora cierra la puerta.

Se trataba de un anticuado PC con Windows 95 y un disco duro de doscientos ochenta megabytes. El documento Excel con los datos de los coches alquilados tardу una eternidad en abrirse. Comprobу que el Volvo blanco que conducнa el gigante rubio habнa sido alquilado en dos ocasiones; la primera en enero, durante dos semanas, y la segunda, el 1 de marzo. Aъn no lo habнa devuelto. Pagaba un importe semanal en concepto de alquiler a largo plazo.

Su nombre era Ronald Niedermann.

Examinу las carpetas que se hallaban en los estantes situados encima del ordenador. Una de ellas tenнa escrita en el dorso, con pulcras letras de imprenta, la palabra «identificaciуn». Cogiу el archivador y buscу a Ronald Niedermann. Cuando alquilу el coche en enero, se habнa identificado con su pasaporte y Refik Alba se quedу con una fotocopia. Lisbeth reconociу en seguida al gigante rubio. Segъn el pasaporte, era alemбn, de Hamburgo, y tenнa treinta y cinco aсos. El hecho de que Refik Alba hubiera hecho una copia del pasaporte significaba que Ronald Niedermann era un cliente normal y no un amigo que habнa cogido prestado el coche temporalmente. A pie de pбgina, en un margen, Refik Alba habнa apuntado un nъmero de mуvil y la direcciуn de un apartado de correos de Gotemburgo.

Lisbeth devolviу la carpeta a su sitio y apagу el ordenador. Recorriу la estancia con la mirada y descubriу en el suelo, junto a la puerta principal, una cuсa de goma. La cogiу, se acercу al armario y llamу a la puerta con el caсуn de la pistola.

—їMe oyes?

—Sн.

—їSabes quiйn soy?

Silencio.

«Hay que estar muy ciego para no reconocerme.»

—Vale. Sabes quiйn soy. їMe tienes miedo?

—Sн.

—No me tenga usted miedo, seсor Alba. No voy a hacerle daсo. Dentro de poco, habrй acabado aquн dentro. Le pido disculpas por las molestias.

—Eh... Vale.

—їTiene suficiente aire para respirar ahн dentro?

—Sн... їquй quieres realmente?

—Querнa ver si cierta mujer te alquilу un coche hace dos aсos —mintiу—. No he encontrado lo que buscaba. Pero no es culpa tuya. Me irй dentro de unos minutos.

—De acuerdo.

—Voy a poner una cuсa de goma por debajo de la puerta. Es lo bastante endeble para que puedas forzarla, aunque te llevarб un rato. No hace falta que llames a la policнa. Nunca mбs me volverбs a ver y hoy podrбs abrir como cualquier otro dнa y hacer como si esto no hubiese ocurrido.

La probabilidad de que no llamara a la policнa era bastante inexistente, pero їpor quй no ofrecerle esa posibilidad? Lisbeth abandonу el establecimiento y se fue andando hasta su Toyota Corolla, aparcado a la vuelta de la esquina, donde, en un instante, se disfrazу de Irene Nesser.

Estaba irritada. Le habrнa gustado conseguir la direcciуn fнsica del gigante rubio, por ejemplo, la de Estocolmo, en vez de la de un apartado de correos en la otra punta de Suecia. Sin embargo, era la ъnica pista que tenнa. «De acuerdo. Hacia Gotemburgo.»

Sorteу el trбfico hasta la E20, y luego, se dirigiу al oeste en direcciуn a Arboga. Puso la radio. Como el informativo ya habнa terminado, sintonizу una emisora comercial. Escuchу a David Bowie cantando putting out fire with gasoline. Lisbeth no tenнa ni idea de quiйn cantaba ni de quй canciуn se trataba, pero las palabras le parecieron profйticas.



  

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