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Capнtulo 27 Miйrcoles, 6 de abril



Capнtulo 27 Miйrcoles, 6 de abril

Hacнa un tiempo primaveral cuando Mikael se puso al volante del coche de Erika Berger y se dirigiу hacia el sur por la carretera de Nynдs. Se intuнa un ligero tono verde en los campos y el sol comenzaba a calentar de verdad. Hacнa un tiempo perfecto para olvidar los problemas, escaparse unos dнas a Sandhamn y disfrutar de tranquilidad.

Sin embargo, habнa quedado con Gunnar Bjцrck a la una, pero todavнa era muy pronto, asн que parу en Dalarц para tomar cafй y leer la prensa. No habнa preparado la reuniуn. Gunnar Bjцrck le ocultaba algo y Mikael estaba decidido a no dejar Smadalarц hasta que no obtuviera algъn dato sobre Zala que le permitiera avanzar en sus pesquisas.

Gunnar Bjцrck saliу al patio delantero de la casa para recibirlo. Se le veнa mбs chulo y mбs seguro de sн mismo que hacнa dos dнas. «їQuй tipo de jugada estбs tramando?» Mikael no le estrechу la mano.

—Puedo darle informaciуn sobre Zala —dijo Gunnar Bjцrck—. Pero con condiciones.

—Usted dirб.

—Que no se me mencione en el reportaje de Millennium.

—De acuerdo.

Gunnar Bjцrck pareciу sorprenderse. Blomkvist habнa aceptado sin discusiуn el punto sobre el cual йl habнa previsto una larga batalla. Era su ъnica carta; lo que sabнa sobre los asesinatos a cambio de anonimato. Y Blomkvist habнa accedido, sin mбs, a sacrificar lo que sin duda habrнa sido un gran titular para la revista.

—Estoy hablando en serio —dijo Bjцrck desconfiado—. Lo quiero por escrito.

—Se lo doy por escrito si quiere, pero un papel asн no vale una mierda. Ha cometido delitos de los que estoy al tanto y que, en la prбctica, tengo la obligaciуn de denunciar. Posee la informaciуn que yo quiero y se aprovecha de su posiciуn para comprar mi silencio. He reflexionado sobre el tema y acepto. Le hago un favor dбndole mi palabra de no mencionar su nombre en Millennium. O se fнa de mн o no se fнa.

Bjцrck cavilу.

—Yo tambiйn tengo condiciones —aсadiу Mikael—. El precio de mi silencio es que me cuente todo lo que sepa. Si descubro que me oculta algo, nuestro acuerdo quedarб invalidado. Y, entonces, le sacarй en las portadas de todos los periуdicos de Suecia, tal y como hice con Wennerstrцm.

Bjцrck sintiу escalofrнos al pensarlo.

—De acuerdo —respondiу—. No tengo elecciуn. Usted me promete que mi nombre no se mencionarб en Millennium y yo le digo quiйn es Zala. Y quiero que se me proteja como fuente.

Le tendiу la mano. Mikael se la estrechу. Acababa de comprometerse a contribuir a ocultar un delito, algo que, sin embargo, no le preocupaba lo mбs mнnimo. Sуlo habнa prometido que ni йl ni la revista Millennium escribirнan nada sobre Bjцrck. Dag Svensson ya habнa dado cuenta de toda la historia de Bjцrck en su libro. Y el libro de Dag Svensson se iba a publicar. Mikael velarнa sin descanso para que asн fuera.

 

 

La policнa de Strдngnдs recibiу el aviso a las 15.18h. Llegу directamente a la centralita de la policнa, no a travйs del telйfono de emergencias. El propietario de una casa de campo situada al este de Stallarholmen, que respondнa al nombre de Oberg, declarу que habнa escuchado un disparo y que acudiу al lugar para ver quй pasaba. Encontrу a dos hombres heridos de gravedad. Bueno, uno de los individuos tal vez no tanto, pero sн sufrнa intensos dolores. Aсadiу que el propietario de la casa se llamaba Nils Bjurman. O sea, el difunto abogado del que tanto se habнa escrito en la prensa.

Esa maсana, la policнa de Strдngnдs habнa estado muy atareada efectuando un amplio control del trбfico, programado de antemano, en las carreteras del municipio. Se interrumpiу por la tarde, cuando recibieron el aviso de que un hombre le habнa quitado la vida a su pareja, una mujer de cincuenta y siete aсos, en el domicilio que ambos compartнan en Finninge. Casi al mismo tiempo, en Storgдrdet, se declarу un incendio que se cobrу una vнctima mortal y, como guinda del pastel, dos coches colisionaron frontalmente en la carretera de Enkцping, a la altura de Vargholmen. Los avisos se sucedieron en el transcurso de unos pocos minutos y, por ese motivo, casi todos los efectivos policiales de Strдngnдs se hallaban ocupados.

Sin embargo, la oficial de guardia habнa seguido el curso de los acontecimientos sucedidos en Nykvarn esa misma maсana y supuso que tal vez tuvieran algo que ver con la sospechosa en bъsqueda y captura, Lisbeth Salander. Como Nils Bjurman figuraba en esa investigaciуn, no le costу sumar dos mбs dos. Tomу tres medidas. En un dнa como aquйl, accidentado, enviу a Stallarholmen al ъnico vehнculo disponible en Strдngnдs. Llamу a los colegas de Sцdertдlje y pidiу refuerzos. Sin embargo, la policнa de Sцdertдlje estaba igual de saturada, porque una gran parte de sus recursos se habнa concentrado en llevar a cabo las excavaciones en las inmediaciones de un almacйn que se habнa incendiado al sur de Nykvarn, pero la posible conexiуn entre Nykvarn y Stallarholmen indujo al oficial de guardia de Sцdertдlje a mandar dos coches patrulla hasta Stallarholmen para prestar asistencia al furgуn de Strдngnдs. Por ъltimo, la oficial de guardia de Strдngnдs cogiу el telйfono para llamar al inspector Jan Bublanski de Estocolmo. Lo localizу en el mуvil.

En ese momento, Bublanski se encontraba en Milton Security deliberando seriamente con el director ejecutivo Dragan Armanskij y los dos colaboradores, Frдklund y Bohman. Niklas Eriksson estaba ausente.

Bublanski ordenу a Curt Svensson que acudiera de inmediato a la casa de campo de Bjurman y que se llevara a Hans Faste con йl, en el caso de que pudiera encontrarlo. Tras un instante de reflexiуn tambiйn llamу a Jerker Holmberg, quien todavнa se hallaba al sur de Nykvarn, bastante mбs cerca del lugar de los hechos. Ademбs, Holmberg tenнa noticias.

—Estaba a punto de llamarte. Acabamos de identificar al cadбver enterrado.

—No es posible. їTan rбpido?

—Todo es posible cuando los muertos tienen la gentileza de llevar cartera y carnй de identidad plastificado.

—Vale. їDe quiйn se trata?

—De un conocido. Kenneth Gustafsson, cuarenta y cuatro aсos, natural de Eskilstuna. Alias el Vagabundo. їTe suena?

—Hombre, ya lo creo. Anda, asн que el Vagabundo estб enterrado en Nykvarn. He perdido un poco el control de la chusma de la plaza de Sergei pero, si no recuerdo mal, fue un tipo bastante destacado en los aсos noventa, formaba parte de aquella clientela de camellos, ladrones y toxicуmanos.

—El mismo. Por lo menos es su carnй. La identificaciуn definitiva tendrб que hacerla el forense. Va a ser como hacer un puzle; estб cortado en, al menos, cinco o seis trozos.

—Mmm. Paolo Roberto nos contу que el rubio con el que se peleу amenazу a Miriam Wu con una motosierra.

—Sн, el descuartizamiento se podrнa haber realizado con una motosierra, aunque no lo he visto muy de cerca. Acabamos de empezar la excavaciуn del segundo hallazgo. Estбn montando la tienda.

—Muy bien. Jerker, sй que ha sido un dнa muy largo, pero їpuedes quedarte esta tarde?

—Vale. Empezarй dando una vuelta por Stallarholmen.

Bublanski terminу la llamada y se frotу los ojos.

 

 

El furgуn de Strдngnдs llegу a la casa de campo de Bjurman a las 15.44 horas. En el camino de acceso chocaron, literalmente, con un individuo que intentaba alejarse del lugar montado en una Harley-Davidson que se empotrу de frente contra el vehнculo de la policнa. Fue una colisiуn sin mayores consecuencias. Los agentes se bajaron e identificaron a Sonny Nieminen, de treinta y siete aсos y conocido homicida de mediados de los aсos noventa. Nieminen daba la impresiуn de no encontrarse en muy buen estado cuando fue esposado. Al colocarle las esposas los agentes descubrieron, estupefactos, que la parte trasera de su chupa de cuero estaba rota; justo en el centro le faltaba una pieza cuadrada de unos veinte por veinte centнmetros. Tenнa un aspecto bastante peculiar. Sonny Nieminen declinу comentar el asunto.

Luego, recorrieron alrededor de doscientos metros hasta alcanzar la casa. Allн estaba Oberg —un obrero portuario ya jubilado— poniйndole una venda en el pie a un tal Carl-Magnus Lundin, de treinta y seis aсos y president de una banda de gбnsteres, no del todo desconocida, llamada Svavelsjц MC.

El oficial al mando del furgуn era el subinspector Nils-Henrik Johansson. Descendiу del vehнculo, se ajustу el cinturуn, contemplу el lamentable estado de la persona que yacнa en tierra y pronunciу la tнpica frase de la policнa.

—їQuй estб pasando aquн?

El obrero portuario jubilado dejу de vendar el pie de Magge Lundin y mirу lacуnicamente a Johansson.

—Yo soy quien ha llamado.

—Ha alertado sobre un disparo.

—He oнdo un tiro, me he acercado para ver quй pasaba y me he encontrado con estos tipos. A йste le han disparado en el pie y ha recibido una buena paliza. Creo que necesita una ambulancia.

De reojo, Oberg echу una mirada al furgуn.

—Veo que habйis dado con el otro canalla. Estaba tumbado fuera de juego cuando lleguй, pero luego se recuperу y no quiso quedarse.

 

 

Jerker Holmberg llegу con los policнas de Sцdertдlje en el mismo instante en que la ambulancia abandonaba la escena. Los agentes del furgуn le informaron brevemente de sus observaciones. Ni Lundin ni Nieminen habнan querido explicar el motivo de su presencia en el lugar. A decir verdad, Lundin no estaba en condiciones de articular palabra.

—O sea, dos moteros con ropa de cuero, una Harley-Davidson, una persona herida de un disparo, pero ni una sola arma. їLo he entendido bien? —preguntу Holmberg.

El oficial que estaba al mando del furgуn asintiу con la cabeza. Holmberg reflexionу un instante.

—No creo que uno de los tipos haya llegado aquн montado en el sillнn trasero de la moto del otro.

—Yo dirнa que eso se considerarнa poco masculino en sus cнrculos —comentу Johansson.

—Entonces falta una moto. Y como el arma tampoco estб, podemos sacar la conclusiуn de que una tercera persona ya se ha dado a la fuga.

—Parece lo lуgico.

—Pero nos deja con un problema de logнstica. Si estos dos caballeros de Svavelsjo llegaron cada uno en una moto entonces falta el vehнculo en el que llegу la tercera persona. Porque es imposible que abandonara el lugar conduciendo a la vez su propio vehнculo y una moto. Ademбs hay un buen trecho para venir andando desde la carretera.

—A no ser que esa tercera persona viviera en la casa.

—Mmm —murmurу Jerker Holmberg—. Pero el propietario de la casa es el difunto letrado Bjurman. quien, evidentemente, ya no vive aquн.

—Es posible que hubiera una cuarta persona y que se fuera en coche.

—Pero, en ese caso, їpor quй no se han ido juntos?: Doy por descontado que esta historia no va del robo de una moto Harley-Davнdson, por muy atractivas que sean.

Reflexionу un instante y, despuйs, les pidiу a dos agentes del furgуn que buscaran un vehнculo abandonado en alguna carretera comarcal de las inmediaciones y que recorrieran las casas de la zona y preguntaran si alguien habнa visto algo fuera de lo corriente.

—En esta йpoca del aсo no hay mucha gente por aquн —dijo el oficial al mando del furgуn, y se comprometiу a hacerlo lo mejor que pudieran.

A continuaciуn, Holmberg abriу la puerta de la casa que habнa quedado cerrada sin llave. De inmediato, encontrу sobre la mesa de la cocina el resto de carpetas que contenнan la investigaciуn que Bjurman habнa hecho sobre Lisbeth Salander. Atуnito, se sentу y se puso a hojearlas.

 

 

Jerker Holmberg estaba de suerte Apenas treinta minutos despuйs de haber iniciado la operaciуn puerta a puerta entre las pocas casas habitadas en esa йpoca, apareciу Anna Viktoria Hansson, de setenta y dos aсos, quien habнa pasado ese dнa primaveral limpiando un jardнn situado cerca del camino que daba acceso a la zona. Sн, tenнa buena vista. Y sн, habнa visto a una chica baja y con una cazadora oscura que pasу andando mбs o menos a la hora del almuerzo. A eso de las tres, vio a dos hombres en moto. Hacнan un ruido terrible. Poco despuйs, la chica volviу a pasar en direcciуn contraria montada en una de esas motos. Luego llegу la policнa.

Mientras informaban a Jerker Holmberg, Curt Svensson se personу en el lugar.

—їQuй pasa? —preguntу.

Jerker Holmberg contemplу sombrнamente a su colega.

—No sй muy bien cуmo explicarte esto —contestу Holmberg.

 

 

—Jerker, їpretendes que me crea que Lisbeth Salander apareciу en la casa de Bjurman y que, ella solita, se cargу a la cъpula de Svavelsjц MC? —preguntу Bublanski por telйfono. Su voz sonaba tensa.

—Bueno, Paolo Roberto fue su entrenador...

—Jerker, cбllate.

—Verбs, Magnus Lundin tiene una herida en el pie producida por un disparo. Corre el riesgo de quedarse cojo para siempre. La bala le saliу por la parte trasera del talуn.

—Por lo menos no le pegу un tiro en la cabeza.

—No creo que hiciera falta. Por lo que me han comentado los del furgуn, Lundin presenta graves lesiones en la cara, tiene la mandнbula rota y ha perdido dos dientes. Los de la ambulancia se temieron que tambiйn padeciera una conmociуn cerebral. Aparte de la lesiуn en el pie, sufre de intensos dolores en el bajo vientre.

—їY cуmo estб Nieminen?

—Parece ileso. Aunque segъn el vecino que dio el aviso, cuando йl llegу al lugar estaba tumbado, inconsciente. No logrу hablar con йl, pero volviу en sн al cabo de un rato; estaba intentando marcharse cuando aparecieron los compaсeros de Strдngnдs.

Por primera vez en mucho tiempo, Bublanski se quedу sin palabras.

—Un detalle misterioso... —dijo Jerker Holmberg.

—їQuй mбs?

—No sй cуmo explicarlo. La cazadora de cuero de Nieminen... Es que fue allн en moto.

—їSн?

—Estaba rota.

—їCуmo que rota?

—Le falta un trozo. Le han cortado una pieza de aproximadamente veinte por veinte centнmetros de la espalda. Justo donde Svavelsjц MC lleva su emblema.

Bublanski arqueу las cejas.

—їPor quй iba a querer Lisbeth Salander cortar un trozo de su chupa de cuero? їUn trofeo?

—No tengo ni idea. Aunque se me ha ocurrido una cosa —dijo Jerker Holmberg.

—їQuй?

—Magnus Lundin es rubio, tiene un buen barrigуn y coleta. Uno de los individuos que secuestraron a Miriam Wu, la amiga de Salander, era rubio, tenнa una tripa cervecera y llevaba coleta.

 

 

Lisbeth Salander no experimentaba una sensaciуn tan vertiginosa desde que —hacнa ya unos cuantos aсos— visitara Grцna Lund para montar en esa atracciуn llamada Caнda libre. Montу tres veces y lo habrнa hecho tres mбs si no se le hubiera acabado el dinero.

Comprobу que una cosa era llevar una Kawasaki ligera de 125 centнmetros cъbicos —en realidad, poco mбs que un ciclomotor trucado— y otra bien distinta pilotar una Harley-Davidson de 1.450 centнmetros cъbicos. Los primeros trescientos metros, por el mal conservado camino forestal que conducнa a la casa de Bjurman fueron una autйntica montaсa rusa. Lisbeth se sintiу como un giroscopio viviente. En dos ocasiones estuvo a punto de salirse y acabar en las profundidades del bosque; hasta el ъltimo instante no consiguiу recuperar el control. Parecнa que iba montada sobre un alce en estado de pбnico.

Ademбs, el casco se le bajaba sin cesar y le tapaba los ojos, a pesar de que lo habнa rellenado con un trozo de la chupa de Sonny Nieminen.

No se atreviу a parar para ajustado por miedo a no ser capaz de controlar el peso de la moto. Era demasiado baja y no llegaba bien al suelo; temнa que la Harley se le volcara. Si eso ocurriese, no tendrнa fuerzas para volver a levantarla.

Todo fue mucho mejor tan pronto como saliу al camino que daba acceso a la zona de casas de campo. Cuando, unos pocos minutos mбs tarde, enfilу la carretera de Strдngnдs, se atreviу a soltar una mano del manillar para ajustarse el casco. Luego le metiу gas. Recorriу en un tiempo rйcord la distancia que habнa hasta Sцdertдlje con una sonrisa permanente en la boca. Poco antes de llegar, se cruzу con dos coches pintados que tenнan las sirenas puestas.

Lo sensato habrнa sido deshacerse de la Harley-Davidson en Sцdertдlje y dejar que Irene Nesser cogiera el tren de cercanнas a Estocolmo, pero Lisbeth Salander no pudo resistir la tentaciуn. Se incorporу a la E4 y acelerу. Puso mucho cuidado en no exceder el lнmite de velocidad; bueno, mucho tampoco, y, aun asн, le dio la sensaciуn de estar en caнda libre. Hasta que no se hallу a la altura de Дlvsjц no abandonу la autopista; allн, se dirigiу hacia el recinto ferial y consiguiу aparcar sin volcar la bestia. Un intenso sentimiento de pйrdida la asaltу al abandonar la moto, junto con el casco y el trozo de cuero con el emblema de la chupa de Sonny Nieminen. Caminу hasta la estaciуn de trenes de cercanнas. Se habнa quedado helada con el paseo en moto. Se bajу en Sцdra Station, se fue andando a casa y se metiу en la baсera.

 

 

—Su nombre es Alexander Zalachenko —dijo Gunnar Bjцrck—. Aunque en realidad no existe. No lo hallarбs en el padrуn.

«Zala. Alexander Zalachenko. Por fin un nombre.»

—їQuiйn es y cуmo puedo encontrarlo?

—No es una persona a la que uno desee encontrar.

—Crйame, tengo muchas ganas de conocerlo.

—Lo que le voy a contar ahora es informaciуn confidencial. Si alguien se entera de que se la he dado, me procesarбn. Se trata de uno de los secretos mбs importantes de la defensa nacional sueca. Ha de entender por quй resulta tan importante que garantice mi protecciуn como fuente.

—Ya lo he hecho.

—Tiene edad suficiente como para recordar la guerra frнa.

Mikael asintiу con la cabeza. «Venga, al grano.»

—Alexander Zalachenko naciу en 1940 en Stalingrado, en la antigua Uniуn Soviйtica. Cuando contaba un aсo de edad, se iniciу la operaciуn Barbarroja y la ofensiva alemana del frente oriental. Los padres de Zalachenko fallecieron en la guerra; o eso es lo que йl cree. Ni йl mismo sabe lo que pasу. Su recuerdo mбs temprano es de un orfanato situado en los Urales.

Mikael asintiу con la cabeza dando a entender que seguнa la historia.

—El orfanato estaba ubicado en una plaza fuerte y lo financiaba el Ejйrcito Rojo. Se podrнa decir que Zalachenko recibiу una formaciуn militar desde muy temprana edad. Estamos hablando de los aсos mбs cruentos del estalinismo. Tras la caнda de la Uniуn Soviйtica han salido a la luz una serie de documentos que demuestran que, entre los niсos huйrfanos criados por el Estado, se realizaron distintos experimentos con el fin de crear un cuerpo de soldados de йlite. Zalachenko era uno de esos niсos.

Mikael volviу a asentir con la cabeza.

—Para resumir su larga biografнa. A los cinco aсos, lo metieron en un colegio militar. Resultу ser muy inteligente. Con quince, en 1955, lo trasladaron a una escuela militar de Novosibirsk donde, en compaснa de dos mil alumnos mбs y durante tres aсos, recibiу una preparaciуn similar a la de las spetsnaz, las tropas rusas de йlite.

—De acuerdo, asн que era un valiente soldado infantil.

—En 1958, cuando tenнa dieciocho aсos, fue trasladado a Minsk y le destinaron a la formaciуn especial del GRU. їSabe quй era el GRU?

—Sн.

—Las siglas quieren decir, exactamente, Glavnoje razvedyvatelnoje upravlemje, o sea, el servicio de inteligencia militar subordinado al mбs alto mando militar del ejйrcito. El GRU no debe confundirse con la KGB, que era la policнa civil secreta.

—Ya lo sй.

—Por lo general, en las pelнculas de James Bond los miembros de la KGB son retratados como espнas importantes que prestan sus servicios en el extranjero. En realidad, la KGB era fundamentalmente el servicio de seguridad interior del rйgimen, que tenнa campos de concentraciуn en Siberia y mataba a los disidentes con un tiro en la nuca en el sуtano de la cбrcel de Lubyanka. Los responsables del espionaje y de las operaciones en el extranjero pertenecнan, en la mayorнa de los casos, al GRU.

—Esto se estб convirtiendo en una lecciуn de historia. Continъe.

—Cuando Alexander Zalachenko cumpliу veinte aсos, recibiу su primer destino en el extranjero, lo mandaron a Cuba. Se trataba de un perнodo de formaciуn y sуlo ostentaba el grado de alfйrez. Pero permaneciу allн durante dos aсos y viviу tanto la crisis de Cuba como la invasiуn de la bahнa de Cochinos.

—Vale.

—Regresу en 1963 para continuar su formaciуn en Minsk. Luego lo destinaron primero a Bulgaria y despuйs a Hungrнa. En 1965 ascendiу a teniente y tuvo su primer destino en la Europa occidental, concretamente en Roma, donde prestу sus servicios durante doce meses. Fue su primera misiуn under cover. O sea, identidad civil con pasaporte falso y sin ningъn contacto con la embajada.

Mikael asintiу con la cabeza. Muy a su pesar, la historia empezaba a fascinarle.

—En 1967 fue trasladado a Londres. Allн organizу la ejecuciуn de un agente desertor de la KGB. Durante los siguientes diez aсos se convirtiу en uno de los miembros mбs importantes del GRU. Perteneciу a la verdadera йlite de los soldados polнticos mбs entregados; habнa sido entrenado desde su mбs tierna infancia. Habla con fluidez, como mнnimo, seis idiomas. Se ha hecho pasar por periodista, fotуgrafo, publicista, marinero... de todo. Era un artista de la supervivencia y un experto en camuflaje y maniobras de despiste. Disponнa de sus propios agentes y organizaba o ejecutaba sus propias operaciones. Muchas de ellas eran misiones de asesinatos, y bastantes tenнan lugar en el Tercer Mundo. Aunque tambiйn habнa chantajes, amenazas u otros asuntos que sus superiores querнan ver materializados. En 1969 fue ascendido a capitбn; en 1972 a comandante y, en 1975, a teniente coronel.

—їY cуmo acabу en Suecia?

—Ya llegarй a eso. A lo largo de los aсos se fue corrompiendo un poco y araсу dinero de aquн y de allб. Bebнa bastante y se metiу en demasiados lнos de faldas. Sus superiores estaban al corriente de todo, pero seguнa siendo uno de sus favoritos y se mostraron indulgentes con esas minucias. En 1976 le encargaron una misiуn en Espaсa. No hace falta que entremos en detalles, pero se emborrachу y metiу la pata. Fracasу y, de la noche a la maсana, cayу en desgracia. Ordenaron su regreso a Rusia; sin embargo, йl optу por hacer caso omiso de la orden y acabу en una situaciуn aъn peor. Entonces, el GRU contactу con Madrid y le encargу a un agregado militar de la embajada que lo localizara y le hiciera entrar en razуn. Algo saliу verdaderamente mal durante aquella conversaciуn. Zalachenko matу al agregado. De buenas a primeras se quedу sin elecciуn. Habнa quemado todas sus naves y se vio obligado a desertar sin dilaciуn.

—De acuerdo, їy?

—Desertу a Espaсa y maquinу una historia que daba a entender que habнa tenido un accidente de barco en Portugal. Tambiйn dejу una pista falsa que indicaba que habнa huido a Estados Unidos. En realidad, eligiу refugiarse en el paнs europeo donde menos se podнan imaginar. Vino a Suecia, se puso en contacto con la Sдpo y solicitу asilo polнtico. Algo que, de hecho, estuvo muy bien pensado, ya que la probabilidad de que un escuadrуn de la muerte de la KGB o del GRU lo buscara aquн era casi inexistente.

Gunnar Bjцrck se callу.

—їQuй va a hacer el gobierno si uno de los mejores espнas de la Uniуn Soviйtica decide desertar de repente y buscar asilo polнtico en Suecia? Eso ocurriу cuando la derecha acababa de llegar al poder; de hecho, se trataba de uno de los primeros asuntos que presentamos ante el reciйn nombrado primer ministro. Esos cobardes deseaban, claro estб, deshacerse de йl cuanto antes, pero devolverle a la Uniуn Soviйtica resultaba inviable, puesto que habrнa sido un escбndalo polнtico de enormes proporciones. En su lugar, intentaron mandarle a Estados Unidos o a Inglaterra, a lo que Zalachenko se negу. No le gustaba Estados Unidos y sabнa que Inglaterra era uno de los lugares donde la Uniуn Soviйtica contaba con el mayor nъmero de agentes del mбs alto nivel de los servicios de inteligencia. Tampoco querнa ir a Israel, porque no le caнan bien los judнos. Asн que decidiу instalarse en Suecia.

Todo parecнa tan inverosнmil que Mikael se preguntу si Gunnar Bjцrck no le estarнa tomando el pelo.

—їY se quedу aquн?

—Exactamente.

—їY eso nunca ha salido a la luz?

—Durante muchos aсos ha sido uno de los secretos militares mejor guardados de Suecia. Lo que pasaba era que sacбbamos un enorme provecho de Zalachenko. Hubo una йpoca, entre finales de los aсos setenta y principios de los ochenta, en que fue la joya de la corona de los desertores, incluso a nivel internacional. Nunca jamбs habнa desertado un jefe operativo de uno de los comandos de йlite del GRU.

— Y podrнa vender informaciуn...

—En efectivo. Jugу bien sus cartas y fue suministrando la informaciуn segъn le convino. Nos daba lo suficiente para que pudiйramos identificar a un agente en el cuartel general de la OTAN de Bruselas, a otro, esta vez ilegal, en Roma, asн como al hombre de contacto de un cнrculo de espнas en Berlнn. Nos enteramos, igualmente, de los nombres de los asesinos a sueldo que йl habнa contratado en Ankara o Atenas. No sabнa gran cosa sobre Suecia pero, en cambio, poseнa informaciуn sobre ciertas operaciones en el extranjero que nosotros, a su vez, podнamos administrar para obtener otros favores a cambio. Era una mina de oro.

—En otras palabras, empezaron a colaborar con йl.

—Le dimos una nueva identidad. Nos limitamos a proporcionarle un pasaporte y algo de dinero; a partir de ahн, se las arreglу solo. Estaba preparado precisamente para eso.

Mikael permaneciу callado un rato asimilando todo aquello. Luego levantу la vista y mirу a Bjцrck.

—Me mintiу la ъltima vez que estuve aquн.

—їSн?

—Me dijo que habнa conocido a Bjurman en los aсos ochenta, en el club de tiro de la policнa. En realidad, lo conociу mucho antes.

Gunnar Bjцrck asintiу, pensativo

—Una reacciуn automбtica. Todo eso es informaciуn confidencial y no tenнa por quй entrar en detalles acerca de cуmo nos conocimos Bjurman y yo. Hasta que no me preguntу sobre Zala, no hice la conexiуn.

—їY quй pasу?

—Yo tenнa treinta y tres aсos y llevaba tres en la Sдpo. Bjurman tenнa veintisйis y acababa de licenciarse; habнa conseguido un puesto en la Sдpo para tramitar ciertos asuntos de carбcter jurнdico. De hecho, se trataba de una especie de prбcticas. Bjurman es originario de Karlskrona y su padre trabajaba en el servicio de inteligencia militar.

—їY?

—La verdad es que ni Bjurman ni yo estбbamos, ni de lejos, cualificados para tratar con alguien como Zalachenko, pero йl se puso en contacto con nosotros el mismнsimo dнa de las elecciones de 1976. No habнa casi nadie en jefatura, todos tenнan el dнa libre o se encontraban en misiones de vigilancia y cosas por el estilo. Y Zalachenko eligiу justo ese momento para entrar en la comisarнa de Norrmalm, solicitar asilo polнtico y declarar que querнa hablar con alguien de la policнa de seguridad. No dio ningъn nombre. Yo estaba de guardia y pensй que era un asunto de asilo normal y corriente, asн que convoquй a Bjurman para que se encargara de los trбmites jurнdicos. Lo conocimos allн, en la comisarнa de Norrmalm.

Bjцrck se frotу los ojos.

—Y allн estaba йl diciйndonos, tranquilamente y en un tono neutro, su nombre, quiйn era y en quй trabajaba. Bjurman tomaba nota. Al cabo de un rato, me di cuenta de lo que tenнa delante de mн y casi me da algo. Asн que interrumpн la conversaciуn y me fui con Zalachenko y Bjurman, como alma que lleva el diablo, lejos de la comisarнa. No sabнa quй hacer, de modo que reservй una habitaciуn en el hotel Continental, frente a la estaciуn central, y lo metн allн. Dejй a Bjurman de canguro mientras yo bajaba a la recepciуn para llamar a mi jefe. —De repente se riу—. Muchas veces he pensado que nos comportamos como autйnticos aficionados. Pero eso fue lo que ocurriу.

—їQuiйn era su jefe?

—Eso no importa. No pienso dar mбs nombres.

Mikael se encogiу de hombros y dejу pasar el tema sin discutir.

—Tanto yo como mi jefe fuimos conscientes en el acto de que se trataba de un asunto de mбxima confidencialidad, de manera que decidimos que cuantas menos personas estuviesen al tanto, mejor. Bjurman, en particular, no deberнa haber tenido nada que ver con esta historia —estaba muy por encima de su nivel—, aunque como ya se hallaba al corriente del secreto, lo mejor era quedarnos con йl en vez de instruir a otra persona. Y supongo que el mismo razonamiento se aplicу a un jъnior como yo. Sуlo siete personas vinculadas a la Sдpo sabнamos de la existencia de Zalachenko.

—їY cuбntos mбs conocen la historia?

—Desde 1976 hasta principios de los aсos noventa... entre el gobierno, la cъpula militar y la Sдpo unas veinte personas en total.

—їY despuйs de principios de los noventa?

Bjцrck se encogiу de hombros.

—Desde el mismo instante en que cayу la Uniуn soviйtica, Zala dejу de interesar.

—Pero їquй pasу tras la llegada de Zalachenko a Suecia?

Bjцrck se quedу callado durante tanto tiempo que Mikael empezу a rebullirse en la silla

—Para serle sincero... la operaciуn Zalachenko se convirtiу en un йxito y todos los que nos encontrбbamos implicados en el asunto aprovechamos la circunstancia para hacer carrera. No me malinterprete, tambiйn se trataba de un trabajo que exigнa lo suyo. Yo fui designado el mentor de Zalachenko y durante los primeros diez aсos nos vimos, si no a diario, por lo menos un par de veces por semana. Eso sucediу mientras йl estaba rebosante de informaciуn fresca. Al mismo tiempo, mi trabajo consistнa en controlarlo.

—їQuй quiere decir?

—Zalachenko era un cabrуn escurridizo. Podнa ser increнblemente encantador, pero tambiйn comportarse como un loco de remate o un paranoico. Tenнa perнodos en los que abusaba del alcohol y, entonces, se volvнa violento. En mбs de una ocasiуn me vi obligado a acudir en plena noche hasta donde estaba para sacarlo de alguno de los lнos en los que se metнa.

—їPor ejemplo...?

—Por ejemplo, una vez fue a un bar, empezу a discutir con una persona y les dio una salvaje paliza a los dos guardias que intentaron tranquilizarlo. Estamos hablando de un tнo bastante bajo y delgado, aunque con una preparaciуn extraordinaria para el combate cuerpo a cuerpo, de la cual, por desgracia, hacнa alarde en algunas ocasiones. Un dнa tuve que ir a buscarlo, incluso, al calabozo de la policнa.

—Suena como si estuviera loco. Al fin y al cabo, se exponнa a llamar la atenciуn. No me parece muy profesional.

—Ya, pero йl era asн. No habнa cometido ningъn delito en Suecia ni habнa sido detenido ni arrestado por nada. De modo que le proporcionamos un pasaporte y un carnй de identidad suecos, asн como un nombre sueco. Y tenнa una vivienda, pagada por la Sдpo, a las afueras de Estocolmo. Tambiйn le ofrecimos un sueldo para que estuviera constantemente a nuestra disposiciуn. Pero no le podнamos prohibir que saliera a tomar una copa ni que se metiera en lнos de faldas. Lo ъnico que podнamos hacer era limpiar por donde pasaba. Esa fue mi tarea hasta 1985, momento en el que ocupй otro puesto y otra persona tomу el relevo como mentor de Zalachenko.

—їY el papel de Bjurman?

—Bjurman resultaba una carga. No destacaba precisamente por su inteligencia y, ademбs, era la persona equivocada en el sitio equivocado. Su implicaciуn en el asunto, ya desde sus inicios, fue fruto de la mбs pura casualidad. Sуlo participу muy al principio y en muy contadas ocasiones, cuando tenнamos que tramitar algunos temas jurнdicos. Mi jefe resolviу el problema de Bjurman.

—їCуmo?

—De la manera mбs sencilla que se pueda imaginar. Le dieron un trabajo fuera de la policнa, en un bufete que, por decirlo de algъn modo, nos era afнn.

—Klang y Reine.

Gunnar Bjцrck le lanzу una mirada incisiva a Mikael. Luego asintiу.

—Bjurman no era una persona demasiado inteligente, pero se las supo arreglar bastante bien. Durante todos estos aсos, la Sдpo le fue encargando diferentes trabajos, informes y cosas por el estilo. En cierto sentido, йl tambiйn ha hecho carrera gracias a Zalachenko.

—їY dуnde estб Zala en la actualidad?

Bjцrck dudу un instante.

—No lo sй. Mi contacto con йl disminuyу a partir de 1985 y llevo mбs de doce aсos sin verlo. Lo ъltimo que supe de йl fue que abandonу Suecia en 1992.

—Al parecer, ha vuelto. Su nombre ha aparecido vinculado a armas, asuntos de drogas y trafficking.

—No deberнa sorprenderme —suspirу Bjцrck—, aunque tampoco sabe a ciencia cierta si se trata de ese Zala o de alguna otra persona.

—La probabilidad de que aparezcan dos Zalas en esta historia debe de ser microscуpica. їCuбl era su nombre sueco?

Bjцrck contemplу a Mikael.

—No pienso revelarlo.

—Has prometido contбrmelo todo.

—Querнa saber quiйn era Zala, їno? Pues ya se lo he dicho. Pero no pienso darle la ъltima pieza del puzle hasta que no me asegure que va a mantener su parte del trato.

—Lo mбs probable es que Zala haya cometido tres asesinatos, mientras que la policнa estб buscando a una persona inocente. Si cree que me quedo satisfecho sin conocer el nombre sueco de Zala, se equivoca.

—їCуmo sabe que Lisbeth Salander no es la asesina?

—Lo sй.

Gunnar Bjцrck le dedicу una sonrisa. De repente se sintiу mucho mбs seguro.

—Creo que Zala es el asesino —dijo Mikael.

—Se equivoca. Zala no ha matado a nadie.

—їCуmo lo sabe?

—Porque en la actualidad Zala tiene sesenta y cinco aсos y estб gravemente discapacitado. Le han amputado un pie y tiene dificultades para andar. No ha ido por Odenplan ni por Enskede matando a nadie. Si quisiera asesinar a alguien, primero tendrнa que llamar a una ambulancia para que lo llevaran.

 

 

Malin Eriksson sonriу educadamente a Sonja Modig.

—Eso deberбs preguntбrselo a Mikael.

—De acuerdo.

—No puedo hablar de su investigaciуn contigo.

—Pero si el hombre al que llaman Zala es un posible culpable...

—Tendrбs que preguntбrselo a Mikael —insistiу Malin—. Yo puedo ayudarte proporcionбndote informaciуn sobre el trabajo de Dag Svensson, pero no sobre nuestra propia investigaciуn.

Sonja Modig suspirу.

—Lo entiendo. їQuй me puedes contar de las personas de esa lista?

—Sуlo lo que escribe Dag Svensson, nada acerca de las fuentes. Lo que sн puedo decirte es que Mikael ha contactado con mбs o menos una docena de personas de la lista y las ha ido descartando. Quizб eso te ayude.

Sonja Modig asintiу con la cabeza dubitativamente. «No, eso no ayudaba en nada. De todas maneras, la policнa tenнa que llamar a sus puertas y realizar un interrogatorio formal. Un juez. Tres abogados. Varios polнticos y periodistas... y colegas. Promete ser un circo muy divertido.» Sonja Modig se dio cuenta de que la policнa deberнa haber empezado con esos interrogatorios el dнa despuйs de los asesinatos.

Su mirada se depositу sobre un nombre de la lista. Gunnar Bjцrck.

—No aparece el domicilio de este hombre.

—No.

—їPor quй?

—Trabaja en la Sдpo y tiene una direcciуn secreta. Aunque ahora mismo estб de baja. Dag Svensson nunca consiguiу localizarlo.

—їY vosotros habйis conseguido dar con йl?

—Pregъntaselo a Mikael.

Pensativa, Sonja Modig clavу la vista en la pared que habнa tras la mesa de Dag Svensson.

—їPuedo hacer una pregunta personal?

—Adelante.

—їQuiйn creйis vosotros que matу al abogado Bjurman y a vuestros amigos?

Malin Eriksson se quedу callada. Ojalб Mikael Blomkvist hubiese estado allн para contestar a las preguntas. Por mбs que seas inocente, siempre resulta desagradable que un policнa te interrogue. Pero mucho peor aъn era no poder explicar con exactitud las conclusiones a las que habнa llegado Millennium. Luego escuchу la voz de Erika Berger a sus espaldas.

—Nuestro punto de partida es que los asesinatos tuvieron lugar para impedir que alguno de los casos con los que trabajaba Dag Svensson saliera a la luz. Sin embargo, no sabemos quiйn apretу el gatillo. Mikael se estб centrando en esa persona desconocida a la que llaman Zala.

Sonja Modig se dio la vuelta y observу a la redactora jefe de Millennium. Erika Berger ofreciу a Malin y Sonja dos tazas de cafй. Estaban decoradas, respectivamente, con el logotipo del sindicato de los empleados de comercio y servicios y con el del partido de los democristianos. Erika Berger esbozу una sonrisa educada. Despuйs, entrу en su despacho.

Saliу tres minutos mбs tarde.

—Modig, tu jefe acaba de llamar. Tienes el mуvil apagado. Que lo llames.

 

 

El incidente de la casa de campo de Bjurman desencadenу una actividad febril durante la tarde. Se alertу a todas las unidades de la regiуn. Lisbeth Salander al fin habнa salido de su escondite. Se informaba de que existнa una alta probabilidad de que viajara en una Harley-Davidson perteneciente a Magge Lundin. Tambiйn se advertнa que Salander iba armada y que acababa de pegarle un tiro a una persona en una casa cerca de Stallarholmen.

La policнa instalу controles en las carreteras de acceso a Strдngnдs y Mariefred, asн como en todas las entradas de Sцdertдlje. Los trenes de cercanнas entre Sцdertдlje y Estocolmo fueron registrados durante varias horas. Sin embargo, no se pudo dar con ninguna chica de baja estatura, con o sin Harley-Davidson.

A las siete de la tarde, un coche patrulla se percatу de la presencia de una Harley aparcada delante del recinto ferial de Дlvsjц, lo que desplazу el centro de atenciуn de las pesquisas de Sцdertдlje a Estocolmo. Desde Дlvsjц tambiйn informaron de que habнan encontrado un trozo de una cazadora de cuero con el emblema de Svavelsjц MC. El hallazgo hizo que el inspector Bublanski se colocara las gafas sobre la cabeza y que, malhumorado, se entregara a la contemplaciуn de la oscuridad exterior desde la ventana de su despacho de Kungsholmen.

Habнa sido un dнa aciago. El secuestro de la amiga de Salander, la apariciуn de Paolo Roberto, luego un incendio provocado y esa chusma enterrada en los bosques de Sцdertдlje. Y para rematar, el caos incomprensible de Stailarholmen.

Bublanski entrу en la gran sala de trabajo y consultу un mapa de Estocolmo y sus alrededores. Recorriу con la mirada Stailarholmen, Nykvarn, Svavelsjц y, finalmente, Дlvsjц, las cuatro poblaciones que, por diferentes razones, habнan adquirido gran notoriedad. Despuйs dirigiу la vista a Enskede y suspirу. Le atenazaba el presentimiento incуmodo de que la policнa iba muy por detrбs del desarrollo de los acontecimientos. La verdad era que no entendнa nada. Fuera cual fuese el motivo de los asesinatos de Enskede, estaba convencido de que era mucho mбs complicado de lo que habнan pensado en un principio.

 

 

Mikael Blomkvist desconocнa todo lo sucedido en Stailarholmen. Abandonу Smеdalaro a eso de las tres de la tarde. Parу en una gasolinera para tomar cafй mientras intentaba darle sentido a la historia.

Sentнa una profunda frustraciуn. Bjцrck le habнa dado tantos detalles que Mikael estaba abrumado y, a la vez, se habнa empecinado en no proporcionarle la ъltima pieza del puzle, la identidad sueca de Zalachenko. Se sentнa engaсado. De repente Bjцrck habнa interrumpido la narraciуn y se habнa negado en redondo a revelarle el desenlace de la historia.

—Tenemos un acuerdo —insistiу Mikael.

—Yo he cumplido con mi parte. Le he contado quiйn es Zalachenko. Si quiere mбs informaciуn, tendremos que llegar a un nuevo acuerdo. Necesito garantнas de que mi nombre se va a desvincular por completo y de que no habrб consecuencias.

—їCуmo puedo garantizбrselo? No tengo poder sobre la investigaciуn policial y, tarde o temprano, llamarбn a su puerta.

—No me preocupa la investigaciуn policial. Lo que necesito es que me asegure que mi nombre nunca aparecerб relacionado con el tema de las putas.

Mikael advirtiу que Bjцrck parecнa mбs preocupado por ocultar su relaciуn con el comercio sexual que por haber desvelado informaciуn confidencial de su trabajo. Eso decнa bastante de su personalidad.

—Ya le he prometido que, por lo que a ese tema respecta, no escribirй ni una sola palabra sobre usted.

—Pero ahora necesito garantнas de que tampoco va a mezclarme con el asunto de Zalachenko.

Mikael no pensaba darle ese tipo de garantнas. Podнa llegar a tratar a Bjцrck como una fuente anуnima por lo que al trasfondo de la historia se referнa, pero no garantizarle el completo anonimato. Al final, acordaron meditar sobre ese punto un dнa o dos antes de continuar con la entrevista.

Cuando Mikael se hallaba sentado en la gasolinera tomбndose un cafй en un vaso de papel, le asaltу la sensaciуn de que tenнa algo delante de sus narices. Estaba tan cerca que podнa vislumbrar las siluetas, aunque no era capaz de enfocar la imagen. Luego se le ocurriу que habнa otra persona que tal vez pudiera arrojar algo de luz sobre la historia. Ademбs, estaba bastante cerca de la residencia de Ersta. Consultу la hora, saliу apresuradamente y se fue a visitar a Holger Palmgren.

 

 

Gunnar Bjцrck estaba preocupado. Tras el encuentro con Mikael Blomkvist, se hallaba extenuado. La espalda le dolнa mбs que nunca. Se tomу tres analgйsicos y se tumbу en el sofб del salуn. Los pensamientos le corroнan. Una hora mбs tarde se levantу, puso agua a hervir y sacу unas bolsitas de tй Lipton. Se sentу a la mesa de la cocina y empezу a pensar.

їPodнa fiarse de Mikael Blomkvist? Habнa jugado sus cartas y ahora estaba a merced de la buena voluntad de Blomkvist. No obstante, se habнa guardado la informaciуn mбs importante, la identidad y el verdadero papel de Zala en la historia. Una carta decisiva que todavнa guardaba en la manga.

їCуmo coсo habнa podido acabar metido en todo ese lнo? No era ningъn delincuente. Todo lo que habнa hecho se reducнa a pagar a unas putas. Estaba soltero. Esa jodida tнa de diecisйis aсos ni siquiera habнa fingido que йl le gustaba; lo habнa mirado con desprecio.

Maldita zorra. Ojalб no hubiese sido tan joven. Si por lo menos hubiese tenido veinte aсos, ahora el asunto no tendrнa tan mala pinta. Los medios de comunicaciуn lo masacrarнan si alguna vez se filtraba la informaciуn. Blomkvist tambiйn lo detestaba. Ni siquiera intentaba ocultarlo.

«Zalachenko.»

Un chuloputas. Quй ironнa. Habнa follado con las putas de Zalachenko. Aunque Zalachenko habнa sido lo suficientemente listo como para mantenerse en un discreto segundo plano.

«Bjurman y Salander.»

«Y Blomkvist.»

Una salida.

Tras pasar una hora cavilando, fue a por el papelito donde estaba apuntado el nъmero de telйfono y que habнa cogido cuando, dos o tres dнas antes, le hizo una breve visita a su lugar de trabajo. No era lo ъnico que le habнa ocultado a Blomkvist. Tambiйn sabнa dуnde se encontraba Zalachenko, pero llevaba mбs de doce aсos sin hablar con йl y no le apetecнa nada volverlo a hacer nunca mбs.

Pero el cabrуn de Zalachenko era muy escurridizo. Entenderнa el problema. Podrнa desaparecer de la faz de la tierra. Marcharse al extranjero y jubilarse. La verdadera catбstrofe serнa que lo detuvieran. Entonces, todo podrнa irse a la mierda.

Dudу mucho tiempo antes de levantar el telйfono y marcar el nъmero.

—Hola, soy Sven Jansson —dijo. Un nombre falso que llevaba mucho tiempo sin usar. Zalachenko se acordaba perfectamente de quiйn era.



  

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