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CUARTA PARTE: Terminator mode Del 24 de marzo al 8 de abril



CUARTA PARTE: Terminator mode Del 24 de marzo al 8 de abril

La raнz de una ecuaciуn es un nъmero que introducido en lugar de la incуgnita hace de la ecuaciуn una identidad. Se dice que la raнz satisface la ecuaciуn. Para resolver una ecuaciуn uno debe encontrar todas las raнces. Una ecuaciуn que es satisfecha por todos los valores imaginables de las incуgnitas se conoce como identidad.

(a + b)2 = a2 + 2ab + b2

 


Capнtulo 21 Jueves de Pascua, 24 de marzo - Lunes, 4 de abril

Lisbeth Salander pasу la primera semana de su persecuciуn policial alejada de todo. Se encontraba tranquilamente en su piso de Fiskargatan, en Mosebacke. Habнa apagado el mуvil y le habнa sacado la tarjeta SIM; no tenнa intenciуn de volver a usarlo. Estupefacta, con los ojos cada vez mбs abiertos, siguiу los titulares de las ediciones digitales de los periуdicos y los informativos de televisiуn.

Irritada, vio cуmo su foto de pasaporte, tras ser colgada en Internet, pasу a cubrir todas las portadas de los diarios y las cabeceras de las noticias. Tenнa un aspecto horrible.

A pesar de su gran empeсo por permanecer en el anonimato durante todos esos aсos, se habнa convertido en una de las personas mбs tristemente cйlebres del paнs y que mбs atenciуn acaparaba por parte de la prensa. Con moderado asombro, comprendiу que una orden de busca y captura de una chica de baja estatura sospechosa de un triple asesinato constituнa una de las noticias mбs impactantes del aсo, mбs o menos al nivel de la de los crнmenes de la secta de Knutby. Pensativa, con las cejas arqueadas, siguiу los comentarios y las explicaciones de los medios, y descubriу fascinada que los documentos clasificados como secretos sobre sus deficiencias mentales parecнan resultar de acceso libre para cualquier redacciуn. Un titular le despertу viejos recuerdos enterrados.

DETENIDA POR AGRESIУN EN EL METRO

Un reportero judicial de la agencia TT le habнa ganado la batalla a sus competidores al conseguir echarle el guante a una copia del informe mйdico forense que se realizу cuando Lisbeth fue arrestada, en la estaciуn de metro de Gamia Stan, por haberle dado una patada en la cara a un pasajero.

Lisbeth se acordaba perfectamente del suceso. Habнa pasado el dнa en Odenplan y regresaba a Hagersten, al domicilio de su familia de acogida. En Rеdmansgatan un desconocido —al parecer, sobrio— subiу al vagуn y de inmediato la convirtiу en su objetivo. Mбs tarde se enterarнa de que se llamaba Karl Evert Blomgren, tenнa cincuenta y dos aсos, vivнa en Gavie, estaba en paro y era ex jugador de bandy. A pesar de que el vagуn estaba medio vacнo, se sentу a su lado y empezу a acosarla. Le puso la mano en la rodilla e intentу entablar una conversaciуn del tipo «te doy doscientas coronas si me acompaсas a casa». Como ella lo ignorу, insistiу y la llamу maldita puta frнgida. El hecho de que ella no le contestara y de que, ademбs, se cambiara de asiento en T-Centralen no lo disuadiу.

Cuando se acercaron a Gamia Stan la abrazу por detrбs y le metiу las manos por debajo del jersey, mientras le susurraba al oнdo que era una puta. A Lisbeth Salander no le gustу que un perfecto desconocido la llamara puta en el metro. Le respondiу propinбndole un codazo en todo el ojo para, acto seguido, colgarse de una barra, alzar las piernas y darle una patada con los tacones de los zapatos en el nacimiento de la nariz. El impacto provocу una hemorragia leve.

Se le presentу la oportunidad de salir pitando del vagуn en cuanto el tren parу en el andйn pero, como iba vestida siguiendo los dictбmenes de la mбs exagerada moda punk y llevaba el pelo teсido de azul, un amigo del orden se abalanzу sobre ella y la mantuvo inmovilizada en el suelo hasta que acudiу un policнa.

Maldijo su sexo y su constituciуn fнsica. Si hubiese sido un chico, nadie se habrнa atrevido a lanzarse encima de ella.

Nunca hizo intento alguno de justificar por quй le habнa dado una patada en la cara a Karl Evert Blomgren. No consideraba que mereciera la pena explicarles nada a las autoridades. Por principios, ni siquiera se dignу a contestar a los psicуlogos que se dirigieron a ella para intentar evaluar su estado mental. Por suerte, numerosos pasajeros habнan presenciado la escena, entre ellos una resuelta y combativa mujer de Hдrnцsand que daba la casualidad de que era diputada del partido de centro en el Riksdag. La mujer dio su testimonio in situ: Blomgren habнa acosado a Salander antes de que йsta tuviera ese arrebato violento. Al saberse que Blomgren habнa sido condenado en dos ocasiones anteriores por atentar contra la moralidad pъblica, el fiscal decidiу archivar el caso. Sin embargo, eso no significу que los servicios sociales interrumpieran su investigaciуn sobre Lisbeth. Algo que poco tiempo despuйs resultarнa en que el Tribunal de Primera Instancia declarara a Lisbeth Salander incapacitada y acabara siendo tutelada primero por Holger Palmgren y luego por Nils Bjurman.

Ahora esos detalles нntimos y, supuestamente, protegidos por el secreto profesional se hallaban publicados en la red a la vista de todos. Su currнculo se completaba con floridas descripciones de cуmo, desde primaria, siempre tuvo conflictos con su entorno y de su estancia durante los primeros aсos de la adolescencia en una clнnica de psiquiatrнa infantil.

 

 

El diagnуstico que los medios efectuaron de Lisbeth Salander variaba segъn ediciуn y periуdico. En algunas ocasiones la describнan como psicуtica y, en otras, como esquizofrйnica con acusados rasgos de manнa persecutoria. Todas las fuentes de informaciуn la tildaban de deficiente mental, esgrimiendo que ni siquiera habнa logrado aprovechar la enseсanza recibida en el colegio, del que saliу sin obtener el certificado escolar. La caracterizaban como una desequilibrada con inclinaciуn a la violencia; a la opiniуn pъblica no albergaba ni la mбs mнnima duda sobre ese perfil.

Tan pronto como los medios de comunicaciуn descubrieron que Lisbeth Salander era amiga de la conocida lesbiana Miriam Wu, se desatу en varios periуdicos una verdadera convulsiуn. Miriam Wu habнa actuado en el performance show de Benita Costa en el Festival del Orgullo Gay, un provocador espectбculo donde Mimmi fue fotografiada desnuda de cintura para arriba, vestida con unos pantalones de cuero con tirantes y unas botas de charol de tacуn alto. Ademбs, habнa escrito artнculos en una publicaciуn gay, que fueron citados asiduamente en los medios, y en algunas ocasiones habнa sido entrevistada en relaciуn a su participaciуn en distintos espectбculos. La combinaciуn de una presunta asesina mъltiple lesbiana con las sugerentes prбcticas de sexo BDSM constituнa, al parecer, un cуctel infalible para aumentar la tirada.

 

 

Dado que durante la primera semana no se consiguiу localizar a Miriam Wu, siguieron un sinfнn de especulaciones sobre la posibilidad de que ella tambiйn hubiera sido vнctima de la ola de violencia de Salander o de que, incluso, fuera su cуmplice. Tales reflexiones, no obstante, se limitaban fundamentalmente al chat de una estъpida pбgina web llamada Exilen, pero no figuraban en los medios mбs importantes. Al hacerse pъblico que la tesis de Mia Bergman versaba sobre el comercio sexual, varios periуdicos sн especularon con la posibilidad de que йse hubiera sido el mуvil de los asesinatos, ya que, segъn los servicios sociales, Lisbeth Salander era una prostituta.

Al final de la semana, los medios tambiйn descubrieron que Salander tenнa conexiones con una pandilla de chicas que coqueteaban con el satanismo. El grupo se llamaba Evil Fingers e indujo a un periodista cultural de cierta edad a escribir un texto sobre el desarraigo de los jуvenes y los peligros que se ocultan en todo lo que va desde la cultura de los cabezas rapadas hasta la del hip-hop.

A esas alturas, el pъblico ya estaba saturado de informaciуn sobre Lisbeth Salander. De haber reunido todas las afirmaciones de los distintos medios, hubiera resultado que la policнa buscaba a una lesbiana psicуtica miembro de una banda de satбnicas sadomasoquistas que preconizaban el sexo BDSM y que odiaban a la sociedad en general y a los hombres en particular. Dado que, ademбs, Lisbeth viajу al extranjero durante el aсo anterior, posiblemente tambiйn se podrнan establecer conexiones internacionales.

 

 

En una sola ocasiуn Lisbeth reaccionу con una emociуn menos templada ante lo que saliу a flote en medio de aquel ruido mediбtico. Un titular captу su interйs.

                              «LE TENНAMOS MIEDO»

—Amenazaba con matarnos —dicen los profesores y los compaсeros de clase.

Las declaraciones eran de una antigua profesora, ahora artista textil, llamada Birgitta Miееs, que se explayaba narrando cуmo Lisbeth Salander amenazaba a sus compaсeros de clase y el miedo que le tenнan los profesores.

Efectivamente, Lisbeth se habнa encontrado con Miееs, y no sуlo en el sentido literal del tйrmino.

Se mordiу el labio inferior y calculу que por aquel entonces ella tenнa once aсos. Recordaba a Miееs, una desagradable sustituta de matemбticas, que en una ocasiуn se obstinу en que Lisbeth contestara a una pregunta a la que ya habнa dado una respuesta correcta, pero que, segъn la soluciуn del libro de texto, era errуnea. En efecto, el libro se equivocaba, algo que, para Lisbeth, deberнa haber resultado obvio a los ojos de cualquier persona. Pero la insistencia de Miееs aumentу de modo inversamente proporcional a las ganas de Lisbeth por resolver el problema. Lisbeth se quedу sentada y se puso de morros, dibujando con la boca, con el labio inferior adelantado, una lнnea recta. Hasta que, al final, Miееs, de pura frustraciуn, la cogiу de los hombros y la zarandeу para despertar su atenciуn. Lisbeth reaccionу tirбndole el libro a la cabeza, cosa que provocу un alboroto considerable. Lisbeth le escupiу y bufу defendiйndose como gato panza arriba y dando patadas a diestro y siniestro, mientras los compaсeros intentaban sujetarla.

Era un reportaje a doble pбgina en un periуdico vespertino que habнa reservado espacio para una serie de comentarios, en una columna adyacente, ilustrados con una foto en la que uno de sus antiguos compaсeros de clase posaba ante la entrada de su viejo colegio. El chico en cuestiуn se llamaba David Gustavsson y se presentaba a sн mismo como auxiliar administrativo. Afirmaba que los alumnos le tenнan miedo a Lisbeth Salander ya que «una vez, ella habнa amenazado con matarlos». Lisbeth se acordaba de David Gustavsson. Fue uno de sus principales torturadores durante sus aсos de escuela, una corpulenta bestia con un cociente intelectual semejante al de un lucio que raramente dejaba escapar la oportunidad de repartir insultos y empujones en el pasillo. En una ocasiуn, detrбs del gimnasio, la atacу durante la comida y ella, como ya venнa siendo habitual, le devolviу el golpe. Desde el punto de vista fнsico, Lisbeth tenнa todas las de perder, pero consideraba que era mejor morir que capitular. Precisamente aquel incidente se descontrolу cuando gran cantidad de compaсeros de clase les rodeу y observaron impasibles cуmo David Gustavsson, empujбndola una y otra vez, derribaba a Lisbeth Salander. Eso los entretuvo hasta cierto punto, pero la estъpida chica, que no sabнa lo que era mejor para su propio bien, se quedу en el suelo y, para colmo, ni siquiera se echу a llorar ni pidiу clemencia.

Al cabo de un rato, aquello empezу a resultar excesivo hasta para sus propios compaсeros. La ventaja de David era tan superior y Lisbeth se veнa tan manifiestamente indefensa que el chico empezу a acumular puntos en su contra; habнa iniciado algo que no sabнa cуmo concluir. Al final, le propinу dos contundentes puсetazos que no sуlo le partieron el labio, sino que tambiйn la dejaron sin aire. Los demбs estudiantes la abandonaron sin contemplaciones y, entre risas, doblaron la esquina y desaparecieron.

Lisbeth Salander volviу a casa a lamerse las heridas. Dos dнas mбs tarde, regresу con un bate de bйisbol. En medio del patio le asestу un golpe a David en la oreja. Mientras йl yacнa tumbado en el suelo, en estado de shock, Lisbeth apretу el bate contra su garganta, se inclinу y le susurrу al oнdo que si volvнa a tocarla otra vez, lo matarнa. Cuando el personal del colegio descubriу lo que estaba pasando, David fue trasladado a la enfermerнa y Lisbeth al despacho del director, donde se le impuso un castigo, se engrosу su expediente por mala conducta y se decidiу continuar con la investigaciуn de los servicios sociales.

Durante mбs de quince aсos, Lisbeth no habнa vuelto a pensar en la existencia —ni en la razуn de ser— ni de Miееs ni de Gustavsson. Tomу nota mental de controlar, cuando dispusiese de tiempo, a quй se dedicaban en la actualidad.

El despliegue de atenciуn mediбtica tuvo como resultado que Lisbeth se hiciera muy famosa, tristemente famosa, entre la sociedad sueca. Se examinу, analizу y publicу hasta el mбs mнnimo detalle de su pasado, desde sus arrebatos de violencia en la escuela primaria hasta su tratamiento en la clнnica psiquiбtrica infantil de Sankt Stefan, a las afueras de Uppsala, donde pasу mбs de dos aсos.

Aguzу el oнdo cuando entrevistaron en la tele al mйdico jefe Peter Teleborian. Tenнa ocho aсos mбs desde la ъltima vez que Lisbeth lo viera, en el Tribunal de Primera Instancia, durante la vista oral sobre su incapacidad. Tenнa el ceсo profundamente arrugado y se rascу la fina barba cuando, con visible preocupaciуn, se dirigiу a la presentadora y le explicу que se hallaba bajo secreto profesional y que, por consiguiente, no estaba autorizado a hablar de ninguno de sus pacientes. Cuanto podнa decir era que Lisbeth Salander constituнa un caso muy complicado que requerнa tratamiento especializado y que el tribunal, en contra de sus recomendaciones, habнa decidido someterla a tutela administrativa y reinsertarla en la sociedad, en vez de ofrecerle la asistencia institucional que necesitaba. «Un escбndalo», afirmу Teleborian. Lamentaba que, como consecuencia de ese error judicial, tres personas hubieran tenido que pagar con sus vidas, y aprovechу la ocasiуn para criticar los drбsticos recortes presupuestarios que el gobierno habнa efectuado durante las ъltimas dйcadas en el бmbito de la asistencia psiquiбtrica.

Lisbeth advirtiу que ningъn periуdico revelaba que el tratamiento mбs habitual en la unidad de acceso restringido de psiquiatrнa infantil, de la que era responsable el doctor Teleborian, consistнa en encerrar a «los pacientes inquietos y difнciles» en una habitaciуn denominada «libre de estнmulos». Toda la decoraciуn de ese cuarto se limitaba a una camilla provista de correas de sujeciуn. El pretexto acadйmico era que los niсos que respondнan a esas caracterнsticas no recibieran ningъn estнmulo que pudiera provocarles un ataque.

Al hacerse mayor, descubriу que existнa otro tйrmino para lo mismo: «aislamiento sensorial». Someter a los presos a aislamiento sensorial habнa sido clasificado, por la convenciуn de Ginebra, como inhumano. Esa prбctica constituнa un ingrediente habitual en experimentos de lavado de cerebro a los que se habнan dedicado distintos regнmenes dictatoriales, y existнa documentaciуn que daba fe de que aquellos presos polнticos que confesaron todo tipo de absurdos crнmenes durante los juicios de Moscъ de los aсos treinta habнan sido sometidos a tratamientos de esa нndole.

En cuanto Lisbeth vio el rostro de Peter Teleborian por la televisiуn, su corazуn se convirtiу en un diminuto trozo de hielo. Se preguntу si seguirнa utilizando la misma repugnante lociуn de afeitado. Йl era el responsable de lo que teуricamente fue definido como su tratamiento. Lisbeth nunca comprendiу quй era lo que se esperaba de ella, salvo que por fuerza debнa ser tratada y habнa de alcanzar plena conciencia de sus actos. No tardу en llegar a la conclusiуn de que un «paciente inquieto y difнcil» era sinуnimo de un paciente que cuestionaba los razonamientos y los conocimientos de Peter Teleborian.

Lisbeth descubriу, por consiguiente, que el mйtodo de tratamiento psiquiбtrico mбs frecuente en el siglo XVI todavнa se seguнa practicando, en el umbral del siglo XXI, en Sankt Stefan.

Cerca de la mitad de su estancia en Sankt Stefan la pasу atada a la camilla del cuarto «libre de estнmulos». Al parecer, se habнa establecido una suerte de rйcord.

Sexualmente hablando, Teleborian nunca le habнa puesto la mano encima. Ni siquiera la habнa tocado, excepto en las situaciones mбs inocentes. En una ocasiуn, estando ella inmovilizada en el cuarto de aislamiento, le colocу la mano en el hombro a modo de reprimenda.

Se preguntу si todavнa tendrнa las marcas de sus dientes en la falange del dedo meсique.

Aquello acabу convirtiйndose en un duelo donde Teleborian tenнa todas las de ganar. La baza de Lisbeth consistiу en aislarse del exterior e ignorarlo por completo cuando йl la visitaba.

Tenнa doce aсos cuando dos mujeres policнa la trasladaron a Sankt Stefan. Sucediу unas cuantas semanas despuйs de que ocurriese Todo Lo Malo. Se acordaba de cada detalle. Al principio pensу que, de alguna manera, todo se iba a arreglar. Habнa intentado explicarles su versiуn a los policнas, a los asistentes sociales, al personal del hospital, a las enfermeras, a los mйdicos, a los psicуlogos e, incluso, a un pastor que querнa que ella lo acompaсara en sus oraciones. Cuando iba en el coche patrulla, sentada en el asiento de atrбs, y pasaron Wennergren Center de camino al norte, hacia Uppsala, seguнa sin saber adonde se dirigнan. Nadie se lo habнa comunicado. Fue entonces cuando empezу a sospechar que nada se solucionarнa.

Tambiйn habнa intentado explicбrselo a Peter Teleborian.

El resultado de todos esos esfuerzos fue que pasу la noche en la que cumpliу trece aсos amarrada a la camilla.

Peter Teleborian era, sin punto de comparaciуn, el sбdico mбs asqueroso y despreciable que Lisbeth Salander habнa conocido en toda su vida. Ganaba a Bjurman por goleada. Bjurman era un animal descontrolado al que ella supo manejar. Pero Peter Teleborian se hallaba oculto y protegido tras una cortina de documentos, evaluaciones, mйritos acadйmicos y toda una ininteligible jerigonza psiquiбtrica. No habнa forma de poder denunciar o criticar ni uno solo de sus actos.

El Estado le habнa encomendado la misiуn de amarrar con correas a las niсas traviesas.

Cada vez que Lisbeth yacнa atada de pies y manos, boca arriba, y йl le apretaba las correas, ella lo miraba fijamente y leнa la excitaciуn en sus ojos. Ella lo sabнa. Y йl sabнa que ella lo sabнa. Mensaje recibido.

La noche que cumpliу trece aсos, decidiу no intercambiar nunca mбs ni una palabra con Peter Teleborian ni con ningъn otro psiquiatra o mйdico de la cabeza. Fue el regalo de cumpleaсos que se hizo a sн misma. Mantuvo su promesa. Y Lisbeth sabнa que eso provocу en Teleborian una enorme frustraciуn y que quizб hubiera contribuido —mбs que ninguna otra cosa— a que, noche tras noche, fuese inmovilizada en la camilla. Era un precio que estaba dispuesta a pagar.

Lo aprendiу todo sobre el autocontrol. Los dнas en los que la liberaban de su aislamiento no sufrнa arrebatos ni lanzaba objetos a su alrededor.

Pero no hablaba con los mйdicos.

En cambio, conversaba educadamente y sin cortapisas con enfermeras, personal de cocina y limpiadoras. Algo que no pasу desapercibido. Una amable enfermera —cuyo nombre era Carolina y a la que Lisbeth, hasta cierto punto, le habнa cogido cariсo— le preguntу un dнa por quй se comportaba asн. Lisbeth se quedу mirбndola inquisitivamente.

—їPor quй no hablas con los mйdicos?

—Porque no me escuchan.

No se trataba de una respuesta espontбnea, sino de su nueva manera de comunicarse con los mйdicos. Era consciente de que todos esos comentarios serнan incorporados a su historial documentando que su silencio se debнa a una decisiуn completamente racional.

Durante su ъltimo aсo en Sankt Stefan, cada vez fue menos frecuente que encerraran a Lisbeth en la celda de aislamiento. Las ocasiones en las que eso sucedнa se debнan a que ella, de una u otra manera, habнa irritado a Peter Teleborian, cosa que parecнa ocurrir tan pronto como йl la veнa. Teleborian intentaba una y otra vez romper el obstinado silencio de Lisbeth y obligarla a reconocer su existencia.

Durante una йpoca, Teleborian decidiу experimentar con ella, haciendo que Lisbeth tomara un nuevo tipo de psicofбrmaco que le provocaba dificultades respiratorias y le inhibнa el raciocinio, lo que le producнa angustia. Desde ese momento, ella se negу a tomar su medicaciуn, ante lo cual Teleborian optу por forzarla a ingerir tres pastillas diarias.

Su resistencia fue tan feroz que el personal se vio abocado a sujetarla haciendo uso de la violencia, abrirle la boca a la fuerza y luego obligarla a tragar. La primera vez, Lisbeth se metiу inmediatamente los dedos en la garganta y vomitу el almuerzo sobre el enfermero mбs cercano. Este comportamiento condujo a que las pastillas le fueran administradas mientras estaba inmovilizada. Lisbeth respondiу aprendiendo a devolver sin necesidad de utilizar los dedos. Su rabiosa negativa y el trabajo adicional que aquello le supuso al personal motivaron la interrupciуn de ese nuevo experimento.

Acababa de cumplir quince aсos cuando, sin previo aviso, la volvieron a llevar a Estocolmo y le asignaron una familia de acogida. El traslado la cogiу por sorpresa. Pero por aquella йpoca Teleborian aъn no era el jefe de Sankt Stefan y Lisbeth Salander estaba convencida de que йsa era la ъnica razуn de su inesperada alta: si Teleborian hubiese podido decidir, ella todavнa continuarнa amarrada a la camilla de la celda de aislamiento.

Y ahora lo estaba viendo por la tele. Se preguntу si йl todavнa soсarнa con volver a someterla a sus «cuidados» o si ella ya serнa demasiado mayor como para satisfacer sus fantasнas. Su diatriba contra la decisiуn del Tribunal de Primera Instancia de no ofrecerle asistencia institucional resultу de lo mбs eficaz y despertу la indignaciуn de la periodista que le entrevistaba que, evidentemente, no sabнa quй preguntas formularle. No habнa nadie que pudiera contradecir a Teleborian: el antiguo mйdico jefe de Sankt Stefan habнa fallecido y el juez que presidiу el tribunal del caso Salander, y al que ahora no le quedaba mбs remedio que asumir hasta cierto punto el papel de malo de la pelнcula, se habнa retirado y se negaba a hacer comentarios a la prensa.

 

 

Lisbeth encontrу uno de los textos mбs desconcertantes en la ediciуn digital de un periуdico de provincias del centro de Suecia. Lo leyу tres veces antes de apagar el ordenador y encender un cigarrillo. Se sentу en el alfйizar de la ventana sobre un cojнn de Ikea y, resignada, se entregу a la contemplaciуn de la iluminaciуn nocturna.

«ES BISEXUAL»,

DICE UNA AMIGA DE LA INFANCIA

La mujer de veintisйis aсos, a la que se busca por tres asesinatos, es descrita como una persona excйntrica e introvertida que tuvo grandes dificultades de adaptaciуn escolar. A pesar de los muchos intentos realizados por los compaсeros para integrarla, ella siempre se mantuvo al margen.

«Tenнa problemas evidentes de identidad sexual», recuerda Johanna, una de sus pocas amigas нntimas del colegio.

«Pronto quedу claro que era diferente y que era bisexual. Estбbamos preocupados por ella.»

El reportaje continuaba con la descripciуn de una serie de episodios evocados por Johanna. Lisbeth arqueу las cejas; ni se acordaba de esos capнtulos de su vida ni de haber tenido una amiga llamada Johanna. De hecho, ni siquiera recordaba la existencia de una persona a la que pudiera considerar amiga нntima y que hubiese intentado integrarla socialmente durante sus aсos de escuela.

El texto no precisaba cuбndo se suponнa que habнan tenido lugar aquellos sucesos, porque lo cierto era que Lisbeth abandonу el colegio con doce aсos. Eso significaba que su preocupada amiga de infancia deberнa haber descubierto su bisexualidad ya en quinto o sexto curso.

A pesar de la impetuosa avalancha de textos absurdos que se produjo durante toda la semana, la entrevista con Johanna fue la que mбs la afectу. Resultaba demasiado evidente que no era real; o el reportero se habнa encontrado con una mitуmana, o se habнa inventado la historia. Memorizу el nombre del periodista y lo incluyу en la lista de futuros objetos de estudio.

 

 

Ni siquiera los reportajes atenuantes, particularmente crнticos con la sociedad, con tнtulos como «La sociedad ha fallado» o «Nunca recibiу la ayuda que necesitaba» pudieron mitigar la fama de enemiga pъblica nъmero uno que habнa adquirido: una asesina mъltiple que, en un arrebato de locura, habнa ejecutado a tres honrados ciudadanos.

Lisbeth leyу las interpretaciones de su vida con cierta fascinaciуn y advirtiу una manifiesta laguna en lo que la opiniуn pъblica sabнa acerca de ella. A pesar de disponer, al parecer, de un acceso ilimitado a los detalles mбs нntimos y mбs secretos de su vida, los medios habнan omitido completamente Todo Lo Malo, que ocurriу poco antes de cumplir los trece. Los conocimientos que sobre su vida poseнan iban desde preescolar hasta los once aсos y se retomaban cuando, con quince, fue dada de alta de la clнnica de psiquiatrнa infantil y alojada en una familia de acogida.

Daba la impresiуn de que la persona del equipo de investigaciуn policial que habнa proporcionado la informaciуn a los medios de comunicaciуn hubiera decidido ocultar el episodio de Todo Lo Malo, por motivos que a Lisbeth Salander le resultaban incomprensibles. Era una maniobra que la desconcertaba. Si la policнa deseara resaltar su tendencia a usar la fuerza bruta, aquella investigaciуn constituнa, sin parangуn, el lastre de mбs peso de su currнculo —mucho mбs que todas aquellas menudencias del patio de la escuela— y el motivo directo de su traslado a Uppsala y su ingreso en Sankt Stefan.

 

 

El domingo de Pascua, Lisbeth empezу a estudiar la investigaciуn policial al detalle. A travйs de las informaciones de los medios de comunicaciуn se formу una sуlida idea de los integrantes del equipo. Apuntу que el fiscal Richard Ekstrцm era el instructor del sumario, asн como el que normalmente llevaba la voz cantante en las ruedas de prensa. La investigaciуn propiamente dicha estaba bajo el mando del inspector Jan Bublanski, un hombre con cierto sobrepeso, que se embutнa en una americana que le sentaba mal, y que solнa flanquear a Ekstrцm en las ruedas de prensa.

Unos dнas despuйs, identificу a Sonja Modig como la ъnica mujer policнa y como la persona que encontrу al abogado Bjurman. Reparу en los nombres de Hans Faste y Curt Svensson, pero no asн en el de Jerker Holmberg quien, al no aparecer en ningъn reportaje, pasу completamente desapercibido. Creу un archivo para cada uno de ellos en su ordenador y empezу a introducir datos.

La informaciуn sobre el avance de la investigaciуn se hallaban, como era natural, en los ordenadores del equipo policial, cuya base de datos se iba archivando en el servidor de la jefatura de policнa. Lisbeth Salander sabнa que piratear la red interna de la policнa resultaba extremadamente complicado pero no imposible. En absoluto. No era la primera vez.

Cuatro aсos antes, a raнz de un trabajo para Dragan Armanskij, estudiу la estructura de la red policial y sopesу las posibilidades que tenнa de entrar en el registro criminal para realizar bъsquedas personales. Su intento de intrusiуn fue un fracaso estrepitoso; el cortafuegos de la policнa era demasiado sofisticado y estaba minado de trampas que la podrнan llevar a llamar la atenciуn de modo indeseado.

La red interna de la policнa estaba configurada con sus propios cables, de manera que quedaba aislada de toda conexiуn externa e Internet. En otras palabras, o bien necesitaba un oficial de carne y hueso con permiso para acceder a la red que trabajara para ella, o bien engaсaba a la red interna de la policнa para que pensara que Lisbeth era una persona autorizada. Por fortuna, los expertos en seguridad de las fuerzas del orden habнan dejado abierta una gigantesca brecha para conseguir esto ъltimo. Una gran cantidad de comisarнas del paнs se hallaba conectada a la red interna, muchas eran pequeсas unidades locales que no disponнan de personal nocturno y carecнan de alarma antirrobo o de cualquier tipo de vigilancia. La comisarнa local de Lеngvik, en las afueras de Vasterеs, era una de йsas. Con cerca de ciento treinta metros cuadrados, estaba ubicada en el mismo edificio que la biblioteca local y que la oficina de la seguridad social, y durante el dнa contaba con tres agentes.

En aquella ocasiуn, Lisbeth Salander no logrу adentrarse en la red, pero decidiу que podнa merecer la pena, para futuras investigaciones, dedicarle un poco de tiempo y energнa a hacerse con el access. Calibrу sus posibilidades y luego solicitу un trabajo temporal de verano como limpiadora, en la biblioteca de Lеngvik. Dejando al margen todo aquel ajetreo de fregonas y cubos, le bastaron poco mбs de diez minutos en la oficina de urbanismo para formarse una idea clara y detallada de la comisarнa. Tenнa las llaves del edificio, pero no las de las dependencias de la policнa. Sin embargo, descubriу que podrнa entrar, sin mayor dificultad, trepando por una ventana del cuarto de baсo de la segunda planta, que dejaban entreabierta a causa del calor. La ъnica vigilancia de la comisarнa consistнa en un guardia jurado de Securitas que solнa darse un par de vueltas por allн en su ronda nocturna. Ridнculo.

Tardу unos cinco minutos en dar con el cуdigo de usuario y con la contraseсa —que estaban bajo el cartapacio de la mesa de trabajo del oficial local al mando—, y alrededor de una noche en entender la estructura de la red e identificar quй access tenнa y quй access le estaba vetado, por seguridad, a esa comisarнa. Como bonificaciуn tambiйn se hizo con los cуdigos de usuario y las contraseсas de los dos agentes locales. Una era Maria Ottosson, de treinta y dos aсos, en cuyo ordenador Lisbeth encontrу informaciуn que revelaba que no sуlo habнa solicitado un puesto en la Brigada de Fraudes de la policнa de Estocolmo, sino tambiйn que se lo habнan concedido. Lisbeth hizo pleno con Ottosson, quien habнa dejado su Dell PC portбtil en un cajуn de su mesa al que no le habнa echado la llave. Maria Ottosson era una policнa con un portбtil particular que usaba en el trabajo. Brillante. Lisbeth encendiу el ordenador y metiу un Cd suyo que contenнa el Asphyx 1.0, la primera versiуn de su programa espнa. Instalу el software en dos sitios: en el Microsoft Explorer y —como backup— en la agenda de direcciones de Ottosson. Lisbeth contaba con que Ottosson —en el caso de que se comprara un ordenador nuevo— transportarнa la agenda; ademбs, tambiйn cabнa la posibilidad de que tambiйn la instalara en el ordenador de su nuevo destino de trabajo en la Brigada de Fraudes de Estocolmo en cuanto ocupara su nuevo puesto, unas cuantas semanas mбs tarde.

De la misma manera, Lisbeth instalу el software en los ordenadores de sobremesa de los policнas, lo que le permitirнa buscar informaciуn desde fuera y —sin mбs que usurpar sus identidades— acceder al archivo del registro criminal. Sin embargo, debнa actuar con la mбxima cautela para que nadie detectara sus intrusiones. El Departamento de Seguridad contaba, por ejemplo, con una alarma automбtica que se activaba en cuanto un policнa local accedнa a la red fuera de su horario laboral o cuando el nъmero de bъsquedas aumentaba drбsticamente. Si ella indagara en investigaciones en las que no era lуgico que ese policнa participase, saltarнa la alarma.

Durante el aсo siguiente trabajу con su colega hacker Plague para hacerse con el control de la red informбtica de la policнa. Les supuso una dificultad tan insalvable que un tiempo despuйs abandonaron el proyecto, aunque, en el transcurso del trabajo, llegaron a acumular cerca de cien identidades policiales que podнan utilizar segъn sus necesidades.

Plague abriу una importante brecha cuando consiguiу piratear el ordenador de casa del jefe del departamento de Seguridad de la policнa. El tipo en cuestiуn era un economista con escasos conocimientos informбticos, que acumulaba una cantidad ingente de informaciуn en su portбtil. Eso les brindaba a Lisbeth y Plague la posibilidad de, si no piratear, sн, por lo menos, destrozar completamente la red policial con virus malignos de diferentes clases. Sin embargo, era una actividad que no les interesaba lo mбs mнnimo a ninguno de los dos; eran hackers, no saboteadores. Querнan acceder a redes que funcionaran, no destruirlas.

Lisbeth Salander comprobу su lista y constatу que ninguna de esas personas cuyas identidades habнan suplantado en aquel entonces trabajaba en la investigaciуn del triple asesinato; eso hubiera sido esperar demasiado. Sн pudo entrar y leer, sin dificultad alguna, todos los detalles de su orden nacional de busca y captura; incluso habнan actualizado sus datos personales. Descubriу que habнa sido vista y perseguida en Uppsala, Norrkцping, Gotemburgo, Malmц, Hдssleholm y Kalmar, entre otras ciudades, y que se habнa procesado y distribuido informбticamente una imagen que ofrecнa una idea mбs precisa de su aspecto.

Una de las pocas ventajas con las que jugaba Lisbeth en aquella situaciуn era que apenas existнan fotografнas de ella. Aparte de la del pasaporte de hacнa cuatro aсos, que tambiйn usaba para su carnй de conducir, y otra del archivo policial de cuando contaba dieciocho —donde estaba irreconocible—, no habнa mбs que unas pocas instantбneas sueltas extraнdas de viejos бlbumes del colegio y otras que habнan sido hechas por algъn profesor durante una excursiуn del colegio a la reserva natural de Nacka. Las fotos de la excursiуn —ahн tenнa doce aсos— mostraban una figura borrosa que estaba sentada sola y un poco apartada de los demбs.

La desventaja era que en la foto del pasaporte salнa con una mirada fija, la boca cerrada en una fina lнnea y con la cabeza ligeramente inclinada hacia delante. Confirmaba la imagen de una asesina retrasada y antisocial, un mensaje que los medios de comunicaciуn se encargaban de difundir. Lo positivo era que distaba tanto de su aspecto actual que muy pocas personas serнan capaces de reconocerla.

 

 

Lisbeth siguiу con avidez la reconstrucciуn del perfil de las tres vнctimas. El martes los medios empezaron a estancarse y, a falta de revelaciones sensacionalistas en la caza de Lisbeth Salander, el interйs se centrу en las vнctimas. En uno de los vespertinos se retratу a Dag Svensson, Mia Bergman y Nils Bjurman en un extenso artнculo de fondo. El mensaje era que tres honrados ciudadanos habнan sido salvajemente masacrados por motivos incomprensibles.

Nils Bjurman aparecнa como un respetable abogado, con un alto sentido del compromiso social, miembro de Greenpeace y «comprometido con los jуvenes». A su colega e нntimo amigo, Jan Hеkansson, que tenнa su bufete en el mismo edificio que Bjurman, se le dedicaba una columna. Hеkansson confirmaba la imagen de Bjurman como un hombre que luchaba por los derechos de la gente de a pie. Un funcionario de la comisiуn de tutelaje lo describнa como alguien genuinamente comprometido con su protegida Lisbeth Salander.

Lisbeth Salander esbozу la primera sonrisa torcida del dнa.

Mia Bergman, la vнctima femenina del drama, era objeto de una atenciуn especial. Ella era descrita como una mujer joven, guapa, tremendamente inteligente y ya con un impresionante currнculo y una carrera brillante por delante. Se citaba a amigos, compaсeros de curso y a la directora de su tesis, todos en estado de shock. La pregunta mбs habitual era «por quй». Las fotos mostraban flores y velas encendidas ante el portal del inmueble de Enskede.

A Dag Svensson se le dedicaba, en comparaciуn, bastante poco espacio. Se le describнa como un audaz reportero, pero el interйs fundamental recaнa sobre su pareja.

Lisbeth advirtiу, con ligero asombro, que hasta el domingo de Pascua nadie descubriу que Dag Svensson habнa estado trabajando en un amplio reportaje para la revista Millennium. Su sorpresa fue en aumento cuando descubriу que, en el artнculo, no quedaba claro en quй andaba trabajando exactamente.

 

 

Nunca leyу lo que Mikael Blomkvist habнa dicho para la ediciуn digital de Aftonbladet. Hasta el martes, cuando reprodujeron sus palabras en un informativo de la tele, no descubriу que Blomkvist habнa dado una informaciуn manifiestamente engaсosa. Mikael afirmaba que Dag Svensson fue contratado para escribir un reportaje sobre «la seguridad informбtica y la intrusiуn informбtica ilegal».

Lisbeth Salander frunciу el ceсo. Sabнa que la afirmaciуn era falsa y se preguntу a quй estaba jugando Millennium en realidad. Luego, comprendiу el mensaje y mostrу la segunda sonrisa torcida del dнa. Se conectу al servidor de Holanda e hizo doble clic sobre el icono bautizado como MikBlom/laptop. Encontrу la carpeta «Lisbeth Salander» y el documento «Para Sally» en el escritorio. Hizo doble clic y lo leyу.

Presa de sentimientos encontrados, se quedу inmуvil ante la carta de Mikael. Hasta ese momento habнa sido ella contra el resto de Suecia, lo que constituнa una ecuaciуn bastante clara. Y ahora, de repente, contaba con un aliado o, por lo menos, con un aliado potencial, que declaraba que creнa en su inocencia. Pero era el ъnico hombre de toda Suecia al que no deseaba ver bajo ninguna circunstancia. Suspirу. Mikael Blomkvist se le antojу, como siempre, un condenado e ingenuo do gooder. Lisbeth Salander no habнa sido inocente desde los diez aсos.

«No hay inocentes; sуlo distintos grados de responsabilidad.»

Nils Bjurman estaba muerto porque habнa elegido no jugar segъn las reglas que ella habнa establecido. Tenнa todas las de ganar, y aun asн, habнa contratado a un maldito macho alfa para hacerle daсo. Eso no era responsabilidad de Lisbeth.

Sin embargo, no debнa subestimar la apariciуn de Kalle Blomkvist en escena. Podнa serle ъtil. Era bueno resolviendo misterios y su cabezonerнa no tenнa parangуn. Eso lo aprendiу Lisbeth en Hedestad. Cuando le hincaba el diente a algo seguнa hasta la muerte. Era realmente ingenuo. Pero tambiйn capaz de moverse por donde ella no podнa dejarse ver. Le serнa ъtil hasta que lograra salir del paнs. Cosa que suponнa que se verнa obligada a hacer dentro de poco.

Desgraciadamente, a Mikael Blomkvist no se le podнa dirigir: resultaba imprescindible motivarlo para que actuara. Y para ello necesitaba un pretexto moral.

Era bastante previsible. Reflexionу un rato y luego creу otro documento al que bautizу «Para Mik-Blom» y donde escribiу una sola palabra.

Zala

Eso deberнa darle algo en lo que pensar.

Seguнa ante el ordenador, meditando, cuando advirtiу que Mikael Blomkvist encendiу, de repente, su iBook. Su respuesta llegу poco despuйs.

Lisbeth:

ЎJoder, tнa! ЎQuй complicada eres! їQuiйn diablos es Zala? їEs йl el vнnculo? їSabes quiйn matу a Dag y Mia? En ese caso, dнmelo ya de una vez para que podamos resolver esta mierda e irnos todos a casa a descansar. Mikael.

Perfecto. Hora de engancharlo.

Ella creу otro documento al que llamу «Kalle Blomkvist». Sabнa que le fastidiarнa. Luego le redactу un breve mensaje.

El periodista eres tъ. Averigъalo.

Como era de esperar, йl contestу, casi inmediatamente, con una sъplica para que ella entrara en razуn; aparte de eso, tambiйn intentу tocarle la fibra. Lisbeth sonriу y cerrу la ventana del disco duro de Mikael.

 

 

Ya que habнa comenzado, siguiу y abriу el disco duro de Dragan Armanskij. Pensativa, leyу el informe que йl habнa redactado sobre ella el lunes de Pascua. No quedaba claro a quiйn lo dirigнa, pero Lisbeth dio por descontado que lo ъnico razonable era que Armanskij estuviera colaborando con la policнa para que la detuvieran.

Dedicу un riempo a repasar el correo electrуnico de Armanskij, pero no encontrу nada de interйs. Al ir a cerrar el disco duro, se topу con un correo electrуnico dirigido al jefe tйcnico de Milton Security. Armanskij le daba instrucciones de instalar una cбmara oculta de vigilancia en su despacho.

«Ufff.»

Mirу la fecha y constatу que el mensaje se habнa envнado a finales de enero, apenas una hora despuйs de la visita de cortesнa que ella le realizу.

Eso significaba que se verнa obligada a modificar ciertos procedimientos rutinarios en el sistema automбtico de vigilancia antes de volver a entrar en el despacho de Armanskij.



  

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